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domingo, 11 de marzo de 2018

Coco.


México Lindo y sonado.

Los recuerdos vienen, a veces, como sonidos de una guitarra española en altibajos sensitivos o rasguños (quejidos) del alma de una madera ancestral con el que se fabrican los sueños. De igual manera que el divertido compás del mariachi, bullicioso o profundo, dependiendo de la ocasión festiva o la festividad que decora con el guitarrón mexicano, saltando en sus cuerdas y oquedad, la procedencia de la Guadalajara de Jalisco. Es un instrumento musical que cualquiera, joven o adulto, siempre que ha sentido su estilizada forma en sus manos, su tacto inolvidable y cálido, ha deseado tocar con habilidad, aunque sus dedos se negaran a ofrecernos una adecuada sonoridad o validez rítmica.

Con el tiempo, esos recuerdos no se manifiestan con claridad, menos cuando nos atacan estas enfermedades modernas del cerebro envejecido prematuramente o, simplemente se desvanecen entre los viejos y perdidos álbumes. Por eso, nos ayudamos de esa serie de retratos fijos para traer a la memoria, aquellos momentos vividos junto a nuestros seres queridos, como muy bien sabe la productora norteamericana de animación Pixar, que lleva jugando con nuestros sentimientos, agradablemente por demás, desde su creación en 1979 por los programadores y artistas de Lucasfilm.
Hasta el gran salto de aquella Madre Lámpara que iluminaba los movimientos graciosos de su pequeño Luxo, curioso y revoltoso, con ansias de crecer artísticamente, bajo la luz de la luna artificial o natural, según se mire, porque pocos años después regresarían con sus animosos y queridos juguetes de Toy Story y el paralelismo de los condicionantes humanos que fueron depositados en ellos, para satisfacción de niños y mayores. Algunos de aquellos recién llegados a su particular universo onírico, jóvenes del mundo, han deseado alcanzar uno de sus objetivos, resplandecer como los nombres luminosos en los carteles de un gran teatro, ser verdaderas estrellas del espectáculo. Así que, Welcome to México... Bienvenidos a La Tierra de los Muertos, muy vivos. Hello Coco. That's Entertainment!

Los Sentimientos Animados.

Seres aparentemente inanimados, que nos acompañaron en los tiempos más felices de nuestras vidas, mucho antes de que empezáramos a pensar en el fin, o a sentir la pérdida de amadas compañías. Es una reflexión que nos pertenece a todos, que nos acompaña el resto de nuestros días... ese vacío incontrolable...
Desgraciadamente, en este mundo real donde existimos y desprovisto de otros efectos visuales, los pequeños fantasmas, no volverán para regalarnos ese esperado abrazo físico. Ni siquiera una deseable y justa venganza personal... Tras la oscuridad abisal del océano mediático, extraños niños de alas negras de cuervo, esos niños pez no podrán crecer más, sencillamente dejarán una estela plateada tras de sí, una mínima duda o incredulidad ante lo presenciado o sufrido... "No es lo mismo, su cadena perpetua, a aquella posible y necesaria revisión de una prisión condicionada por una revisión profesional, y tal vez, familiar". Muchos otros padres, como lo fue su abuela, lo esperan...

La vida de los niños, nos guía en el futuro, con aquellos deseos incontrolables, semejante al nervioso palpitar el día de Navidad o Reyes Magos, para encontrarnos con los ´indestructibles` juguetes, es un decir comparable con nuestras debilidades... En cambio, los sentimientos permanecen como los instrumentos afinados de nuestra existencia, unas veces dando notas agradables y coloristas, otras escondiendo lo feo con una original melodía, con una voz esplendorosa que tape o simule el dolor. Lo que Pixar viene demostrando en trabajos posteriores, desde Andy y Buzz, a los luchadores y simpáticos insectos, con su particular aprendizaje del mundo de los mayores, de este circo que ven con otros ojos... Los Monstruos que, con sus risas y chistes, vienen de otro mundo más extremo y peliagudo, de esos pececitos perdidos en la oscuridad del alma o el océano, los niños como superhéroes Increíbles que intentan sobrellevar el destino, las opiniones o sobreponerse a las acciones criminales de los mayores... Convivir con el amor profundo, desde cualquier confín apartado de nuestro alma o cosmos deontológico, como niños tirados en montañas de basura espacial. Mirando arriba, a las luces que coronan el deseo de triunfo o ser reconocido, ganando un Oscar, o dos, o tres, etc... Cantando como un niño con zapatos nuevos, mirando a su familia artesana, con su guitarra de clavijero en calavera, antes de los trastes y el alma, que trae una leyenda antigua, una especie de magia evanescente, una sonrisa en el espíritu de un viejo. También de los que se fueron, algunos sin despedirse...

