La Secta de Otro Mundo.
Desde el tiempo de los pioneros cinematográficos, el cine tendió a la transformación. De una nueva forma de expresión artística, a una maquinaria industrial con numerosos eslabones en su estructura. De tal forma que, los trabajadores inmersos en la diferentes labores y proyectos (a veces varios al año), se orientaban con su labor. Al aprendizaje y consolidación de numerosos y valiosísimos oficios que comprendían la elaboración de un guión, película o manejo de las herramientas que concurren en un rodaje profesional.
Así, hoy, deben pensar los directores que han incluido su sapiencia y determinación en esta doble sesión. En primer lugar, dentro del filme de terror The Void, con el propósito predefinido de buscar un objetivo entretenido, técnica y visualmente bien estructurado en sus variadas funciones, como aprender utilidades básicas, como los efectos especiales. Por tanto, mi recuerdo siempre se aproxima aquellos emprendedores, como el mítico Harryhausen con sus endiabladas y maravillosas maquetas en slow motion.
The Void infunde en el aficionado clásico, aquellos condicionamientos necesarios para denominarla una película de culto con aspecto de serie B moderna, adornada con elementos de la atmósfera ochentera y ciertos placeres simbólicos que recuerdan a otros directores anteriores y que engendran características propias de la literatura y psiquis infernal de H.P. Lovecraft. También con evidencias visuales manifestadas para aficionados al scifi, como la carne infecta, purulenta y deforme de las visiones del canadiense David Cronenberg, a aquella plasticidad manufacturada de efectos especiales y prótesis en el siglo pasado. Desde los recordados inicios de creadores como Sam Raimi, Stuart Gordon o el Clive Barker de Hellraiser, las extrañas y viscosas atracciones de Brian Yuzna y las curradas máscaras o complementos corporales de esos especialistas inolvidables que trabajaron para el maestro John Carpenter. Como el californiano Rob Bottin, Brian Wade o Ken Diaz, piezas clave en numerosas películas de ciencia ficción actuales, sin olvidarnos por supuesto de grandes figuras como el sorprendente Stan Winston, Nick Allder, el recordado Carlo Rambaldi, Jean Giraud, Susan Turner o el Peter Kuran de VCE, que son un emblema de los animatronics y los efectos visuales para diferentes generaciones de aficionados.
Dos creadores con aquel gusto, funcionando a la par, estrechando sus mundos en uno diabólico. Proporcionando cada uno sus habilidades e ideas, para establecer y engendrar una mezcla de géneros. Entre acosos metódicos y sectarios, que pasan de una amenaza rojiza a un establecimiento aséptico y marcha envolvente, desde un Asalto a la Comisaría 13 o una aparición terrorífica tras La Niebla, y sus derivadas tentaculares o aperturas de puertas infernales como las ya mencionadas.
Steven Kostanski realiza su tercer largometraje y colabora en el guion junto a su socio Jeremy Gillespie, que además de participar como actor en otras ocasiones, comparte la elaboración técnica de efectos especiales dentro de las anteriores colaboraciones. Además, el joven Kostanski ya se ha hecho un hueco en labores especiales de maquillaje en series como Hannibal y cintas con amplias labores protésicas como Truman Capote, Nurse 3D, La Cumbre Escarlata, Escuadrón Suicida o It. Y en The Void, igualmente dedica su tiempo a la dirección artística o la composición musical de su banda sonora, algo que ya demostrara en su ensayo Pather´s Day y, especialmente en ese loco homenaje a la estética del cine giallo italiano, llamada The Editor.
El resto de la función es una aventura terrorífica diferente, fuera de percepciones comunes y con sus protagonistas principales (junto a diferentes monstruosidades rituales) formando un mecanismo embrionario, que siempre funciona o divierte a partes iguales. Con ese enfrentamiento casi épico, entre la imaginación demoníaca o acosos del más allá, pústulas, fluidos, mucosidades y estiramientos de bajo presupuesto, más diabólicos aún. Todo el material del que se construyen las pesadillas cinematográficas, jugando sobre un triángulo de confusión, con un lado xenófobo y sectario, que fundamenta en reglas desconocidas, fuera de esta base terrestre o coronado por un ser del inframundo.
