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martes, 13 de febrero de 2018

Fargo (Cuento III).

Sellando nuestras bocas...

He leído en algún rincón de la red o puerta de un lavabo público, que Noah Hawley se ha ido transformando en un verdadero y genial chef, sin embargo, prefiero la comparación de un gran maestro compositor de una sinfonía, violentamente familiar. Porque la comida en esta última temporada de Fargo, aunque juega un papel recalcitrante y con fundamento (como diría el otro), es parte necesaria en una auténtica caza instrumental. Con piezas a degustar sonoramente, por determinados depredadores de la fauna autóctona, dentro de una oda pluscuamperfecta en esta peculiar Minnesota.
Por lo tanto, Mr. Hawley se inviste con las galas de un director de orquesta, no condicionado por creaciones pasadas, proponiendo un novedoso juego entre el gato y el ratón. De Pedro y el Lobo, ocultándose tras los beneficios y las mentiras, semejante a una orgía accidental o un carnaval del cuento clásico. El creador disfrazado de aquel Mr. Crowley endiablado (interpretado por el mejor Ozzy), que se preguntaba por pensamientos internos del individuo y esa habitual dialéctica del guionista con los muertos. El director moviendo las piezas a su voluntad, como el maestro Serguéi Prokófiev, al componer una misión educativa con el Opus 67 escrito en 1936 para los infantes... y aún no habían llegado las grandes escaramuzas sonoras, durante la WWII. ¡Ojo qué viene el Lobo!

Así mismo, la caza es plato de buen gusto para gourmets de las series modernas, con determinados cazadores o mercenarios a sueldo, esto es, a la manera fílmica, que se relamen con sustanciales beneficios o ascensos en la habitual Familia. La coeniana, esta vez, con composiciones propias. Como una luminosidad que es rota por habitaciones solitarias y conversaciones surrealistas.

El Clasicismo Negro.

Hace tiempo atrás, mucho después del estreno de la película Fargo dirigida por Ethan y Joel Coen, escribí un comentario de la nueva adaptación al medio televisivo, con una primera temporada que resultaría ejecutada con maestría, suspense clásico y excelencia, tanto visual como sonora.
Donde todos los protagonistas invitados, seguían las frases escritas y reproducían los movimientos coordinadamente, en un baile entre Hitchcock y Peckimpah, semejante a un coro salvaje controlado por la mano de sus creadores y directores, utilizando los recursos técnicos de un equipo de colaboradores con sabor tradicional. También, con otros subterfugios esenciales que se decantan por el actor, como son la expresión corporal, la naturalidad académica en el trabajo interpretativo y, por descontado, su propia voz. Cada temporada con los instrumentos afinados para interpretar una gran sinfonía.

Luego, nos tomaríamos nuestro tiempo, con el fin de paladear y saborear un producto de primera calidad, para situarnos frente al siguiente movimiento ejemplificado en un cuento de terror y ciencia ficción, hasta hacernos reventar los tímpanos o sangrar con la escalada sonora y vengativa, narrativa con trágicas imágenes, reales o no. Puedes perderte en el horizonte nevado, desde la primera a la última temporada de Fargo... por ahora.
Hoy, me enfrento al cuento como si fuera un invitado de honor a una orquesta sinfónica, me colocó mis cómodas pantunflas para no generar ninguna incomodidad adicional o ruido molesto, me envuelvo en mi manta, intentando aislarme del frío exterior y la nieve, y olvido los temas que suenan en mi pensamiento, los rasgos o ecos del pasado y las posibilidades del futuro. Con el fin de sentir una nueva y memorable obra clásica, una conjunción interpretativa con varios e inolvidables personajes al unísono, como siempre en Fargo. Me pliego a la escritura, que mantiene al creador en un escalón superior, sobre el púlpito de los insignes de la actual televisión.

Eso sí, el cerebro rodeado de una fauna considerable y recubierta de unas fauces devoradoras, como el tiempo. Estamos avisados y con los oídos preparados, para una nueva obra casi maestra de la televisión, producida por 26 Keys+Nomadic, la honorable MGM Televisión y FX Productions, esta vez tocando los catetos geográficos y nevados, entre dos edenes (Valley Y Prairie) residenciales y la hipotenusa comercial sita en Saint Cloud (fuera de Dakota del Norte), por supuesto, grabada en los bosques ´caldeados` de Calgary. Provincia de Alberta, tierra de lobos. Clinc, clinc, clinc... ¡Hora de comeeeer!

Instrumentos... ¿del mal o del bien?

Aunque, cada músico o intérprete pueda intervenir en ese momento exacto o selecto de la epopeya musical, acorde a su dedicación interpretativa o expresiva, sus cimientos son firmes, arraigados al escenario o la escena. Premiado con exquisitos diálogos y rigurosos matices luminosos, que se enclavan en el negro profundo. Las palabras describen la conciencia criminal, en esta factura que se caracteriza por menor incidencia de espacios penumbrosos y naturales, que no de esos rasgos o movimientos orquestales oscuros.
Algunos de ellos, se presentan y finiquitan en un abrir y cerrar de ojos. En determinados momentos, la nieve actúa como un lienzo macabro, donde los personajes estampan su diabólica firma, salvaje diatriba que recuerda a cintas como a la Deliverance dirigida por John Boorman, y quizás, enraizada con las bajezas morales de personajes de filmes como The Deer Hunter (del ya fallecido Michael Cimino) o los matices de postreros protagonistas en las películas dirigidas por el gran Martin Scorsese. Así de profunda y accidentada, esta parábola, sobre la ambición y la soledad.

Indivisiblemente, a pesar de esta desnaturalizada bajeza moral, las muertes suceden casi sin querer... o por aquel comportamiento escabroso y miedoso, dentro de la enfermedad ética. Su estructura es lúcida y el montaje delicado, al igual que las expresiones fabricadas para cada ser, reunidos por una sucesión de hechos drámaticamente imposibles (si hay algo imposible en nuestras patéticas sociedades) o asaltado por catastróficas desdichas, como otra parte reasignada y razonada, dentro del espectáculo generalizado que es esta tercera Fargo.
Creadas efigies de la estupidez, la envidia o la maldad, firmadas con la batuta a mano de los actores y sus gesticulaciones o expresionismo, exclusivamente para la enfatización canalizada o la melodiosa contundencia de su voz, como instrumento de todos los instintos del ser humano: respeto, debilidad, miedo, sorpresa, desafío, vejación, pérdida, crueldad, odio, venganza... Unas veces, los movimientos pueden resultar cómicos y otras profusamente dramáticos, pero jamás, imperceptibles o sobrantes.

Todo sincronizado en diez capítulos o compases redondos, recubiertos de historias paralelas, tejidas como una red para la caza ficticia (una sobre todo), que embellecen la odisea o sonata trágica, sin que, para ello, se vea comprometido el conjunto o la exquisitez de este instante impagable sobre el escenario, casi de otro mundo. Sobre nuestro salón, quiero decir. Pero también en sobre nuestra mente, según expresa Mr. Hawley: "Me interesará ver dentro de un año o dentro de un mes, cómo la gente mira hacia atrás, esta historia que contamos". Yo digo... o que tocamos, ya que se pueden moldear los prototipos humanos y los factores de la sociedad, con las manos, al igual que un instrumento es adaptado a nuestra sensibilidad táctil o labial.
Su estilo es definitivamente clásico, aunque se enmarca dentro de un conformismo ilusorio, adentrándose en los territorios de la comedia y el negro, acribillados a balazos por las palabras y la perplejidad, o mayores acciones violentas, que exceden las amenazas clásicas. Hacia un gore, estilista y pictórico.

