The Accountant: Rain Man, a tortas.
Todos recuerdan a Dustin Hoffman recreando a una personaje con un severo grado de autismo, confundido con su obsesión por el orden y la afectación de aquellos rasgos emocionales que confunden sus relaciones hacia los demás. Un individuo con ciertas particularidades personales, con el mismo derecho que los demás y poseedor de un alto cociente intelectual o dominador de otras funciones neuronales como el cálculo matemático. Aquel Rain Man retratado por un inteligente director como Barry Levinson (El Secreto de la Pirámide, Good Morning Vietnam), se aproxima en la letanía narrativa a este vivaz Contable de 2016, más flexible y estabilizado mentalmente que aquel recordado Charles Babbitt, al menos en apariencia.
Aquí, este hombre especial está interpretado por un Ben Affleck, calculado, dirigido por Gavin O´Connor y responsable de sus desgarros familiares, aventuras extremas u otros movimientos pugilísticos, tal que aquellos hermanos enfrentados en su notable película Warrior.
Para ello, el director cuenta con un entramado corrupto, dentro del espionaje más actual, que va desde una investigación en el seno empresarial hasta los primeros pasos de un pasado oscuro, por medio de un entretenido guion de Bill Dubuque (El Juez).
Los diferentes líos de Rain Man, provenían de la actitud egoísta de su hermano de pantalla Tom Cruise, también relacionados con determinados asuntos económicos y viscerales, pero este experto contable conocido como Christian Wolff posee otras características familiares, motivaciones artísticas y filantrópicas, o acciones que suceden a un aprendizaje erróneo o complicaciones derivadas de un tutor y combatiente, demasiado exigente. Por consiguiente, en el camino de tan desestabilizada situación personal y enigmática, se puede comprobar su extrema dificultad para relacionarse en la vida privada, apartándose de su labor profesional. Sentir determinadas apreciaciones o querencias, llamémosles habituales en nuestra condición de ser racional y emocional, especialmente si, en frente, se aparece la sonrisa cordial de Anna Kendrick.
En otro orden de cosas, The Accountant posee una trama camuflada, responsabilidades encubiertas y ejecuciones amorales, conflictos familiares, mientras se desarrollan atractivas escenas entre la pareja protagonista y un conjunto de grandes actores, como el duro Jon Bernthal o los ya experimentados, Jeffrey Tambor (There's Something About Mary, Hellboy), un apreciado todoterreno que siempre capta nuestra atención, tal que John Lithgow (Footloose, Rise of the Planet of the Apes) y no menos fiable, el genial redescubrimiento del panorama actual, un J. K. Simmons (Spider-Man, Whiplash), captador de miradas y poderoso recitado en su oficio de actor, desarrollando una magnífica tercera juventud profesional.
En nuestro mundo real, no es de extrañar, este conflicto generado en medio de un ambiente generalizado de corrupción, ni las radicales propuestas de una trama, que autoriza sus movimientos al margen de la ley. The Accountant lucha en un mundo plagado de oportunidades para el crimen global, por eso, el personaje de Affleck se defiende con todas las armas mentales y algunas sorpresas adicionales. Este Rain Man, no deja nada al azar, ni siquiera el arte.
Su inteligencia unida a la capacidad física, sirve para olvidar ciertas manías y desatascar, aparentemente, su vida cotidiana, como las tareas automatizadas, escrupulosa situación de los objetos u obsesiones propias de su carácter hermético. Se podría decir que, es el Bourne o Jack Reacher que acomete las justas más peligrosas, con el uso de números a fuerza de golpes. Así, su identidad se enfrenta a complicaciones generadas por su actividad ilegal, o no... su mente a esos procesos cuantitativos y pasionales, su ser al proceso educativo de la infancia y la imagen paterna de un guerrero, como el soldado y fracasado en su matrimonio. Manteniendo oculta esa desproporción modal y sistemática del héroe de acción, o sus habilidades propias del contable preparado para ciertas maniobras de combate exponencial, que chocan como unos suaves labios contra el cemento armado, o entre diferentes piezas del puzzle familiar.
Es mimético, desapercibido y perfeccionista, educado y pragmático, pues posee una mente programada para afrontar cualquier problema o cálculo milimétrico, resolver un conflicto con infinita puntería, o capaz de desmontar su praxis secreta, económica y solitaria, en favor de una labor más romántica. Como un posible Robin Hood de autismo controlado. Mente está estructurada, despierta y precavida, frente a dicha corrupción financiera y política. Sus manos precisas, como el ojo pegado a un objetivo último... contar y ser tenido en cuenta. Al menos, en el futuro cinematográfico.
