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sábado, 4 de agosto de 2018

Gold / American Made (Barry Seal).

El verano más sudoroso, por otro lado, lúdico, aventurero y vicioso.
Aquel que entre los diferentes estados de la antimateria, digamos humana, deja un hueco divulgativo, para conocer a personajes (digamos, más o menos reales) que mitigan los vapores alcohólicos y la alta gradación del ambiente casero. Pongámonos las gafas de aviador y volemos a parajes inolvidables o incomparables, para descubrir lo que esconden las existencias de aquellos que volvieron al asiento pegajoso de un Cadillac clásico o a un lugar indeterminado, entre la riqueza material o el deceso.

Dos vidas encauzadas a la acumulación y la urdimbre financiera, tenebrosa como una mina en la lluviosa selva Indonesia, plagada de enfermedades tropicales, o devastada como un vuelo de emergencia que portara un cargamento peligroso.
Así, tras temporada y temporada de esas últimas series, las más buscadas de esta o aquella estación, nos embarcamos en la memoria próxima, para surcar los cielos más disparatados u osados, sofocarnos al mando de ventilador manual e ineficiente, alrededor de la canícula que nos invita a meternos con otras historias incontables de cine.
Es tiempo para visitar la historia inconfesable, comentar algunas películas ya licenciadas, que se quedaron atrapadas en un buzón de la memoria sobre la isla de Borneo o abandonando la identidad de estrella fulgurante del Hollywood actual. Para colarnos de polizones de un piloto cuestionado, desde su tierra natal de Baton Rouge, pasando por arco iris químicos en Arkansas y fiesta de altos vuelos, hasta calzarse un viaje por las tierras nicaragüenses y el conflicto político-social. Sin complejos, una travesía por la ilegalidad, el engaño y el estraperlo, en busca de una vida de película.


Gold... o el porqué de un Torrente Dorado.

Un americano del Norte, no tiene porqué conocer a un personaje del cine patrio, discordante y pringoso, como el Sr. Torrente y su bazo. Pero, no cabe duda que la interpretación del actor Matthew McConaughey emula las andanzas de cualquier tipo interesado, que confabula interiormente y maquina un asunto, con todos sus movimientos patosos y los desafueros económicos. Si bien, ambos caminen por diferentes aceras de la verdad (ficción con realismo) o en sentidos "opuestos" de la ley. Que no apuestos, indudablemente...

Para ello, la historia verdadera se ve camuflada tras el aspecto de un individuo, entre simpático y desafortunado, que comienza una odisea hacia la degradación personal y la sorpresa de un negocio dorado, como la orina de un enfermo de fiebre amarilla.
Sirviéndose de otra transformación camaleónica, el irreverente Mr. Matthew se convierte en el empresario encargado de un Gold aumentado, de fortuna áurea, antes de que la herencia de su padre se evapore del todo, como un castillo hecho de polvos, no dorados. En este estado rocambolesco de la epopeya financiera, se alía de un geólogo intrépido, que alberga la esperanza de convertir otra montaña onírica en sociedad, con un apretón de manos. Sita en la isla de Borneo, en un valle repleto de oro, la combustión será inminente, viendo el futuro que el espera al de Texas, junto al actor de origen venezolano, Edgar Ramírez (Zero Dark Thirty, La Chica del Tren), dejando embarrada, esta vez sin dinosaurios, pero con dientes como aquella, a la bella y divertida Bryce Dallas Howard.

