Unos años antes de que David Bowie se deslizara por el Laberinto junto a una juvenil Jennifer Connelly, sus manos ya se habían deslizado por el interior de otros personajes, no menos vívidos, alegres y cantarines... Todo comenzó para Jim el Prestidigitador de los dedos mágicos, con unos entrañables amigos y un Barrio Sésamo abierto a todos los públicos.
Sin embargo, para un genio intrépido llamado Jim Henson, The Dark Crystal fue su primer largometraje completo para la gran pantalla en 1982. Una era fantástica donde triunfaban historias como el Conan de John Milius, Poltergeist y su fenómeno bipolar, los espacios de La Cosa, Tron, El Extraterrestre E.T. y, más allá de nuestra imaginación, la visionaria Blade Runner (en la cual sigo pensando que no existen buenos ni malos), sólo mentes precursoras... también se desarrolló Grease 2, a la sombra del éxito anterior y la pareja musical de Travolta y Olivia Newton-John, pero eso es otra cosa.
Pero siguiendo el curso de su imaginación y la mano de Frank Oz por aquellos tiempos de magia, y la maestría cómica también, en la manipulación de marionetas, nos volvemos a zambullir con sus escenarios móviles a través de la literatura infantil y juvenil. Ya que, aunque la historia continuó hace un par de años para los más avezados o adinerados, ha vuelto a mi persona en estos momentos, con una especie de ilusión anacrónica... Algunos lo llaman, Nostalgia.
Como todo en la vida relevante, comienza con la orquesta y sus fanfarrias épicas, a lo grande... y alguna lagrimilla, como buen nacimiento o río de la vida. Si bien se dice que, como todo lo artesano, se tardaron unos cinco años en volver a levantar toda la producción necesaria para esta serie mítica y la elaboración adecuada de todos los elementos y personajes basados en aquella película, ahora en lo que llamamos una precuela de su historia. Es decir, un esfuerzo mayúsculo, además de la imaginación preferente de su creador Jim Henson.
Hemos crecido, aunque esta rivalidad mágica entre especies sobre el planeta Thra, el de las tres estrellas dominantes y su precursora convicción natural a lo Avatar, sigan manteniendo su pulso esencial durante cuatro décadas, como una circunvalación de lo fantástico, con toques dramáticos y divertidos para todas las edades, en busca de la armonía y la amistad.
¿Os imagináis la vida en una Tierra, con tres soles brillantes y todos sus rayos cósmicos, radioactivos, ultravioletas e infrarrojos, apuntando en nuestra dirección...? No, mejor que no, con el calor padecido en estos últimos tiempos...Pero eso, es otra historia vital, que no tiene que ver con el Cristal. O sí, quién sabe...
Aquí, principalmente, hemos venido a divertirnos y emocionarnos con la memoria de aquellos pequeños héroes divididos en clanes, que salieron de los primeros cuentos con duendes de bosque clásico y hadas, frente a amenazas supremas, mandatarios controladores y terroríficos, en pie eso sí, porque su estructura se lo permite... Junto a atribulados seres "manipulados", que vagan por esas tierras encantadas con humor, y sobreviviendo en un territorio incendiado por una amenaza apocalìptica... Vamos, como siempre, ha parecido ocurrir en cualquier planeta viviente conocido, ayer y hoy.
Que se lo pregunten a los hermanos Grimm con sus leyendas orales y sus buitres leonados o brujas en el siglo XVIII, pasadas épocas más oscuras medievales y sus terrores en la población, o las hermandades heroicas de J.R.R. Tolkien y demás grandes imagineros de la fantasía. Siempre contra un poder extraordinario, poderoso y manipulador.
Estaba en su esencia, la pasión corría por sus venas... porque creía, lo veían en el futuro desde que se metió en aquel barrio y se puso a charlar con los niños en la tele.
Mr. Henson, y ahora su familia, establecieron las coordenadas y nos infectaron con el virus de la imaginación, para convertirse en algo más... una parte más de nuestras familias. Con risas, canciones y lágrimas. A sus pies, majestad del trapo.
Lo más vital...
