Un desconocido es, alguien que pasa por ahí, y no tienes porqué tener una relación con él... ni siquiera mantener una conversación. Por el contrario, un extraño puede ser alguien del que conoces algo, una manera diferente de andar, una mirada furtiva o una forma de hablar...
Así se forman las relaciones, más o menos, intensas. De un contacto extraordinario entre extraños, que consiguen adquirir un interés común. Puede que un gusto por algo o, simplemente, un baile, un beso. David E. Kelly, con poderes en Boston, conoció a Michelle Pfeiffer, de California, y con el tiempo se coordinaron (amaron), reprodujeron hasta llegar establecer un lazo mayor, para esta corporación televisiva. Creadores y productores acoplados por el corazón, junto a un socio de nombre Henry Butterworth y la actriz Melissa McCarthy. La misión es lanzar esta idea oligocéntricamente lujosa y trascendentalmente discutible, que transcurre por la serie Nine Perfect Strangers para la plataforma HULU.
No conozco en profundidad, la historia que narra la novela de la escritora australiana Liane Moriarty, por tanto, ni que fundamentos ocultos o resortes que se tocan en el cerebro del lector... pero sí, que la serie es un lugar complejo de situaciones anómalas, como amontonados en un jacuzzi de la mala baba, o no. El retiro transformador que reproduce, busca la reparación de conductas, debilidades o adicciones, en una especie de Tranquillum House de los horrores mundanos, y las desviaciones psicológicas provocadas por ese comportamiento humano.
A través del consumo de sustancias químicas, eso sí... Lo que no parece tan, especial digamos, es el resultado del tratamiento cotidiano ante la pantalla. O algunos semejantes.
Quién narices, se inventa un incendio para salvarte... quién te va a intentar ahogar con una uva en el gaznate, mientras hacías ejercicio físico que va bien con la mentalidad ideal, si estabas tumbado/a sobre un colchón inflable en una piscina... se lanza... pero si estabas lesionado. ¿Dónde vas? Si no tienes, ni afinidad. No me lo creo...
9 8 7 6 5.. Contacto.
Un cuenta atrás es una regresión, pero también una numeración que avanza... ¿hacia adónde?
No sabemos.
Al menos eso pretende la serie, llegar al fondo de la mente como aquella película, con el motor del precursor de aquella película tan absorbente que fue 50/50 y su relación convaleciente, o posteriormente partícipe en la serie Rush, de la que desconozco en este momento, sus lugares secretos.
El director Jonathan Levine, sin llegar a identificarse o coordinarse demasiado con los seres tan extraños que aparecen, se dedica a rastrear lugares oníricos, con pasta gansa de diseño. Después del amor en pareja, se rebanaría el seso para contarnos otras evoluciones amorosas y enquistadas, como zombificadas en el pensamiento, tras las Memorias de un Zombie Adolescente.
El resto es una búsqueda de calmantes del alma, chamánicos o psicotrópicos, que actualmente van destinados a intentar pasar el calvario de la creación.
De esta manera tan acomplejada y diseñada, con estas mimbres del pretérito imperfecto de la convivencia, el tiempo se ha quedado estancado y no avanza... es una especie de pérdida en el tiempo, pero, con menos gracia que el sonido de un despertador a las 6 de la mañana. Aunque la banda sonora, musicalmente tiene su impacto, que no contacto con la historia. Un salteado de obras, pensamientos y notas.
En esta ciudad misteriosa de California, tendente al sexo, bueno no tanto, el sitio porque no existe en realidad... no se han conseguido identificar las posiciones, apenas la moral. Sí, los males individuales y el cóctel colectivo de ansiolíticos.
Tampoco se ha podido, entablar la identificación o reciprocidad con esos nueve elementos, aunque los haya de todos los colores, y sexos. Cuando se conducen entre la soledad emocional, el culto al cuerpo o la salud, física y mental.
Se podría evaluar una mini-historia dentro del todo, como "Mente sana in corpore sano", pero con aditivos. Donde el puro veganismo es una opción idónea, pero si tienes dinero para comprar alimentos carísimos de producción ecologista, supuestamente más supervitaminadas que las frutas normales y con más proteínas que la leche, los huevos o la carne. Siempre han habido clases, hasta para comer.
Pero lo de cazar un venado en un jardín... ¡no sé!
Por eso, esta transformación somática, al lado de estos personajes tan especiales, acomodados o hasta adinerados por diversas razones vitales, empieza a parecer una banda anómala. Que no nos representan, sino que se presentan pintiparados para la ocasión.
O son reclutados por la rusa extravagante a más no poder, llamada Sasha, promovida por una Nicole Kidman que tiene más lugares escondidos en el alma, que un dictador de las emociones.
Bueno, redondeando la cuenta, si te atreves a consumir este producto, preelaborado, deglutido y digerido pesadamente, te irás dando cuenta...
5 4 3 2 1... Despegue, no.
La regresión, podría conducirnos a equívocos impredecibles que resultan una divagación consensuada para llamar la atención, un pataleo o rabieta, pero sin demasiado fondo.
