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domingo, 24 de junio de 2018

Luke Cage.


El Color del Dinero.


En aquel año en que el polémico presidente Richard Nixon, aprueba el desarrollo del programa sobre un nuevo transbordador espacial, se producen varios hechos remarcables alrededor de la historia de los afroamericanos en los EEUU. Como que, la activista por los derechos civiles Angela Davis es liberada de la cárcel, un número de manifestantes del grupo Black Panther son detenidos en un espectáculo al aire libre, por perturbar la paz y consumir marihuana; y también, que se nombra a la primera congresista afroamericana en el gobierno o el baloncestista Bob Douglas fuera elegido para entrar como primer afroamericano en el Salón de la Fama del Basket... Además, en el mundo del escándalo político y finaciero, estalla aquel caso Watergate que después sería tratado por la notable película Todos los Hombres del Presidente y según la consiguiente mafia cinematográfica, se estrena en USA, la celebérrima película The Godfather.

Una época convulsa, donde se empiezan a retirar las tropas norteamericanas sobre territorio vietnamita, aunque aún queda un tiempo para una posible resolución del conflicto. Por entonces, corría ese año 1972, cuando siguiendo las indicaciones abiertas por un personaje conocido como Shaft (construido por el novelista inglés Ernest Tidyman), se iniciarían las andaduras negras por el género denominado "blaxploitation". Aquí es, donde la editorial del cómic Marvel, ve la oportunidad de extender las raíces afroamericanas en las obras gráficas, a través del trabajo de sus recordados autores, protagonistas de aquel retrato histórico del arte juvenil. Así, desarrollarían un nuevo héroe, totalmente diferente que se ajustaría a esos tiempos de consignas contestarias o trajes elásticos, carreras xenófobas, carga social y rebeldía. Reclamaciones de la comunidad negra sobre el barrio neoyorquino de Harlem pasadas a papel y dibujos, que combatían las "equivocaciones" carcelarias y otros episodios de mal recuerdo, dirigidas a una guerra que dura hasta ahora. Con un pantalón ajustado, camisa abierta de colores llamativos y corona metalizada en la frente, las historias sangrantes nunca vistas hasta entonces comenzaron a llegar ante nuestros ojos, adaptados a los típicos superhéroes... Algunos le reconocerán como Powerman en el pasado, pero realmente se hace llamar Carl Lucas. Bienvenidos al mundo violento de Luke Cage.

Por supuesto, la serie Luke Cage creada por Cheo Hodari Coker próximo guionista de Creed II, de un filme sobre el marvelita Nightwatch y otra para los dibujos del equipo M.A.S.K. Significa otra nueva producción de Netflix, que mantiene la esencia de aquella época y los rincones pintorescos de un barrio representado por sus habitantes cosmopolitas y de su pragmática barbería de otra década. Sólo que bien adaptada a los tiempos modernos que padecemos hoy en día.
Por ejemplo, destacan los reveses de la corrupción política, que se manifestaban en un escenario con ese Watergate en pleno apogeo del espionaje y la investigación periodística, convertidos de corrupción urbanística y las transacciones de sustancias ilegales.

Además, continua la tradición de aquellos superhéroes forzosos, surgidos del universo marvelita con toda clase de mutaciones generadas por exposición a radiaciones gamma, mordeduras de animales radiactivos o accidentes derivados de cualquier tipo de investigación o tratamiento. Hechos que generan cambios poderosos a nivel subatómico y, tal vez, mental o psicológico.
Quizás su poder, sea una respuesta imaginativa a todo tipo de intimidatorios viajes, para aquella era de arriesgadas aventuras espaciales y sueños con visitas inesperadas, o coloristas plasmaciones cosmológicas que ese mismo año, en que la fuerza nuclear del Sol se haría evidente sobre el planeta azul con una gigantesca llamarada que freiría el cableado de las comunicaciones en los USA de principios de los setenta. Más exposiciones a pruebas genéticas que pronostican efectos sobre jóvenes góticas, la dureza mística de un puño de hierro o invidentes con poderes extranaturales, que incluyen nuevos concursos nucleares del intelecto, cuando los científicos Herbert Boyer y Stanley N. Cohen, dedicaron sus investigaciones a crear el concepto de un ADN recombinante. Acaso defensor... ¿No ves la conexión?

