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martes, 4 de septiembre de 2018

The Punisher. Season I

















Negro + Blanco = Rojo.


Hablando de colores, salvo excepciones sensoriales de la mente, pareciera que los recuerdos siempre están teñidos de blanco y negro. Sobre todo en algunas generaciones, que crecieron con las emisiones catódicas, las películas del veterano cinematógrafo o, aquellas ediciones de historias impresas del cómic y las primeras tiras gráficas de los periódicos, gracias al invento de Johannes Gutenberg en el siglo XV. Sucesos, por otro lado, que precedían de los anónimos artistas de épocas prehistóricas, plasmando sobre la piedra a oscuras, sus experiencias o noticias, sobre la caza y la naturaleza, u otras satisfacciones personales que se han ido descubriendo y describiendo con tacto.

La prensa gráfica, nacería de las representaciones de los ancianos exploradores y biólogos, trasladando la descripción en sus cuadernos de bitácora, donde describían a diario con detalles, sus experiencias y sensaciones personales a lo largo de terribles odiseas marítimas. Mentes que culminarían con representaciones reales o imaginativas desarrolladas con erudición, sobre sus estudios o artefactos dibujados con maestría, por grandes personajes históricos y cuestionados científicos de distintas épocas, como Leonardo da Vinci o Charles Darwin.
Posteriormente, llegaría el color a las imprentas y los grabados trasladados de las ancianas pinturas, sustituyendo una base en blanco con tipografía y dibujos en negro, en negativo como una camiseta estampada con el signo de la muerte o la imprimación de una bandera pirata.

El Castigador y aquella canana diseñada, enseñaría su carta de presentación en The Amazing Spiderman, bajo el auspicio del guionista Gerry Conway y los dibujantes Ross Andru y John Romita Sr., dando a luz un "fantasma" diabólico que sembró de cuerpos acribillados y voces cortantes, el cómic de Marvel en 1974. De ahí, se fue extendiendo por las junglas de asfalto, un reguero de sangre que ha perdurado durante varias generaciones, incluyendo más declaraciones belicistas, deshonor, torturas y mutilaciones que te dejan boquiabierto y acongojado, y que hoy hacen aparición con la tutela de Steve Lightfoot en la serie The Punisher. Y a través, del ojo violento más adulto para el medio habitual, condensado entre Marvel Television, Bohemian Risk Productions y Disney-ABC Studios.
Por lo tanto, esto que veremos a continuación, no está indicado para pusilánimes, mentes alterables o individuos con ciertas características morales, que padezcan ante el sufrimiento ajeno o la representación gráfica del horror en serie... es decir, como se expresaba antiguamente, no recomendada para menores de cualquier edad o condición.

Porque, indivisiblemente, los seres humanos tenemos dos caras... Una social y otra que desafía nuestra historia en compañía o sus recuerdos intermitentes. Una emergente del hombre familiar estableciendo lazos con sus congéneres y empezando el dominio de los cultivos o ganadería, y una escondida, atrapada en la cueva, que dibuja los elementos de su naturaleza salvaje y primitiva. Como un superviviente de espíritu depredador que es protagonista de sus propias escenas de caza y aquellas primeras figuras sobre la pared.
En lo concerniente al estado y sus vías armadas, el cine se ha encargado de sus conflictos internos y los juicios sumarísimos por diferentes causas. Fueran justas o una verdadera encrucijada para los que sufrían las consecuencias. Historias conocidas por cinéfilos, como la obra maestra Senderos de Gloria del gran Stanley Kubrick, divergencias traumáticas como la primera mitad de La Chaqueta Metálica o Tigerland de Joel Schumacher y la odisea comercial enfermiza de El Terror. El complicado regreso al hogar en versiones psicológicas de Sin Novedad en el Frente, Nacido el 4 de Julio o Johnny cogió su Fusil, discurriendo en paralelo a extremos judiciales con El Proceso de Billy Mitchell de Otto Preminger, El Juicio de Nuremberg de Stanley Kramer o Algunos Hombres Buenos del singular Rob Reiner. Así como pequeños enredos personales dentro del ejército como El Sargento Negro, la diferencia cultural y el sufrimiento en Feliz Navidad Mr. Lawrence de Nagisa Oshima, El Cazador de Michael Cimino o la intriga sexual en la koreana Joint Security Area de Park Chan-wook.

