Ep. VIII: Fuerzas de Star Wars.
En un principio, cuando la historia ha comenzado con su habitual barrido vertical de lo escrito y, los pensamientos del espectador resuenan en cualquier parte del infinito, finito, el espacio se ve deslumbrado una vez más, por los relámpagos de esa guerra eterna. La destrucción que nos convoca en la butaca de un cine, como antaño. La lucha por la libertad, como aquel mal pretérito que estableciese la sumisión o la devastación mitológica del bien para estos nuevos tiempos caóticos.
Ahora que el tiempo, sabemos, que no existe, leemos "Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana...", más bien se expande hasta el infinito. Tal y como explicaría convincentemente, el conocimiento del cerebro de los viejos científicos, Einstein y Hawkins, demostrando que se podrían alcanzar amplias magnitudes espaciales en un abrir y cerrar de ojos, cambiando todo lo existente o percibido a su alrededor.
Esperemos que hayan descubierto juntos, el horizonte de sucesos adecuado, porque dedicaron su tiempo a tan luminosa tarea... u oscura, hablando de agujeros negros supermasivos. O en otra esfera o tejido espacio-temporal, pasando sobre cada fracción de segundo, tan despacio en la superficie de nuestra Tierra conocida, que permitiese asistir a la visión de diferentes y fascinantes generaciones venideras. Así, la ciencia probablemente consiga una vida más plena y extendida temporalmente. Por consiguiente, estando vivo o muerto, tras este transcurso escurridizo de los años y todas las experiencias presenciadas o sufridas, una vida tan solo se asemeja a un simple remanso y silencioso, suspiro. Algo semejante a una exhalación final.
Dentro de una trilogía vital y visual, observamos los cambios internos del cosmos y las apariencias significativas de nuestros cuerpos, orbitando infinitamente. Calculamos la resistencia y la fuerza, mientras naces (en un lugar remoto) con extrañas presencias en tus genes y sangre, creces volviéndote más duro, racional y, al final, acabarías sepultado por el peso de arrugas y canas, aplastado por una mano férrea o incinerado poéticamente bajo el fulgor de un sol omnipresente... hasta que tu estrella se apague definitivamente o saltes con energía, a otra parte del ciberespacio.
Esta historia comenzaba, juntando a unos hombres y mujeres osados, Mark Hamill (el gemelo Jedi), Harrison Ford (Solo, Han Solo), Carrie Fisher (nuestra querida Princesa gemela), Alec Guinness (el primer gran maestro Obi-Wan Kenobi), Anthony Daniels (el alma del droide de protocolo), Kenny Baker (dentro del cuerpo de R2-D2), Peter Mayhew (en la piel peluda del Wookiee Chewbacca), David Prowse (Darth Vader, después Anakin Skaywalker) o el gran Peter Cushing en zapatillas (como el villano Moff Tarkin, atemporal). Son parte de la leyenda y nuestra historia, unidos a ellos, hace más de 80 lustros... como casi siempre... a través de las palabras:
La República Galáctica está sumida en el caos.
Los impuestos de las rutas comerciales a los
sistemas estelares exteriores están en disputa.
Esperando resolver el asunto con un bloqueo de poderosas
naves de guerra, la codiciosa Federación de Comercio
ha detenido todos los envíos al pequeño planeta de Naboo.
Mientras el Congreso de la República debate
interminablemente esta alarmante cadena de
acontecimientos, el Canciller Supremo ha enviado
en secreto a dos Caballeros Jedi, guardianes
de la paz y la justicia en la galaxia, para
resolver el conflicto...
La Resistencia Nostálgica.
El amor como la guerra, esa facultad física y pragmática del odio), concierne a cualquier ser viviente y rincón de la galaxia lejana. Así como, al porvenir de nuestros seres más queridos. Parece que su sombra, siempre nos acompañará, como los agujeros negros o las estrellas de la ciencia ficción moderna... O tal vez, ya no tanto, más bien romántica.
De la mano de aquellos personajes, algunos perdieron su beneplácito actual, hace ya una infinidad de imágenes. Junto a otros buenos ciudadanos o muy desviados de esa línea pacífica del mítico Jedi. Como recortes en los noticieros, distanciados por un vacío existencial y bastantes canas en los cabellos rizados con la piel erizada por el nuevo contacto. Sombras familiares, acechadas por una terrible quemadura que desfigurara el rostro, la respiración y el sonido ronco de unas cuerdas vocales.
