“Hombre, acuérdate que polvo eres y que al polvo volverás”.
Génesis, III, 19.
Así parafraseando libros divínamente arcaicos, sin eufemismos, el hombre está conformado de materia orgánica y en ella derivará en sus instantes últimos. En el polvo comienza (y termina) una de la mayores historias de amor reproducidas en el cine. Vemos y casi creemos.
Por que las historias vitales, inclusive las más románticas, acaban con seres humanos de ambos sexos, flotando ingrávidos como partículas de polvo grisáceas. El tiempo.
Meryl Streep y Clint Eastwood, tanto monta monta tanto. Han recreado unos personajes que forman ya parte de la cultura cinematográfica, y tan sólo en 18 años. Los Puentes de Madison, han cumplido ya su mayoría de edad y se conserva cada día mejor.
Ambos actores en estado de gracia (y yo creo que algo más) recrean vívidamente esos momentos de enamoramiento que son conocidos universalmente, miedos, dudas, deseo. Una fase de calentamiento-enfriamiento que ni los años venideros podrán hacer olvidar. Tan sólo la muerte.
Amor, ¿hasta qué punto?.
Por supuesto, hasta el punto y final.
¿Realidad o ficción?.
Eso, sólo lo pueden saber los verdaderos protagonistas. Los Puentes de Madison han retratado un universo íntimo sin parangón, y lo dirige el mismo Clint Eastwood. ¡Increíble!.
Y me parece muy bien que quede oculto y misterioso. Que más nos da, cuando el viejo cawboy del poncho raído, se pone detrás y delante de la cámara, y con su ojo en el visor enmarca hermosas estampas de tal calado. Su enorme figura como actor y director queda patente en un estado de gracia absoluto. Al golpe sonoro de la claqueta, Clint y Meryl se rindieron a la cámara sin tapujos y crearon una auténtica Obra Maestra del cine romántico.
Como un viento sedante de verano, vamos observando el proceso, sin velos. El condado de Madison en Iowa, está flanqueado por dos grandes ríos Missouri y Mississippi, y los puentes son pequeños espacios para cruzar vidas.
Un aire templado que igual puede rozar sensualemente un vestido vaporoso medio abierto, (de los momentos más inteligentemente íntimos rodados por el larguilucho vaquero), o igualmente, esparcir las esperanzas infranqueables y los recuerdos cálidos en cenizas al aire.
Así, las partículas de ceniza se transforman en letras, y éstas en palabras, apuntadas y enfebrecidas por la pasión. En las cartas quedará marcada, disimulando besos a hurtadillas como máxima expresión de la libertad individual. Pero, la elección es un mal creado por los seres humanos. Las dudas y el engaño, los miedos y la madurez racional, también lo son.
Robert y Francesca, Clint y Meryl, comparten todos secretos pululantes en el viento con sus familias. Las cartas de amor se convierten declaraciones de ley y sorpresas de maternales demostraciones. La ley del amor. Y como aquellas cenizas arremolinándose en jirones y volutas mortecinas, la declaración quedará olvidada por el tiempo y la vida de todos.
La magia del cine y la maestría de Eastwood mezcla con dósis perfectas, estos dos tiempos familiares en el mismo plano argumental. Funde las risas y los llantos equilibradamente. Y nos recrea con una composición de sentimientos universales unidos a instantes precisa y preciosamente corrientes. Mágicos.
Esos pequeños momentos dentro de la vida de cada uno. Habituales e íntimos que te sumergen en Los Puentes de Madison, creyéndote partícipe de ritual amoroso.
Siempre acompañando las bellas instántaneas con una música deliciosamente jazzística y soul.
Clint Eastwood, duro rostro, cerebro brillante. Se ha transformado. De aquellos héroes errantes por polvorientos caminos y avenidas cargadas de violencia, nos acerca una cara más dulcificada que nunca. Qué gran actor y director.
De sus inicios, guardados en antiguos arcones quedan las botas con espuelas de finas puntas, el poncho raído por mil y una polillas, y su cigarro apagado encima de las cenizas del tiempo. Del gris al dorado inolvidable.
Su carrera a esta alturas se ha desenrollado en alfombras rojas, con todo merecimiento (aunque recordemos que Los Puentes de Madison no tuvo la fortuna, ¿cómo?, he dicho la consideración de acaparar premios importantes. Sip). Visto y comparado con western crepuscular, me parece totalmente injusto para tal joya del romanticismo.
Como has podido Clint, pasar de los colts a una pequeña e íntima historia sobre el amor y la traición. Magnífico. Esperamos que aguantemos por muchos años más y puedas seguir ofreciéndonos estos peliculones. Qué tus cenizas estarán a salvo ya, para siempre, en pequeños receptáculos metálicos de celuloide.
