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domingo, 18 de febrero de 2018

I, Tonya.


Humor sin resbalón...

A veces, es indescifrable el contenido oculto de nuestro pensamiento, donde adquirimos unas preferencias determinadas en los estudios y nuestra carrera profesional o, definitivamente, vamos arrinconando otras cualidades y habilidades, hasta quedar convertidas en una caricatura de lo que somos o aquello que deseamos en algún momento de nuestras vidas. Suena una voz en la conciencia, que te va relatando las acciones, cuando ya las neuronas han tapado parte de su realidad o recuerdo.
Cuando somos niños o adolescentes, vemos pasar las cosas como un puro divertimento o distracción que se compatibiliza con nuestros juegos, pero, la visión de adultos es completamente diferente, es una voz en off, que nos trae su verdad. Por eso es tan difícil ser padres (o madres), porque nos vemos reflejados en sus problemas o decisiones, en aquellos aspectos que no conseguimos o a los que dedicamos un esfuerzo infructuoso y, por tanto, no querríamos que las críticas, las dudas u objeciones de otros, se cebaran con el futuro de los "amados" hijos, uña y carne... y sangre. También, existe la posibilidad de tomarse la vida de otra forma, agria sin duda, mas con una perspicacia innata o sentido único que, bien pudiera tratarse, de un trágico sentido del humor. Como ocurre con Tonya, la película sobre la vida de la joven patinadora estadounidense Tonya Harding, a pesar de ser consentido y desdramatizado, se convierte en un verdadero monstruo, un biopic extravagante, divertido y original.

Se dice que, aquello que acontece en la infancia, nos marca en el futuro y siempre nos acompaña como una condena que deberemos sobrellevar de la mejor forma posible. Incluso, pasando de puntillas sobre los hechos actualizados o patinando sobre los recuerdos, pero siempre, con tus ojitos intentando ganarse a los espectadores y logrando no caerse en las evoluciones de un triple axel vital. Esto queda aclarado, secuencial y fotográficamente como si se tratara de un documental (en sepia o una antigua cinta VHS de tus primeros pasos), en la precocidad de la pequeña patinadora Miss Harding y su boca maldita. Al colocarse unos patines sobre el nielo y lanzarse a cuchilladas con el recuerdo de su madre, enemiga mía, una señora exigente que no acepta una disculpa cualquiera o una escena de debilidad en su hija. Tan antipática, como memorable.
En el filo de la cultura cinematográfica y el deporte profesional, existe una brecha que convulsiona las decisiones de una y otra decisión, esa insoportable levedad del éxito, que describe piruetas de pasión, dolor y burla... o necesariamente, humor. Todos ellos aspectos esenciales o lúdicos, en el lado narrativo e histórico, de esta notable y divertida película. Dirigida con agilidad mental y diálogos incuestionables, por el australiano Craig Gillespie (Lars y Una Chica de Verdad, La Hora Decisiva), que marca, la diferencia entre la educación, la empatía social y los buenos modales. Entre las diferencias posturales en las clases sociales o las claves elitistas, que inciden en la exigencia y la extravagante presión que someten los adultos a los futuros triunfadores del deporte, jugadores mentales o acosados por la memoria. Aunque, lo mejor del carácter ajado por los años, los consejos forzosos (o forzados) y el esfuerzo, sea la dedicación a una labor bien hecha o ejecutada con precisión matemática, y ese tono de comedia que no deja títere sobre cabeza, micción en el lugar idóneo, o patinadora sobre la pista olímpica.