Sin duda, una de las cosas más complicadas en esta vida de guerrero, es competir con aquel brillante o lustroso, casco negro y capa al vuelo, semejante a la continuada prueba de una asistencia remota, que te mantiene en vida, a pesar de la insistencia de la sangre y la oscuridad. Algunos rebeldes o fuego amigo, persisten en esta insistencia de finiquitar su ego, pero que con el consentimiento del sufrido, casi autómata oscuro, el tiempo convierte todo en un nuevo suspiro. Aunque, su figura mitológica se vería condecorada en la pantalla, con una fuerza insospechada e invisible, semejante a nuestra melancólica y ahogada cinefilia.
Cuando ese odio irracional e infranqueable, se apodera de nuestros sentimientos, pensamientos internos y el roce sobre la piel de nuestros seres queridos, se produce una terrible mutación. Algo que nos abandona en brazos de esos otros repudiados seres... pongamos el caso del recuerdo de Vader en Star Wars Episodio IV y sus castigadas fuerzas imperiales, o recitando de manera primordial su genealogía silenciada durante El Imperio Contraataca. Después de la segunda trilogía que fuera la primera distanciada, en la que descubrimos su extraño crecimiento, vendría el homenaje y la aparición estelar en Rogue One.
Ahora, la triangulación de la maldad, consiste en un Snoke encarnado (nunca mejor dicho) miméticamente por un Andy Serkis, que no termina por parecerse a aquellos otros maestros del Lado Oscuro, ni a la interpretación gutural del pasado, algo desmaterializado. Más la alternativa poco cautivadora, del General Hux, el actor Domhnall Gleeson recordado en aquella notable Ex-Machina, e hijo del gran Brendan y por el consabido aprendiz de monstruo, Kylo Ren. Por desgracia quedan algo alejados de aquella recordada y poco reconfortante, sombra.
Un ejemplo, el reniego de las comunicaciones, bis a bis, en esa distancia telepática, que asemeja a diálogos con actuales móviles 4G y la memoria de los maestros que esconden al último dominador de la fuerza, desteñido, grisáceo y algo desquiciado en esta ocasión. Esto es, no tan natural como aquella visita inesperada en la trilogía con el maestro oscuro, el gran Darth Vader. Ah, salvo un chiste incontrolable de su metafísica bipolarizada, a través del espíritu tergiversado de la fuerza, destrozando una coraza para su imagen venidera. ¡Fuera caretas! ... o no.
En el otro lado de la balanza, la positiva, la espectacularidad de siempre en sus escenarios y la memoria de la historia principal. Que se hallaría rocosa, bajo la reciente caída en el olvido contemporáneo de Han Solo (hasta su rejuvenecimiento en el nuevo filme, claro) y que se reinterpreta bipolarmente bajo la aparición de este nuevo retoño oscuro. La insitencia de una nueva litigación inmortal sobre la estirpe y el conocimiento de la fuerza, o el género femenino revitalizado o encarnado en su madre perdida, gracias a la gracilidad de la nueva heroína interpretada por una más atlética actriz, Daisy Ridley.
Por supuesto, nuestros recuerdos ochenteros, se agolpan de nuevo, ensimismados con las consabidas (y tristes al cincuenta por ciento) reapariciones de Luke y la princesa convertida en esta Generala Leia, que nos congelara con el vacío. Ahora repondremos, robóticamente hablando, a aquellos que enseñaron la ternura, amistad y valentía conectiva, a través de sus circuitos y movimientos parsimoniosos, casi caóticos o distraídos. Acelerados o torpes amigos, depende de la ocasión y la batalla... junto al gruñido más cómico a este lado de la galaxia.
Sirven de telón de fondo a las espadas láseres avanzadas y la contienda bélica, encrucijadas dolorosas entre pérdidas emotivas (morriña acrecentada por esas noticias luctuosas) y otras partes anatómicas de nuevo cuño. Reproduce las naves en el escenario cósmico, que se conducen con más precaución en esta trágica situación, si bien echamos en falta el verdadero lado oscuro. Pasados elementos de la diversidad genealógica y nuevos productos del marketing, que te dejan un poco indiferente (excepto a los más jóvenes o de espíritu infantilizado), a través de nuevos escenarios que cambian los colores, las sensaciones y las texturas, como esas marcas grabadas a sangre, sal y fuego. O la estructura melódica que no demuestra grandes cambios, en la batuta interminable de John Williams y un guion que se contenta, en gran parte del filme, con una medida sosa en la persecución sin demasiados contratiempos ni episodios espectaculares, coronados por los efectos especiales.
