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domingo, 23 de junio de 2024

Arcane. Season I




La mezcla de estilos es uno de las características de la ciencia ficción moderna… Menuda obviedad, echando la vista atrás a las novelas de aventuras y algo más, de maestros literarios como Jonathan Swift y sus ubicaciones mágicas en Los viajes de Gulliver. Por descontado, Las 20000 Leguas de Viaje Submarino con aquel científico Capitán Nemo y su artilugio nuclear que el maestro Julio Verne, relanzó a las profundidades tras una apuesta extraterrestre, mundialmente estilizada por Georges Méliès y, nuestro renegado, casi olvidado Segundo de Chomón.

Así como el engendro magnético-eléctrico confeccionado por el bisturí del doctor Frankenstein - basado en el mito más humano que un monstruo- de Mary Shelley asustando las conciencias con la ciencia avanzada; y la máquina del tiempo por antonomasia, que el genio creador de H.G. Wells convirtió en referente imaginativo como lo serían, los avances reflexivos de la luz sobre los cuerpos en el Hombre Invisible, los subespecímenes antropomórficos de la genética Isla del Doctor Moreau o los mecánicos recolectores de La Guerra de los Mundos… obras que tanta incidencia tendrían en posteriores libros de la Literatura e inventos visuales como la cinematografía narrativa.

Sin embargo, mucho más atrás hay que remontarse en la historia de la humanidad, para considerar otras facultades escondidas de la mente, como los procesos que desarrolla la llamada alquimia… con ciertas dosis recurrentes del poder de la Magia.

O la ciencia geológica que estudia las extrañas rocas de diferentes vetas o procedencias lejanas, que junto a la química y sus procesos casi ilusorios, sería capaz de convertir las moléculas y sus elementos, como la transformación de cualquier metal en el valioso oro, fuente de riqueza de numerosas civilizaciones de la antigüedad… Hasta la actualidad, y sus guerras económicas y territoriales.

En el lenguaje de ficción, existe una realidad aún bastante desconocida de tiempos remotos, que como los jeroglíficos egipcios, tienen una vital importancia en la comprensión de aquellos pueblos ancianos, y que vienen determinados por rompecabezas gráficos que se estampaban en las denominadas runas o futhark, de naturaleza pre-medieval o vikinga. Y a las que se les podía atribuir una cierta raíz con los poderes ocultos, los encantamientos de cuentos y hechizos de otros propietarios.

Por eso, una definición que no concuerda es la del estilo steampunk, que comprende una revalorización de lo colorido y lo estilizado, cuando también posee numerosos elementos de lo mágico – en sentido más oscuro –, de la suciedad social en esas aventuras de viajes insólitos y lo dramático de aquel romanticismo, que crecería debajo del subsuelo de las grandes ciudades de tiempos victorianos y sus inventos ejecutados en la revolución industrial. Como los motores de motor, y ciertas energías que aún deberían evolucionar… hacia aquella gran explosión de color y calor.

Así, se dice que los arcanos son elementos que tenían que ver con misterios profundos (algo parecido a la magia) y que solamente podrían ser reconocidos por los iniciados en la materia, o los más expertos. Semejante a la metal-transformación que tanta codicia de amasar tesoros traería al ser humano, semejante a la fisión de una estrella lejana.

O, en determinados juegos, la capacidad de las materias en conducir cierto poder ilimitado, como este Arcano en versión televisiva, que nos devuelve a ciertos momentos pasados, donde lo más importante era la imaginación… verdad, queridos Wells, Verne o Swift: Alan Moore y Neil Gaiman, Ótomo o Miyazaki… Lang, Fleischer, Gilliam o Scorsese… ¡Hasta el final… todo lo irreal!

Energía, capaz de mover el Mundo…

Todo se concentraba – y en la actualidad lo mismo -, en hallar esa cualidad de un proceso o materia, que fuera capaz de cambiar la sociedad, sin tener que preocuparse más, por el impacto humano al escudriñar las reservas terrestres o  una fuente demasiado peligrosa con que continuar avanzando, hacia territorios inexplorados… viajes en naves, como aquella odisea de Ulises. U otras más recientes, de Gulliver a la Luna, pasando por encima o bajo, las Pobres Criaturas… A las que algunos, llamaron freaks peligrosos o monstruos.

