La mezcla de estilos es uno de las características de la ciencia ficción moderna… Menuda obviedad, echando la vista atrás a las novelas de aventuras y algo más, de maestros literarios como Jonathan Swift y sus ubicaciones mágicas en Los viajes de Gulliver. Por descontado, Las 20000 Leguas de Viaje Submarino con aquel científico Capitán Nemo y su artilugio nuclear que el maestro Julio Verne, relanzó a las profundidades tras una apuesta extraterrestre, mundialmente estilizada por Georges Méliès y, nuestro renegado, casi olvidado Segundo de Chomón.
Así como el
engendro magnético-eléctrico confeccionado por el bisturí del doctor
Frankenstein - basado en el mito más humano que un monstruo- de Mary Shelley
asustando las conciencias con la ciencia avanzada; y la máquina del tiempo por
antonomasia, que el genio creador de H.G. Wells convirtió en referente
imaginativo como lo serían, los avances reflexivos de la luz sobre los cuerpos
en el Hombre Invisible, los subespecímenes antropomórficos de la genética Isla del
Doctor Moreau o los mecánicos recolectores de La Guerra de los Mundos… obras que
tanta incidencia tendrían en posteriores libros de la Literatura e inventos
visuales como la cinematografía narrativa.
Sin embargo,
mucho más atrás hay que remontarse en la historia de la humanidad, para
considerar otras facultades escondidas de la mente, como los procesos que
desarrolla la llamada alquimia… con ciertas dosis recurrentes del poder de la
Magia.
O la ciencia
geológica que estudia las extrañas rocas de diferentes vetas o procedencias
lejanas, que junto a la química y sus procesos casi ilusorios, sería capaz de
convertir las moléculas y sus elementos, como la transformación de cualquier
metal en el valioso oro, fuente de riqueza de numerosas civilizaciones de la antigüedad…
Hasta la actualidad, y sus guerras económicas y territoriales.
En el
lenguaje de ficción, existe una realidad aún bastante desconocida de tiempos
remotos, que como los jeroglíficos egipcios, tienen una vital importancia en la
comprensión de aquellos pueblos ancianos, y que vienen determinados por
rompecabezas gráficos que se estampaban en las denominadas runas o futhark, de
naturaleza pre-medieval o vikinga. Y a las que se les podía atribuir una cierta
raíz con los poderes ocultos, los encantamientos de cuentos y hechizos de otros
propietarios.
Por eso, una
definición que no concuerda es la del estilo steampunk, que comprende una revalorización
de lo colorido y lo estilizado, cuando también posee numerosos elementos de lo
mágico – en sentido más oscuro –, de la suciedad social en esas aventuras de
viajes insólitos y lo dramático de aquel romanticismo, que crecería debajo del
subsuelo de las grandes ciudades de tiempos victorianos y sus inventos
ejecutados en la revolución industrial. Como los motores de motor, y ciertas
energías que aún deberían evolucionar… hacia aquella gran explosión de color y
calor.
Así, se dice
que los arcanos son elementos que tenían que ver con misterios profundos (algo
parecido a la magia) y que solamente podrían ser reconocidos por los iniciados
en la materia, o los más expertos. Semejante a la metal-transformación que
tanta codicia de amasar tesoros traería al ser humano, semejante a la fisión de
una estrella lejana.
O, en
determinados juegos, la capacidad de las materias en conducir cierto poder
ilimitado, como este Arcano en versión televisiva, que nos devuelve a ciertos
momentos pasados, donde lo más importante era la imaginación… verdad, queridos
Wells, Verne o Swift: Alan Moore y Neil Gaiman, Ótomo o Miyazaki… Lang, Fleischer,
Gilliam o Scorsese… ¡Hasta el final… todo lo irreal!
Energía,
capaz de mover el Mundo…
Todo se
concentraba – y en la actualidad lo mismo -, en hallar esa cualidad de un
proceso o materia, que fuera capaz de cambiar la sociedad, sin tener que
preocuparse más, por el impacto humano al escudriñar las reservas terrestres
o una fuente demasiado peligrosa con que
continuar avanzando, hacia territorios inexplorados… viajes en naves, como
aquella odisea de Ulises. U otras más recientes, de Gulliver a la Luna, pasando
por encima o bajo, las Pobres Criaturas… A las que algunos, llamaron freaks
peligrosos o monstruos.
