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domingo, 18 de junio de 2023

Steeltown Murders & Black Snow.

 

La cronología en la investigación del crimen, es muy importante y esclarecedora... aunque algunas se queden ahí colgadas por un tiempo. Tal vez, una eternidad...

¡Elemental, queridos lectores!


El 6 de enero de este año 2023, el maestro de los detectives literarios, Mr. Sherlock Holmes, cumplió oficialmente 160 años. Cuando su primera aparición en los libros entregados por capítulos, relatada en Un Estudio en Escarlata de 1887, ya estaba crecidito... hasta los 190 cms. aproximadamente... turbador pensante con la expresión avispada de un niño juguetón y caprichoso; y su estructura enjuta se dejaba conducir por los ojos avezados del científico-matemático, anatómico, psicólogo, observador de las vivencias ajenas. Algo alocado y adicto al extremo, hasta lo inyectable, nariz pronunciada hasta la pista de la nota, para las moscas molestas... y su mente privilegiada para la resolución más crítica. Pero, normalmente, acertada.


Sherlock era rubio probablemente, antes de que apareciera su versión futura en la adaptación moderna para televisión con la efigie de Mr. Cumberbatch en otra enorme representación del personaje mítico, casi mitológico ya. Además, acertada descripción rubia según relata la seductiva traducción de su apellido... En cambio su mejor amigo, escudero contrapunto, el Dr. Watson, John Watson, no. Eran la mezcla imperfectamente sincronizada y explosiva del caso, cuando el principal joker de la época victoriana, tic-tac, el profesor James Moriarty, se enfrentaba a su intelecto.


Sir Arthur Conan Doyle, no parecía tener nada que ver a su anatomía y sus dotes, pero estaba interesado por las investigaciones novelescas que había comenzado su maestro Sir Edgar Allan Poe, al crear al homus sapiens 45 años antes, en la figura del detective Chevalier Auguste Dupin en la celebérrima Los Crímenes de la Calle Morgue en 1841 con excelente representación en la cinematografía por parte de un director francés que observó rodar al padre Georges Méliès y protagonismo del ser vampírico inolvidable, Bela Lugosi. Y sus ojos...


Mr. Poe estaba de siempre obsesionado con esa batalla entre el bien y el mal, como se describe específicamente en la notable Los Crímenes de la Academia (en mutación de Morgue), con el detective Landor en cerrazón esotérica guiada por el galés Christian Bale y el mejor estudiante de la academia de West Point, representado por uno de los mejores actores que se han metido en la piel del escritor, un gran Harry Melling (de Gámbito de Dama) y el romanticismo prohibido a través del amor imposible del cadete por ella, enfermiza encarnada blanquecina casi negra, como aprendiz aventajado de poeta obsesionado. Con el permiso de Lord Byron, siempre en su memoria...

Gran ilusoria interpretación y retazo de vida anterior al enigma vital del autor de El Cuervo, como fuera aquella maravillosa aventura juvenil que guió los pasos estudiantiles de Sherlock en El Secreto de la Pirámide y su fascinación delictiva por los sueños. Un hermoso salto enrevesado, entre realidadd y ficción, de un Pálido Ojo Azul al Young Sherlock Holmes menos académico... y el voraz intrépido, asustadizo, joven Watson antes de ir a Afganistán y que es la revelación de posteriores características anatómicas, como lo es él para el detective y su venganza. Supongo...


Gracias a Chris Columbus, al director Barry Levinson y, como no, a Steven Spielberg, que es fiel admirador de aventureros e investigadores de la verdad... o no. Es el paradigma moderno del canon holmesiano, como lo fue antes el gigante Billy Wilder en asignación sexual con los torpedos, y lo sería a posteriori el viaje en el ring del tiempo, entre... en la esquina derechaaaa... Jack the Ripper... y en la izquierdaaaa... el hombre del violín golpeador, de moscas pesadas, la pipa en boca y el sabor a tabaco, y lupa puesta en su mirada pugilística... o más oriental, tal vez.

Comienza el Juego... No sean Uds. tímidos... a la hora de las deducciones, xDio.

El Caso Steeltown, de Port Talbot.

Si hay algo que saca de sus casillas a un policía, detective de homicidios, es dejar los cabos sueltos sin encontrar al culpable. Es decir, los casos no resueltos que se extienden a lo largo de sus difíciles carreras. Sería como un dardo venenoso, que no acaba de actuar en el cerebro o sanar en el torrente sanguíneo.


