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domingo, 14 de mayo de 2017

Logan & Deadpool.


La Garra Retráctil del Viejo Logan.

En el momento en que aparecieran en el mercado de los cómics, los famosos X-Men, también una figura se convertía en toda una revelación dentro del Western clásico, con el dúo Clint Eastwood dirigido por el romano Sergio Leone. En aquella época, pocos podían imaginar que sus personajes se tocarían en el futuro, mediante el metal de un Colt para el Hombre sin Nombre del spaguetti, traspasando el tiempo para convertirse en William Munny en Sin Perdón, y el de los nudillos extensibles de adamantium que confieren la identidad al viejo Logan en Marvel.
En ese preciso momento, nacería Wolverine de la mente de Len Wein, creador de La Cosa del Pantano, por tanto, mano a mano con Alan Moore y que sería sustituido por el guionista Chris Claremont, el renovador de la saga X-Men. Junto al historietista Herb Trimpe conocido por su trabajo en El Increíble Hulk, y uno de los dibujantes más reconocidos de Marvel, John Romita Sr., autor del éxito de algunos principales personajes de Stan Lee, como The Amazing Spider-Man.

Sin embargo, todo eso pasó hace tanto tiempo que, aquel héroe distinto y salvaje, en ajustado traje amarillo, lenguaje provocador y aspecto lobezno, se fue modelando y sufriendo alteraciones físicas o, de manera más drástica, psicológicas. Dudas mentales e identitarias que llevarán al hijo bio-genético de los antiguos hombres-lobo al abandono, ante amigos mutantes y decrépitos como Charles Xavier (atacado por la enfermedad de Alzehimer) o el curioso rastreador de aspecto vampírico Calibán, y acérrimos enemigos que gobernarán los Estados Unidos del futuro. Más concretamente, en un argumento paralelo sobre el año 2099, donde el viejo Logan se convierte en una figura accidentada y perseguida, renqueantemente adictiva. Un gruñón alejado, supuestamente, de la violencia dentro del universo Marvel. gracias a las exposiciones crepusculares del escritor Mark Millar y el dibujante Steve McNiven, autores también de la conocida serie Civil War.
En 2008, sus caminos se cruzaron, en una encrucijada entre el cómic de superhéroes, las road movies y las historias con vaqueros de vuelta de todo, desviándose de las raíces dinámicas para todos los públicos, donde prevalecía la acción, el humor juvenil y el entretenimiento sin excesivo derramamiento de sangre.

Pero, la historia ha seguido cambiando con la última entrega cinematográfica entre Marvel Entertainment y la Fox, a través de un posible cierre de la trilogía sobre el Lobezno. Ese anti-héroe conocido en hispano-américa también, como Garra o curiosamente Glotón. Con esta película desquiciada, ultraviolenta y desvencijada sobre su alter-ego llamado Logan que, a la vez, significará la despedida de sus actores principales, el gran Patrick Stewart demostrando su versatilidad y un convicente Hugh Jackman, recuperando la esencia del personaje de Marvel.
Quizás, menos acción o entretenimiento de base, pero, una atractiva puesta en escena para todos aquellos que desean algo más de trasfondo psicológico o un planteamiento adulto de los viejos cómics, como una medida drástica con que recalcular al personaje y su lado más humano o adictivo. En definitiva, debido a la edad prematura, los recuerdos de una vida como héroe y los excesos, algunos lectores no entendimos del todo aquella forma de "destruir" a Wolverine, el inmortal indestructible e irreverente, para encontrarle estos otros rasgos identificativos. Con la novedosa emotividad familiar que aparecía, de repente, como un fantasma salvaje e indómita plasmación ante el espejo. Una bifurcación de sí mismo, en mente, cuerpo castigado y en la sangre maldecida, de los mutantes.

