El misterio del universo, en los ojos.
Al acometer una obra que trata de descubrir los orígenes de alguna circunstancia, se pueden cometer errores, ya que ninguno estaba allí en ese preciso momento. Normalmente se encuentran datos escritos, ancianos papiros, que ofrecen una versión de los acontecimientos demasiado escueta, o indudablemente se adorne con la imaginación. Incluso pudiera basarse en la poesía (como El Cantar de los Cantares) para manifestar una etapa mágica de cambios y de traumáticas acciones naturales o humanas.
Cuando me dispuse a visionar la película dirigida por Mike Cahill tenía preconcebida una idea sobre ella, pues I Origens había sido tratada de dos formas muy diferentes ante la crítica leída por un servidor.
Orígenes habla sobre la personalidad y los sentimientos, de la personalidad intransferible y de la unicidad, por lo que la mezcla puede fundamentarse en los descubrimientos científicos. Pero siempre queda en la retina, en el cerebro del individuo su forma de ver los hechos ocultos. Las pruebas que llevan a una proposición.
Y para los críticos, estas evidencias manifestadas por un director interesado en la ciencia ficción y la imaginación, pueden constituir una experiencia inolvidable al visualizar las imágenes o algo totalmente contrario. Una manida o curiosa idea rodada con inteligencia, y acusada por sus detractores de cursilería o aventura prepotente.
Yo, me hallo en el medio de las dos corrientes, comprobando la fantasía de cuestiones metafísicas, por lo que se me hace muy difícil adentrarme en esta historia presentada en el Festival de Sundance y ganadora del premio a mejor película en el Festival de Sitges, ejerciendo una visión personal, dogmática y nada prosaica.
Algo así he decidido en mi comentario sobre I Origins, una estructura caótica (entre sentimentalismos y sentencias desconocidas por nuestros antepasados) como una poesía sin medida. Nada de rimas para describir unos ojos que despiertan esta discrepancia en dos facciones. Como dos ojos que se necesitan para sobrevivir y contemplar. Estudiar.
Fui de los que observé en el primer trabajo de director también guionista, Otra Tierra como una curiosidad con elementos románticos pero que se perdía en el universo imposible, ocultando la verdadera historia en una halo de mentira fantasiosa.
En I Origins, ocurre algo semejante, pues un hecho azaroso provoca una experiencia demasiado dramática, con una bella joven con un magnetismo especial en sus ojos interpretada por Astrid Bergès-Frisbey, que justificará la relación profesional perdida con el tercer ojo del conocimiento, en la persona de la actriz Brit Marling. Ella, amiga de la universidad del realizador Mike Cahill será la llave a lo esotérico desde la razón, incongruencias de la creación. A modo de doctora Frankenstein con la ceguera de invertebrados anélidos, descubrirá otra mirada, la sustituta en la mente del investigador interpretado por Michael Pitt (también imbuido en la producción del proyecto), que se verá arrastrado a un viaje experimental, entre la ciencia, el amor idealizado y el horror.
Un viaje entre Brooklyn y Nueva Delhi (India) que intentará profundizar en la huella ancestral. Buscando una demostración real de que no hemos estado equivocados a lo largo de nuestra vida, de nuestra existencia. Cuando el conocimiento siempre había vencido a aquellas revelaciones de carácter mágico, contra natura y las leyes universales. Ahora, ya no queda nada a lo que aferrarse.
Si encuentra esa marca digital, tendrá que ceder ante lo predestinado, el origen del universo en aquellos ojos. Nacidos para provocar sensaciones únicas en los demás y estimular la aventura de su búsqueda imposible. Quizá esa energía emergida de la nada o del Todo, esté encapsulada por otros motivos en el interior de una mirada cristalina o más allá, como el descubrimiento del legado metafísico de una existencia creadora.
Es la eterna controversia entre la tecnología científica, y los que creen en el carácter divino o la resurrección (posiblemente a través de la reencarnación). Porque estamos en la capital de la India dónde confluye la fe y la modernidad, en el mayor centro urbano del mundo y los mitos ancestrales.
