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domingo, 3 de noviembre de 2024

Daisy Jones, the Six & I Wanna Rock.



A finales de los 70 e inicio de la década ochentera, corrían tiempos excelentes para la escena del rock clásico. Por ende, se propiaciaba mayor expectativa para la escena americana e internacional, especialmente sobre islas británicas, con creación de nuevos grupos musicales. Se multiplicaban cantantes, con diferentes espectros de voz y matices de coros, que sacaban brillo y tonalidad a sus composiciones. El conjunto realmente era diapasón para instrumentos coordinados y concepto experimental de nuevas texturas.

Era la eclosión de la psicodelia que hizo sus pinitos en los 60, de un rock más clásico. Muy alejados del panorama actual, donde los sonidos son monótonos,  y las voces se escoden en ritmos prefabricados. Es como si sus tristes dueños estuvieran ejerciendo rituales sexuales tántricos o bastante monoacordes.

En cambio los pioneros de estos ritmos setenteros, con sus riffs eléctricos y sonidos espaciales, mantenidos por variaciones sintetizadas que llegaron posteriormente… Se esmeraban por imaginar historias dentro de estructuras psicodélicas, para soñarlas; o se sumergían en sonidos alterados que despertaban la expectación del público con sus instrumentistas excepcionales.

Tan asintomáticos, como aquellas marcas independientes que se revalúan con los años y son buscadas por coleccionistas de pistas medio abandonadas en la historia de la música. Este universo lleno de imaginación y épica, era lo máximo para la técnica instrumental o vocal. Consistente en la salida de una normalidad – menudo vocablo que recuerda a tiempos siniestros…-, fuera de los estilos folk o aquellos primeros escarceos del rockabilly. Del estilo de cantautores contra la guerra o esas estrellas sonoras del cine, al rock de una escena que machacaría los iones y despedazaría las cuerdas de metal a continuación.  ¡Ay, Stratocaster y Gibson Les Paul, o bajos Rickebacker… que poniáis los pelos de punta!

O no, depende de la composición química de los espráis… Por contra, en la historia del cine o televisión, no conviven demasiados ejemplos de aquellas materias y expresiones artísticas, un poco denostadas hoy por el público. Son ejemplos contados por un ábaco poco extenso, pero sí que han sucedido interesantes retratos biográficos. Más o menos acertados como Elvis, Elthon, Queen, Pistols o la notable estilización del metal visual con Mötley Crüe. En ellas entra el sonido característico y adicciones variadas, que sacudiría desde El Rey hasta el sonido San Francisco con los Jefferson Airplane. O de la voz profunda de Stevie Nicks a la banda liderada por Nikki Sixx y Tommy Lee.

Son viajes subjetivos, desde sus pueblos a Los Ángeles en la luminosa California – que tantas veces lo veremos como lecciones de vida y éxitos-, en el caso del King con sus representantes, para los Mötley aleccionados por consejos del pionero del metal, Ozzy Osbourne, voz singular de unos oscuros Black Sabbath. La Banda de la Cruz, se disputaría el podio iniciático metalero, al lado de unos excelentísimos Deep Purple y Led Zeppelin… El triunvirato del reino del metal. Yeaah!!

Pues bien, con estas distorsiones del tiempo, hemos topado – y nos hemos enterado sorprendidos con aquellas agujas diamantinas sobre el surco del vinilo - cuando se produce la gran explosión… ¡El Big Band acústico, de la transición del rock progresivo, al puro Heavy Metal de los 80! Es este circunloquio temporal, donde hallamos las opiniones de algunos de sus protagonistas, sin sobredosis, mas con muchas ganas de triunfar en la escena… Y ¡pasárselo bien! De … madre que dirían las lenguas de forma poco académica.

El Paso del 27…

Sin duda, una cifra ha quedado marcada como luto de la historia del rock. El 27 es una especie de maldición, cuando las voces se dilataron, las corcheas se estiraron eléctricamente, sintéticamente, y las lágrimas brotaron en su honor. Algunas salieron de aquellos espectadores que atónitos sobre las praderas húmedas de Woodstock, escuchando las estridencias sonoras, metáforas bélicas sobre balas de guerra, que acariciaron – dientes incluidos -, los dedos del gran Jimmy Hendrix. Tal que un exorcismo de los males de una sociedad.

