A finales de los 70 e inicio de la década
ochentera, corrían tiempos excelentes para la escena del rock clásico. Por
ende, se propiaciaba mayor expectativa para la escena americana e
internacional, especialmente sobre islas británicas, con creación de nuevos
grupos musicales. Se multiplicaban cantantes, con diferentes espectros de voz y
matices de coros, que sacaban brillo y tonalidad a sus composiciones. El
conjunto realmente era diapasón para instrumentos coordinados y concepto
experimental de nuevas texturas.
Era la eclosión de la psicodelia que
hizo sus pinitos en los 60, de un rock más clásico. Muy alejados del panorama
actual, donde los sonidos son monótonos, y las voces se escoden en ritmos
prefabricados. Es como si sus tristes dueños estuvieran ejerciendo rituales
sexuales tántricos o bastante monoacordes.
En cambio los pioneros de estos
ritmos setenteros, con sus riffs eléctricos y sonidos espaciales, mantenidos
por variaciones sintetizadas que llegaron posteriormente… Se esmeraban por
imaginar historias dentro de estructuras psicodélicas, para soñarlas; o se
sumergían en sonidos alterados que despertaban la expectación del público con
sus instrumentistas excepcionales.
Tan asintomáticos, como aquellas marcas
independientes que se revalúan con los años y son buscadas por coleccionistas
de pistas medio abandonadas en la historia de la música. Este universo lleno de
imaginación y épica, era lo máximo para la técnica instrumental o vocal.
Consistente en la salida de una normalidad – menudo vocablo que recuerda a
tiempos siniestros…-, fuera de los estilos folk o aquellos primeros escarceos
del rockabilly. Del estilo de cantautores contra la guerra o esas estrellas
sonoras del cine, al rock de una escena que machacaría los iones y despedazaría
las cuerdas de metal a continuación.
¡Ay, Stratocaster y Gibson Les Paul, o bajos Rickebacker… que poniáis
los pelos de punta!
O no, depende de la composición
química de los espráis… Por contra, en la historia del cine o televisión, no
conviven demasiados ejemplos de aquellas materias y expresiones artísticas, un
poco denostadas hoy por el público. Son ejemplos contados por un ábaco poco
extenso, pero sí que han sucedido interesantes retratos biográficos. Más o
menos acertados como Elvis, Elthon, Queen, Pistols o la notable estilización
del metal visual con Mötley Crüe. En ellas entra el sonido característico y
adicciones variadas, que sacudiría desde El Rey hasta el sonido San Francisco con los Jefferson Airplane. O de la voz profunda de Stevie Nicks a la banda liderada por
Nikki Sixx y Tommy Lee.
Son viajes subjetivos, desde sus
pueblos a Los Ángeles en la luminosa California – que tantas veces lo veremos como
lecciones de vida y éxitos-, en el caso del King con sus representantes, para
los Mötley aleccionados por consejos del pionero del metal, Ozzy Osbourne, voz
singular de unos oscuros Black Sabbath. La Banda de la Cruz, se disputaría el
podio iniciático metalero, al lado de unos excelentísimos Deep Purple y Led
Zeppelin… El triunvirato del reino del metal. Yeaah!!
Pues bien, con estas distorsiones del
tiempo, hemos topado – y nos hemos enterado sorprendidos con aquellas agujas
diamantinas sobre el surco del vinilo - cuando se produce la gran explosión… ¡El
Big Band acústico, de la transición del rock progresivo, al puro Heavy Metal de
los 80! Es este circunloquio temporal, donde hallamos las opiniones de algunos
de sus protagonistas, sin sobredosis, mas con muchas ganas de triunfar en la
escena… Y ¡pasárselo bien! De … madre que dirían las lenguas de forma poco
académica.
El Paso del 27…
Sin duda, una cifra ha quedado
marcada como luto de la historia del rock. El 27 es una especie de maldición,
cuando las voces se dilataron, las corcheas se estiraron eléctricamente,
sintéticamente, y las lágrimas brotaron en su honor. Algunas salieron de aquellos
espectadores que atónitos sobre las praderas húmedas de Woodstock, escuchando
las estridencias sonoras, metáforas bélicas sobre balas de guerra, que
acariciaron – dientes incluidos -, los dedos del gran Jimmy Hendrix. Tal que un
exorcismo de los males de una sociedad.
