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lunes, 20 de noviembre de 2017

The Leftovers Season III... and Lost (digo Last)


El libro desaparecido de The Leftovers.

Fue un 14 de octubre del año 0, bueno, depende de la mirada de cada lector o espectador, aquel denominado Día de la Ascensión, poco fructífero para el Canal HBO y, por contra, éxito de crítica para la producción de Film 44 y Warner Bros Televisión. Estalla una fractura remanente, entre público y especialistas, cuando había hecho un trienio de aquel fatídico día en que el mundo en su totalidad, perdió aproximadamente un 2% de la población, con un amplio cruce de caminos.
Sin embargo, otros espectadores (entre los cuales me incluyo), no recorrimos aquella aventurada travesía a ningún lugar, tal vez la muerte... hasta pasados algunos años. Tentados por esas críticas fabulosas y muchas sensaciones de incredulidad alrededor de The Leftovers, con continuos cambios de dirección.

Un hecho inexplicable, como la mayoría de precedentes en la literatura de ciencia ficción o los medios audiovisuales con tendencia a la fantasía, que ha escrito una página indeleble en la historia de la televisión, con la distópica The Leftovers y su brillante factura narrativa o visual. Y con sus volátiles protagonistas, es decir los principales sufridores en un caos universal, interpretados por los actores en la serie (casi miembros de la familia) más el resto de nosotros, los espectadores al otro lado de su universo dividido, emocional y metafísico.
Inexplicable y terrorífico relato (temporada I y II), también caracterizado por su avanzado sentido del humor vitriólico en algunas secuencias oníricas, que se convertía en el mayor enigma de los últimos años en televisión, que no el único (veamos Black Mirror, West World, True Detective, Stranger Things, Twin Peaks, MindHunter, etc...). Distopías físicas y mentales que están marcando una era en la historia de la televisión.
Ahora, tras finalizar esta tercera temporada y última corazonada, se podría calificar de una obra surrealista que deja la categoría "lynchiana", para tomar su propia nomenclatura o idiosincrasia.

La ausencia nos acompañó entre dos grandes temporadas de vaivenes temperamentales, para dejar una merma emocional que no desarrollaba explicación coherente ni científica, a priori. Para sentirnos vapuleados en las manos de sus dos creadores, el escritor Tom Perrotta y el productor Damon Lindelof, convergiendo relatos bíblicos con la literatura de terror y el melodrama.
Parece que fuera ayer, cuando miramos por la ventanilla semicerrada de aquel coche aparcado con dos protestones ocupantes, para descubrir al poco tiempo que, el azar divino o los decesos provocados u ocultos, podrían acarrear un desbarajuste social de tal envergadura filosófica o el advenimiento de algún tipo de apocalipsis en la ciudadanía del planeta. Salvo raras excepciones amuralladas, que comprobamos en la segunda temporada con plena libertad creadora.

Aquella catarata de sentimientos, surgía de la nada o el todo, pero golpeaba con la fuerza de un puño metálico o una pedrada ideológica. Con la dureza del cáncer en nuestras vísceras ennegrecidas, una enfermedad mental o la extrañeza de lo incomprensible a simple vista, demostrando que el pánico se puede instalar con la misma facilidad en nuestras vidas, que la profunda sensación dejada con sus imágenes y el dolor de las palabras, en nuestras entrañas.
Los capítulos de The Leftovers han retenido unos rasgos identificativos propios y unos personajes catárticos, que comenzaron una odisea universal sobre los sentimientos y la culpa, las marcas producidas por los recuerdos en los seres humanos... y las acciones de los monstruos. Aquellos que se esconden bajo nuestra piel y transforman la sociedad en un estercolero, los que conocíamos hasta entonces, la volatilidad que va produciendo más acontecimientos descontrolados, dolor, pánico y confrontación colectiva.

De aquel tiempo impactante y durante este convulso recorrido, descubrimos que los caminos a la verdad son tan variados, como las descripciones de los personajes de una gran odisea. Incluso, para los planificadores de un final que se aproxima según todas las coordenadas previstas hacia no sabemos qué lugar, quizá, un paseo por las arterias coronarias.
Por tanto, al igual que el mal enraizado en nuestra mente, existen momentos de claridad y de sombras, lugares comunes al espectador y momentos furtivos como el momento en que Lindelof, demandaba al director Peter Berg, no hacer una toma directa de aquel bebé. La ocultación de ciertos propósitos que ensancharían el misterio hasta el fin, aunque fuera planificado exhaustivamente, pareciera que en los postreros episodios del viaje, los creadores se extravían en los pasos dados hasta ese momento crítico, u ocultan, de nuevo, el sentido narrativo inicial... el pasado y el futuro.

Los Personajes... y sus egos.

