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domingo, 21 de septiembre de 2025

Aliens Earth. Season I

 


Una invasión… eso es a lo que estamos abocados.

Me he acostumbrado en los últimos tiempos, a tratar con todo tipo de especies, esencialmente a los insectos, y… no puedo clasificar el submundo que vive alrededor de nosotros… ¡mimético!

Los humanos, que se creen tan superiores en casi todo. Sólo cabe decir, que los depredadores acechan… y están bastante hambrientos.  Pues allí, en las penumbras… existen reglas diferentes, siendo parecidas a las nuestras, las más radicales… En algunas condiciones, he visto carcasas esqueléticas, de restos de arañas, siendo devoradas por otras peludas gigantescas. Como en La Plaga o Sting… o tras ciertas profundidades abisales, de la mente. Incluso del océano, que tanto se parece al vacío...

Y sin embargo bajo la presión, existen algunas privilegiadas, sosegadas, casi místicas… tras el paso de los años y sonidos especiales, pues no se oirían en ese condenado espacio silencioso, sibilino y silbante, y además  suenan a música… celestial. Si nos lo permite… el pacífico, John Williams, el joven, le sobrevino el jazz de su padre y los musicales visuales, como en otro sentido lo fuera para Vangelis.

Así batiría sus manos en batuta para tv y su cabeza, sincronizada a los  latidos de su corazón, en una frecuencia con la del animal, originario, que nos visitaría en series de 8 compases o más… como bestia primigenia. Un depredador como dijimos, de altos vuelos y bajos instintos. Cercando el pensamiento crítico de una especie que se cree insuperable… y que siendo pardillo, al comienzo de aquellos ochenta, aún incrédulo ante los comienzos de la ciencia ficción de serie B, se quedaría boquiabierto, con la visualización del escualo xenomórfico, del especial artista H.R. Giger, y los encuentros fisiológicos en la nave Nostromo con varios genios, conducida en reclusión anárquica, por Mr. Ridley Scott y sus resortes. Casi como nutrir a los lobos

Sin embargo, el compositor casi centenario, se serviría de la tranquilidad líquida de la noche lunática, para enfrentarse al monstruo de Steven Spielberg y la novela Jaws. Al que, en cierta medida, le debe una parte del espectacular éxito. Bajo las aguas catárticas, calmas como una aleta aerodinámica, una b.s.o. fue surcando el terror, transformado en años a una aventura de futuro, titulada Tiburón. Con ese impactante comienzo sonoro y visual, tan profundo como el eco de una tuba en pocos compases rítmicos que se cuentan en el documental homónimo, marcamos nuestros propios ritmos cardiacos… o respingos de la respiración ante ojos fríos nocturnos. Parecidos a los aliens…

Y nos embarcaremos alrededor de ellos y unos personajes míticos, junto a incidencias mecánicas y problemas de otras índoles, que coincidirían en algo especial. Una odisea antropológicamente, psicológica… Que hoy, celebra un aniversario dorado en cines del mundo. Eso sí que es extraño y fantástico, que dure tanto algo tan moderno…

Y como otros depredadores que venían del gélido infinito, en busca del calor y la sangre, nos metimos en faena, en serio. Y aunque no se oyeran tal cual, allí esos otros si atraían más notas de terror, ya mezcladas con elementos artísticos, pesadillescos y sexuales, menos mecánicos y logarítmicos, pero igualmente animalescos, como un unicornio imaginario, o el sigilo de un gato observador… voyeur al estilo inglés.

