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lunes, 13 de abril de 2015

Seventh Son... y otras aventuras de película.



















Involución desde el Digital a la Artesanía en el cine.

Con Seventh Son, la película basada en una historia fantástica titulada The Spook´s Apprentice, ocurre en viaje al contrario de las corrientes habituales en el mundo del cine. Su director Serguéi Bodrov de origen buriato (una de las Repúblicas pertenecientes a la Federación Rusia en plena Siberia) es reconocido desde la producción de una aventura bélica en 1996 llamada El Prisionero de las Montañas, y hace unos años, además de su contribución al cine con diversos guiones, la decente adaptación sobre una parte de la vida de Genghis Khan, con el nombre de Mongol.

Ahora se lanza a otra aventura con una co-producción entre USA, Canadá, UK y China, en la que las opciones de rodaje se ven posiblemente debilitadas por una toma de decisiones demasiado distribuida. Meramente, se realiza un intento de volver a las películas de acción y magia, con mundos construidos en la imaginación de sus autores. Pero, con los medios técnicos actuales que devalúan el resultado final, por la inclusión de factores equivocados en la ambientación del filme y la facilidad para recrear esos mundos con la fabricación binaria de sus diferentes componentes.
Tanto que, da igual el nombre de los participantes en el reparto, pues van a significar una coreografía pobre de las aventuras y una caricatura exótica a lo largo de sus eficientes carreras.

Pocas cosas relevantes en el aspecto artístico se pueden identificar a lo largo del metraje, navegando por insólitas situaciones y conversiones, que no resultan definitivamente edificantes para el espectador. Dónde dragones se convierten en absurdas luchas intersticias entre familiares y el número siete, resulta una excusa para inventarse una trama sin ningún interés específico.
Una pobreza en los personajes que recuerdan de forma penosa a aquellos nombres que formaron parte de nuestros elegidos para la aventura, avivaron los sueños de miles de amantes de la ciencia-ficción y de la literatura universal, forjando distintas generaciones de aventureros.

Por tanto, si deseaban conseguir un producto de calidad, algunos de estos productores deberían fijarse en aquellas propuestas que marcaron el cine con un despliegue de factores que imprimían una visión magnífica del espectáculo. Películas de aventuras que apasionaron o sorprendieron por el trabajo que incluían en sus metros perforados, con capas de fotográficas que diseñaron la irrealidad y los movimientos generados por los especialistas y los profesionales cinematográficos.
Así que, en realidad el comentario de Seventh Son, me sirve para sumergirme en los albores de la adolescencia y calzarme unas botas que me permitan recorrer algunas de las obras maestras del género aventurero y fantástico.

Porque en este filme encontrarás diálogos sin ningún tipo de emotividad, con escenas cubiertas de capas falsas de bips y movimientos contra natura de la cámara, provocadores de más de una mareo o confusión en la composición de los elementos. Cuando aquellas películas recordadas del pasado, abarcaban una estructura pensada e ideada por una industria y sus trabajadores, y se esforzaban en diseñar espacios con la máxima ilusión posible en sus manos y mentes.
Si alguien puede tomar las riendas de este caballo desbocado, que dirija la frustración y el aburrimiento que genera este tipo de cine en la actualidad, y comprender que hay otras formas de recrear mundos y personajes con una vida o sustancia argumental propia.

Echamos de menos el trabajo de hombres que se jugaban el pellejo en paisajes verdaderos, que construían un nuevo camino con sus maquetas y ofrecían otras caras con sus maquillajes trabajados sobre el terreno, no con un barniz digital. Cuando los diseñadores y pensadores se rompían la cabeza con nuevas sorpresas en sus ambientaciones y guiones, para sacar el mayor partido de los momentos históricos, dónde héroes y villanos luchaban en escenarios grandiosos hechos piedra por piedra (falsa) y mayores y pequeños se emocionaban con aquellos relatos que los grandes escritores o directores ofrecieron para cautivas nuestros sueños.
Con una buena historia se consigue la fidelidad, con medios técnicos necesarios no colocados al libre albedrío, y un bello envoltorio que satisfaga los ojos de quienes ya han visto demasiado.