En este Arcano lingüístico y complejo de nuestra historia y la imaginación artística, se dispararon las divisiones, a veces entre la brillantez de la superficie y sus grandes ciudades de nueva construcción, y esos bajos fondos, donde reinaba la suciedad, el hambre y la enfermedad.

Esos seres se levantaron para crear una serie de mitos, o pavorosas realidades… que alternaban entre los dos mundos, como el doctor Jeckyll y Mr. Hide, y otros muchos que andarían silenciosos como Jack the Ripper, o los que salieron de la mente de grandes creadores en viajes mentales, como las ligas extraordinarias o los mundos familiares o brillantes desde el espectacular, anime japonés. Todos en busca de ese gran poder, que sería capaz de transformar la historia de las civilizaciones, el propio cuerpo del ser humano y, las máquinas… aunque hay, ya entraríamos en otro de los grandes retos de la ciencia que pertenece a la rama de las prótesis, o la cibernética, con diferente estilos como el querido Cyberpunk de nuestros amigos los replicantes, en las calles o suburbios de las Metrópolis.

Arcano lo mitifica con el nombre de Shimmer (reflejo brillante) con partículas de moda a lo Gen V y lo reflectante en las pantallas de la globalización, que concuerda con otras transformaciones en la búsqueda del superhombre/mujer, y que probablemente podrían salir ´rematadamente mal`… pongamos por caso, el mal giro de los acontecimientos de Lois y Superman, al enfrentarse a sus mismos demonios y la famosa kryptonita con sus acólitos hermanos alienígenas. Entre Pitlover y Zaun, la creación dentro del universo de la League of Legends de Riot Games, tendríamos la transmutación –esta vez ampliamente femenina- de aquel viejo doctor Jeckyll de Robert Louis Stevenson al que la noche le confundiría… hacia esta familiarmente más juvenil poseída por la fuerza y el odio.

Algo monstruoso por sus venas, semejante al delirio de una mujer invisible en tratamiento metafísico de sus desvaríos mentales, el gen V en los tejidos muertos del científico loco de Re-animator – tan simpático él en su monstruosidad, posesiones diabólicas aparte - , o esa división catatónica de lo brillante y la absoluta obscuridad, que correría por la sangre contaminada en el subsuelo, del querido inmortal por excelencia, conocido en el Antiguo Egipto como la Shekmet, sanadora guerrera hija de Ra, y precursora de la más cercana Elizabeth Bathory; hasta el anciano decrépito de los incisivos delanteros nombrado como Nosferatu (o Conde Orlock), que sería el anticipo ennegrecido por el expresionismo alemán de Friedrich W. Murnau hasta el tuétano, del más romántico y magnético, conde Drácula. Por descontado, basado en el estereotipo creado por John William Polidori bajo la presión inspiradora de una tormenta y la mansión y mente gótica de Lord Byron, y que posteriormente, completaría otro irlandés como Mr. Swift llamado Bram Stoker, con su Drácula.

Pero esa es otra historia de entidades en transformación monstruosa… aquí nos vamos a centrar más, en esa cierta equivocación metafísica, entre el Mal y el Bien. Con ella… la de la energía, la novia de Frankenstein, para bien… o para mal.

Mundos… dos.

Viajes clásicos, simbolismo religioso – aquí menos en juego -, naturalezas separadas al nacer, o no… dramas existenciales. La Literatura se ha encargado de separarlos, de definirlos con calificativos, establecer cierta liturgia multicolor – ahora fluorescente como esos paraísos perdidos de Kong o Godzilla – que tantos brillos “oscarinos” contrajo, y de tinieblas (sólo hay que echar un vistazo a los comienzos de muchas películas de Hayao Miyazaki), con esa especie de neblina entre el ambiente celeste brillante y el subterráneo.