Un toque Fargo/Hawley, propio.

Su ritmo cadencioso y preciso, es extrovertido, marcado por las tribulaciones graciosas de los personajes y el acento violento. Se mueve dentro de la controversia social y la polémica de otros estamentos oficiales y las diversas clases, desde la legislativa a la ética individual. Por tanto, también es introspectivo, se aleja de la superficialidad de lo accidentado, para crear una pesarosa parábola de la vida actual, con esta soledad que nos acucia, la economía, el temor o el dolor, como esenciales pilares de la obra hawleyana. Encumbrada por las conductas y matizada, por una banda sonora de claros contrastes orquestados, que se abre con un episodio convertido en cuento clásico, fuera de la liturgia y las creencias coenianas.

Más cine expresionista, con reflejos divididos o emparejados, para remarcar los gestos y escenarios, simples como una carretera o complejos, como un cuadro sangriento en la nieve, en el asfalto; una oficina con múltiples pasos, frontales y laterales, incomunicados, cristales, ventanas o puertas, comunicaciones en la distancia, siseos en el oído.
Se han dejado las divisiones de la pantalla de la anterior temporada, que magnificaban las presencias cercanas y las vistas panorámicas, con esas escenas íntimas rodadas en vertical, cerrando el objetivo sobre un espacio reducido y los rostros sombríos o preocupados, o abiertas en espacios naturales y con aquel montaje horizontal que garantizaba la profundidad de campo y las insalvables distancias.
Ah, y las argucias familias por supuesto, con variedad de planos y todas las variantes posibles en el contexto criminal. Nexo de todos los entramados en una Fargo, con menos densidad de población que el resto de estados y juzgado en los pequeños rincones hogareños y esas grandes familias del crimen. Así, que puedes colocarte tus zapatillas de casa, tomar tu refrigerio y sentarte para el disfrute... digo, indigestión.
Sin duda, éstos son los instrumentos del Bien, de la ejecución sonora. El Mal visual... ya llegará, tranquilosh, nosh sseáish impacientesh.

Conexión musical y celestial.

Siempre es complicada esta labor, no la de comer, sino la de digerir.
Sobre todo para algunos seres que devoran demasiado deprisa, consumen sonidos desaforadamente y sin aprecio por el arte y, por ende, ocasionan un perjuicio intestinal (de ida y vuelta) que no se calma con un simple devolución. Mala higiene bucal, coronada por un fétido aliento que produce vapores, imposibles de resistir en sus interlocutores; pero, ese es otro tema, relacionado con la salud (del resto de olfatos) y las exquisiteces gastronómicas, que no viene con este cuento y las notas.
Como decía, la producción de una composición como pieza maestra, es una oda vertebrada que te lleva al éxtasis o te traslada a otros escenarios, al engaño, lo que significaría una conjunción sinfónica de multitud de factores y sonidos. De todas las piezas situadas sobre el escenario o el foso (referente a cadáveres en este caso), de forma que ninguno de los instrumentos, desentone del resto de elementos afinados y bien ejecutados, no por accidente.

O que su significado o excelencia, se pierda por los vericuetos insalvables de una partitura que se copia a sí misma, una y otra vez, inversamente proporcional a las letras de esta composición tercera y sus nuevos rostros protagonistas. Es una obra, creada para un cuarteto y una serie de movimientos académicos, que se trasladan a una época más actual de nuevo (el 2010), en varios sentidos y direcciones, desde un futuro animado por la decadencia moral, al cómico presente saltando por el pasado más emocionante. Encubada por los estupend@s actores, con la familiar agente y jefa de todo, Carrie Coon, la insinuante Mary Elizabeth Winstead, David Thewlis (sin palabras, Anomalisa, Wonder Woman) y dos divertidos y enfáticos, Ewan McGregor. A los que sumar, como es característico de la toda la serie Fargo, a un perfecto grupo de actores que acompañan, sin desafinar o desentonar con las estrellas y otras invitadas que perpetran increíbles, papeles sorpresa.
Dentro de un laberinto lógico de individualidades, que demuestran la coordinación necesaria y precisa, para recrear este cuento introspectivo, mediante los distintos sonidos o tonos enfatizados, de intérpretes y sus particulares gestos a la cámara, personajes estilizados o caracteres amedrentados. Todo acorde a la excelencia de una mente cada vez más creativa o trabajo de un compositor en completo estado de gracia, esto es, resultado de una expresividad ácida y caricaturizada de aquellos miembros dentro de una sociedad enferma, emparentada con aquella Fargo inicial, pero con personalidad y determinación que se acrecienta con el tiempo y las temporadas invernales.

Por consiguiente, debe significarse por la diferencia en la narración o la estrategia, la excelencia en el desarrollo y las referencias semánticas, el riesgo musical de su creador; definitivamente también por los brillantes músicos, interpretando sus partes selectas o cumbres expresivas, elevándose sobre picos remotos y otros cuentos financieros, que marcan las diferencias ideológicas en tiempos de elecciones. Representados como joviales entradas, cuerdas o vientos por separado, pero al unísono: Por ejemplo, un divertido violín y su pareja la viola, los más rudos aspectos de la madera en violonchelos y bajos, jugando a la contra; el viejo de la familia denominado el fagot, su complexión, su idiosincrasia creativa y su historia, casi sonidos de otra época u ese otro mundo; en éste, una estilizada y moderna flauta, comprensible, que encandila o se encabrita alegremente frente al oboe, más tosco, impersonal y resonante, algo patético en su estilo despistado; un-a clarinete cubriendo todas las jugadas, de ambos, con sus multiplicados registros y ardides; el desconcertante depredador, cargado de tres trompas graves y ningún peso en la conciencia, con su mirada de perdonar vidas, su andar descompensado y su voz silbante o sinuosa, profundizando en el ser malvado; y otros cazadores acompasados, adoptando una sintonía magnífica, compuesta de percusiones y detonaciones de timbales o bombos, de estridentes trompetas que abren otros universos en colisión, huecas seseras en forma de trombón, el inicial triángulo de un escabechina, festiva como pandereta, castañuelas y cajas resonantes en la nieve y un final de platillos. ¡Tata-ta-chán!

Esto querría decir que, si bien permanecemos en los alrededores de Fargo y sus sonidos familiares, la sintonía del creador ha mutado, de piel de cordero desangrado a carnívoro incisivo. Escurridizo como serpiente en los negocios, voraz cánido de almas, venenoso como víbora enroscada y desconcertante en soledad, dentro del sonido sosegado de su entonación y respiración. Sus palabras han sido relevadas en ocasiones, por la productora Monica Beletsky y guionista compartida con la serie The Leftovers, o Bob de Laurentis de familia, terroríficamente insigne.
Las demás piezas, tendrían que garantizar el mejor sonido de tan excelsa orquesta y rigurosa fotografía cinematográfica, ejecutando con gran precisión las notas y las texturas, aparte, coordinando compases (entradas y silencios), compuestos y editados al mejor ritmo, ya que forman parte de una trilogía de directores menos conocidos mediáticamente. Factores de orquesta, con el mismo Noah en el primer episodio de la serie, junto a John Cameron más un Michael Uppendahl habitual de casas de horrores y otras Legiones, Dearbhla Walsh capitulado en Los Tudor o Penny Dreadful, Mike Barker (Matar a un Rey, The Handmaid's Tale) y un joven actor a principios de los ochenta, nadando entre tiburones y casi bailando en All That Jazz, profesional como Keith Gordon de extensa carrera, con la notable The Singing Detective.