Las vías argumentales que toman los personajes, están tan difuminadas como sus egos, unos se instalan en la misericordia y otros actúan contra el devenir, al igual que el resto se identifica con unas opiniones u otras. Ya que el dolor se apodera de cada paso que dirigen hacia la nada... o el todo, como nosotros ante el episodio final o la muerte.
Como en aquel, en que el jefe de policía Kevin Garvey Jr., entre quejumbrosos alientos estertores y la terrible decisión jocosa de la resurrección, te transportaba a un universo desplegado o extendido durante una pesadilla existencial. Tan real que parecía un sueño, tan falso, que sería firmado por un manipulador de marionetas humanas... desde un lugar elevado y remoto. Unos son observadores y otros juegan, en un tablero de apariencias, que buscan la justicia humana o ¿divina? Depende de factores educativos.

Todos en aquel estercolero lujoso, parecían sacados del mundo sacrílego de Luis Buñuel, escogiendo decisiones surrealistas, donde la justicia se confunde con los deseos más personales o nuestro fracaso ante otros vicios inconfesables o prohibidos. Nos dábamos cuenta de la relevancia de la historia, cuando nos situábamos en su lugar, y nos lanzábamos a ese pozo indeseable que delimita el bien del mal.
Entonces, los personajes ya sabían a lo que enfrentarse y nosotros a qué atenernos, macerados por su trayecto emocional, por el sufrimiento y el horror, enfocados a la resolución de una amenaza que convierte a los humanos en simples números, cifras que se volatilizan en el aire. Nosotros también, somos vecinos, hijos, padres o madres, que toman decisiones acertadas o erróneas, ideas de egocentrismo que se instalan en nuestra mente, mientras otros se conforman con la cercanía o el calor del otro, del ser respetado o amado.

Irreversiblemente, paso tras paso en su travesía por el desierto del conocimiento, al reencuentro de su memoria o la tierra prometida, todos nos embarcamos en su odisea. Eso sí, con diferentes motivos o enfoques vitales, sobre eso que describen como destino, y tratando de encauzar las sensaciones pasadas con nuestros recuerdos más íntimos y familiares. Espacios comprimidos para cualquier tipo de ego, excesivo.
Marchamos con ellos, no todos, hacia un lugar donde la realidad se confunde con deseo privado, se mezcla con las injusticias o los tratamientos sociales, tratando de sobrevivir a esos pecados individuales más hirientes con los inocentes, o lacerantes para el alma... si la hubiera. No debe quedar muy claro científicamente, aún.
Es difícil, en estos kilómetros emocionales que restan, regresar al camino de The Leftovers, pues, sería paralelo a una especie de resurrección ´divina`, en las manos de un Asesino Internacional, que irá mutando su inseguridad vital por un argumento más definido. Un salto hacia la aparición apocalíptica del anti-héroe o salvador forzoso, veremos.
Se podría definir a los personajes con una única palabra, incluso las que provienen del silencio, porque amamantados como bebés por una historia tan compleja e indefinida, se mueven a cualquier tipo de apoyo, sea físico o espiritual.

A través de la poderosa imaginación de sus creadores y los principales directores de la serie, como Nicole Kassell, Craig Zobel, Keith Gordon, Carl Franklin o Mimi Leder. Todos bajo el auspicio profesional de Peter Berg; pareciera que la realidad es la ciencia ficción y el amor, la verdad.
Aquel hombre tranquilo, real, ejercitando en zapatillas de running, detuvo su carrera por la atención de un perro suelto o perdido, verídico... que caía abatido violentamente por un estallido mortal, fantástico, procedente de nuestros miedos. ¿El amor o el odio? Y, poco después, la mente creadora descubría que el verdugo era un loco, verdadero, que aquel hombre era el policía, real o ficción, o la víctima transformada en el Salvador aparentemente, diseccionado por la magnífica actuación del actor Justin Theroux y su doble carrera hacia la metafísica universal o la fantasía ética.
Del sacrificio con amor y odio, entre la vida o la muerte.

Ya mutado en héroe doloroso, intentando dejar de lado otras circunstancias propias o mentales, gracias a su fortaleza ante la cruda realidad y los comportamientos criminales de algunos monstruos, comienza este trasiego amoroso de regreso a la tierra conocida.
Mientras en el interior del hogar, silencio, esquizofrenia, reunión de mentes, estableciendo una dicotomía entre el martirio o el milagro, la traición o el interés particular, el recuerdo en blanco tras los acontecimientos de mayor calado o gravedad. Hacia el exterior, la nada entonces, nada hacia territorios inhóspitos que ya no parecen entrecruzados, sino vidas paralelas o reales, con el mismo destino. Con semejante esperanza.