La historia oficial de la criminología mundial, tiene los suyos en busca de una resolución acompasada a los tiempos modernos, como representaría en aquel cambio industrial Charlie Chaplin. Pues igual, los cambios científicos fueron cruciales en algunos casos como éste en las afueras de un Swansea o Gales de tonos sepia, y sus jóvenes víctimas en manos de un terrible pasado para ellas, para su futuro y el de sus desesperadas familias... al encuentro de un descanso moral. Tal vez, no.

El tiempo se compone de esos eslabones, alguno semiabiertos, grabados a fuego como una maldición infernal que no se termina de apagar en las mentes, pues los acontecimientos de amontonan entre pilas de polvo y lágrimas resecas, que se vuelven a humedecer por los nuevos hechos ante la BBC One y la tele.


El pretérito de la abominación, se divide en dos escenarios concretos como en Time After Time, a través de la obscuridad de 1973 con la figura del llamado Estrangulador del Sábado Noche y un joven detective aprendiendo a resistir con pana y pelos a juego, por el actor Scott Arthur (de Good Omens) y su compañero por Siôn Alun Davis (de The Sandman) en ese salto fatídico a la obsesión resolutiva por un magno y sobrio, Philip Glemister (de Life on Mars) y Steffan Rodri (Hightower de La Casa del Dragón), que comparten con las vivencias... y a través de treinta años de avances en el tratamiento de pruebas fisiológicas en actos de extrema violencia.

Ese salto revive la justicia anclada en pequeñas sustancias, fluidos sin evidencias entonces, y la aparición de la cuentión genética en ellas, que adquiere protagonismo en las futuras investigaciones, y pasadas... gracias las nuevas medidas avanzadas y las técnicas para la investigación del ADN colectivo, familiar, a través de hisopado bucal... u otro, depende... de lo que quede, más o menos, completo.


Familias y amigos, descansarán, si se puede... Como una Priyanga Burford que está atrapada entre su abandono forzado y la rebelión en la vestimenta contra su tajante padre. Pero esa es una cuestión que queda fuera de la jurisdicción educativa de la moderna ciencia forense y de las interpretaciones de cada uno, dentro y fuera de la serie Steeltown Murders del guionista Ed Whitmore, ganador de un premio Edgar Allan Poe y autor de algunos capítulos de Rillington Place y el televisivo CSI.

Las pruebas congeladas de otras épocas son las constantes en la serie, como las magníficas adaptaciones temporales y las intepretaciones, que no persiguen ni justifican, solamente se presentan abiertas en canal y emocionalmente, en todos los sentidos. Tú tendrás que posicionarte, en uno u otro momento crucial, según las sensaciones personales o los sentimientos ajenos.

Los candidatos hereditarios, también... pero el tiempo, no se detiene en cualquier situación vital o sentimental... ni desestimiento sanguíneo.


Magnífico y escueto episodio real, bien retratado y escrito, que recuerda a otros sobre asesinos en serie, tratando multitud de expresiones de los protagonistas... sí incluido Dahmer, de cual no estoy dispuesto a hablar, todavía... pero evitando caer en la dramatización del nuevo filme El Estrangulador de Boston , donde el pensamiento actual se adapta a la discriminación del rol femenino y las referencias periodísticas en su época o las actitudes machistas de sus máximos representantes o jefes de redacción... si bien prefiero aquella edivisión en pantalla sobre la fría mirada de Tony Curtis. Esquivo guiado ahí por Richard Fleischer (autor de viajes extraños, asesinatos y hazanas vikingas), como héroe romántico de eras doradas en las manos del maestro Wilder y sus asesinos endulzados. Ejemplo rodando comedias aunque ya se las trajo bien traídas en todos los aspectos, con Sherlock y su entretenida, pero caóticamente Privada, Vida... que permanece interesante, a pesar de posibles mutilaciones... genita... geniales.

Mr. Holmes fue otra gran película, inmortal ya como el magno Ian McKellen, sobre un detective británico que abandona la calle Baker en el 221B, para circular por nuestro corazón, puesto que me hizo reblandecer por los adentros, hasta el tuétano. Que tantas veces buscó enterrado...


Allí donde habitaron los mencionados en otras ocasiones grises, o coloridas, como vórtices cinematográficos y temporales, más cabales, no menos loados, como aquel estilizado Nicholas Rowe, el casi olvidado Robert Stephens (pero en una debelidad personal como Los Duelistas de Ridley Scott), caracterizado Malcolm Mcdowell en letras voladoras tras el tiempo, Benedict Cumberbatch desafiándolo en el siglo XXI y el trío magnífico Peter Cushing, Christopher Lee y Basil Rathbone. Cada uno, cada gorra a cuadros, tiene su aquel... su ángel. Entre blanco y negro, como en el ajedrez del que tanto degustaba. Y la óptica como Arthur... y Mr. Doyle, también amante de la historia y la ciencia ficción. Vamos en estos momentos, sería un yo, bajo mínimos...


