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miércoles, 10 de julio de 2024

The Cleaner / Black Bird. Season I


Normalmente he comentado, que las historias de terror presentando escenas de violencia extrema, patológica y visceral, se podrían tomar - o debería hacerse para desintoxicar el espíritu…-, con grandes dosis de comedia burlesca. O como una parodia grotesca del horror, al estilo de  las primeras películas de ese joven Peter Jackson. Como en aquella trilogía cerrada con el viaje extra dimensional de Ash Williams con Bruce Campbell alrededor de un Evil Dead paralelo y medieval, dirigido por  Sam Raimi. Pero claro, aquel Ejército de las Tinieblas era pura ficción fantástica… que es lo que hay que tener en cuenta.

Las representaciones lacerantes de conciencias, en lo cotidiano y traumático, suelen traspasar la pantalla marcando el dolor de las víctimas y familiares reales. Aunque en la mayoría de ocasiones, se suele tratar de evitar el trauma, evitando escenas sangrantes o que asalten su memoria de la pesadilla. Al menos las demasiado cercanas en el tiempo... En determinadas guerras mediáticas, nuestras mentes se hacen más débiles o se persignan ante la desgracia, mientras otras sobrevuelan límites de odio hacia la venganza. O podrían hacerlo, quizás cuando la justicia no genera la mínima confianza. Esto es una evidencia en regímenes totalitarios...

Es un tema peliagudo en el panorama actual, el de los actos violentos con asesinos atroces, que realizan desmembramientos y abusos, con deshumanización sádica, dominación de las voluntades, etc… y se oyen ciertas voces sobre no perdonar, ante la visión escandalizada de una sociedad incrédula y temerosa. O no… pues otras siembran el desconcierto, sacando a los criminales a nuestras calles.

Cuando esa ´suciedad` social es retratada por el mundo artístico – como aquel cuadro de Francisco de Goya, y Lucientes, con Saturno devorando a su hijo, descarnado -, o aborda otros temas oscuros y penosos… que no vienen a este cuento..., la imagen nos revela históricamente un compendio de podredumbre moral, marginación, una educación deteriorada, el pensamiento desafiante y un alma enfermiza… Este es el cóctel explosivo, para un elemento fuera control. Fuera de esqueletos vivientes o perros devorados por mamás hambrientas, está la existencia de un asesino en serie, preparando en silencio, sus actos más terribles e irreproducibles. Esto ya lo hemos sentido, demasiadas veces.

The Cleaner… o el Tallista.

Joe no es real, no. Pero se dirige con cercanía a nosotros, desde ese extremo de la pantalla que pertenece a los violentos y su universo de dolor ajeno, pues lo hace sin tapujos y lo peor, se siente bien. Así lo demuestra, con un extraño sentido del humor… Ácido como el vinagre de manzana en la boca.

Siendo, a la vez, poco expresivo, manipulador, sarcástico y frío hasta cierto punto. Tal vez ello radica en sus orígenes de pertenencia, que pasea sobre una comunidad aparentemente indiferente, no tanto como su nombre Christchurch. La que duerme sin imaginar, que la delimita socialmente, sobre la aislada y enigmática tierra de Nueva Zelanda. Hasta que sale la noticia en los periódicos o telediarios... 

Está de moda hablar de estos especímenes, desde la producción de la Lionsgate, a los monstruos de Tasmania, seres rabiosos, o no, significativamente tranquilos. Hacen pareja, en mi comentario de dos en dos, y con el Tallista reflejado en la televisiva Sky para Prime Video, se ven más sangrante, porque ante la violencia de ficción, no nos encontramos en la pecera silenciosa. Esto es, de tintes animalescos con reflejos de comedia negra, vamos a sentir el desbarro en su propia mente, cuando se presenta ese eco de su voz, en femenino caótico. 

A lo mejor no demasiado creíble por otro lado, pero es el contrapunto violento y sado, que se inclina al sentimiento con el tiempo, o algo que además de doloroso, se hace agradablemente divertido al otro lado. Es un lugar irreconocible, desde el que empezaremos a visualizar sus relaciones personales de otra manera, y cambiarán los roles, incluso, con la policía. Un mundo de mascotas que rodean su patetismo solitario, que guarda secretamente en un maletín, hasta que se hace evidente en las noticias.  Y esa ventanilla de almacén de productos de limpieza, curiosamente - ya veremos el porqué -, desde la cual escruta la otra realidad, el otro yo. Su copycat... Las conversaciones con sus compañeros, o no, depende del daño psicológico, de las investigaciones policiales y de las intenciones futuras… que rodean su existencia. 

Hacia la terminación de un caso inconcluso… se convierte en detective, y siempre, con un aparente mueca ritual de divertimento propio, en su rostro incrédulo. Un rostro que parecía impenetrable, dudoso o transparente… solo quedará uno... tan incorregible como la ficción.