El director de todo este despropósito histórico, aunque rebozado de datos camuflados con su realidad, como tramas paralelas y panzas de postín, es aquel guionista del filme Traffic y director de la extravagante Syriana, Stephen Gaghan. Divertido recreando otra metáfora insaciable de la economía y el poder ilimitado, basado en mentiras o patrañas. Eso sí, aquí con un lujurioso sentido del humor y cierta mala uva como ramalazos dicotómicos, emprendedor Robin Hood o bobo estratégico, donde prevalece la interpretación de Mr. McConaughey y los giros dramáticos de este personaje acorralado por las deudas, o eufórico por la gran mentira y estafa.
Sin complejos, se ríen en el espejo físico y el descaro del relato macroeconómico, junto al padre interpretado por Craig T. Nelson (aquel marido acosado de Poltergeist, Increíble y en los Gritos del Silencio), Corey Stoll (involucrado en La Buena Mentira y El Hombre Hormiga), Bill Camp (Molly´s Game, Gorrión Rojo) o Tobby Kebbell, acostumbrado a transformaciones del tipo El Amanecer del Planeta de los Simios, Kong: La Isla Calavera o Un Monstruo Viene a Verme.

Sin duda, uno de los atractivos de la película, además de los grasientos peinados y las desproporcionadas interpretaciones, es la fotografía natural que acompaña a este submundo transversal entre aventura y negocio mayúsculo de grandes cuentas. Parajes espectaculares para un biopic relativo y romántico, que acompaña el guión aderezado de un ácido sentido del humor, que desengrasa la esperanza inmutable, la resistencia al fracaso y las consumiciones desproporcionadas.
Sin olvidar que una guerra es más cruenta, cuando el dinero está por medio. Que tras la caída de una endeble Torre Oscura, queda vida tras la MM con futuros papeles en White Rick Boy (un asunto de drogas juveniles), una comedia desenfadad titulada The Beach Bum y una travesía accidentada en Serenity junto a Diane Lane y Anne Hathaway. Que una peli de aventuras en la selva, está bien acompasada con ritmos de New Order, Joy Division, Pixies e Iggy Pop, y recuerdos de la voz tranquila del recientemente desaparecido Leonard Cohen.

Gold, quizá no sea la película más redonda, pero te desintoxica de una noche caliente de verano, te entretiene con un argumento enrevesado que crece como una estafa piramidal, observas los cambios e inteligencia de un actor como el gran Matthew, se sostiene cinematográficamente dentro de unos parámetros de calidad con el sueño americano o la gran pifia... aún sin un cheque en blanco en la producción de Black Bear Pictures... Más bien sin fondos o condicionados... o, a través de un contrato firmado en un servilleta. Auspiciado por la propia palabra, esa "verdad" y una amistad.

American Made (Barry Seal).

En esta divertida doble sesión veraniega (y algo volatilizada en el año 2017), tendríamos al inefable, incombustible y radiante Tom Cruise, vestido en cueros como piloto atípico. Juerguista imaginativo y falsario contrabandista, destaca en este filme como notable intérprete de confusiones reales y removedor de mierdas varias en la gratificante ficción que desarrolla del pasado. Pues, la no demasiado remarcada por la crítica, Barry Seal, o El Traficante, o allá en tierras del otro lado del Atlántico, American Made, es una entretenida versión del personaje histórico, polémico y algo desconocido para el gran público.
Barry Seal, ex-piloto de la Trans World Airlines o TWA, envuelto en extrañas y explosivas circunstancias, que reflejarán el destino próximo de sus andanzas y otras voladuras de tarro. Convertido en traficante de pequeñas cantidades de anfetaminas, al estilo voladizo de Breaking Bad, sin tanta fórmula o catástrofe aérea en el jardín de casa, aunque si tensión competitiva con aquellos cocineros. Real convicto y retenido por las autoridades por sus frecuentes juergas y elegido como confidente de la CIA, sino la invariable y húmeda trena, durante las siguientes horas y dramáticas actividades en las peligrosas o sufridas tierras de Nicaragua. Sombra de una época, sobre suelo y cielo americano.