¿Esto significa el fin o el comienzo de otras vidas? La respuesta no era fácilmente digerible ni rápida, más bien, se escabullía persiguiendo fantasmas que se quedaban sin voz, con la mente y el traje impolutos, salvo el olor a nicotina o sangre por los golpes recibidos. Esperando un choque entre damas, blanca y negra, pero... ¿quién sería quién?
Los que no están ya, parecían transcender a todo lo ocurrido, a lo venidero, a las preguntas. Incluso la joven que se acerca de golpe, Meg, no las hacía a su llegada, para adentrarse en una especie de tortura secuencial de la sociedad e impávida de la población. Deseaba romper con el pasado o hacernos partícipes de una maldición, siniestra, secreta... ¿divina?
El futuro está en los hijos, pero, ¿qué harán los padres si éstos desaparecen sin hacer ruído, como ellos? Sexo sin aprobación, respeto, ni amor siquiera.

El policía, padre en chándal que perpetró un error o incidente desafortunado (sexual y sentimentalmente también), olvidando por un instante a su familia. Regresa como el Neo de Matrix... más castigado, más de tres años después. Es un convencido que no se da por vencido ni enterado... para terminar estableciendo la duda infinita, de que reniega en convertirse en nuestro héroe, más bien, cumplir con su función determinada o cerrar un círculo sin fin. Sin ´espoiler` o destripe.
Las madres, en cambio, son el recuerdo de una visita al médico, una enfermedad compartida en familia en el hogar, el recuerdo de una risa o una reprimenda, una mirada atónita al asiento de atrás; el pánico es la callada como repuesta. Significa encararse con sus propios demonios, desporjarse de todo, o subirse a una tarima frente a un público, ávido de las mismas respuestas. Algunas más alambicadas que, los próximos y extraños mensajes escritos en una hoja en blanco, difuminados por el humo de las creencias o dudas existenciales.

El alma de los animales, somos nosotros o la naturaleza intrínseca. El matador de canes que golpeó las fauces con el fuego, es el colega vengativo, no amigo, de la carne de venado que destrozó tu casa. El que facilitó la extraña carga de tu maletero, en aquel primer episodio de impacto. Se extralimita y desarrolla, ahora, con extrañas conexiones cosmológicas o cambios de la materia orgánica, esperando a pudrirse en una caja de zapatos enterrada, semejante a un revitalizador del falso visionario. La imagen del horror en perpetuo sacrificio mental y el exterminador. ¡Vaya un mundo de perros olvidados...!
Los hijos son las ramas que crecen y bifurcan como las hojas arrancadas, de una libreta. El diario hacia la racionalidad o el equilibrio, en el sentido práctico, porque la realidad es otra. La enredada con subterfugios, amistades y erróneas apariencias, tras la fama, la riqueza o cualquier otro sentido para la vida más filosófico... Ellos, acabarán secándose por falta de ideas u otras simientes paralelas, en otro mundo paralelo, fuera del contexto familiar.

La madre es un pañuelo que recoge las lágrimas, es la fuerza que nos mantiene derechos, ya no tan muda ni aconsejada, se nutre de la psicología para ayudar a aquellas personas que perdieron la guía y se conforman con unas palabras sin traición (no escritas, sino dictadas) o ese paño que seque sus lágrimas. El amor de madre o el romántico de la impenitente Nora, se encarama a los recuerdos en un espejo magmático que nos dejará sin palabras, circunflejos ante el abismo que separa las dos realidades o las dos fracciones separadas de tiempo superpuesto.
Existen otras descripciones para las rarezas del comportamiento humano, disfrazadas de pasiones inalcanzables como una niña abusada que juega a ser Dios y se estrella una y otra vez, jugando a disfrazarse, la locura de un abuelo enamorado de las conexiones herzianas, que trata de descifrar quién es quién o quién es dónde, cómo, cuándo.
Algunos elementos proféticos que pululan en las páginas de un libro, se enzarzan en una lucha bíblica, entre la reflexión apostólica que divide, al paradero espiritual que nos espera del otro lado, y lo que encontramos en realidad.

Entre un paraíso celestial y el infierno que arde bajo nuestros pies pecadores, se eleva la serie The Leftovers, sobre nuestras cabezas, como una estatua pétrea. Un peso muerto sobre la estratificación de la sociedad, la multiplicación global y el miedo al fracaso, aunque pintados como fieros leones preparados para el crecimiento proporcional de esa camada, de nuestra familia, ejem.
Por último, describir el malestar de aquellos espectadores, que han observado en esta tercera vía o temporada, que la amiga de los consejos adultos ha dejado esa postura cabal o cualquier otra, que los estudiantes han volado definitivamente como fueron apareciendo los culpables remanentes, que las obsesiones o ideas extremistas, se transforman en relación inesperada a través de un auricular y, que aquel blanquecino acto sexual para la procreación o el fruto de una resurrección cerebral, se perdieron en el olvido o transformaron en cenizas, no de un cigarrillo, sino de una solución salomónica para zanjar otras vías muertas... que los pecados (no forzados o crímenes sanguinarios) tienen diferentes puntos de vista.

