Y Clint Eastwood: despertó el western de entre los muertos...
Aromas del viejo y epopéyico western.
Corría el año del señor 1985, cuando un viejo vaquero curtido en numerosas y cruentas escaramuzas, Colt en mano, se decidió a impulsar el género de sus pioneros cinematográficos. Coincidió con otro personaje llamado Lawrence Kasdan que con el film del mismo año titulado Silverado, dieron una renovación de la visión antigua del Western.
Su nombre, no el del predicador sino el cineasta, era Clint Eastwood y sus medios la productora creada en 1967 a su imagen, The Malpaso Company actualmente rebautizada como Malpaso Productions. Nombre tomado de su rancho habitual en Malpaso Creek, ubicado al sur de la pequeña ciudad de Carmel, en California, donde Mr. Eastwood ha pasado gran parte de su vida.
Echando un vistazo atrás, el director Sergio Leone hacía ya casi 15 años que no rodaba un filme del llamado spaghetti western, ya que un año antes en 1984 dedicó sus últimos esfuerzos para crear una obra de una magnificencia colosal con el título de Once Upon a Time in America. Sin duda, un esfuerzo que reclamaría un coste físico, pues cinco años después fallecería dejando huérfano al género que hizo participe a Eastwood de una nueva estética cinematográfica.
Clint aportaría sus pequeñas gotas de esencia al famoso vaquero, dotándole de una estética referente en la historia del cine. Y rescataría para la banda sonora a otro mítico de nombre Ennio Morricone, junto a un compositor de la total confianza como el saxofonista y arreglista Lennie Nihaus presente en muchas de sus películas (como Unforgiven o The Bridges of Madison County).
Pale Rader se iba a convertir en cierta manera en un homenaje al director romano, y algunas de las famosas películas del western clásico como Raíces Profundas de George Stevens, Sólo ante el peligro de Fred Zinnemann o El Hombre que mató a Liberty Balance del maestro John Ford.
El género puesto en los montañosos paisaje del condado de Columbia en el Historic Park, cercanías dónde se rodó también High Noon con un Gary Cooper enfrentándose en solitario a un grupo de peligrosos pistoleros. Y por supuesto, en un parecido personaje al que luego daría otra vuelta de tuerca prodigiosa en Sin Perdón en 1992, en la piel de un endiablado Will Munny.
Este nuevo renacer vendría acompañado de un cierto éxito en la distribución por parte de Warner, ya que el presupuesto inicial de 7 millones de dólares, se convertiría en una recaudación multiplicada casi por 7.
La mítica del 7.
The Preacher es un hombre de mediana edad, ya va peinando canas tras numerosos avatares del pasado por territorios salvajes, dónde la vida no valía ni un puñado de dólares. Distraída barba, sombrero calado con cinta de piel que oculta unos ojos desgastados por las visiones de antaño, y un pañuelo al cuello con recio abrigo para cubrir las adversidades del tiempo y la llamativa vestimenta.
Unos ojos que ocultan un fulgor contra la sociedad enferma, su pasado posiblemente criminal y la envoltura endiablada de su conciencia.
A lomos de su caballo cano llega su fantasmal figura, estilizada como una montaña, portando su uniforme de recolector de almas, que él mismo en el pasado mandaba al mismísimo infierno. Un alzacuellos disimula o disfraza antiguos golpes de espuela a la grupa con galope escapando de la muerte. El golpe de percutor incluido.
La búsqueda azarosa de una ciudad indefinida, le lleva a los pies de montañas enfebrecidas por la necesidad o la codicia. Otra ciudad sin nombre, como él mismo. Muy bien ambos pudieran llamarse Diablo o algo por el estilo.
Sus moradores son mineros en busca del poder del dinero, para salir de su empobrecida vida. A los ojos del predicador son un grupo de ovejas perdidas a las que poder inculcar su visión mística del asunto.
Pero, también son la resistencia al poder establecido por los cañones de agua a presión y las cargas dinamiteras. Aunque su poder sea más de palabra que de hecho.