Por ello, es poco razonable otorgar todo el potencial intelectual a los ordenadores, se debería de hacer caso a los especialistas para construir aventuras con viajes que hagan volar nuestra imaginación de nuevo, y que su trabajo sea recompensado adecuadamente... si el mecanismo de la industria en la gestión de ideas es deficitario, se necesita una mejor valoración de la labor literaria.
Y una vez definidas las posiciones, con una narración inteligente plagada de detalles que dignifiquen el resultado final, acordarse de los profesionales olvidados que crearon los muñecos o los decorados por los que pasearon, junto a nosotros, los malvados y exploradores. Diseños fuera de la eficiencia higiénica de los procesos automatizados y la mente binaria.

Esos hombres y mujeres habilitaron con sus mentes y brazos, los viajes salvajes por el centro de la Tierra o en el interior de paisajes imposibles, con sonidos tensos sobre la selvas recónditas al lado de imponentes animales o seres antediluvianos. Protagonistas con piel y hueso de actores, que batallaron en guerras de la historia, forjaron leyendas de antes o del futuro, como pequeñas gotas de la esencia cerebral de sus escritores, seres mutantes que evolucionaron cabalgando a lomos de libros de los grandes viajeros imaginativos, hacia ríos de tinta y diversión difuminados en millones de páginas de comics o tebeos.
Especialistas y artesanos dejaron la huella de su esfuerzo o ingenio en las aventuras e imperios de la antigüedad, mano a mano, gota de sudor sobre otra. Extraterrestres que viajaron hacia el encuentro con sus pieles cuarteadas que procedían de universos dónde los monstruos se confunden con la mitología clásica. Y la naturaleza invadía los territorios ocultando miedos de nuevas formas. Mentes ilusionadas con viajes por tierra, mar o aire.

Sólo eran nombres que aparecían al finalizar su trabajo, bajo los acordes épicos o eléctricos de su banda sonora, que hubieran querido parecerse a aquellos protagonistas de las películas y andar por sus tierras inhóspitas, en apenas unas horas de puro entretenimiento y trabajo en equipo.

El Cine de Aventuras.

La ciencia siempre tuvo sus pioneros en la investigación de nuevos avances técnicos, desde los comienzos en que el hombre propuso conquistar nuevas fronteras, realizó esos descubrimientos en el ámbito de la comunicación o el transporte que facilitaron más de un riesgo pero admitiendo muchos otros.
Ese descubrimiento del poder cerebral, ha permitido a los seres humanos conocerse a sí mismos, a nuestros vecinos actualmente en plena globalización y también, visitar los lugares más exóticos y alejados aunque sus primeras proyecciones se hicieran a manivela y luz natural, incluso los mundos que residen en lo más recóndito de la imaginación.

Motores de todos los tipos, del vapor a combustibles necesarios para mover las ruedas o hélices que surcarían los océanos del tiempo, hasta encontrar los resortes mágicos de la aventura. Estilográficas, máquinas de escribir de viaja cinta tintada u ordenadores ya sin carrete, se inventaron para crear los textos que manos y mentes de escritores pusieron a la disposición de otros exploradores de sueños y visitadores de eras pasadas y futuras, deleitando a los lectores de todo el mundo.
Pero, unos avanzados en la visión del futuro, llamados fotógrafos o cineastas, jugando con el montaje llegaron a realizar los trucos y pintar colores pastel a mano, empezaron a imprimir viajes y paisajes de nuestra memoria, junto a los personajes que salieron de plumas engalanadas con la imaginación, como los textos visionarios de Verne, el exotismo de Kipling, el realismo histórico de Dickens, la oscuridad de Robert Louis Stevenson o la personalidad de Ernest Hemingway; sumando a tantos otros genios que perpetuaron su experiencia o las andanzas de héroes de ayer u hoy, y de nunca jamás. Al menos, sus viajes deberían extender el ejemplo a generaciones futuras de ser respetuosos con la esencia de los autores.