Otros accidentalmente como Ricky Valens o el Every Day incompleto de la carrera de Buddy Holly, la estridencia sonora de Janis Joplin y los mayestáticos The Doors, con ruina desmoralizante de Jim Morrison. En fin, así desembarcarían sonidos amplificados, pasando de los 27, desde los Blue Öyster Cult de N.Y, los besos con lengua de Gene Simmons y Paul Stanley en 1973, o el Dio de lo vocal, Ronnie James de Elf y aquellos increíbles Rainbow; mientras en Alemania surge Scorpions, y desde  la emergencia del glam metal británico aterrizan Ufo, lanzados por el  productor que compartió de nombre “Quinto Beatle”, George Martin junto al representante Brian Epstein marcando las cabelleras en la caverna mediática de Liverpool.

Eclosionan Wishbone, Iron Maiden – en fechas que despedimos a su primera voz, d.e.p. Paul Di´Anno -, y simultáneamente a la velocidad de la luz… Judas Priest, MotörHead con el inimitable Lemmy Kilmister, Saxon, Def Leppard o los dublineses Thin Lizzy. Un no parar…

Estos huevos no marcan, mencionados como videoclips de MTV Entertainment, para la serie de Paramount + titulada IWanna Rock. Aquí se cuenta la evolución del aireado movimiento “hair-metal”,  con estrecheces de entrepierna, brillos, sombras y ejecuciones ególatras, en  formación autodestructiva, también notas de glam metal hacia un punk que significaría el aterrizaje final del grounge……. de Nirvana… y el postrero veintisiete-ismo.

Toda elevación posee su caída marcada, estereotipada, como un alúd que arrasa el panorama MTV, en reflejos de cierta la superficialidad en la producción roquera, tras ataques desinformativos de la ponzoña política y otros críticas deformadas sobre el valor de la cultura. Todo eso, que vivimos y padecemos, ahora mismo, entre el desastre o cualquier éxito. Sus estrellas se apagaron con la modernidad exagerada, hacia esta efímera época de desilustración, que demuestra que cierto estilo del rock, poco respira ya… No, no es por la industria o las redes sociales… es por nosotros. No sé si, gritar… “Larga Vida al Rock & Roll”, en fin.

En la serie aparecen nombres como fantasmas del pasado, algunos… centrándose más en un quinteto de voces personalizadas, más o menos cercanas, como toques de laca, The Scream, las féminas Vixen, la escasez sonora de Winger, Skid Row o Twisted Sister, pasando del lirismo efervescente y encaminando sus peleas, al mundo del disco. Pero, paseando palmito y mallas, que llevaron a grupies por el Sunset Strip californiano, los clubes como los famosos Roxy y Whiskey a Go Go, y otras aspiraciones sonoras.

Quizás podían haberse extendido un poco más, porque el mensaje queda algo desnaturalizado, y es un poco espejimo de la real totalidad.



¡Malditos Bastardos!

Decían, en aquellos instantes de estallidos emocionales y protestas, contra la política que había guiado a ver cuerpos de jóvenes masacrados por bombas de la guerra. Cuando ascendió la guitarra de Hendrix, dando las primeras y sus terminales lecciones, que romperían esquemas acústicos y legítimos, sobre un horizonte desafiante. Así creció, como una ola monumental que surcó senderos, de cuerdas y cielos enmarcados con diamantes, y Lucys que alcanzaron espacios siderales en busca de paz y amor. O no… depende de lo consumido y admitido por sus organismos, corazones e hígados… y sobre todo, cerebros. Pero, ¿cuándo hablaremos de sexo…? Venga, ¡acción!

Distorsiones de libertad, afectaron a esas corrientes alternativas, con géneros y migraciones de todos los gustos, en camino de los sonidos que se hacían más duros… y las figuras más confusas. Sus cabelleras desafiaban la radicalidad de los estereotipos, sus conceptos malditos y los efectos. Todo conlleva consecuencias, dramáticas, desapariciones del rock for ever, y letras que se desparramaron de aquel Love, love, love…

A la multiculturalidad que nos marca como más felices, tal vez sugestivamente, mirándolo bien. En su época, los cuernos se alzaban y rebotaban más allá de las estrellas, hasta perder la responsabilidad familiar en algunos casos, y la aparición de términos hirientes hoy, como alienación, desintegración de la personalidad, culpa y ese término postrero, llamado rehabilitación o redención.