Por cierto, también dentro de cierto ambiente de reivindicación feminista, se hallan algunas respuestas el año en que nació o imprimió Luke Cage. Pues, dentro del hermético panorama del FBI, se abrían las puertas para contratar a sus primeras agentes femeninas o cómo, las deportistas pudieron por primera vez, salir a correr libremente en la maratón de Boston.
Si no tienes suficiente, con estos cuentos de amos y criadas (aquí hay ama y subordinados machos), de igual forma para una cadena de televisión de pago, similar fonéticamente al Tbo, se transmuta en HBO y comienza la andadura de su larga emisión... esperando otros detectives de la verdad.

Un Boxeador de dura piel.

Cae la lluvia sobre Manhattan y las luces de la gran ciudad ensombrecen los rincones más insospechados o ténebres, donde las ratas comienzan a desperezarse en busca de alimento o muerte. Mientras en un desfiladero de metal y cemento, un coche avanza por ese paisaje colgante durante una longitud de 1825 metros, cruzando el Puente de Brooklyn en dirección contraria al midtown. Es una estructura de acero, como los puños de un gigante oscuro... al menos, así lo recuerdo yo. Una montaña de músculo caoba y sangre espesa, algo desgarrado, elástico y ágil, como un pantera negra en tensión, arrastrada y herida por los gruesos eslabones de una rotunda cadena. En su caso, el del antihéroe afroamericano, apalancada a su cintura. Aunque, apenas le pese, sobre sus 121 kilos de pura fibra irrompible y escasa dote para la lírica.

Recorriendo el sentido inverso a la refriega callejera, la cámara recoge los últimos compases del atípico sonido de un héroe a la fuerza, hermano le llaman, a través del compás de un piano mayestático, que reproduce el drama social a sus espaldas, la vanagloria del poderoso y el abandono de una zona de combate o aquel ring pugilístico. No el que le transformaría en un convicto, perseguido por la justicia y la ciencia, sino el de los vítores de los conciudadanos o fanáticos del ring.
Dos pares de puños de hierro templado, forjado en las catatumbas familiares y carcelarias, se cruzan en un debate no cerrado, dejando una mácula imborrable en el torrente sanguíneo que acaba por esbozar un retrato adaptado a los nuevos tiempos. Cuando los simples mortales, tratan de amortiguar los rebotes de fragmentos o vidrios en la batalla, y otros detritus humanos saltando por las calles que les vieron nacer y convertirse en lo que son... Antagónicos.

Ciudadanos con los mismos deberes y derechos, descendientes de cadenas e injurias montadas en un bus racista, salvo que accidentalmente, se convirtieron en depredador de pupilas inyectadas y el otro, en un ´monstruo` perseguido por miradas vengativas y las instituciones, que se aprovechan de la recaudación de impuestos, las luchas clandestinas a muerte y la inversiones inflacionistas. Son las mafias de uno u otro lado, el reverso del dinero marcado, que le condena a vagar ocultando la identidad, por ahora. Hasta que alquile su brazo poderoso, contra el hombre que se sentó en el banquillo de su rincón. Un desconocido esperando un amor que estallaría en mil pedazos. ¿Eh, Carl Lucas? ¿No lo sientes en tu piel, bro? Ella te llama, en sueños.

Pero, para esos recuerdos alojados en tu mente, hay que remontarse a aquel 1972. Para descifrar los cambios de época y observar la moda que se llevaba entonces, con sus pantalones ceñidos, camisas con chorreras y acampanados bajos, listos para coronarse con un cinturón de aleación, semejante a su piel oscura. También aquellos cardados que parecían electrificaciones descontroladas sobre los hombros, de locales hundidos bajo la acera o el sufrido asfalto, y tiros descerrajados. Urdimbre de cortes a navaja a la altura del gaznate, novias presentes y familias futuras, cobijo de acorralados, huidizos profesionales de la defensa y emprendedores de nuevo cuño. Probable escenario de otras experiencias traumáticas, que volverán a contratar ´puños de acero` por partida doble, cuatreros desmitificados, altares de Cage vs. JJ, frutos del alcohol y las drogas, cobijo secreto para tareas solidarias o luchas contra el poderoso. Sea cual sea su estirpe, color, tebeo o voto.
Se podrían considerar, pieles mutantes que saltaron del un ring de la prisión racial y las provocaciones racistas, hasta nuestro presente.