Si deseeamos indagar en el pasado de la serie X-Men, en su trilogía dirigida por Brian Singer (Sospechosos Habituales) y Bret Rattner (Red Dragon), más las tres precuelas entre el mismo Singer y Matthew Vaughn (Kick-ass) descubrimos, quién sería el verdadero macho alfa. El jefe jubilado en limusina o diligencia, Lobezno, cuyo nombre de nacimiento es James Howlett (simplemente Logan) adquirió nombres diversos como Arma X en España y Glotón, Guepardo, Aguja Dinámica, Emilio Garra, Parche o Wolverine en Hispanoamérica. Cabeza de la nueva manada "marvelita", cubierta de andrajos, rincones vacíos en la memoria y cicatrices de la guerra pasada, cortes de adición violenta al estilo samurái y la enfermedad degenerativa rondando su identidad en la sombra.
Tendremos que aceptar en la actualidad, que el visceralismo o representación visible del filme, recae inconfundiblemente, en el director James Mangold (El Tren de las 3:10, Lobezno Inmortal) y materialmente, en el actor australiano Hugh Jackman. Porque, su Wolverine ha evolucionado diametralmente con las escaramuzas bélicas y efectos espectaculares de las precursoras, para mudarse a una piel debilitada, junto a la consumida y arrugada, surge el pensamiento pesimista de una injusticia fronteriza. Una consecución actual dentro de una época de penumbras y sentencias violentas en el cómic.

Un lugar sin futuro ni siquiera una clara renovación gremial, a pesar de la sangre y los genes. Ya que el traslado anticipado de aquella antigua naturaleza comiquera a su hermano mayor, el cine, poseía algunos inconvenientes visuales que, no casaban del todo bien con los gustos de nuevos espectadores sumados en los últimos tiempos y su carácter más comercial. Pero, este Logan ha disparado en el blanco, se ha encargado de derribar algunos muros (reflejos de la actualidad) como la imagen revolucionaria que se extiende a ambos lados de esa frontera cinematográfica.
Porque, el director y guionista James Mangold, se cubre con el polvo del camino y se ha encargado de derivar la historia del superhéroe juvenil, a un viejo pistolero en sus horas más bajas, para dotarle de la brillantez del solitario en horas y un aire de derrota que lo humaniza, que le confiere su pensamiento marginal y la profundidad de heridas pretéritas. Descubriendo su imagen más decrépita, Mr. Jackman se abre y acerca a un próximo movimiento final o la redención... o no.

Ambos protagonistas del filme, han evolucionado mentalmente, en su faceta creativa, demostrando que el talento se materializa en cualquier sentido del arte gráfico, aunque los géneros se den la mano con sus limitaciones narrativas, o precisamente por ello. Trasladando una historia atípica dentro del universo Stan Lee, a un concentrado o cóctel espectacular de personajes entrelazados, al más puro estilo del salvaje western. El socio decrépito o amigo envejecido, el husmeador de otra raza, el asesino sin escrúpulos y los esbirros, o la joven en problemas. Aunque hayan pasado años, tantos ya desde aquel intercambio o búsqueda de números de tebeos, siguen siendo parte del medio y siempre chocando frente a esta edición casi arrinconada, del viejo Logan.
No sé en que momento, descubrimos que bajo el trasfondo de X-Men (en concreto, tras la facha estereotipada del Lobezno), se hallaba un vagabundo algo cascarrabias y simpático para el gran público. Su incomprensión se trasladaba pesadamente, a sus ojos o cabeza con recuerdos, su pesadumbre hacia un alma derruida por acontecimientos emocionales y un apocalipsis genérico, hasta que despierta su naturaleza violenta. Casi conmovedora o desgarradora, pero ni de lejos, suponíamos que toda la frustración y marginalidad buscada, se daría de hocicos cánidos, con la sombra alargada de un cowboy. Una figura castigada físicamente por el éxito de sus aventuras e imbuida de desesperanza, entre la pena y la culpa.