Particularmente, I Origins me ha parecido atractiva hasta el momento de tomar partido por una de las opciones que propone el director de New Haven (Connecticut) Mike Cahill.
La Nebulosa de la Mariposa.
Nos conocimos,
como llegados de otra Tierra.
En el origen temporal de todo,
la formación del espacio y las estrellas,
dentro de la galaxia de tus ojos.
Dos almas paralelas,
así, tan extraños,
como la foto ampliada de este,
nuestro pequeño universo.
Irisado.
Amábamos, en fotos, el mundo,
imágenes de naufragios en el cosmos,
concéntrico.
Hacia otro agujero negro,
que nos devoraba, desapareciendo,
viviendo en la brisa del pestañeo.
Cayendo dentro de ti.
Sobrevolando tus matices,
ocres, verdes, amarillos y azules.
Son grietas de esta Tierra.
Y unimos nuestras mentes,
corazón, las manos y oídos,
al ritmo de nuestra música, mágica,
entre huracanes y espirales.
Multicolores.
Pero, ay... descenso vertiginoso,
apagado, vacío, el horror del silencio.
Acabé engullido por ese círculo,
oscuro, turbio por las lágrimas.
Magnético que atrae, inane, casi muerto.
Aquellas pupilas de vida,
nacieron del Big Bang humano,
como galaxias creadas por la locura.
Buscando la escalera al cielo,
evitando al maldito azar.
Ese día funesto, que acaba apagando
la melodía y el recuerdo,
como un susurro, y todo termina.
Fue ciencia infusa, o mitológica,
tu mirada desaparecida, magia ilusa.
Abarcar el cosmos desde tu visión,
porque en la letanía, sobre los tejados.
rostros, amor y números, quedaron divididos.
Sus planetas ajados, en mi infierno,
del ojo derecho al izquierdo.
Bus del averno.
Y el suspiro sordo quedó convertido,
en incomprensibles gritos de horror.
Aquel once, fue un presagio,
del apocalipsis en sus ojos ígneos.
Tú, mi peor destino, de la ceguera al fracaso.
El tiempo pasado, no siempre cura,
simplemente se desvanece en la luz,
del recuerdo retenido.
Maldita y ácida, retina.
Como un gusano ciego,
entre creación y conocimiento.
Todo vuelve a comenzar, en otro alma.
Otro diafragma para respirar, obturando,
cuando pase el peligro.
Soy una cobaya, experimentando el sueño.
No sé si creer,
descubrir lo imposible, lo eterno.
Viajando a orillas del Ganges,
¿hallaré aquel arco iris?
Alma o disfraz.
Quién sabe de su existencia, cromática.
La nada en la distancia, o el todo,
en el abrazo... desde el alfa
hasta el fin de su abecedario.
Para renacer a la soledad,
para sentir de nuevo.
En medio del Big Eyes,
amor o capricho, ¡que sé yo!
Tal vez sólo un deseo.
Entre la arena, sobre la mar,
bajo el cielo.
Colores.
Del beso de intensas pestañas,
raciales y eternas.
Encontré otro verso a su galaxia,
enterrando la razón.
Anunció al mundo su llegada,
para juntar nuestros perdidos planetas.
Neurona de la retina de un ratón.
Post-verso:
En la época tecnológica, digital,
somos rebelados.
Apartada la máscara, de otra vida,
más difusa.
Generadora de luz,
imágenes de genios o monstruos,
de nombres,
que conforman nuestra identidad.
Moribundos de la soledad,
del ser humano.
Reflejos expertos de retinas,
son sus cerebros.
Fotografías olvidadas de caras.
Toda la historia del hombre,
en un instante,
reconocible en sus niñas.
Vidas.
Universos de conocimiento,
guerras, ciencia o amores,
besos con letras.
En el suceso del horizonte,
que lleva su nombre.
Salve Salomina,
bienvenida al fin o el comienzo,
de otras existencias.
*** Interesante ***
THE DØ - Dust it Off (I Origins Soundtrack)
I ORIGINS: "A Window to the Soul" featurette