El gran sueño americano, hacerse poderoso y activar todos los centros recreativos de tu cuerpo, en el menor tiempo posible, al mando de un Mr. Cruise desaforado en el tramo acrobático y adictivo por tierra o aire. Bastante desfasado en el sentido etimológico del buen actor y dirigido por un buen amigo neoyorquino, conocido como Doug Liman. El mismo de El Caso de Bourne y productor de la serie Impulse, el próximo director de la esperada película Chaos Walking basada en un guion de Charlie Kaufman, con la galáctica Daisy Ridley, Tom Holland y Mads Mikkelsen, y otra vez compañero de fatigas fílmicas, dirigiendo a Tom en una Live Die Repeat and Repeat (segunda parte de Al Filo del Mañana) más un scifi titulado Luna Park.
Mientras en estas tierras movedizas de American Made, aterrizando sobre campos de marihuana en Sudamérica, infectados de RR, no Rock&Roll de la banda sonora, sino del recuerdo histórico de Ronald Reagan, del Irangate, con el negocio de la Contra nicaragüense y los movimientos de los carteles de la droga colombiana. Con las figuras destacadas de los capos Jorge Ochoa y Pablo Escobar, interpretados por el actor mexicano Alejandro Edda (Narcos) y el colombiano Mauricio Mejía.

Lo principal de esta historia verídica, es que está tratada como una auténtica aventura cinematográfica al estilo clásico de Hollywood, con claros contrastes ochenteros y gracias al ágil guion de Gary Spinelli, animado de otros interesantes actores como Sarah Wright, E. Roger Mitchell (Sully), el camaleónico Caleb Landry Jones (Get Out, Three Billboards Outside Ebbing, Missouri), Lola Kirke (Gone Girl, The Leftovers), Domhnall Gleeson (Ex-Maquina, The Revenant) y un actor subido en la cresta de la ola permanente como Jesse Plemons (Fargo, The Post).
Toda una evolución psicotrópica de aspectos individuales, mezclados con la política y la sociedad de 1984, que debería termina dramáticamente, como una paradoja diabólica del alias Barryman. Entre el entretenimiento nihilista y libertino del personaje, la situación económica o los entresijos internos de CIA, DEA, el NFLS de plena actualidad y aquel cartel de Medellín (Colombia). Con el sentido estratégico de un golpe final majestuoso de espionaje, sonado cambalache en labores de inteligencia e infiltrado sobre un peligroso avión militar, de apellido televisivo y cinematográfico, como el Fairchild C-123 Provider. Ah, y un solitario asiento de un Cadillac.

Tom Cruise lo clava como vividor sin límites y mercenario clandestino, refresca la noche calórica con esta divertida película que toca todos los palos de un buen suspense. Traidor en beneficio propio, a través del lavado de dinero, traicionado en condescendiente perspectiva y seguridad, que termina en el silencio de Florida.
Según dictan los grabados periodísticos de la época, la CIA habría movido grandes cantidades de dinero para salvaguardar el futuro de aquella Nicaragua, con la globalización del consumo de cocaína y un paso a EEUU, que se confundiría aún más, tras negaciones de todo tipo y un misterioso suicidio. Además, como dato anecdótico del personaje, existe una producción de 1991 de la mano de HBO, de padre racista, fue compañero del infausto Lee Harvey Oswald y aquel piloto del mito Howard Hughes, se convertiría en el más joven en dirigir un Boeing 747 y ser despedido. Todo un carácter de aterrizajes aguerridos...

Si no acabas desquiciado por el consumo y los tratos gubernamentales, con tus huesos entumecidos por la humedad selvática, machacados por un episodio trágico, recordemos a dos profesionales y dobles de acción fallecidos durante el rodaje sobre los departamentos más polémicos de Colombia... si te has salvado del derretimiento en el sofá... ¡qué son casi 4 horas! Sobre todo, transgresoras, emocionantes y recalcitrantes... algo sudorosas.
Lo dicho, se trata de una buena época para revivir aventuras de todo tipo y con historias atípicas, adentrarse en estas personalidades increíbles que, sin ser demasiado conocidas, trasmiten pasión por el cine, situaciones verídicas y te pueden hacer saltar alguna que otra... carcajada. O no, una mueca risueña... por el calor.
Siempre de humor cítrico y turbio, como una buena y refrescante limonada. Otra interesante propuesta de cine selvático... Con Matthew y Tom... ¡qué monada!

Tráiler Serenity, de Steven Knight.


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