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viernes, 12 de mayo de 2017

Dr. Strange.


"Duelo marvelita: 
Cumberbatch-Mikkelsen"

En 1954, el escritor Aldous Huxley de mundos felices, publica su otra titulada Las Puertas de la Percepción, estableciendo conexiones de la mente y el mundo sensible, a través del consumo de cierto psicotrópico. Curiosamente, en 2016 se estrena la película dirigida por el angelino Scott Derrickson (Hellraiser: Infierno, Sinister) adaptando a un superhéroe diferente al resto como el Dr. Strange, donde una de las escenas presenta a su creador Stan Lee obnubilado, leyendo dicho libro y sus oníricos viajes. Pero antes, allá por 1963, se uniría al dibujante Steve Ditko para desarrollar este elemento atípico dentro del conocimiento y el universo de Marvel, con un neurocirujano transformado en Hechicero Supremo, que formaría parte de The Avengers en unos años y recorrerá mundos invisibles para enfrentarse a poderosos enemigos de la humanidad. Utiliza fuerzas ocultas o virtuales, como la telequinesis, viajes astrales y temporales gracias al Ojo de Agamotto, teletransportaciones o deformaciones de la materia, o la siempre peligrosa magia negra.
Para ello, el equipo de Marvel y Walt Disney Studios, se traslada de las islas británicas hacia algunos templos de Katmandú (Nepal), para su duro entrenamiento y un complejo entramado psíquico, con una accidentada historia elaborada entre el propio director de la película y el guionista Jon Spaihts, autor de Prometheus, Passengers o las próximas aventuras de La Momia y de Pacific Rim 2.

Una odisea vital, es un cambio drástico en nuestras irresolutas vidas. Pero, también puede proceder de un accidente, o despiste algo hiriente y dramático, cuyos efectos hacen variar muchas de las respuestas a nuestro alrededor, personas o nuevos intereses, e incluso, el propio carácter de la víctima en cuestión. Incluso, nuestros débiles comportamientos con seres queridos, haciéndoles padecer los dolores de nuestro organismo y síntomas desagradables que suceden dentro de la cabeza. En esta ocasión, con un sonrisa socarrona y una profunda espiritualidad, en el cuerpo no siempre material de Benedict Cumberbatch, impregnado con el espíritu jocoso de Vincent Price.
Por tanto, dependiendo de la personalidad u otros asuntos oscuros, no siempre, estos cambios acaban siendo igual de traumáticos, sobre todo, si estás tocado con la varita mágica del Séptimo Arte; porque el Dr. Extraño no sigue reglas reconocidas en los cómics, ni influjos que se reflejan en nuestro mundo consumista y práctico. Se desplaza más allá, a un lugar donde los sentidos te engañan constantemente, sin equilibrio, al borde del precipicio de tiempo.

Tampoco está condicionado por la forma de enfrentarse a los problemas que atemorizan a la sociedad contemporánea. Dr. Strange, es otro tipo de héroe, crítico convertido en prestidigitador carismático en la piel de Mr. Cumberbatch, asociado a la cultura tibetana a través de un ser indeterminado llamado El Ancestral, interpretado por una actriz deslumbrante como Tilda Swinton antes de infiltrarse en War Machine junto a Topher Grace y Brad Pitt, otro filme Okja de John-ho Bong (Memories of Murder, Snowpiercer), o la revisión de Suspiria con Dakota Johnson y Chloë Grace Moretz.
Tal vez, en el extraño caso de tan insigne como pretencioso neurocirujano, su existencia se vea condicionada por terribles padecimientos y su iniciación devenga en viajes exóticos al límite de la realidad, junto a rostros emblemáticos del cine actual, como este hechicero supremo cambiado de género, su confusa amante del Boston Spotlight, Rachel McAdams, Benjamin Bratt o Michael Stuhlbarg, un protector del templo Kamar-Taj con el tocayo de capa Benedict Wong de filmes como Moon, Prometheus o Marte, el ´amable` Chiwetel Ejiofor como Mordo, protagonista de 12 años de esclavitud y Marte, o su némesis espacial capturada en un Dormammu con otra voz indeterminada. Claro, sin olvidar, al gran Mads Mikkelsen (Hannibal, Rogue One) expresando gráficamente su maldad en esa profunda garganta y ojos cargados de brillantina. Antes de meterse en el mundo helado de Arctic, dirigida por Joe Penna.

Toda personalidad real, influye para bien, en los personajes de la película Dr. Strange. Gracias a un director que sabe manejar las ventajas de estos profesionales involucrados en el proyecto de Marvel, en todos los campos, desde la interpretación a otros episodios técnicos, a la captura de una redención personal del héroe y sus incomprendidos movimientos del pasado.
En aquel tiempo que, lectores más jóvenes colgaban su entendimiento entre los ojos y dedos impregnados con saliva deseosa de acción, esto es, aquellas famosas viñetas podían parecer demasiado complejas o atribuladas para la edad en su momento. Enfrentando múltiples universos posibles, con nuevas secuencias imposibles desde el ayer cinematográfico o ideadas con páginas coloridas de viejos tebeos de superhéroes y villanos, zonas interdimensionales o planetarias. Después, en alguna juventud perdida, llegó un tiempo en que las típicas historias, se quedaban empequeñecidas o difuminadas en nuestra mente, en busca de estas diferencias más arriesgadas, contra enemigos más poderosos y con aventuras conceptualmente diferentes.