Debo apreciar, mi desconocimiento completo de la existencia de un libro dedicado al increíble caso mediático o de las notas de prensa de aquella época, con comentarios de todo tipo, imagino. Aquella historia que comenzaría a finales de los ochenta en las pistas de patinaje y cuyo desenlace, acabaría con la primera mujer en conseguir un triple sobre el hielo y con su vida colgada de un clavo, que sería un poderoso reclamo para la prensa rosa, negra o amarilla, dependiendo del color con que se mire. Si el vestido es confeccionado para un festival del humor o las perspectivas dramáticas, de una rivalidad llevada al límite de lo permitido o correcto, con terribles o desgraciadas consecuencias.
Por tanto, desconozco de igual modo, si el guionista Steven Rogers hizo un volcado tan ácido y humorístico de los acontecimientos en la prensa, o surgió de su mente en forma de extravagante divertimento, dado que sus anteriores escritos para el cine, contemplaban relaciones más serias como la desarrollada en Siempre Queda el Amor (Hope Floats) y la angustiosa Quédate a mi Lado (Stepmom), o romances oníricos como Kate & Leopold y simples en Postdata: Te Quiero. Por el contrario, I Tonya no tiene ninguna relación, si un matrimonio que no funciona, elevando el enfrentamiento físico o moral, a un cuadrilátero entre lo mortal y lo patético, entre lo desproporcinadamente trágico y lo risible, en todos las direcciones o giros endiablados.

Para ello, hay que proveerse de unas buenas cuchillas y lanzarse a la pista (si te dejan), donde los principales contrincantes y actores protagonistas en estado de gracia, graciosos prototipos de ser humano, por descontado... demuestran unas facultades, casi innatas, para la comedia y la falta de uniformidad en las interpretaciones. Margot Robbie como una resbaladiza Tonya, muestra su mejor cara (si no bastara ya con su excelencia y belleza) para moverse por la comicidad, la irascibilidad y los aspectos oscuros de la mente, frente a su genial madre interpretada por la actriz Allison Janney (The Help, Margaret, Miss Peregrine) que lleva las relaciones personales, a las pantallas de toda Norteamérica y el resto del mundo... o más allá incluso, a los mismos televisores del ala oeste de la CasaBlanca. Dónde ambas, serían merecidísimas ganadoras del próximo Oscar de Hollywood, con el permiso del resto y mi falta de visionados de otras películas competidoras.
La otra banda de este ring del humor, viene con la cara furiosa y poder zalamero, bajo el bigote del actor Sebastian Stan, próximamente junto al gran J.K. Simmons en I´m Not Here, de la directora Michelle Schumacher, y por supuesto, como Soldado de Invierno en Avengers: Infinity War. Dejando claro que, puede mover ambos palos, el bien y el mal, las caricias húmedas del amor y las afiladas consecuencias de un maltratador, siempre con sentido del humor. Por último, la rival menos promocionada, la patinadora académica Nancy Kerrigan (Caitlin Carver) que está fuera del foco, que no de la polémica histórica, en este biopic que transita entre la fiebre y el hielo.

Llega el instante cumbre, con millones de ojos posándose sobre tu vida privada, tus rizos dorados y pequeños pies, embotados o deslizantes, si bien, no tanto como tu cabeza voladora y los continuos repasos a los movimientos atléticos o artísticos para la clasificación. Tu mente fraccionada en segundos, lacerada por la responsabilidad y la presión de la pista o cuadrilátero redondeado y helado, con muchas aristas, al igual que los golpes proporcionados, del pasado y el presente, aún así ganaste. Apartadas de cualquier contacto desde aquel estadio Cobo Arena, aparecen los Juegos Olímpicos de 1994 en Lillehammer (Noruega), pero no estás, en tu radiante melena y figura musculosa, mejor, dónde va a para con Margot ´Harding`. Ni tu fiel protectora y entrenadora (Julianne Nicholson) observando tus acciones y salto comprometidos, condescendiente, como si no estuviera ni lo sintiera, aunque sí en su alma de profesora; y una sucesión de interpretaciones de lujo y tratos extraños, conocidos o no por el gran público, por las autoridades deportivas y judiciales, con geniales conversaciones y buenas recreaciones de patinaje en CGI, o indefinibles estupideces (risiones muy bien acondicionadas por el guion), te llevarán a un resultado desastroso deportivamente, que no fílmico.
Ninguna ganó por méritos... Todo machado y desarticulado, la rodilla o articulación de una competición limpia, la justicia en el candelero, el respeto y la severidad en los entrenamientos, los años de carrera deportiva, la discreción, inexistente por otro lado, la visceralidad, el romanticismo, y el recuerdo de un individuo desfasado que reclama su protagonismo. El patético ejecutor, desmemoriado, encarnado por un actor de Grand Rapids (Michigan) llamado Paul Walter Hauser o el raro Shawn de estilo fracasado y voladizo. Lo mejor, cuanto todo parecía finiquitado es... que la historia continúa, sobre otro ring, en aquel futuro o el presente.

