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sábado, 10 de enero de 2015

Jauja.


En el viaje nos encontraremos...

Desde luego, hay gente de todas las épocas que ha enloquecido buscando las promesas de prosperidad o fortuna, desde los inicios de la humanidad hasta épocas más cercanas. Como ocurriese durante el siglo XIX, en la lejana y fría Patagonia, en el que los hombres se dispusieron ha encontrarse con sus ancestros superados por la imaginación, aquellas antiguas leyendas o los propios terrores.

Por entonces, muchas otras regiones que prometían un enriquecimiento con sus tesoros o misteriosos efectos en las aptitudes humanas (pongamos como ejemplo el cáliz sagrado y las leyendas artúricas) fueron víctimas de la voracidad de exploradores y soldados temerarios. Hombres dispuestos a los excesos y una fisicidad a prueba de cualquier reto a su resistencia, que se dedicaron a hallar los vestigios de antiguas civilizaciones plagadas de riquezas y oro.

Y el arte fue testigo de aquellas viejas leyendas, a través de la poesía o la prosa, actualmente el cine. Como ocurriera con territorios imaginarios que cruzaban por parajes inhóspitos casi prohibidos para los hombres foráneos, protegidos por terribles seres o dioses. A esas regiones cargadas de posibilidades se les llamó Xanadú, Shangri-Lá, Las famosas minas del Rey Salomón, otras más físicas en Potosí, la ciudad más enigmática de la Atlántida, o en el caso que nos ocupa, como Jauja.
Esta historia de la Jauja argentina, está conducida por un hombre que gusta especialmente del estudio del comportamiento humano y ganador del premio Fipresci en el Festival de Cannes. Por eso, no se centra tan sólo en la búsqueda de la riqueza prometida, sino en valores más profundos y ocultos en el ser humano, como la pertenencia a la sangre.

Si el director nacido en Buenos Aires, Lisandro Alonso, hubiera nacido en Dinamarca como el protagonista y mercenario capitán Gunar Dinesen interpretado por un contemplativo y adecuadamente físico Viggo Mortensen (autor también de dos temas musicales del filme), los paisajes retratados tendrían el aspecto europeo y costero del Atlántico, con otros paisajes y temperaturas, también colores propios del invierno en el país de la Península de Jutlandia aunque con vegetación y fauna autóctona del continente europeo. O tal vez, en una mansión aristocrática rodeada de excelsos bosques con abundante vegetación de coníferas y olmos, salpicados de lagos que guardan aún terribles secretos. Pues, el perro es el mejor amigo del hombre, dicen.
Pero, en la tierra de Jauja, las llanuras y los parajes desérticos que se adentran en una afilada y elevada costa en medio de la nada, fueron testigo de enfrentamientos entre el indigenismo y el avance de la tecnología. En cierta forma, semejante al western crepuscular con la llegada de la ciencia montada sobre caballos de vapor.

Las bajas temperaturas en charcas naturales que servían de reposo de los guerreros, se llenaban de sangre y violentos actos, mientras un padre perseguía como un fantasma a algo muy diferente por lo que llegó a esta región. Durante cientos de kilómetros en solitario, su cabalgadura y luego sus botas, se adentraron en la quietud salvaje, en la contemplación dramática o los momentos dónde el único movimiento proviene del viento o los animales. Y durante la noche, te abandonas a soñar con un encuentro que parece ya imposible. Aunque fotografiado por Timo Salminen compañero de fatigas y aventuras de Aki Kaurismaki, el resultado llega a la perfección en los encuadres.

Aquel tesoro que buscamos, es una probabilidad o una pesadilla. Ahora el oro no importa, pues buscamos una personalidad que forma parte de nuestra existencia, todavía a medio construir por la joven edad. La falta de esta respiración o el agotamiento puede causar la locura en el protagonista y sus sueños.
Y entonces, el soldado quedará a la merced de la naturaleza, abandonado y tirado en el campo de una batalla sólo existe en el recuerdo, como las tierras que intentaban descubrir. Entre lo onírico y lo salvaje. Hasta desaparecer en otro tiempo y espacio.