En El Castillo en el Cielo, un claro precedente del poder filosofal o la energía de las rocas – no conozco si influyente respecto a este Arcane -, vemos además de esa diferenciación estilística, a grupos subversivos tratados como piratas sin monopatín aún, con estilo callejero y underground. Mas, con unos aparatos mecánicos que fotocopian los élitros del Dune de Frank Herbert, anteriores en 20 años; por cierto, con esa misma división de dos pueblos, derivados en más categorías desérticas o clases celestes, como si fueran próximos encuentros en una cantina furtiva… Y por supuesto, el nombre de Laputa – sin ofender…- que fuese ejemplarizado como muestra de aventura por el famoso Gulliver, en sus viajes críticos.

Todo aderezado con otros condimentos, cuasi cibernéticos, cosidos a los uniformes militares, el drama familiar, sangre contaminada, violencia orgánica, avances tecnológicos (esos patines del Futuro), máscaras en prisiones, especies asimétricas… aunque falta algo de, Espacio.

Y dos hermanas enfrentadas, defendiendo a sus monstruos propios o extraños, Silco incluido, que es la reencarnación de un Polifemo, miniaturizado, u otro otro parecido… recuerdas, ¿a aquel malvado de Mazinger Z…? Pues eso. Entre universos que sobrepasan lo físico, para encaramarse en lo mental, ahí estalla lo perverso, lo enfermizo, lo psicopático... el pinchazo en el Ojo. ¡Dolor!

El drama…

Claro que los creadores de Arcane para Netflix, no son aquellos monstruos imaginativos de la Literatura de siglos pretéritos – donde reinaba la imaginaciòn -, o del Séptimo Arte animado en anteriores décadas, no. Atisban el problema más cerca, en diferentes aspectos de la familia, la amistad, lo romántico y lo genérico, como siempre pero en guerra. Además del motor energético que nos consiga especias, alimentos, poder, o la independencia sobre los enemigos de siempre, vecinos de arriba y abajo. A veces, en muchas ocasiones, perdiéndose sobre la acción que resplandece al principio – con una animación digital exquisita, plagada de detalles -, que se va volviendo en demasiado relampagueante, flasheada en los cortes vertiginosos, dejando una mirada catatónica, sobre todo, en algunos espectadores no acostumbrados a los videojuegos.

Puede que también, acabe abusando, de esa bruma atmosférica en escenas que apelmaza su visualización, perfecta en apartados animados y que, curiosamente, en otras distopías como Godzilla vs. Kong, la fallida de transformaciones pobretonas y sangrientas, Werewolf Castle o, la aventura de Honor entre Ladrones: Dragones y Mazmorras, se basan más en el colorido aventurero y la claridad en sus horizontes.

Y un Consejo, no uniforme… a veces, se habla demasiado, no sé de qué parlamentos, ni raíces científicas, ni clases, ni herederos… porque las drogas son lo que son… Si no… que se lo pregunten a esa crítica visceral con madres, las usadas para adelgazamiento de Cartman tras el Covid y esa necesidad de reivindicar su persona, pasando por encima de insultos, razas y el sistema médico y asistencial de los USA. Vamos, al grano…

Si bien la narrativa es lineal en el tiempo por ambos extremos, los saltos los ofrecen, aspectos superficiales donde el steampunk crece con los artilugios, los episodios intrínsecos de los personajes, las armas que se adhieren a la piel convirtiéndolos en Tetsuos, y principalmente, esa rivalidad fraternal. A la vez que hallar al clon de un Supermán/mana, sin miedo al dolor o las deformaciones, una ´hollnader` divergentemente bella, en rivalidad rosa vs. violeta, aunque sin rayos en los ojos, tal vez sí. El peligro estará en brazos, piernas, miradas… luciérnagas. Por cierto, no es Mothra algún tipo de polilla o firefly de Toho...

Que sustituyen la guerra real de Mr. Miyazaki, sus palomas, los pelícanos, los robots emocionales que recuerdan al Gigante de Hierro, algo vizco como Polifemo tras ser desvirgado visualmente por Odiseo, o la Garza, of course, que significa el sueño de un Niño que quería aprender a querer de nuevo, a creer… como si la hermana recobrara su esencia familiar. Sólo que aquel, con su nueva madre y sus nuevas abuelas. ¿Por qué son cabezonas todas las ancianas de Ghibli…? No tengo ni idea… en fin.

