La enseñanza inicial en la Antigua
Grecia se formulaba en base al espíritu, pero informal en mitología que durante
ese periodo tenía algo de épica y bastante de mística.
Esto ocurría durante los primeros años de los alumnos en su formación clásica y después se
completaba con ciertos conocimientos más dedicados, tanto a nivel físico como
intelectual. Muchas veces,orientados a la defensa, o la victoria en la guerra...
El saber por la educación, ampliaría
a una Nueva Superior en s. V a.C., a través de la llegada del pensamiento
sofista y demás teorías socráticas, con una visión más filosófica. También con
el cultivo de materias esenciales que ponían el foco sobre la verdad del nomos
(hombre) interactuando en polis (sociedad) que desembocaría en la democracia
ateniense planteada por Platón en República y virtudes éticas de Aristóteles
respecto a ciencia o metafísica. Lo que explica el propio ser “lo que es”.
Alrededor de esas grandes preguntas
que tratarían de conocer nuestro universo, mediante silogismos o la argumentación
categórica, el hombre siempre tuvo inquietud necesaria en la salud, con métodos
de deducción y la experiencia, que estarían garantizadas con el control ético o
deontológico, según la ley. Así, el valor de la moralidad se ha extraviado con odio, presente en los gobernantes -de carrera política básicamente -, o profesionales del Derecho Penal que participan
de la extorsión o la corrupción de esa política tendenciosa, que ha llegado hasta nuestros
días en muchos países… El todo mafioso.
Pero, mirando a mi interés
vocacional, me dejo seducir por un excéntrico caso televisivo, tratando de
juzgar hechos criminales socialmente incómodos; mas por otro lado, midiendo
aquella misma moralidad de la antigüedad expresada en términos de modernidad,
que la crítica dickensiana de una sociedad que intentaba salir delo oscurantismo
medieval, migraba a la incipiente repoblación masiva de las ciudades desde la
comunidad rural. La razón era la economía, los avances sociales y el trabajo,
que establecerán los términos del desarrollo condensado hacia una próxima
revolución industrial… Pero, ¿de qué estoy hablando…?
Por supuesto, de una serie que dirige
los pasos a esos mismos descubrimientos y por otro lado, otra sobre los excesos
obsesivos y producida por Netflix. Es una pequeña condensación de matices relacionados
en ambos mundos académicos, la justicia, y la que mezcla la lucha contra la
enfermedad o el hambre -, preparando ese camino abierto de la ciencia médica,
sobre la ficción de una sociedad australiana de mediados del siglo XIX, con un
condenado contexto sanguinolento para Disney +.
Se presume… Inocente.
Es la obsesión desde diferentes
aspectos muy complejos, que reflejó Hollywood en ocasiones sentidas
emocionalmente… Quién no recuerda el contexto y la enseñanza de Gregory Peck
como el defensor racial Atticus Finch de la versión de la novela Matar a un Ruiseñor de Harper Lee y dirigida
por Robert Mulligan; o dentro de un contexto más actual, si cabe, donde los
jóvenes irracionales dirigidos con el odio al diferente, se superponen con el
tiempo o el miedo a ser considerados como débiles. Y entonces, se cometen actos
con una consecución de consecuencias fatales para todos… para ellos mismo en
primer lugar, para sus familias, para la sociedad y sus leyes… y por supuesto,
para las víctimas. No valen nada, prácticamente, es un hecho contrastado en la
actualidad.
Los Jóvenes Salvajes, serán acusados
y llevados a juicio ante un ayudante del fiscal de distrito, en otra magistral
interpretación de lo justo y lo delicado, por parte de Burt Lancaster. Dirigida
por un autor a reivindicar como John Frankenheimer, otorga al filme múltiples
matices que, irán desde la obscuridad para ganarse el sustento diario, hasta
esos delincuentes estigmatizados por una condena cultural. Sería pertenecer a
una inmigración que no se integra (ítalo-americanos y puertorriqueños) en una
época sin posibilidades de futuro, y se condenan al primer más horrendo. El
vencedor es el débil, el más fuerte en emociones contradictorias, en este caso…
como una empuñadura, en sentido dirigido a la culpa.