El resultado de la pieza final, es una sinfonía abierta de enfoques de mentes. Manipulada y hurgada con un palillo, como si los dedos quisieran empujar hasta nuestro pensamiento recalcitrante, se centraran en el cerebro del público, hurgando y toqueteando las respuestas, enfatizando la imaginación de este genio creador, con el fin de generar una experiencia única. Envolvente en el suspense y real en la tragicomedia, con personajes que encajarían en cualquier ciudad actual, con voces que van escalando sobre nuestra experiencia, sobre el teatro de los sueños, para desbordarse en una alegoría final, sobre el comportamiento estúpido.
Son pequeñas notas de otras temporadas, que resuenan en el oído de los espectadores, como una turbada reflexión, violenta, cínica y profunda... Apassionata.

¿Verdad o Mentira?

Hola mi amor, yo soy tu Pájaro...
Hasta ese momento de catastrófico azar, sincronizado con una escena delirante y patosa, el pájaro se siente totalmente libre, y nosotros con él. Claro, es una ave que puede volar gracias a su altivez, su poderío en las garras y el pico, y los dones que le otorgaron los dioses del éxito, gracias a la dádiva y la transigencia de un hermano mayor. Que se hizo halcón con la poderosa flauta travesera, cuerno de la abundancia, sobrevolando los reproches patrocinados por el oboe (ganso o pato mareado) y su maldita estirpe sin suerte ni maña. Salvo, últimas incorporaciones a sus jugadas maestras, que están por venir.
El pájaro Emmit, trina con su gorjeo desdoblado, para enfatizar la subdivisión de su sangre, como la replicación de una célula reproductora, hasta hacerse distinguir dos tipos de realidades o caracteres; marcados por el sonido de sus cantos divergentes o graznidos (éstos, emotivos en cambio) que aconsejan paciencia o neutralidad, ante el sufrimiento o la debilidad, del hermano Ray (qué grandes dos actores, en uno), el obstinado, receloso y estimado por los espectadores, no coincide en el mismo plano. Sí escena y espejo. Pero, todo cambiará... son dos pájaros a tiro.

Un día, facturado por las fauces, uno será libre y otro encarcelado, en una jaula de oro. Sus sonidos variarán y se oirán sobre la ciudad de Saint Cloud, hasta derramar su resultado por las aceras, las oficinas y negocios, los hogares silenciosos, sólo rotos por el eco de una televisión o cuento de absurdo cainismo, los automóviles americanos, los desguaces, las cunetas y bosques del extrarradio, los hospitales, almacenes y ascensores al cadalso. Pero, sobre todo, por los resultados en Bolsa, los despachos truculentos y los váteres adosados al Mal.
El pájaro canta, avisa, denota, reclama al pato o ganso que no tiene fuertes alas para volar, no como el pequeño Pedro que viaja. El ave mayor es rapaz y transparente para los negocios, o mira de reojo, al incomprendido... El otro no se entera, va a lo suyo, si repasara bien su vida, se mojaría y contesta que tú, pobre volador, te ahogaría en un marco de saliva... Andares de pato, adicto y difamador, juguetón en camas, que se dedica a satisfacer sus propios instintos primarios, la perspectiva de la memoria o, simplemente, a sobrevivir a la quema, de los rastrojos y malas hierbas. Ojo, que podrían hacer paté con tus hígados, amigo ganso.

Ya no se trata de una realidad aumentada, con la llegada de la oscuridad, se conforma un ambiente sobrecargado e irrespirable, nada de espacios abiertos por ahora.
El Abuelo... es un autómata, de pocas palabras. Sigue vivo y coleando, pero su mente se quedó anclada en unos dibujos animados que miran al futuro con resignación, ante la Edad del Hombre. La atmósfera y la pesadumbre, estalla con colores a ciencia ficción (de nuevo), mas, menos impactantes y más gráficas... gracias a los dioses de las alturas. Es decir, una historia universal, tantas veces contada, como siglos lleva la Humanidad depredándose.
A pesar de la luminosidad de estas tiras (en el cuatro), pasa tu vida como una fotografía en sepia de los tiempos de las grandes producciones de Hollywood, deseando que no se termine la odisea, del joven-viejo, de la mente adolescente y labios sellados. Más densidad, por otro engaño, de vuelta a la jungla de asfalto barnizada con blancura celestial, y un demonio que se aproxima, como un canis lupus blandiendo sus naturales instrumentos de tortura. Choque de cuerdas, contra el viento, semejante a un ring de gestos y expresiones estilizadas. El cuento empieza a parecerse a una pesadilla, y la orquesta logra adentrarse en otros caminos más siniestros, salvajes o drásticos. El abuelo, ya no puede decir: "I can help"... ya que, Nadie está dispuesto a escucharle.
La Gata: Tenemos a los vientos, surcando los cielos y quemándose en el infierno, acompañando a un abuelo de otro, que era un fagot y se dejaba querer, contrariamente a su visceral reacción. Presos en una granja para caldos de ave, sepultados por su pasado y resistiendo un presente compartido, a pesar de todo, lo sufrido y lo que vendrá reflejado. Un actor y dos aves, que se encontrarán con las garras de una gata, la cola en los ojos como un látigo y adiestrada con sus movimientos felinos. He dicho adiestrada, no salvaje. Su juego pertenece a otro nivel, pues conoce trucos, cartas marcadas y señas, de cadenas y hachas, de nieve, gatillo y desprendimientos superiores.
Es compañera de fatigas, de naipes y sexo no reprimido, sobre el instrumento denominado oboe o Ray. Tan absorbido lo tiene, que pareciera ser una sombra difuminada en su piel, cerca de su cuerpo y su lengua, ya que él, representa lo obtuso, lo cómico y torpe, algo querido por todos; frente a la agilidad mental y ese otro algo, encerrado bajo sus siete vidas o nueve, yo que sé... ella anda hacia adentro, y el ganso con los pies hacia afuera. Semejante a un charlot desproporcionado por los años y la mala vida, mientras la gata es una recompensa para aquella, desgraciada que lo abandonó en una cuneta hace mucho tiempo. El anverso en una cara de sello de dos centavos... colgado de la frente.
El trío se elevará en la ciudad, para plantearse otras enemistades, que resuenan como un vómito profundo, repulsivo y enigmático, apartado del bosque; cuadrilátero que se pelea por ese reino formado por el orgullo y el éxito, la suerte y aquellos recuerdos de infaustos futuros, ofrecidos en una baraja a seleccionar por la víctima. Un truco de vanidades y falsedad. No, no hay suerte, ni beneplácito, solamente sexo, ases marcados y disfrazada realidad... grabaciones, despedidas y aires acondicionados, aparte.
Ella, minina enroscada, habilidosa en el juego ocultando su órdago, es un clarinete que cambió el sexo del cuento, por respuestas. Conocida como Nikki Swango, se cruzará en el camino de Pedro, sin verlo; lo será más aún, jugadora de pelo moreno y ojos enmarcados en negro, como las antiguas señas de una femme fatale de Hollywood, con sonido de triste sonata o romanza vengativa.