La serie The Cleaner, se mueve en esa indefinición, gracias a las interpretaciones sardónicas. Voy a decir sus nombres, entre investigaciones poco convencionales, pues sus historias aquí son igualmente desconocidas en general… Salvo en la ensoñación romántica de Eagle vs. Shark, los actores Cohen Holloway y Chelsie Preston Crayford… tal vez como dije, no suenen demasiado en estos lares, pero trabajaron junto a Jemaine Clement y Taika Waititi. Por cierto, siempre esperando a lo que acontezca tras su reportaje cómico sobre el mundo de asesinos comediantes y vampíricos, próximamente en What We do in the Shadows. 

Y más allá… pues en el ambiente suena música de serie incalificable, ésta, que proviene de los negocios de aquellos también con las bandas sonoras. Tras el nombre de Plan 9, les conoceréis... y por el lado de la imagen, con el director Rick Jacobson se basándose en las novelas criminales escritas de un divertido Paul Cleave y poniendo algo de  dinerito en la segunda entrega a muerte, en la película Don´t Breathe con nuestros amigos - de los niños-, Sam… Raimi y Stephen Lang.

Es evidente que este mundo, es una broma... Pues quedamos que el ambiente este, cuenta con un espacio magnífico para lo jocoso, la broma divergente, genérico y materno. Aunque te duela… el colodrillo, ejem... como bien diría nuestra recordado Francisco Ibáñez, cuando hacían una entrada asesina en sus tebeos sobre el fútbol de selección. Ok, era mundialmente, el SuperHumor. Recomendable por las sonrisas - tal vez no tan cómplices, sino patéticas - y cierta estupefacción narrativa del personal con esta serie.

Encerrado con el Diablo… un verdadero Copycat.

A la primera comentada, - que se recrea como verborrea bonnieandclydista, palabro me salió xDio -, e incluye acercamientos morales a los Asesinos Natos de Oliver Stone o las manipulaciones de, aquel más  apuesto protagonista sacado de la novela de Bret Easton Ellis. Se observaban ciertos males materialistas de aquella Generación X, a la que Joe perteneció y que dio lugar a la esquizofrenia burlesca. En aquella ocasión con la apariencia social de Christian Bale para una  American Psycho… mucho más sangrante.

En la realidad y el ahora, la obscuridad si cabe, se vuelve más escalofriantemente verídica, sin el mínimo sentido del humor, tal que un graznido nocturno de un Black Bird. Sirviendo de contrapunto el nuevo protagonista, Taron Egerton - el comprador del Tetris, filme que me encantó- y que es agraciado como aquel matador Mr. Bateman de la ficción. Un alter ego de todos nosotros, en desafío contante ante el que es el auténtico Diablo. Actor inglés atrapado por el materialismo, el sexo y el dato familiar, fue hijo de Elton John, y ahora de Ray Liotta, demacrado ya entonces, que tantas veces supo de estos asuntos violentos en el cine. Y al que tanto, echaremos de menos.

 Pero bueno, allí en la prisión de máxima seguridad, se le vino..., no, no el santo... sino el mismo otro, ese, y un guarde corrupto que es la otra trama. Tratando de pasar desapercibido, no podrá... cómo escabullirse de un porvenir, escandalizado o seducido por sus contradicciones, sus sombras del pasado, yo qué sé… patológicamente mentiroso, dramáticamente insano. A puertas metálicas de la celda, sabemos porqué se llama Encerrado con el Diablo, tan amistoso, no sabemos si excitado el pájaro... Que, por descontado, se muestra gélido, la mayoría de veces, salvo erupciones cutáneas y más internas. Joven funerario a la fuerza, confuso, castigado, asesino no parece, y te lo tragas... hasta que empieza a expresarse, extraordinariamente recreado, por Paul Walter Hauser. Es decir, otro limpiador químico - el segundo de hoy -, que se luce individualmente, curiosamente, no dentro de una casa de Usher´s, que pertenecen a otra familia más poeniana... sino, en otra encerrona mental. Ahora no sé, que serán los Usher, ya los abordaremos algún día…

La personalidad del personaje violento, – recordando al estimado Mr. Liotta en este último trabajo y sus aficiones en papeles extremos, q.e.d. - , va de un lado para otro. Sale de una celda y entra en otra, más absorbente y caótica, su mente. Sobre una petición en el filo, nos adentramos en un encierro traumático, de una conversación convencionalmente aburrida, a una observación que te pone los pelos de punta. El Diablo es así…

Los Reflejos del Daño...

Esta prisión es un Dark City. Con claro oscuros, sólo en el exterior, que también puede llegar a ser muy negro, como un fosa. Fúnebres itinerarios y cercanos, enterrados a 10 metros, los huesos de unos y otros. Sin embargo, no tiene que ver con el panorama onírico y espacial de aquella epopeya personal, del mismo nombre, que el director australiano, nacido en Alejandría, Alex Proyas, comenzó tras  una pesadilla. En ella un supuesto, apuesto, asesino acababa con mujeres que se dedicaban a la prostitución y eran marcadas. El cine y la realidad, lo han reflejado en varias ocasiones, verdad Jack.