En el presente, un instante, y algo
explota en el interior. El objeto se convierte en una bomba de destrucción
masiva, que se podría llevar por delante, una amistad, una carrera profesional,
la mente o un corazón partido por la mitad, la “sana rivalidad”, un secreto, el
respeto de un hijo, la vida de otro futuro… una familia… y varios amores en
todos los sentidos.
Más, por encima de todas las cosas
importantes, exigencias y vanidades, lo más débil hoy en día… la verdad. Y eso
que tenemos en el papel protagonista, a un actor convincente en dichos
términos, como Jake Gyllenhall… eso sí, en lucha con otro Peter Sarsgaard, que
ya se las tuvo tiesas en términos judiciales en la memorable serie titulada
Dopesick, con la condena a otro tipo de obsesiones de laboratorio, no recomendadas
para todos los públicos… Sea, con o sin seguro.
Es Presunto Inocente, creada por
David E. Kelley experimentado en comportamientos emocionales, ya con Big Little
Lies, otra fallida adicción sobre los Nine Perfect Strangers y la esencial
investigación de Love & Death, se emparenta lo extraordinario con la
realidad más mediática. Todo se pone en tela de juicio, dentro de un sistema
corrompido en todos sus términos y banquillos podridos, y todas las historias
se emborronan con la sangre. Ay, así la pasión, es roja como el dichoso fluido…
Elemental, que definiría el mismo Sherlock.
Evidentemente, la frustración y la
venganza, lleva a la sucesión de sesgos continuados en opiniones, dejando lo
profesional a parte… lo justo… y entonces, afloran las excentricidades, los
cambios de humor o de ser, los vicios y el odio, que tiene como diana de los
argumentos, a la falta de escrúpulos basado en la falsedad. Tanto ética como
testimonial, que es donde radica esa victoria final de la mentira por encima de
todo… Es el otro extremo de la empuñadura, al derecho.
Lo beneficios, será que va a ocasionar
un profundo discurso interno del espectador, excepto quiénes estén
acostumbrados a ella… por ejemplo, los gobernantes.
La salud mental. Y la otra…
Ejemplos que cuestionan unos hechos,
dentro y fuera de la sala penal, hacia a un lío de pruebas testimoniales,
confusas, u otras corroboradas en registros más que palpables. Pero
diferenciales, ante la acusación de un miembro principal de la Fiscalía general
que debería ser ejemplar – y tal vez no lo sea… como otros -, sin mirar a nadie
ni lugar.
Obligado a defenderse por un crimen
espantoso y metódico, quizá no tan frío como se suponía en cálculos agonizantes,
y que amenaza con transformarse en un estallido emocional, que contagie todo a
su alrededor. Si bien, ese matiz característico que posee en su rostro Mr. Jake
– rechazado por el Mal, por no haber roto un plato -, sería el efecto final en
el lecho de cualquier familia. Y eso que ya se las ha visto tiesas, siendo
Culpable o Enemy, en extrañas circunstancias. Sin embargo, no sé, no acabamos
de creernos, ni sentenciamos culpable, esa vena de carácter… Maligno.
Presumed Innocent, trastorna la salud
psicológica con un zarandeo lógico, que se convierte en ilógica calculada por
los guionistas y las vistas, enrevesadas como un dolor de muelas sin
analgésico… o una intervención a corazón abierto sin drogas legales contra el
dolor. Porque los efectos son ingobernables, tanto como indemostrables, como los
caminos de los personajes, condenados al cambio de los tiempos. Una situación
donde cualquiera puede parecer un hijo de p… un traicionero, con intereses,
insondables ante familia o Dios. Inconfesables por tanto.
Claro, existe el ánimo de venganza,
como existían el odio, comprobado en el sonido de ruiseñores u otro animales
asilvestrados... Que, convierte la educación elevada, en una especie de jungla,
enmarañada por la revancha, los celos, para nada silenciosa… Ya que todo el
mundo escucha, oye palabras e insultos, para establecer desde los cimientos
educativos, un ring con dos púgiles.