En Arcane deberían restablecerse los colores del flúor, la acción con cierto orden, las explosiones de artefactos, la rebeldía… el valor y la maldad absoluta… Ah, y la ciencia del sexo, si la clasificación lo permite, claro.

Alienación… una sensación.

Las especies están en esencia alienadas, como familias que tienen que encararse con las consecuencias de su pasado, como niños que crecieron en el dolor y la ausencia, sin perdón, olvidadas, apartadas… Por encima de las milicias del pasado, de los terroristas, del mal enconado en el único ojo, el que refleja el interior herido. Donde la droga penetra para crear otra visión nuclear de las cosas… de próximos capítulos.

Mientras que las armas de fuego, de antiguas batallas, se adosan a la nueva realidad de la batalla sin dragones – que ya llegarán -, comportándose como los rayos X de El Patriota o su homólogo en el cómic y el cine, con ojos de superhombre… aunque ya no existen los héroes… sólo niños. O niñas… Poderosas como otros monstruos del pasado. Hercúleas como los Titanes, elásticas como la conciencia actual, enigmáticas como las ciudades bíblicas, mitológicas como los jardines de la arcaica Babilonia o el continente perdido de Atlantis.

Este territorio es mágico, tal que aquellos de Tartesos, remotos como Lemuria o El Dorado, míticos como el Mo del Corto Maltés, otro con aroma clásico, romántico, al estilo steampunk de punta en blanco. Laputa, sin ofensas directas. Si bien, para mi gusto particular, también existe ese lado oscuro que estaría representado por muestras extrañas de cine negro, con crímenes de prostitutas a lo Destripador, como Dark City y sus engendros nocturnos, entre la mecánica clásica y el espíritu vampírico de las pesadillas de terror a medianoche. Y el de las acciones a lo Liga de los Hombres Extraordinarios, o efectivamente querido Watson, de las fantasías steampunk del viejo Sherlock Holmes, que tan definidamente oscureciera en sus investigaciones nuestro venerado Sir Arthur Conan Doyle. La pelis postreras, no comento. Prefiero anteriores o la serie…

Siempre nos quedará lo estilizado de vestidos con aberturas laterales, el cromo de cascos, la negrituz en efigies, el tatuaje de VI en la mejilla… y el cuero flexible en forma de X pirata. Son las estrellas que cayeron desde la constelación de Aries a la Tierra, cuando habían sido binarias en un rincón del universo, amándose, devorándose… la una a la otra. Asesinas nucleares…

El Futuro de la Gema…

Por ende, entre vísceras, brazos y piernas desarticulados, y pupilas efervescentes en el dolor radical… nos preguntamos, como en otras ocasiones… ¿quiénes son los verdaderos monstruos…? Todavía lo dudas…

Todo en la ficción, dependerá del tipo de luz que se refleje en la historia, a pesar de una renderización excelente, pensando… hacia dónde apuntarán las reacciones extremas, los intereses sociales, la entidad de la maldad en crecimiento, como la necesidad de un nuevo pinchazo, que te deje de nuevo, remendado… o catatónico de por vida.

De la furia que demuestren las mentes independientes… de la capacidad para adaptarse a la circunstancias, a las leyes que intentan desintegrar como una alucinación… de la resistencia que se desarrolle en lo profundo del abismo negro… de la caída a los infiernos. Como cayó el Toro Salvaje, o ese aspirante a cómico, psicopatía con silueta de Joker.

Llegando a la risa desmesurada, porque el humor se resiente y la catarsis de la violencia, vence en favor de… El Horror. Esto ya no se trata de sueños o la canción de Aerosmith “Dream On”… aquí se habla de la prótasis (en hipótesis), la epítasis (desarrollo)… y la apódosis o resolución. Como diría un personaje bajo La Tempestad… ¡Vencer a tu enemigo!

Ves Ariel… Imagina Dragones… y los duelos, sueños de Gen V, ácido de gema serán… una  isla perdida en el cielo. ¡La Puta, otra estrella!

 


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