Si bien, eso era lo de menos, el reflejo de aquello, era una pesadilla extracorporal-terrestre, extrasensorial… y distópica, con la  remodelación de la mente de un Rufus Sewell, inocente. No como hoy... acusado en el retrato, que borda en Scoop, con un papel que llama la atención por su posición, experiencia y amistad, con otro sentenciado diablo. Sexualizado panorama tenemos... que aborda como una investigación, el director Philip Martin (Hawking, The Crown), y será por los años que cuesta reconocer al principio, a Mr. Sewell digo.

 Allí al otro universo de ensoñaciones, fue junto a nuestra querida Jennifer Connelly, - la misma que aparece en el documental, del niño grande que nos hace llorar de alegría y pena, Mr. Jim Henson, y con otro caído no hace mucho, como el gran William Hurt, al lado de un Kiefer Shuterland, al que solamente sale decir, siempre recordaremos a tu padre, el gran Mr. Donald. Que en paz descansen, vaya racha.

Mas, aún queda por relatar... debemos seguir adelante.

En fin, volviendo a la investigación en curso, y recurso... de unos asesinatos reales y su metodología grimosa y aspecto patético. Conclusión, es la educación, y la paranoia desproporcionada, lo que construye este ambiente irrespirablemente tenso. La mente enferma hace el resto. Con paralelismos, al mundo de tinieblas personales que se entreteje entre metal, efluvios y malas relaciones en la vida; el dolor de las víctimas, dista a una pista de petanca de distancia, más o menos, de esas sensaciones contadas ante la cámara en The Cleaner. Entonces, las declaraciones violentas reales están más cercanas a observaciones detalladas sin ruborizarse, ni reírse, tras la escalofriante Dahmer o los episodios ante profesionales, que se relatan en la notable Mindhunter, en la creación de la unidad especializada del FBI entretejida por Joe Penhall y producida por David Fincher.

Sin embargo… hay algo más en estas terribles apreciaciones… existe un sarcasmo gélido y taciturno, que le acercaría a un Joe peligroso, y es una extraña sensación de vacío, una rivalidad amistosamente dura, un recuerdo sórdido, amenazas, luchas, enfermedad, eludir la responsabilidad… de un padre. Un hermano que afronta, y esa sensación de pérdida, que no termina… pues todo termina encerrado en el aire, con una toma desde las alturas, en la que no descubres bien, la salida de ese laberinto… Tal vez, nunca salgas.

Crimen teatral…

El próximo protagonista de Twisters, Glen Powell, tiene una película sobre investigaciones teatralizadas, de un polifacético aprendiz a asesino a sueldo, que empieza de forma entretenida. Pero que va perdiéndose cuanto más se introduce en las relaciones enconadas de la pareja protagonista. Se llama Hitman, vete tú a saber por qué…

Mientras, en un recóndito universo, que ya no recuerda, salvo en pequeñas huellas en la arena de las botas, a aquel Mad Max que nos dejara con las órbitas desencajadas por el dolor… y la velocidad. Nos topamos, casi de refilón - tarda en llegar un huevo -, a esta Furiosa puede ser una vengativa asesina, pero con algunas pegas a mi parecer… dos horas y media… Y que no tiene que ver con el sadomasoquismo alimenticio, que es lo mejor del final, sino por el camino extenso como un viaje al Valhala. Donde te aburres, das una vuelta por el desierto, te entra hambre, vas a comerte un algo, te desorientas en más (mad) de una ocasión. Todo huele a lecha rancia, entre batiburrillo explosivo y aprovechamiento de lo poco comestible y digerible. Croquetas de cucaracha, no gracias.

No sé, ahora ante tanto crimen… me ha dado por pensar en los ojos de Bette Davis. Donde los duelos ante la cámara, eran otra cosa, de malas, dividiéndose en matices, ocurrencias y diálogos, con el fin de evitar la estructura plana del guión - lo sigo escribiendo con acento porque soy rebelde y la Rae me ha hecho así... -, y mediocridad en la interpretación. 

Por último, voy a volver a los hechos actuales, con perplejidad… con una primer entrante, documental del ciberNetflix criminal, que te deja alucinado, Lover, Stalker, Killer, y que debes descubrir, para saber… hasta dónde pueden llegar las cabezas… locas. Como loco te quedas, con el segundo, llamado el asesino del Metro de Londres, que es la caída al infierno, de los sin nombre. Cuyas tristes historias, y lo demás... se estructuran como una alucinación. Y como ellos, ya no sabes lo que es verdad, ni las mentiras que contaron bajo el alcohol. Pero, asesinos era, sin duda, la una y el otro.

Envueltos en una teatralidad, comparable a la vida real, esos relatos te hacen pensar que no se necesita que te monten películas, ya se proyectan todos los “fucking days”. ¡Cómo toque el número digital en la lotería… vas apañado o -ada! 

Eso sí que es, caer en la utopía, Furiosa… Sin necesidad de sueños nocturnos a medianoche, sin educación, de la madre del Tallador ni del padre del Demonio de las patillas sacadas de una Civil War... o de un montaje para hacerte creer tu destino próximo… Solos terminamos, como un gato o un pez en una pecera… Una mínima rendija que se cuela a través del Ojo de la Aguja. Bye, gracias por todo, Mr. Shuterland, te recordaremos.


Cinemomio: Thank you

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