Además, cuanto más avanza, es que parece que se va a despeñar por un acantilado de los sentimientos, sería un gozo ver como se estrella, pero no. Ahí, aguanta hasta el final. Mae mía, qué final nos espera... ¡muerte ritual o despropósito!
Ya que los problemas habituales que pueden surgir a los ciudadanos, mas, no a éstos... parecen sacados de un contubernio en Gran Hermano. Dudamos, no sabemos a ciencia cierta (que es la mejor forma del saber, la ciencia), si la alienación viene de fábrica o es consecuencia de los actos típicos dentro de la sociedad. No son tan retorcidos, pero sí, poco creíbles en estas circunstancias. Exceptos las drogas o el consumo excesivo de otras sustancias, que son más comunes de lo que nos quieren hacer creer...
Todo es una pantomima, como el derrotado y lesionado jugador de la NFL, Bobby Cannavale; la mencionada productora del producto, actriz también, Melissa McCarthy que se piensa, si seguir escribiendo tanto, como desamando en la vida. Un porcentaje homosexual, correspondiente al tiempo fílmico, en busca de la noticia o unos gramos de menos, a través de un Luke Evans poco reconocible; una youtube de poco contenido lógico como la provocativa, Samare Weaving, al lado de su millonaria pareja, trabajado de poca chispa o elocuencia, Malvin Gregg.
Esto es un buen equipo, desaprovechado, vaciado...
Para redondear la nulidad, una Regina Hall cautivada por un odio visceral, que no sabemos de dónde proviene, aunque nos lo traten de explicar, y su ojo vidrioso, que podría residir en el giallo, pero se queda en gallina clueca; y por último, la familia que se eleva unida, permanece en un giro dramático y surrealista... en parte debido a un Michael Shannon, que empieza a dudar de sí mismo... y no digiere porqué... se carcome en esta en esta situación. Digo, serie.
Definitivamente, antes de llegar, ya estamos perdidos. No siempre las producciones televisivas, te llevan al culmen de la clarividencia definitiva, en el espejo del existencialismo.
9 perfectos extraños, son así como define el último término, pero no tan ideales. Ni conductivamente, ni narrativamente... ni siquiera, emocionalmente en nuestros corazoncitos de telespectadores por capítulos.
La soledad silenciosa y emocional, es contagiosa, atraviesa la pantalla y necesitamos consumir algo, para no quedar abandonados en un rincón de la humanidad. Preferimos volar y encontrar amigos imaginarios, o algo.
Bueno, silenciosa, a veces. Por que en determinados momentos de la existencia, pueden acontecer pequeños estallidos de irascibilidad... que puede derivar en violencia... ¡Adiós televisor!
Y... Cero. ¡Crash!
La convivencia es tan, tan difícil, que puede magnificar el sentido de todo. Con efectos impredecibles en un lugar paradisíaco, que puede hacerte ver, lo que no existe ahora.
La búsqueda de la solución, tras los ceros en la cuenta de un predicador o visionario.
El cero, es el todo o la nada. El fallecimiento del hijo, antes que los padres. El conjunto vacío de las relaciones, el abandono de las amistades tras el dolor personal, la nulidad laboral o de pensamiento, tras la enfermedad... Hasta, la negación del propio, ¡Ser!
Dentro de una sociedad, que deja de lado al débil, al que no quiere una solución que proviene del golpe en el hombro, ánimo sin convicción, o alza su voz frente al resto. Al que reniega de los manuales de autoayuda, o de las grandes previsiones de un crecimiento piramidal... al premio gordo de la lotería...
Al que no quiere comparecerse, con imperfectos conocidos, ni pretende ser algo que no puede permitirse, pues no tiene el dinero para comprarse una semana ilusoria, ni tomar los productos ecológicos que te cuestan un ojo, o dos, el verdadero del hambre y el que miraría a ese mundo espiritual, que no se puede tragar... ya que proviene de la mano, en la mayoría de ocasiones, de telepredicadores que te elevan... ¡mucho, la voz¡
Puede que nos perdamos la diversión... pero parece más, un camino a la utopía.
A algunos les pudo facilitar un contacto o salvación, vaya ud. a saber... pero la racionalidad es la única moralidad válida que nos transforma y hace crecer. Compartir las situaciones y pensamientos, pero sin caer en lo denigrante, o la obsesión.
Esa que rebota una y otra vez, golpeando las paredes de nuestros cerebros y pueden provocar caos, como un eco que destruya la realidad. Para al final, encontrarnos de nuevo abandonados, y con los bolsillos más vaciados.
Este resultado es una mezcla de lujo desmedido, programado para un fracaso en serie.
Bueno, como decía alguien cercano a Mr. Wilder, no tan perfectos.
9 perfectas maneras, seleccionadas en un sorteo nulo, para estrellarse con el aburrimiento. Flotando en el éter, junto a amigos surrealistas, y santos imaginarios, aferrados a un vago recuerdo... Sentados en el sofá, pensando como fue aquella pelirroja del pasado que nos dejó en una calma total, o añorando a la mejor Catwoman, my Michelle.
Perfectas redondeces trashumantes... como una canción de los Rolling Stones.