Pero, tanto los protagonistas últimos, en esta transición territorial hacia la trascendencia universal, hasta aquellos otros evaporados por necesidad de un término más o menos complaciente, o decisión del guion, se han conseguido instalar en nuestra memoria dentro de sus múltiples mundos. La magnífica The Leftovers, a pesar de esos huecos medio tapados o desubicados, no trata de escatimar la fuerza de sus apariciones por separado y sus pensamientos individuales, dirigiéndose a un encuentro humanista.
Sus personajes han sido adoptados como ´hijos` de millones de seguidores incondicionales, sufriendo con ellos, esa sensación de pérdida emocional que todos padecemos, respecto a nuestros seres queridos. Con sus virtudes y defectos.

Dos más, antes del fin.

Dos más antes del fin, restaban en el anterior comentario, para enfocar estos caminos individuales que definen el hecho colectivo de esa falta. Desde el día del ascenso taimado, todo ha ido evolucionando, nos han hecho que pensemos según nuestras propias dudas en la vida, adicciones, miedos, intolerancias, flaquezas, actos reprobables, visiones, radicalizaciones con aptitudes del prójimo, crímenes, etcétera. Tan próximos a la realidad, que asustaban.
Así los años han ido pasando, apenas unas semanas de nuestra vida real, trasladándose de la familia al vecindario cercano, al pueblo pequeño o la ciudad, a la comarca, al país con sus variados pensamientos, al planeta más comprimido que ayer, a otros mundos... para descubrir que la memoria de sus conciudadanos, las controvertidas decisiones políticas, los recuerdos eran pragmáticos en ese instante de dolor y pérdida. Las ideas que generaron múltiples incidentes, reconocibles hoy, tocaban fondo y nuestra fibra sensible, de una u otra forma.
Y la pérdida personal se traduce en fracaso colectivo, con esas definiciones abstractas o situaciones mentales menos clarificadoras, buscando una solución fuera de toda lógica. Por tanto, algo más abstracto si cabe, la locura es la realidad disfrazada y romántica ¿o no?
Los dos siguientes capítulos, remanentes también, desarrollan ese regreso al vértigo, al encuentro de una bala justiciera que ofrezca el descanso, merecido o justificado. O una palabra escrita en un libro que parecería la copia de otro, más divino e irreal si cabe.
Escrito por la perspectiva de una humanidad enfermiza, falta de creencias reales o sujeción intelectual, que explique la aparición de otras percepciones inexplicables.
El planeta que espera el castigo divino, o la salvación, ante actos pecaminosos o la muerte por motivos contraproducentes, necesita de la aparición de un prometido heroico, tendremos que embarcarnos en ese viaje para conocer su identidad.

Sin embargo, el resucitado parece otra persona, ha sacrificado su labor en los siete años transcurridos, y antes de la fecha de un nuevo día 14 de octubre, se quema ante la falta de perspectiva lógica. Cuando los pájaros de la paz no cantan, o no regresen jamás con el saquito de voluntades y deseos, secretos que, posiblemente, nunca sean escuchados o revelados... Porque, no hay nadie para recibirlos. Porque el tiempo se escabulle entre los espacios vacíos de nuestras canas.

Desaparecieron en la memoria, con cada inhalación, cada disparo en el pecho, cada ahogo o asesinato de una presencia invisible, cada pedrada en la sien, cada traumático destino. Desistiendo de cada palabra o aviso sordo, de cada cabello blanquecino, se fueron perdiendo por el camino, mediante cada movimiento increpante, aleccionado, y purga dirigida por el conjunto o rebaño. A través de cada quemadura en la carne de otra realidad paralela, cada veneno ingerido hacia el paraíso más infernal, también hilarante, cada explosión que impacte sobre nuestras cabezas, cada cerrojo que guarda el sentido o el cáncer de nuestros pulmones... incluso, la posible simiente.
No será nada, dioses humanos en otro sitio desconocido, cenizas en el fuego que todo lo consume, como el aliento de un diablo interior o humano, que nos lleva al suicidio. Al reencuentro del pasado.

Según pronosticaron los ancianos de lugares lejanos, en las antípodas de la moral, la lluvia trae respuestas, en comunicación con los ancestros tribales o los dioses de la naturaleza. Profiriendo encantamientos, detendremos el curso o compondremos canciones encantadas... de habernos conocido, juntos.

A la tercera... ¿fracaso o victoria?

A la tercera, caminamos atravesando un puente incendiado con dolor, fuego e injurias insoportables, que abrasan las páginas de nuestro libro. Discusiones que no deberían haber sido interpretadas, si realmente quieres remediar el problema y atravesar el camino de vuelta... o acabar para siempre en el silencio.
Incluso, hasta ese remoto Milagro que vivimos, podría caer en saco roto, o un molde inservible de plasma para revitalizar las relaciones desconectadas por el arduo viaje. Un vestigio de nosotros que desenterrar, un fósil entre dos mundos, cubierto de palabras de amor u odio.
Al menos, entre tú y él, Kevin sin corazón, si habrá palabras románticas, un baile sincero de necesidades, y tal vez, aderezado de un roce supremo.
Aunque no cantando bajo la lluvia australiana... sino atravesando un océano de lágrimas y recuerdos amargos, debiendo recordar, si éstas serán de dolor o angustia... Si las páginas del siguiente tomo, elegirán entre el placer o la alegría... por la memoria o el futuro.
Pero antes... el viaje o la odisea.

