Juego sucio en política... normal.
El mundo está desquiciado, España más todavía. En plenas campañas políticas en Estados Unidos y en comunidades autonómicas españolas e históricas, nos llega la cinta En Campaña todo vale, echando con su ácida batalla más leña al fuego.
No todo vale, para hacerse con votos, desde luego. Ni para ir al cine.
Realmente no sé, si soy yo o el humor de Jay Roach (ya que con Austin Powers tuve algunos ataques de risa), pero está película no me ha hecho la menor gracia.
Nos trata a los espectadores como niños abofeteados sin compasión.
De acuerdo que los dos protagonistas están agotando poco a poco, mi interés por el humor americano basado en gags relacionados con el sexo y los usos y costumbres de humanos en momentos corporales de evasión de fluidos.
Will Ferrel sigue pareciéndome un humorista con poco atractivo para los europeos (pero recordando que está en películas como Más extraño que la ficción, de
>Marc Forster), y Zach Galifianakis (a pesar de sus dos incursiones y otra nueva en perspectiva de resacones) me produce un efecto extraño en The Compaign (En campaña todo vale) como un cierto hartazgo de su humor.
Cada vez, que veo a
>Galifianakis, más joven y con ese look, se me asemeja al ex-político y periodista español,
>Luis Herrero. No me concentro. Curioso y desconcertante.
Vale que estamos actualmente (y cuando no) en un estadío de crisis galopante.
Que las opciones políticas que nos ofrecen para salir del estado catártico, no son lo suficientemente atractivas para renovar nuestras sociedades.
Y por supuesto, que la única forma de encontrar un trabajo en el futuro será convertirnos en exclavos legalmente empapelados, dedicados en exclusiva a las empresas que dominarán nuestras vidas y familias.
Aquellos que lo encuentren, claro.
Nos encontramos con unas elecciones al senado del estado de
>Carolina del Norte, con dos candidatos que parecen ser bastante distintos, pero originariamente tienen semejantes ideologías. Realmente poco atractiva la situación.
Aunque con ciertos gags corrosivos, los protagonistas se desarman como dos púgiles en un ring de barro. A base de golpes bajos por debajo de la cintura, casi todos, nada tiene impunidad de crítica en este film.
Sin embargo, la crítica queda flotando en el aire como un tufillo.
Desde luego, las empresas dirigen el cotarro de economía y la sociedad de todos los países, y en ellas se apoyan los políticos para producir beneficios.
Hasta aquí todo normal, pero, en ningún momento se moja en
sacando a la luz, los hábitos depredadores de aquellos hombres o empresarios, que dedicaron todo su esfuerzo a aumentar sus desmesuradas carteras.
Y el uso de todo tipo de medios fraudulentos.
La película cambia este fraude de la corrupción moderna y pone en su lugar a dos parias para que nos riamos de ellos.
Dos niños grandes, peleándose por unos abrazos (de ahí el apellido de Marty Huggins) y dineros públicos o privados, y emparentados por un columpio infantil.
Sea como sea, la historia o guión, me parece demasiado plano.
Los actores no me apasionan lo más mínimo.
Y la situación actual, merecería un poco más de respeto al espectador que se deja bastantes euros en acudir al cine.
Por último, la crisis en la que estamos sumergidos y multitud de gente pasándolo mal, merecerían menos risas sobre "hombres poderosos" haciendo de cromañones supuestamente simpáticos, y ofrecerles más esperanzas para salir adelante.
Seguramente, un humor fino e inteligente que les hicieran pasar un buen rato bastaría.
Habrá que esperar a próximas comedias y pedir un voto de confianza a Hollywood.
* Mala *