 Entonces, entre cazadores y científicos, bajo agrupaciones con seudónimos norteamericanos, norte-nostrómicos, prometeus… los aficionados scifi se sintieron dioses, ateridos, impactados vitalmente, como si fuéramos tripulantes dentro de la Odisea, con sus sirenas. Replicantes… como boyas sonoras... sincronizadas al trío, compuesto por  Richard Dreyfus y sus partículas subatómicas, en contraposición al indómito, inolvidable, Robert Show (hoy que despedimos en pareja a Robert Redford, en su reunión con Newman y él mismo… menudo golpazo), y en el tercer mástil, un Roy Scheider, en el cosmos solitario, que se enfrenta a un fantasma sideral, abisal... desde sus diferentes  personalidades… ¡Ay Dio, cuántos recuerdos! Gracias Robert y demás…

Documentos… más allá…

La mirada vacía, exangüe, como la blanca muerte… o el animal peligroso con asesino voyeur tras el objetivo… ¿sabes? Alma oscura como la piel de un xenomorfo, en un rápido crecimiento de obsesivas cualidades... y rasgos predatorios…  Esto si fuera una película italiana ochentera, se llamaría Voracidad… o tendría vampiros magnéticos en el espacio…

Mas no, es solamente descuartizamiento, y restos biológicos de diferentes invasores. Aspiraciones entrecortadas, para comprobar la manipulación corporativa, como la imaginaba Ridley en Blade Runner,  como ahora… se asemeja a la monetización cuasi veraniega que tiene que ver con la praxis del cálculo… Y no una urbanización vacacional, sino una invasión en toda regla, para devorarse unos a otros. Acá, ya solo sobreviven las estimaciones grupales, y no las reverberaciones sin paga extra. Al final nos veremos como puñeteros autómatas, manipulados y explotados, en misiones suicidas... ¡Hey, Roy!

Y mientras, los compases de los insectos seguían ahí, buscando humedad, o el sudor… y tu esencia, ya sin el tum-tum, de Mr. Williams, cambiándose al puro metal y el rock&roll, en sus tramos finales. Cuando de pronto, nos transformamos… en ellos.  Ya te lo dijo, Kafka… o aviso, o algo. En ciudades… colmenas. Entre Wendys, índigos y reinas, zángano…

Así en tanto, la agitada exacerbación mundana, peligrosa como una toma de tierra no calculada, nos metimos en la nave, equivocada y no  documentada, sin apenas espacio vital, cubierta de víscera falsas y salpicones de mariscos… mas, plena de gritos ahogados o zambullidas siderales del recuerdo. Y el hombre de la batuta tranquila, como Mr. John Wayne en aquel filme, crea uno de los temas más famosos del cine, en conexión a la Psicosis de su admirado Bernard Herrmann,  posiblemente. Hacia posteriores espacios, con Encuentros en la Tercera Fase, Star Wars, Supermán e historia aventurera de Indiana Jones con su Arca Perdida. Y la vida pacífica de John, cambió… como la nuestra y el cine tan amado… chascando dedos juntos…

Al sueño enfebrecido de Mr. Spielberg, acordándose de su, no admirable Bruce, ahora tan simbólico… que significa una amistad duradera. Nos retrotrae a toda una vida de éxitos, y penas, sin apenas buscarlas, solamente por amor a la música y el Séptimo, con teclado o con vientos, y un gato... no blanco, sino pardo. Magníficas vidas atmosféricas… de sonidos y de encuentros espaciales. Calmos, monumentales, fálicos, casi asépticos, salvo por las heridas… aventureras prometeicas… aéreas o subacuáticas, arcaicas como los monstruos de las leyendas griegas… y depende del Depredador, así fuiste creciendo… con el que te des de bruces y su naturaleza… hasta grabar la realidad, con un violín en el tejado. Corporativo… dubi dubi, dubi dú. Y en aquel sitio salvaje, junto a la cámara, donde si podías oír sus gritos… Joer, otra vez tú, conio, Bruce de los coj… arquetipo de fracaso e imaginación.

No, no aquellos… sino nosotros mortificados con sus mandíbulas en la fila cercana a la pantalla, que parecían de verdad, coj… como reflejos de un conductor asesino en un camión, sonriente… O ahora, recordando un documental extraordinario sobre Valerie Taylor, entre patines y aletas, para rodar al Gran Blanco en su estado natural… Qué nada tenía que ver, con el carácter vengativo o criminal, de otra, más odiosa...