Ahora, ya de múltiples series de bits. Jajaja. Gracias y god save to Clint.
Meryl Streep, no dudo en un solo segundo, adentrarse en esa casa y a esta aventura contigo. El papel le brillaba en los ojos como un amor primerizo.
Dibujó contigo el mejor personaje de su carrera, una mezcla de americanismo a la italiana, muy sensual.
Sin embargo, con matices. Por que una sufrida y casada mujer de la Iowa campestre, cuasi sureña, luchará por la estabilidad y sus cadenas versus la aventura y el romanticismo adulador. Pero, ¿qué hubiera ocurrido con el transcurrir de los años?.
Yo creo que, como la mayoría de las parejas, habrían terminado algo aburridas. Los años pesan en el cuerpo y en la mente. Y su amor escrito, se hubiera difuminado en sus vidas, transformándose en una simple anécdota. Es el desgaste de la convivencia.
Meryl y su transcendente y genial interpretación, no puede empezar esa nueva vida. Escapar para qué y adónde. Por el contrario, Clint se encargará de encender aquellos rescoldos humeantes. Una carta, pulsera y collar... un poema.
Todo ello desencadenarán las amargas lágrimas del pasado. Palabras de amor húmedas. Las mismas lágrimas disimuladas ante el diluvio reflejado en su deseperado rostro. Una llorando. El otro, quízás también, por una manecilla inmóvil y maldita.
Un único adiós.
Una mirada y unas sílabas entrecortadas por la emoción. Tráqueas de espectadores, jóvenes y mayores, tragando galones de saliva.
Seres vivos que buscan en vano el amor, o incluso, han tenido que hacer volar al viento cálido, las cenizas de otros seres queridos.
Clint y Meryl desnudaron sus cuerpos y sus almas en 1995. Y el público con ellos.
Todos sabemos que el futuro, es como el de ellos, convertirnos algun día lejano en polvo.
El rostro de Clint, piensa palabras. Todos estos momentos, se perderán como cenizas en la lluvia.
***** Obra Maestra *****
B.s.o. The Bridges of Madison County.
Trouble With The Curve, dirigida por Robert Lorenz.
Parece que Meryl Streep, tiene un nuevo trabajo dirigido por Tommy Lee Jones, The Homesman. Y otro posterior, junto a Julia Roberts, Ewan McGregor, Benedict Cumberbatch, Abigail Breslin, Chris Cooper, Juliette Lewis. Se titularía, August: Osage County. Quedamos a la espera.
Así parafraseando libros divínamente arcaicos, sin eufemismos, el hombre está conformado de materia orgánica y en ella derivará en sus instantes últimos. En el polvo comienza (y termina) una de la mayores historias de amor reproducidas en el cine. Vemos y casi creemos.
Por que las historias vitales, inclusive las más románticas, acaban con seres humanos de ambos sexos, flotando ingrávidos como partículas de polvo grisáceas. El tiempo.
Meryl Streep y Clint Eastwood, tanto monta monta tanto. Han recreado unos personajes que forman ya parte de la cultura cinematográfica, y tan sólo en 18 años. Los Puentes de Madison, han cumplido ya su mayoría de edad y se conserva cada día mejor.
Ambos actores en estado de gracia (y yo creo que algo más) recrean vívidamente esos momentos de enamoramiento que son conocidos universalmente, miedos, dudas, deseo. Una fase de calentamiento-enfriamiento que ni los años venideros podrán hacer olvidar. Tan sólo la muerte.
Amor, ¿hasta qué punto?.
Por supuesto, hasta el punto y final.
¿Realidad o ficción?.
Eso, sólo lo pueden saber los verdaderos protagonistas. Los Puentes de Madison han retratado un universo íntimo sin parangón, y lo dirige el mismo Clint Eastwood. ¡Increíble!.
Y me parece muy bien que quede oculto y misterioso. Que más nos da, cuando el viejo cawboy del poncho raído, se pone detrás y delante de la cámara, y con su ojo en el visor enmarca hermosas estampas de tal calado. Su enorme figura como actor y director queda patente en un estado de gracia absoluto. Al golpe sonoro de la claqueta, Clint y Meryl se rindieron a la cámara sin tapujos y crearon una auténtica Obra Maestra del cine romántico.
Como un viento sedante de verano, vamos observando el proceso, sin velos. El condado de Madison en Iowa, está flanqueado por dos grandes ríos Missouri y Mississippi, y los puentes son pequeños espacios para cruzar vidas.
Un aire templado que igual puede rozar sensualemente un vestido vaporoso medio abierto, (de los momentos más inteligentemente íntimos rodados por el larguilucho vaquero), o igualmente, esparcir las esperanzas infranqueables y los recuerdos cálidos en cenizas al aire.