En el siguiente paso, hacia ese diluvio de emociones, caminamos con Diez nuevos capítulos, 2 universales, resucitados con siete viajes personales y uno más. Viviendo ahora con ella, a tu lado... como una familiar que volviera de un trago amargo, de un baile arrebatado por llamas internas, confuso como el humo ciego o la dimensión partida, entre corazones olvidadizos.
Nos disponemos a un largo y distante traslado de emociones, que nos hace olvidar lo que hemos vivido anteriormente, con las sensaciones de una tragedia enorme y, sus consecuencias vitales que se nos escapan del entendimiento o nuestras manos. Hasta condicionar la apariencia de este tercer advenimiento que, casi, no parece el mismo guion de esta serie, al inicio. Sino un camino diferente, del juicio final, distanciándose de nuestros pasos en la tierra y los suyos, en esa otra dimensión..

Los pensamientos exteriorizados, de los principales protagonistas. Desorientados de la mano, todos por primera vez, en pos de esa unión con muchos otros desaparecidos u olvidados, y escrutando un enlace insospechado. Al encuentro de aquellas emociones ancestrales, que nos recuerdan a los niños perdidos, al padre perdido en la locura o las voces, a los amantes perdidos en una cama ocasional, al feto perdido en un suspiro, a los animales perdidos sin amo, a los amigos perdidos y fes perdidas en egos, al amor perdido en viajes apocalípticos, a los mensajes soñados en palomas perdidas, a las canciones perdidas en dudas existenciales... demasiado infantiles para la causa que divide los cielos en dos. Él y tú, perdidos, Nora.

En busca de otros temas, estilos o representaciones surrealistas, más bien, coordinados como sueños enjaulados o pesadillas incompletas en un crucero ´divino`, entre riqueza y lujuria... en una curiosa edición que marca los pasos adultos de los personajes de The Leftovers.
Dispone las condiciones personales de sus diferentes senderos o perspectivas vitales, a la tierra de nuestros antepasados, a las praderas repletas de magia espiritual y canciones de lluvia, que detienen el tiempo y espantan los malos augurios. Sufriendo ante una máquina llamada Tierra, hogar de todos, que va muriendo paulatinamente, desapareciendo a bocados de animales salvajes, como los recuerdos que se borran de nuestra mente o las preguntas que se quedaron sin hacer.
Cada personaje vivirá su particular odisea, en busca de esas respuestas...

Aterrizamos lejos, con miras a otro mundo, con el énfasis de un drama emocional que los arrastra a una pesadilla íntima y personal, con esa estética surrealista de un estallido planetario. A la espera de un sueño danzante que, empezara como una angustiosa pesadilla de desapariciones y sigue con una explosión atómica de sentimientos.
Las visiones oníricas, significan una involución. Fueron psicológicas, mensajes sin asunto ni concepto, primariamente enclavadas en el corazón. Por tanto, asuntos emocionales sobre la pérdida, que transfieren la culpa general, que manifiestan el simbolismo artístico de la humanidad en sus albores, los prejuicios del mensaje incompleto o las faltas que se suceden al escucharlas o leerlas, en silencio. Porque esa es la naturaleza instintiva y cognitiva del carácter humano, en relación con los demás.

Condicionados histórica y comunitariamente, por las noticias, los vecinos y familias, junto a nuestros conocidos o negados por los rivales, conviviendo entre los enemigos más recalcitrantes u odiosos. Automatismos de nuestra mente, para dar respuesta a los temas desconocidos de su historia y evolución, fosilizados con invenciones o dudas existenciales, manipulaciones, que van arrinconando la razón en segundo término y el análisis científico. En pos de la división o la quiebra de todo.
Los actores y actrices de The Leftovers, han sido la esencia de nuestra confusión, nuestra familia sufrida, los amores o enemigos, silenciosos o tendenciosos, y la ruta vívida sobre la que se expresa toda duda metafísica.

Nos hemos ido amoldando a los recuerdos amontonados en su pasado, los sentimientos que estallaron por los aires, aquel día de marras, la jornada irrespirable en que se unieron el infierno y la tierra, sin vuelta atrás, que se chamuscaron las hojas de sus futuros.
Comprendiendo sus pensamientos universales, hemos intentado desentrañar su marcha plagada de trabas y alejándose de sus parcelas privadas, comprendido esas amenazas propuestas por sus creadores narrativos. Amenazados por los defectos aprehendidos en el dolor o por el toque de una vengadora trompeta desde los cielos.
Por eso, llegados a este tramo primordial, avanzamos en el nuevo viaje con ellos y sus extremas circunstancias, desde la pequeña institución sanguínea o amistosa, hasta abarcar todo el problema existencialista que comprende la historia del género humano y el sentido particular del amor. Entre dos, ventrículos desgastados.

