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sábado, 8 de abril de 2017

Jackie.


Repasa tu historia, princesa...  memorias de Camelot.

Érase una vez, una muchacha que se convirtió en princesa romántica (al menos, por un tiempo) y vivió feliz junto a su joven esposo a pesar de las continuas insinuaciones que se difundían y las múltiples tentaciones a las que deberían encarar, juntos. Hasta este inesperado y dramático suceso...
Recuerda a esa ocasión en que el intrépido y simpático rey, con su espíritu de caballero infatigable y la visión de futuro, tuvo que enfrentarse a un enorme dragón rojo, que incendiaba la carne con un solo suspiro de su respiración. Produciendo en la tierra que les vio nacer, una señal como recuerdo y una honda quemadura en el alma, que dejaría una marca indeleble en la piel de la joven. El resto de la historia quedaría reflejada en los libros de historia, como uno de los acontecimientos más impactantes (junto a las grandes guerras y el derrumbe forzado de las Gemelas) que han quedado en la memoria de los norteamericanos y el mundo en general.
En el fondo del corazón, se reflejan las notas de una canción que haga olvidar las otras imágenes impactantes con que los habitantes del reino, aún incrédulos con lo sucedido en sus calles, se levantaron al día siguiente y vieron a esa chica convertida en mujer, con su mirada perdida y fija en el horizonte que se avecinaba...

Esa mujer de cine llamada Jackie, en la memoria y por entonces Kennedy, en realidad posee una lírica sensual y una generosa actuación de la actriz Natalie Portman. Mientras, el Dragón Rojo permanece en su cueva desconocida, presa de un receloso sueño...

Por tanto, su dramática historia se puede contar, con letra y desarrollo "song to song" entre temblores y desahogos, rememorando aquellos días de felicidad y escuchando nuestras canciones preferidas, como lo harían dos enamorados que han sido brutalmente separados. De la mano de un director chileno llamado Pedro Larraín, se fabrica un relato con energía y silencios, demostrando que se ha llegado a licenciarse en la elaboración de biopics y en la fotografía de una mujer, entera.
Aquellas canciones que nos animan a seguir adelante, producen un cambio radical en nuestras vidas, a pesar de las dificultades para enfrentarse a la gente o los medios de comunicación, a la difusión de lodazales entramados. También, a las persecuciones indiscriminadas que van directas a la cabeza, como si no hubieran tenido bastante... Incluso, para una niña nacida en Jerusalem y que, cinematográficamente a las primeras de cambio, sería salvada por un asesino a sueldo llamado Leon.

El padre de esta actriz, era un médico especializado en casos de fertilidad, curiosamente cuando ella tiene ya dos pequeños a los que cuidar y proteger, de igual forma que su protegida ya fallecida a causa de un linfoma. Por otro lado, su madre se dedicaba a asuntos internos como tranquila ama de casa, que luego se transformarían convertirían en contratos de una agente artística. Así, la familia es lo primero, sobre todo, si se trata de Hershlag, edificada por unos ciudadanos norteamericanos con raíces judías de Austria, Rusia, Polonia y Rumanía, que debieron emigrar a los EEUU en busca del sueño perdido o belicosamente robado. Alguno de ellos, actuaría como mujer espía para el gobierno británico durante la segunda gran guerra.
En consecuencia, con apenas tres años, aquellos antepasados marcarían los pasos necesarios para emprender este difícil camino en la interpretación, metiéndose en la piel de personajes sufridos que le llevarán, próximamente a trabajar para Terrence Malick, Xavier Dolan o protagonizar el filme de ciencia ficción "Annihilation" de Alex Garland, su segundo tras la reconocida Ex-Machine.
Un salto, reversible en la ficción, de Washington hasta la florida Connecticut y luego, pasando a la mitificada Long Island en N.Y., donde comenzaría con pequeños papeles en el teatro amateur y en sentido contrario al que tomaría alguno de sus personajes más representativos, no del lado de la prosperidad laboral (que también), sino geográficamente hablando. Jackie Lee nació en la localidad de Southampton (Nueva York), mezclada con la sangre de sus ancestros de Inglaterra, Escocia e Irlanda, y cierto aroma a "savoir être" del estilo francés. Ya que su apellido de soltera era Bouvier y, curiosamente como Natalie, pasaría por una escuela de Connecticut, aprendiendo a vivir hasta ese día 22 de Noviembre de 1963.