Se ofrecería para solucionar todos los problemas, creando una marejada de cuerdas, vientos y percusiones, en definitiva, un vendaval imparable. Haciendo el mismo sonido de metal, chocando y rebotando, porque entre blandos, es una ladina con dotes especiales para la supervivencia gatuna y esa enajenación por la caza. Así, saldrá en busca de un conocido cazador, para infiltrarse en la orquesta de viejas escopetas e instrumentos de tortura que, curiosamente, tampoco desentonan en el foso, por descontado, sí en la sociedad. Zalamera esquiva todas las balas y se encuentra con un lobo,

El Lobo con mayúsculas entre todas las temporadas... y mira que hubo.
Evidentemente, ella no esconderá sus uñas retráctiles (ni aquel su lengua rimbombante), porque se arañaría el propio alma y pretende quitársela a otro. Cayendo con sus cuatro patas sobre la espina dorsal, aún a costa de poder perder la última partida. Así, esta chica es resistente al deceso, junto al robusto tirador, frente a las hordas o manadas malditas (de oriente u occidente), al repaso de investigaciones que vienen identificadas por violines, violonchelos y contrabajos, de hacienda y sus magistrados a contrapelo, de las cartas no manipuladas, en conclusión, de la rancia suerte.
¿Qué nos queda, maestro Prókofiev? Apenas nada, el vacío de mentes, la corrupción de la mentira, el lavado de estómagos, la sabiduría en dosis prácticas o frases, la ocultación de cuentas, las cartas marcadas y el as en la manga, los tiros en el patio de butacas, los cazadores contra la manada, los detalles en los dientes, el traje... da igual la marca y la gabardina, el amigo desafortunado interpretado por un aturdido Michael Stuhlbarg o Sy, fortalecido en The Shape of Water y The Post. Más, los movimientos orquestales en la oscuridad, los polis bobos o la entrañable compañera Winnie Lopez interpretada por una entrañable Olivia Sandoval, una oreja y la nieve (no la de Buñuel o Lynch), el momento ascético y surrealista de Ray Wise, la voz enunciada del cuento, por Billy bob Thornton, el ojo avizor de Andy Yu, el camarada Goran Bogdan y su historia de terror, Mr. Wrench rescatado de la temporada UNO, vaya memoria la mía, el agente económico Hamish Linklater, voraz numerólogo y próximamente en la cinta Unicorn Store, dirigida por Brie Larson... y Maurice LeFay.
Se me olvidaba, por supuesto, Pedro y el Lobo.

Pedro y el Lobo.

Antes de meterme en intimidades e interpretaciones del próximo cuento, relataré que la gata es fuerte y sus afiladas uñas se esconden bajo la mesa, calculando el salto que dar, para calcular su caída triunfal, sobre sus oídos o la piel perdida de un cánido en su huida. Nada que ver con aquellas orejas cubiertas de hormigas de David Lynch o Luis Buñuel. Aunque, nada es lo que parece en Fargo y el surrealismo puede aparecer en escenario del crimen o una bolera. Mira que los carteles se encargan de advertirte de los cambios y la permanencia de las historias vigentes, pero las carreteras del olvido son infinitas.
Otra verdad, o una purulenta mentira... esto es, un embrollo o gambito. El Pedro del cuento, se lo toma de esta manera, a contracorriente del estilo machista o la superioridad. Era un muchacho pizpireto y feliz, sin demasiadas complicaciones o quehaceres en la vida diaria, salvo la vigilancia y protección, los elementos de la granja. Por eso se somete a cualquier tipo de juego, en otro campo, aunque no sea un experto en las tretas financieras y las señales contrarias. Siempre ágil, eficaz y abierto a otras sugerencias, se mueve como pez en el agua, en los terrenos más fangosos, donde los cerdos se revuelcan en propia salsa y condición. Aquí en Fargo, esta muchacha con gorro oficial para el frío, está sobre aviso y tendrá que enfrentarse a sus propios lobos o falsos corderos, como la mayoría de mujeres en cada temporada. Digamos que la 3 de Fargo, es ella en gran medida... con el permiso de trinos y lobos.

No una "Pedra" (como dirían por ahí) más bien, una mujer adulta con un pasado en el alambre, en contraposición a la Gata y su directa individualidad, de pareja. Es la dedicación exhaustiva a la educación de un adolescente que se ha encontrado sin otro pilar en la vida. Por tanto, mira con cuatro ojos, a través de los actos que se presentan y lucha por sus ideales manteniendo la calma en todo momento, incluso, mantiene su nombre por encima de otras responsabilidades anteriores u otras policías de Fargo. Ya no es jefa, es simplemente, la agente más escrupulosa y dedicada a su trabajo, si bien la psicología, a veces, le juegue malas pasadas y no se sienta tan necesaria en la sociedad actual, ni reconocida en los sensores. Males de la inhóspita jungla de cuentas ocultas, préstamos truculentos y otros privilegios relacionados con la fortuna, de cualquier procedencia.
Se presenta rodeada de cuerdas, es un instrumento alegre que recrea ese espíritu revoltoso, a base de violines, violas y chelos, pero también recapacita en los instantes más comprometidos, cuando su voz resuena más grave, como si fuera otro contrabajo más profundo, al contragolpe, dando el tiro de gracia definitivo... o tal vez un dulce amanecer.

Junto a los suyos, hijo de clarinete y abuelastro, leñador de un solo brazo, sean bien avenidos o no, ambos empiezan los acordes de su pragmático y decidido oficio, con un formalismo casi académico y utópico, a la vez. Si bien, ella reivindica su condición y género, antes representado como jefe o jefa, como le gusta indicar su mano derecha. Ella es la pastora, de almas perdidas y vigilante de lobos, perdió las querencias y el mando. Es como una fantasma, una constante realidad llamada Gloria (aquí Pedro) frente a aparatos magnéticos y secadores. Con su simpatía melódica, o gracejo natural, se encargará de administrar las mentiras, el cuento pretérito, el amor de madre y el respeto, además de calibrar la verdad, siguiendo con su trabajo y sus amistades. A pesar de las múltiples advertencias: cuidado, cuidado, con los apellidos, las torpezas y los deslenguados.
Todo sea por la pieza a controlar, o cazar. No por la riqueza que, guía a esos otros músicos más comerciales y sus fulgurantes vidas en discográficas mediáticas, porque ella va a su aire, la ley es su máxima, siempre al lado de su pequeño tesoro familiar. Este cuento no se terminará nunca, propongo temporadas compuestas en el ámbito de la música, las discográficas y sus tiburones, o los grupos con detectives sonados y mechones de pelo, despojados de los seguros, en una función memorable que nos haga bailar. Saltar como pedros, por su casa.

Ha llegado el tiempo de "El Lobo", con su fétido aliento para cuentos.
Este no es un lobo habitual, que se alimenta de la carne de víctimas infelices que se cruzan en su acidez. Controla completa y escrupulosamente, la frondosidad del bosque de cemento, hierro y las finanzas, avisa con su tono: "soplaré, soplaré... y tu casa derribaré".
Antes de que aparezca con sus indolentes movimientos, acentos macilentos y muecas depredadoras, todo parece tranquilo, salvo incidentes menores entre flautas y oboes. Su silueta se distingue por encima, de trinos amistosos o repiqueteos de fichas sobre la mesa, grave en la coordinación que, no en los aullidos, se alimenta de las almas que se interponen en su camino, devorándolas con sus fauces corruptas y saturadas de ácidos. Que corrompen su interior, de igual manera que la lejía intenta levantar las manchas de sangre sobre los tejidos o los suelos... porque, de la nieve resulta imposible. Su pensamiento también es grave, casi aleatorio o sinuoso, de depredador poderoso.

Su misión es crear el desconcierto en otros instrumentos lustrosos o ufanos, aunque su mente calcule al milímetro cada aspecto probable, cada palabra pronunciada o esa determinada acción que pueda comprometer su integridad. De forma que su brusquedad sonora, apagada por la regurgitación, retumbe en estancias y oscile por las moquetas o las cuentas, después de desaparecer de la escena. Haciendo que el sonido trágico de su pompa o boato, ruja en sus tripas como un nido de trombas o trombones caústicos, en sobre aviso. Solapándose sobre el tono de los otros, voces corales se agrían a su paso, dejando una huella de frustración y miedo... Un poco de sales de fruta y un palillo, por favor... pudiendo evitarlo o no.
Ya me encargó yo, del siguiente capítulo, de molestias dentales, estomacales u otras potenciales, y ese fétido aliento que se reproduce sin cesar. Porque la última cena, le sentó fatal.