Amarillo por fuera, blanco por dentro... No, allí no fue Caponata. Es Big Bird.
Lo más vital, ellos lo recomendaban... era, entre otras cosas, una buena alimentación, sana y regada de frutas, aunque a los monstruos le gustaran más ciertos alimentos. La esencia de aquellos barrios humildes, de los que encontraron la fama como Muppets y de los que nos visitaron después en forma de títeres, con visiones fantásticas sacadas de los clásicos, como los Fraggles en miniatura, las grandiosas notas de Trevor Jones y la producción de George Lucas, y esta rivalidad magnética entre los antiguos urskeks, mejor dicho sus fragmentados skekses y los lenguaraces podlings. Hoy, paladines de la verdad para las princesas del pasado, bellas, sirenitas, frozens, rapunzeles, blancanieves, y otras heroínas más anónimas, no por nombre, no menos hechizadas... caperucitas, alicias, cenicientas, greteles, rupeltiltskins, ricitos de oro, etc... todas luchando contra sus lobos.
Siglos atrás, en las epopeyas orales y cuentos escritos, eso fue lo más vital, lo que hoy denominamos, de manera errónea por una opresión actual insignificante en occidente, el "empoderamiento" y el movimiento feminista contra amenazas evidentes en cada época. Ahora el horror principal, está en la cercanía, en los seres queridos que se comportan como poseedores de las vidas, segadores de su esencia.
No sé si así lo habría pensado, Jim Henson o su hija en la actualidad, pero esos buitres que consumen la personalidad, de lo que eres realmente, es una amenazada que será difícil de eliminar y sentenciar... porque la vida, es luz y obscuridad. Ellos lo saben muy bien, o se hacen los locos.
La esencia brilla, porque es pura. Los simpáticos podlings son inocentes, pero valientes para enfrentarse a su posible eliminación de la faz de aquella tierra viviente... y chistosos como Charlot, que siempre se está cayendo y levantado, en cualquier posición. Los gelflings son otra cosa... son tribus que viven en paz con sus condiciones de cordialidad, más raciales en formas y colores, acogedores con los pacíficos, pero listos para empuñar un arma, si los manipuladores con otras intenciones insanas, se sobrepasan, asesinas inocentes o, incluso, se preparan para un genocidio.
El Cristal Oscuro, más tirando en su superficie a violeta o morado, es un agujero negro venido de las profundidades del universo desconocido, o una guerra nuclear que, ejercitada, es capaz de convertir la inocencia y la supuesta felicidad, en caos, en destrucción... Casi total, pues el mal, siempre parece sobrevivir...
Ante lo puro, lo magnánimo y lo justo, los sketses se comportan como verdaderos buitres de la política, revoloteando extrañamente sobre sus próximas víctimas. Es la autoridad que engendra las bombas del autoritarismo y la violencia... engañando, timando, urdiendo... Vamos una verdadera dictadura con muchas alas recortadas en la pantalla y muchos picos, no precisamente de máxima audiencia. Es la estrategia oculta, para hacerse con los votos de la tranquilidad, la verdadera esencia de su existencia.
Esto es el universo de Jim Henson, adaptado a las conciencias del presente y del porvenir, si no... al tiempo. Que no es gerundio, es lo único que nos queda. For ever, espero, The Jim Henson Company, para lo bueno, la amistad y el trabajo manufacturado en equipo, y lo malo... Que es escaso y legendario, como en los clásicos cuentos.
The Guy Smile... Jim.
Vamos a echar un telón sobre los terrores inhumanos, y humanos, por ahora.
Si había algo que llamaba al cerebro de Jim, era el humor y la naturaleza de las cosas, sobre todo, cuando miraba a los niños de todo el mundo, veía el futuro, sin condición, ni separaciones de ningún tipo... Ni olvidados. Lo demostró durante décadas.
Los chistes eran inocentes, seguramente como su pensamiento cuando trabajaba con los suyos, cuando componía canciones con su amigo Joe Raposo en Barrio Sésamo, muchos compositores en los años increíbles de The Muppets Show, y por supuesto, los arreglos orquestales de Trevor Jones, también conocido por otras bandas sonoras del cine, como Excalibur, En el Nombre del Padre, o El Último Mohicano. Los gags de la calle y cierta acidez adulta en algunos rostros.