Logan frustrado, borracho o drogado, silenciado en un rincón de la habitación, borrando o escondiendo su pseudónimo en un guardapolvos... es la reencarnación de los postreros Wayne o Eastwood, los fantásticos Mr. Clint y Mr. John enfrentándose a todos sus fantasmas del pasado. Sobre un mundo que se ha vuelto frío e intransigente con el forastero, que te mata y luego te escupe en la cara, maldito y enfermo... una especie de apocalipsis personal sobre un espacio asfixiante, que aprisiona hasta la extenuación o el cansancio. Esto es el guión de Logan, firmado por el director y Scott Frank.
Pero el pistolero de la garra de adamantium, posee demasiadas muescas infernales e imborrables dentro de su metálico corazón, que se pierden de momento, en la serie dibujada, para pasar a asustarse con las nuevas generaciones de renegados, que ensombrecen el panorama actual. Demostrando que con esa violencia extrema, su mirada y músculos se tensan más que nunca, hasta alcanzar su conocimiento más allá de una silla motriz o una amistad destructiva, gracias a la gran X de un auténtico Patrick Stewart o un escuálido y despierto Stephen Merchant.

Toda esta degeneración no tiene límite, quiere acabar con los viejos mutantes, con hordas de suplementación de caracteres y violencia extrema, si bien serán combatidos con las mismas armas, afiladas que harán que estalle el animal herido y acorralado. La sangre se aproxima, despertando a aquella fiera de vivos colores y transformándola en padre de la nueva jauría de héroes, tal vez alguna heroína como la pequeña y rugiente Dafne Keen. Nos acompaña con una pesadilla existencial que se incrusta en la mente de Logan, que remueve su memoria y la alimenta como un depredador reservaría una cantidad apreciable de caza a su camada, o será simplemente, una simple cuestión de supervivencia personal o venganza.
En la frontera, entre el cómic y el cine, emerge su figura cabalgando en la penumbra, ingiriendo bebidas de dudosa calidad y una barba indomable de pistolero, que disimula los vestigios de su antiguo alargamiento de patillas. Que cambia, balas certeras por cortes indescriptibles y masacres incontenibles, en una explosión de todas las maldiciones acumuladas. Sea en un aparcamiento o un bosque endiablado de rostros desdoblados, una lucha aderezada con rugidos de dolor y aullidos salvajes, para elevar al último redentor, como aquel Jinete Pálido.
Un camino o búsqueda de la esperanza, en la que es el primero en no creer.

Después, la estructura cambia al criminal mecenas, patrón de rancho y sus acólitos con gabardinas embarradas y botas de cuero marrón, hacia una versión actualizada que podría recordar a ciertos elementos de un westworld temático. O acaso, no sería una completa revolución, la invención de aquellos revólveres automáticos o Winchester 1873 de repetición... o las diligencias de la época, como limusinas incómodas donde se cruzarían los caminos en un futuro clonado y las raíces profundamente enclavadas sobre los personajes. Divertidos con animadas conversaciones o sorprendidos por un ataque sorpresa, una ráfaga de polvo en sus ojos. Un polvo del camino, que crece convertido en Laura... la fiera de mi niña.
Esa pequeña salvaje, que aparece vestida de pesadilla real y cuyas capacidades se ven recompensadas con una sarta de malhechores, a los que despedazar sin compasión, casi sin despeinarse. Cuesta asimilar una perdida indomable, al estilo Centauros del Desierto, empezar a familiarizarse o enseñar a manejarse con los instrumentos habituales en la mesa. Conocer a los rostros cercanos... pues, Logan sigue siendo un solitario, desconocido, con sentimientos, eso sí.
El cowboy de puños como estiletes, tendrá que ver su propio reflejo en el espejo, para gritarle que sigue siendo un hombre... que digo, un verdadero mutante (con capacidad para cierta regeneración) como cualquier otro. Y cuyo trabajo como conductor moderno de diligencias, dado al wisky de ínfima calidad, tendrá que ser aparcado en un rincón, como las diferencias del lejano Oeste. Oxidado y quemado en alcohol, al igual que el primerizo admite un cambio de roles más familiar y protector. Así se desvía de su exitosa carrera como conquistador. Este Logan, es el hijo de aquel, unos minutos antes de convertirse en trashumante y despedirse en el umbral de una casa en el desierto. Adiós, mi amor, mis amigos... ahora podré descansar, por fin.