Pero, no desesperéis, todavía quedan buenas personas que han evolucionado... y no han metido una bala en la cabeza de alguien o se sobresaltan cubiertos de sudor, en mitad de la noche, al visualizar los pedazos antropológicos o la impresión biológica de sus vecinos, saltar por los aires, a causa de una detonación. Tiñendo de rojo intenso el puente de Brooklyn, donde se reúnen las almas perdidas en busca de bocas a escondidas, separadas contra su voluntad, sobre aquel blanco y negro del pasado... o en la instantánea pacífica de Woody Allen. O durante enero... el gélido averno de Manhattan.

La Cara y la Cruz.

Dos efigies enfrentadas, la superior mira desde arriba la falta de carne o sentimientos de la inferior, mientras que la de abajo, se nutre con el dolor y el sufrimiento infinito. El que taladra la mente en sus episodios más oscuros, como una especie de flash. Algo repentino que sobresalta, parecido a una instantánea de la memoria, que no terminará de borrarse (a lo mejor no quieres), o semejante a la luz brillante de un aura o ese fogonazo saliendo del percutor de un arma de fuego. Bang! La cara en el reflejo o la cruz en el hospital... paz y guerra.
Trasladando esa falta de carne esquemática sobre la camiseta, o pesadilla de amor. Aquel rememorado, mutilado y devastado, una y otra vez, multiplicando sus múltiples enemigos en varios episodios y absorbiendo las degradaciones de color que padecen sus almas condenadas... Porque las dos caras, tienen un nombre y apellidos, la venganza familiar de The Punisher o la culpa del guerrero.
El viejo Castigador sombrío, posee una tez curtida en mil batallas oscuras, sobre el desierto y la mente. Con un dermis casi transparente, al comprobar su currículum bélico o la historia de su vida siniestra en los cómics de Marvel y otros negocios truculentos.

Parecía un invitado cuando llegó... pues no poseía esos dones que le hicieran especial. Aunque su pensamiento se hacía prácticamente transparente en las páginas, al identificar su odio inmenso y las razones ocultas que le llevaron a condenarse como anónimo ejecutor. Un fantasma de antaño o rondador de Hell´s Kitchen, que trasladó las épocas de sus diferentes conflictos o guerras, al Nueva York del Diablo. Bajo el nombre borrado, perseguido y sobredimensionado después, de un ente esquivo llamado Frank Castle.
Ahora interpretado en la televisión de Netflix, por un impertérrito actor, nacido en la capital Washington D.C. conocido como John Bernthal, que nos convence con este personaje distorsionado por el sentimiento de culpa y de pérdida familiar. Arrancada a la fuerza de sus manos e impresa, también, dentro de su cabeza. Un duro profesional y defectuoso marine de ayer, en otra guerra, que salta de dolor por azoteas mentales, practicando golpes furtivos a lo Billy el Niño y descifrando el tráfico de organismos trasplantados en blanco.

Hombre que farfulla palabras sangrientas y resquemor al prójimo, con antecedentes morales, que esquematizase dos años antes de su nacimiento en el cómic, ante un predecesor cinematográfico de las fuerzas especiales estadounidenses. El nombrado dentro de la novela de David Morrell o First Blood, con el nombre de John Rambo, y aquella película conocida en España con un sobrenombre, que ocultaba su identidad en la foresta entre el barro, como Rambo: Acorralado. Dirigida por el canadiense de orígenes búlgaros y macedonios, Ted Kotcheff (Wake in Fright, Weekend at Bernie's). Otra historia solitaria y desacreditada de nuestra juventud.
Mr. Castle, ahora, seguro que no desea olvidarlo. Con su pena grabada a fuego en su piel, estigmatizado por un batiburrillo oficial y en la encrucijada de un amaño a tres bandas. Aferrado a su cuchillo, cegará a dudosos y certificará el nexo con su compañero, más musculoso. Ambos señalados con la pintura de guerra, sobre sus espaldas desnudas o sobre el pecho oscurecido, hasta casi perder el razonamiento o el juicio, en tierra o sobre el banquillo de los acusados. Esta es una campaña que se inició con la primera de Daredevil y su medio socia y novia, Karen Page, descarnada otra vez por la actriz Deborah Ann Woll.