Porque, la búsqueda es una excusa para contar una relación perdida con los hijos, y esconder aquellas relaciones personales a cambio de la libertad, bajo el prisma de unos ojos tan azules como fríos. Aquí, cerca de la inexistente Jauja, prometida tierra, el explorador con espada como tantas otras veces, se queda en la frontera de la realidad apabullante y la imaginación más traidora, al igual de un espectador que observa entre incrédulo y sorprendido. Tal vez, perdido a su vez como la Tierra, los indígenas o como una hija de nuestra propia sangre.
La decisión de continuar es vuestra.

El cine, como dije, ha tratado en bastantes ocasiones este tipo de viajes al encuentro de uno mismo, con diferentes versiones de la realidad. Dónde se enfrentan esas dos visiones del mundo, una natural y otra moderna, en un espacio imaginario que pertenece a la literatura de nuestros antepasados o a los sueños en 24 fotogramas por segundo, creo que de ahí el reencuentro con un formato que recuerda a tiempos pretéritos. Entre lo real o lo onírico.
En Jauja, como en otras circunstancias utópicas imaginadas en la historia de la humanidad, se mezcla cinematográficamente la esencia de lo natural con el naturalismo, con tratamiento contemplativo que pone a prueba la paciencia y entrega por el cine a sus artistas y equipo de rodaje, por supuesto, también a sus espectadores.

También son un arma para el lucimiento de sus protagonistas, encuadrado con perfección milimétrica y sensaciones plagadas de sonidos o aromas, entregados a la espiritualidad o el encuentro de la causa o persona perdida.
La obra de algunos directores circula por las venas de esta Patagonia agreste, con similitudes con ciertos aspectos del cine documental, por ejemplo de Werner Herzog, o las aventuras detenidas en lo minúsculo de David Lynch, o mucho más prolongado por los magníficos recorridos que emprenden sus personajes en las películas de Terrence Malick.

En estas películas sobre viajes que se alimentan de un combustible propio basado en los sueños, buscando una meta personal o un tesoro de valor incalculable... Pero, ojo que algunas cosas no son materiales y se pueden convertir en una obsesión.
Como le ocurriera a otro capitán llamado Ahab con la persecución de una venganza blanca y enorme dirigida por John Huston e interpretado por una caricaturesco y entrañable Gregory Peck.
De igual factura y con el mismo maestro tras la cámara, se hallaría un viaje que es a la vez una huida y una búsqueda del conocimiento de uno mismo, con todas las dudas, vicios y errores que cometemos a lo largo de nuestra vida. Aquí, el viajero es una pareja encarnada por el incomparable Humphrey Bogart, y no menos inolvidable Katharine Hepburn, por las aguas espesas del río Lualaba en Uganda. Una aventura cinéfila de título La Reina de África en honor a un paquebote.

Dando un salto cualitativo hacia los mitos concentrados en el nombre de una ciudad legendaria y perdida, Frank Capra se embarcó en un viaje a la fantástica Shangri-La ubicada supuestamente en el Himalaya, y un grupo de visitantes encabezados por Ronald Colman y una compañera valiente que lucharía contra el McCarthismo Jane Wyatt, hasta estos Horizontes Perdidos.

En este aspecto más aventurero del viaje, hallamos muchos territorios que reúnen tras ellos, una leyenda más o menos afortunada. Pero que marcan los senderos por los que sobreviven y sueñan sus protagonistas, como Robert Redford fundiéndose con el ecosistema en
Las aventuras de Jeremiah Johnson, dirigida por el Sydney Pollack más salvaje.
O las famosas Minas del rey Salomón, en varias ocasiones visitadas por el séptimo arte, siendo una de las más famosas la interpretada por una pareja tocada por salacot y las picaduras de insectos, Stewart Granger con Deborah Kerr. Una búsqueda de tesoros que arraiga con la más famosa aventura en la selva, junto a Johnny Weissmüller y Maureen O'Sullivan de carabinas raptados por insaciables y peligrosos individuos en busca del oculto Cementerio de los Elefantes.