La muestra innovadora de un viaje que comenzaba de aquí a la Luna, con los esforzados pioneros como George Méliès apostando toda su fortuna por recrear su nueva pasión, el cine (recordado y reflejado por el maestro Scorsese en la sentimental
>Hugo
). Además, tendría versiones de otros clásicos de la Literatura como 20.000 Leguas de Viajes Submarino con versiones inolvidables que llegarían aumentando los colores y la magia.
Viajes al centro de la Tierra en adaptaciones, americana y española del osado director Juan Piquer Simón, o dando la vuelta al mundo con Cantinflas y David Niven de la mano e ideando lo tan de moda en estos momentos, los cameos.
Emerger por exóticos parajes dónde la aventura se hacía fuerte y las batallas se extendían como la recién descubierta en estos parajes, pólvora; de 55 Días en Pekín hasta el Bagdad y su mágico ladrón, entre las luminosas páginas de El Libro de la Selva, entre Las Cuatro Plumas y el Beau Geste, cargas de bengalíes y el paso de galeones de piratas a frágiles barcazas por ríos de fuego, hasta convertir La Jungla en Llamas, dónde el hombre mono campeón olímpico de natación ahuyenta a ladrones furtivos de marfil.
Y el hombre sin La Máscara de Hierro se lanzaba al mar, y Edmundo Dantés se volvía a convertir en El Conde de Montecristo, abriendo las puertas a dos personalidades, tan diferentes como Dr. Jeckyll & Mr. Hyde o historias de dos ciudades dónde los huérfanos como Tom Sawyer se columpiaban y limpiaban la suciedad en ríos de penuria y alegría.

Argumentos vividos entre el mundo juvenil y el adulto que se unirían en aquellas películas luminosas y a todo color que marcaron nuestras edades perdidas ya, pero revividas cada vez al encenderse de nuevo el proyector y cautivarnos con aventuras de guerreros o capa y espada. Todas para uno y todos para una, la aventura.

Errol Flynn.
También fue una etapa en que los nombres significaban un todo, contemplar la aventura desde el punto de vista de las estrellas que magnificaban al héroe hasta laureles jamás conocidos (a veces falsos y otras reales como sus vidas), Errol Flynn iba emparejado a la aventura con todas las letras doradas de Hollywood. Un trasero inquieto que vestido con las calzas verdes más brillantes de toda la historia del cine, construyó la imagen inseparable del aventurero con el actor, pues emprender aquellas historias cinematográficas requerían de ese espíritu para la filmación.
Su imagen abría senderos entre filibusteros por la etapa del Technicolor y la luz como espectáculo visual, desde la isla de Jamaica o Tortuga El Capitán Blood acudía al rescate de una industria en crisis hasta Kim de la India, desde los bosques de Sherwood hasta la Inglaterra de El Príncipe y el mendigo.
Siempre aparecía él, con su radiante sonrisa y sus guiños, atento a la acción. Errol Flynn reprodujo con creces a sus antecesores, es una nueva generación de estrellas sonoras que provienen del mundo de las variedades y del deporte, y que lograron su transformación de héroes de ficción.
Gracias a los actores con vida interior que sirvieron de representantes de una industria del entretenimiento a un atractivo nivel fotográfico en material inflamable, pero a la vez inmortal, interpretando a muchos de aquellos personajes literarios que soñábamos con emular en la edad juvenil, u otras posteriores.

Kirk & Burt.

Tanto montan por tierra, mar o aire, que los elementos y los niños se hicieron amigos de sus aventuras cinematográficas, tanto que su aparición significaba acción sin fronteras. Otros nombres del pasado iniciaron la andadura que prosiguieron ellos, junto a los grandes nombres que comenzaron en el blanco y negro e incluso el cine mudo. Una época irrepetible.
A veces se unían, pero las grandes productoras competían entre sí para marcar una era en la historia del cine, así observaríamos como Los Vikingos o Espartaco se enfrentaban en cartelera con Su Majestad de los Mares del Sur o El Halcón y la flecha. Cuando se iniciaron los viajes de Ulises hasta llegar a El Faro del Fin del Mundo frente a las acrobacias de El Temible Burlón o Trapecio, las calzas y floretes empuñados por fuertes brazos se unían es esfuerzo en míticos western (género que merece un repaso aparte y en el que comenzaron muchas aventuras personales en la dirección cinematográfica del viejo Hollywood), barcos con caballos de vapor frente a batallas de jinetes sobre monturas a galope o silenciosas como El Hombre de Alcatraz, bestias y bellos animales se sucedían sin cesar en la gran pantalla. Un Gran Carnaval de Billy Wilder compitiendo con El Nadador de Frank Perry, y encontrarse de nuevo en Siete Días de Mayo junto dirigidos por John Frankenheimer. Una guerra fría entre la pasión de su oficio y una amistad inmortal.