Un duelo, casi a muerte en OK Corral, entre la rígida madre incombustible (como su cigarro) y su hija asfixiada por el humo tóxico, por la frialdad amorosa, narrado con una brillantez absoluta, repleta de resortes caústicos entre las bandas y elementos cómicos, muy bien contrastados o matizados, incluso, exagerados en la búsqueda del espectáculo cinematográfico. Caricaturas de una era, que revolucionó el patinaje internacional a un nivel caricaturizado en los medios, señalado por la controversia, los deslices familiares y la dureza de una caída profesional, también por las extrovertidas interpretaciones de los actores, hoy, en algarabía retrospectiva y divertimento histórico o social.
Fuera del foco y de aquellos inmaculados vestuarios, la blancura se tiñe de hemoglobina y de lenguas viperinas, con una herida deportiva que se muestra en las oscuras habitaciones privadas, en los agrios y emocionantes encuentros, en los juzgados y el boxeo, en el ágil montaje que no se derrumba nunca. A través de una banda sonora que trae aromas de otra época, con supergrupos como Dire Straits, Heart, Fleetwood Mac, Bad Company o Supertramp, y el tema de Mark Batson y la composición de Peter Nashel. Demostrando que un retrato histórico o una recreación atlética, también pude ser un espectáculo o entretenimiento sin igual, con dotes macabros y surrealistas.

En conclusión, si no te gusta el patinaje, por que te parece un deporte descafeinado y demasiado artístico o clásico, esta película I, Tonya, es todo lo contrario, atrevida y desenfadada. Indaga en la mente del deportista de élite, en el peso de la responsabilidad y el orgullo herido, en los entrenamientos inacabables y los dolores familiares, como el amor descontrolado, las dobles vidas y su hilaridad, la desproporción resbaladiza en el lado oculto de los cantos encerados. Además, no debes conocer mucho el mundo del hielo y sus sincronizadas acrobacias, pues la dificultad que enfrenta a los patines, es una barbaridad, con adicciones y caídas que pueden llegar a ser muy dolorosas... incisivas.
Así que, dales una oportunidad a los atletas de invierno, acredita tu capacidad de asombro, relájate y disfruta de sus evoluciones al filo, embelésate con su belleza, endurécete con sus golpes y sonríe con sus gags irreverentes, sus prácticas desafortunadas y su rivalidad, desde la cuna. Comprueba que el director crece proporcionalmente y que los actores o actrices, demuestran una excelencia que puede hacerles ganar, más de un premio... ya lo han conseguido, para mi gusto, casi al borde del 10. Tanto monta, monta tanto... Janney como Robbie, Margot como Allison...

El deseo y la exigencia, la estrella de los patines contra la estrellada. Que el humo, no borre las lágrimas ni las sonrisas, que el orgullo se aferre a tus dedos como la nicotina, que el dorado amplia tu carrera... sangre, sudor y lágrimas. & Pis, please.

VFX Producer Juliet Tierney and VFX Supervisor Jean-Marc Demmer of Eight VFX.
Tráiler Sun Dogs, de Jennifer Morrison.


Aquí, deberá ir un comentario sobre la peli Los archivos del Pentágono...

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