Las Chicas son... Caníbales
En los últimos tiempos, la presión nos ha vuelto caníbales.
Esta voracidad de película (como pirañas hambrientas) se ha interpuesto entre las especies que conviven juntas, que componen nuestro ecosistema global, especialmente, en el caso de contrarios familiarizados, que se lían a salvajes dentelladas unos con otros. En esta depredación sin fronteras ni perdón, son característicos los individuos que pertenecen al mundo de la política y periodistas (mejor comentaristas), rebañando los tuétanos del rival en la orilla de una pequeña charca embarrada.
Sin embargo, existe otra clase más especializada en la comida basura, los críticos de todo, que se propagan en las redes sociales y son reconocidos a la legua. Por su definido carácter irreductible y salvaje, su nula capacidad para comunicarse (sino es a través de los gruñidos e insultos) o por su nivel de usuario erudito que sabe de todo, pues... conoce el sabor de los desechos bélicos, de los fluidos vitales y la carne en descomposición, del caldo hecho de huesos pasados, del orgullo de la raza o el género, del instinto familiar y la genética. A este tipo de personajes últimos, pertenecen los definidos en la película franco-belga, Crudo, pero con chicas sin escrúpulos.
¡Ay, qué te como!
Al principio, todos demuestran un tratamiento incólume, pero inflexible con los errores de los demás y apetito vegano estricto. Algo grave en el habla y famélico, desaprobando cualquier conducta que se separe de la aceptación de sus propias reglas o condenando la voracidad carnívora que demuestran los otros, extraños portadores de una especie de miseria o debilidad humana. Así la familia permanece unida, hasta que sus dos miembros más jóvenes (y futuras hembras carnívoras) se separan de la protección de la camada, para encontrarse en la universidad como maestra de la carne y alumna desorientada, con tendencia a la epistaxis incontrolada. Claro que, el instinto crudo y dormido se desperezará con cierta ingesta renal y este universo nuevo de tentaciones o depravaciones culturales que las rodean, especialmente, a la pequeña..... Un curso crítico, de enseñanzas casi maternales y toma de decisiones, algo instintivas, castigos colectivos alrededor del abuso consentido y el sexo elaborado, representado a través de una definida estética juvenil, donde la música intergeneracional, el alcohol y las drogas, alimentan el ego etílico de sus protagonistas.
O contactos que sirven para hacer crecer su apetito en todos los sentidos, incluso, el que no procede del aprendizaje de sus clases de veterinaria. Algo así como determinadas cuentas privadas, aquellas que esconden su verdadero rostro, que se corresponde con un auténtico depredador dentro de una red social. Mejor dicho, una encerrona caústica y ´cronenbergiana` que hará despertar su lado más salvaje o húmedo, macabro y endiabladamente crítico.
Nos dieron las doce... no tenía nada a mano para picar. El gusanillo interno hizo acercarme a la nevera una última vez, pero, no me gusta nada de lo que veo... poca contundencia en el aparato. Sin proteínas ni vitaminas, siquiera una mísera pizza grasienta, goteante, que sirviera para fortalecer este cuerpo enclenque y alma depravada. Cierro la nevera.
Pongo una película franco-belga, sobre la que escuché cierta expectación entre mareos, en la última edición del Festival de Cannes. Pero antes, dejando de lado algunos asuntos perdidos en la butaca y desmayos no acostumbrados a la gratificación de un holocausto caníbal, mi sentido crítico me dice que se trata de algo diferente, una excursión por los sentidos de una nueva generación de féminas, devoradoras autótrofas inclusive, representadas por la ´lobezna` mayor Ella Rumpf y la pequeña olisqueadora Garance Marillier.
Todo parece como una broma sin sentido, que se dirige como una broma despiadada hacia la familia clásica, en las manos de una directora llamada Julia Ducournau, ávida por ampliar su instinto homicida en la ciencia ficción, después de adentrarse en un territorio juvenil y ramificado de un cortometraje y una producción televisiva con idénticos especímenes interpretativos. Ambas protagonizan lo mejor de esta inusual cinta. Sin medidas sanitarias excepcionales, a pesar del rugido de mi estómago a prueba de bombas (bueno, no tanto en el sentido alimenticio), acostumbrado a ese tipo de descargas adrenalínicas y sabores agridulces, bocados traicioneros... el conjunto irreal comienza a tomar una dirección, la del fantástico francés actual, para más inri...
Sí, sobre una instancia cruda en femenino, la directora novel nos introduce en ciertas carencias afectivas, que van a provocar el síndrome voraz de este personaje insólito y el desasosiego de los espectadores con determinadas secuencias. Aunque de trasfondo, se persigue esa fortaleza indómita del feminismo y la libertad fuera del ámbito familiar, en contraposición a su apariencia frágil, con una actriz Miss Marillier haciendo un trabajo fino y bien condimentado. Transitando del rostro circunspecto a una ternura en la cama o endiablada criatura con voraz inaudita, que empieza a reconocer el furor en su sangre.
Junto a su guía ´veterinaria` del vampirismo o el sentido cánido, más práctica que espiritual, conocerá el olfato sanguinario de su hermana mayor que le enseña el camino del ´buen` gusto. Es decir, que la familia que se alimenta unida, permanecerá unida... a pesar de algún miembro perdido... en la lucha diaria. Pelillos y dátiles a la mar.