Ellos configuran la artesanía en la explotación minera y de los recursos naturales, mediante pico y golpe de suerte. Sin embargo, el terrateniente de turno está dispuesto a hacerles bajar de la burra de carga, a través de las malas artes y la contratación de pistoleros si fuera menester. Su nombre LaHood interpretado por Richard Dysart, y su hijo en el añorado rostro de Chris Penn.
Los futuribles fieles se encuentran furtivamente con el Predicador y su altanera dialéctica, sobre la defensa de sus bienes y sus familias. El cabeza de familia interpretado por Michael Moriarty tiene el convencimiento pero no la técnica; eso sólo se aprende con la experiencia del día a día en antros de mala muerte y duelos al sol.
Así, el vaquero de la sotana invisible y botas de montar, se encariña de la familia (inclusive enamora a la joven hija con semejanzas a una virgen inmaculada) y decide echarles unas balas de ayuda. Su odio ante la injusticia del poderoso explotador, le hace revolver sus tripas y proclama su ferocidad ante los hombres indolentes, incapaces de defender la tierra que pisan.
El hombre de paz sin crucifijo en ristre, oculta en su interior un ser endiablado de ojos inyectados en sangre y bilis. Luchando por no salir a la superficie, no tiene más remedio que hacer presencia con la llegada de las siete "plagas de Egipto", y sus métodos de asesinato a sangre fría. La maldad y la codicia aparecen como un pasaje de la Biblia, una maldición para el pueblo sacrificado. Con la cara de la abominación interpretada por un majestuoso abigotado y frío jefe de encurtidos pistoleros de nombre Stockburn (curiosa mezcla de signifidos stock "capital" y burn "quemadura"), recreado por el genial John Russell.
Así, Clint Eastwood se reencarna en el pistolero vengador del spaguetti "leoneiano", él mismo que resucitará en el posterior western Unforgiven, un rostro pálido que enrojece con la cólera de la opresión. Y se quita el disfraz para enseñar su oscuro pasado baleado en la espalda con 6 o 7 marcas de cañonazos a discreción. El ángel exterminador se alza de nuevo.
Las referencias sagradas emergen en el filme dirigido con pulso y talento por el director californiano nacido en San Francisco, y con el guión de una excelencia en estas labores como David Webb Peoples (firma de otros como Blade Runner, Lady Halcón, Doce Monos y el también el mismo de Sin Perdón).
El final del filme tiene secuencias míticas de un duelo contra los siete pecados capitales representados por pistoleros y gabardinas ocres a juego con elegantes sobreros. Botas de cuero sobre los pantalones y las espuelas sonando en las tablas de los porches y rincones de la pequeña población minera.
Su rodaje es propio de figuras reconocidas que han mamado el western desde su juventud, moviéndose como un verdadero fantasma o demonio por las frías laderas de las Rocosas. De nuevo un Clint Eastwood fantasmagórico repartiendo plomo entre los monstruos abrigados hasta los pies. Sus gabardinas son las que sonábamos en juegos de niños con nuestras pistolas de plástico y pistones de indoloro fósforo.
El Jinete Pálido tiene todos los ingredientes para convertirse en una película pequeña de culto y de personajes épicos.
El Predicador lleva en su Carne, la marca de 7 heridas que devolvieron al diablo a su refugio interior, tan profundas que duelen en el alma de la fe.
Son 7 los demonios como plagas o pecados capitales, vestidos con la frialdad de la opulencia y el poder inmaculado.
El demonio es un fantasma que en esta ocasión no necesita de alcohol para su aparición, y mata con 6 tiros a quemarropa más uno, cerebral y calculado para que la bestia no despierte nunca más.
Un golpe último de espuela y el vaquero desaparecerá de nuevo como llegó, como un fantasma entre los campos nevados.
**** Muy Buena *****
Pale Rider 1985, composición de Lennie Nihaus y Ennio Morricone.
A falta de Western en cartelera, y como Clint Eastwood se encuentra en pre-producción de su nuevo filme, la versión de la famosa Ha Nacido una Estrella, vamos con algún estreno más volador.
Iron Man 3, de Shane Black. Reparto: Robert Downey Jr., Ben Kingsley, Gwyneth Paltrow, Don Cheadle, Guy Pearce, Rebecca Hall, James Badge Dale, Stephanie Szostak y Wang Xueqi.