Futuro al servicio de reclamaciones actualizadas y nuevas plagas, boca-chanclas de verano en la costa este, víctimas sin derechos, voz o capacidad económica. Enfrentamientos desiguales, entre combatientes del mal sustanciado en la corrupción inmobiliaria o el crimen, engendrado en garitos intocables (que suenan a poder y a gloria musical), extrañas parejas que apenas se rozan, incompletas, aderezadas con el odio. Para el saqueo de bolsillos, en conexiones distorsionadas con la política y los medios manipulados, estableciendo nuevos imperios económicos, en forma de corruptibles vías institucionales. Es decir, lo de siempre, tugurios que generan beneficios a costa de esos pobres marginales de la calle, los tiroteados olvidados y los sin nombre. Como tú, el nuevo y perfeccionado, Luke Cage.

El Gesto de Furia.

Recuerdo, cuando todos los superhéroes (o de categoría mediática), portaban sus máscaras cobijando sus verdaderas identidades y el riesgo de atentados contra sus familias o amigos, la aparición de algunos que se vanagloriaban de sus rasgos, se defendían de oprobios públicos y amenazas... que nunca, ocultaban su dolor y su descontrolada furia.
Así, ocurría entonces, que la piel era perturbada por las heridas profundas, aunque tuviera la resistencia de un absorbente tejido antibalas. Que los amigos podían caer, reventados por la maldad o la locura criminal, y las novias o amantes sin rehuir a escenas de cama, que se podían ver involucradas en algunos destinos fraudulentos, altercados visionarios, guerras entre poderes sobrehumanos, investigaciones condicionadas por el odio y otras muertes traumáticas. Imposibles de olvidar o desprenderse de ellas, a pesar de la dureza de la piel.

Por supuesto, todo tiene su recorrido lógico, mirando el pasado y los cómics que caían cambiados en nuestras manos. Más o menos acondicionados, mezclados en números y tramas, como los referentes televisivos de la actualidad, barajados eternamente con otro brillo o persecución, pasión de adolescentes y memoria reciclada de crecidos, física y mentalmente. O no... Es otra visión contemporánea, diferente, adaptada a las novedosas expresiones narrativas o gráficas, que irán regenerando las poderosas células en la dermis de Marvel, en la metafísica de sus universos paralelos, ayer y hoy. No cabe duda, es el ejemplo de algunas series y sus retrospectivos cambalaches temporales sobre las viñetas y expresiones entre dientes apretados, a pesar de ciertos condicionantes de la producción televisiva. Esto es, con determinadas limitaciones presupuestarias y esa lucha interna por mantenerse dentro de una calificación adecuada.
Pero, este no es el caso... ni de la rotundidad de Misty Knight, ni por la temática adulta, del mundo subterráneo de Power Man y sus viciados alrededores.

Lo observamos en las corruptelas que desperezan sus puños ferruginosos, las desviaciones ideológicas que se esconden tras aquella mirada encolerizada, sobre los tocamientos en la oscuridad y demás perversiones ocultas, del mundo siniestro de mercenarios y acólitos sangrientos, entresacados de frases y expresiones directas a la provocación, que deshacen la dulzura como algodón en sus bocas. De imperios furiosos en continuo cambio, prevaricaciones, presiones psicológicas y ajustes de cuentas, que recrean catedrales sonoras a base de tiros, voladuras corporales y asesinatos insospechados; mientras el héroe rotundo se retira de la escena, silencioso, con las notas de un inspirado piano.
Siguiendo los pasos del creador musical para series de los setenta, Alan Tew y su socio Cat Stevens, de aquellas bandas sonoras identitarias del género desarrollado por profesionales como Curtis Mayfield, Isaac Hayes, Roy Ayers, Bobby Womack y James Brown, nos proveemos de notas de color como sonidos de un nuevo Bang Bang Bar.