Y por último aparece el maestro Kubrick en la vida de Douglas para ofrecerle su papel más peleado y peleón en el realismo bélico de su obra maestra Paths of Glory hasta dirigir su mirada al proceso evolutivo que transformó a los primeros homínidos en estrellas de cine.

Pondrían de moda una forma de entender la diversión y la luminosidad de aquellas estrellas, junto a una generación de intérpretes irrepetibles que se difuminaron por todos los terrenos explorables de aquí a Los Ángeles, como Gregory Peck, Tyrone Power, Robert Wagner, William Holden, Alan Ladd, Mel Ferrer, James Mason, Yul Brinner, Richard Widmark, Stewart Granger, Peter O´Toole, Omar Shariff, Trevor Howard, Rod Hudson, Richard Burton, Anthony Quinn, Tony Curtis, Sean Connery o Michael Caine, añadiendo más metros de acetato a aventuras generadas por cámaras mastodónticas devoradoras de una luz que ha quedado retratada de por vida en película, desde las primeras cámaras Mitchell a los grandes formatos de 65 y 75mm. con Panavision o Arriflex, equipos construyendo decorados de ensueño y especialistas dedicados a engañar nuestra comprensión y causar asombro con sus saltos al vacío.

Al final los dúos se ofrecen como una alternativa viable para conseguir altas cuotas de espectáculo, con Douglas y Lancaster que tendrían otros sucesores corriendo mil y una aventuras por casinos de fortuna, por Jeremiah Johnson recordando las Memoria de África u otros destinos para dos, a pesar de ser encarcelados, indomables en Éxodo o golpeados por algún castañazo.

Compañeras de viaje y heroínas.

Las heroínas del cine de aventuras se pusieron manos a la obra para alcanzar los primeros planos junto a los héroes masculinos, y los directores prestaron toda su sabiduría en iluminar sus rostros apasionados. Pues, toda esa masculinización sin compañía femenina se resentía, y ese derroche de testosterona no hubiera sido prácticamente nada, sin la réplica de Ellas.
Esas mujeres de armas tomar desde sus tocadores, con dotes de mando y personalidad, crearon los grandes mecanismos de la conquista de nuevos territorios y corazones entregados a la causa. El romanticismo de la aventura se instaló en las líneas de texto para captar otros buscadores de emociones, impregnados en todos los géneros, desde los romances aventureros con Rodolfo Valentino o Douglas Fairbanks a la sensibilidad de Mary Pickford o la fortaleza de Creta Garbo y Marlene Dietrich.
En consecuencia aumentaron la empatía por los héroes y sus relaciones terrenales, viendo sus relaciones y trasfondos sentimentales más aventureros si cabe, muchos casi imposibles. Pelirrojas inclusive.

Las relaciones de estas actrices con sus directores, entran en la categoría de la reverencia y la divinidad, de tal forma que Michael Curtiz captaba a Olivia de Havilland, mientras Rita Hayworth era la melena mejor retratada del cine. Joan Bennet que empezaría junto a Ronald Colman y terminaría en la Suspiria de Dario Argento, Jane Simmons con túnica sagrada o de Josefina de Marlon Brando, o Lauren Bacall como una sombra que empezaba en sus ojos y ha terminado hace apenas unas hora, una grande entre las grandes.
Lana Turner como cautiva del mal y de Gene Kelly con sus mosqueteros, Paulette Goddard y Susan Hayward enfrentadas entre Piratas del Caribe, Virginia Mayo una pelirroja con sonrisa contagiosa y amante del humor aventurero.
Pero, como podríamos olvidar a tantas otras que invadieron nuestros sueños nocturnos con sus posturas y vestidos vertiginosos, Ava Gardner o Marilyn en cabeza de muchos, Joan Fontaine o Joan Crawford trabajarían con los realizadores más destacados de las diferentes épocas desde la India a las Garras Humanas de un circo. Elizabeth Taylor será para siempre Cleopatra jugando con áspides al igual que anduvo por sendas de elefantes, caballos o Lassie´s, Grace Kelly e Ingrid Bergman eran rubias y tenían unas facciones similares y perfectas por eso coincidieron con maestros.
Pero hubieron tantas aventureras y heroínas que sería un pecado de diosas olvidarlas como a Vivien Leigh, Eleanor Parker, Deborah Kerr, Yvonne de Carlo, Gene Tierney... cerrando el círculo del tiempo con la Marian de Audrey Hepburn.