La cruz, es el padecimiento o el martirio, que llevarías clavado como una corona de espinas, taladrando tu cerebro. Noche tras noche, muerte sobre muerte, cuando mirando en aquel horizonte reflejado de colores rotativos y notas festivas, observas el desgarro que se perpetró en el pasado y del que te sientes culpable. Tras el rostro casi divino e incólume, se produce un dolor inmenso, que se desgaja en el ambiente corrupto y desgarra el alma condenada de antemano. Su mira anticipa la paz en los enemigos, cuando se encuentran con tus manos aferradas al daño y el ojo enrojecido, sobre el horizonte telescópico de tu venganza, en posesión completa de una bala mental con su nombre.
El revés del antihéroe, o cara interna de lo incorrecto, que se despierta entre sudor y aquellos ruidos de metal, gritándole socarronamente sus nombres al oído, para que sólo el Ejecutor lo sepa y padezca, como un espíritu burlón y redundante. Por consiguiente el fantasma, nada heroico, se funde en los medios y es calificado por sus actos fulminantes, poseído por sus demonios del pasado y con sus manos agarrando el reflejo mortal del futuro, tras dramática huida por despachos, sobre tejados y juicios paralelos.
Como el cawboy buscado por la ley o el soldado en aquel conflicto militar del Oeste en la película de John Ford, Soldado Negro o Sergeant Rutledge... Wanted: dead or alive?

Es un héroe forzoso y furtivo, o su contrario. Un asesino con carta blanca, para la masacre, escondida tras una calavera del mismo tono y color. Presagio de corsarios sin lustre, de cartas con el signo de la muerte, sin oficio ni beneficio. Tan solo, un dibujo subjetivo de su recuerdo, de la ronda temible que acecha alrededor de un alegre tío vivo, en principio, de sus espejos mancillados con la sangre inocente. Después, buscando el reflejo de una ventana a cientos de metros, escrutando la realidad, la que marca y nunca le abandona... la que huele a podrido. La que pudre su ser, su yo, lo que fue bautizado como The Punisher.
Mientras en soledad, la oscuridad crece y se apodera de su voluntad, en el trasfondo histórico de un horizonte de sucesos cambiante, que traga todo aquello que necesitaba, que quería... dando vueltas como un baile entre la vida y la desaparición total. Un hidalgo en busca de entuertos y de odio, el verdadero pistolero que aparece en la ciudad, en el recuerdo vivo del centro de Nueva York, y cuya profesión o misión sería matar por ellos, por sus seres amados. El supuesto caballero, que convierte el futuro de cualquiera en un auténtico infierno, incluso sin sombra del Devil o the Red.

Lo ilegal y lo macabro, lo amistoso y discutible, la separación de lo bueno y lo pésimo, de lo correcto y condenable, la imagen de los demás en el espejo... Todo eso y muchas heridas abiertas más, descarnadas, produce esta nueva producción basada en el personaje más oscuro de Marvel, el incansable espíritu que posee, quizás, el sentido más humano de todos, y una pizca de gruesa ironía, como el reverso de un héroe penitente, mercenario sin lustre ni dialéctica "cultureta", vaquero indómito o vagabundo, con la expresión certera del demonio ejecutor.

Phantoms & Micro´s.

Otro viejo predecesor narrativo, el Ejecutor y terror de la mafia novelesca, se encaramó a la imagen distorsionada por la guerra, por los guantes que destrozan el rostro sin pudor ni magnanimidad. Con el furor de los dientes que muerden imitando a un perro rabioso, apoyado por mentes encapsuladas en su oficio de horror disciplinario. Junto al misticismo clásico de un chico o el guapo de la película, proveniente de Irlanda con ruta hacia el Salvaje Oeste, frente al enemigo errante sin estrella, pero con la efigie del deceso sepultada en su cabeza y en su pecho. Cuando la amistad perece mirando a los ojos o una fracción de brillante cristal.
Son los herederos del Kun-Lun, de la mitología del western y de las hazañas bélicas, que quedaron arrastradas por misiones decepcionantes. Por puños lacerantes... Aquí te golpean, y te vuelven a golpear... Se recrean con saña, te echan ácido corrosivo, mientras te desangras... te maldicen y escupen sobre la hemorragia... no hay piedad. Ya eres víctima del Ejecutor del cráneo, el que cierra cualquier resquicio de humanidad con un mirada, del Castigador absoluto del crimen.

