Prisioneros de la Monstruosidad.
La inmovilidad corporal y/o mental forzosa.
Ellos están de moda (nosotros), son los protagonistas actuales de nuestras vacuas sociedades, son los elegidos de la gran pantalla para retratar historias de horror real. Bien sea en el espacio, en el mar o en las calles de cualquier ciudad, como en este caso Georgia. Pero podría ser un país indeterminado.
Son los parados, secuestrados y prisioneros.
Los acontecimientos se desarrollan como un día cualquiera. Bien pudiera ser en un traslado al centro comercial o al colegio. Así, naturalmente está tratada la historia de horror que acontece en el film Prisioneros, adornada con un estética oscura y macabra.
Estos hechos (cada vez más habituales en nuestras sociedades) nos espantan porque se adivina con demasiada realidad una cercanía en los crímenes.
Es verdad que el asesinato es terrible, pero acaso el secuestro no es morir un poco cada día. Morir en vida.
El director de Prisoners es el canadiense Denis Villeneuve, se ha consagrado ya como un fiel representante del drama más descarnado en torno a la familia. Ya que su anterior trabajo y durísimo, con el título de Incendies nos arrastró a un viaje con punto de partida aunque no de retorno, en la que los sentimientos materno-filiales nos hacen reflexionar sobre la guerra y las injusticias cometidas por los combatientes en pos de una idea política, social o religiosa.
Igualmente, este nuevo film nos golpea (con semejante falta de piedad) para entrever la degradación del individuo en cautividad física, y también la de ser prisionero de los vaivenes de la mente.
Una fue mostrar los horrores de la separación por la guerra, ahora es la forzosa con la recreación de un malsano ambiente en familias por culpa de otros monstruos más mundanos, y muy especialmente el daño sufrido por el encierro forzoso del ser humano.
Si bien en Prisioneros nos hallamos con la misma encrucijada sin salida, lo desmanes terroríficos como los secuestros nos llevan, en cambio, a una historia dónde la batalla se desarrolla en nuestras propias calles. A la vuelta de la esquina, entre las caras conocidas o no que nos rodean. La maldad pura del hombre, por que estos terribles actos los llevan a cabo los individuos de sexo masculino.
Sólo por el simple hecho de creerse dioses, con la capacidad divina de ajusticiar y castigar a sus semejantes. Son los nuevos verdugos de las sociedades modernas.
Denis Villeneuve nos despoja de toda vestimento o ornamento, para introducirnos en la desnudez de unos personajes sometidos a un estrés emocional como consecuencia de la búsqueda o investigación sin descanso, y la persecución de los monstruos internos y externos.
El Ser redentor que secuestra y maltrata a los pequeños, destroza nuestra calidad de humanos y a familias enteras. Como enterradores de corazones inmaduros e inocentes, con derecho a ocultar bajo tierra la siguiente generación de los pecadores.
Estos seres, creo yo, no tienen derecho a la compasión de nuestras leyes, pues son los criminales más detestables de toda la humanidad. Si por ello entendemos, racionalidad.
El segundo punto de interés a sumar es la otra batalla que se sucede sobre la pantalla en este desasosegante argumento (aunque puede también influir en algunos espectadores la extensa duración del film), es que Villeneuve maneja una situación de duelos interpretativos, entre féminas y sobre todo entre los actores masculinos.
Si bien en Incendies ocurría lo contrario, dejando el peso mayor en el sexo más sensible.
Así, tendremos a Viola Davis con Maria Bello y, por supuesto, la siempre magnífica Melissa Leo para mí la ganadora del duelo entre este trío. Ellas son las encargadas de arrastrar por los fotogramas la angustia de madres (en la mayoría de los casos) que se ven relegadas a luchar desde sus casas y fuera, ante las noticias que golpean a cuentagotas. Son las esclavas de la injusticia social y el terror.
A su pesar, deberán mostrarse fuertes, duras y enteras... y se desviven por llegar a la pantalla y la conciencia del espectador con actuaciones matizadas y controladas.
Como si notaran su papel, demandado por Villeneuve, de unas prisioneras por el guión creado por Aaron Guzikowski
y que, por tanto, los principales valedores de la acción creciente y la investigación interpretativa recayera sobre las espaldas de sus compañeros masculinos del reparto.
Realmente, las escenas más importantes están en sus rostros y sus ojos. Pues tienen la responsabilidad de la credibilidad de sentimientos de primer orden como la duda, la culpa y la venganza.
Estos tres nombres esenciales en sus papeles, van acompañados de un siempre correcto Terrence Howard como padre mártir y un inquietante y magnífico trabajo de una cara poco conocida como David Dastmalchian, que apareciera levemente en El Caballero Oscuro, en 2008.
Sin embargo, el siguiente trío no les va a la zaga.
Un ojo tremendamente azorado sirve para escoger la mirada asustadiza y salvaje de un actor en crecimiento constante como Paul Dano. Después Denis traslada la responsabilidad del caso al detective Loki, como un hermano consanguíneo del horror. Jake Gyllenhaal sufrirá con los errores, y las desgraciadas consecuencias de los actos criminales, con una interpretación a la altura de sus compañeros.
Por último, el cabeza de familia también lo es de la cinta. Hugh Jackman como pocas veces lo hemos visto en la gran pantalla, se apodera de ella en la mayoría de ocasiones.
Hugh es el gran vencedor del reto interpretativo de esta segunda hornada de buenos personajes.
Por tanto, calidad por ambos lados de la película. El argumento y la actuación, para unos Prisioneros de nuestra sociedad enferma.
Aunque para este blog, un poco inferior al anterior trabajo de Denis Villeneuve... Incendies.