El padre primerizo, esperanzado, lejos de su disfraz amarillento como la bilis de su interior, defiende a muerte a la sangre con la propia. Historia condenada, ella y su eficacia para ganar batallas perdidas de antemano, su guerrera. Lejos de caretas de orejas puntiagudas y pistolas, sólo al mando de sus arraigados puños, dedos cortantes al aire, para hacernos comprender a los de aquella generación, entre tebeos y sueños, que la historia siempre nos tiene reservada un nuevo destino. Una última persecución por el desierto o las montañas sangrientas, un último tiro de gracia, la venganza de un adiós con un pañuelo atado en el cuello... que esconda las cicatrices del pasado.
Han pasado los años, y Mangold montado a horcajadas sobre la productora Marvel, ha demostrado que el tiempo pertenece a los osados y que el destino es tan escurridizo, como ella, una pelea frente al espejo, con cuchillos clavados a la espalda...
Así, con entre el daño inflingido, la barba dejada y el eco de un orgullo que te hace sentir diferente, con ojos vidriosos por la arena o la ponzoña hallada en el camino y esa falta de sueño, oímos los quejidos de los nuestros o los sollozos de una recién llegada, las imprecaciones o maldiciones del enemigo; y Logan sigue siendo el mismo.

El Lobezno de nuestro pasado, más profundo y reservado, pero confrontado a los pistoleros, sin perdón. Entramados empresariales y robóticos, amenazas casi silenciosas, como el viejo Yul Brynner envuelto en un halo místico, mudo y fantástico. Logan se defiende con carisma y brillantez, extrae lo mejor de su historia y la reescribe el director Mangold, sentado sobre su diligencia frente a asaltadores sin escrúpulos, que circulan a toda velocidad en sus carros alados, fúnebres.
Recordando más de lo imaginado a otros enemigos, a aquel otro héroe frustrado, llamado Mad Max. Contra asesinos, violadores y seres despiadados en busca de la inocencia para ultrajarla, salvajes. Tal que tiburones siguiendo efluvios de su sangre a larga distancia, sintiéndola brotar con sus dentelladas. O una alimaña, para adiestrar y condenarla a un ejército futuro, cuyos elementos mecanizados tratan de eliminar la diferencia o la amistad de tantos años. Logan y ella, con sus calcados puños, golpean con toda la fuerza de... no de la ley, sino del poder. Al que contamina y despliega la nada en el horizonte, levanta muros de extrañeza. Ella es el polvo, en la niña de su ojo vidrioso...
Ahora lo entiendo todo, aquel Logan es sangre que defiende al hijo. Es el solitario que recorta su figura bajo el Sol. Es el indígena que defiende su territorio... o el lobo que defiende la manada. Es Hugh Jackman, antes del musical P.T. Barnum del circo en The Greatest Showman, mucho antes de la música de un Broadway 3D.

Logan Soundtrack, Hurt de Johnny Cash.





La ofensiva... en el corazón de Marvel

Con la X y la culpa cargando en su conciencia, ya se indicaba que este chico WWW (Wade Winston Wilson) con el alias de Merc with Mouth o Mercenario Bocazas, no iba a ser muy recomendable para menores de cierta edad, como amistad de algunos grupos elitistas del Universo Marvel también. Desde el lado amable o el malvado de la batalla entre humanos y mutantes.
Así, Ryan Reynolds protagonista de DeadPool desde su Twitter Oficial comentaba: "February 12th. There will be blood. Guns. F-bombs. And graphic, expertly lit French Unicorn sex. #deadpoolRatedR @deadpoolmovie".

Reynolds y su estilo irreverente de adolescente cabreado con el mundo, usando su lenguaje mordaz o sórdido se ha convertido en este Masacre, un anti-héroe bastante gamberro y sexual que se acerca al estilo gore más radical, con el uso de las armas para ´masacrar y rematar` enemigos. Pero, lógicamente la calificación para mayores de edad (excepto en determinados países) le acerca a otras figuras legendarias del cómic contemporáneo como Kick-Ass o el infernal aspecto rocoso y raras compañías de Hellboy, aunque en el fondo se hagan querer por sus divertidas ocurrencias.

