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lunes, 10 de noviembre de 2014

Call Girl


La corrupción de finales del 70... nos invade.

Suecia a pesar de su avanzada sociedad, también sufriría los excesos de sus representantes públicos, malgastando el dinero de los impuestos de sus ciudadanos. Lo que ocurre es que sucedió en la década de los setenta, y el mundo o sus naciones no estaban preparados para la lucha contra las corruptelas de todo tipo, incluido los EEUU.
En cambio, en España llevábamos un retraso de varias décadas, ante los avances de los demás países de nuestro entorno debido en gran parte a la salida de la guerra civil y el terrorismo, que golpearía durante años y todavía sufrimos sus consecuencias. Call Girl es una película que hace referencia en sus título a las jóvenes muchachas que trabajan como chicas de compañía de aquellos poderosos y de mente casquivana.

Una nueva cinta de calidad de la cinematografía escandinava, dirigida por Mikael Marcimain en su primer trabajo para la gran pantalla y ha conseguido cierta relevancia en determinados festivales. Gracias a un elaborado guión de Marietta von Hausswolff, libre de prejuicios y convincente en la factura de la historia contada, basada en hechos reales acaecidos y no esclarecidos durante el gobierno del socialdemócrata Olof Palme.
La factura en la recreación de la sociedad sueca de 1976 que mantiene la película es adecuada y precisa, con vestuario y ambientación perfectamente conseguidos, bajo los efectos de la investigación casi policiaca y las fiestas privadas con elevado caché de sus participantes.

Call Girl se divide en dos historias paralelas que reconstruyen los hechos que discurrieron durante las elecciones, con miembros de la alta sociedad (e invitados de otras nacionalidades) sumergidos en una trama corrupta de alcohol, drogas y prostitución. Una vía transcurre por la exhibición de la prepotencia de una banda organizada y las fiestas enfebrecidas que realizan para sus clientes, siguiendo los pasos de dos menores de edad que caen en las redes de esta red de proxenetismo en unos momentos de libertad exacerbada. Pero, también remarca los abusos por el consumo y la trata de blancas con violencia, en un mundo en que se ven imbuidas las dos jóvenes, escapadas de un centro de integración social.
Por otro lado, se desarrolla la preocupación del mundo que las rodea y la investigación policial, ambas separadas pero interesadas en desentrañar las oscuras relaciones entre las protagonistas y el antes distanciado mundo político de excesos.

El asunto es tan fangoso que recuerda otras épocas más actuales, e incluso me recuerda que hubo invitaciones de políticos españoles y de otras nacionalidades a esa especie de burdel para delegados y diplomáticos. Pero, realmente se basa en la figura del Ministro de Justicia llamado Lennart Geijer y los intentos del gobierno de Palme por silenciar las informaciones aparecidas en algún periódico de la época, e incluso, los miembros policiales que se vieron obligados a quemar la famosa lista de clientes.
Así, como acallar su relevancia en la campaña política.

Uno de los puntos más importantes, además de la laboriosidad del equipo, es la interpretación de todos sus actores participantes, con realismo y eficacia. Entre ellos, destacan como dos ángulos de acción la joven Sofia Karemyr y el actor también sueco Simon J. Berger que interpreta al detective que investiga la trama, a pesar de las presiones. Y también, la entregada fisonomía y expresividad de Pernilla August (desde Fanny y Alexander hasta Star Wars: la amenaza fantasma) para dibujar el retrato de esta madame alocada y casquivana. Este triángulo de actores y generaciones dan empaque a Call Girl para resolver la historia con garantías de éxito.

La corrupción generalizada de una sociedad debe ser analizada y denunciada, aunque hayan pasado años de su aparición, para recordarnos que la actividad pública tiene que ser transparente y justa. Los estamentos y sus miembros de alto standing, aparecen como el auténtico fraude de nuestra aparente libertad, que se convierte en un teatro para títeres recordando que nosotros somos los únicos capaces de cortar los hilos de la esclavitud ideológica. Como la prensa y la policía fuera de los ámbitos de intimidación u ocultación.
Aquí, tenemos a unos inspectores de policía, más o menos comprometidos con el caso. Luchando contra el fraude y la propia integridad de sus acciones como defensores de los ciudadanos. De aquellas chicas que se envuelven en la misma decrepitud moral que la sociedad, en manos sucias de sus captadores y manipuladas para guardar silencio. Todo bajo el reclamo de una vida de lujos económicos y relaciones de representación que se verá encauzada a la fuerza hacia la esclavitud sexual.
Y sino, entienden a razones... ya saben a lo que se enfrentan.

Curiosamente, quedaría como otra cinta o thriller político sin más, a no ser de la relevancia actual y su paralelismo con otras circunstancias más cercanas a nuestro país. Sin embargo, no es la única conexión con España pues en Call Girl, participa una actriz que pertenece al ámbito profesional del director sueco con la participación en capítulos del Inspector Wallander y nacida en las Islas Canarias, ella es Ruth Vega Fernández, realiza un pequeño papel pero interesante por su atractivo; además de la selección a concurso del filme en el festival de Sevilla (SEFF) que se desarrolla en estas fechas.
En definitiva, es una acumulación de características que hacen atractiva la visualización del filme, en sentido emocional o artístico de los acontecimientos que cuentan en la realización de Call Girl.

Cuando la recaudación de los dineros del ciudadano se malversan en otros beneficios personales, a través de las redes mafiosas, se produce una relación bipolar entre los poderosos y los vilipendiados. Chicas y ciudadanos maltratados por los resortes de estos peligrosos juegos de vicio y crimen organizado.

*** Buena ****

Nota: aquí aprovecharé a anunciar que el tema de la corrupción institucional, será recurrente en mi próximo relato largo (porque no me atrevo a llamarlo libro) y primero en escribir de mis propias manos. Un reto y una satisfacción personal.

Cinemomio: Thank you

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