Corría el año del señor 1985, cuando un viejo vaquero curtido en numerosas y cruentas escaramuzas, Colt en mano, se decidió a impulsar el género de sus pioneros cinematográficos. Coincidió con otro personaje llamado Lawrence Kasdan que con el film del mismo año titulado Silverado, dieron una renovación de la visión antigua del Western.
Su nombre, no el del predicador sino el cineasta, era Clint Eastwood y sus medios la productora creada en 1967 a su imagen, The Malpaso Company actualmente rebautizada como Malpaso Productions. Nombre tomado de su rancho habitual en Malpaso Creek, ubicado al sur de la pequeña ciudad de Carmel, en California, donde Mr. Eastwood ha pasado gran parte de su vida.
Echando un vistazo atrás, el director Sergio Leone hacía ya casi 15 años que no rodaba un filme del llamado spaghetti western, ya que un año antes en 1984 dedicó sus últimos esfuerzos para crear una obra de una magnificencia colosal con el título de Once Upon a Time in America. Sin duda, un esfuerzo que reclamaría un coste físico, pues cinco años después fallecería dejando huérfano al género que hizo participe a Eastwood de una nueva estética cinematográfica.
Clint aportaría sus pequeñas gotas de esencia al famoso vaquero, dotándole de una estética referente en la historia del cine. Y rescataría para la banda sonora a otro mítico de nombre Ennio Morricone, junto a un compositor de la total confianza como el saxofonista y arreglista Lennie Nihaus presente en muchas de sus películas (como Unforgiven o The Bridges of Madison County).
Pale Rader se iba a convertir en cierta manera en un homenaje al director romano, y algunas de las famosas películas del western clásico como Raíces Profundas de George Stevens, Sólo ante el peligro de Fred Zinnemann o El Hombre que mató a Liberty Balance del maestro John Ford.
El género puesto en los montañosos paisaje del condado de Columbia en el Historic Park, cercanías dónde se rodó también High Noon con un Gary Cooper enfrentándose en solitario a un grupo de peligrosos pistoleros. Y por supuesto, en un parecido personaje al que luego daría otra vuelta de tuerca prodigiosa en Sin Perdón en 1992, en la piel de un endiablado Will Munny.
Este nuevo renacer vendría acompañado de un cierto éxito en la distribución por parte de Warner, ya que el presupuesto inicial de 7 millones de dólares, se convertiría en una recaudación multiplicada casi por 7.
La mítica del 7.
The Preacher es un hombre de mediana edad, ya va peinando canas tras numerosos avatares del pasado por territorios salvajes, dónde la vida no valía ni un puñado de dólares. Distraída barba, sombrero calado con cinta de piel que oculta unos ojos desgastados por las visiones de antaño, y un pañuelo al cuello con recio abrigo para cubrir las adversidades del tiempo y la llamativa vestimenta.
Unos ojos que ocultan un fulgor contra la sociedad enferma, su pasado posiblemente criminal y la envoltura endiablada de su conciencia.
A lomos de su caballo cano llega su fantasmal figura, estilizada como una montaña, portando su uniforme de recolector de almas, que él mismo en el pasado mandaba al mismísimo infierno. Un alzacuellos disimula o disfraza antiguos golpes de espuela a la grupa con galope escapando de la muerte. El golpe de percutor incluido.
La búsqueda azarosa de una ciudad indefinida, le lleva a los pies de montañas enfebrecidas por la necesidad o la codicia. Otra ciudad sin nombre, como él mismo. Muy bien ambos pudieran llamarse Diablo o algo por el estilo.
Sus moradores son mineros en busca del poder del dinero, para salir de su empobrecida vida. A los ojos del predicador son un grupo de ovejas perdidas a las que poder inculcar su visión mística del asunto.
Pero, también son la resistencia al poder establecido por los cañones de agua a presión y las cargas dinamiteras. Aunque su poder sea más de palabra que de hecho.
Ellos configuran la artesanía en la explotación minera y de los recursos naturales, mediante pico y golpe de suerte. Sin embargo, el terrateniente de turno está dispuesto a hacerles bajar de la burra de carga, a través de las malas artes y la contratación de pistoleros si fuera menester. Su nombre LaHood interpretado por Richard Dysart, y su hijo en el añorado rostro de Chris Penn.