Así, las partículas de ceniza se transforman en letras, y éstas en palabras, apuntadas y enfebrecidas por la pasión. En las cartas quedará marcada, disimulando besos a hurtadillas como máxima expresión de la libertad individual. Pero, la elección es un mal creado por los seres humanos. Las dudas y el engaño, los miedos y la madurez racional, también lo son.
Robert y Francesca, Clint y Meryl, comparten todos secretos pululantes en el viento con sus familias. Las cartas de amor se convierten declaraciones de ley y sorpresas de maternales demostraciones. La ley del amor. Y como aquellas cenizas arremolinándose en jirones y volutas mortecinas, la declaración quedará olvidada por el tiempo y la vida de todos.
La magia del cine y la maestría de Eastwood mezcla con dósis perfectas, estos dos tiempos familiares en el mismo plano argumental. Funde las risas y los llantos equilibradamente. Y nos recrea con una composición de sentimientos universales unidos a instantes precisa y preciosamente corrientes. Mágicos.
Esos pequeños momentos dentro de la vida de cada uno. Habituales e íntimos que te sumergen en Los Puentes de Madison, creyéndote partícipe de ritual amoroso.
Siempre acompañando las bellas instántaneas con una música deliciosamente jazzística y soul.
Clint Eastwood, duro rostro, cerebro brillante. Se ha transformado. De aquellos héroes errantes por polvorientos caminos y avenidas cargadas de violencia, nos acerca una cara más dulcificada que nunca. Qué gran actor y director.
De sus inicios, guardados en antiguos arcones quedan las botas con espuelas de finas puntas, el poncho raído por mil y una polillas, y su cigarro apagado encima de las cenizas del tiempo. Del gris al dorado inolvidable.
Su carrera a esta alturas se ha desenrollado en alfombras rojas, con todo merecimiento (aunque recordemos que Los Puentes de Madison no tuvo la fortuna, ¿cómo?, he dicho la consideración de acaparar premios importantes. Sip). Visto y comparado con western crepuscular, me parece totalmente injusto para tal joya del romanticismo.
Como has podido Clint, pasar de los colts a una pequeña e íntima historia sobre el amor y la traición. Magnífico. Esperamos que aguantemos por muchos años más y puedas seguir ofreciéndonos estos peliculones. Qué tus cenizas estarán a salvo ya, para siempre, en pequeños receptáculos metálicos de celuloide.
Ahora, ya de múltiples series de bits. Jajaja. Gracias y god save to Clint.
Meryl Streep, no dudo en un solo segundo, adentrarse en esa casa y a esta aventura contigo. El papel le brillaba en los ojos como un amor primerizo.
Dibujó contigo el mejor personaje de su carrera, una mezcla de americanismo a la italiana, muy sensual.
Sin embargo, con matices. Por que una sufrida y casada mujer de la Iowa campestre, cuasi sureña, luchará por la estabilidad y sus cadenas versus la aventura y el romanticismo adulador. Pero, ¿qué hubiera ocurrido con el transcurrir de los años?.
Yo creo que, como la mayoría de las parejas, habrían terminado algo aburridas. Los años pesan en el cuerpo y en la mente. Y su amor escrito, se hubiera difuminado en sus vidas, transformándose en una simple anécdota. Es el desgaste de la convivencia.
Meryl y su transcendente y genial interpretación, no puede empezar esa nueva vida. Escapar para qué y adónde. Por el contrario, Clint se encargará de encender aquellos rescoldos humeantes. Una carta, pulsera y collar... un poema.
Todo ello desencadenarán las amargas lágrimas del pasado. Palabras de amor húmedas. Las mismas lágrimas disimuladas ante el diluvio reflejado en su deseperado rostro. Una llorando. El otro, quízás también, por una manecilla inmóvil y maldita.
Un único adiós.
Una mirada y unas sílabas entrecortadas por la emoción. Tráqueas de espectadores, jóvenes y mayores, tragando galones de saliva.
Seres vivos que buscan en vano el amor, o incluso, han tenido que hacer volar al viento cálido, las cenizas de otros seres queridos.
Clint y Meryl desnudaron sus cuerpos y sus almas en 1995. Y el público con ellos.
Todos sabemos que el futuro, es como el de ellos, convertirnos algun día lejano en polvo.
El rostro de Clint, piensa palabras. Todos estos momentos, se perderán como cenizas en la lluvia.
***** Obra Maestra *****
B.s.o. The Bridges of Madison County.
Trouble With The Curve, dirigida por Robert Lorenz.
Parece que Meryl Streep, tiene un nuevo trabajo dirigido por Tommy Lee Jones, The Homesman. Y otro posterior, junto a Julia Roberts, Ewan McGregor, Benedict Cumberbatch, Abigail Breslin, Chris Cooper, Juliette Lewis. Se titularía, August: Osage County. Quedamos a la espera.