A veces, pareciera que aquellos recuerdos imperecederos y los personajes pretéritos, se vieran sepultados por una cascada de sincronicidad mal entendida, por las nuevas generaciones. Quizás, más atraídas por la extravagancia cósmica y la presentación, que por la aventura clásica y aquel trabajo manual de la Industrial Light & Magic, tan recordadas como ejemplos del oficio.
La Guerra como el verdadero leif motive, externa e interna. Esa dualidad del ser humano, la bipartición corporal, emocional y familiar, la división del alma, padres e hijos, la culpa y la redención, la conversión o la muerte. Por tanto, una odisea cubierta por la pasión, el dolor y la real amargura del paso del tiempo, en otra nueva esperanza, donde las armas se convierten en el detonante final por parte de la llamada, Humanidad... como siempre, de una batalla en las estrellas.
La Guerra...
Tras la espectacular destrucción del navío estelar de clase Mega, el Dreadnought de la Primera Orden (enviando el mensaje equivocado de nada de miedo), y ese retorno del espíritu Jedi a la galaxia, con los rizos cenicientos de Mark Hamill y la palidez ingrávida de Carrie Fisher, comienza otra persecución espacio-temporal con los nuevos protagonistas, como invitados especiales del pasado y protagonistas del presente.
Sin embargo, a continuación la batalla parece ir perdiendo ese ápice arcano de épica visual y narrativa, además de la sombra alargada de la maldad intrínseca con aquel magnífico ser cinematográfico o Darth Vader. La ofensa y el odio, se transmutan en una efigie contracturada o la plasmación de un ente más irreal o digitalizado, que no es lo mismo, no existe el menor resquicio a la duda...
Nos podemos preguntar, que sería de la saga Star Wars, sin las muchas muestras de este poder absoluto e ingobernable, tras las diferentes y terroríficas armas del porvenir galáctico, precisamente, un futuro que se combate de forma desnivelada entre fuerzas, pero con la inteligencia en la serie de películas. Demostrando que un Solo hombre o mujer, puede derribar un sinfín de cañones y torretas mortíferas, aunque los nuevos pilotos no anden como el mítico Han Solo. Al menos, poseemos la asistencia esotérica y verdosa, del maestro Yoda y la voz de Frank Oz.
El problema de la masificación del armamento, esto es, de la escalada bélica, nos está llevando a un precipicio futuro. Un panorama agravado con el odio exacerbado, hasta cotas impensables en el interior de algunas ciudades o naciones desnortadas. Repúblicas y antiguos imperios, entre el aumento de la violencia doméstica y la dudosa protección personal, ante el terror. Un error magnífico que puede concretarse en nuestras calles u hogares, colegios e institutos, mares o fábricas, negocios o medios de comunicación... por la denominada Internet que entra en nuestra privacidad, manipulando a los menores o llevándoles a callejones del odio sin salida. Una realidad compleja que vivimos impávidos, sobre todo en la actual Norteamérica que crea los héroes fílmicos de Star Wars, donde seguirán apostando por el negocio de la muerte, la fabricación sin medida y distribuyendo dicho armamento a un ritmo insoportable entre los inocentes... y no tanto.
Pues bien, si continuamos en este círculo vicioso, restregándonos la sangre en la pantalla de televisión o en los ordenadores, el número seguirá aumentando descontrolada y tortuosamente. Mucho más vívidamente que la posible destrucción de armas transfiguradas o anticuadas.
Las armas nos sobrepasarán en número, indefinidamente, sino empezamos a destruirlas en el futuro, acercando una oportunidad a los trágicos olvidados por el fuego. Por ejemplo, los niños que quieran acercarse a un punto de rehabilitación, lo haría posible, lanzando ante las cámaras, aquellos elementos cortantes o pistolas que guardan sus padres o familiares cercados, como las escopetas que se disparan limpiando sobre el rostro sorprendido, los supuestos accidentes de caza, los revólveres que sirven para el suicidio o el asesinato en familia, los robos materiales con fuerza, las balas que se llevan por delante a estudiantes o ciudadanos acechados por cuestiones de identidad social o económica, las metralladoras y bombas en guerras fraticidas, los tiros perdidos en el horizonte contra el cristal de una vivienda o cámara, la defensa de una locura que debería ser atendida, la amortización de nuestros terrores o miedos intrínsecos, la violencia en los próximos descubiertos mundos.
Esta es nuestra guerra de las galaxias, aquí... en la tierra de los sueños.