Este es el último lance, golpe, ¡y
vas sometido hasta las trancas! Lo sabes, pero no te das por vencido, porque en
tu interior algo se remueve, aunque la sangre inunde tus párpados casi cegados,
por el amor del pasado y que dicta en tu contra, por la obsesión… Tu corazón es
un solitario, porque es un eco aprisionado tras un muro reconstruido y obtuso,
una tapadera para un corazón delatado… dilatado en exceso por el ruido surgido
en todas direcciones.
Y ahí reside, el precio a pagar por
ello, en el silencio. Una declaración, aquí te pillo, aquí te mato… te meto,
calla… Y el mundo, tu mundo, se tambalea, desciende como una espiral, que no se
detiene y todo lo traga, y te vomita como un deshecho, mareado. Nunca desubicado
porque eres un profesional, un experto en todos los pecados posibles de este
mundo… Sí, sos vos, ese corazón, delatado.
Si quisieras llegar hasta el fondo,
tendrás que conocerlo… ¡el miedo! Miedo a perderlo todo, a ser señalado para
siempre… inocente, víctima, sentenciada a la publicidad extrema de los medios.
Ganador, vencido… No lo vas a cambiar, son las reglas dentro del abismo. Y la
transformación, es la evidencia, de que ya todo sobrepasa lo profesional… No lo
remueves demasiado, porque, las cosas, al final, huelen… ¡Y duelen!
Y en la otra sala, comienza otra
sesión, una operación sobre la raíz epidérmica de la enseñanza, que dividió los
dos conceptos y que significó la historia, porque la mentalidad también lo es
todo, mientras las neuronas del dolor y la memoria, controlan los hechos. Corta
por lo sano al crimen, la violencia… o no, depende de dónde provengas… Tu
Familia lo es… casi todo. ¿Lo oyes… tic, tac?
The Artful Dodger…
Ahí estás, ahora esquivando el dolor,
otro… como te escabulliste de la hambruna callejera del pasado, entre los Sawyer, Twist
o David Copperfield… Ahora eres ya conocido como Arful Dodger, Mr. Jack.
Joven interesante en su condición de
vagabundo, pero algo manipulado por su educación, estereotipado en concreción
de un organismo engañoso. Es la del joven cirujano hecho a sí mismo, que
construye un avispado actor llamado Thomas Brodie-Sangster, sobre el epílogo de
la novela de Charles Dickens, Oliver Twist – que además, ya tuvo su serie en
Nueva Gales del Sur -, e intérprete juvenil que ya se las tuvo tiesas con un
aspecto primerizo de Hitler en The Rise of Evil, niño visionario en Juego de
Tronos, o del mismo temple de Sir Paul MacCartney… Música, variada, para los
sentidos… a través de la experiencia.
Si bien todos le recordamos, como
maestro ecléctico, excéntrico y hedonista, de compañero de Gámbito de Dama, ya
bastante más definido sexualmente. Es definitivamente su obra maestra y
reconocida por la crítica, pues significaba mover fichas mayores junto a Anya
Taylor-Joy. Por otro lado, hija prodigio en los próximos capítulos de la saga
Dune del novelista Frank Herbert y revisionada por el director Denis Villeneuve,
de la que se avecina tempestad en serie. Otro inciso - aunque nada tiene que
ver con ciencia médica por ahora -, es el más espiritual próximo trabajo de
Scott Derrickson (Black Phone, Snowpiercer), en el vértice de un trío pasional
con Miles Teller y Sigourney Weaver… y a
lo mejor, a una llamada inesperada con Black Phone – sería una segunda parte
con el mismo Ethan Hawke… Parece que no -, error comunicando…. Pero, ¡menudo
tono marcaría con la Joy!
La serie sobre titulada al español
como El Maestro de la Evasión, en trucos y tratos furtivos, comienza con una
bella que se conoció por la fábrica de voces de Disney, Maia Mitchell; y la
sangre extendida, sobre la piel de un depredador de la interpretación conocido
como David Thewlis, por sus caracteres sin par. Hombre de las mil caras,
cordero con piel de cazador, desde Harry Potter – d.e.p. la excepcional Maggie
Smith en este orden -, y se formó como fotógrafo del demonio, en versión de un
Damien que no fue memorable en esencia. Como recordamos al extraordinario
ejemplar maligno de The Sandman o esa tercera experiencia metafísica de Fargo.