Aunque estas mujeres de armas tomar y sueños afrodisiacos, también tuvieron la suerte de contar con equipos expertos en la iluminación de los planos y secuencias que supieron sacar partido a aquellos rasgos perfectos y perfeccionaron la expresión de sus ojos y bocas. Miles de profesionales que trabajaron en las grandes películas vistiendo a las damas y chicas humildes con trajes de época adecuados, normalmente enfundados como un guante, o los maquilladores utilizaron sus prótesis para crear las cicatrices, deformidades y texturas deseadas en la piel de los actores y actrices, con aquel pequeño lunar dibujado junto a la boca que expresaba el texto. La luz inundó los rostros con su mecanismo para fabricar estrellas, gracias a un conjunto de profesionales en todos los campos.

Los Grandes Directores y sus aventuras maestras.

Sin todos aquellos nombres del Séptimo Arte en 35mms. y su misticismo ante las cámaras, no existirían los millones de seguidores y muchos personajes de estas aventuras seguirían sin tener unas facciones ni su luz. Seguirían siendo lejanos retratos en tonos ocres, alejados de la vitalidad y caracterización lograda (en muchos casos) de los actores. Pero, tampoco habrían visto la luz sin las mentes que idearon todas las historias tras las filmadoras, dónde las películas permanecían hasta cobrar vida ante nuestros ojos en una pantalla en blanco, engañados o sugestionados con secuencias e interpretaciones memorables.
La aventura de siempre se transformaba en obras con movimiento a recordar por generaciones, y algunos de esos clásicos filmados se encumbrarían en el Olimpo de las grandes producciones para ser consagradas por los espectadores o críticos en obras maestras. Gracias a características técnicas como el Scope, la profundidad y el paisajismo se manifestó en la primera película rodada en ese sistema titulada La Túnica Sagrada, y la conservación de sus valores artísticos hasta nuestros días.

La primera Cleopatra de Claudette Colbert y los movimientos monumentales con grúas de Cecil B. DeMille hasta la Elizabeth Taylor inmortalizada por el gran Joseph Leo Mankiewicz, que posteriormente inmortalizaría a Marlon Brando como Julio César.
Bogart y Ingrid Bergman paseando ante Michael Curtiz por Casablanca, Mogambo de John Ford fotografiando el duelo entre Ava y Grace pasa a establecerse en Irlanda, mostrando peleas y besos entre El Hombre Tranquilo, más bien el poco tranquilo John Wayne y Maureen O´Hara. Cuando John Huston tomó el timón de la aventura en sus manos y lo dirigió a obras maestras del tamaño de Moby Dick, El Hombre que pudo Reinar o ya en su sitio La Reina de África en esa maravillosa marejada entre Bogart y Hepburn. Cuando ruge la marabunta de Byron Haskings introduce a Ben-Hur de la antigüedad hasta un Charlton Heston más avanzado y perdido en El Planeta de los Simios.
Cuando se suma a la acción el maestro del suspense Con la Muerte en los Talones o se produce La Gran Evasión inolvidable de John Sturges. La Isla del Tesoro dirigida por Victor Fleming introduciendo también la juventud en la emotividad de Capitanes Intrépidos o El Mago de Oz (no olvidar los 238 minutos de Lo que el Viento se Llevó y la aventura casi humana de Jeckyll and Hyde también con Spencer Tracy).
O cuando Henry Hathaway se unió a Gary Cooper en Tres Lanceros Bengalíes y pusieron La Jungla en Armas, Stanley Donen juntó en una ducha a Cary Grant y Audrey Hepburn en Charada y Howard Hawks de nuevo al señorío de Grant junto a Jane Arthur en Sólo los Ángeles tienen Alas dónde emergía el animal más bello del mundo, sin olvidar a Wayne motorizado entre otros en la sabana de Hatari fuera de Death Valley.