De la misma forma que aquella magnífica entrada fotográfica en Up, los humanos se han convertido en protagonistas de esta familiar apuesta, sensitiva demostración de afectos desde dentro a afuera (maravillosa enseñanza o correspondencia con Inside Out), tan colorista como un océano y sus seres resplandecientes, casi mitológicos, en busca de otro amor perdido de la juventud. Coco, ha conseguido lo que deseaba, mover nuestras conciencias (duras o turbias) con un guion compartido entre la frontera más tenebrosa, manosearnos las fibras sensibles y la mente, revolvernos las cuerdas vocales, hasta hacernos soltar un grito indiscutible, convocar un río de lágrimas por el que navegan seres mitológicos, amigos ancestrales, recuerdos en otra realidad paralela, durante la fantástica Fiesta de los Muertos o la historia cultural de México.
No se conoce muy bien, como decía, la primera elaboración de la guitarra. Para su exposición actual, han tenido que modificarse bastantes y ancestrales instrumentos, que pasaron de generación en generación, de canción en canción, de mano en mano, de película en película... Hasta la llegada del pequeño Miguel de los Rivera, del pueblo de Santa Cecilia, dispuesto a convertirse en la estrella, menos fugaz que otras que se apagaron hace tiempo y, que precisamente, por su deseo irrefrenable tendrá que ir a buscar junto a la guitarra soñada. La evolucionada en las tierras de los mariachis, de las rancheras y la diversión.

Por consiguiente, todos somos aquel pequeño Coco, que jugaban entre zapatos adultos y convocaba a su espíritu ancestral, ese yo interno, que nos canta como una llamarada y nos envía a una odisea, a través del tiempo y el espacio. A una misión artesanal de nuestras emociones.
Sin embargo, en otras aventuras, la guitarra eléctrica apareció a la inversa, por necesidades técnicas para cubrir grandes espacios de conciertos y voces en directo, acompañadas por manos hábiles de músicos que se harían universales y resonancias aumentadas, requeridas para hacerse oír más allá de los ocupantes de las primeras filas, aquellos vivos y sonoros fans. Cuando otro joven músico de 1989, apodado Eric Draven por el autor James O´Barr, recorrió el camino contrario a los muertos de Coco, se inmiscuyó entre los mortales para recordarles sus malas ideas o acciones, y no como una manifestación de cariño, sino como la venganza en manos de la muerte resucitada y la lista negra de un cómic convertido en película. Con aquella siniestra sonrisa del recordado Brandon Lee, dirigido por Alex Proyas en la noche del Diablo.
Elevó su grito descarnado sobre la tierra de los vivos, propagando su deseo en la carne, devorando los recuerdos con fuego, sin artificios, ni risas, sólo dolor. Coco es lo contrario, con momentos divertidos y musicales, que traspasan los hechos contados y las pérdidas, las manifestaciones adultas sobre el porvenir laboral de sus hijos, el rechazo del diferente, las reglas inflexibles, los movimientos criminales por avaricia o codicia ante el éxito ajeno, los sermones de la fe y la sangre, los presagios de figuras tenebrosas, los muros que se levantan para separarnos, los sentimientos encofrados en el odio o la timidez frente al auditorio, y nosotros mismos. En definitiva, en esta pelea invisible de la ilusión frente a los miedos.