Para rememoración del espanto,
señalar un nuevo retropic de The Omen que nos remarcó Richard Donner tras la
cámara con su genio y ese velocípedo de tres ruedas, empujando a los terribles
accidentes del fotógrafo interpretado por David Warner y las recaídas malignas de
Lee Remick y Gregory Peck, dos monstruos en escena… Aquí llamada Primera
Profecía en severa venganza con el pasado, sirve de extravagancia
reivindicativa imperdonable, sobre un mundo en confrontación creciente. Vamos,
¡qué no se la cree ni el Papa actual, y ya es decir! Aunque cuenta con Bill
Nighy, Ralph Ineson sirviente del nuevo Nosferatu o Nell Tiger Free, fue princesa
Myrcella Baratheon en Juego de Tronos y sufridora en Settlers, junto a Sofia
Boutella.
Y enlazando con pinzas, un elemento
con otro. Sofia es prota de las fallidas guerras espaciales de Rebel Moon, un
episodio de El Gabinete de Guillermo del Toro y esta cosa, entre cómica e
irritante, en la que se convierte la historia de espionaje de ensoñación de
Argylle. Una comedia suave para alter egos del espionaje, trío exclusivo de
Bryce Dallas Howard con la reunión de Henry Cavill y John Cena del que
esperamos su Peacemaker 2. Sin embargo, una cuarta puntada está algo deshilachada,
perdida con un Sam Rockwell de vertiginoso luchador… en fin… que necesitamos un
nuevo camino, ¡urgente! ¡Sudor, bisturí!
Pero volvamos al tajo… Bueno, la
herida, que es lo mismo de antes, pero con drogas en la sangre para no
desmayarse… En este ring de vanidades, sobre dos esquinas, Gyllenhaal el
taimado, púgil de la observancia y el momento… y en el otro rincón, el
antagonista Sarsgaard, mano y mente de sangre con Maggie, que promete no
lamerse cicatrices a lo gato, no madrileño. Ni hacerse el sueco, pues son otra
familia. Ahora que la sangre salpica por doquier, y los ojos se van cerrando,
cegados por ella, cuando su corazón delator, ya no late… te retuerces en el banco, en puntillas de los
acusados y miras… no presientes. Aparecen… Fantasmas nocturnos que te condenan…
Venga, ¿otra puñetera pesadillaaah…? No, no, será mr. Scrooge, sin edades ni
sexos. Riiiing, riiiiing! A tomar por saco, soldadito de plomo…
Manos al bisturí… o la carta.
La explicación creada por James
Mcnamara, suena a la estructura del último Sherlock, hasta la batuta que lleva
Antony Partos es imitación. Que hizo aquella banda para la película australiana
Animal Kingdom, la original y esa curiosidad médica de I Am Mother, para
repasar los escarceos de la otra banda del Twist y los golpecitos rítmicos de
sus colegas huérfanos. Mr. Dickens no vio esta transición especializada, si
bien ¡con dedos ágiles se va a por todo! Sea un collar de rubíes, escalera de color
o un, secreto guardado del corazón.
De repente, que fue el ayer
histórico, marchamos a una colonia emergente entre malhechores, evitando males,
que supuraban en las cicatrices de la construcción del continente austral. No
cerradas por completo, por la colonización británica. En busca de una solución,
nos encamina a aquellos investigadores de fallo y error, que no estuvieron en
la colonia, ya que la verdadera ciencia médica, que significó la transformación
de nuestro futuro, o el que venga… estaba a unos miles de kilómetros. Es un
intento de erradicación, contra los males del ayer.
Más que una apuesta, propuesta de una
partida de póker… con dios o el diablo… cuyo vencedor es… el amor, for ever… y
no los gobernantes. Si salimos de esta prisión, corazón vividor y a otra
historia... Del sajón a lo sajado. ¡Silencio! Las manos no tiemblan, si saben
leer la verdad de su mirada. Cuando abras los ojos y pase el dolor, veremos si
el proceso científico fue acorde, con su historia. Tan grandiosa como una
novela de Mr. Dickens… y es verdad, se aproxima, porque es un verso libre sobre
el escenario del tiempo y la ficción. Un libro de la académica forense y vital,
que va más allá de la experiencia, basado en resultados exitosos del
conocimiento quirúrgico y fueron reales como su brillo al renacer tras el ocaso.
