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miércoles, 21 de junio de 2017

Get Out.


Cuando los blancos... no la saben meter. Sal

¿Pareces ciego e impotente? ¡No te das cuenta que te estás metiendo en un enorme marronazo, bro!
Que estamos en una sociedad hipócrita, que proclama una lucha contra el calentamiento global, mientras se instalan potentes acondicionadores en casa para estar fresquitos... Todo son caretas que esconden la verdadera dimensión trágica de la actualidad, ocultándose los extraños comportamientos tras una careta o mueca... ¿de dolor o risa?
Cualquiera diría que el rostro de aquel estudiante negro, interesado por la comedia y convertido después en actor, dibujaría una expresión de satisfacción total. Su nombre es Jordan Peele, que se ha convertido en la gran revelación en el mundo del cine en 2017. El hijo de una pareja multirracial, que interpretara a uno de aquellos agentes incapacitados del FBI en la primera temporada de Fargo y, que por último, se proclamaba en espléndido y animoso director de cine con las ideas bastante claras. El ejemplo sobre la historia fascinante, que va a contar en su primera película Get Out...

No te das cuenta que tras la cámara, bro, te vas a quedar en los huesos. Con tanto trajín de aquí para allá y quebraderos de cabeza en busca de financiación. En una sociedad con el pensamiento conservador de un presidente blanco y millonario, con más edad que su antecesor Barack Obama, protagonistas de algunas frases del filme (aunque uno esté silenciado). Pero, no importa, porque has llegado con un auténtico obsequio (semejante a aquel regalo con que el Doctor Frankenstein obsequiara a la criatura solitaria...), novia hermosa e ideal, de piel blancuzca y vestida para matar. Ahora Mr. Jordan, te has apoderado de las mentes de muchos aficionados al suspense con indudable calidad y estilo, por ejemplo el de Franklin J. Schaffner, director nacido en Tokio y sus niños del Brasil. Elaborando un plan perfecto y terrible, con el cual desnaturalizar a la sociedad actual.
Con una encerrona psicológica y misteriosa, como no podía ser de otra forma, pensando en tantos científicos y médicos inhumanos que quisieron apoderarse de las voluntades de nuevas generaciones de críticos o infantes bien formados. En la bebida surrealista de Déjame Salir, has agitado esa coctelera mortal, con raza y soniquete, hasta formar un combinado perfecto de posturas radicales en el seno familiar, sexo oculto como las ideas orgánicas, tazas de té y miedos intrínsecos. Para denominar a esta construcción elaborada, Get Out, sin tener nada que ver (exclusivamente la emoción y otras sensaciones cinematográficas) con aquella blancura sueca y pálida, ávida de sangre... que pregonaba arañando en el cristal ¡Déjame Entrar!

Y mucho suspense antes que una evidencia visual. Echando la vista atrás, a aquellos doctores sacrílegos, el terrible Mengele interpretado por Gregory Peck, el profiláctico deambular de Los Sin Nombre, un científico como John Hurt viajando al Fondo de la Mente, el deseo regenerador de aquel hombre rehabilitado físicamente en Mosca, el monstruoso Dieter Laser de The Human Centipede o la mirada cristalina Stuart Gordon y la veta fluorescente de Jeffrey Combs en Re-animator. Son algunas sombras que provienen del frío invierno en Escandinavia, las que se inoculan aquí, pero con un argumento ligeramente fantástico. O mucho, depende de vuestra cabeza.
Apenas nos dimos cuenta que, para todos han pasado ya... casi 10 años. Cuando aquel director Tomas Alfredson y su película Let Me In, basada en novela de John Ajvide Lindqvist, nos introdujo en la piel pálida de un chico desenvuelto, no tan risueño como este Chris, pero con problemas personales en la convivencia con el mal. Algo así como la dulce Rosemary con sus vecinos alborotados con su carga, carga al estilo Polanski y de tenso ardor escénico o su ofuscación meditativa. Otra joya de la naturaleza reproductiva.