Entonces, señalando que DeadPool ha nacido con el espíritu contrario al héroe clásico y sus aventuras no pertenecen a la habitual práctica de los ´marvelitas`, deambula este Masacre a ritmo de katanas y precisión demoníaca en el tiro. Una visión singular que utiliza otras maneras de relacionarse con el desprecio verbal y la lucha violenta, como el "mercenario bocazas" que pisa ágil pero inseguro, ambos desdibujados terrenos. Bien y mal.
Precisamente de este desdoblamiento de la personalidad humana, nacieron los X-Men en 1963, demarcando distancias entre una presencia agradable y cambios dramáticos en su estructura molecular o fuerzas, es decir, proclamar su derecho a ser diferente. Y tras la cultura gráfica de Marvel Comics a principios de los noventa, ahora en el cine DeadPool ha llegado para ocupar ese hueco adulto, salvaje y atrevido, dentro y fuera de las camas.

Sus creadores Fabian Nicieza y el dibujante Rob Liefeld también buscaron sus caminos aparte, volviendo a colaboraciones puntuales para Lee del grupo denominado The New Mutants o posteriormente X-Force, en episodios personales verdaderamente sangrantes en la defensa de sus trabajos y estilos. Quizás por ello, el personaje DeadPool o Ryan Reynolds por defecto, se guía por las emociones y la nula responsabilidad, alejándose de la inteligencia o la unión amistosa. Su acción es directa, mediante una palabrería reaccionaria o burlona, según atraviesa con calma y simpatía, los cadáveres tirados a su paso.
Sin embargo, para un individuo que ha perdido todo incluso la calidad de vida obtenida en libertad y amor, mantiene la esencia de los guerreros a la fuerza por venganza, cuando la desgracia se ceba con sus perspectivas románticas, convirtiéndole en un heredero de El Cuervo, El Motorista Fantasma, el monstruo de Frankenstein u otros muchos, como el mismo Hellboy salido de otro fuego infernal de los tebeos.

El director Tim Miller (en la producción de cintas como Malditos Vecinos o Scott Pilgrim contra el Mundo) abre las páginas de Marvel a la nueva sensación cinematográfica, con el nombre que proviene de la ciena apestosa de las apuestas mortales y de laboratorios subterráneos, que esconden al equipo mutante más oscuro. Lenguaje separado de la acción clásica en diferentes pasadas décadas pasadas y con que crecieron legiones de jóvenes ávidos por aventuras gráficas.
Por tanto, existe en mi fuero interno una confusa postura entre la llamativa e impactante estética, contra ese otro extremo decididamente violento. Pero, acaso en el mundo real de adultos (y otros) no convivimos con este carácter agresivo y gratuito con muertes violentas multiplicándose por doquier...

Deadpool ha roto la banca en producciones estigmatizadas con la R, Fox (con todos los derechos de mutantes) ha conseguido lanzar la película con el mejor estreno de la saga X-Men, y posiblemente la irrupción en otros medios o mercados interactivos más impactantes visualmente, dirigidos a esa juventud en formación aún. Una evolución cuestionable de radical armamento con profusión de elementos sangrientos salpicando las pantallas como asesino nada silencioso en X-Force. Repito, DeadPool no es recomendable para mentes que no puedan evaluarse dentro de índices correctos entre ficción o realidad.
Algo tocante a la psicopatía descerebrada e incontinencia verbal, apostaba por reírse del universo Marvel y Dc, con mutilarse un dedo y ver si un enemigo cercano no creía en su poder regenerativo.
Tim Miller renunció a un presupuesto millonario y decidió que con 58 millones, haría su trabajo nihilista de cambios acordes a los nuevos tiempos, y mantendría la figura héroe que permanece en la memoria y va desdibujándose a través de una máscara roja que amortigüe el impacto de sus heridas u otras cicatrices internas. Rompiendo la frialdad de una ventana de cine para dirigirse directamente al público. Stan Lee vio con inteligencia nuevos caminos para ciertos habitantes de su universo, teniendo que modificar las estructuras que regían dibujos y guiones para hacerlos más atractivos a generaciones habituadas a los conflictos más fuertes o reales, mezclados con el particular mundo de videojuegos. Por supuesto, esto transforma a superhéroes en espejos para una sociedad que posee los mismos defectos que ellos o guerreros erráticos que utilizan cualquier tipo de fuerza para salvaguardarlos del mal.