Como su protagonista, parecía tener las cosas claras. De forma que erigida en estrella terrenal pero mundial, Natalie Portman dejaría de asistir al estreno de la película Star Wars: La Amenaza Fantasma; obligada a cumplir unas labores de estudiante que le valdrían para conocer lenguajes tan diferentes como japonés, español, alemán, hebreo, francés y árabe. Y directamente a conseguir una titulación en psicología por la Universidad de Harvard, además de escribir ensayos para revistas especializadas en procesos de memorización. Ella, antes que actriz, enunciaría que "... es preferible ser inteligente a estrella de cine".

Entonces... existen momentos pasados que suponen alegría, nacimientos y otras metas logradas, aunque los dramáticos y más duros, se queden incrustados para siempre en el fondo de nuestro corazón, la memoria y la piel. Impregnándolo todo con un ruido sordo, como el fulminante de una furtiva explosión o un crujir de huesos. Recuerdos espeluznantes que se aparecen caprichosamente, de cuando en cuando, como el eco de una entrevista necesaria, que te vacía, voltea la piel y cuestiona algunas interrogantes o decisiones borrosas, como... una sonrisa arrasada por la violencia. Y el vacío de una gran mansión, la mayor.
Aviso de una maldad intrínseca (aliento de dragón) que nos persigue durante la historia de Camelot y unos valientes hombres, que sucumbieron al poder acumulado. Aquel día, acude a nuestra mente con el sonido de un eco sordo, un viscoso y caliente encuentro con la muerte, o ese reflejo en la ventana que se asoma al abismo de la devastación y la incomprensión. Instantes, bajo la inocencia de otros ojos que quedan señalados, y pueden marcar los siguientes pasos en sus vidas, convertidos en modificadores de la personalidad. Como la suya propia, antes escondida o disfrazada de embajadora de sonrisas, que va forjando el carácter futuro y ese pensamiento que acompaña, como fluido vital en las venas. En el gesto, en el cabello y la ropa.

Este líquido viscoso, se muestra con crudeza en Jackie... la película de Larraín que desarma al espectador, acostumbrado a otros hechos históricos en películas como Post Mortem, No y Neruda, abriéndose en cuerpo y alma, desnudándose en contacto con el aire seco y caluroso de Dallas, montado en un coche y una mente, que vuelan a gran velocidad hacia un inmenso dolor y vuelve a recomponerse, por propia necesidad y orgullo. Ese personificado en la maternidad y sus decisiones en defensa de la memoria del hombre (rey de un Camelot hogareño) y la imagen privada del presidente, más mediático o imaginativo.
Después queda el llanto y la lucha, entre las funciones de un corazón ahora más solitario, inflamado de circunstancias tenebrosas sobre política y que enviando señales de peligro a un cerebro que observa, pero no entiende. Apenas maldice y se desangra, en silencio. Roto solamente por el recuerdo de una película sobre caballeros sentados alrededor de una mesa magna y el sonido de un tema inolvidable.

Fueron instantes multitudinarios de una novia y esposa ideal, convertida a la fuerza en "viuda de América", con su rostro modélico, impregnado con el rubor de esa sangre maldita. De una generación con huellas adosadas a la dermis y el sabor amargo de un amor trágico, igual que el aliento de toda una generación de norteamericanos... recordando que sus rojizas mejillas indican la existencia de la angustia mezclada con vergüenza. Al quitarse todos esos complejos agolpados, la irreparable pérdida personal y la frustración de aquellos días, meses, años o próximas generaciones, también, queda cierto temor al olvido. Al limpiarse las heridas in situ, no de la historia, algunos no pensarían que las imágenes que conmovieron al mundo, se borrarían con ridículos intentos por confundir los hechos o perderse con estratégicas divagaciones. La cara B del dragón, o la prensa.