Por último, no creo nunca haber visto a mi admirado James Stewart más explorador que en El Espíritu de San Luis de un divino Billy Wilder que visitase Escocia para observar La Vida Privada de Sherlock Holmes. Pasando por un viaje alocado por la guerra del Dr. Strangelove con un Stanley Kubrick que no ejecutaría a Napoleón pero llegaría a la luz inequívoca de Barry Lyndon, hasta que con su Odisea alcanzaría una edad moderna en el cine. Así, entraríamos en una nueva frontera de técnicos embarcados en la exploración exterior que llegaría a la cumbre a finales de los 70 con Star Wars y el recordado Brando antes de embarcarse en el río del horror, en Superman de Stanley Donen.

La mitología manual.

El mago de los objetos inanimados proveniente de la creación de efectos especiales en su ciudad natal Los Ángeles, crecería fabricando nuevos modelos para perfeccionar la técnica del movimiento en cámara. Produciendo y derribando las fronteras visuales que cautivaban a los jóvenes de todo el mundo con maquetas y trucos visuales e invasiones extraterrestres. Sin embargo, su técnica de stop-motion escondería bajo su espectacular estuche, miles de horas comprimidas en minutos de rodaje y paciencia en la post-producción, has llegar a ser considerado como un maestro del diseño y los f/x por todos los aficionados al cine.
El paso de crear naves y seres menos terrenales, le llevaría a producir los fabulosos seres creados por la mano del hombres en maquetas o muñecos con todo detalle, y los trucos de cámara hasta entonces evolucionaron en el reflejo del universo mitológico de los poetas de la antigüedad. Harryhausen fue un innovador y una base fundamental para la ciencia ficción y los futuros proyectos basados en el movimiento de maquetas a escala y la fotografía encadenada.
Sus primeros trabajos entre la producción propia y los inventos serían Tulips shall grow 42, The Story of Little red Riding Hood 49, los cuales no he tenido la suerte de admirar.

Así comenzaría una etapa de triunfo y admiración de fans con El Gran Gorila o The Beast from 20000 Fathoms, e indagaría en las profundidades de la naturaleza en Surgió del Fondo del Mar o The Animal World. Hasta que la etapa de las invasiones con seres del espacio exterior llamaron a su puerta para infundir sus habilidades en La Tierra contra los platillos volantes o La Bestia de otro Planeta. Sin embargo, sería con la mitología y los grandes héroes de la literatura fantástica los que encumbrarían su trabajo, en Simbad y la Princesa, Los viajes de Gulliver, La Isla Misteriosa, Jason y los Argonautas, One Millions Years B.C., El Valle de Gwangi, El Viaje Fantástico de Simbad, Simbad y el Ojo del Tigre, y un lujo de aventura para todos los públicos llamado Furia de Titanes.
Recordemos su último trabajo para la gran pantalla en The Story of the Tortoise & the Hare en 2003. Todo un mérito personal y ejemplo para los artesanos del cine Raymond Frederick Harryhausen.

Imperios y cuentos.

Esta generación de filmes basados en los grandes procesos históricos de las edades del Hombre, ha tenido infinidad de representantes a ambos lados de la cámara. Pero, las características esenciales por las que se definen son los grandes movimientos de masas, con largas jornadas de rodaje que mantenían la tensión en el trabajo bien hecho y el uso de la imaginación para forjar las grandes tomas que serían recordadas por siempre. Desde los primates que se pusieron a dos patas, hasta las grandes civilizaciones de Egipto hasta Roma y los posteriores grandes imperios, tuvieron su implicación en las películas como espectáculo o denuncia de sangrientas batallas, de personajes rivales hasta la muerte y amores imposibles entre familias enfrentadas.
Podríamos hacer una lista prácticamente interminable con todas las historias basadas en peplums, western o batallas modernas, en cambio dedicaré este espacio a agradecer, a todas aquellas personas que participan en los rodajes de alguna u otra forma (incluso portando el material necesario) que su trabajo formase parte de todas esas grandes superproducciones en Hollywood y el resto del mundo cinematográfico. Un esfuerzo, a veces no recompensado por el rendimiento económico. Quizás, por eso, el cine sea una aventura aún mayor.