Su oficio marchito, fue espectacular, amante, directora, adorada en documental coralino… entre dientes y lentes especiales. Muy loable… su pensamiento, su tenacidad… su fuerza. Y quién lo iba a decir… ¡Mira, un salto de varios millones de años luz! Y en las verdaderas playas, aunque la pesca no es igual... en South Beach.

Hasta comprobar que vida y muerte, no han mutado tanto, porque los bichos o xenomorfos en cierto sentido se parecen… como insectos se sienten seguros en la obscuridad, si son cazadores… o parásitos. Como hombres... incautos.

Del Nostromo… al insectódromo.

Llevamos tiempo preparándonos, y no sé si estábamos dispuestos para el cambio, porque existen programaciones que actúan como virus y nos dividen… o muy bien, o muy mal, alimentándose… o fagocitándose…

Unos a otros, para exprimir a nuevos organismos, que regurgitan sus nutrientes, masacran sus identidades ocultas, destripan sus familias,  como las de aquellos 8 pasajeros, en un banquete furtivo, que significa lo mejor, en serie. Y al que no estaban invitados… ¡Nadie!

Hoy experimentamos una explosión de especímenes, con guitarras postreras, psicodelia o voces de heavy metal, empezando por un Ozzy devorador… para terminar, como polifemos, de un único ojo… y pensaba que era otro… de tripa en tripa, herida en herida, óculo a óculo… Y otro gato casi cósmico ya… como espía de la memoria colectiva, entre vapores y encaje de seda… oteando…

Estos 50 de las Mandíbulas al Tiburón, disfrutones y pasarán 4 años, vestidos de blanco espacial, al calor de ese Ojo célebre extraído en funambulismo más que gore. Sintético, polifórmico… Algo que tendría más en común con el de aquellos demonios, ´demoñas con ñ`, denominados replicantes por Mr. Scott, también productor de Alien Earth en DisneyPlus, pus a la sombra de Noah Hawley… Fargo, xDio, una más.

En el juego temporal, aún queda poco más a Blade Runner, para el medio centenar, qué mayores nos hacemos… y vimos a naves ardiendo en la puerta abierta de un laboratorio… Que convivimos parasitados con la historia, conexión a otras naves de salvación y rescate, tal que si fuésemos aquellos 3 magos, tripulantes de un navío demasiado pequeño, observados por el Atlántico, ballenero de Melville, que debería ser más Pacífico, en comparación con envites del monstruo de más de 8, metros, de hambre… oxigenado o alcoholizado. La aventura de un barquito chiquitito, que no podía, no podía, ni pensar, lo que se vendría encima… ¿pobre Mr. Quint, verdad Mr. Hooper? ¿O no, Martin Brody… por cierto, no odies el agua…?

Yo no, si bien odio al individuo ese, de Animales Peligrosos… repulsivo como una infección por avispones venenosos y contagiosos... especialmente si eres alérgico a los hijos de… Y en sus puertas ardientes, como arquetas de sarcófagos del desierto, claustrofóbicas, a través de  pasadizos hacia una irrealidad muy cercana, suenan ecos de trampas de hierro y muerte. Enclavadas en el pecho, a su respiración a lo Vader y ese chirrido, eléctrico de langosta, espeluznante… Previsión de un enjambre maldito que regresa, sin Sigourney ya.