Si los eternos Rolling Stones, se convirtieron en satánicas majestades indestructibles parece todavía… otros, se dulcificaban al estilo Pink Floyd, flotando, haciendo sonar las arcas con ritmos delicados. Aunque también se obscurecían porque tuvieron los mismos problemas a su alrededor. Y se írían a hablar de muros en el futuro. Disfrazando las flores del Pacífico, con sonidos que se entrelazaron con la electrónica y se elevaron hacia el Sol. Yo los he visto en vivo, en alguna playa…

Y las letras se entonaron, olvidando los movimientos acompasados de las caderas presleyanas, hacia esa bestial reforma de la verticalidad. Su eterna banda sonora marcó nuestras vidas, la iluminó con mecheros, pasando del humo bélico. Y ahora, la revivimos como La banda vital, frente a la suya de estrellas intocables. Seremos admiradores, público en general… pero sentimos. La mía es de un simple observador.

Y estoy hablando igualmente de otra serie, sobre ellos, los músicos del rock, a la vez que llegaba poco a poco… El Heavy Metal. Del himno desbocado de Mr. Hendrix, que les tomó desprevenidos a los asistentes escurridizos de Woodstock y a los dentistas. Esa dentista hoy de los 80, nos enseña una illusión en efectivo, cuando fueron desapareciendo las especies, los pelos que nacieron de Animales, Águilas, Los Monos, no del todo a Los Escarabajos que aún pataleron patas arriba de tejados, y los míticos Puertas, Grateful Dead o la mítica The Velvet Underground del añorado Lou Reed. Por no hablar de Mr. Bowie y sus arañas de Marte…

De Led… al Purple.

Claro amigos, dedos rápidos… parece una batalla y una fiesta, que se desplegó en las calles del Sunset Strip como epicentro, se irradiaron los clubes como sonido ensordecedor. A partir del rock progresivo de la psicodelia flotante en el ambiente que iniciaría la revolución del feminismo en la música rock.

Del documento de una dentista, ahora desconocida en el panorama, a los rizos colorados, que iban y venían por aquellas calles californianas y los estadios al son. Algunos se quedarían para siempre, siendo pioneras de cuerdas, teclados y baquetas, o texturas… aún sin tachuelas, pero con algunas cadenas que romper, antes de los 80 Metal Dream.

En la misma época en que los míticos Deep Purple y Led Zeppelin sobresalían, entre besos eclécticos, los amantes respondían con morriña hacia el blues-rock, conviviendo. Qué, no soportándose, en más de una ocasión… Ser formaciones imperecederas como Kiss, Lynard Skynard, ACDC, Black Sabbath, Rolling o Beatles en retirada setentera, o los inicios de un Dio que levantaría el rock con sus mágicos dedos y su ilustre voz, apenas sabemos, aún, en el escenario del show visual en la actualidad.

Y en aquel documental sobre pelos, se demuestra como la industris, los efectos de las adicciones y la insoportabilidad del ser, aniquilaron la música, silenciaron a sus estrellas. Descompusieron bandas, forzaron apariencias, estéticamente, iniaron compases hacia un final de la cuenta atrás… nana nanáaaa. Que en Europa, se propagó también.

Cuando se relanzaba, la imagen, más importante a veces, visualizaciones de cuerpos y melenas, tapaban otras características no tan agradables. Se fueron tonteando en videoclips de la MTV y demás televisiones nacionales, a otras historias. Que dejan un universo de equívocos, como en El Mundo de Wayne se cree que los Queen, no pertenecían hasta su emisión, al podio mundial. Como Kurt Cobain elevó engañósamente, sangrantemente, el sonido del grunge nacido en Seattle, a una generación X de perdidos, en su parte. Lo que acabó con todo, incluido el set de Billy Idol, en la referencia de Nirvana al útero y la paternidad. Sí, esa famosa, patética, irresponsabilidad...