Un ejemplo de cine que demuestra la buena intención de todo el equipo para crear lo inimaginable, recogiendo las lecciones y narraciones del pasado, el arte conceptual de los renombrados maestros y ese poder de la mente para sustituir el dinero por ideas luminosas (o tenebrosas), en materia de maquillaje o los atractivos efectos especiales, acordes con la narración y la composición sonora o musical.
En definitiva, algo confluye en esta producción canadiense que abarca el trabajo de Clive Baker, las telarañas de Aliens o las locuras de Carpenter bajo historias de marcado reflejo o aroma a Lovecraft. Atrayendo idénticas particularidades estéticas y sugestivas narraciones, donde todo ocurre bajo la contradictoria conciencia del ser humano y sus relaciones sectarias discurriendo en paralelo; o el lugar errático en que el viejo policía, se vería involucrado de nuevo. En una faena de aliño tan accidentada que, los monstruos estarían camuflados al principio (como humanos y otros indeterminados), envueltos en capuchas indiscretas y algo más oscuro, algo siniestro creciendo extenuante desde el interior del alma hacia el exterior, arriba, contra los atónitos refugiados.
Son criaturas de la mente lovecraftiana que se alimentan de la noche y la sangre viscosa, de visiones individuales y sueños colectivos, de la violencia y la profusión de carne infecta, además de las curiosas interpretaciones de sus protagonistas, no demasiado mediáticos en el fondo. Capitaneados por un siniestro Kenneth Welsh (Phobia, Twin Peaks), las bellas Ellen Wong (Scott Pilgrim, The Circle) y Kathleen Munroe (Eternal, Survival of the Dead) y un Aaron Poole (Captives, Forsaken), intentando luchar por sus vidas... con algunos nubarrones en el panorama, pero sin espesa neblina a la vista. Rellenando el vacío dejado por Lovecraft.
Aaron, nuestro encarnado Exterminador.
Es la otra representante fílmica de esta travesía endiablada por la serie B o las pesadillas independientes, adaptadas a nuestros días. La película Incarnate se adentra en el consabido género de las posesiones personales, como una rara avis, donde el tópico del sacerdote ofuscado, se traslada a una figura más especializada y avanzada, con propagación de otros avances tecnológicos y una conciencia más acorde a nuestro pensamiento actual.
Este Exterminador hace referencia a ese científico, el principal protagonista adulto en este filme de terror que busca una salida airosa a otras interpretaciones religiosas. Aunque realmente el título original Encarnado, podría vindicar a todos aquellos que estuvieron poseídos por entidades del más allá, física y psicológicamente ataviados con lenguas clásicas.
Como las interpretaciones del muchacho encarnado (nunca mejor dicho) por el actor David Mazouz (The Games Maker), al verse imbuido por sus extrañas visiones y extralimitadas habilidades en un universo extendido del más allá. El filme está condicionado por su máximo exponente científico, protagonizado por dos caras, el conocido actor Aaron Eckhart que pasea su elevado palmito, cubierto por una intensa melena. Junto a un reparto internacional, compuesto por la actriz holandesa Carice van Houten (la Melisandra de Juego de Tronos), la colombiana Catalina Sandino Moreno, el australiano Keir O´Donnell, más otro artista de Sidney como Matt Nable, que se integrara en las filas de Riddick, como Ra´s al Gul en Arrow o una de las almas perdidas del Hacksaw Ridge de Mel Gibson, por último, recordar a la ayudante técnica interpretada por la adorable, esta vez pelirroja, Emilie Jackson (Headless).
Esta reencarnación cinematográfica está plagada de tópicos y visitas accidentadas, en las que confluyen algunas imágenes de típicas posesiones diabólicas, configuradas y adaptadas a los últimos tiempos. De hecho la producción corre a cargo de una productora como IM Global, reconocida entre los aficionados al terror por cintas de éxito como Insidious, Sinister, Viral o más recientemente, la sugerente y novedosa, The Autopsy of Jane Doe. Además, asociada a Blumhouse Productions, firmante que suma otro buen número de películas del género como The Purgue o The Gift, y travesías demoníacas por el desierto narrativo como Paranormal Activity, Oculus, Curve, The Darkness y Ouija; más un número preferido, como las dos últimas incursiones de M. Night Shyamalan, The Visit y cierta concordancia temática con la notable Split. O especialmente una de las sorpresas del año, como Get Out, que han elevado las expectativas y el éxito de la productora creada por el estadounidense Jason Blum.