Hoy, el cómic de Marvel denominado Dr. Strange, es uno de aquellos ejemplos de nuestra juventud donde los contenidos parecían más revolucionarios o avanzados para la acción desbocada, semejante a los cambiantes X-Men. El mundo buscaba estos cambios y concepciones oníricas, como la espiritualidad más exótica, puertas dimensionales que abren otras brillantes u oscuras guerras, efectos algo mareantes frente a hazañas milagrosas, magia envuelta en los dedos de ambas manos, música de las estrellas, las leyes caóticas del universo girando alrededor del ser humano, tal que una maquinaria interminable, el poder concentrado en una mente inquieta... Hasta hoy, con el concepto de la variabilidad, más extendido y divulgado científica o filosóficamente, en forma de un Multiverso.

Mientras, en el mundo tangible, muchos seguirán padeciendo dolores y otras guerras eternas, concibiendo regiones amenazadas con el apocalipsis, ético al menos, generando variados tipos de invalidez, tanto física como psicológica, aunque sin la magia del cine a sus espaldas. Nada que ver con una mágica capa, ni los rostros de sus estrellas... siquiera la imaginación del propio Stan Lee para resolver conflictos extremos y surrealistas.
En Dr. Strange, nos acercamos a un ambiente de mágicos elementos casi rayanos con la mitología de otras eras, instrumentos del bien y el mal, monstruos de proporciones tenebrosas, como los que recuerdan al infierno de Dante, pero más espacial y semejante a un Event Horizon desplegado. Mezclas de hechicería digital, con esos píxeles de videojuegos modernos (por un instante, veía el scroll del caballero templario en la pantalla); y sin embargo, no todos los brillos o texturas, movimientos espaciales ni trucos mecánicos, pueden despejar esta incógnita que desequilibra al más pintado. La distopía del héroe forzoso, ayer humano y su aceptación social, marcada por endiablados efectos de Industrial Light & Magic, o la música del compositor Michael Giacchino habituado a otras guerras espaciales, o mundos heroicos junto a Brad Bird o J.J. Abrams.

Así de cambiante es todo, como la turbulencia del cosmos o las conexiones neuronales de Stephen "Strangebatch" frente al profundo Mr. Mikkelsen Kaecilius, en lucha de egos, aunque sin las tremendas consecuencias en su médula espinal y esa mirada tenebrosa, mientras su vida adquiere nuevas ´amistades`; el primero pasará por nuevos episodios de Sherlock en Navidad, se electrificará de Thomas Edison en The Current War, y parece que volverá a Vengadores, El Libro de la Selva y el Grinch, y el actor danés se ve inmerso en Rogue One.
El todo y el tiempo, está difuminado en el universo paralelo de superhéroes marvelitas, bajo los elaborados disfraces y encuentros vengativos, los desproporcionados mareos causados por efectos binarios y tiros imposibles de cámara de programas matemáticos. Recuerdos de resortes mecánicos de la ciencia ficción y puzzles del pasado, que recuerdan fantasías distópicas como Dark City o, la más cercana extravagancia visual de Christopher Nolan en Inception u Origen. Ahora, Scott Derrickson es el mago de aciertos y bucles maquiavélicos, zambullido en el infierno de unos inocentes y débiles humanos, frente a cenobitas cósmicos, encabezados por una voz planetaria y el omnipresente Mads Mikkelsen. Otra vez, como anti-dios hambriento y voraz.

Causante de los desplazamientos por los diversos estados de nuestra conciencia, el tiempo o la materia; mientras del otro lado, en este mundo espejo del cine, se desenvuelven unos actores esenciales para hacernos olvidar el teatro real de la vida... los momentos de pérdida personal como los de aquel joven ochentero con el tebeo abierto del Dr. Strange en sus manos, y por lo tanto, ese profundo y verídico cambio generacional, que proviene de la globalización visual y esencialmente, de la personalidad de estos grandes actores, adaptándose a nuevos medios o registros.
Esta eterna apocalipsis interpretativa, entre Cumberbatch y Mikkelsen, es lo mejor del filme, persiguiéndose en la aparente eternidad cósmica, plegándose a unas reglas indeterminadas o unos movimientos reversibles como una acción de supermanes, enemistándose temporalmente en el espacio y el segundero del abismo negro, en un espectacular final de la cuenta atrás... 3, 2, 1... despegando de nuevo. O abres el cómic y despliegas tu espíritu juvenil, o cierras página a la diversión, ¡tú decides!
Hasta el infinito de nuevas aventura y más allá, cruzando el espacio de Marvel con su capa milenaria y mágica, hacia la mitología y otras batallas infinitas... dentro del interior o en infiernos imaginarios.

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