DeadPool se defiende solito con su vocabulario malsonante y escenas que explotan la gratuidad del uso de las armas. No vi desgraciadamente en el deslenguado DeadPool, ningún tipo de recriminación a esa violencia ni denuncia ante los últimos años de decadencia moral en nuestro planeta.
En cambio, quién decida ver este filme desde el punto de vista del entretenimiento puro y duro, observará cualidades fuera del carácter vengativo, como el enamoramiento hasta las cachas y activo en todos los terrenos. Demuestra y fundamenta su acción futura, resguardado en la comunicación con otros personajes y el mismo espectador, con su irreverencia obligada por trágicas circunstancias como aquellos shakesperianos amantes de Verona. Siempre funciona en el cine... forma parte de nuestro registro humano, se mantiene el pulso con una dinámico montaje de trucos visuales y banda sonora de gustos actuales, más algunos temas tabúes para Marvel, como gore o sexualidad. DeadPool es un calculado producto escrito por Rhett Reese y Paul Wernick (autores de Bienvenidos a Zombieland), que marca los nuevos tiempos a nuestros superhéroes de la infancia y su confusa posición. Ante la ambigüedad de términos como humor y burla, paz, justicia, amor, o la invariable singularidad de los humanos para elegir su propio camino.

Así define su creador Fabian Nicieza a Deadpool, en los últimos números de The New Mutants (números 98-100) y su sustituta X-Force en 1991, "un imbécil comparado con el héroe típico" y lo remataba con "no querrías que tu hija se casara con él".
No es crítica, sino atracción por diálogos imaginativos o depravados en busca de una ruptura del ritmo argumental y de rodaje, con sonoridad diferente a otras mega-catástrofes de Marvel y un personaje que transita estados de ánimo bifurcados como dos mundos paralelos. Con una línea difusa entre vida o muerte en el horizonte, reviste a un demonio con buenas intenciones o mala leche (según enemigos, o le transforman en héroe a su pesar) apostando por gag y sangre para combatir sus demonios interiores.
El cínico y descreído apenas sin valores, hace oídos sordos a consejos o amenazas provenientes de ambos extremos, defendiéndose a trompadas, sablazos y "chimichangas" como un independiente forjado en la sombría fábrica de Marvel Cómics. Algo así como una Hit Girl con mallas rojas y más alma negruzca en la sangre, versión extendida en katanas con la X de la violencia (no el sexo) a la espalda.

El monto de 58 millones en equipo técnico, rodando por la British Columbia en Vancouver (Canadá), reparto o efectos especiales de varias empresas (la lista de especialistas informáticos en el mundo es numerosa) ha mutado a unos 314 mundiales y subiendo, por tanto, DeadPool atraviesa con éxito esa frontera de lo adecuado. La infinidad de tirabuzones repetitivos en la acción, explosiones craneales sin remordimientos y algunas reflexiones serenas, entre el amor eterno o activos roedores, y sexualidad más explícita entre hombres y X-Men. Eso sí, con corazón bajo una piel de bestia insensible atraído por su bella en apuros.
Si bien me quedo con la estructura del guion que rompe con el, ya, clasicismo digital abundante y alimenta la comedia disparatada frente a ese universo de Apocalipsis moral... y próximas guerras civiles. Se acabó la inocencia... ¡Pasen y Logan!



Tráiler Dragonheart: Battle for the Heartfire.


Tráiler Blade Runner 2049, de Denis Villeneuve.


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