En los Imperios más poderosos triunfaron con Tierra de Faraones de Howard Hawks y las grandes bandas sonoras que magnificaban la épica de los decorados y los discursos emblemáticos, todo una orquesta en sintonía con aquellos directores que se sumergían en otras épocas. Sinuhé el Egipcio de Michael Curtiz, Faraones de corte europeo y Nefertiti para abrir infinidad de co-producciones.
Filmes como Los Últimos días de Pompeya que abrirían el panorama cinematográfico a todo tipo de catastróficas aventuras (personalmente me quedo con las ficticias), recordando las del Poseidón, Colosos y Terremotos de toda índole.

El japón feudal de Akira Kurosawa merecería una incursión en la variedad de estilo de un autor superdotado para realzar la belleza de las imágenes. Ahí quedarán para siempre sus relatos entre katanas y samuráis de otra época, como un ejemplo de acción y destreza en el uso de la cámara, hasta llegar al color de los cientos de estandartes en la majestuosa Ran, la naturaleza interior de Dersu Uzala en su camino hacia los sueños.

Es inevitable la relación del Imperio Romano y la evolución de la religión en aquellas epopeyas con personalidades históricas, te adentraban en otra época pagando una entrada de cine, y cuando se abría el telón acababas compitiendo junto a Ben-Hur de William Wyler acostumbrado a grandes relatos dramáticos y un mundo interior de los personajes rico en matices de todo tipo. Quo Vadis hubieron también varios pero quedará el de Melvyn Leroy y un Peter Ustinov de otra galaxia romana, como Los Diez Mandamientos saltando del mudo al sonoro de la mano de Cecil B. DeMille. Hasta que todo tiene un final y Anthony Mann decidió que todo poderoso también tiene una gran debacle, en La Caída del Imperio Romano.

Tantos y tantos personajes históricos, desde Napoleón sólo o con Josefina, a nuestro producto en estudios Bronston con El Cid, juegos entre El León en Invierno y cuadros por El Tormento y el Éxtasis, los grandes relatos shakespearianos de Hamlet a Ricardo III pasando por Romeos y Julietas. A los grandes enfrentamientos por el poder y la gloria, ya sea hablados en ruso de Andrei Rublev, y la infinita y fatídica Segunda Guerra Mundial, con cientos de películas transmitiendo los horrores y la fatídica codicia de los hombres, coronadas en La Lista de Schindler o El Pianista de Roman Polanski. Aventuras demasiado graves para ser olvidadas.

Como siempre recordaremos a los intérpretes de carácter que acumularon su experiencia a los viajes emprendidos en los repartos, como un rostro peculiar y curtido en la interpretación que se encumbra en algunas aventuras multiculturales aparece de repente en la cabeza de cárteles en aquellas películas. Así, aparecerían los Charles Bronson, Jack Palance, Lee Van Cleef, James Coburn o Anthony Quinn en rutas abiertas con España, por tierras de Marruecos, por el Mar Caribe con el Cisne Negro de Henry King, con el Viento en las velas siempre Simbad el Marino, La Isla del Corsario o El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. En el México de ¡Viva Zapata!, Ulises y Atila, de Cuasimodo en Notre Dame de Paris, junto al holandés del pelo rojo como Gaugain, Lawrence de Arabia, Barrabás o en los mismo Dientes del Diablo de Nicholas Ray. Qué suerte contar con todos ellos.

Pero fuera de toda la podredumbre humana, encontramos un lugar para la leyenda cuando se confunde con la fantasía, se transforma en todos esos cuentos que nos hacen disfrutar como niños, dónde cualquier cosa es posible.

Entre Tinieblas y Seres Fantásticos.