Y en su defensa, a vida o muerte, el joven se arrimaba al filo de los colmillos y la inteligencia, contra extorsionadores de su colegio, que formaban otra pandilla temible y clasista. Cualquiera de aquellos acosadores de su/nuestra infancia, podría haber formado una familia en la actualidad. No sé, si bien avenida, a pesar de apariencias joviales y semejanzas opresoras que subyacen en el denso ambiente; ya que existen códigos internos que solo conocen ellos, como los huéspedes de Get Out y su ´distinguido` árbol genealógico. Así, en cualquiera de sus reuniones privadas o bingos familiares, te pueden convertir en postre que endulzara sus tristes vidas, un pastelito para el ácido de sus bocas, con el otro cosido a tu trasero.
Sobre todo, teniendo en cuenta que estás saliendo con una de sus angelicales y bellas hijas... antes de su radical cambio de peinado.
Terrible cosa, por otro lado, esta discapacidad mental arrastrada socialmente con el nombre de "bulling" o la denunciable superioridad moral de sus acosadores. Ahora el perseguido es de raza negra, asustado ante una representación idílica (excepto en su cabeza inquieta u otra) y que, tras la fachada impoluta, se enturbia con un destino incierto. Maquiavélico e incitador como poco.

Encarar la falsedad conlleva tratamientos desaconsejables por parte de la manada, gesticulaciones mecánicas, sorteos de miradas lascivas, mejor dicho, reproductivas, que encajaría con el dinamismo potenciador de este comentario... te convertirás en espejo de El Invitado perfecto, la anomalía que se reproduce en el interior de unas vainas con ultracuerpos o se deshace acosado como mantequilla en La Cosa. El condimento de las salsas del doctor Hannibal y sus recetas, el dominado ante ojos de niños gélidos y albinos, que vinieron del interior lejano y no tan frío, como la tecnología replicante de Tyrell o el ingenio biomolecular de J.F. Sebastian en Blade Runner.
También el hombre con dos cerebros, uno para el miedo y otro para el humor inteligente, que también lo hay por otras líneas paralelas a la trama. Malditos doctores aficionados al terror, científicos locos que inculcan sus métodos insanos e interés desbordado por el funcionamiento interno de la mente o el comportamiento humano.

Algún impedimento aparentemente insustancial, casi surrealista, va creciendo como una bola de nieve alrededor de su piel (nunca mejor entonado), produciendo una tensión acumulada en nuestra placentera experiencia de voyeurs. Y que, a lo largo del filme, va haciendo otra bola más áspera en la garganta al protagonista, avisado amistosamente por una posible viada junto a su querida novia. Pasando al martirio psicológico con el simpático actor Daniel Kaluuya (próximamente en Black Panther o la próxima película del director Steve McQueen) y agradable sorpresa de una actuación plagada de matices. Reconocido por series como Doctor Who o Babylon, y ese interesante papel en Sicario, notable filme del omnipresente Denis Villeneuve.
Muchacho del norte, o sur más bien, conoce a esa chica con poderoso don de atracción y ciertos poderes sobrenaturales para la convicción, casi herencia extra-sensorial y oratoria de su sangre. Aquí su futura rosa interpretada por una atractiva y modificable Allison Williams, un brazo que podría servirle de ayuda, ante la extraña y solitaria situación. Recuerdos de una pareja ideal, joven, comunicativa y contrastada (rememorando aquel primer beso labial de la serie Star Trek a finales de los 60) y elogiosas interpretaciones de ambos actores. A pesar de un encuentro, que no vio nada claro. Casi como el tono de su... voz, frente a todos esos agradables invitados...

Alabama es el lugar para orientar el futuro de su relación privada, donde poseen la felicidad y comunicación mental, con cierta pasión romántica al estilo el monstruo y su novia. Dos actores que retratan a la perfección la candidez, la compenetración y el desasosiego posterior, por un viaje interior que comienza en la cuneta de una carretera. Mas, con un argumento nada tirado... sino, irónicamente descabezado.
La casa del 6892 de Heathcroft Lane, Fairhope, es escenario señorial y fantástico en las afueras ajardinadas de la mente. La jaula de los que se alimentan con la fuerza del cautivo. Una exclusiva parcela privada para "olvidarse del exterior", calma y vigilada... Bueno, a lo mejor no tanto, ya que aparecen conductores de aspecto amenazante que te pueden dar un buen susto, deportistas hercúleos que te podrían derribar, si paseas a deshoras y despistado. Sino, que se lo cuenten a algún visitante precedente.
En el pasado, aquellas reticencias de una vamp, daban origen al título del filme y aviva el recuerdo vengativo en esta viceversa saliente. La solicitud de amistad, quizá sexo tántrico de adolescentes o juego de depredadores, sugiere una petición de apertura hacia el conocimiento de ambos, frente a la realidad oculta... sus vicisitudes en privado o crónicas virtuales tras el insomnio, ahora con una idealización de diferentes tonalidades. Frente a esta realidad oculta y olvidadiza, casi parapsicológica, las ganas se disuelven ante una taza cerámica y una cucharilla metálica.