Pero, ahora revisitado por dos compositores como Adrian Younge y Ali Shaheed Muhammad, fans de aquel Blaxploitation sonoro con raíces bajo el soul y el funky, flotando en el fragor del jazz y las mezclas con hip-hop moderno, rompedor de la música de Marvin Gaye y Stevie Wonder, y por consiguiente, trasladando su oído a la ambientación de esta serie de ABC y Marvel Televisión para Netflix, o poniéndose al servicio de la voz de Method-Man, entre otros artistas o músicos de la escena negra actual.
De acuerdo que estamos en pleno siglo XXI, y aquel movimiento social o cultural ha dejado una huella necesaria en la población, que se nombra en la serie como un alegórico Reborn. El término 'blaxploitation' se identifica también con el género musical que constituían las bandas sonoras de dichas películas en la época y se extendió a la imagen indivisiblemente. Algunos de los principales artífices del género fueron Ossie Davis, Pam Grier y Richard Roundtree, siguiendo los pasos del mítico Sidney Poitier.

El ambiente está bien adaptado a los nuevos tiempos durante la primera temporada de Luke Cage, combinando una etapa de indecisión judicial y convulsión callejera, que salta a esta actualidad en manos de la corrupción generalizada y la multiplicación de eufemismos baratos. Por eso, Luke se mira a su propio ombligo, sin cadenas ni antifaces, transformado accidentalmente en una especie de dios mutante e independiente, protector de los de su especie o condición, marcado por los lazos sanguíneos coagulados por la irracional memoria o el deseo de venganza. En el pasado, el motivo desencadenante fue un amor, como mañana, ahora la envidia y otras fracturas emocionales.
Con los dientes apretados, mirando la pasado, vuelve la agitación en su rostro, que proviene de la acumulación de riqueza ajena y el poder político, como entonces, en un momento en que los hombres y mujeres desaprovechados, hoy, vuelven a reclamar sus derechos civiles, la valía de su esencia y la libertad.

Ahora no existe la amenaza de la guerra abierta, esperemos, ni la generación perdida en aquel conflicto armado en el lejano Vietnam, sino que las fracturas se generan bajo el asfalto de las calles. No se producen errores fatídicos sobre la ribera del Mississippi, en alienados campos de algodón, sino que la semilla puede germinar en cualquier lugar del planeta... La muerte violenta en cualquier oficina o centro penitenciario, peluquería de barrio o antro nocturno. Son los ecos del odio y las balas, rebotando en nuestras propias calles o aceras, avenidas atestadas de transeúntes y tráfico rodado.
Además, esto es el viejo Harlem y ha comenzado la guerra... en serie.


Razas de Noche.

Como el título de aquella novela oscura y película descafeinada de Clive Barker, Night Breed (ahora se ofrece su historia para una nueva adaptación o versión televisiva, veremos), el universo marvelita se cruza con numerosos rostros e identidades, con pálidas nenas de músculo y cerebro extraviado, que van cambiando de escenario y reflejos nocturnos. Donde los superhéroes y villanos, entrecruzan sus vidas, pasiones y miradas, ya sea en el Nueva York cinematográfico de las grandes ocasiones, o en las apartadas regiones de su hermano pequeño y más transgresor, el Harlem racial o el Hell´s Kitchen televisivo. Buscando la carnaza, el aliento o el sexo, que alimente nuestros voraces deseos...

