Un universo multigeneracional, cambiaría con la visión de un visionario Stanley Kubrick en 1968. Junto a la ayuda del escritor científico Arthur C. Clarke adaptando su obra El Centinela, creó una relación conceptual, más allá de la inteligencia entre el hombre y la máquina. Que conviven, pero se vigilarían... en la Tierra como en el cielo.
Centinela puede ser alguien solitario, que desde un puesto prominente o las alturas, controla o vigila el horizonte físico o virtual (qué es la moda), bien sea armado militarmente o no. Simplemente espiando, que es más tradicional en las revoluciones.
Aquella odisea cinematográfica, tan artificialmente inteligente como cercana es la voz, quedó ya muy atrás, como un disco rallado para la pasta... Los hombres y mujeres, en guerra estratégica a la expectativa del futuro, están siempre alerta. Juntos, pero no revueltos.
En el pasado reciente, entregados a la sinrazón de una guerra cultural, después de que un Imperio se hiciera mayor, una nave Razorcreste quedó destrozada en un aterrizaje, o planeta-zaje, como se diga. Debido a las graves desavenencias entre la población o esas pequeñas dificultades de la convivencia espacial.
Así, creció la filosofía mandaloriana en la televisión, cuando su piloto hallaría al personaje más achuchable del 2019, comedor de ranas y otras exquisiteces de charca, y el ser más añorado gracias a la memoria de Yoda, general entre los jedis.
Esta historia se relata antes de que despertase a su longeva vida, con aquel gran episodio V, El Imperio Contraataca, del que recordamos varios héroes perdidos y dirigido por un Irvin Kershner casi indetectable en Hollywood. Entre ellos, princesas, profesionales y monstruos.
Recordar que Frank Oz fue su voz, el de los Muppets y sus mensajes educativos, como Cristal Oscuro y La Tienda de los Horrores, que a su vez, también dirigiera Roger Corman en 1960 con una de las primeras interpretaciones "serias" del gran Jack Nicholson. Me pinchas y no sangro, soy un robot. Hey, Seimour, give me blood!
Bueno eso era otra historia, más melodiosa... A parte de la gran música imperecedera de John Williams en la saga y la incursión sonora de esta serie y próximas, con el compositor de ritmos étnicos, el sueco Ludwig Göransson. Ganador de un Oscar por la banda sonora de Black Panther, ese es su camino a la oda tribal.
Esta es una pequeña intrahistoria que establece los hechos desérticos de El Libro de Boba Fett, otro de los herederos desaparecidos por entonces, reintroducido de la salmuera por el actor neozelandés con sangre maorí, Temuera Morrison. La mente y los bolsillos de Dave Filoni, Kathleen Kennedy, Jon Favreau, y algo más, por ejemplo el ojo, de Robert Rodríguez.
El Gran Trono.
O el que se fue a Sevilla, perdió su silla... pues lo mismo. Siempre hay un roto para un descosido, y si es en el espacio más... pues, acaso, ¿no existe el lado oscuro...? ¿...y los agujeros blancos?
Joda, lo tenía claro, era meridiano o miriclodiano más bien.
Este tipo deslenguado, o con lengua de trapo si hubiera estado en manos de Mr. Henson, era como un centinela de la Fuerza mental que sobrevuela en todo el universo. Vamos polvo de estrellas, pero sin dominar una procedencia lingüística determinada... Una especie de mago, que termina convertido en cabeza agrietada de los increíbles Jedis en la República Galáctica.
Así se ha ido perpetrando la resistencia, completada entre la Guerras Clon, hasta la gran Guerra Civil, esas que siempre acaban con una Gran Purga, o de los Jedis en retirada. Para quedar sepultado en los pantanos de Dagobah con su pellejo impenetrable y sus palabras entrevaradas.
Van 23 + 22 años de esta filosofía aventurera y bélica de Star Wars, cuando en tres temporadas o algo más, tres trilogías, la creencia ha cambiado la perspectiva. Todos creen en esos seres, aunque no hallamos visto a ni uno. Porque mira que hay cámaras, y no hay manera de sacar una imagen en condiciones... ¡Qué parece que todos se estuvieran mast...! Masticando, comiendo a rienda suelta, o a mandíbula batiente de rancor, joer.