Otros accidentalmente como Ricky
Valens o el Every Day incompleto de la carrera de Buddy Holly, la estridencia
sonora de Janis Joplin y los mayestáticos The Doors, con ruina desmoralizante
de Jim Morrison. En fin, así desembarcarían sonidos amplificados, pasando de
los 27, desde los Blue Öyster Cult de N.Y, los besos con lengua de Gene Simmons
y Paul Stanley en 1973, o el Dio de lo vocal, Ronnie James de Elf y aquellos
increíbles Rainbow; mientras en Alemania surge Scorpions, y desde la emergencia del glam metal británico
aterrizan Ufo, lanzados por el productor
que compartió de nombre “Quinto Beatle”, George Martin junto al representante
Brian Epstein marcando las cabelleras en la caverna mediática de Liverpool.
Eclosionan Wishbone, Iron Maiden – en
fechas que despedimos a su primera voz, d.e.p. Paul Di´Anno -, y
simultáneamente a la velocidad de la luz… Judas Priest, MotörHead con el
inimitable Lemmy Kilmister, Saxon, Def Leppard o los dublineses Thin Lizzy. Un
no parar…
Estos huevos no marcan, mencionados
como videoclips de MTV Entertainment, para la serie de Paramount + titulada IWanna Rock. Aquí se cuenta la evolución del aireado movimiento “hair-metal”, con estrecheces de entrepierna, brillos,
sombras y ejecuciones ególatras, en formación autodestructiva, también notas de
glam metal hacia un punk que significaría el aterrizaje final del grounge……. de
Nirvana… y el postrero veintisiete-ismo.
Toda elevación posee su caída
marcada, estereotipada, como un alúd que arrasa el panorama MTV, en reflejos de
cierta la superficialidad en la producción roquera, tras ataques
desinformativos de la ponzoña política y otros críticas deformadas sobre el
valor de la cultura. Todo eso, que vivimos y padecemos, ahora mismo, entre el
desastre o cualquier éxito. Sus estrellas se apagaron con la modernidad
exagerada, hacia esta efímera época de desilustración, que demuestra que cierto
estilo del rock, poco respira ya… No, no es por la industria o las redes
sociales… es por nosotros. No sé si, gritar… “Larga Vida al Rock & Roll”,
en fin.
En la serie aparecen nombres como
fantasmas del pasado, algunos… centrándose más en un quinteto de voces personalizadas,
más o menos cercanas, como toques de laca, The Scream, las féminas Vixen, la
escasez sonora de Winger, Skid Row o Twisted Sister, pasando del lirismo
efervescente y encaminando sus peleas, al mundo del disco. Pero, paseando
palmito y mallas, que llevaron a grupies por el Sunset Strip californiano, los clubes
como los famosos Roxy y Whiskey a Go Go, y otras aspiraciones sonoras.
Quizás podían haberse extendido un
poco más, porque el mensaje queda algo desnaturalizado, y es un poco espejimo
de la real totalidad.
¡Malditos Bastardos!
Decían, en aquellos instantes de
estallidos emocionales y protestas, contra la política que había guiado a ver
cuerpos de jóvenes masacrados por bombas de la guerra. Cuando ascendió la guitarra
de Hendrix, dando las primeras y sus terminales lecciones, que romperían esquemas
acústicos y legítimos, sobre un horizonte desafiante. Así creció, como una ola monumental
que surcó senderos, de cuerdas y cielos enmarcados con diamantes, y Lucys que
alcanzaron espacios siderales en busca de paz y amor. O no… depende de lo
consumido y admitido por sus organismos, corazones e hígados… y sobre todo,
cerebros. Pero, ¿cuándo hablaremos de sexo…? Venga, ¡acción!
Distorsiones de libertad, afectaron a
esas corrientes alternativas, con géneros y migraciones de todos los gustos, en
camino de los sonidos que se hacían más duros… y las figuras más confusas. Sus
cabelleras desafiaban la radicalidad de los estereotipos, sus conceptos
malditos y los efectos. Todo conlleva consecuencias, dramáticas, desapariciones
del rock for ever, y letras que se desparramaron de aquel Love, love, love…
A la multiculturalidad que nos marca
como más felices, tal vez sugestivamente, mirándolo bien. En su época, los
cuernos se alzaban y rebotaban más allá de las estrellas, hasta perder la
responsabilidad familiar en algunos casos, y la aparición de términos hirientes
hoy, como alienación, desintegración de la personalidad, culpa y ese término
postrero, llamado rehabilitación o redención.