A pesar de las pérdidas vitales en el camino, los abandonados en la cuneta y los pensamientos más retrógrados, la histeria colectiva en busca del Milagro, la sensación de no pertenencia, siempre una parte, ha ido encauzando la mirada a aquellos resortes ocultos o mágicos. Los que se mueven hacia la fantasía y a posiciones inimaginables, hacia la fantasía ética o el horror de hoy en día.
Sobre los últimos ocho, un número tumbado al infinito, descubrimos que el odio y el miedo fueron los motores, también inabarcables e inagotables. Observaremos el tratamiento moralizante que cesa ante el caos o el miedo, ante la actuación irracional, la violencia o las creencias sin base que la sostienen. Ahora, reemplazadas por las valientes posturas de los protagonistas, lejos de esos consejos interesados por diferentes posturas ideológicas o sociales, y buscando respuestas más físicas o extraordinarias. Interrogantes válidas despejadas por la ciencia ficción, a excepción de aquellos más atraídos por otro tipo de fe, que nunca serán derribados o convencidos (como vemos a diario). En contraposición a la participación de un descubrimiento azaroso, con ese destino encontrado ocasionalmente, cabalística entre imágenes oníricas o capas superpuestas, o sincronizadas en el tiempo.

Solo cabe esperar, algunos años más, dentro de la cabeza canosa a esos elementos oníricos entrelazados por un nexo secreto, no sabemos, si también común, a la espera de una danza encadenada o un tranquilizante ósculo que apacigua las almas en pena. Son ocho capítulos hacia el infinito, cada uno con su particular idiosincrasia.

El capítulo primero, The Book of Kevin.
Ha transcurrido el tiempo y todo parece una maldita broma. Las muertes y desapariciones (nos despedimos de Liz Tyler), recordando los avisos o supuestos indicios divinos de Jovan Adepo (Fences, Madre!), trasladan ecos de un pasado bíblico, muy lejano. Las fisionomías han cambiado con las conductas (de forma destacada en los personajes de Chris Zylka y Kevin Carroll), las familias se estrechan y los amigos se convierten en editores, sin pábulo.
El hombre de los perros (un misterioso y desequilibrado Michael Gaston), acaba como ellos, y el mundo se dirige a una catástrofe torrencial que arrastraría todo aquello que dejamos enterrado en aquel pozo sin fondo.
Hasta las decisiones más dolorosas y terribles, que pueda encarar un ser humano, son una broma al lado del brillo de su don (la interpretación y el alma de Justin Theroux en la serie) y dentro de siete días, una semana bíblica, se prepara un acontecimiento que embarga estos siete años desde la Ascensión.

Sin embargo, el tiempo nos demuestra que en determinados asuntos amorosos, existe el rechazo o la negación. Esa ley universal que nos enseña, a distinguir los recuerdos de la realidad próxima, que aunque sigan en nuestra memoria... se van diluyendo en gravedad, se sustituyen por otras vivencias o, simplemente, intentan ser olvidados... Pero, al igual que los pensamientos o encuentros de partícipes en una red social y globalizada, siempre reservan una especie de remanente ahogada y ahumada por el tiempo. Una especie de nube cargada de lluvia en el horizonte temporal.


El segundo versículo, Don´t be Ridicolous.
Nos hallamos más perdidos que nunca, aunque hayamos avanzado, los tonos han cambiado. Porque lo hemos hecho a ciegas, como pájaros acallados sin canto, sin el mapa del instinto. A través de una extensa y vieja, línea temporal. El actor Justin Theroux (se rumorea una aparición estelar en Star Wars: The Last Jedi), es su vida real comenta y aseveramos: "Todos podemos identificarnos con el miedo colectivo, en el mundo actual". Particularmente incluiría, ya que todos podemos llegar a ser "sobrantes".

Nora (notable interpretación de Carrie Coon que estará en la película Widows de Steve McQueen) o la otra en completa metamorfosis (la actriz Amy Brenneman), la desarrapada madre y la herida amante. Kevin y el otro, el policía traumatizado y el padre suicida. Coexisten en una inestabilidad evidente, dadas las coordenadas erróneas de su memoria y sus acciones traumáticas, deciden un respiro a Australia en busca de soluciones entre el mensaje diluviano y la experimentación científica. De ahí, saldrán tensiones (o acercamientos) que no podemos descifrar en un simple vuelo a motor o danza siniestra, como si fueran perfectos extraños. Lo que salga de aquí, será un misterio hasta el final.