Por supuesto de este último actor Mr. Basil, más característico en el papel por prolongación, me quedo con las primeras, con paradigmas en los temas fuera de lo científico como el gran Sabueso de los Baskerville y las divertidas Aventuras de Sherlock Holmes alrededor del disfraz y la Torre de Londres. Elementales e inolvidables. Las demás bajan un tanto... No sé que pensaría Sir Arthur... además no le interesaba mucho el cargo nobiliario, siendo escocés y aventurero, creo. 


La Nieve... más negra.

Si los detectives de Steeltown Murders eran concisos y humanos, con sus aciertos y debilidades... en este caso del sur pueblerino en Ashford sobre territorio australiano, con protagonismo racial en la comunidad isleña del Mar del Sur de Isabel; tenemos a un investigador del departamento de casos no resueltos, James Cormack, fundido a las raíces de un recuerdo. Que va a ser capital en la resolución, como abrir una cápsula enclaustrada en el corazón.


Pues también es humano en doble vertiente, ya que tiene una cuestión pendiente con su particular pasado... Pero, es un ´pelín`, no lo digo por la barba de Vikingos, más mediático y popular... 

Sino, porque, al tratarse del actor Travis Fimmel (entre Raised by Wolves) posee una especial mirada para estos tipos duros, aquí mucho más pensante que bestial, con varios estados interiores y personajes de aspectos diferenciales a lo largo de sus vidas. Cal y arena, lo llaman... Pues aquí no... Azúcar... No moreno, sino rubio de nuevo como aquel Sherlock Holmes.


No sabemos mucho de su vida anterior, pinceladas tan solo... Notas de cierto abandono espiritual y amoroso, quizá. Tampoco conocimos mucho las del escritor de Sherlock Holmes, únicamente alguna incursión marítima como arponero e historiador de hazanas marinas en buque Esperanza, que se paso al centro de una Inglaterra esotérica, para ganarse unas perras con espíritus, contrarios a ese embaucador romántico y de inteligencia exponencial. Por esas preferencias con lo oculto, se llevo unas cuantas descalificaciones. Pero gracias a un médico, profesor, conoció la necesidad de la lógica, la observación de la naturaleza de las cosas e identidades fotográficas, y por supuesto, la lógica. Terminó siendo médico y genio literario, cansado de su personaje explícito, enemigo imaginario, y vuelto a la resurrección. Tal fue la presión mediática...


Los miembros de la policía también sienten ese tipo de presión, pero para este protagonista de Black Snow para la cadena streamer Stan Original y Apple Tv, los rasgos mediáticos no son tan importantes en principio. Porque esencialmente la bella en aquellos años noventa, es interpretada por una novel Talijah Blackman, y su caso queda circunscrito familiarmente y relegado por su potencial oculto o racial. Y por lo tanto, es una serie de ficción, reivindicativa de aquella realidad con varios giros inesperados por los contactos encapsulados.

En cualquier caso, debido a los resultados históricos y los sentimientos a flor de piel, blanca o negra da igual, inocente en cualquier extremo... ambos ídems, y miniseries de emisión (que no de calidad), son representativas del buen hacer, las investigaciones sobre pruebas escondidas al público y los aspectos emocionales. Además de bien recreadas en distintas épocas e interpretadas por todos sus protagonistas y miembros del reparto, of course.


La enhorabuena es que, a pesar de amenazas de retirar efectivos policiales de las calles, los crímenes en el origen negro del término cinematográfico, no parecen encajonarse, sino que están al alza. Pues, novelistas románticos como Poe con Düpin o clásicos americanos como Raymond Chandler o Dashiell Hammete, con sus circunspectos e insobornables, Philip Marlowe y Sam Spade, siguen estando de moda en la piel de nuevos investigadores de raza, sin gabardina, o no.

En ellos, ante severos serial killers, no existe rastro de humor, desde luego.

El paso del tiempo, tic-tac, tac-tic... es de ida y vuelta. H.G. Wells en La Máquina del Tiempo, nos hizo viajar a partes inconcebibles de la ciencia ficción y la discontinuidad lineal, pero la literatura de ficción ya lo había logrado, al adulterar el orden de los casos y las pistas adulteradas temporalmente, en sueños, pesadillas y flashbacks, que luego sería plasmado visualmente en el noir del Séptimo Arte. Y ahora, en la televisión.