Una novia de Frankenstein, en las
costuras ocultas, pero versada en los esquemas de estudio, aunque sea a
retales, marcaron el inicio del doctor y su amante, como exquisito cirujano en
pelea con un ladronzuelo de poca monta, y la pasión en un abrir de sus ojos y cerrar,
con dedos hábiles. Y si bien, esto no es el viejo Londres, ni sus humedades,
porque allí existía otro Jack más fino... Con su tío en el maletín, como artilugio
para conseguir la excelencia del corte… y no perderla por el camino… la
excelencia. Se vuelve mano derecha, por descontado. Entre monstruos
perseguidores, como aquel Frankenstein de la Mary Shelley. La escritora soñaba
con relámpagos eléctricos, vidas cortadas y descubrimientos contemporáneos de
la medicina – donde rayos fundían almas
y pagaban a asaltantes de tumbas de ilegales – recordando al Ladrón de
Cadáveres de Robert Wise y otros ulteriores. Hasta transformarlos en ciencia,
sin evitar esas historias de terror para no dormir, con dolores internos… pústulas
o laceraciones, incluidas.
Se ha guiado a ese muchacho, de justiciero
social incomprendido hacia el humor negro, mientras transcurrían unos 20 años
de diferencia en la publicación de ambos libros donde se instalaban los resortes
primerizos de la ciencia ficción. Y un nuevo orden de los inadaptados, ahora…
Vemos esta categoría basada en los avances sanitarios, a un salto de chispa de
la vida eterna, pero con los ojos de un Pícaro – que de Tormes salieron sus
ejemplares -, mirando a la muerte y venciola… no, violola. Pues entre sus
ovarios, descubre los desvaríos de la sociedad abandonada por gobernantes,
aprovechada por el joven Oliver – otro antiguo dedicado a la penosa labor de
desenterrar cadáveres -, hasta llegar a forrarse… Amigo de lo ajeno, rebelde, contrario
a la anatomía o la cirugía sanadora. ¡All-in, dos ases enfrentados!
Sin duda el dinero importaba, ¡sí
claro como ahora! Los cirujanos no estaban pagados bien en cambio, sin el ánimo
de pacientes que no creían en su sanación… era obvio, morían en sus garras. A
veces algunos no eran sanitarios, eran carniceros humanos… Mientras las hijas
de los gobernantes, lanzadores de cuchillos por doquier, querían dejar el circo y ser profesionales
capacitadas. Por encima del filo asesino de su estirpe o una herencia social,
que discutía la igualdad… Y el éter ya no era en esencia, inmaterial, pues
generaba otros estados de conciencia. Bichos, los microbios aún poco vistos u
oídos, ya se podían controlar con ácidos rebajados del alcohol, no el de leyes
secas… ¡realidades a tragos de la América!
Cruzando el océano, de extremos, pasando por Massachussets y
Boston, los científicos estudiosos, médicos verdaderos, empezaron a hacer sus
pinitos contra el dolor y el deceso no necesario. Apagaron gritos salvajes en extracciones de dentistas y zurcieron cuerpos
vendidos, para extirpar soluciones de ellos. Establecieron avances
torrenciales, que cortaban sangrías del pasado, hasta trepanaciones a atmósfera
menos cero, consiguieron con los pies en tierra de faraones y los virus en el
otro mundo. Llegado y mediado el siglo XIX, esto marcaría el rumbo del
investigador Humphry Davy en Cornualles,
siguiendo el supuesto experimento piramidal, para establecer la electroquímica
que alimentaría el instrumental del futuro, según Volta y Faraday… ¡qué guay!