En este
Arcano lingüístico y complejo de nuestra historia y la imaginación artística,
se dispararon las divisiones, a veces entre la brillantez de la superficie y
sus grandes ciudades de nueva construcción, y esos bajos fondos, donde reinaba
la suciedad, el hambre y la enfermedad.
Esos seres
se levantaron para crear una serie de mitos, o pavorosas realidades… que
alternaban entre los dos mundos, como el doctor Jeckyll y Mr. Hide, y otros
muchos que andarían silenciosos como Jack the Ripper, o los que salieron de la
mente de grandes creadores en viajes mentales, como las ligas extraordinarias o
los mundos familiares o brillantes desde el espectacular, anime japonés. Todos
en busca de ese gran poder, que sería capaz de transformar la historia de las
civilizaciones, el propio cuerpo del ser humano y, las máquinas… aunque hay, ya
entraríamos en otro de los grandes retos de la ciencia que pertenece a la rama
de las prótesis, o la cibernética, con diferente estilos como el querido
Cyberpunk de nuestros amigos los replicantes, en las calles o suburbios de las
Metrópolis.
Arcano lo
mitifica con el nombre de Shimmer (reflejo brillante) con partículas de moda a
lo Gen V y lo reflectante en las pantallas de la globalización, que concuerda
con otras transformaciones en la búsqueda del superhombre/mujer, y que
probablemente podrían salir ´rematadamente mal`… pongamos por caso, el mal giro
de los acontecimientos de Lois y Superman, al enfrentarse a sus mismos demonios
y la famosa kryptonita con sus acólitos hermanos alienígenas. Entre Pitlover y
Zaun, la creación dentro del universo de la League of Legends de Riot Games,
tendríamos la transmutación –esta vez ampliamente femenina- de aquel viejo
doctor Jeckyll de Robert Louis Stevenson al que la noche le confundiría… hacia
esta familiarmente más juvenil poseída por la fuerza y el odio.
Algo
monstruoso por sus venas, semejante al delirio de una mujer invisible en tratamiento
metafísico de sus desvaríos mentales, el gen V en los tejidos muertos del
científico loco de Re-animator – tan simpático él en su monstruosidad,
posesiones diabólicas aparte - , o esa división catatónica de lo brillante y la
absoluta obscuridad, que correría por la sangre contaminada en el subsuelo, del
querido inmortal por excelencia, conocido en el Antiguo Egipto como la Shekmet,
sanadora guerrera hija de Ra, y precursora de la más cercana Elizabeth Bathory;
hasta el anciano decrépito de los incisivos delanteros nombrado como Nosferatu
(o Conde Orlock), que sería el anticipo ennegrecido por el expresionismo alemán
de Friedrich W. Murnau hasta el tuétano, del más romántico y magnético, conde
Drácula. Por descontado, basado en el estereotipo creado por John William
Polidori bajo la presión inspiradora de una tormenta y la mansión y mente
gótica de Lord Byron, y que posteriormente, completaría otro irlandés como Mr.
Swift llamado Bram Stoker, con su Drácula.
Pero esa es
otra historia de entidades en transformación monstruosa… aquí nos vamos a
centrar más, en esa cierta equivocación metafísica, entre el Mal y el Bien. Con
ella… la de la energía, la novia de Frankenstein, para bien… o para mal.
Mundos… dos.
Viajes
clásicos, simbolismo religioso – aquí menos en juego -, naturalezas separadas
al nacer, o no… dramas existenciales. La Literatura se ha encargado de
separarlos, de definirlos con calificativos, establecer cierta liturgia
multicolor – ahora fluorescente como esos paraísos perdidos de Kong o Godzilla
– que tantos brillos “oscarinos” contrajo, y de tinieblas (sólo hay que echar
un vistazo a los comienzos de muchas películas de Hayao Miyazaki), con esa
especie de neblina entre el ambiente celeste brillante y el subterráneo.