Tres... Rey del Desierto (Crazy Whitefella Thinking).
Claro, el desierto parece otro mundo dentro del nuestro. Incluso, el viejo Kevin ha terminado persiguiendo sus propios fantasmas por el Outback australiano, con una trayectoria tan errática como la decisión salvadora del mundo y el ese pensamiento indeseable, del que no tiene nada ya que perder.
El viejo tomado por insensato en su cercanía vecinal, un gran Scott Glenn, el que correteaba desnudo persiguiendo una traza divina, se oculta tras conexiones apartadas del lugar que viera su crecimiento.
Comienza una travesía personal, sin demasiada conexión al resto, pero, a través de experiencias unidas como los granos del desierto con su hijo. Irá arrastrando la culpa de la humanidad y sintiéndose protagonista de su propia historia familiar, hasta que se da de bruces con la fragilidad de sus huesos o los huecos, aún por rellenar, la sed por donde se filtran las aguas de un libro inacabado. Su presencia allí, es el futuro reencuentro con su propia esencia perdida. La que pierde Kevin Jr., en su desdoblamiento al más puro estilo Agente Cooper.


La memoria está escrita en el firmamento estrellado, o borrosa bajo los efectos de diversas sustancias potenciadoras de la creatividad artística, en busca de la fuente de inspiración necesaria para recordar la letra de una canción. El libro de nuestra vida.

G´Day Melbourne, el cuarto menguante.
Kevin Garvey y Nora Durts, viajan aparentemente unidos a Australia, para dividirse a continuación en el espacio y el tiempo, con los ojos tapados por sus propias decisiones o debilidades. Descubrimos a una madre golpeada por el macabro destino, que no se deshace de aquellos queridos fantasmas, entre las cajas de una posible recreación a un mundo diferente, teatral y peligroso, que acabaran en una pelea sonora bajo las gotas de agua y la música de Take Me On... para qué, necesitamos más. Tropezando, cayendo... volviendo a levantarse.

Es la paráfrasis de una respuesta que quema su alma y su pensamiento, en un cuarto de hotel que no para de menguar y asfixiar, porque The Leftovers sigue moviéndose por los terrenos movedizos del sentimiento humano y nuevas revelaciones, que prometen ser tan devastadoras como las páginas de aquel libro cerrado, ojeado sin rumbo fijo.
Quizá no vuelvan a reencontrarse de la forma que esperaban con el amor, sí con la actriz holandesa Katja Herbers y la rusa Victoria Haralabidou (próxima habitante de WestWorld), unas científicas diferentes con unos métodos un tanto peculiares... porque algo se rompe siempre en el interior. Emocionalmente, si no pueden empezar de cero sus vidas, es decir, desde el ocaso de sus días.


La quinta ola... It´s a Matt, Matt, Matt, Matt Word.
Nadie (y digo nadie), se esperaba un capítulo como éste, ni aunque se hubiera tomado las sustancias del viejo Kevin en el desierto.
Un barco del Amor... trata la reproducción de una raza ancestral y la muerte, a través de la mirada de Matt Jamison (gran trabajo del actor británico Christopher Eccleston) formando un recipiente de cuatro esquinas (John, Michael y Laurie) que se adentran en un trayecto disparatado o profundo, con una deidad y un Rey de la Vanidades. Del curioso grupo, estos últimos solamente son poseedores de un billete válido para el extraño viaje y cierta hilaridad. Como los Inmortales, sólo puede quedar uno.

Esta visión viene patrocinada por un dedo divino o acusador, un grupo con reminiscencias hippies y un ente feroz con instinto criminal, de clase especial... en la que unos buscan la procreación y la génesis, y el otro, una cura para el desastre, la fuga anónima y las palabras prepotentes de un Dios... El ciclo de la carne, atravesado por las balas.
Matt busca la redención en su sabiduría, pero acaba quemándose en su propio infierno y la egolatría de su escenificación semántica. Lo retorcido de las palabras, en busca de una respuesta que simplifique las cosas y sus creencias, más allá del contexto dramático de los individuos o amistades en peligro.


El hombre de fe que, en aquel primer episodio de la Ascensión, no parecía tener demasiada relevancia, ahora se ha convertido en un humorista... a su pesar y nuestro placer.

El sexto día, Certificied.
Todo parece desgajado, amantes y hermanos en diversos viajes (recordemos a Chris Zylka y Margaret Qualley, incluso el mundo tras una devastadora onda expansiva, que contamina todo a su alrededor con trazas del viejo Diluvio. Así, un escape temporal a una casa campestre se transforma en un viaje solitario hacia la vejez... sólo acompañada por tus palomas y sus mensajes románticos.

Laurie Harvey se desplaza en el caos, tras acordar entre todos que Kevin debe morir (aunque no como el simpático amigo de South Park), con tranquilidad aparente y un extraño sentido del humor. Para intentar ayudar a sus amigos en sus respectivos caminos, quizás, sea conveniente explicar toda su aventura en los Remanente, convergentes silenciosos con una única vía o salvación. Quizás, la respuesta esté en la oscuridad de las aguas ante la descomunal hazaña de su sucesora en el corazón y los designios que el agente viajero y desdoblado, tiene en la mente. Mejor eso, que el predecible choque de trenes entre ambas. Pues, la empresa maternal que embarga a Nora y Laurie, debería ser comprendida y restañada o reparada definitivamente. Demos gracias... a John Lee Hooker.