La seguridad del resto de la camada corrupta, no importa, pues son simples peones del juego que puede intercambiarse, a pesar de la eficacia de sus acciones, la fuerza en sus dedos o pulmones, o la precisión con que tocan sus afilados instrumentos en esta orquesta del Mal. Son peones especializados que obedecen al alfa. Ya lo dice, el lobo mismo: "No es que esta sociedad esté putrefacta y los seres humanos representemos la maldad, sino que la bondad generalizada, hace que nos preguntemos, hombres y mujeres, el porqué se enquistan los males, cuando debería ser la norma habitual".
Vomitará exabruptos sobre vosotros, entrecortados pensamientos y extensiones de parlamentos pasados, silencios siseantes, ofensas sobre cazadores que yerren su tiro, domador de pájaros y terror de gatas, presagios venideros y nuevas sugerencias para, los pedros futuros. Raro gracejo que atrae a las almas.

Finales de Cuento.

Han pasado 40 años de la historia de los Gerhardt´s y su imperio de ascendencia germana, y ésta sincroniza con una época de guerra fría, en la Rusia de los antiguos zares y su control ideológico. Que puede acabar como aquel rosario de la aurora... al atardecer de una vía desierta.

Pedro y el lobo (fuera de otras fábulas) es una composición sinfónica del ruso Sergéi Prokófiev (Op. 67) escrita en 1936, como un incentivo para los jóvenes y su identificación con la música clásica. Elaborada en apenas cuatro días, propone a u narrado acompañado por la orquesta y los diferentes instrumentos que intervienen en la obra, aunque su carácter público y didáctico no tendría éxito en el estreno. Escribió su primera obra a los cinco años de edad, que definiría su inteligencia, rebeldía musical y genialidad, siguiendo los pasos de su madre pianista en Moscú y San Petersburgo, saltando a las óperas y composiciones para ballets, o demostrando su calidad imaginativa en el juego del ajedrez. A pesar de revoluciones y otras gaitas bélicas, las grandes depresiones económicas de su época, las tardanzas presupuestarias, los pensamientos soviéticos o los interrogatorios traumáticos para el acceso a Estados Unidos para los inmigrantes. Trabajó con Serguéi Eisenstein en el Bolshói y aquella épica película histórica sobre el Príncipe de Kíev, Alexander Nevski, y falleció el mismo día que un tal Stalin, lo que resultaría un funeral silencioso. Solamente un discreto artículo en los periódicos y esquela, no portado su cuerpo a la sede de Unión de Compositores Soviéticos.
Su esposa Lina Prokofiev, actuaría como narradora de su mítico cuento polifónico, Pedro y el Lobo.

Los dibujos animados ponen nombres humanos a los animales, se caracterizan por rasgos de inteligencia superior y mismos errores clásicos, andan con sus cadentes ritmos. Queda por saber, si Pedro la Agente, con alma y sin armas, observará el peligro ante las discretas revelaciones y defenderá su pequeño hogar, a base de razonamientos. Si el lobo se dará por enterado o se acabará merendando a los incautos pajarillos, porque el abuelo está sellado de párpados. Si la gata, conseguirá conocer a Pedro y su familia, o rendirá cuentas al lobo por sus malos aires, y si el pájaro o el ganso, obtendrán la ansiada libertad, a salvo del amor y el miedo.
No obstante, recordemos que en la versión rusa del cuento, el gato no es tan bueno como lo pintan y se precipita en pos del cánido. Por último, hay otra polaca, que considera a los cazadores como matones y a Pedro intentando sacar provecho de la captura del lobo, que salvado de las escopetas de los matones, logrará salirse con la suya y aullar a la luna. Libre, libre, quiero ser... con las fauces llenas de sarro y de plumas.
¡Recordad a los clásicos, es lo mejor!

Walt Disney produjo una versión animada de esta obra en 1946, con Sterling Holloway como narrador. Se estrenó como un fragmento de Música Maestro, que se reeditaría al año siguiente acompañando a Fantasía (un corto anterior a la película). Se cambia completamente el final del original, para hacerlo menos traumático para el público infantil, el narrador anuncia que el lobo no se comió al pato. Se ve al lobo persiguiendo al pato hasta el interior de un tronco. El lobo ataca fuera de la vista del espectador, y vuelve a la escena con la boca llena de plumas y relamiéndose, por lo que Pedro, el gato y el pájaro suponen que se comió al pato. Tras la captura del lobo, el pájaro se pone triste por el pato, y en ese momento el pato sale del tronco y se reúnen felices.


El Otro Pedro y el Lobo.

lunes, 5 de febrero de 2018

Fargo (Season II).

La Conexión Minnesota.

Érase una vez, una ´tranquila` población del norte americano, donde las nieves invernales parecían perpetuas y cuyos habitantes, rara vez, se enfrentaban a noticias de gran repercusión o recibían visitas inesperadas. Tierra de leñadores, de grandes colmillos de lobos, abuelitas muy familiares y Caperucitas inquietas, de responsabilidades y obligaciones... también de cuerpos tirados o abiertos en canal sobre la nieve.
La Conexión Minnesota, viaja en el tiempo, de atrás a adelante o viceversa, de la época en que los Hermanos Coen (Ethan y Joel) se liarán la bufanda al cuello en 1996 con Frances McDormand (Three Billboards Outside Ebbing Missouri, Isle of Dogs "la próxima película stop motion, dirigida por Wes Anderson) y se lanzarán visceralmente, a las carreteras entre Minneapolis y la vecina Dakota del Norte. Más austera y concretamente, a la pequeña Fargo de 1987, donde el gran William H. Macy se viera envuelto en una trama criminal y familiarmente reservada, de humor negro, violencia descarnada y personajes arquetípicos e inolvidables. Dados los ejemplos anteriores en sus películas, marcados por sus características intelectuales, su verborragia o silencios sepulcrales, y sus estereotipados físicos y movimientos hampones.... o torpones.

De ahí, el productor televisivo y guionista neoyorquino Noah Hawley, crearía una avenida paralela, sobre la que circundarían otros individuos (esta vez en la ciudad cercana de Bemidj), sobre ese universo coeniano en la época más actual de 2006, con un duelo cargado de hormonas andrógenas y, por tanto, mala uva, entre la filosofía psicópata de Lorne Malvo/Billy Bob Thornton, y el despiste pueblerino de un colosal y escurridizo Martin Freeman (cuando no torpón en esta Fargo I).
Ahora, Minnesota ha crecido monumentalmente hablando, en sus frontispicios no entra la luz, apenas, porque en la localidad de Luverne, todo parece tranquilo y exasperante, tanto de día como de noche. Salvo la de visitas inesperadas y algún alumbramiento a la vista, pongamos que hablo de Molly Solverson, donde en las afueras, las cafeterías simulan un encuentro fortuito de rostros foráneos y en el parking se halla una caravana de vehículos desconocidos o perdidos en la tormenta, que se aproxima, excepto algún despistado residente. Sin embargo, en los interiores, se reproducen los gestos cariñosos y otros familiares basados en la supervivencia y las finanzas, que esparce la odisea armamentística con un revival de 1979 ambientado con una magnífica banda sonora. Para recordarnos los hechos acaecidos (o no) durante la denominada matanza de Sioux Falls, más al Sur, episodio al que hacía referencia escuetamente, algún personaje durante la primera temporada de la serie, y un trasfondo intimista y generacional.