La teoría de cuerdas se entrecruza en el cine, crea lazos y tirabuzones inhóspitos, gramaticales con el Hithcock presenta y otros héroes por capítulos, que tuvieron un punto álgido en Twin Peaks de David Lynn, inolvidable aquella chica arrojada en plásticos. Ahora en Gales o Australia, que no se mueven por capricho, sino por motivaciones profesionales y transfusiones del dolor, en el paso del sepia al vídeo VHS o al color de nuestros días digitales.

Claro que el recuerdo engangrenado no es bueno, pero en las narraciones artísticas producen un acto de deseo descomunal, para ir descubriendo las evidencias que nos lleven a comprender el misterio. El acoso... la decepción social... la pestilencia... el olvido.


Veinticion años han transcurrido, y nuestras expectativas están intactas, y es que... un buen suspense, un buen relato policial, siempre... siempre... es bien recibido. Y si la sangre conecta el pasado con presente o futuro, más aún. Es un hecho comprobado... un hecho cinematográfico de primer orden, ¡elemental, querido suspense!

La Última Lupa... por ahora...

Jack fue y será, un caso no resuelto. Indefinidamente, por desgracia aquí no tenemos ADN. Si bien, una inmensa cápsula del tiempo...

Sin embargo, por eso mismo, mantiene sus constantes intactas... porque crea una serie de cuestiones interpretables y diferentes posibilidades de culpabilidad. O incluso implicaciones conspiranoicas, como ocurre con JFK u otros casos de magnicidios.


Cuando la nieve se ennegrece, sobre todo en Australia, o en el hotel Overlock con aquel tipo siniestro del hacha, las investigaciones se vuelven más obcecadas en subsanar los daños del pasadoo, ese dolor familiar que te deja enjuto en el sillón, o en la cama, como al protagonista Stephen Lang, cuando la muerte le viene a visitar en el filme Old Man del director de culto Lucky Mckee (May, The Woman), también en defensa de la violencia contra las mujeres.

Sin embargo en otras visiones, se necesita de estos sabuesos que desentierren las pistas y su inteligencia para interpretar los movimientos... Futuros como ocurría en Blade Runner o aquel Sean Connery de la increíble Atmósfera Cero, o pasados, tal como hemos comprobado en algunos ejemplos sobre la figura universal de Sherlock Holmes. También podría ser Batman, en la piel del birdman resurgido en Michael Keaton, peleándose entre las chimeneas victorianas con el Destripador...


Aquí hago un pequeño interludio, a ratos melodioso como la versión femenina del famoso detective, en la Enola Holmes de primera entrega con la tutoría compartida entre hermanos, Sherlock y Mycroft, que tenía su gracia mirándonos a la cara y definiendo una parodia de los detectives con mochila familiar a sus espaldas. Vamos que tenía su gracia.

En cambio, no podemos agradecer el papel del hermano mayúsculo, que ha quedado como una pantomima, sobre todo mirando a la segunda producción, que reproduce una imagen de pelele insoportable, como la mayoría de los hombres interpelados en ella. Todos son pésimos representantes de lamasculinidad.

Ninguna relevancia en la historia, salvo, la interpretación de David Thewlis como investigador corrupto, o el interés feminista y sufragista, de la combativa protagonista en cuestión. Pero que me desvincula algo con la ficción del detective y sus implicaciones científicos reinterpretando lo aparentemente sobrenatural. Esta Historia no me interesa tanto... 


Lo que no le perdonaré nunca, es el descrédito del residente oficial de Baker Street 221B, ni el insulto de la representación del archienemigo por excelencia... Un elemental despropósito.

Por favor, la política actual y el repaso woke, fuera de nuestras obras representativas, de nuestros personajes de ficción... de nuestra vida y recuerdos. Al ser posible... 

No la necesitamos, gracias.

Y sino... ´moriarty` para ellos... Culpables, of course.


Postdata... Esto es obscuridad... no la sentimos, pero está ahí... Lo envuelve todo, incluso con los ojos abiertos. Resbala por las calles, se aferra al asfalto, trepa por los muros de los edificios, como si fueran fantasmas... Sí. La obscuridad es Sin City... y yo la persigo... No veo el tiempo, de hallarte en la pantalla... de Warner o cualquiera... Da igual, todo es oscuro... El Yo, inclusive.


Cinemomio: Thank you

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