Desde el salto a la Luna de Méliès hasta Metrópolis de Fritz Lang, se abrió una frontera artística tan profunda y definida que las películas ya no volverían a ser nunca lo mismo. Con la aparición de un robot con formas femeninas y pensamiento paralelo a la conciencia humana, nos sumergimos en el fantástico con todas las consecuencias, pues no existirían fronteras para recrear cualquier tipo de personaje o habitante de los sueños, emergidos de los cómics o monstruosidades con formas naturales o no tanto. Las criaturas no sólo hacían sufrir al ser humano o aterrorizar a la especie, sino que interactuaban con ellos, e incluso algunos les hacían reír a mandíbula batiente, como las carcajadas que emitiera Gene Kelly empuñando el florete.

Después aparecerían los monstruos en todas las latitudes posibles de nuestro cerebro, desde Egipto con La Momia, a los castillos de penumbras de los Cárpatos y el estilo gótico coqueteando con las aventuras creadas por directores como Tod Browning, la aparición en tierras frecuentadas por piratas y corsarios en la isla de Sumatra de un ser surgido de su frondosidad salvaje, como el King Kong creado por la mente de Edgar Wallace, y buen puñado de películas acometidas por la productora RKO Pictures y posteriormente la Hammer en tierras británicas, dando los colores sobrecargados a todos aquellos monstruos míticos y aventuras, entre escarpados paisajes e impactos llamativos de sangre salpicando la blancura de los tejidos.

Los personajes ochenteros tomaban las calles a golpe de carcajada con Gremlins surgiendo por todos los lados, ET´s enfundados en sábanas que asustaban y emocionaban a los niños y mayores, aunque estos preferían una aventura furtiva viajando a los Encuentros en la Tercera Fase, gracias a Steven Spielberg y su imaginación desbocada. Tiburones mayúsculos en aventura marítima y submarina aparte. Con Star Wars se investigaba en nuevas texturas, maquetas y haces de colores que recordaban a la mitología clásica y los problemas que surgían entre sus distintos héroes y dioses, hasta hacer posible la investigación por el interior de su cuerpo en Viaje Alucinante o El Chip Prodigioso, para comprobar lo raros que éramos también por dentro. Si no que se lo digan a los cuerpos secuestrados por seres de otros mundos, en La Invasión de los Ladrones de Cuerpos de Don Siegel o La Cosa o el enigma de otro Mundo, que comenzara Howark Hawks y Christian Nyby hasta quedarme anclado, por supuesto en John Carpenter o el Alien de Ridley Scott.
Pero, con un advenimiento (todo comenzaría con una mínima incursión por el río de la guerra en Apocalipsis Now), la del actor Harrison Ford cambiarían muchas más cosas, y los espacios del entretenimiento se dispararon como un látigo entre la mitología y el amor arrastrado entre bichos por dunas y pasadizos secretos. La exploración que llegaría a entablar amistad, odio y sexo, con los/las replicantes jugando con muñecos y blade runners, en la apertura de una conciencia nueva con sentimientos.


Cuando el cine de aventuras apagó la luz, las sombras y sus colores opacos tomaron el relevo de aquellos mundos fantásticos de claridad multicolor. Porque, las películas con un halo misterioso son una aventura en sí mismas, ya que nunca sabemos que productos o seres pueden aparecer de la oscuridad. James Whale se interpuso en la acción y apostó por el reconocimiento de otro tipo de sonidos más tenebrosos en nuestra mente que los choques de sables, Vincent Price se encaramó en la producciones de Roger Corman como un cuervo se encariña con elementos brillantes o un tal Kurt Neumann nos entretenía mirando a una Mosca, como la Hammer se propuso desempolvar todo un grupo de pesadillas que se convertirían en un futuro, de nuevo en El Ejército de las Tinieblas. Dónde los efectos especiales nos hacían revivir viejas producciones, junto a los primeros terminators mezclados con la acción de los especialistas en escenas de persecución vertiginosa y maquetas elaboradas con presupuestos ajustados.

Pero las historias eran tan potentes que Robocops y Terminators se mostraron imbatibles (Terminator II sería la primera en incluir efectos digitales con una sintonía con otros elementos de siempre, al menos hasta la llegada arrasadora del producto totalmente binario que todo lo invade, controla y distorsiona. De la realidad imperial y selvática de Apocalipto hasta la vuelta a los libros y los mundos imaginarios con la trilogía de El Señor de los Anillos con futuros Avatares, y más allá... la aventura continúa.

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