Para este triángulo del Mal, descompuesto y demacrado, que se representa en un escenario purulento o plató sórdido, se necesita una estructura viciada a una guerra. Acompañada de una guarnición de tiros descerrajados a corta distancia y un chorrito de disparos calculados a la frente, presentada con una bella introducción a la amistad y un presagio... En hipnótica presencia que se mezcla en cortante episodio, con un cuchillo de carnicero de Gangs of New York y condimentada por el aroma amargo a despedida, salpimentado cruce de caminos entre la sangre reconocible de Karen Page y la de una británica con raíces, cruce keniata-iraní y judía-polaca, para el dulce recuerdo en el paladar.
¡Ah, claro! y con la tecnología para un acabado perfecto de la trama modernizada, otro alma en pena o Micro, experto en enchufes y memorias artificiales, en esta ocasión, asomado a la factura (no eléctrica) que todos debemos pagar por nuestros pecados o la infinita gula.

Si bien The Punisher, se encarga en el inicio de despedazar todas las conexiones con el pasado... que si, un tiro de espaguetis coronado de salpicante tomate, semejante a La Tomatina pringosa pero, preparado en otra cocina, un trébol irlandés arrancado de cuajo como la suerte de sus convecinos camorristas que cruzaron en Atlántico a las garras del Diablo de Hell´s Kitchen, o un desafortunado encuentro con los propios Ángeles, para los que el Infierno está compuesto de ruedas envenenadas y una sombra cadavérica a sus espaldas. No todavía, no se ha presentado en la pequeña pantalla del Universo de Marvel, el jovial Johnny Blaze y su burra de fuego. Siempre queda una señal abierta...
Este presente de Marvel en la tele, es emocionante y divertido como una pelea en el gran Saloon o salvaje, con el fragor de una batalla a muerte en el OK Corral. De carne chamuscada por las adicciones o erosionada en un cortante desierto, sin cactus, pero con el odio dispersado en el viento de la Gran Manzana, arena de Afganistán y otros elementos sacrílegos. Aunque rematada con púas y un camino de 13, no rosas sembradas de Vietnam, sino espinas de horror actual, y un intenso dolor físico o mental. No olvidar que, su vida se cruzó, dando palos a ciego, con el poco moderado Wilson Fisk.

La violencia parece no estar nunca justificada, en cambio, en este contexto macabro de The Punisher (antes de la venganza ciega de Frank Miller o la extrema Max de Garth Ennis), se van uniendo y soltando las piezas de un Puzzle aún incompleto (volverá en camino tortuoso y lacerado próximamente), junto a la familia de un Microchip dicotómico y atractivo con su representación distraída o desgarbada. Micro es el compañero fantasma, pero sencillo en su comportamiento romántico, que habla más que escucha, como un estirado Bob Odenkirk en Better Caul Saul, sin ley, con su inteligencia para las maniobras extrañas, labia para marear y personalidad diferencial, aunque no ungido de tanto rodeo como este y con menos gracia... ¡Abogaaado!. Un actor de nombre complicado y de la tierra del Este de USA o apegado al asfalto neoyorquino, Ebon Moss-Bachrach.
Se endurece tras la inconsistente existencia de ambos, y las heridas que sanan a una velocidad de espanto, demostrando que el dolor arraiga y se desparrama, según los tentáculos se encaraman a los andamios y una coincidencia. Tanto que caídas al cemento, pesadillas enloquecedoras, palizas de aúpa y boquetes monstruosos de bala o puñal, sanan en una viñeta a continuación, dejándote incólume. Tanto que las perforaciones parecieran simples piercings o, lesiones internas y eternas, se restablecieran por un milagro estereotipado del tebeo ejecutor, llegado de... dios sabe dónde... ¿estás por ahí, Mr. Lee y Mr. Andru? O qué mente para la adaptación y cuidada ambientación, tan preclara y enfermiza... ¿Hey, Mr. Pies Luminosos? Brillante, pero obscuro como el cerebro de The Punisher o frío como una mirada de John Bernthal en Wind River.