Son muestras de cierta sinceridad, unida a la evasión, bastante surrealista, que se da en las opiniones socarronas, de otro documento sonoro y espiritual, sobre la increíble banda sonora de King Crimson. Siendo su única cabeza, nada rotatoria, un tal Robert Fripp, que pasa de la autocrítica, al ego en un chascar de lengua. Un silencio, tan emocional, que dibuja lo instrumental de su épica historia. Aquellos ochenta en las melenas, tamoco se detienen en el Dublín, en el que Bono y The Edge, integraron las danzas, los alzamientos de bandera y riffs, sobres aquella Irlanda sacudida por Domingo Negro y, todos los escenarios que conquistaron con su viaje. Ahora, que navegan con sonrisa emotiva, una revisión en directo cercano, de aquello que parece tan lejano. Un baño de realismo, incombustible, recordando al amigo americano y entrevistador de una vida, fuera ya de pandemias, que nos pusieron con pulmonías, al cobijo de casita. Bono & The Edge: A Sort of Homecoming, al remojo sanador de Dave Letterman. En Ambas producciones propias, se incorpora la mística de un grupo, tan interesante como la historia sonora de unos tiempos.

De animado Woodstock, a Fleetwood Mac.

En el mundo del rock, todo parece evolución…

Puede ir desde la animosa banda de Desplicable Me four, al The Dirt notabilísimo de Mötley Crüe en el cine. Hasta conmemorar la emisión, ya hace bastantes años, de una preferida space-óperas de juventud, que sirve de parapeto social como ente personal, a El Fantasma del Paraíso de Brian de Palma… Una empresa que ya comentaré otro día… Lo juro y firmo, sobre contrato con mi sangre roquera.

Y sobre Willy Wonka, ¿qué…? Pues bastante, que me gustó como musical imaginativo y mágico. Enseñando que, uno tiene su corazoncito dulce y acompasado, dedicado desde pequeñísimo viendo a algunos de aquellos míticos, Fred, Gene Kelly, Hans en las Zapatillas Rojas de Michael Powell, El cómico flautista de Danny Kaye, pasando de Fabuloso Andersen o Walter Mitty, o la versión de Bola de Fuego entre Mr. Cooper y la Stanwyck, donde casi te cuelas por Virginia Mayo…  A violinistas sobre el tejado, siete novias, pintores de vagones sin nombre y las historias del West Side, por las calles de New York, New York hasta que empiece el espectáculo… Y el corazón de la música vuelva a sonar.

Por supuesto, un hueco a Gene Wilder y su sonrisa de colores y sombreros bajo sus rizos, desde jovencito… a llegar a las puertas de El Muro, la Quadrophenia del Paraíso Fantasma, y las particularidades tonales de Johnny Depp. Tantas… y seguimos aún… De moemnto no hablaré de otras, úlcerosas versiones de Púrpura.  Soy Musical.

Por eso, empecé a investigar, a indagar sobre blancas, negras, y corcheas… recordando a los que se mojaron y terminaron iluminando el camino del rock, con encendedores, entre cigarrillos celestiales… y me enviaron el recuerdo inolvidable del lema, Haz el amor y no la Guerra.

Y así, empiezo visualizando sus luchas internas, sus tensiones por el liderato, pues deseo no está reñido con personalidad. Y como considera e imagina la escritora Taylor Jenkins, ideando una formación en la que Todos amaban a Daisy Jones, and The Six, en perspectiva. Romance que además, simularía esa especie de rivalidad dentro del grupo, entre composiciones líricas y el corazón rojizo de Stevie Nicks, pues se cobija en sus actuaciones y conciertos. Esto es, una invención desigual, sobre los inicios, y algo más, maldiciones de su segunda parte, que acaba rindiéndose a relaciones y las giras exitosas, como si fueran unos  Fleetwood Mac en descomposición. Significa una retirada por miembros, ya que El Sentido de la música, es el de las vidas de sus componentes.

Cada quién, con una especial intervención medida en flashbacks y opinada de agradables recuerdos y sinsabores. Chascarrillos que le otorgan ritmo divertido, y poco más a la serie de Amazon Studios. Si bien  esas primeras huellas son estupendas, a través de unos personajes atractivos, en lo espiritual y lo estético, a medida que se acaba su viaje iniciático, al compás de los 70 hacia California desde su natal Pittsburgh, se bloquea en el tono.  Ejerciendo la paternidad, responsable, se pasa a la de una amiga, una esposa embarazada y resignada, y un productor… con vistas al final. Qué sacude, pero ya poco y a destiempo.