La nueva temporada de Fargo, producida nuevamente por los Coen para el Canal Fx, comienza en los alrededores de Calgary (Alberta-Canadá) y desarrolla los brillantes diálogos de Mr. Hawley, confeccionando un ambiente crispado y exótico, con toques de realidad histórica USA, y unos trajes que son portados imperialmente por los actores designados para la mayúscula obra.
En aquel año 1979, de los asombrosos acontecimientos (o histriónica imaginación), los muchachos de la guerra habían vuelto a los hogares, trayéndose muchos de aquellos problemas a casa, como diría algún personaje de esta temporada invernal... ¿Qué os ha pasado?
En el año de la cabra, la mente de algunos individuos parecen estar en ese estado, mientras se estrenaba la amenaza extraterrestre de Alien, se nos contaba la cómica vida de un ser conocido universalmente como Bryan, James Bond se enfrentaba a uno de los mejores acólitos de la mafia como Richard Kiel (Jaws-Mandíbulas de Acero) y Woody Allen se paseaba románticamente en Manhattan.

Al mismo tiempo que Pink Floyd estrenaba The Wall, Michael Jackson, rey del Pop y de Indiana, estrena ya sin los Five, su primer disco Off the Wall, y Led Zeppelin volvía a los escenarios para tocar en directo. Continúa en Irán la revolución islámica que retrae actuales consecuencias y el conflicto de los rehenes, descrito fílmicamente en doble instancia en la notable Argo de Ben Affleck, el pintor surrealista Salvador Dalí entra en la Academia Española de Bellas Artes, y se preparaba la llegada irónica de una antiguo actor como próximo presidente de los EEUU, en sustitución de Jimmmy Carter, considerado por la prensa como "mejor hombre que líder político".
La llegada junto a Margaret Thatcher en Inglaterra, del vaquero y republicano, Ronald Reegan por el estado de Illinois al sur de Minnesota. Aquí en Fargo interpretado con ironía en flashes cinematográficos por el mítico Bruce Campbell (El Ejército de la Tinieblas, El Gran Salto), se tendría que enfrentar al auge de un verdadero infierno de drogas, corrupción y crisis económica, por tanto, encargarse de renovar ese manoseado, roto y congelado, sueño americano.

¡Bienvenidos... o no, a Minnesota! Y las gemelas del Norte y Sur, formando el triángulo estatal de la blanca, oscuridad.

El Día... F de Fargo.

Todo parecía lo acostumbrado, hasta que un buen día (aquel no luminoso), unos hermanos decidieron cambiar las cosas con un rodaje minucioso y el contenido creciente de un maletín, recalcando el egoísmo de los poderosos frente a la simplicidad o la estupidez, la cerrazón social y la sobriedad de un terruño, inyectado de sangre y nieve. Una historia especial, acaparadora de premios y ovaciones.
Un éxito inmaculado, que ha sido adoptado a su forma y estilo visceral, por un brillante escritor como Noah Hawley, haciendo de Fargo algo más que una historia, una forma de recrear el nuevo estado de la televisión y la creación de personajes.
Las dos temporadas visionadas de Fargo, deslumbran como una aparición inesperada, acariciando los resortes epidérmicos de los Coen, desde aquella ignota y cómica Sangre Fácil, la furia macarra de Arizona Baby o la poética mortecina de Miller´s Crossing, hasta las atávicas The Man Who Wasn't There y Ladikillers, o la desproporción violenta y psicópata de No Country for Old Men.

Pero, algo siniestro y descorazonador ha golpeado con fuerza, un caudal familiar incesante, que presenta a los personajes más distorsionados en un universo de estilo coeniano, con ejemplos de grandeza narrativa, como la maternidad futura y la responsabilidad maternal, enfrentadas por dos concepciones de la vida. Tan distintas como la enfermedad y el desajuste mental o helicoidal, la codicia frente a la calidez hogareña, la protección y la lucha personal, a través de ellas, las mujeres. Cuando el resto, lo masculino se abraza a viejos resortes machistas, como la posesión, el poder, la revancha y, por descontado, el fuego, la carne o la fuerza bruta.
En la 2, dos formas de interpretar y diferenciarse, difundiendo lo ancestral, una batalla entre la ética y la desproporción, que se escondía bajo la superficie petrificada, de la pacífica, costumbrista, bizarra y gélida Fargo.

Corría un viento norteño, cuando Ethan y Joel, se dispusieron a contar un, nada discreto, ´hecho real` que aconteció por aquellos lares, epicentro policial del estado de Minnessotta. Entre Dakota del Norte y Dakota del Sur, se extiende Kansas City y su ramificación del denominado "business is business", cuna de la música negra y de los conceptos "sociológicos" de un rebelde del swing como Mike Milligan, ejecutado por un espléndido Zahn McClarnon, que parece acudir "al rescate" de los negocios de la familia Gerhardt, tan contundentes en sus movimientos como él mismo.
Cuando una desaparición clásica, la de un desfasado Kieran Culkin, o aquel que representa a un desequilibrado del pasado como Steve Buscemi en el filme, se convierte en un auténtico quebradero de cabeza, para todos, unos y otros, para los amables policías y sus familias, los antiguos indígenas, mercenarios y la casta de los nuevos inmigrantes, o los propietarios de pequeños negocios: bares o restaurantes locales, carnicerías, peluquerías y quioscos de revistas, tiendas de máquinas de escribir, despachos de abogados atípicos, agencias de viajes o de sueños... y otros vecinos.

Ese día D, marcó el día de una encrucijada, donde los caminos marchan con distinción o desesperación, hacia un destino llamado Louverne, no la monumental Fargo por ahora; señaló la dirección, más de veinticinco años antes, de un jefe de policía llamado Lou Solverson y su familia, interpretado en aquella era por el genial Keith Carradine, esta vez con su suegro el Sheriff Hank Larsson que nos devuelve al afable y carismático Ted Danson, no aquel que nos escandalizara en Body Heat de Lawrence Kasdan o hiciera reír en diferentes comedias o la inolvidable serie Cheers; también compone el futuro incierto de una pareja joven, que se topa con un problema de luces y neumáticos, en una situación desesperada, soñadora o conservadora, tomando una estratagema más errónea aún, casi descerebrada, como es habitual por otra parte en los Coen.
Se describirá un asunto turbio, rebosante de tensa tranquilidad, que llevará al paroxismo a sus principales protagonistas y otros que se aproximan al olor de la sangre, como los coyotes en busca de una presa herida o los osos defendiendo a su camada. En cambio, la seriedad y el carácter austero y retraído de los residentes, nos contagia, a su vez, de hilaridad ácida, de desproporcionados intereses, de intestinos vernáculos, de descripciones históricas y surrealismo, de encuadres, escenarios y conceptos cinematográficos que interesan a los espectadores de las salas de cine y, por ende, de la tele actual.

Aunque, existe una lista inmejorable de "pacíficos" actores, representando esta función que circunda la ciencia ficción y la comedia, más negra y ácida que nunca, algunos relatan que casi Tarantiniana, otros entreven rasgos de su madre Louise Armstrong o su abuela dramaturga, de su antiguo oficio de abogado y defensor en casos de abusos infantiles, en conspiraciones o en la negra concepción de Legión y otros entramados accidentales en The Alibi, esto es, un estilo propio. Próximamente tratará de llamar nuestra atención sobre el espacio, en su primer trabajo en la dirección de cine, con la cinta Pale Blue Dot y el rostro de Natalie Portman, además de rumorearse su ampliación en el universo de Marvel con Victor von Doom.
Por consiguiente, el aspecto duro y truculento, puede estar asegurado... ¡ay, si aquellas luces, no hubieran reflejado la escena!