Tanto entrando como saliendo del agujero metafísico, removidos en el interior, sus historias son una sorpresa en este ´corto` lapsus de tiempo, a pesar de una decana cinematografía como la sueca y sus obsesiones circunstanciales; demostrando que el gran guion del mismo Jordan Peele, es perfecto. Con un productor Jason Blum, acostumbrado a este tipo de experiencias críticas y una filmación capaz de desfigurar la realidad con escenas intrigantes, atrevidas situaciones y expresiones tragicómicas, para dejar al espectador amarrado a la butaca con esa mueca risueña entre la pérdida y el reencuentro. En ese estado emocional, que reconocemos en el desconsolado huésped, sentado como voyeur tensado al extremo, más bien como esos otros amarrados críticos del maestro Hitchcock. Esto es, sin decantarse certeramente por el camino gore más chabacano o extremo.
Eres la rubia acosada, narración copulativa sin evidencias de fuerza física ni restos biológicos, la mujer delicada caracterizada por un tratamiento íntimo de los personajes en la oscuridad. Solo que creciendo en tu interior ese espíritu vengativo ante otra historia envolvente que no dejará títere con cabeza con ritmo acompasado. Que entronca con algunas opciones metafísicas del cine fantástico y de terror, aunque en Déjame Salir se apueste firmemente por este estimable juego de misterio clásico. Pero, mentalidad e intensidad moderna.

Get Out es una nueva excursión hacia el terror psicológico, que tan buenos resultados ofrece en la actualidad cinematográfica. El espectador escapa a ese barrio diferente cruzando el océano truculento del ser humano y se encuentra un recibimiento conservador de más cabezas delirantes que castrantes, donde un miedo ancestral se revela, y rebela en la personalidad de un afroamericano, acercándose más de lo debido para encontrar una respuesta, que ninguno esperábamos. Salvo el cómico LilRel Howery al otro lado de esta línea, que se comunica con gags desengrasantes y algunos consejos alucinantes frente a la pandilla de monstruos o familia Armitage. Dos contra un mundo de disimulados comportamientos y hechos dominantes, no de niños rubios ni moscas o marcianos, si bien sus juegos vitales de alto nivel estratégico pertenecen a esa categoría, de intereses generacionales y renovación juvenil. Con adocenados sirvientes del mal y amistades peligrosas, no aptas para desaprensivos. O timoratos relacionales con reticencias raciales. Pero, visto lo visto... En Get Out, las cosas aparentan lo que parecen, flotando en el vacío como aquel ser que oteaba el mundo nauseabundo desde el interior de un profundo y psicopático retrete. Se intuye la siguiente pesadilla surrealista a distancia, dirigida al centro neurálgico.

Al igual que Mr. Peele, te puso en estado de alerta, al incluir una primera escena que trastoca la normalidad en amenaza, la conclusión es ajustada y siniestra. Como un pasamontañas, le queda el papel a Caleb Landry Jones (Antiviral, Byzantium) que, además de en Twin Peaks, le veremos en una banda punk en Viena & The Fantomes, junto a Tom Cruise en Barry Seal: El Traficante, o Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, junto a Abbie Cornish, Sam Rockwell, Frances McDormand, Woody Harrelson y Peter Dinklage. En la cresta va este muchacho desquiciado que, habitualmente, se alimenta del miedo y escruta con su tendencia enfermiza habitual a unos padres interpretados por un genial e incómodo Bradley Whitford (The Cabin in the Woods y Saving Mr. Banks, próximamente en Three Christs junto a Richard Gere y Pete Dinklage o Unicorn Store dirigida por Brie Larson) o la sorprendente, siempre, Catherine Keener.