Todo empieza a torcerse bastante, cuando existe la separación y aparece un romance que no interesa, en otra piel. Y luego, cuando intentas volver a conectarte a su poder esencial – dejando de lado, los motivos adictivos que son superfluos en sí -, ya no terminas de engancharte a su cabellera pelirroja. Ni a los conciertos repetitivos, en dos o tres sones… Y menos a su gran boda griego, que es un rollo y un puñetazo sin emoción.

En general, se recomienda por el aspecto y la relación entre los personajes, algunos ritmos que nos acompañan y especialmente las interpretaciones de todos ellos. A mediados de los 70, los contrapuntos fraternos entre Dunne´s, con el mayor interpretado por Sam Claflin (que fue Mycroft, un ex Peaky Blinders y estuvo por Last Night in Soho, o la serie El Conde de Montecristo), entre divinidades como Suki Waterhouse en las teclas, la fotógrafa que nos conquista el corazón en piel y algo más, de Camila Morrone, y otros duetos, desigualmente divertidos.

Su aparición es resplandeciente como un reflejo rojizo… es la última incorporación. Ella, la causante del cambio tonal, lírico y metafórico, que da a las composiciones y las interpretaciones del éxito del grupo. Que es efímero a veces, como la personalidad…. durante seis primeros capítulos es absorbente y estratosférico, muy humano a la vez, tal que una experiencia entre ácido y pasión, por los pañales… No, no hablo de Trainspotting del musical Danny Boyle (Yesterday, Pistol, ¿o, Sí…?

Y en la fecha señalada, en lque nos vemos enmascarados por Halloween y las ausencias, recordamos a Coco y claro, cómo no, una Pesadilla antes de Navidad… la vemos sobresalir, y después saturar en rojo adictivo de Stevie Nicks, a la californiana Riley Keough,  ex de The Runaways y la guitarra mediática de Fury Road. Ahora, que mira al surrealismo con Jesse Eisenberg en Sundances con Sasquatch Sunset… También Señalar al mismo director británico Mr. Danny de lo transgresor y traumático, que reúne a Jodie Comer, Aaron Taylor-Johnson y Ralph Fiennes, en trilogía que dura alrededor de 28 Years Later. Evidentemente junto a otro imaginativo, guión de Alex Garland creador de notables pesadillas Ex Machina y Aniquilación. ¡Booo!

Antes de caer el telón y apagar los equipos por hoy, decir Miss Niks fue telonera de Hendriz y Joplin con un grupo llamado Fritz, y cumple como las radiografías anteriores, sobre diferentes épocas musicales y sus protagonistas. En un armónica… rivalidad emocional. Diálogos apasionados, diferentes sentidos de la vida, perspectivas temporales, entretenidas y lúdicas, también tergiversadas, tal vez en realidad. Más allá de la consabida búsqueda de respuestas, sobre la identidad personal y pogresión del hombre, o la mujer… recrea una concepción metafísica del ser. O no ser…

Y dramáticamente… hemos topado y vamos a terminar, con una interesante etapa, cercana en lo emotivo y complejo retrato, alejado de lo identificativo, en uno mismo. O no… sobre localizaciones atmosféricas y estados políticos - que desconozco en detalle -,  y que experimentó un Hombre… Místico a su manera… y la que lo veían los demás. Con un movimiento particular, su movimiento, sin resentimiento… el que todos respetaron y conocen - hasta que, la fiesta termine y los políticos se vayan al carajo con sus rencores…-; y sólo quede la figura inimitable, su pelo, la voz del cantante, compositor conocido como Marley, Bob… y su magnífica banda The Wailers. Amigo, el amor... y el p... júrgol.

En definitiva, todos son ejemplos de episodios autobiográficos, realistas con notas ficticias, narraciones vitales u opinables paralelas. Algunos veraces y otros experimentales, anárquicos o devotos, que divagan en el recuerdo, ya que forman parte, de lo que fuimos, oímos y somos… nos. Sentir como seres rítmicos de Palabra, Composición… y Son.

Y que muchos compartieron con Jim Henson, a lágrima viva, rememorando una vida mágica y apasionante, entre imágenes, trapos más que vivientes… un sentido de la misma. La pasión… o la Música. Siempre es emocionante, que no fácil… siendo verde… y cuando se llega hacia el fin, ni Fran Sinatra.





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