Entre rifles de asalto, apología y mentes enfermas, cuchillos afilados como el vidrio, se debaten sobre las diversas heroína´s... Tenemos los escenarios sobrecargados de imágenes brutales, que encaran tres verdaderos diablos, que no quieren pertenecer a tertulias psicológicas de veteranos de guerras, en este caso. Comandada por el ecuánime y actor Jason R. Moore con sus problemas para coordinar los pasos de todos. Los otros son unos piezas, o las otras tres patas endiabladas de un banco titubeante, o potro de torturas.
El Bello Infinito tras aquel cuadro victoriano, fuera de su mundo o el nuevo Westworld, interpretado por un Ben Barnes o Billy, que promete grandes reencuentros, ya no tan correctos, motores o barbilampiños, no tan sugerentes para la Bella no durmiente. Como por ejemplo, la serie de suspense Gold Digger con Julia Ormond, aún no estrenada por estos lares o la segunda temporada, que tengo ganas de hincar el diente ya, de WW entre afilados samuráis y pistoleros.Más un insano que, al principio no encajaba demasiado en la historia de pasiones, pero que terminas identificando como otro lobo solitario, en la piel bien desequilibrada del actor Daniel Webber, y que hará de el mismísimo Vince Neil en la autobiográfica The Dirt, vocalista de Mötley Crüe. Por último, un animal de ojo y medio, o bestia en la encrucijada del presente, un hombre que estuvo con John Rambo o que anduvo por la Panic Room y entre el asesino Zodiac de Mr. Fincher, que empieza bien... y termina bastante mejor. El Rawlins y su rodar sádico, de Paul Schulze.

En este pequeño rincón de la memoria, querría desbordar ríos de emoción y versos, junto a la amada y olvidada del Diablo o Daredevil, enfriada por la Calavera e interpretada por la sufrida de nuevo, Deborah Ann Woll, y la amante recurrente, otra especie de Dulcinea tiroteada de Manhattan, en la piel borrosa y sugerente de Kelli Barrett. La madre abnegada y esposa engañada, que brinca ante un posible contacto que toque su fibra o la tecla, con la actriz Jaime Ray Newman que cruzara el Motel de Bates, aquí con hijos y Micro vigilante; y por supuesto, la reina racial, aireada, que emergió de las sombras del FBI y se quedó con todos, corazones y otras cosas. Que se bañó de pureza en la Sidonia de Ágora o deslizó entre las lenguas lésbicas del filme I Can't Think Straight. Miss, acaparadora de miradas, Amber Rose Revah.
¡Seguramente, el mayor encuentro emocional, dialéctico y mejor atractivo físico de su Dinah Madani, desde la aparición de la ´maravillosa` Gal Gadot! ¡Al loro, piratas, tiradores de puntería exclusiva y demás castigadores! Un ángel se ha paseado, brillante como el ámbar, entre diablos y fantasmas.

La esperamos con los brazos abiertos... siempre que The Punisher, o John Bernthal no se nos adelante en la gran pantalla, porque viene arreando entre las Viudas del director Steve McQueen, se ha encaramado al filme de Gerardo Naranjo, Viena and the Fantomes, junto a Dakota Fanning, Evan Rachel Wood y la bella Zoë Kravitz (hija de la no menos espectacular, Lisa Bonet y Lenny), ok. Se ha enfundado la marca Ford con Lee Iacocca vs. Ferrari de James Mangolduna y viene pisando fuerte con una aventura sabor a Mark Twain en The Peanut Butter Falcon y el crimen en Stingray, junto a Anthony Hayes también director y el noctámbulo Joel Edgerton.
A este paso tan convincentemente perpetrado, no sería extrañar un encuentro venenoso y articulado, que nos despachara una ración de golpes marvelitas, más descarnados que su tráiler (algo decepcionante), entre el Venom del omnipresente y extraterrestre fílmico que es Tom Hardy, y esta otra posible adherencia futura, tal que un simbionte o Carnage, engendrado o encarnado por la piel poderosa y nariz rematada de este duro Mr. Bernthal que saltó desde la espalda cruzada de Pilgrimage... o incluso, hasta un enfrentamiento mayúsculo frente a Anti-Venom. Booom!