Al menos, los tenemos en la pantalla de cine, saltando a la pequeña en giro no tan trivial, más bien tribal. Aumentando la población de aquellos territorios que conocimos, cuando niños o más allá, como resultado de una masificación plasmática de la cronología y la mitología.
La fiebre, verduzca se ha disparado, estamos o no en un western... ha alcanzado lugares insospechados desde vagones de ferrocarril infectados de armas, a las oficina de Disney o la pluma de Jon Favreau diseñando su espagueti oeste, por las arenas y alrededores de Tatooine. Este es el gran trono, los recuerdos.
Pero, mirando más allá, las caras ocultas en las estrellas de aquel 1977, encontramos en un pequeño hueco de la historia, o un abismo abierto en las alturas, a ese personaje conocido como Jango Fett, que nos recuerda el poder del acero. El mismo que calza armadura, y vuela como escudero de una vida, que ahora es la esencia, la principal... Ha triunfado el esquema del estiramiento, fuera de los confines del cine, como un alter ego familiar... que nos acompañará capitularmente... como buen mandaloriano esquivo, con ese patrimonio sanguíneo y concienzudo.
El tema fordiano, o nudo marinero, sería guionizado al abordaje por Leigh Brackott (The Big Sleep, Río Bravo), ¡vaya con el camino del wester, eh! Y al lado del añorable Lawrence Kasdan que haría sus pinitos tras la cámara con Silverado, compondría la figura aventurera del magnífico Indiana Jones, con dos coj... Esto si que es un libro interminable, e inconmensurable, más que la memoria de un bantha, qué es como un elefante, pero sobre las dunas. Con ese peso y sus movimientos, parece que flotara en un mar seco.
Sólo falta Tarzán para sentarse en el trono de esta selva... espera... ahí llega Pedro Pascal andando por el horizonte de sucesos con su pasado reciente y su expresión entrecortada... ni que se hubiera criado entre monos... Bueno, al menos intentará criar a uno. El sucesor de un Gran Maestro.
Por entonces, el actor Jeremy Bullock se calzaba la coraza sentimental hasta disfrazar al primer mandalariano conocido en el universo Lucas, con la sangre pragmática de una secta, entre lo animoso del colectivo y lo belicoso. El hombre que se alistó al Imperio como cazarrecompensas de créditos y corazones metálicos, cincelados por los enanos del pretérito... hasta hoy.
Y prácticamente, sin palabras, dando circunloquios metalizados, conquistaría a los fans, haters del mundo Disney, desde su Kamino natal.
Seguidos por ambos dos, a la zaga de una trilogía, con una compañera Ming-Na Wen en tierra extraña como Fennec Shand, roboces varios que aparecen aquí y allá, un fortachón wookie Negro y numerosos exiliados políticos de varios mundos. El propio Robert de México, la danzarina Jennifer Beals, la estructura ósea de Mark Hamill o no, la de Rosario floreada, la simpática Amy Sedaris, un guía escurridizo como Danny Trejo o el jefe de la aduana, Timothy Olyphant. ¡Esta es la frontera!
Como Clint Eastwood en Gran Torino, qué no es moco de jawa, un hombre se instala en su reino particular y responde a las amenazas... qué son variadas, como las horas de un reloj. Así es como Temuera ha conquistado el terreno, ha tribalizado con la población y ha alcanzado el estrellato, recordando a otros forasteros perdidos. Más de África y sus armas, que de otra latitud más al sur de Hollywood y el Gran Cañón.
Ahora es la reconstrucción, tomando diversas alternativas con una base, el western, tras una década de silencio galáctico a pesar de que el actor, ha llegado a pertenecer al mundo Dc con un extraterrestre en Linterna Verde o figura paterna en Aquaman, papi en Moana o un soldado del nuevo Spartaco en serie. Este es su camino recortado, que buscaba un arma más larga y penetrante.
Si bien todo se extralimita en The Mandalorian, ese enorme oda al vaquero acorazado y clonado en el tiempo, que surgió del frío corazón, hacia el cariño más pequeño y silencioso, es la vida de un buscavidas al estilo de los jugadores del Viejo Oeste.