En primer plano, el héroe reencarnado en las penumbras de su pasado en el cómic, interpretado por un Mike Colter bien formado en asuntos turbios, desde el Million Dollar Baby de Clint Eastwood o la alienación divertida de Men In Black 3, hasta la acción de series como Halo, The Following o Agent X. Y continuando los pasos por otras secciones de Marvel como Jessica Jones y The Defenders. Volverá a repetir con este Luke Cage, cabal, pragmático y observador, que nos ofrece en la primera temporada, movimientos más pesados a los que la imaginación desarrolló sobre aquella mole de músculo comiquera, plagada de saltos ágiles y pensamientos reflexivos.
Si bien los estragos y las decisiones fatídicas, recaen en otros actores como Theo Rossi (Sons of Anarchy y próximo Ghosts of War) interpretando a un ´viejo amigo` de Lucas, Erik LaRay Harvey (Proud Mary) como el desequilibrado dúo Diamondback-Stryker o Mahershala Ali (Moonlight, True Detective season 3) como un magnífico Cottonmouth y que participaría en Alita de Robert Rodríguez. Por otro lado, las mujeres son principales protagonistas en esta historia próxima al cine negro clásico con tintes románticos y tecnológicos, como la detective encarnada por una increíble e intrépida Simone Missick, la joven actriz londinense Deborah Ayorinde o la inspectora interpretada por Karen Pittman (Detroit). Además, la bella neoyorquina Rosario Dawson (Sin City, Cautivos) en el mismo papel de Claire para Jessica Jones, Daredevil e Iron Fist. Además de una Alfre Woodard que abarca todas las facetas descentradas del mal, próxima voz en The Lion King de Jon Favreau y que ya participara en algunos capítulos de la mítica Hill Street Blues, del recientemente desaparecido Steven Bochco.

Sin embargo, en la serie creada por Cheo Hodari Coker (Notorius) existen esos otros personajes carismáticos que producen curiosidad en el espectador y desentraman historias paralelas interesantes, como la de un carismático Frankie Faison (Pop) que ya aparecería en El Príncipe de Zamunda o El Silencio de los Corderos, Ron Cephas Jones (Bobby Fish) próximamente The Wizard en Shazam!, Jeremiah Craft (Kid), Jaiden Kaine (Zip) y Michael Kostroff (Molly´s Game, The Deuce) como el Doctor Noah Burstein. En el lado de la ley, el detective típico por Justin Swain o el bipolar Scarfe interpretado por Frank Whaley (quizás no le recuerdes pero estaba en una señalada escena de Pulp Fiction), guiados por una pléyade de directores diferentes para cada episodio. Antes de las esperadas reentradas del socio del alquiler Danny Rand con Finn Jones, o el nuevo malvado llamado Bushmaster interpretado por Mustafa Shakir (Brawl in Cell Block 99) y próxima estrella invitada por James Franco en su nueva película Pretenders.

En la raza de los superhéroes, este Luke Cage luce atípico, circunscrito en su bigote y perilla, potenciado sexualmente, aunque no mantenga sus calzas ajustadas, la camisa amarilla desabrochada y aquella turbadora corona. Como de un príncipe caído en desgracia, asexual, pero con la fuerza de un dios setentero. Ornamenta metálica de un azul forzoso para un baile actualizado, lejos de cualquier sometimiento al orden establecido, haciendo juego con su frente caoba, reluciente defensora de los marginados. Nada de piel de cordero, sino de un luchador nato, acariciado por las ráfagas superficiales. La sangre nueva de la conciencia negra y americana, amigo de la calle... y de sus amigos.
Su linaje nació en unos EEUU al borde de un ataque de nervios, sumergidos en una mar de conflictos xenófobos, reclamaciones judiciales, respuestas ante magnicidios, increíbles maltratos o vejaciones personales, persecuciones mediáticas, represiones o jaurías que, hoy, vuelven a reinterpretar la realidad, libertad y justicia. Pide la desconexión de aquella máquina de picar carne joven, inocentes sin oficio, condenados al ostracismo social o la desaparición total.

La estirpe resistente de Luke Cage, como aquel Kunta Kinte de Raíces de otras épocas, nace de nuevo, algo tardíamente con aquellos acontecimientos pasados y sus efectos en la calle, recordando la tensión acumulada en los edificios con escaleras en la fachada y barrios oscuros, hoy gobernados por otro tipo de descrédito, hipocresía y la corrupción inmobiliaria. Powerman reencarnado para la genealogía heroica, desde el polvo en su natal y sufrida Georgia, reinstalado entre los dos Harlem´s por sus creadores ideológicos Archie Goodwin y el mítico dibujante John Romita Sr.
Frente a la nueva generación, preparada para verle junto a Iron Fist en su oficina de Time Square, el conocido como Dan Defensor y por supuesto, en la cama de Jessica... nuevos enfoques por las esquinas penumbrosas del gran plató o de la actual, Nueva York.


Tráiler Alita: Battle Angel, de Robert Rodríguez.


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