Por otro lado, la más divertida y alucinante se rodaría alrededor del mundo por Norman Z. McLeod con un personaje que ha sido actualizado últimamente por Ben Stiller interpretando en La vida secreta de Walter Mitty, aquella especie anti-explorador con las muecas y la simpatía de Danny Kaye. Sólo que cambiando a Virginia Mayo por Kristen Wiig.
En este descanso para comer un tentempié y echar un traguito de la cantimplora, podríamos adentrarnos junto a Werner Herzog por La Cueva de los Sueños Olvidados y encontrarnos con el Fin del Mundo, como aquel hombre que se perdía con sus amigos, los osos buscando formar parte de la naturaleza como uno más, y desafiaba la voz rugiente del animal interior.

Sin embargo, poco tendrían que ver estas aventuras arquetípicas de Hollywood con la presencia más minuciosa de una cámara rodando el silencio, o mejor dicho los sonidos de la naturaleza. Al igual que Howard Hawks con su western se diferencia de El Dorado de Carlos Saura, o más irreal y sangriento dirigido por el mismo Herzog mostrando la visión europea y polémica del hombre blanco con su Aguirre, la cólera de Dios.
En este aspecto, la aventura entronca más con la forma de rodar de un norteamericano de Illinois llamado Terrence Malick que se entretiene igualmente con el vuelo de las balas que con el sustento en el aire de un insecto o colibrí. Pero, que mantiene en sus dos facetas (natura y violencia) el mismo sentido para bucear en su poética narrativa. Como desmostrase en El nuevo Mundo o la más reciente El Árbol de la Vida, aunque personalmente nos quedemos siempre con su gran obra contemplativa, La Delgada Línea Roja que trata sobre esquivar los peligros de las aventuras más peligrosas, las guerras.

En un buen momento para introducir en la ecuación kilométrica, al maestro del surrealismo natural David Lynch, imbuidos por las drogas más potentes, los influjos del alcohol o los viajes por las mentes maquiavélicas de sus personajes. Aunque también denota la pausa necesaria para recrearse en el detalle como en Blue Velvet, y muy especialmente en la búsqueda de la movilidad castigada por los años o la agilidad mental de un experimentado de la vida interpretado inolvidablemente por Richard Farnsworth en Una Historia Verdadera. Lynch está mparentado con un alter ego ruso de nombre Andrei Tarkovksy.
Y ya que estamos, recordar a otro simpático abuelo que viaja con la idea de alcanzar ese tesoro en la piel y pelo canoso del genial Bruce Dern, que realmente será un encuentro con los seres queridos, como en Jauja pero obra de un creciente autor como Alexander Payne por tierras de Nebraska.

Por último, aunque hay muchas experiencias relevantes en la carretera que se podrían mencionar en este apartado plagado de aventureros, con recorridos por cielo, tierra o mar (como Los Viajes de Julio Verne que veremos revisitados en su faceta submarina muy pronto), no quería olvidarme de la aventura del hombre a solas con la naturaleza que supuso la curiosa vida y muerte de Christopher McCandless en Into the Wild adoptando la figura idealista a estilo del Quijote, con el alias de Alexander Supertramp en un trabajo soberbio del joven Emile Hirsch. Y rodada por un hombre acostumbrado a este tipo de desarrollos personales en este caso con la salvaje Alaska.

Mientras unos se divierten e imaginan los lingotes o piedras preciosas, mientras se sumergen en el mundo de la fantasía para acariciar la Jauja como un paraíso dónde gobierna la felicidad por siempre... siempre existirá un momento de reflexión o de echar la mirada hacia ninguna parte (o al todo) para encontrarnos con la sangre y los sueños.

*** Interesante ****

Tráiler JAUJA, de Lisandro Alonso. Reparto: Viggo Mortensen, Diego Roman, Ghita Nørby, Mariano Arce, Viilbjørk Malling Agger, Misael Saavedra, Adrián Fondari.




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