En cambio, los ochenta, en el principio de las estructuras y fisonomías, que no eran como para tirar cohetes, se rendía culto al universo cinematográfico y especialista… y a ti, ¡cómo son las cosas temporales! Que giraban en creatividad, alardeando, las luces y sombras, y sobre todo, ruidos que te helaban la sangre.  A la de otros, que no les quedaba ni gota, los técnicos viendo el desastre mecánico, y esos que quedaban salpicados… Ni huesos intactos, ni robots descabezados o partidos en dos… con leche y demás huevadas.. Nos introducen a dos replicantes unidos por coordenada literaria, la de Mr. Scott y su Roy de pelo blanco soñando con ovejas mecánicas, y un aullido alfa, eh Timothy Olyphant, qué te hemos visto… Otro homenaje, que vuelve a andadas… viscerales.

Alienígenas, que no cuentos de álienes…

Del otro lado del viaje, a lo profundo… la inmortalidad. Lo de la hermandad Wendy´s, y un cocodrilo de ojos saltones que, estaría dispuesto a hacerles un okupa en su Neverland entre ceja y ceja. Dios no los cría, y ellos se juntan, al debate moral de los diseños de un Eldon Tyrell, como caso apócrifo de Prometeo Moderno… Y combatiendo o no, a los xenomorfos que quieren conquistar la Tierra, a su manera, se nos va pasando el capítulo de las corporaciones, entre óculos ambulantes, mentes infectadas, insectos viscosos, clonaciones éticas y discurso de richachones, que osarían, no fichar a un Blade Runner.

Demasiadas coincidencias, aunque lo más fácil es lo otro, la conexión del depredador que, aunque se parecen a lobo, o al escualo, no necesita gabardina, ni el sexo. El xeno-tiburón, se la llevó, se la llevó… y algunos episodios, se van de la historia, a otros lugares de los que nunca jamás, se supo… y de ahí, al mostruomo de Ahab… Sin embargo, para todos, el lobo alfa, siempre será Rutger Hauer, aún sin Houston o Peck, ¿o no…?

Y no existirá otro como Sebastián y sus pequeños, inventando sinfonías genéticas… ni las curvas de las replicantes, que nos dejaron con las fauces abiertas, hambrientos como Bogart… y nuestros receptáculos despiertos… y arrodillados, a esos personajes inmortales que tanto hemos admirado, el Humphrey de Harrison Ford (que pudo estar en Alien… Ridley y sus comienzos impactantes, que sigue… la Ripley de Alien con sus compañeros míticos, ya no hermana… 3 mosqueteros del Rey, al agua como Tiburón Bruce… John y Steven, acompasando ritmos cardiacos… y Gato, claro.

Y es que los depredadores son así, cuando pillan a una presa o a algún espectador despistado… ¡Ñam!, y no lo sueltan… hasta el Fin.

Y (me sale poner tantas copulativas…), entonces, algo te deja frío, helado, pues no es lo mismo, no existe tal empatía con esta generación de wokes administrados como calmantes… Si bien compases, suenan a otras épocas, de otros “aliens”, alienígenas como le gusta decir a Lex Luthor, por ej…  aunque se cabree el testigo de los gobernantes del extinto Krypton, también conocido como Supermán, que se convertiría en Hombre de Hierro, y ahora también de plexiglás para perros juguetones... y más, a raíz de su relación sexual con Loise… lametazos de hombre cánido. Rememorando a Mr. Reeves y documental sentimental.

Ella, la nueva de James Gunn, posee un cierto parecido a Margot Kidder, pero sólo en lo físico, no se queda en la retina, como no ocurrirá posiblemente con la Wendy de Alien Earth, bella Sydney Chandler, perdida entre Pistols o pensmiento, y se retroalimentaría de la imagen morena de la divertida y alocada, Amélie, sin amor hasta ahora, o sí. Y en esas estamos, con ellas… regresos de todo tipo a espaldas fornidas del tiempo, heroicas, cuando pasan eras románticas de ayer a atmósferas recargadas del hoy, y efectos CGI y la globalización… que nos ha traído el woke que le parió… en todas las formas determinadas.