Los futuribles fieles se encuentran furtivamente con el Predicador y su altanera dialéctica, sobre la defensa de sus bienes y sus familias. El cabeza de familia interpretado por Michael Moriarty tiene el convencimiento pero no la técnica; eso sólo se aprende con la experiencia del día a día en antros de mala muerte y duelos al sol.
Así, el vaquero de la sotana invisible y botas de montar, se encariña de la familia (inclusive enamora a la joven hija con semejanzas a una virgen inmaculada) y decide echarles unas balas de ayuda. Su odio ante la injusticia del poderoso explotador, le hace revolver sus tripas y proclama su ferocidad ante los hombres indolentes, incapaces de defender la tierra que pisan.
El hombre de paz sin crucifijo en ristre, oculta en su interior un ser endiablado de ojos inyectados en sangre y bilis. Luchando por no salir a la superficie, no tiene más remedio que hacer presencia con la llegada de las siete "plagas de Egipto", y sus métodos de asesinato a sangre fría. La maldad y la codicia aparecen como un pasaje de la Biblia, una maldición para el pueblo sacrificado. Con la cara de la abominación interpretada por un majestuoso abigotado y frío jefe de encurtidos pistoleros de nombre Stockburn (curiosa mezcla de signifidos stock "capital" y burn "quemadura"), recreado por el genial John Russell.
Así, Clint Eastwood se reencarna en el pistolero vengador del spaguetti "leoneiano", él mismo que resucitará en el posterior western Unforgiven, un rostro pálido que enrojece con la cólera de la opresión. Y se quita el disfraz para enseñar su oscuro pasado baleado en la espalda con 6 o 7 marcas de cañonazos a discreción. El ángel exterminador se alza de nuevo.
Las referencias sagradas emergen en el filme dirigido con pulso y talento por el director californiano nacido en San Francisco, y con el guión de una excelencia en estas labores como David Webb Peoples (firma de otros como Blade Runner, Lady Halcón, Doce Monos y el también el mismo de Sin Perdón).
El final del filme tiene secuencias míticas de un duelo contra los siete pecados capitales representados por pistoleros y gabardinas ocres a juego con elegantes sobreros. Botas de cuero sobre los pantalones y las espuelas sonando en las tablas de los porches y rincones de la pequeña población minera.
Su rodaje es propio de figuras reconocidas que han mamado el western desde su juventud, moviéndose como un verdadero fantasma o demonio por las frías laderas de las Rocosas. De nuevo un Clint Eastwood fantasmagórico repartiendo plomo entre los monstruos abrigados hasta los pies. Sus gabardinas son las que sonábamos en juegos de niños con nuestras pistolas de plástico y pistones de indoloro fósforo.
El Jinete Pálido tiene todos los ingredientes para convertirse en una película pequeña de culto y de personajes épicos.
El Predicador lleva en su Carne, la marca de 7 heridas que devolvieron al diablo a su refugio interior, tan profundas que duelen en el alma de la fe.
Son 7 los demonios como plagas o pecados capitales, vestidos con la frialdad de la opulencia y el poder inmaculado.
El demonio es un fantasma que en esta ocasión no necesita de alcohol para su aparición, y mata con 6 tiros a quemarropa más uno, cerebral y calculado para que la bestia no despierte nunca más.
Un golpe último de espuela y el vaquero desaparecerá de nuevo como llegó, como un fantasma entre los campos nevados.
**** Muy Buena *****
Pale Rider 1985, composición de Lennie Nihaus y Ennio Morricone.
A falta de Western en cartelera, y como Clint Eastwood se encuentra en pre-producción de su nuevo filme, la versión de la famosa Ha Nacido una Estrella, vamos con algún estreno más volador.
Iron Man 3, de Shane Black. Reparto: Robert Downey Jr., Ben Kingsley, Gwyneth Paltrow, Don Cheadle, Guy Pearce, Rebecca Hall, James Badge Dale, Stephanie Szostak y Wang Xueqi.