Un mercernario con escrúpulos, aspirante al trono del Clan, al calor bucal de Los babosas de Hutt antes de ser sacrificado por la República en el rancho de los Skywalker, del patriarca Obi Wan en perspectiva que viene, y sus jedis guiados por el maestro de especie desconocida, hoy un hecho. Pobres batracios... ni vivir en paz, pueden.
Ah, y un Han Solo que ya cabalgaba libremente a priori, esquivando a la princesa, o no... con su ´pistolita`encaramada en la muslera, prueba de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Qué se lo digan a Mark o el mismo Cad Bane... o esa querencia por un par de bobos, muy robots.
Está bien... no tanto, que sabían cantidad de lenguas y protocolos de comportamiento, además de activar todas los requerimientos mecánicos y visuales, con gracilidad, pues generaban sus buenos rollos como humoristas, siendo El Gordo y El Flaco. Abbott y Costello, tantos payasos...
Estamos ahora, sin alianzas galácticas de gran envergadura, salvo estrategias en pantanos del futuro próximo y contubernios en cantinas de pequeñas poblaciones o sus ayuntamientos; pero mostrando las querencias por diferentes géneros, cuadras o estancias salvajes, del desierto pálido.
Con jinetes que montan esos banthas enormes, juegan con perros de mandíbulas poderosas o ronronean con bestias inestables, a su lado. Bien lo sabe, el pequeñín... Esta gran variedad que forma parte del Universo Star Wars.
Razas y Hechos...
Los hombres son hombres, las mujeres se comportan diferente a antaño... las cosas son cosas, y los hechos son los hechos. Es fácil.
Mira que han mutado las evidencias del drama y la acción, han surgidos nuevas aventuras que son ecos, han cambiado percepciones y sensaciones personales, con los tiempos de aquel lejano estreno, mas... se comparten los lugares y las hazañas como si fuera ayer. Se siguen los personajes con el mismo cariño, se idolatran los nuevos como un malo sacado de una peli de Sergio Leone, y se descubren las numerosas razas, que pululan por sus míticos escenarios, una y otra vez, una y otra vez... hasta el infinito...
El resto son, somos, carne de cañón del láser. Hijos o padres, reyes de un época, aventureros enfermizos, malvados con un halo de poder, en que los jóvenes soñaban, se vestían o armaban, soñaron, con ser guerreros de espada en mano, piratas y vaqueros... una parte gigantesca... de una muy, muy lejana... Galaxia.
Como muchas historias de la humanidad, la verdad se escribe con hechos... bueno, y alguna que otra mentirijilla... o distorsión hacia la ficción que contempla nuestra realidad. Eso lo lleva por bandera el guionista y director, Jon Favreau que salido de Marvel, crea otro cómic de Star Wars con El Libro de Boba Fett junto a Disney, Golem Creations y Lucasfilm. Este es el nuevo camino de la historia, que empieza a planear, viento en popa a toda vela, por el oasis de la televisión y el mundo, aunque siempre estemos en el desierto de un estudio en California. La fábrica de los Sueños, la siguen llamando... y es verdad. Con menos estrellas y más plataformas... eso sí.
La tele es el otro camino... más claro que el agua en plena desertización.
Pero, como en otras batallas mitológicas, con héroes y monstruos colosales, batallas épicas, vuelos rasantes y otros viajes en el tiempo, existe un listado enorme de nombres enigmáticos con diferentes banderas o estandartes, incluso... estrellas. Todo muy a favor de marshalls, faraones sobre grandes tarimas y varitas mágicas, bueno supongo.
Todo comienza con ese hombre sentado, como Conan The Barbarian, plegado a sus pensamientos sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, llamado por la voz de sus experiencias... aunque estos sean a su vez, protagonistas en fotografías de se busca... Vivo o muerto, que cantaba un rockero norteamericano.
Si bien, poseen esa protección casi indestructible forjada en el fuego de los enanos domadores de lo ferruginoso y sus corazas, todo material debe comenzar en un despacho. Más cuando has tenido tal éxito que dices... venga carretera y manta, de bantha o pasta gansa... qué es la mejor forma de hacer el ganso de una galaxia ficticia a otra más, pragmática o efectiva...