Si los eternos Rolling Stones, se
convirtieron en satánicas majestades indestructibles parece todavía… otros, se
dulcificaban al estilo Pink Floyd, flotando, haciendo sonar las arcas con
ritmos delicados. Aunque también se obscurecían porque tuvieron los mismos
problemas a su alrededor. Y se írían a hablar de muros en el futuro. Disfrazando
las flores del Pacífico, con sonidos que se entrelazaron con la electrónica y
se elevaron hacia el Sol. Yo los he visto en vivo, en alguna playa…
Y las letras se entonaron, olvidando
los movimientos acompasados de las caderas presleyanas, hacia esa bestial
reforma de la verticalidad. Su eterna banda sonora marcó nuestras vidas, la
iluminó con mecheros, pasando del humo bélico. Y ahora, la revivimos como La banda
vital, frente a la suya de estrellas intocables. Seremos admiradores, público
en general… pero sentimos. La mía es de un simple observador.
Y estoy hablando igualmente de otra
serie, sobre ellos, los músicos del rock, a la vez que llegaba poco a poco… El
Heavy Metal. Del himno desbocado de Mr. Hendrix, que les tomó desprevenidos a
los asistentes escurridizos de Woodstock y a los dentistas. Esa dentista hoy de
los 80, nos enseña una illusión en efectivo, cuando fueron desapareciendo las
especies, los pelos que nacieron de Animales, Águilas, Los Monos, no del todo a
Los Escarabajos que aún pataleron patas arriba de tejados, y los míticos Puertas,
Grateful Dead o la mítica The Velvet Underground del añorado Lou Reed. Por no
hablar de Mr. Bowie y sus arañas de Marte…
De Led… al Purple.
Claro amigos, dedos rápidos… parece una
batalla y una fiesta, que se desplegó en las calles del Sunset Strip como
epicentro, se irradiaron los clubes como sonido ensordecedor. A partir del rock
progresivo de la psicodelia flotante en el ambiente que iniciaría la revolución
del feminismo en la música rock.
Del documento de una dentista, ahora
desconocida en el panorama, a los rizos colorados, que iban y venían por
aquellas calles californianas y los estadios al son. Algunos se quedarían para
siempre, siendo pioneras de cuerdas, teclados y baquetas, o texturas… aún sin
tachuelas, pero con algunas cadenas que romper, antes de los 80 Metal Dream.
En la misma época en que los míticos
Deep Purple y Led Zeppelin sobresalían, entre besos eclécticos, los amantes
respondían con morriña hacia el blues-rock, conviviendo. Qué, no soportándose,
en más de una ocasión… Ser formaciones imperecederas como Kiss, Lynard Skynard,
ACDC, Black Sabbath, Rolling o Beatles en retirada setentera, o los inicios de
un Dio que levantaría el rock con sus mágicos dedos y su ilustre voz, apenas
sabemos, aún, en el escenario del show visual en la actualidad.
Y en aquel documental sobre pelos, se
demuestra como la industris, los efectos de las adicciones y la
insoportabilidad del ser, aniquilaron la música, silenciaron a sus estrellas.
Descompusieron bandas, forzaron apariencias, estéticamente, iniaron compases
hacia un final de la cuenta atrás… nana nanáaaa. Que en Europa, se propagó
también.
Cuando se relanzaba, la imagen, más
importante a veces, visualizaciones de cuerpos y melenas, tapaban otras
características no tan agradables. Se fueron tonteando en videoclips de la MTV
y demás televisiones nacionales, a otras historias. Que dejan un universo de
equívocos, como en El Mundo de Wayne se cree que los Queen, no pertenecían
hasta su emisión, al podio mundial. Como Kurt Cobain elevó engañósamente,
sangrantemente, el sonido del grunge nacido en Seattle, a una generación X de
perdidos, en su parte. Lo que acabó con todo, incluido el set de Billy Idol, en
la referencia de Nirvana al útero y la paternidad. Sí, esa famosa, patética,
irresponsabilidad...