La Resurrección...
La Primera Orden y su terrible potencia de fuego, ha regresado. Pero, no puede hacer nada estratégicamente contra lo ínfimo, contra la limitación tecnológica de los rebeldes y su tesón. Su particular dominio de esos poderes incontrolables que forman parte del todo, como la remanente fuerza cósmica del ser metafísico o la naturaleza, lal de su sabiduría inoculada en visiones, en saltos y movimientos habilidosos con el sable, en palabras mitificadas. No pudo hacer nada un simple destructor inmenso, o la Estrella de la Muerte, ante el valor individual y la locura por la libertad de la especie. Ni siquiera la segunda más compleja y poderosa, ni la base Starkiller de menor fortaleza visual, aunque igualmente destructiva dentro de la historia de Star Wars, porque el carácter indoblegable de aquellos, o éstos, héroes casi anónimos, en los albores cinéfilos, han percutido sobre el cosmos como una supernova, cincelando y logrando plasmar su nombre, gracias a un fulgor atómico y resiliente.
Todo se mantiene, no intacto e inamovible, tras las primeras holografías y ofrecimientos de ayuda, mantiniéndose el recuerdo vivo en la mente cinéfila, con rostros que no envejecen en la memoria o la pantalla, salvo en la cruda realidad trigonométrica. Luke, Leia, Chewie y los robots, el Yoda y el poder mental, forman parte de una resurrecta e indómita perseverancia de los creadores de Lucasfilm y Walt Disney Studios Motion Pictures, de la mano transcrita de George Lucas. También, en batalla épica con algunos de los seguidores más acérrimos de la saga Star Wars.
Comienza con el bombardeo impreciso y un acto inconsistente de horoicidad, una especie de inmolación por los valores de la República y la salvación, un estallido afortunado contra la fuerzas del Mal. Tan bien establecidas y aramadas, que no cabe ninguna duda... en la realidad sería otra cosa. Aquellas dos facciones decimonónicas, irascibles e irreconciliables como el arsénico y el agua potable, se reinterpretarán sucesivamente en nuevas pieles o mentes, con otra batalla de proporciones bíblicas, sobre el libro 1 de LuKas. ¡Hágase tu voluntad, en el cielo como en las futuras Tierras!
Los rebeldes cansados de imprecaciones y ataques masivos, se encaran a un Imperio todopoderoso, excepto en matices o personalidades baldías, bastantes risibles o caricaturizadas. Esas nimiedades que consiguen reducir su poderío ígneo, a un paseo entre megaconstrucciones abandonadas. Mientras, el Halcón Milenario se precipita al encuentro de los valores regios, de los amigos de Ham y Chewie, transformado en receptáculo sin pretensiones y encrucijada de recuerdos, nuevos pilotos condicionados a la resistencia por una idea del universo, a una Gran Generala y su hermano desaparecido, incunable Luke. Odiseas a la reconquista del espacio perdido, durante una trilogía descafeinada e interminable que precedió, aunque la nueva mirada oscura de Kylo Ren (el criticado Adam Driver, en esta ocasión menos acertado), no mantenga la envergadura necesaria para el reto, o los pequeños alados sean una porción intrascendente de Porg, dentro de la narrativa del universo Star Wars.
Esta resurrección categórica y ancestral, alguna denostada o crítica, nos demuestra que existen distintos tipos de Fuerza.
Tantas como elementos mentales y almas inocentes de la tragedia, o estas figuras heroicas que desaparecen y vuelven a sugerirse en nuevas estampas a la luz de las estrellas. Razas que navegan sin complejos por el universo dominado, no incierto, recordando a aquel hombre pequeño que les salvara en alguna ocasión de una garra omnipresente, o el recuerdo de una mujer valiente que vuela inconsciente hacia el calor, quizás una premonición del resurgir digital, desgraciadamente no en la vida real.
Siempre pueden variar los momentos que recordamos, crecer hasta el infinito o desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos, pero siempre aparecerá en el horizonte, la figura de un guía que pueda enseñarnos el camino hacia otro hogar o dimensión desconocida... a esa deseada libertad. Siempre que nos acompañe una idea sorprendente, con seguridad, atenderemos a la boca que la pronuncia, como la que desarrollara George Lucas en 1979, comenzando una primera película que se transformaría en saga estelar y vital. Quizás, una idea que nos acercara a la eternidad, al menos, dentro de la historia general de Hollywood y el Séptimo Arte. Hoy como ayer, aquellos fantásticos personajes han conformado un grupo reconocible, hasta los pelos, cables o médulas, para dejar el testigo a las nuevas generaciones.