Antes eso, que pedir ayuda psicológica para levantarse de la bancarrota actual entre coins... o pedir el efecto de una droga como en Nine Perfect Strangers... ¡Esos si que estaban chungo!
Ya sabemos todos, el reconocimiento universal de la saga Star Wars y las siguientes acciones arremolinadas en torno a Bob Iger, pero, lo que lo realmente merece ser importante es, sus personajes y lo que se dicen.
Así que, manos al láser o la espada que no es lo mismo, y rescatando una idea en el tintero del pretérito, como las escamas sepultadas en el desierto guionizado, saquemos a los héroes de un pozo... te acuerdas de esos apuros... es la esencia de las series.
Los productores asociados, con Favreau ( que parece olvidar el otro lado del espejo), y los que sienten el impulso del rodaje, como Dave Filoni y Robert Rodríguez, se pusieron a diseñar esta gran aventura, como quien pinta una acuarela con las diferentes storyboards a bordo de una nave nodriza.
El resto es, o mejor dicho, son siete capítulos de fantasía, western, bandas callejeras, repuestos de androides, razas alienígenas, top gun y ese gran amor por la candidez o la inocencia.
El diseño de producción, para qué vamos a discutir, es excelente, inconmensurable y mágico, no se puede pedir más... Por ahora...
Entre esas tribus de antaño y sus rituales, un poco atropellados, por este o aquel desierto, corren los recuerdos junto a una serie de pueblos o culturas, que fueron chocando con sus pasiones o visiones erráticas hacia las estrellas, como meoritos en la formación de las diferentes y otros que se convierten en próximas amenazas... e infinitos planetas... pasando lo poco civilizados, del bronce más endeble, al duro metal...
Hasta que algunos supervivientes, crecieron y se desarrollarían por todo el cosmos, conseguirían dominar la emisión del infalible láser de colores... indicando su procedencia en la superficie terretre... u otra cualquiera, de aquí o acuyá.
Después el silencio... tras esas guerras estruendosas (otras llegarán en el cine, entre dos capítulos)... conocerse como gatos en un callejón galáctico, plantados en la arena, tal que figuras encartuchadas frente a frente... esperando el primer respingo del otro, para endosarle una bala entre ceja y ceja.
Siempre con esa sombra de la muerte, bajo el sombrero calado.
En aquel Salvaje Oeste, no existían apenas los espejos, no coexistían pacíficamente las razas, no se perdonaba un error... menos una traición o una venganza. En la práctica como ahora o mañana. Se buscaba el trono de la montaña, golpeando hasta quedar solos, montaña a la que jugaban los niños guerreros, para establecer la condición del más fuerte, o rápido a este lado de la frontera. Es el camino a lo que tenemos... sumando el dinero para comprar un arma.
Colgados en el alambre, igual que los piratas al abordaje, mientras abajo descansaban los nombres sobre un campo minado de sus cadáveres, Billy, Frank, etc... Martínez, etc...
También existían soldados de fortuna, desafortunados con miras a la muerte, convertidos en mercenarios a sueldo, algunos libres que se fugaron de las listas de los caídos en batalla, como esos bobalicones steamtroopers que abarrotan las galerías.
Las referencias tribales pululaban por las arenas, queriendo alejarse de la cienciología y el poder creciente en grandes ciudades, pensando que un búfalo es búfalo, y un bantha es un bantha, hasta que fueran atravesados por el ferrocarril y los tiempos. Como cantaba Hilarión.
En el cielo, azul sobre amarillo, las numerosas fieras que volaban en formación de águila, buceaban en profundidades insondables cuando llegaban los colonos al borde del mar, excavaban túneles que eran trampas o carnicerías de futuras guerras, generacionales, animales, trepando o arrastrándose, buscando algo que echarse a sus diversos estómagos.. uno, dos o más... ¡gusanos!
En difinitiva, la historia tiene un lugar prominente en todas las aventuras, pasadas y futuras. Tanto navegando entre galaxias o rodando como un grano de arena, en una Dune fronteriza.
Texturas... of Wars.