La joven se fijó en él, en maniobra accidental y calculada sobre el cristal, ensimismada con su aptitud y brillantez, confundida por su frialdad comunicativa e íntima, atraída por un complejo entramado de datos y una mente dosificada. Uniendo los retales de un posible amor... en cambio, lejano. O´Connor se deshace en otros halagos, más dirigidos a los aficionados del género de acción, cerca del suspense con movimientos mafiosos alrededor, muchas acrobacias heredadas de aquellos agentes actuales y piezas de un ajedrez policial, que maneja una renegada con el rostro de la actriz sensual, nacida en Londres, Cynthia Addai-Robinson (Arrow).
En definitiva, entre golpes de ingenio (y otros más efectivos), tiros o corruptelas varias, El Contador contiene trazas interesantes, sin exagerar, transformando perspicacia e inteligencia, en un típico arma de destrucción masiva. Corrección dentro del denominado género thriller, con sorpresa final y matices que transitan ambos lados de la frontera del crimen, o fragmentos del comportamiento humano y el romanticismo huidizo. Puesto que, aunque se pierda en un simbolismo gestual o singularidad de una mente extraordinaria, desembocando en la personificación de Rambo y el combate cuerpo a cuerpo de un Bruce Lee de etiqueta, James Bond sin actitudes para la conquista o seducción, sus inclinaciones son culturales y altruistas, eso sí. Lo peor, algo de ambiente sensiblero en la última suma, multiplicación o división...
Soundtrack The Accountant, de Mark Isham:
Our Kind of Traitor: Traicionar a uno de los suyos.
Esta película titulada en España, Un Traidor Como los Nuestros, está más definida y desarrolla una trama articulada entre la casualidad y la mafia. Con una pareja conformada por el actor escocés Ewan McGregor, antes de la animación The Land of Sometimes, Trainspotting 2 o La Bella y la Bestia; y la londinense Naomie Harris (Moonlight, Collateral Beauty) que demuestra sus dotes para caminar sobre el alambre de los sentimientos y el fracaso de pareja, si bien, el mayor peso de los acontecimientos se desvían a la madeja de corruptelas, sobre la figura arrolladora en actitud criminal y el acierto vocal de un actor descomunal, como el sueco nacido en Gothenburg, Stellan Skarsgard. Él, es el padre y el amante llamado Dima, el engañado peligroso o el prestidigitador del engaño, el invitado en la boda y el Maestro de Ceremonias a este evento, a la vez, el prófugo rebelde y el jefe de la banda... el traidor, ruso traicionado. Será partícipe de El Hombre que Mató a Don Quijote, con próximas aventuras en el filme de Martha Coolidge, Music War and Love, Return to Montauk de Volker Schlöndorff y, echará una mano, a Borg/McEnroe del director danés Janus Metz Pedersen.
En muchas ocasiones (sobre las páginas de este blog cinéfilo), he comentado que un hecho fortuito o acontecimiento forzado a nuestras espaldas, puede modificar radicalmente nuestras vidas. Por ejemplo, que tu ayuda desinteresada puede modificar las expectativas de otros o significar, por el contrario, una tangible amenaza para dichos individuos involucrados. Es decir, la confianza es la madre de todas las traiciones posibles y venideras.
En Our Kind of Traitor, la directora Susanna White (La Niñera Mágica y el Big Bang), se propone el mismo juego a dos bandas, o bandos irreconciliables, que motivan un encuentro casual y causal. Demostrado con profesionalidad y visión posterior, que nada es tan artificial, sobre todo, cuando los protagonistas tienen dichos nombres y su ficción filmada posee matices, que desembocan en un sentimiento o vínculo personal, del cual es imposible escapar, sin permitir una especie de degeneración de la personalidad o, incluso, la pérdida de alguna vida.
Por eso, el guion del iraní Hossein Amini (Drive, Las Dos Caras de Enero), basado en una obra del escritor británico John Le Carré..., invoca a la aparición estimulante de un espíritu libre o provisto de cierta lealtad, con un personaje pragmático y decidido en los momentos oportunos, que persigue una acción consecuente. Ewan McGregor da vida a un profesor universitario, que verá su aparente tranquilidad enfrentado a una estructura piramidal, contagiosa y dramáticamente fiel. Esto es, un intelectual en crisis, enfangado en una vorágine de traiciones internacionales y débiles desencuentros en el extranjero, más emocionales que inteligentes, dado su función educativa.