La resurrección ha trazado una elipse con su propio nacimiento en la década de los 70 e de inesperado éxito. Aquí persisten los susurros pretéritos con la misma pasión, las luces plasmáticas en otros rostros ilusionados ante la perspectiva de un resurgir o nacimiento, o de otra batalla a la que ganar a la muerte, coronados en la mirada del taciturno, indómito y solitario, Luke Skywalker.
Por consiguiente, su recuerdo y el cariño inusitado, establece nuevas coordenadas que marcarían el comienzo de esta esperanza rescatada al tiempo y el final de la presente guerra, quizá, dividida inmortalmente en dos encadenados episodios de tragedia o gloria. Resistiendo al paso de los años, observaremos las acciones de sus seguidores actuales, con el descubrimiento de nuevos espacios, razas y rincones oscuros del alma. Curioso será, observar como ésta, puede bifurcarse otra vez, demostrando que el mal evoluciona al mismo ritmo que la galaxia o el viaje, efectuando las mismas provocaciones e invasiones, malversaciones filosóficas, resistiendo las antiguas heridas del corazón o la amistad, sugiriendo otras marcas perpetradas por el fuego de sus ojos metálicos o aquella mano maldita.
Tal vez, otra resistente nos asirá con fuerza, mientras pueda. La mano de George Lucas o el guionista Lawrence Kasdan, más otros directores como Rian Johnson o Ron Howard, atravesarán el horizonte actual y intentarán hacernos olvidar el trayecto discurrido, hasta ahora. Díficil tarea, para descubrir a los nuevos héroes que relaten y escriban próximas aventuras, "Solo" o acompañado de otros guionistas jedis. Escritores que rescaten a Kylo de su enfrentamiento psicológico, mute la presencia intrascendente de Andy Sherkis y su Snoke de aspecto insulso, le otorgue un hueco real a C3PO, RD-D2 y Chewbacca o su próxima generación, abastezca la galaxia con nuevas naves e interesantes mundos (como esa planicie de sal con salpicones rojizos como la sangre midicloriana, de espacios entre la isla Skelling, por Dubrovnik (Croacia) o el Salar de Uyuni en Bolivia, que hagan resurgir los disparos a pie y las avanzadillas de soldados imperiales y la creación de otras especies galácticas...
Aunque hecho en falta el aroma a aventura clásica, por descontado.... aquella vieja estampa de piratas, vaqueros y samuráis, la cámara del discutido (algo exagerado en un visionado), director Rian Jhonson recupera ese humor familiar y captura la esencia entrañable de los personajes con ilusión y respeto; si bien se queda algo cojo, a mi parecer, en el tratamiento de una verdadera Space Opera con sabor imborrable.
Por ejemplo, con la existencia de esos cachivaches baratos, entresacados de una verbena, que recorren el plano salpimentado pesadamente, algo perdidos frente al ejército todopoderoso, desorientados sin líder consolidado, abrazados o besados como un elegido, desdibujados en el conjunto gráfico y, por tanto, terriblemente condenados a una derrota cinéfila y galáctica.
Quizás, todo vuelva a ser diferente tras la pluma y el deseo renovador de un narrador emergente, con su poderosa mano e notable imaginación. Esperemos, mirando a Andrómeda... o cualquier otra.
La Nueva Esperanza... o la Última.
El asalto final de algunas imágenes, que poseen la fuerza de antaño, transmite esperanza en el futuro. Aunque las cosas han cambiado definitivamente, y ya no apreciamos la esencia aventurera de otras épocas más inocentes, debemos aferrarnos a la historia, como un superviviente a un tablón en el océano. Al igual que intentase rescatar la primera entrega de esta tercera república, ya no guiada por princesa, esperamos no caernos sin darnos cuenta, en una emoción sensiblera, más compatible con el recuerdo y esa amistad amenazada. Indudablemente, en algunos casos narrativos, desaparecida o asesinada, por lo que habrá que ir rescatando a viejas voces y sus queridos rostros, encendiendo los motores, al mismo tiempo que los efectos programados, sustituyen a la arcaicas maquetas. Cuando los monigotes son parecidos a mascotas achuchables o suaves muñecos sobre la colcha y los hologramas se mezclan con cierta indulgencia, anecdótica o con cierta permisividad visual.