En la periferia, todo se magnifica, en una inmensidad de colores o tonos, con ciudades desfiguradas en la calima o rostros que van y vienen, vienen y se revienen... Son pueblos rudimentarios, que también tenían sus bandas alternativas, chicanas u otras, que terminaron motorizándose como clones de aquellos mods de Quadrophenia, con sus alharacas plateadas y sus pegatinas en las vestimentas moteras. Pero, con menos estilo y gusto aquí, para el mío.
Postergando el formar un eslabón en la cadena de un ejército de replicantes, o algo así, condicionado por las nuevas modas galácticas. Una alianza frente a la amenaza de babosas conocidas como Los Gemelos, verdaderos cabecillas de un sindicato del crimen o Pyke, que fomenta las especias aunque acaben con varias generaciones de jóvenes tentados por la rápida evasión.
O la no victoria, que arrasaría a los psicodélicos 70 recordando el ruido de los cañones y el horror pilotando sobre la selva. Aquí la música es del genial y recordado mandaloriano Göransson y Joseph Shirley, una de las mejores cosas, componiendo el clímax de la épica galáctica y tribal, en sintetizadores y orquestas con voces rudimentarias.
En el sentido del hampa, todo jefe debe poseer sus acólitos merodeando por las esquinas, para dar los golpes necesarios para alcanzar sus pretensiones, normalmente, económicas.
Manos derechas con deformaciones particulares, tentáculos, pelos, protuberancias de todo tipo, caminares extraños, zarpas, dientes, cráneos, y otros atributos más escondidos, como las tripas de un calamar gigante enterrado en las penumbras de la superficie. Es su fauna salvaje.
Asesores con voces apaciguadoras, melosas u ofendidas, más otras estridentes tal que la manifestación de un peinado refrito, untados como cabezas de p... colas, wookies enfadados con este y otros mundos, docentes del mal contratados a nómina indefinida, hasta que la horca les ponga en su sitio o la hora les llegue por anticipado.
Pueblerinos que se esconden de las balaceras, desgraciadamente, caminantes sorprendidos por la batalla, recalentados por el Sol, igualmente que las apariciones fantasmales. Pasados que gritan venganza, antes de caer al suelo... Y alguna mano amiga, que forma el ejército antes mencionado, porque alguien debe conquistar a los 7 magníficos o grupos salvajes... bueno ahí me quedo.
Sin embargo, hay amistades que te clavan la daga en la espalda, al mínimo despiste, que se lo digan a Luke y su padre...
En cambio, un mandaloriano no. Es un hermano... ¿todos...? no.
La mejor pelea es entre ellos, a cada lado de sus fuerzas, nos recuerda a viejos tiempos. Cuando aparece en uno de los capítulos sobre la faz de Tatooine, el gesto inmodificable de la momia encolerizada, cruzado por el casco cruzado del guerrero Din Djarin, que jura y exclama que esto ha llegado demasiado lejos, como Lancaster o Douglas, Peck o Stewart. Y te vas a enterar, hermano.
Majestuoso ejemplar con su voz entre tranquilizadora, susurrante, y amenazante, como buen pistolero con espada y escondido corazón de padre, Grogu lo sabe y le dice entre ensoñaciones. This is the way!
Este cosmos recreado, es magnético, parece al bosque de Robin a veces, y otras, un encuentro con las narraciones más shakesperianas, mezcladas con John Ford... o Sergio Leone, yo qué sé... hasta a Tom Cruise en caza se parece, a veces.
El horizonte siempre es importante, porque ahí están las texturas, las figuras que sobresalen, después de los grandes vuelos y reencuentros, de las sorpresas más ´pequeñitas`, no recién nacidas pero casi... aromas de los bares añorados, las persecuciones con condiciones o matices... Los famosos, Luke es uno de los nuestros, ayer, hoy y siempre... Hasta que se apaguen las estrellas.
Ashoka es otra interpretada por una Rosario Dawson del futuro, con pelo o sin él, los gladiadores son los pretéritos herederos de él, Chewie de Negro, renacen las estrellas del sheriff del condado al borde exterior, los séquitos van creciendo, irán perteneciendo a otras historias o plataformas, saltando de los dibujos a las series como este gran Boba.
Siempre nos quedará el duelo... ahí aguantando la mirada envenenada, inyectada en mil odios y jeringas implantadas en el cerebro... el depredador y la víctima adecuada, como la chispa de un revólver. Finos de manos, delgados como sus madres, morenas, salás... El marshall y la víbora.