Jackie y Miss Portman, quedan desnudas ante la piel de un país herido. Lastrado por una bala de múltiples dobleces durante su famoso recorrido hasta hoy. Esa que convirtió a la familia Kennedy, en centro de un triángulo de desapariciones con rincones ampulosos de una sombra histórica. Sin embargo, a pesar del impacto de un magnicidio, los espectadores acudimos a un reencuentro con el personaje y sus movimientos, primero traumáticos, después sinceramente abiertos y poderosos. Rendidos en los brazos de su única protagonista, meciéndonos con gestos y expresiones congeladas en el tiempo. Una notable actuación perfeccionada en la intimidad del actor.
Con ella, y actores de la talla del inolvidable John Hurt, John Carrol Lynch (El Fundador), el también director Richard E. Grant (Logan), en la piel de hierático periodista Billy Crudup (Alien Covenant) o Peter Sarsgaard (próximamente en Escobar de Fernando León de Aranoa), olvidamos cuestionamientos e ideas sospechosas, para centrarnos en la realidad de la primera familia de una Norteamérica, desarmada en determinadas direcciones. Editando cintas como JFK de Oliver Stone) o las sensaciones propias de una madre, que buscaba la protección de sus hijos y el nombre, ante el desafío de una época de oscuridad. Fraccionado en pedacitos de alma, cercano como una ducha, roto como un sollozo... una voz entonando un lema onírico, porque Jackie, además de dura, inteligente o valiente, es un buen retrato del dolor y una buena película.

Y, Natalie Portman nos hace sentir más humanos. Algo que nos transforma desde el interior con una idea revolucionaria, ante las ideologías de odio o intereses sobre el hombre más poderoso del mundo. Enseña púdicamente, la personalidad de la mujer, escondida tras vestidos y banderas, próxima a esos momentos pequeños dentro de una historia gigantesca. Su voz cálida recalca las palabras concretas de una entrevista personal y algunas imágenes íntimas, no tan conocidas como sopesadas por cada uno de nosotros. Casi necesarias para nuevas generaciones con ojos perdidos.
Notas oscuras y fotografías iluminadas, que impactan con la misma fuerza que ayer... y cuyos movimientos en familia, son reflejos de muchos otros silenciosos y nombres, sólo quebrantados por excusas incomprensibles, conspiraciones en la sombra, acusaciones veladas, o no, y el luto de sus miembros, caídos en futuras maldiciones.
Jackie es el eco de la voz ahogada, de sonidos míticos y palabras escritas. Que intentaron disimular, disminuyendo expectativas de su oratoria, su libertad y fuerza, o una inteligencia cultural y gracia natural. Como Natalie...

Es decir, querían a una Jackie en un perpetuo estado catatónico, de borrado intelectual y existencialmente práctico. Sumergida en un duelo mayúsculo como sus apellidos, sin posibilidad de recuperación emocional... a solas con sus lágrimas. Bajo la lluvia reparadora e interna, que quitase todas las manchas. No las cicatrices del dragón... ¡nunca la memoria! Jamás el deseo o el poder de un sueño...

Repasa en tu memoria las historias de Camelot.
Pregunta a todo el mundo si las conocen,
y cuéntales si te dicen que no,
el corto, breve tiempo de la gloria de Camelot.
¡Camelot! ¡Camelot! ¡Dilo ahora con exaltación!
¡Camelot! ¡Camelot!

REY ARTURO:
¡Sí, Camelot, hijo mío!
Donde antes sólo llovía de noche,
la luna hacia las diez debía salir…
¡No dejes olvidar que tal bello lugar
por un fugaz momento fue, el llamado Camelot!


Camelot Monthy Python...


Tráiler King Arthur: Legend of the Sword, de Guy Ritchie: Tráiler Song to Song, de Terrence Malick:

Cinemomio: Thank you

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