Risas…
Por no hablar de técnicas con óxido
nitroso que las borraban y cambiaban el contexto cómico, pero sangrante, hasta
perpetrar esperanzas en quirófanos actualizados. O en la dirección a la
intervención del primer tumor de cuello extirpado con éxito, en un centro que se
rebautizaría como Ether Dome - debido al uso de este producto químico-, y lo
convirtió en referente y museo del tiempo del, no dolor. Del, no muerto, por
fin. Así como otro ejemplo del Prometeo, echó un guante a la historia forense,
el doctor Pasteur con mentes desinfectados y sus ojos al microscopio sobre
el mal, indicaría que se podía sanar, limpiando aquellos malditos batallones,
de gérmenes los llamaron… que no jemeres. Y tal vez pacientes tendrían una
esperanza con ellos domados, libres de su amotinamiento o multiplicación.
Entre médicos y cirujanos, ellas, las
que empezarían a estudiar en libertad y convertirse en académicas de hoy, consolidan
los títulos universitarios, con una superioridad numérica sobre aquellos. Pues los
hombres, ya no son tan estudiosos ni envidiables, solo hijos de… uno hombres.
Y ella… la Muerte… se empezó a sentir
controlada. Los ausentes se despertaban con hambre, que era lo más normal tras
el suplicio de sus cabezas y órganos, en aquellos aciagos tiempos también de
escasez de todo. Más, los elementos de desecho que se pudrían y supuraban en el
exterior, como la misma hez, empezaban a sentirse como una reliquia de otros
espacios no higiénicos. Eso olía revolución mecánica inmediata que esperaba a
la vuelta de la esquina, no del hurto o el robo inconfeso, sino de cemento para
caries, intervenciones divinas y próximas prótesis para organismos de tullidos
o accidentados, y alguna camisa agujereada por la descomprensión odiosa.
Todo daño o dolor, tiene graves
efectos… pero igualmente, esperanzadoras consecuencias, si hay manos que los
saben tratar. Ya sabes… ¡estudia, qué dirían Aristóteles o Platón! Y sino,
aprende de la historia por lo menos.
Cuando menos te lo esperas…
Una mano sale de las sombras, y te
sacude con el atizador… O remueve los rescoldos de nuestra vida, dejándola
hecha trizas osando tocar la fibra emocional. El saldo es que las cabezas pueden
quedar heridas sin solución, con el corazón partío… que diría un faraón con él,
en el canopo.
Sin embargo, aunque estos últimos
casos no sean extraordinarios, se ven acompañados de imágenes interesantes como
un jeroglífico del tiempo, una máquina de muerte y resurrección. Con
intérpretes que demuestran su buen hacer y narraciones conviviendo
adecuadamente con la historia, indicando a la extraña realidad que vivimos. Y
por descontado, no es misión en este espacio, tampoco voy a desentrañar su
resolución, que para eso están los destripaterrones del bisturí… ¡Pssst, vamos
dejarlo ahí! Sin desvelo… porque si no, ¿cuál sería el propósito del arte y de
un guión…?
Evidente, ¡sorpresa! Lo que si
hacemos es llamar la atención, sobre otros casos contemporáneos, o no, a los
que mi vista ha llegado con ella, y dicto una sentencia por derecho literario,
inequívocamente positiva.
Si hablamos de Maestro… en términos
adecuados, la película dirigida e interpretado en forma disuasoria por Bradley
Cooper, señala la vida privada del compositor de la banda sonora de West Side
Story, Leonard Berstein. Transitando la contradictoria vía, de secretos
inconfesables, que no cantaba entre bambalinas y dotes de mando en alcobas. Es
decir, obsesiones, excesos y su propio ser, dedicado al engaño sobre la
sanación en familia. Hasta que un día, llega… Es otro magnífico ejemplo de disociación
artística-profesional, a través del estrés postemocional, que puede hacer rodar
alguna lagrimilla. Y salir vitoreado tras la intervención, que sentiría María
tras el filo de la navaja… y el viento, no sé.
La historia al Derecho,
cinematográfico.
Con secretos inconfesables hemos
topado, cuando me dispongo a vislumbrar un caso desconocido por la mayoría, en
la década de los setenta… Seguramente porque su etimología representativa está
arraigada al hecho político, y no llegó a oídos. Siendo para mí, lo más
interesante, las posiciones sociales respecto a esos crímenes o las actuaciones
legales de policía y jueces, chocando con las libertades en el estrado. Con la
defensa de las ideologías más revolucionarias, vitoreando y protestando,
elevando su voz, porque más que ilustrativo, es ver cómo se desarrolla un
juicio abierto en canal, con aquel público dentro de aquellos tribunales franceses,
y la confrontación de diferentes puntos de vista, matizados en raíces étnicas,
en desbanda general… que nos resquebrajan el ser, hasta nuestros días.