Aunque todo el asunto se presenta sin excesos o florituras episódicas, la historia crece y se mantiene una coherencia argumental o suspense exponencial, para una coproducción entre Francia, Gran Bretaña y Rusia, sobre la amistad y otras relaciones, digamos, más interesadas. Pero, el verdadero protagonista de acusaciones, falacias y represalias, tiene la voz de un actor completo y el rostro ambiguo (para el bien y el mal) de Mr. Skarsgard, manifestado a través de su poderosa o pausada interpretación. Tanto que el espectador acaba arrastrado hacia su magnético encanto y su fuerza para representar individuos extremos y violentos, en esta ocasión, matizada con diferentes ejemplos, como padre de familia y acorralado protector.
Si bien, la estructura de sus relaciones familiares y negocios, se narren de manera incompleta al principio, casi testimonial frente a los conflictos y movimientos que se desarrollarán a continuación. Ambos personajes y amigos forzados, se conocieron en aquella fiesta privada como resultado de un secreto inconfesable o mortal, y el conocimiento postrero de otros comportamientos corruptos, pues de aquel silencio o una especial "omertá" azarosa... dependería el futuro de sus relaciones y sus propias vidas.
Como consecuencia (de aquel trabajo camuflado), la pareja protagonista tiene su peso en el desarrollo de los hechos adaptados de Le Carré, pero el punto final, está en la virtud cinematográfica retratando las acciones de políticos corruptos, venganzas arraigadas entre compañeros, vidas camufladas y, por encima de todo, en la responsabilidad profesional de Stellan a la hora de construir un personaje como miembro importante de la mafia rusa. Ya que el punto de ebullición, se eleva cuando cada secuencia encuadra su figura y matiza su presencia, cuando el micrófono se empapa con sus entonaciones clásicas, y por tanto, su vitalidad garantiza la acción, convirtiéndose en el principal atractivo de esta producción de StudioCanal, Anton Capital y Film4.
Las bifurcaciones del argumento clásico y mafioso, significan una resistencia numantina ante diversas acusaciones de uno u otro género, para desembocar en una terrible persecución personal, que no posee marcha atrás o niega la escapada a través de un callejón sin salida. Otra realidad, persigue la ocultación de los crímenes, en persecución de la familia y una acusación agravada dentro del contexto sanguíneo frustrado y de la lealtad, viciada.
Integridad, anonimato, personalidad, dudas, fortaleza interior... son motivos para acercarse a los dos retratos de la corrupción. Y los más importante, el acto de la traición que embarga los corazones en todas las direcciones posibles, dentro y fuera de sus familias, en oficinas y fiestas exclusivas, tratos ilegales y amenazas, por tierra y aire, ajustes de cuentas y encuentros inesperados; apuntando a un posible desencuentro internacional o escapadas al margen de los medios, del ambiente familiar o los cuerpos policiales, la presión o no, sobre el blanqueo de capitales, inversiones oscuras y salidas imposibles. Aquellos que, cinematográficamente, buscan el servicio a la sociedad, frente al enriquecimiento prematuro y dramático de sus cuentas vigiladas, escurridizas, ensangrentadas... son los nuevos héroes fuera de la ley, tras años de grises desfalcos movidos tras las fronteras tecnológicas y la receptividad comercial, transacciones envenenadas y vuelos a ninguna parte. Al final, la separación crítica es producto de todo aquello, por demasiada o escasa comunicación, algo desdibujada entre su nivel social, el tenis y unas vacaciones de conveniencia por Marruecos. Una línea salvadora, convertida en un infierno personal, entre Moscú y Londres, vía Alpes Suizos. Fin de la transmisión...
En esta organización del comentario, sobre el contexto de una inteligencia acosada o viveza sensorial, el diferente es el más cabal. Susanna White es mi ganadora (si bien páginas digitales den ganador al retrato Contable de O´Connor), por los pelos más matizados de Ewan, aunque ambos creadores dan muestras de calidad: películas de leitmotiv violento y clanes mafiosos, con loables actuaciones y evoluciones narrativas. Unas más efectivas que otras, pero de excelente calidad técnica y trazas de una salud envidiable para dicho género o secretos criminales.
Aquí, el azar inicial, gana un contrato incierto entre dos personalidades contrarias y cerebros distanciados, como diría la familia Corleone... por más de una cabeza de caballo de distancia, entre sus pies intranquilos y la almohada. O el baile de esta Traición.