En el horizonte tienen diferentes expectativas con el advenimiento de una nueva Amytiville, y títulos como Delirium con Topher Grace y Genesis Rodríguez, o los regresos de Creep 2, Truth or Dare, la cuarta Insidiosa y de La Purga, otro Halloween más... poco original, sin contar a Stephanie, The Keeping Hours, Feliz Día de tu Muerte, Stockholm y, finalmente, esa vuelta transparente de Shyamalan en Glass.
Para retorcer el guion en el subconsciente, está Ronnie Christensen (Passengers) con demostraciones y recomendaciones psiquiátricas al director Brad Peyton (San Andrés y próximamente la vuelta en San Andreas 2... ¿eh?), que ha recopilado acciones religiosas con tecnología. Los defensores del maligno deberán hincar los codos y mutar su condición ´vomitona` en una confrontación individual a más elevado nivel, en pos de la ciencia. En este caso, El Exterminador Aaron Eckhart, entabla las conexiones psíquicas y psicológicas necesarias para enfrentarse a aquellos que, un ´mal` día, fallecieron por causas violentas o accidentales, y cuya venganza sería transferir su odio paralelo a algún desprevenido viviente. Siendo esta derivada, lo más destacable de la película, al reconocer dicha existencia fantasmal, extraerla y tratarla, como si una enfermedad neurológica se hubiera apoderado de unos traumatizados y volátiles pacientes.
Dentro de la mente se desarrolla esa batalla mediática, del Doctor Ember aducido contra las diferentes hordas y divisiones de demonios (menos violento que aquel John Constantine interpretado por Keanu Reeves) y este joven ingrávido (menos escatológico que la pequeña Regan de El Exorcista u otras posteriores), con su mirada extraviada y coronada de lentillas adecuadas al horror. El joven californiano David Mazouz, reconocido por interpretar a un muchacho llamado Bruce Wayne en la serie Gotham y participar en una de las últimas películas fallidas de la misma Blumhouse, titulada The Darkness.
Encarnado termina siendo original, a base de saltos espaciales, aunque escatimada con efectos simplistas, y unas actuaciones ponderadas con los asistentes del más acá. Más, el problema que tengo con películas de posesión, es que rara vez me atrapan con sus desvíos de fórmula: visitas inesperadas, chic@ termina subiéndose por las paredes, familia hartita llama a cura... Sacerdote necesita visto bueno de Vaticano. Padre-batallas con demonio. Uno de más, personas mueren. El fin de los tiempos. Etc...
Esa ha sido la premisa de todas las películas de posesión de los últimos años, que está Incarnate se salta y gira a la izquierda del campo, de la localidad de Sault Ste. Marie en Ontario. No se adhiere a cualquiera de los lugares comunes. Se encamina a otro espacio intermedio, donde los monstruos son parásitos de la conciencia y deambulan entre cuerpos tensados y obstaculizados mentalmente. La falta de racionalidad, es el trasfondo de todos los males, con un estudioso de los cambios físicos y efectos neurológicos. Cambia a la niña por adolescente, sin catolicismo a la vista, sin cismas religiosos o tortuosos exorcismos, ni pensamientos impuros. Sólo conciencia desviada... que libera algo, al género del estancamiento, hacia un frontera inabarcable.
Vamos que sin ser nada de otro mundo, o sí, estas dos opciones que te comento, pueden formar parte de una debatible e infernal tarde de cine. Las palomitas quemadas... corren de tu cuenta.
¡Feliz encuentro con el mal!
Tráiler Amityville: The Awakening, de Franck Khalfoun.
Teaser The Keeping Hours, de Karen Moncrieff.
Tráiler Happy Death Day, de Christopher Landon.
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domingo, 9 de julio de 2017
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