Normal que dos mentes maestras, de sus guionistas Adrian Molina y Matthew Aldrich, que no diferenciadas por el ruido alrededor (de políticos y demás monsergas), se hallan unido para ganar algunos premios merecidísimos, con toda una familia de artistas y diseñadores digitales en precisa y santa compaña. Solamente interpretando ese ´gusanillo` o voz interior de la imaginación, han podido elaborar un guion que nos hace disfrutar de la Fiesta de Pixar y sus, ya inolvidables personajes. Junto a la familia, esqueletos y calaveritas en altares familiares, con Dante y su paseo con fieras animadas, héroes y almas perdidas, con dulces para infantes afinados, velas conmemorativas y flores anaranjadas de cempasúchitl, que ilustran nuestros pasos hacia el éxito, pero sobre todo, guiados a la memoria y la emoción. También, gracias al ritmo enloquecido y el ambiente festivo, dispuesto por la mano de un orfebre o montador, que ya nos ilusionara con su primer largometraje como guía narrativo y espiritual en Toy Story 3, llamado Lee Unkrich, encargado de un mundo de texturas, sensaciones y fantasía, para nada residual o lúgubre. Felicidades por el fantástico recorrido de Coco y sus canciones, hacia los Oscar de la Tierra de Hollywood.

Lágrimas y efluvios de Coco.

A saltos de guitarra y decepciones vocales, sus cuerdas que nos recuerdan a otras aventuras (por cierto de no hace mucho tiempo, o sí) ancestrales, este chaval nos ha encandilado con su decisión y precisión en las notas, en un aprendizaje feliz. Un pequeño ruiseñor mexicano, que decide embarcarse en una odisea existencial, en busca de sus orígenes y la fuerza necesaria que le permitan convertirse en aquello que desea, un músico, nada más y nada menos. ¿Quién no lo ha deseado alguna vez? ¿O simplemente, artista o creativo?
Pues bien, el solitario mariachi nos enseña las vicisitudes que debemos encarar, con ese mundo depredador ahí afuera, acechándonos como tigres hambrientos. Se instala en la historia de México y sus artistas de cine, pintorescos charros, cantantes en gorros gigantescos y brillantina, instrumentistas airosos, presentadores y humoristas, artesanos y algunos diseñadores internacionales, etc... en la carne y traje blanco de Pedro Infante o Jorge Negrete. Desde Ciudad de México, a la terrible o no, Ciudad o Tierra de los Muertos, de aquellos recuerdos familiares.

El Estudio de Animación Pixar, siempre busca la originalidad, en cambio, mi frágil memoria me atrae a esa aventura fantástica en papel, que recordamos como Kubo y Las Dos Cuerdas Mágicas. Sobre los avatares de otro muchacho oriental, aproximadamente de la misma edad a Miguel, hermano del alma musical, que se embarcaba con su shamisen y sus amigos animalescos, con diferentes alebrijes multicolores en reencarnación mitológica, hacia un territorio invadido por la magia y los recuerdos sanguíneos, saltando las olas de origami por calles floreadas y enviando su entrañable música, para conquistar nuestros corazones y salvaguardar la memoria de sus progenitores. Veremos que ambos encuentran respuestas muy semejantes, aunque diversidad de expresiones coloristas o animadas.
Se distancian en lo tangible, pero fundamentalmente coinciden en la perspectiva y el deseo, se alejan de la familia viva para viajar a una Tierra infrecuente, cruzando un puente que traga a los indocumentados o no bendecidos en una floresta movediza, identificándose con ellos y con todos los principiantes de una categoría artística, que llevan esa condición diferencial o arte en las venas, o la punta de sus dedos transformados en hueso o papel. Esto es, la excelencia o inmortalidad musical.