Por cierto, otro rumor (con base fundamentada), es que los primeros pasos o movimientos en el dibling, de unos pequeños diablillos que están jugando al baloncesto en una cancha callejera, podría tratarse de un reflejo pretérito de los míticos Gaear Grimsrud y el locuaz Carl... para aficionados a la épica cinéfila.

Si aquel imbécil, no se hubiera cruzado en mi camino...

Además, de imbécil, embebido en no sé que otros objetos del cielo, para habernos ´matao`.
Las imputaciones por los nuevos cargos, emprendidos en la segunda Fargo, muestra indicios de locura, con una complejidad arraigada en el suspense y la capacidad sideral de la imaginación, transformando los caracteres antiguos de individualidad, en otros personajes muchos más familiares.
Luchadores raciales, enfrentados al peso de su historia y su pueblo, policías que defienden el honor de una profesión a pesar de otras visiones desafortunadas, tenderos y grandes ´empresarios` dedicados al control de sus ´delicados` o traspasados negocios, manos que se aferran a su oficio, mentes que persiguen sus sueños.
Numerosas nominaciones por las interpretaciones, la dirección y el guion, que reportarían más beneficios que una carnicería en alquiler, aunque no siempre, porque todo hay que repartirlo en este mundo de incesantes ideas y expectantes producciones. Pero, marcaría el destino de un nombre, unido para siempre, al humor negro, la desquiciada violencia o la ley del hampa, a la escritura de guiones y los más diversos representantes de la América profunda, junto a papeles de ciudadanos comunes... o no tanto.

Sin embargo, pocos de los espectadores de aquella gélida y trágica historia shakesperiana, podían imaginar que pasados unos años, visitaríamos los distintos espacios temporales que confluyeron en aquella Fargo, para describir nuevos personajes enraizados o alambicados en la raíz, el bien, el aprendiz de malvado y el mal absoluto, con connotaciones desproporcionadas.
Este enfrentamiento, poco tiene que ver con aquel ser descarnado y un humilde individuo, desubicado y tragicómico, pues, su puesto ha sido tomado por una muchacha, simpática y arrolladora verbalmente, que no conceptualmente. A la vez que potencia la fauna en la que se va convirtiendo el escenario de un crimen antológico... o tal vez infinito. Ya que, si bien los carteles anuncian claramente, un episodio verdadero en el que se cambian los nombres de afectados y se persigue la fidelidad de los hechos, por respeto a supervivientes o muertos, la verdad es que la producción de los Coen y las visiones de Noah Hawley, los delata en el desarrollo de la serie y retrata su particular universo. Si bien dicha conexión y sus comentarios, denotan cierta frialdad y 6 grados, bajo cero, de separación.

Fargo es un lugar, donde se relacionan sus personajes y sus mentes particulares, con aspectos inverosímiles o contrarios, reunidos por acontecimientos comunes. Liados en el suspense, confabulados en una espiral de pensamientos o reflexiones de cara al exterior, de acciones de las que te ríes por no llorar, pero sugerentemente hablando, visualmente brillantes. Pareciera que más que comunicarse entre sí, estén vomitando sus cosas y restregándoselo al espectador y la sociedad, de forma parecida a aquellos vaqueros en el lejano Oeste y sus comunicaciones interesadas, que retratan a forajidos y héroes a la fuerza.
Por contra, cuando se hablan y emergen profundas palabras, observamos el trabajo del actor y varían las descripciones recogidas a priori, nos adentramos en un complejo mundo de contrastes y valores sociales, fundados en el éxito personal y el deseo de no ser olvidados, sobre las páginas de un libro o las imágenes irreales de un sueño, más bien, pesadilla existencial por momentos.
Pues, los neardentales y féminas, aquí mostrados, indican los males de una sociedad enferma, que está conformada por seres humanos, con sus histerias y ´neuras´, sus miedos ancestrales o debilidades, de nuevo cuño, los sinsabores de la vida y la tragicomedia, como la dependencia y la pérdida, el deseo o el sexo, la adicción, la mentira, la soledad o, eso llamado amor, universalmente.

Es decir, individuos con sus terribles defectos y recónditas virtudes.

Si esta familia, no tuviera origen germánico.

Para comenzar a entender a esta curiosa y extravagante familiar, hay que empezar describiendo, alto y claro. Para que no halla confusiones, entre aquellos que no continuaron la serie inicialmente. Hay familias unidas y otras, que convergen en un monstruos con varias cabezas, a la espera de combatir a los caballeros y su honor.

En primer lugar, tenemos a Kirsten Dunst, esta chica de cabellos rubios transformados, que nos emocionara con una entrevista del vampiro, con apenas 12 añitos de edad, no es princesa. No esquiva las balas, porque su resistencia actual y su pensamiento libre, equilvadría a no dejarse morder por cualquiera. Su torpeza es la elucubración, su valentía... es ciega. ¡Vaya, si lo demuestra!
Sumando cualidades, resulta una buena ama de casa, atractiva, apasionada, soñadora y con expectativas de mejorar social y laboralmente, de momento no piensa en bodas de Mujercitas ñoñas, ni siquiera de una pobre virgen con intenciones suicidas, es dura y atlética, ve películas de heroínas mayores, donde esa madurez se representa sobre una hoguera de vanidades y miedos, por eso, se olvida de lo superficial, el dolor y la angustia, los quebraderos de cabeza, incluso, el dinero o la muerte. Sería capaz de vender cualquier cosa, la más valiosa, para conseguir sus sueños, que no su estabilidad, como la reina Antonieta de su casa, pero siempre, con ese ápice amargo en sus ojos transparentes... con ese halo de melancolía, implícita en su sonrisa. ¿A ver si alguien es capaz de borrársela...? Has pensado por un momento, en descender de tu nube y comprobar las almas que abandonaron esta tierra, Fargo, me refiero.

Ed Blumquist, tiene el mismo color de pelo, pero, su trayectoria es meridianamente inversa a ella. Piensa en nombre de los dos, cuando no debería, porque sin darse cuenta, corta las alas de la libertad y se queda enclaustrado entre cuchillos y mostradores, ahí, dale que te pego. Es carnicero, de los de verdad, eh.
El actor que nos ha encandilado, se llama Jesse Plemons actúa con una naturalidad que asusta, no parece acomplejarse por nada o ante nadie, aunque su personaje lo sea, nadie me explico.
De pequeño estuvo en una cinta deportiva, conocida como Juego de Campeones y anduvo correteando junto a Chuck Norris, seguro que aprendió la rudeza y la toma de decisiones extrovertidas, y los perjuicios del consumo de sustancias en Breaking Bad. Tanto que, últimamente, lo hemos visto junto al maestro Paul Thomas Anderson, se despachó a gusto en la comedia extraterrestre Paul, ha trabajado junto a los mejores de su círculo en Black Mass y la magnífica Barry Seal, y ha conquistado a Spielberg, desde el Puente de los Espías y su pequeño papel en la interesante Los Archivos del Pentágono. Atención que volverá a la comedia criminal con Game Night y alternará con Scorsese en The Irishman.
¡Ese es mi Jesse! Simplemente, también, The Butcher genial en Fargo II.

La Familia y uno más.

Existe un enfrentamiento primordial, es el fundamentado en el respeto y el orden. Dada quién con su estilo apropiados para la ocasión. Todos geniales en la concepción de sus obras y personajes, creando una serie de instrumentos con los que condicionarnos, emocionarnos, tranquilizarnos o todo lo contrario, objetando su forma de interpretar la vida en la frontera, de la realidad y el cine.