Son muestras de cierta sinceridad,
unida a la evasión, bastante surrealista, que se da en las opiniones
socarronas, de otro documento sonoro y espiritual, sobre la increíble banda sonora
de King Crimson. Siendo su única cabeza, nada rotatoria, un tal Robert Fripp,
que pasa de la autocrítica, al ego en un chascar de lengua. Un silencio, tan emocional,
que dibuja lo instrumental de su épica historia. Aquellos ochenta en las
melenas, tamoco se detienen en el Dublín, en el que Bono y The Edge, integraron
las danzas, los alzamientos de bandera y riffs, sobres aquella Irlanda sacudida
por Domingo Negro y, todos los escenarios que conquistaron con su viaje. Ahora,
que navegan con sonrisa emotiva, una revisión en directo cercano, de aquello
que parece tan lejano. Un baño de realismo, incombustible, recordando al amigo
americano y entrevistador de una vida, fuera ya de pandemias, que nos pusieron
con pulmonías, al cobijo de casita. Bono & The Edge: A Sort of Homecoming, al remojo sanador de Dave
Letterman. En Ambas producciones propias, se
incorpora la mística de un grupo, tan interesante como la historia sonora de unos
tiempos.
De animado
Woodstock, a Fleetwood Mac.
En el mundo del rock, todo parece evolución…
Puede ir desde la animosa banda de
Desplicable Me four, al The Dirt notabilísimo de Mötley Crüe en el cine. Hasta
conmemorar la emisión, ya hace bastantes años, de una preferida space-óperas de
juventud, que sirve de parapeto social como ente personal, a El Fantasma del
Paraíso de Brian de Palma… Una empresa que ya comentaré otro día… Lo juro y
firmo, sobre contrato con mi sangre roquera.
Y sobre Willy Wonka, ¿qué…? Pues
bastante, que me gustó como musical imaginativo y mágico. Enseñando que, uno
tiene su corazoncito dulce y acompasado, dedicado desde pequeñísimo viendo a
algunos de aquellos míticos, Fred, Gene Kelly, Hans en las Zapatillas Rojas de
Michael Powell, El cómico flautista de Danny Kaye, pasando de Fabuloso Andersen
o Walter Mitty, o la versión de Bola de Fuego entre Mr. Cooper y la Stanwyck,
donde casi te cuelas por Virginia Mayo… A violinistas sobre el tejado, siete novias, pintores
de vagones sin nombre y las historias del West Side, por las calles de New
York, New York hasta que empiece el espectáculo… Y el corazón de la música
vuelva a sonar.
Por supuesto, un hueco a Gene Wilder
y su sonrisa de colores y sombreros bajo sus rizos, desde jovencito… a llegar a
las puertas de El Muro, la Quadrophenia del Paraíso Fantasma, y las particularidades
tonales de Johnny Depp. Tantas… y seguimos aún… De moemnto no hablaré de otras, úlcerosas versiones de Púrpura. Soy Musical.
Por eso, empecé a investigar, a
indagar sobre blancas, negras, y corcheas… recordando a los que se mojaron y
terminaron iluminando el camino del rock, con encendedores, entre cigarrillos
celestiales… y me enviaron el recuerdo inolvidable del lema, Haz el amor y no
la Guerra.
Y así, empiezo visualizando sus
luchas internas, sus tensiones por el liderato, pues deseo no está reñido con
personalidad. Y como considera e imagina la escritora Taylor Jenkins, ideando
una formación en la que Todos amaban a Daisy Jones, and The Six, en perspectiva.
Romance que además, simularía esa especie de rivalidad dentro del grupo, entre composiciones
líricas y el corazón rojizo de Stevie Nicks, pues se cobija en sus actuaciones
y conciertos. Esto es, una invención desigual, sobre los inicios, y algo más,
maldiciones de su segunda parte, que acaba rindiéndose a relaciones y las giras
exitosas, como si fueran unos Fleetwood
Mac en descomposición. Significa una retirada por miembros, ya que El Sentido
de la música, es el de las vidas de sus componentes.
Cada quién, con una especial
intervención medida en flashbacks y opinada de agradables recuerdos y
sinsabores. Chascarrillos que le otorgan ritmo divertido, y poco más a la serie
de Amazon Studios. Si bien esas primeras
huellas son estupendas, a través de unos personajes atractivos, en lo
espiritual y lo estético, a medida que se acaba su viaje iniciático, al compás
de los 70 hacia California desde su natal Pittsburgh, se bloquea en el
tono. Ejerciendo la paternidad, responsable,
se pasa a la de una amiga, una esposa embarazada y resignada, y un productor…
con vistas al final. Qué sacude, pero ya poco y a destiempo.