Así parece que, todo  héroe y villano, principales, serán jóvenes, preparados o no… y formar equipo dentro del nuevo orden mundial, como una orden dictaminada... O desorden… según se mire. El asunto es, que el Supermán es alienígena, se ponga como se ponga, porque ha nacido al más allá, de aquí… con los calzoncillos por fuera…

Aunque luego se sienta de más acá, y no como otros… que sólo vivirán del cuento, como los Aliens de Earth… un desarrollo de organismos a tutiplén... Mientras que, en otras latitudes y otras músicas, no tan arcaicas como la banda sonora de Mr. Williams en Superman… nos reencontramos con tres elementos, que recopilan la esencia de los cazadores de otro planeta. Y esta sí que es otra historia… animada.

Y aun siendo dibujos, resulta que atraen por igual… por sus increíbles viajes en el tiempo y gráficos… la densidad de encuentros y golpes sangrientos, los escenarios… Cierta mueca a cinéfilos que se encontraron con aquel primer y sorprendente Predator de otro Jonh, Mctiernan, y a través de vísceras y músculos, desgarrados, de aquellos protagonistas en sesión discontinua, guerreros fornidos. Como los del Nostromo cayeron, hasta que sólo sobrevivió, el jefe herramienta laboral… Mr. Arnold. Y si bien podría chirriar en principio, la criogenización, pues resulta que nos lleva a una sorpresa final, divertidamente circense y genial… que ya veremos, sino nos lleva a la próxima de Elle Fannig en las Badlands. Pues, gracias al director de nombre intraducible en diferentes lenguas alienadas, Dan Trachtenberg… disfrutamos su circo romano por tierra, mar y aire… y que se titula Killer of Killers.

Por último, lejos de Orión a las puertas de nuestro propio Tannhauser, no decepcionados con la estética, que es atractiva, más bien con algunos personajes que no llegan a desvanecer el ´wokismo…` y ciertos desórdenes predatorios que recuerdan más a La Cosa de otro mundo, o la Mosca… Nos preparamos para aterrizajes forzosos, que nos alejan de aquellos náufragos del USS Indianápolis… o un reloj en el trasero.

¡Qué buenas historias, dentro del cine! Alien en la Tierra, da una de cal y otra, de sulfúrico… En el futuro, cuando otros nos releven… o convirtamos en trofeos de furtivos cazadores para su estantería espacial… nos acordaremos más, de aquella película remarcable de dibujos animados… creo bien. O no… Y no de entes fantásticos cuantificados, interferencias genéticas de nuevo orden, rivalidades corporativas, para el apocalipsis intelectual… y otras odiseas…

Hasta pronto, viajantes… o estrellados, como aquel protagonista de Hamilton en Distant, de los incalificables Josh Gordon y Will Speck… hablando de espacios, depredadores, cocodrilos, y él, un gato… Y hasta el Eternauta, las nuevas invasiones en sucesión – en las que estoy inmerso, oteando los muros -, o fundaciones que pululan, como krakens o animales peligrosos, submundos brits, Bugonias, submarinos, armas… Capitanes Nemo, Homeros y Elle F… Hasta que no sobreviva nada… sólo ella… como describía para Jacob Tremblay, Mark Hamill o Tom Hiddleston, el director Mike Flanagan (La Maldición de Hill House, qué es una joya a revisar, La Caída de la Casa Usher) en La Vida de Chuck. Junto a Stephen King a las letras, que está medio alucinado con las triquiñuelas de Alien Earth. Pichí, pichí…

Y como hermanos de cuento, siervos de empresarios todopoderosos, amenazados de muerte… o sirviendo como alimentos procesados. Devastados de extremo a extremo, comidos por los ojos… como a aquel policía, interpretado por Charlton Heston, en la notable Soylent Green de Richard Fleischer… que no debéis confundir con el otro admirado Richard, Donner de S, eh.... ¡Al final, alienígenas éramos nosotros, polvo de estrellas!

Cinemomio: Thank you

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