Por un lado, la estimable labor de un policía cabal y centrado, dueño de sus actos y responsabilidades con los demás, con sus vecinos y su esposa, por que lo necesita y él a ella. Se trata del nombrado Lou Solverson, padre de la increíble Molly en la anterior temporada, interpretado por un Patrick Wilson increscendo, más, desde el miedo, pues recordamos sus papeles en el Fantasma de la Ópera y Hard Candy, en unos Juegos Secretos llenos de rivalidades, no tan pasajeras. Se afianza con Watchmen, vigilando la pacífica población que le vio crecer, junto a su padre protector y reactivador de su orgullo profesional, de la forma de un eslabón en la cadena.
A pesar de las insidiosas revelaciones que están por llegar y los expedientes duros, no Warren (menos opciones de otros mundos), que verá obligado a rellenar. Para enviar a más de uno, terrestre y asesino... a los calabozos, o quizás, más lejos. Con Dios.
Es entrañable mirando a la claraboya de los sueños, en noches compartidas y, observando partir a los barcos luminosos a ese destino incierto que navega en el horizonte. Si no tiene que cruzarse de nuevo, con el tomahawk de un indio que se empeña en desfigurar su rostro y así, pasar desapercibido en otra serie. Se hace rodear de otros, que le ayudan a surcar las olas, como el agente interpretado por el australiano Keir O´Donnell, marcado por señales oficiales y otras huellas, o el borrachín y hogareño abogado, encarnado por un convincente Kick Offerman.
Ah también, Mr. Wilson será pasajero y portador de la Última Llave, para convertirse en padre admirado, esposo sufrido y maestro de superhéroe... bajo del mar.

La Otra Familia... A Homespun murder story.

Su primacía, ha sido primordialmente patriarcal, basada en el sudor y la sangre de la familia, no tan unida y bien administrada. Aunque un ataque de última hora, ha proporcionado un cambio genérico de papeles y se le ha otorgado la voz triunfante, a la interpretación materna, de la actriz Jean Smart, una Mama Floyd inconmensurable. Dándole una nueva oportunidad para convencernos a todos, y está clarísimo, que caímos a sus pies, malheridos, atribulados por las deudas, confabulados entre sus descendientes, manipulados por el cambio de los tiempos. Una señora ejemplar, con todas las de la ley, y contra ella... me refiero dentro de los negocios de la pantalla.
Además, preside un imperio cabalgando entre cuernos de márfil y Cadillac´s, o Dodge, conseguidos a martillazos y otras lindezas, gracias a las maniobras en la obscuridad de su marido, interpretado por Michael Hogan, su pequeño ruiseñor enjaulado, y el novel actor Allan Dobrescu, es un pequeño vacío en su agujero. La pretenciosa, divertida y licenciosa Simone, de las antiguas conspiradoras en el cine, pero actualizada en el feminismo, mujer de armas tomar interpretada por Rachel Keller. Se nos presenta en la misma Legión de Hawley y en su próximo segundo largometraje.

Y dos verdaderos monstruos, resabiados y con personalidades muy marcadas, a hierro y fuego. Son hermanos en la vida y en la muerte, cada uno con sus familias y su forma de actuar (menos de pensar), que rivalizan en cualquier acción o comentario, salvo, bajo las faldas de su protectora. Se faltarán, retarán y odiarán, si no lo hacían ya mucho antes, porque se consideran casi enemigos íntimos, desde la cuna y la teta que los amamantó. Uno más pistolero que el otro, más rotundo, el oso Gerhardt más ´cariñoso`, si se puede decir así. Adiestrado y manejado en las manos poderosas de Angus Sampson, que ya estuviera en Mad Max y la peli Insidious, como una vaticinio. Lo que está por venir es, la nueva Insidious: La última llave, y una película titulada Winchester de los Hnos. Spiering (Daybreakers, Saw VIII). Además, en contra, al otro lado del ring, perturbado, inaccesible, rudo y maleducado, el inefable Dodd, pero admirado por los seguidores de los malvados y sociópatas, de todas las madres y series. Su papel madura, en la dura piel de Jeffrey Donovan y su extraño, atractivo acento, tanto que es parte esencial de este drama hogareño. Un nombre que no sonaba demasiado, aunque había pertenecido a aquella notable Sleepers de Barry Levinson, estuvo en la aciaga Blair Witch 2, borrón y cuenta nueva, hasta llegar a series de éxito o El Intercambio y J. Edgar de Clint Eastwood, y a la magnífica Sicario de Denis Villeneuve. Lo siguiente el filme Shot Caller junto al entronado Nikolaj Coster-Waldau y Sicario 2: Soldado. Se acabó lo que se daba, sin pensar ni nada.

Por último, recordar a dos personajes intransferibles, que otorgan a esta Fargo, la capacidad de reinventarse sobre aquellas páginas del pasado, y rivalizar con individuos que tienen cosas en común, o son siniestramente, diferentes, raciales, escurridizos, inteligentes, husmeadores... a los habituales depredadores coenianos.
Zahn McClarnon, el rastreador que nadie conoce (y no nos importa), porque su origen es clave y claro, a flor de piel, cuando su rostro refleja la sangre derramada y su silencio, buscado que no impuesto. ¡Cómo debe de ser! Su nombre es Hanzee y busca un cambio radical, para no perpetuarse haciendo el indio en manos equivocadas y salidas de tono. Aunque se puede haber hecho tan popular que acabe contratado en Westworld y actúe en la nevada Braven, junto a Garret Dillahunt, Stephen Lang y Jason Momoa. Otro trío de conexiones evidentes y emocionantes.
El otro tipo es Bokeem Woodbine (The Rock, Riddick), sería el ejecutor negro y poco adulador, mano del negocio en Kansas City, con bastante suerte y verborrea culta. Que siempre va acompañado por dos hermanos de armas tomar y no soltar, hasta el límite de la resistencia, que forman el trío más siniestro y divertido, de la frontera entre Dakota y Minnesota, con sus descripciones, referencias o anécdotas y otras expresiones, raciales o bíblicas. También conocido como Mike Milligan, futuro lustrador de despachos o abrillantador de cuentas, hombre de ley y sin ella, embarcado en la tarea de sobrevivir a este desquiciado grupo y a la visita de cualquier inesperado enterrador. Además fue Shocker en Spiderman: Homecoming, y tiene firmada su participación en la cinta de terror Overlord y Billionaire Boys Club.

Para terminar, este familiar comentario de Fargo, podríamos decir que desde sus inicios, ya hemos oído temas espectaculares en su banda sonora, empezando por Billy Thorpe, Fleetwood Mac, Fasts Domino, The Chieftains, Jethro Tull, Spirit, la Creedence... y terminando por los magistrales Black Sabbath y su guerra particular de cerdos. Ah, lo de los marcianos es una simple visión, nadie toma perspectiva de ello, y menos los ejecutados. Es una visita inesperada, que el espectador no toma en cuenta, pues prefiere conocer el verdadero desenlace de los hechos, vengan de dónde vengan... fin.
Esta gran serie y su segunda apuesta, podría ser el reflejo del futuro. de una temporada que empiece brillantemente, reviviendo los orígenes de una familia alemana y su destino. Donde sean importantes la zapatillas de andar por casa, las cuentas como siempre familiares, un paseo divertídisimo por la nieve de un tal Maurice (que posteriormente, no resultará tan divertido sino patético) y un viaje desdoblado, por una de esas interminables carreteras típicas, sin apenas curvas. Una declaración de amor, con cartas por medio, sobre esas ruedas y estas letras calientes... sobre la nieve de Fargo:
Crazy on You.


FLEETWOOD MAC - Oh Well


Black Sabbath - War Pigs

Cinemomio: Thank you

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