Por ende, si bien no contemplaba una cinta de terror de esta nacionalidad hace algún tiempo, con estas características tan crujientes y sabrosas, desde las "entretenidas" jornadas gástricas de Alexandre Aja, las Mártires de Pascal Laugier, de fuera Al Interior de un embarazoso final, en que se te revolvieron las tripas. Con ciertas dosis de gore salpicado por Frontiers de Xavier Gens, que en sus escenas más crueles y feroces siguen el ritual de las cintas de cárnicas de Gaspar Noé, Michael Haneke, o más allá, hacia el costumbrismo terrorífico de Polanski y su ardor malévolo, la picada Delicatessen de Monsieur Jeunet o el mismísimo gusto exquisito de un gourmet como el Marqués de Sade, etc... Todas esas pesadillas que provocaron la convulsión con escalofriantes imágenes y poderosas escenas, en Crudo se decanta finalmente hacia un terror o-culto más fantástico.
Con espectadores abiertos en canal, ante la extraña repulsión que puede derivar en terror, a veces, el cine se hereda de la introspección primitiva y el pasado de nuestros comportamientos enfermizos, como los protagonizados por Yolande Moreau y su particular sentido del humor desde el universo fantástico de Amelie al peligroso juego en Dans La Maison o el canibalismo explícito de La Meute. La crítica ácida a lo obsoleto, a lo tradicional, se extiende crudamente para estos "nuevos representantes del Galo" (al terror me refiero), mostrando de frente la toma repulsiva, lejos de ascos ni empachos personales; ya que su objeto es hacer sentir al público, todo un derroche terrorífico de dolor y voraz apetito.
Se adentran en nuestra mente, en forma de pesadillas que desmembran los mecanismos derivados del fantástico y cercenan el carácter de seres habituales, escondidos tras el monstruo. De carne y hueso, como Justine y Alexia alimentándose de nuestros sueños o aquellos deseos más embriagadores y peligrosos.
Escrupulosamente hablando, el filme Grave o Crudo, nos revela la desproporción entre esa imagen pública y perfecta, con una postura más privada que se vincula con fenómenos extremos, dentro de una familia bastante peculiar, por otro lado. Por tanto, el filme transita estas dos zonas bien definidas y relacionadas con sus personajes principales, como un enfrentamiento generacional a bocados.
La delicada directora parisina, proporciona alguno de esos instantes irreproducibles, que se quedan grabados en nuestra conciencia, una costra provocativa que desemboca en la voracidad de un cerebro más abstracto e irreverente, al tocar materias psicológicas y familiares. Tal que el aprendizaje de pautas sociales o la radicalidad en forma de canibalismo.
Aunque, enseñanzas expresadas con un sensacionalismo cinematográfico que va en aumento y gira hacia el lado más endeble y facilón del conjunto o la manada. Siendo lo más interesante, además del trabajo específico e incipiente de sus protagonistas más jóvenes, esa deriva hacia el fantástico y los cambios radicales de sus personalidades, frente a cuestiones como la entidad familiar o el sentido de la amistad, la vocación profesional y el sexo. Igual que el guion de Julia Ducournau, destila ese ambiente opresivo con imágenes oníricas y el instinto ancestral e irracional que nos convierte en depredadores.
Crudo es una muestra de nuevo sufrimiento, del cine de terror vecino, que proporciona minutos de angustia con cosquilleos sarnosos, degluciones traumáticas y radicales diferencias de género, dentro de la familia del fantástico francés.
Para ello, define un menú de degustación, no tan depravado a lo esperado en un primer mordisco, pudiendo despertar en el espectador sensible, algún tipo de urticaria o rechazo. En sentido contrario a aquel, de los que buscan experiencias más extremas en contacto con la fresca carne, digamos al estilo canadiense de Cronenberg. De manera que salgan a relucir instintos propios de una saga milenaria, o quizá, una simple alteración de la que poseemos, o necesitamos, menos información.
Para abstraernos con su complicada relación o el proceso sucesivo de sus identidades, en principio, contrapuestas, desposeídas de racionalidad y respeto hacia otros ´tiernos` compañeros.
¡Qué dura es la vida del estudiante! El futuro veterinario, habituado a extracciones sanguíneas y disecciones de tejidos animales; mientras la fuerza hace crecer el origen de las raíces familiares, pasando por distintas fases que irán, desde el gore light o escabrosa degustación, hasta ese miedo dirigido a terrenos inexplicables de la ciencia ficción. Son los platos más llamativos en la carta, gustos exóticos de una narración sensitiva, que se extralimita hacia la pérdida irreflexiva de los acontecimientos.
El sabor del terror, es un plato frío y carnívoro, servido con guarnición de vegetales radicalizados, regados con esencia vital y propiedades vigorizantes para el animal que llevamos escondido. Pues, en un supuesto apocalíptico, no dudaríamos sobre una vuelta a los ancestros de la antropología y las dentelladas... ya ha sucedido, con terribles aislamientos accidentales o guerras inhumanas, tocando a las puertas de nuestro vacío frigorífico.
Escatológicamente hablando, Crudo es el panorama donde se acelera toda esa irracionalidad... prueba del hambre olvidada y muestra de un premio Fipresci. Que provoca a la percepción consumista, ante el despiadado valor de la propia supervivencia. Por lo que cabría preguntarse...
¿a qué punto del surrealismo, habría que haber conducido esta historia? ¿Qué sería de estas hermanas, de caer en las mandíbulas de un maestro de la carne como David and Antiviral Son, Cronenberg Brandon, o tal vez, una mente más ofuscada como la de Ingmar Bergman?
Crudo Soundtrack - Rain, by Jim Williams.
Tráiler I Am Not A Serial Killer, de Billy O'Brien (con Christopher Lloyd):
Tráiler Pet, de Carles Torrens.