Curiosamente, uno de sus
protagonistas esenciales con toga gala, es el también director Arthur Harari,
guionista conjunto con esposa, Justine
Triet que sería justa acaparadora de
premios – cómo ya sentenciamos aquí -, por la Anatomía de una Caída. Hay casos
en que el secreto profesional, no está asegurado y otros son puro mecanismo
existencial. Cuando perjura una mente criminal, que exige con la fuerza… y vaya
si callas, ¡mira que hubo magistrados silenciados en la historia!, que el poder,
el ruido del dinero, puede mover esos resortes invisibles… hasta hacerlos
saltar por los aires. La sangre de pingüinos está congelada en retratos
cuadriculados... Veremos… Yo, mejor me
trago la lengua, que diría un testigo presencial con un horrible y despiadado jóker
en la manga… volveremos la próxima semana, cuando la sierra se detenga y el héroe rescate a la dama es apuros... o la heroína.
En fin, no está el horno para bollos,
y el bueno del tío Alfred era un ejemplo narrativo de crear suspense, todo lo
contaba… hasta cierto punto, que para eso era el maestro del ídem. Con las
escaleras hemos dao… y tú, ni te has enterao… ¡Gañán qué eres un gañán…!
Y en los mismos términos, descubro
que el gran Akira Kurosawa, seguía parecidas reglas en el policiaco social. Ya
que visionando uno de sus filmes - faltaba en la memoria cinéfila de su
colección increíble - cuyo título significa Los Canallas Duermen en Paz, pues quedas
boquiabierto. Gracias a su depurada técnica para mantener las bocas cerradas,
desarrollar la trama y darnos, un golpe final que no te esperabas, ni harto de
barbitúricos. Ea, maestros del Séptimo… Encima con el genio Toshirö Mifune
haciendo de Hamlet en gabán claro, y oscuro, de mente vengativa, junto a Chishü
Ryü - a ver quién le saca de Cuentos de Tokyo -, o Takashi Shimura, qué pertenece
al maestro japonés, lo mismo, a ver quién le baja del columpio de Vivir o
Ikiru. Eso sí que era defensa social… y no lo interesado de ahora.
Manipulado, orientado, al crimen… con
heridas pretéritas, dolor, puntadas al dente, drogas, estereotipos, pasiones,
amores… silencios, omertá. Es banda sonora de esos caos más sonados. En juicios
caóticos… Y, la familia ¿qué tal…? Pues no muy bien, y gracias. Cómo cantaría
el otro… Cada loco con su temaaaa, cooontra gustos no hay disputas… Cada uno es
como es, cada quién es cada cuál… y baja las escaleras, como quieeere… Bom,
bom, catacrock, crash… Hala, si es que van como locos…
Para falsedades documentadas, con
opiniones sesgadas, es preferible siempre escuchar la versión de los
damnificados en esos casos, sea en la música con la verdad de los excesos de un
contrato firmado con sangre por los Milli Vanilli, que me pillaban un poco
rockero, yeaaah! O contando sus vidas hegemónicas, calificadas por todas las
miradas y metomentodos, por la misma intérprete de sus deseos, miedos y sueños…
con el magnífico documento sonoro de Elizabeth Taylor, y sus Cintas Perdidas…
Para el caso, mejor que las especulaciones históricas de otros, que ni pasaban
por allí, ni conocieron a Cayo Julio César, ni vivieron bajo el sincero
tormento de Marco Antonio, de un Barton sacado del estiércol. Literalmente…
Para que lo sepan, Miss Taylor se
salvó de los acontecimientos criminales de la secta del Manson. Así, son los
estudios… que te pones a ello toda la vida, se te enredan algunos números, y al
final acabas, con una magnífica y necesaria… Cadena Perpetua. Hasta nuevo
juicio, cinéfilos…