*** Buena ***
La inmovilidad corporal y/o mental forzosa.
Ellos están de moda (nosotros), son los protagonistas actuales de nuestras vacuas sociedades, son los elegidos de la gran pantalla para retratar historias de horror real. Bien sea en el espacio, en el mar o en las calles de cualquier ciudad, como en este caso Georgia. Pero podría ser un país indeterminado.
Son los parados, secuestrados y prisioneros.
Los acontecimientos se desarrollan como un día cualquiera. Bien pudiera ser en un traslado al centro comercial o al colegio. Así, naturalmente está tratada la historia de horror que acontece en el film Prisioneros, adornada con un estética oscura y macabra.
Estos hechos (cada vez más habituales en nuestras sociedades) nos espantan porque se adivina con demasiada realidad una cercanía en los crímenes.
Es verdad que el asesinato es terrible, pero acaso el secuestro no es morir un poco cada día. Morir en vida.
El director de Prisoners es el canadiense Denis Villeneuve, se ha consagrado ya como un fiel representante del drama más descarnado en torno a la familia. Ya que su anterior trabajo y durísimo, con el título de Incendies nos arrastró a un viaje con punto de partida aunque no de retorno, en la que los sentimientos materno-filiales nos hacen reflexionar sobre la guerra y las injusticias cometidas por los combatientes en pos de una idea política, social o religiosa.
Igualmente, este nuevo film nos golpea (con semejante falta de piedad) para entrever la degradación del individuo en cautividad física, y también la de ser prisionero de los vaivenes de la mente.
Una fue mostrar los horrores de la separación por la guerra, ahora es la forzosa con la recreación de un malsano ambiente en familias por culpa de otros monstruos más mundanos, y muy especialmente el daño sufrido por el encierro forzoso del ser humano.
Si bien en Prisioneros nos hallamos con la misma encrucijada sin salida, lo desmanes terroríficos como los secuestros nos llevan, en cambio, a una historia dónde la batalla se desarrolla en nuestras propias calles. A la vuelta de la esquina, entre las caras conocidas o no que nos rodean. La maldad pura del hombre, por que estos terribles actos los llevan a cabo los individuos de sexo masculino.
Sólo por el simple hecho de creerse dioses, con la capacidad divina de ajusticiar y castigar a sus semejantes. Son los nuevos verdugos de las sociedades modernas.
Denis Villeneuve nos despoja de toda vestimento o ornamento, para introducirnos en la desnudez de unos personajes sometidos a un estrés emocional como consecuencia de la búsqueda o investigación sin descanso, y la persecución de los monstruos internos y externos.
El Ser redentor que secuestra y maltrata a los pequeños, destroza nuestra calidad de humanos y a familias enteras. Como enterradores de corazones inmaduros e inocentes, con derecho a ocultar bajo tierra la siguiente generación de los pecadores.
Estos seres, creo yo, no tienen derecho a la compasión de nuestras leyes, pues son los criminales más detestables de toda la humanidad. Si por ello entendemos, racionalidad.
El segundo punto de interés a sumar es la otra batalla que se sucede sobre la pantalla en este desasosegante argumento (aunque puede también influir en algunos espectadores la extensa duración del film), es que Villeneuve maneja una situación de duelos interpretativos, entre féminas y sobre todo entre los actores masculinos.
Si bien en Incendies ocurría lo contrario, dejando el peso mayor en el sexo más sensible.
Así, tendremos a Viola Davis con Maria Bello y, por supuesto, la siempre magnífica Melissa Leo para mí la ganadora del duelo entre este trío. Ellas son las encargadas de arrastrar por los fotogramas la angustia de madres (en la mayoría de los casos) que se ven relegadas a luchar desde sus casas y fuera, ante las noticias que golpean a cuentagotas. Son las esclavas de la injusticia social y el terror.
A su pesar, deberán mostrarse fuertes, duras y enteras... y se desviven por llegar a la pantalla y la conciencia del espectador con actuaciones matizadas y controladas.
Como si notaran su papel, demandado por Villeneuve, de unas prisioneras por el guión creado por Aaron Guzikowski
y que, por tanto, los principales valedores de la acción creciente y la investigación interpretativa recayera sobre las espaldas de sus compañeros masculinos del reparto.
Realmente, las escenas más importantes están en sus rostros y sus ojos. Pues tienen la responsabilidad de la credibilidad de sentimientos de primer orden como la duda, la culpa y la venganza.
Estos tres nombres esenciales en sus papeles, van acompañados de un siempre correcto Terrence Howard como padre mártir y un inquietante y magnífico trabajo de una cara poco conocida como David Dastmalchian, que apareciera levemente en El Caballero Oscuro, en 2008.
Sin embargo, el siguiente trío no les va a la zaga.
Un ojo tremendamente azorado sirve para escoger la mirada asustadiza y salvaje de un actor en crecimiento constante como Paul Dano. Después Denis traslada la responsabilidad del caso al detective Loki, como un hermano consanguíneo del horror. Jake Gyllenhaal sufrirá con los errores, y las desgraciadas consecuencias de los actos criminales, con una interpretación a la altura de sus compañeros.
Por último, el cabeza de familia también lo es de la cinta. Hugh Jackman como pocas veces lo hemos visto en la gran pantalla, se apodera de ella en la mayoría de ocasiones.
Hugh es el gran vencedor del reto interpretativo de esta segunda hornada de buenos personajes.
Por tanto, calidad por ambos lados de la película. El argumento y la actuación, para unos Prisioneros de nuestra sociedad enferma.
Aunque para este blog, un poco inferior al anterior trabajo de Denis Villeneuve... Incendies.
*** Buena ***