En El
Castillo en el Cielo, un claro precedente del poder filosofal o la energía de
las rocas – no conozco si influyente respecto a este Arcane -, vemos además de
esa diferenciación estilística, a grupos subversivos tratados como piratas sin
monopatín aún, con estilo callejero y underground. Mas, con unos aparatos
mecánicos que fotocopian los élitros del Dune de Frank Herbert, anteriores en
20 años; por cierto, con esa misma división de dos pueblos, derivados en más
categorías desérticas o clases celestes, como si fueran próximos encuentros en
una cantina furtiva… Y por supuesto, el nombre de Laputa – sin ofender…- que
fuese ejemplarizado como muestra de aventura por el famoso Gulliver, en sus
viajes críticos.
Todo
aderezado con otros condimentos, cuasi cibernéticos, cosidos a los uniformes
militares, el drama familiar, sangre contaminada, violencia orgánica, avances
tecnológicos (esos patines del Futuro), máscaras en prisiones, especies asimétricas…
aunque falta algo de, Espacio.
Y dos
hermanas enfrentadas, defendiendo a sus monstruos propios o extraños, Silco
incluido, que es la reencarnación de un Polifemo, miniaturizado, u otro otro parecido…
recuerdas, ¿a aquel malvado de Mazinger Z…? Pues eso. Entre universos que
sobrepasan lo físico, para encaramarse en lo mental, ahí estalla lo perverso, lo
enfermizo, lo psicopático... el pinchazo en el Ojo. ¡Dolor!
El drama…
Claro que
los creadores de Arcane para Netflix, no son aquellos monstruos imaginativos de
la Literatura de siglos pretéritos – donde reinaba la imaginaciòn -, o del
Séptimo Arte animado en anteriores décadas, no. Atisban el problema más cerca,
en diferentes aspectos de la familia, la amistad, lo romántico y lo genérico,
como siempre pero en guerra. Además del motor energético que nos consiga
especias, alimentos, poder, o la independencia sobre los enemigos de siempre,
vecinos de arriba y abajo. A veces, en muchas ocasiones, perdiéndose sobre la
acción que resplandece al principio – con una animación digital exquisita,
plagada de detalles -, que se va volviendo en demasiado relampagueante,
flasheada en los cortes vertiginosos, dejando una mirada catatónica, sobre
todo, en algunos espectadores no acostumbrados a los videojuegos.
Puede que
también, acabe abusando, de esa bruma atmosférica en escenas que apelmaza su
visualización, perfecta en apartados animados y que, curiosamente, en otras distopías
como Godzilla vs. Kong, la fallida de transformaciones pobretonas y
sangrientas, Werewolf Castle o, la aventura de Honor entre Ladrones: Dragones y
Mazmorras, se basan más en el colorido aventurero y la claridad en sus
horizontes.
Y un Consejo,
no uniforme… a veces, se habla demasiado, no sé de qué parlamentos, ni raíces
científicas, ni clases, ni herederos… porque las drogas son lo que son… Si no…
que se lo pregunten a esa crítica visceral con madres, las usadas para adelgazamiento
de Cartman tras el Covid y esa necesidad de reivindicar su persona, pasando por
encima de insultos, razas y el sistema médico y asistencial de los USA. Vamos,
al grano…
Si bien la
narrativa es lineal en el tiempo por ambos extremos, los saltos los ofrecen,
aspectos superficiales donde el steampunk crece con los artilugios, los
episodios intrínsecos de los personajes, las armas que se adhieren a la piel
convirtiéndolos en Tetsuos, y principalmente, esa rivalidad fraternal. A la vez
que hallar al clon de un Supermán/mana, sin miedo al dolor o las deformaciones,
una ´hollnader` divergentemente bella, en rivalidad rosa vs. violeta, aunque
sin rayos en los ojos, tal vez sí. El peligro estará en brazos, piernas,
miradas… luciérnagas. Por cierto, no es Mothra algún tipo de polilla o firefly de Toho...
Que
sustituyen la guerra real de Mr. Miyazaki, sus palomas, los pelícanos, los
robots emocionales que recuerdan al Gigante de Hierro, algo vizco como Polifemo
tras ser desvirgado visualmente por Odiseo, o la Garza, of course, que
significa el sueño de un Niño que quería aprender a querer de nuevo, a creer…
como si la hermana recobrara su esencia familiar. Sólo que aquel, con su nueva
madre y sus nuevas abuelas. ¿Por qué son cabezonas todas las ancianas de
Ghibli…? No tengo ni idea… en fin.