Esta práctica universal de la música, se convierte en un divertido musical retrospectivo del folclore mexicano y sus brillantes tradiciones, arraigadas en el pasado y el recuerdo de sus difuntos cercanos, dejando a parte otras circunstancias más personales. Más concretamente, en la curiosa festividad del Día de Difuntos, cuando las bandas salen a tocar en memoria de aquellos, a través de un baile de guirnaldas floreadas, máscaras que esconden las posibles frustraciones, como el miedo y el olvido, huesitos de santos que pertenecen a un lugar desconocido, el destierro a algún lugar indeterminado, lejos de los que recuerdan en tierra, a su vez, dividida como la nuestra, la humana. Quizás, porque en algún instante de su existencia, entre tragos y canciones amargas, también lo fueron o sintieron, los colocaron en un altar con fotografías, recordando una melodía o una imagen borrosa, unas palabras de amistad invariable, un abrazo cálido o una voz entrecortada, un gemido inaudible, casi de bebé recién nacido, antes del llanto incontenible.
Por supuesto, las fotos bendecidas de abuelos, que entrañablemente nos enseñaron a movernos, jugar y cantar las canciones de otra época, incluso, alguno recibiría la sangre de alguno que tocaba la guitarra u otras cuerdas sensibles. Para proporcionar a Coco, una atmósfera alegre, con una pizca de emoción final que nos saca de la odisea fronteriza, la utópica marginalidad y la inteligencia metafísica entre dos mundos.

Por tanto, este punto temático y crítico, de las emociones (como suele suceder con estos muñecos con alma propia) no naufragan en viajes en globos insustanciales, ni siquiera en la representación de la fractura anímica de un pueblo vecino, sino que se desbordan con el recuerdo imperecedero, mientras exista esa chispa de vida en los ojos de un niño o niña. De todos aquellos, que se desviven en la búsqueda de otra forma de vida, y no de muerte... cruzando aduanas con fotografías de lo dejado atrás, por caminos cubiertos de pétalos amargos y olvido, que se tragarían al menos "pintado" o pinturero, de vigilados que envían recados dramáticos o falsarios, en sentido contrario. Trampas familiares que hunden nuestro pies perdidos, en el momento de mayor debilidad o inseguridad.
Nuestro mundo, empequeñecido como un barrio, se asoma a una ventana, cada vez, más apartada y quebrada por la diferencias y los costes, infranqueables barreras que dividen la buena tierra y la de los malditos "muertos de hambre". Up, o arriba, arriba iré.
El chaval de las cuerdas, es un extranjero que reaparece en el instante adecuado, para reivindicar a todos los perdedores o los que se quedarán atrasado en la memoria de alguien. Por tanto, es otro Kubo que destapa las vergüenzas y los miedos intrínsecos al ser humano, la persecución de esos sueños inalcanzables a priori y el desparpajo para encontrar un padre o cantar de ... madre.

Son lágrimas agridulces, como los pasteles típicos de ese día, cuando los ramos frescos de flores se van marchitando sin encontrar respuesta (o sí, depende de vuestras diferentes conciencias o creencias respetables), pero, en esta película inolvidable en busca de una realidad más cercana y tangible. Además de la consecución de ese deseo singular, para el que el niño pareciera capacitado, guiado por un hilo invisible o guiado de la mano arrugada de una antigua y profunda amnesia. Una viejita canción, tierna y muy achuchable...

Sonrisas y tonos fantamas.

Algo, poco, tiene que ver con el oficio de Tim Burton y su maestro Henry Selick, cuando transforman sus mundos inanimados en verdaderas piñatas emocionales o confetis para el recreo de aficionados a la animación gráfica. Aunque, sean con técnicas diferenciadas o potenciadas por un esfuerzo hercúleo, que muestran el sentido trágico de la vida y, por tanto, también el humor.
Esta sería, la segunda gran parada de este festival, compuesto por letras en descomposición ficticia o fantasmal, y comedia mortecina a base de gags prófugos y rebeldes. Una explosión de fuegos iridiscentes, que no artificiales, porque rebuscan en el interior de los seres humanos y sus diversas condiciones sociales o familiares. Como los olvidados, dispersos por un mundo oscuro, que necesitan de una mano amiga o una guitarra consoladora.