Séptimo, día del diluvio. The Most Powerful Man in the World (and his identical twin brother)...
Nos adentramos en el capítulo no escrito del libro del hombre más poderoso del mundo, con nueva odisea inesperada o viaje onírico, a este mundo paralelo de sensaciones viciadas o decisiones que marcan nuestros pasos futuros, los suyos quiero decir....
El silencio de los corazones, se rompe con un marcapasos al ritmo de nuestra respiración y pensamientos, semejante a los pulsos de nuestra sangre envenenada durante años.
En esta ocasión, guiado por la tercia mano del director Craig Zobel y actores como Damian Hill o Alison Bell, participando y marcando una distancia insalvable con la mirada concisa o surrealista de Mimi Leder, protagonista esencial y espiritual de muchos versículos de esta The Leftovers. Su próximo trabajo será la dirección del filme On the Basis of Sex, con Felicity Jones, Armie Hammer, Kathy Bates y Justin Theroux... desde luego, ya hay ganas de verlo.

Aquel que estaba destinado para señalarse como llave, se mira al espejo de otra realidad descubierta, enfrentado a sus sentimientos y el poder, mediante la ruptura de esa válvula sibilina que le mantiene con vida. O aferrado a ventricular y auricularmente a su actual pareja, ahora en otro lugar. Desubicada, que no huida. Como él mismo. Como aquel Noviembre.


8. The Book of Nora.
El Libro de Nora, no es un aviso, es una premonición que quedó instalada en su corazón, hace mucho tiempo como una enfermedad que va minando tu memoria. O ese aire en tus pulmones que se abre de par en par, ante el desconocido conocimiento. Para recordar aquel baile que quedaba pendiente, el beso colgado de un cigarrillo y un puñado de luces de colores sobre la pista acondicionada para la gran fiesta o traca final.

Semejante a un castigo que debe ser levantado o perdonado, en brazos de una canción romántica, en busca de una nueva vida a lado de la paz, la integridad o la inocencia.



El Diluvio...
No es mi condición ni misión, teorizar a raíz de lo que la serie The Leftovers y Tom Perrolta, nos han enseñado durante esta odisea única e intransferible. Por lo que, cada uno, tiene que sacar sus propias conclusiones y, posiblemente, intentar traducirlas en sus propias vidas. Tristes o increíbles, existencias.

La pérdida es esa sensación que se va disolviendo como la emulsión de una fotografía antigua, más en unos individuos que en otros, pero nunca termina por borrarse del todo de nuestras vidas, grabada a fuego en nuestros corazones o un simple arañazo. Sin dolor... apenas.
Sólo restan las sensaciones de un notable serie, atrás quedaron las fuentes dadaístas, las consecuencias de un mundo dividido entre Bien y Mal, lecciones de Charles Fourier o el Marqués de Sade, entre el pensamiento crítico o el castigo sádico con nosotros mismos.
Alejados del genio apocalíptico sobre nuestros actos, las consecuencias de nuestros actos y el arte conceptual tocante a lo religioso o relativo a una presencia divina, por una secuencia más terrenal, pero con difícil respuesta científica.

Ya no es necesaria la métrica para la poesía, ni el papel para las comunicaciones, hemos arrojado a la basura, al triturador de mensajes en papel, todos los miedos y las cajetillas de tabaco con imágenes de enfermedades horribles, la represión psicológica, a la manipulación y la esclavitud, el asedio a lo diferente o práctico, a la sexualidad practicada con amenazas y abusos... el pánico a la singularidad o la muerte, las muestras de odio y descalificaciones personales, la vacuidad de algunas ideas, el daño injustificable a los animales, la conversión interesada de escritos y alamas... el poder del estado o la religión, a la arcaica ciudad de Sodoma o Gomorra, a la transgresión gratuita del pensamiento, al enfrentamiento familiar o racial, a esa división categórica entre vivos, meditabundos y muertos... moribundos psíquicos o enfermos desahuciados, viejos arrinconados, suicidas, el dolor o el sufrimiento, la pesadilla del débil o víctima, el dramatismo metafísico, la amenaza de la guerra y la radiación, el diluvio y la actitud pecaminosa, la soledad y la luz de un último amanecer... el Sol.

Su calor, acercándose a la respiración de un momento íntimo, el suave tacto o roce de piel, el sabor de las lágrimas o un traspaso de esencia en los labios. El rostro de un ser poderoso con características humanas, como respuesta a ´casi` todo. Bienvenido, al Amor con mayúsculas.


Cinemomio: Thank you

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