El Imperio todopoderoso parece indefenso ante una sola nave y su piloto, cabalgando el cosmos, a la vez que los rebeldes intentan reconstruir una vida más destartalada y más endeble, que nunca. Los protagonistas pertenecen ya, a tres generaciones de seguidores y con nuevos episodios, paralelos, como un posible acercamiento a Obi-wan, o desenvueltos con las vivencias de Solo, se crean nuevas legiones de seguidores fanáticos por Star Wars, hasta el 9.
Por contra, algo primordial ha sido transmutado en el código genético, indivisiblemente a la realidad tras la pantalla, ya que aquellos niños y jóvenes han envejecido junto a ellos, los héroes y villanos. Algunos casi olvidados según el rodaje temporal de las tres trilogías, sacrificados en el vacío o el horizonte del atardecer. Así, vamos endureciendo con los elementos, mucho más agresivos, directos al corazón violento, modificando las respuestas y la perspectiva moral frente a las noticias en los medios y la red global. Por eso, muchos van perdiendo la confianza, la apreciación que guardábamos por el futuro de nuestra especie y, observamos con naturalidad, un universo dividido y plegado al fuego destructivo de la guerra.
Tal vez, una raza y un intelecto superior, nos indique que somos los miembros menos racionales de todos los seres vivos del planeta y de la futura andadura u odisea espacial. Igual que demuestras los protagonistas del lado oscuro, cada vez más desdibujados frente al público en general, y bastante menos trascendentes en el dominio del odio y la opresión sobre el resto de ciudadanos galácticos. Vamos, unos aprendices de dictadores, malcriados que no se verán agasajados en nuestro recuerdo futuro.
Pero, se trata de una producción de George Lucas y de Walt Disney, que pone sus ojos en la rebeldía del hombre y mujer, o indican el camino a los jóvenes aprendices de Jedi, nuevos pequeños guerreros dispuestos a combatir el mal o abrirse paso, sobrevolando constelaciones peligrosas, nuevas tierras masivas, abriendo puertas temporales o atravesando agujeros de gusano, en dirección a otras experiencias más adecuadas con los nuevos tiempos.
El futuro o la esperanza de la serie galáctica, será desviarse de lo conocido, presentando a novedosos personajes con distinta catadura moral y bis representativa entre los más jóvenes, con heroínas y especies imaginarias, para adentrarse en su nobleza aventurera y facilón sentido del humor. Salvarse de algunas interpretaciones con tendencia al ridículo o la exageración, desempolvando los escenarios y las naves, el resurgir de una raza de luchadores ancestrales, con más entusiasmo y ensoñación.
En cuanto a las armas y mi referencia a la actualidad en nuestro mundo, podríamos aseverar que... cierta disminución en la fabricación de dicho arsenal y distribución, nos vendría muy bien, para mirar el futuro con mejores perspectivas. La reducción de fallecidos por el uso armamentístico, sería un acto positivo por indispensable, con el que volver a creer en el ser humano, y un increíble cambio de registro, en nuestra historia pasada y reciente.
Particularmente, se podría proponer la activación de un protocolo entre la juventud, con una posible localización ciudadana, en la que una cámara registrara los rostros de niñ@s entregando esas armas de adultos o sus parientes, para su destrucción definitiva en directo. La redención de la especie, que seguirá luchando... pero no, entre nosotros.
Bajo la luz de las estrellas, y esa efervescencia pacífica o esperanzadora del ayer, renovar la sangre del guerrero y su mente reveladora, como un resplandor o sortilegio eléctrico, que asciende del dedo anillado hasta la empuñadura tecnológica, del cerebro humano asido al sable de luz y esa fuerza, casi divina, que nos acompaña por cualquier rincón del universo Star Wars. Ellos serán los elegidos y nuevos amos de la galaxia, enfrentados a las feroces críticas, acostumbrados a la exageración y la caricatura, comprendiendo la debilidad de sus enemigos filmados, los que nos se doblegarán ante su tendencioso uso del dolor, el derrame de sangre y las quemaduras láser.
Tras la recortada silueta de ese niño, como un personaje de John Ford que volviera a la vida, muchos otros reencontrarán el espíritu del pasado, despertarán creyéndose el viejo pistolero, de nuevo. Mente, mano, anillo, sable, fuerza, oscuridad, estrellas... la reencarnación cósmica del viejo Luke, cualquiera de Nos. Somos el verdadero alma de Star Wars.
Así sea, por Luke Skywalker, Han Solo y todas las Leia, que la Fuerza les acompañe...