Por otro lado, esta la envidia ante el éxito, que acompaña a los deshonrados por la fagocitación de su trabajo, robados en el concepto artístico de la expresión, mutilados o envenenados por entes frustrados, embellecidos ante un público anónimo y extraño. Ambos estilos están bien diferenciados por el trabajo impecable de los diseñadores gráficos y digitales, los dibujantes y creadores de texturas, con mirar a la atracción de los más pequeños de la familia, pero sin olvidar los intereses secundarios (o no) de sus tutores y acompañantes adultos. Las voces que dan vida, más o menos estimulante, a una colección de personajes que pertenecen a los sueños o el misterio de la muerte, contemplado como una canción mitigada del dolor. Unas palabras apenas audibles, en su memoria coronada por la ternura y las canas.
La música compuesta por Michael Giacchino (Ratatouile o Up) en guitarra nacarada y la canción Recuérdame premiada por la Academia y acondicionada en equipo, se manifiestan como ejemplos vivientes de éste, orquestado a la perfección, a pesar de disonancias o quejas de espectadores, determinadas secuencias de acción al estilo de los videojuegos u otras interrogantes para ser despejadas en vivo y en directo. Como algunas acusaciones comerciales que no interesan, a vivos o muertos, sólo las expresiones artísticas, no enmascaradas.

La animación es, por tanto, exquisita y variada, en proporción a los rincones del alma visitados, disfrazando mascotas que acompañan a nuestros héroes reivindicativos, justos y luchadores, pasando de uno a otro confín, semejantes a aprendices de piratas y sus loros, buscadores de la verdad o protagonistas de antiguos filmes, con pasión mexicana.
Estos animales simpáticos, se visten con disfraces camaleónicos dentro de la ciudad, pululan o vuelan por un castillo u orfeón televisado del famoseo, en la balanza de nuestras propias miserias, para combatir los crímenes junto a la voz cantante. Rodeados de casas rústicas y puentes aéreos que unen o demoran, plazas repletas de bailarines (moviendo sus esqueletos), remarcando y considerando a los habitantes del otro barrio marginal, sin luces pero con sombras que hacen palpitar. Todo un colofón de materiales pirotécnicos digitales y texturas sobrenaturales, para condecorar con merecimiento a este muchacho, "guache maltito", cuervo brillante con la guitarra a cuestas.
Diría cantando, todo es fantástico aquí al otro lado, namaste. Coco palpita y desborda emoción, como siempre Pixar, para sacarnos de cualquier trance casi hipnótico y del trago amargo, con otra obra que añadir a su gesta inigualable.

Las fotos rotas no se olvidaron, las frentes marchitas no se borraron, se rebajan y cierran ante la frugalidad del triunfo o la envidia que carcome los huesos. Notas con el cuerpo de una mujer, que puede ser la madre de cualquiera... siempre persiguiendo lo intangible, intocable en su sillón como una letra robada. Recordad, a todos aquellos que siempre están, incluso, cuando no te escuchan o entienden la canción... Distorsiones de la realidad trágica, natural, anciana.
Mientras, el Sol ilumina a los perdidos, los que no logran sus sueños, prohibidas estrellas del pasado, se refugian en un silencio eterno, la paz de un abrazo, allá en la Land de los Muertos.

Coco, el Kubo o cuervo de la venganza que facilita los caminos muertos, ni siquiera es un fruto tropical de una isla misteriosa y luminosa, rodeada de playas paradisíacas y música en oleadas... ¡Coco, eres tú! La mente simple de otro fantasma, un poco loco. Coco, en definitiva, es un fantasma para los niños o una máscara para nosotros, los vivos.
Postdata: Como pensaba al principio, este mundo no es perfecto, ni mucho menos es propicio para los inocentes. Tal vez el futuro, nos depare otra forma de sentir y relacionarnos, de hacer justicia. Lo veremos, podría ser como una distopía en Altered Carbon, apenas sin muertes... Esto no es, lo que había soñado.


Cinemomio: Thank you

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