Todo empieza a torcerse bastante,
cuando existe la separación y aparece un romance que no interesa, en otra piel.
Y luego, cuando intentas volver a conectarte a su poder esencial – dejando de
lado, los motivos adictivos que son superfluos en sí -, ya no terminas de
engancharte a su cabellera pelirroja. Ni a los conciertos repetitivos, en dos o
tres sones… Y menos a su gran boda griego, que es un rollo y un puñetazo sin
emoción.
En general, se recomienda por el
aspecto y la relación entre los personajes, algunos ritmos que nos acompañan y
especialmente las interpretaciones de todos ellos. A mediados de los 70, los
contrapuntos fraternos entre Dunne´s, con el mayor interpretado por Sam Claflin
(que fue Mycroft, un ex Peaky Blinders y estuvo por Last Night in Soho, o la
serie El Conde de Montecristo), entre divinidades como Suki Waterhouse en las
teclas, la fotógrafa que nos conquista el corazón en piel y algo más, de Camila
Morrone, y otros duetos, desigualmente divertidos.
Su aparición es resplandeciente como
un reflejo rojizo… es la última incorporación. Ella, la causante del cambio
tonal, lírico y metafórico, que da a las composiciones y las interpretaciones
del éxito del grupo. Que es efímero a veces, como la personalidad…. durante
seis primeros capítulos es absorbente y estratosférico, muy humano a la vez,
tal que una experiencia entre ácido y pasión, por los pañales… No, no hablo de
Trainspotting del musical Danny Boyle (Yesterday, Pistol, ¿o, Sí…?
Y en la fecha señalada, en lque nos
vemos enmascarados por Halloween y las ausencias, recordamos a Coco y claro, cómo
no, una Pesadilla antes de Navidad… la vemos sobresalir, y después saturar en
rojo adictivo de Stevie Nicks, a la californiana Riley Keough, ex de The Runaways y la guitarra mediática de
Fury Road. Ahora, que mira al surrealismo con Jesse Eisenberg en Sundances con
Sasquatch Sunset… También Señalar al mismo director británico Mr. Danny de lo
transgresor y traumático, que reúne a Jodie Comer, Aaron Taylor-Johnson y Ralph
Fiennes, en trilogía que dura alrededor de 28 Years Later. Evidentemente junto
a otro imaginativo, guión de Alex Garland creador de notables pesadillas Ex
Machina y Aniquilación. ¡Booo!
Antes de caer el telón y apagar los
equipos por hoy, decir Miss Niks fue telonera de Hendriz y Joplin con un grupo
llamado Fritz, y cumple como las radiografías anteriores, sobre diferentes
épocas musicales y sus protagonistas. En un armónica… rivalidad emocional. Diálogos
apasionados, diferentes sentidos de la vida, perspectivas temporales,
entretenidas y lúdicas, también tergiversadas, tal vez en realidad. Más allá de
la consabida búsqueda de respuestas, sobre la identidad personal y pogresión
del hombre, o la mujer… recrea una concepción metafísica del ser. O no ser…
Y dramáticamente… hemos topado y
vamos a terminar, con una interesante etapa, cercana en lo emotivo y complejo
retrato, alejado de lo identificativo, en uno mismo. O no… sobre localizaciones
atmosféricas y estados políticos - que desconozco en detalle -, y que experimentó un Hombre… Místico a su
manera… y la que lo veían los demás. Con un movimiento particular, su
movimiento, sin resentimiento… el que todos respetaron y conocen - hasta que, la fiesta termine y
los políticos se vayan al carajo con sus rencores…-; y sólo quede la figura
inimitable, su pelo, la voz del cantante, compositor conocido como Marley, Bob…
y su magnífica banda The Wailers. Amigo, el amor... y el p... júrgol.
En definitiva, todos son ejemplos de
episodios autobiográficos, realistas con notas ficticias, narraciones vitales u
opinables paralelas. Algunos veraces y otros experimentales, anárquicos o
devotos, que divagan en el recuerdo, ya que forman parte, de lo que fuimos, oímos
y somos… nos. Sentir como seres rítmicos de Palabra, Composición… y Son.
Y que muchos compartieron con Jim
Henson, a lágrima viva, rememorando una vida mágica y apasionante, entre
imágenes, trapos más que vivientes… un sentido de la misma. La pasión… o la
Música. Siempre es emocionante, que no fácil… siendo verde… y cuando se llega
hacia el fin, ni Fran Sinatra.