El protagonista no muestra debilidad ante sus anfitriones, pero sí desasosiego y desconfianza. Aún más acechantes y calculadores, los hechos delatan registros invasores que, por otro lado, verán como un agente externo, divertido y lenguaraz junto a otros acompañantes anónimos, sirve de desatascador a toda la tensión acumulada. Una conexión más "cerebral" y realista de la vida, con humor de incredulidad cercana y un punto de vista transparente, casi como la piel albina de un esclavo desnaturalizado, muerto viviente o ser interceptado por algún ritual de voodoo. O viceversa, otro posible marrón sexual de considerables dimensiones...
Desde el asfalto, comienza la estrategia de la trama y los encuadres de un conjunto de descuadrados raciales, en distintos niveles de conciencia. El caso es no recrearse con la visceralidad visual, sino centrarse en objetivos más desafiantes para nuestras inquietas neuronas, como la preparación de avisos silenciosos sobre cerebros vacíos o tensas conversaciones psicológicas. Y la atención sobre los tintineos de una cucharilla, que nos introduce en ese universo especulativo y surrealista, un torbellino de apariencias de tal forma que observamos lo real como una extensión de nosotros, de nuestras dudas y miedos frente a la vejez o la muerte.
El director neoyorquino irá demostrando que el suspense es la mejor forma de llegar al corazón del público y a la zombificación de las mentes. Sin dejarse acomplejar por otros referentes terroríficos, como el maestro Alfred Hitchcock y sus personajes atrapados en ambientes obsesivos o dramáticos. Se ayuda de un reparto plagado de rostros inquietantes e actuaciones ´descerebradas`, con ojos huidizos que se apoderan de la escena y nuestra respiración, como Stephen Root, Lakeith Stanfield (Short Term 12, Selma), Betty Gabriel (Experimenter, Election) y Marcus Henderson (Djiango Desencadenado, Whiplash) que sirven y se desdoblan con los hospitalarios anfitriones.

La próxima epifanía hereditaria, sería el agravante de un convite de postín transformado en elegía vengativa, algo inesperada para feligreses y "acogedores" propietarios de lo ajeno, con comportamientos impredecibles que nos aconsejarían hacer las maletas y tomar las llaves de nuestro coche, para salir de allí a toda velocidad sin mirar atrás. Sin arrepentimiento ninguno, a pesar del amor consejero que nos haría mirar la situación con mayor tranquilidad... "frente una taza de té o negro café, eso sí".
En este momento, cuando los acosadores de Déjame Entrar se convertían en un peligro directo (no menos inquietante que, aquellas invasiones de ladrones de cuerpos, el ansia de prosperidad de vainas y otras Cosas vegetales del mundo exterior), comienzan a percibir la Tierra como un hogar de éxito personal o familiar. Aunque los vecinos terminen como el rosario de la aurora en La Invitación o las amenazas provengan de la división epidérmica, uniendo sus ´boutades` genéticas con los niños del Brasil o unos músicos retenidos a la fuerza en La habitación Verde... una xenofobia latente dentro de la actual sociedad convulsa. Cuando en Déjame Salir, estalla esa violencia contenida durante su primera parte, no necesita aproximarse demasiado a la sangre ni acercarse a la escenificación del dolor, sino que el verdadero trauma reside en la cabeza. Una ramificación contemporánea de todas aquellas películas, que nos atraparon frente a una pantalla con la idea del control de las masas o voluntades debilitadas. Pero, con su determinación y propia personalidad.

Recordáis aquel cerebro retirado por invalidez mental, que tirado al suelo el sano, se instala en un cuerpo monstruoso. Desde el retrete oscuro, sus ojos asustados miran por la ventana, a una niña desconocida y sus variaciones familiares, con cierta condescendencia al prejuicio y la supremacía. Observa al auténtico enfermo que se ríe de tu soledad en la alturas, como un dios todopoderoso, a sus vaciados empleados (peor que esclavos) que no sienten ni ven tu estado ingrávido, el del próximo monstruo de Frankenstein. Clin, clin... clinc.


Get Out movie Main Theme ~ Sikiliza Kwa Wahenga


Teaser The Florida Project, de Sean Baker.


Tráiler Black Panther, de Ryan Coogler.


Teaser A Happening of Monumental Proportions, de Judy Greer.


Tráiler We Don't Belong Here, de Peer Pedersen. Con Catherine Keener y Anton Yelchin.

Cinemomio: Thank you

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