¿Quién es el verdadero Billy the Kid?

Echó la última ojeada al Diablo... y le dijo: te desprecio tanto que te mataría aquí mismo, pero...
Yo, puedo ir solo.

Una leyenda se difumina sobre los tejados de la gran ciudad y en las páginas doradas de la historia de USA... The Punisher, alejándose solitario, desciende a tierra y se aproxima a su cama, no responde. Vuelve a alejarse, bajo una nube de polvo que oculta las huellas de aquella pelea inhumana... los ojos se pierden en la última mirada de ella y la palabra que sonó de sus labios... ¡Adiós! Mientras, en incómodo silencio blanquecino y rojo, fundido por la venganza y estigmatizado por el odio, durante el siguiente ataque profuso de dolor, sigue alimentándose con la papilla de calmantes intravenosos, que le haga dormir momentáneamente, tal vez... ni recordar siquiera... corroído por un sueño recurrente... una y otra vez. Y ya, son dos.
Una pregunta explota en el aire, sobre los juicios paralelos de los oyentes, la balanza del héroe y el villano, desdibujada, ya que no deja cabeza sobre títere... animados por los medios y entre los ecos de sus narraciones dibujadas... Realmente, ¿quién fue Billy the Kid?
¿Alguien tiene alguna noticia? ¿No? (Next Soon)

De la polémica de las armas y el derecho ciudadano a la defensa, ya hablaré. Otros se dedican a combatir el mal o el crimen en los barrios, tras su placa y algunos y deficientes recursos, porque los organizados poseen las últimas innovaciones y la ley que ampara a los que necesitan de armas para la defensa individual y de sus familias... Al final, parece que es de ley, tarde o temprano... todos termina perdiendo algo... probablemente la vida.
Son los herederos de Billy the Kid y sus coetáneos del Colt, los que reclaman, hoy también, la exigencia histórica que deja inocentes tirados sobre la acera, más a menudo de lo deseado por la sociedad. Desaparecidos de la pútrida faz de esta tierra, la obscura, que tapa nuestra debilidad con balas anónimas y termina suicidándose, sin sentido. ¡Otro nuevo adiós, y este más real!

John Bernthal y su Castle, podría basarse en aquellos héroes estereotipados, que hacían del crimen su propósito y se desarrollaron en la historia, hasta ablandar su imagen y credo observándose en un espejo o papel impreso, como fantasmas desarmados sin piel... O los opresores que utilizaban cualquier método ´convincente` en un estado de guerra visceral, para sonsacar información al enemigo o amedrentar con su dureza fuera de límite y humanidad, que cambiaban de oficio por una carnicería... O el joven que se vuelve loco, al regresar a casa y poner la mesa, otro fantasma más, mirando obnubilado a sus padres, flotando a diario y deseando volver a una historia que, sabe, terminará muy mal... Y ese Billy, que relata cuentos a otros niños, érase una vez y no regresó de una pieza, cuando tenía la seguridad en la propia sangre, entre amigos y éxito social o económico, tras mil luchas, pero que involucra su alma en respuesta, al medir sus nuevos y poderosos pasos, recordando aquel episodio sangriento, para volver a usar las armas... hasta pasar a convertirse en verdaderos desconocidos, en terroríficos enemigos. Las dos caras sobre el cartel, el haz y el reverso, ante el espejo.
Por lo tanto, puede que Billy the Kid, sea un increíble puzzle, compuesto de diferentes piezas y rostros. Otro romántico de las armas, que terminó con su cara pegada a una pared con... Se busca...
Carne de cañón, pasada y servida en las modernas páginas de sucesos... Continuará


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