En Arcane
deberían restablecerse los colores del flúor, la acción con cierto orden, las
explosiones de artefactos, la rebeldía… el valor y la maldad absoluta… Ah, y la
ciencia del sexo, si la clasificación lo permite, claro.
Alienación…
una sensación.
Las especies
están en esencia alienadas, como familias que tienen que encararse con las
consecuencias de su pasado, como niños que crecieron en el dolor y la ausencia,
sin perdón, olvidadas, apartadas… Por encima de las milicias del pasado, de los
terroristas, del mal enconado en el único ojo, el que refleja el interior
herido. Donde la droga penetra para crear otra visión nuclear de las cosas… de
próximos capítulos.
Mientras que
las armas de fuego, de antiguas batallas, se adosan a la nueva realidad de la
batalla sin dragones – que ya llegarán -, comportándose como los rayos X de El
Patriota o su homólogo en el cómic y el cine, con ojos de superhombre… aunque
ya no existen los héroes… sólo niños. O niñas… Poderosas como otros monstruos
del pasado. Hercúleas como los Titanes, elásticas como la conciencia actual,
enigmáticas como las ciudades bíblicas, mitológicas como los jardines de la
arcaica Babilonia o el continente perdido de Atlantis.
Este
territorio es mágico, tal que aquellos de Tartesos, remotos como Lemuria o El
Dorado, míticos como el Mo del Corto Maltés, otro con aroma clásico, romántico,
al estilo steampunk de punta en blanco. Laputa, sin ofensas directas. Si bien,
para mi gusto particular, también existe ese lado oscuro que estaría
representado por muestras extrañas de cine negro, con crímenes de prostitutas a
lo Destripador, como Dark City y sus engendros nocturnos, entre la mecánica
clásica y el espíritu vampírico de las pesadillas de terror a medianoche. Y el
de las acciones a lo Liga de los Hombres Extraordinarios, o efectivamente
querido Watson, de las fantasías steampunk del viejo Sherlock Holmes, que tan
definidamente oscureciera en sus investigaciones nuestro venerado Sir Arthur
Conan Doyle. La pelis postreras, no comento. Prefiero anteriores o la serie…
Siempre nos
quedará lo estilizado de vestidos con aberturas laterales, el cromo de cascos,
la negrituz en efigies, el tatuaje de VI en la mejilla… y el cuero flexible en
forma de X pirata. Son las estrellas que cayeron desde la constelación de Aries
a la Tierra, cuando habían sido binarias en un rincón del universo, amándose,
devorándose… la una a la otra. Asesinas nucleares…
El Futuro de
la Gema…
Por ende,
entre vísceras, brazos y piernas desarticulados, y pupilas efervescentes en el
dolor radical… nos preguntamos, como en otras ocasiones… ¿quiénes son los
verdaderos monstruos…? Todavía lo dudas…
Todo en la
ficción, dependerá del tipo de luz que se refleje en la historia, a pesar de
una renderización excelente, pensando… hacia dónde apuntarán las reacciones
extremas, los intereses sociales, la entidad de la maldad en crecimiento, como
la necesidad de un nuevo pinchazo, que te deje de nuevo, remendado… o
catatónico de por vida.
De la furia
que demuestren las mentes independientes… de la capacidad para adaptarse a la
circunstancias, a las leyes que intentan desintegrar como una alucinación… de
la resistencia que se desarrolle en lo profundo del abismo negro… de la caída a
los infiernos. Como cayó el Toro Salvaje, o ese aspirante a cómico, psicopatía
con silueta de Joker.
Llegando a
la risa desmesurada, porque el humor se resiente y la catarsis de la violencia,
vence en favor de… El Horror. Esto ya no se trata de sueños o la canción de
Aerosmith “Dream On”… aquí se habla de la prótasis (en hipótesis), la epítasis
(desarrollo)… y la apódosis o resolución. Como diría un personaje bajo La
Tempestad… ¡Vencer a tu enemigo!
Ves Ariel…
Imagina Dragones… y los duelos, sueños de Gen V, ácido de gema serán… una isla perdida en el cielo. ¡La Puta, otra
estrella!