¿Por qué, te fuiste tan rápido, joer?
Aguanta macho, junto a la figura indomable de Anthony Quinn, salvaje de Lee Marvin, retadora de Lee van Cleff, la sequedan de Jack Palance, la sofocante profundidad azul de Henry Fonda.... la robótica de Kirk Douglas. El apocalipsis, de gris y negro. Los grandiosos malos de la película...
El 7.
Me gustan mucho, los lobos rescatando a los abandonados en su manada, con las formas de Tusken o casi turcos, en fin, tribales con sus jefes no tan sentados, sus chamanes y amuletos, confeccionados bajo la mirada de sus dioses, mientras aprenden los jóvenes de sus artes. Otros los forjan en el fuego de sus ancestros, en un espíritu milenario de la fantasía que atravesó sus montañas guiadas por enanos y los anillos mágicos.
Me molan los charlatanes, esa especia curiosa que deambula entre mundos, simpática como la conseguidora de los pit-stops al margen de la galaxia, mandando a sus ayudantes mecánicos, pertenecientes a esa raza singular sintética, reconocida por R2 y C3PO, en sus diferentes versiones temporales y estratégicas. Las sonrisas en las bocazas de los Hutt, que dovoran más que hablan... El único que gruñe más y traga inmensidades, es warm del calamar arenado, subterráneo, bajo las movedizas que crea con su pico y hambre.
Estos son los verdaderos bocachanclas, queridos, evaluados en la frontera del bien y el mal, como los rancor, que haberlos, haylos. Magnífico, elemento, de la prehistoria.
Pero... también los hay, los peros.
Me queda nombrar ese lado oculto, las sombras de la ciencia ficción, que se apodera de mí y me lleva a otros tiempos no tan magníficos. Las comparsas, ese ejército formado de tejidos que, a veces, no sé, siento algo que no termina de convencer en algunas visiones. No tan placenteras, pues caminan sin garbo, más que andan, con dificultades de un montón generado, como pesados elementos de carga digital. Conio, que esto es Star Wars y El Libro de Boba Fett... id a los gimnasios, qué parecéis unos cenutrios indecentes, con colmillos y cara de jabalí, ¡leñe ya!
La panda más animada del tugurio, tiene un poco de cabaret inmóvil, que parece de coña, la verdad, sus camarer@s no tienen mucha animación, sí colorido como su maitre... pero, poco más.
Los mafiosos del sindicato Pyke, son dignos al menos, una cosa nostra con máscaras embigotadas y gesto de pez barbudo, por el contrario, los asaltantes del desierto desalmado, se quedan en meros moteros del infierno, arrasado brillantemente, pero, vacíos como el depósito de una Harley de estraperlo.
Y los replicantes de la adaptación comiquera de Alita, por que los de Ridley Scott están a muchos años luz de ahí, son modificados para el fracaso, caricaturas con sus motos que parecen de atracción de feria o tiovivo. No, por Dio. Rock & Roll, yeah!
La última, tras imborrables inicios y ese glorioso quinto, dirigido por Bryce Dallas Howard, nos ha llegado este séptimo de Robert Rodríguez... pero hombre, ¡qué hiciste! ¿Estabas distraído o qué...? ¿o vas perdiendo facultades por el way?
Con todo el tiempo y dinero, a disposición, hombre ya.
La narración postrera es incómoda del final, asincopada, sin ritmo, parece un baile de destrucción, sin proponérselo en el marco y pulso dramático adecuado, sin épica.
A pesar de algunas brillantes digitalizaciones, es una sucesión de ocurrencias de emergencia, con desordenada emoción, como la aparición de Grogu, que siempre es un valor.
Y la acción... igual que las persecuciones sobre motos de las bandas callejeras, un verdadero desastre, sin ton ni son, ni velocidad. Salvo el momento bicho y el silencio de la bestia, con Grogu, que amansa a nuestras fieras.
Este 7, no es el camino, una pena mal digerida, un revolcón tras el brillo del desierto y el gran malvado... aunque críe malvas. Una resurrección encarnada, sería una gran cosa... Aunque sea de pirata, en este u otro Caribe, menos árido.