Humor que compartía con sus valedores que buscaban educar con gracia y libertad, como la productora Joan Gaez y el equipo del Capitán Canguro, el guionista Jon Stone y diferentes consultores de la educación infantil, los variopintos actores que le siguieron, no su juego, sino sus juegos... y por supuesto, sus manos amigas, los titiriteros como Richard Hunt que estaría en Los Cazafantasmas, Jerry Nelson en todos sus espectáculos televisivos, Steve Whitmire en todas las películas de The Muppets y, por supuesto, otro reverenciado como Frank Oz... El Yoda de todas las salsas, animatronics y batallas estelares.
En la serie que nos propone su banda, la que construye y anda, la comedia tiene su espíritu. Especialmente cuando las cosas se ponen mal en Thra y aparece una especie de humor a dos bandas, perdón por la repetición, pero me pega. Si Jim estuviera allí, aunque creo que está, le hubiera gustado intervenir como los viejitos del palco, quizá aportando más en la inocencia. Porque esa parte, era demasiado suya y los tiempos han cambiado una barbaridad... por eso, alguno tendría ciertas dudas de desarrollar una historia con estos elementos de trapo y varillas, de trajes enfundados en una persona con carne y hueso, que se comporta como un niño.
Esto de The Dark Crystal, hoy en día, es muy especial y se nos nota en la mirada, en la sonrisa que tenía Mr. Henson trabajando en su pasión. Ya te echamos en falta, un poco menos, Guy Smile Jim.
Hasta esos fallos que pueden provenir de pies, que no se mueven con la agilidad de la digitalización (puede que se hubiera podido introducir algo, sin faltar a la esencia titiritera), esto es, de la acción animada que significaría un salto exponencial que uniera dos mundos contradictorios. La mano y la memoria, la tecla y el ovillo... Ahora, un poco antes de la salida del tercer Sol, estoy empezando ha retractarme de lo expresado, volver a renderizar mis pensamientos... No, debía ser así por Jim y los amigos de una vida, porque se hubiera traicionado un poco a su creatividad y su gusto por los muñecos... Aunque eso nos cueste perder la conciencia de lo perfecto, de la rapidez sin resbalones en el piso, con sus pies de felpa... No, se habría estropeado la fuerza vital de Jim Henson a buen seguro... Aunque nos cueste perder la continuidad... según las noticias de la resistencia, abatida de Netfilx.
Así que, a pesar de las peleas internas que mantengo con el director por otros filmes anteriores, gracias a Louis Leterrier también, por mantenerse firme en conjunción con las estrellas del pasado y compartir la experiencia.
Ernie, el Oscuro.
Cuando fui a ver el primer largometraje de The Dark Crystal, no sé si me gustó. Luego he sabido sacarle el jugo, exprimirle esos dos frutos contrapuestos, que significan: lo apegado a la Tierra y sus raíces diversificadas que conectan todas las ramas, como un único organismo en supervivencia absoluta; y la amenaza que viene de fuera, pavoneándose y marcando el territorio, aprovechándose de los más desprevenidos o desvalidos. Es una raza alienígena que se acerca, sigilosamente como un depredador, como un gato, y te clava los dientes que sobresalen de sus bocas, para sorberte la esencia y dejar un agujero, donde estabas... Claro, es Alien, el Octavo Pasajero... pero con más ruido.
Menudo escándalo arman estos Sketsis, donde la parte vitriólica de Jim Henson, o la dualidad adulta, se buscó en el pasado, la compañía cómplice de un ilustrador llamada Briand Froud. Un británico acostumbrado a infiltrarse en aquellos universos fantásticos de la literatura juvenil, que perseguían ambas posturas enfrentadas, desde la antigua mitología y el miedo intrínseco de las diferentes sociedades. Era una explicación imaginativa, con la que combatir los embates, de los fenómenos atmosféricos, las enfermedades o epidemias, y de la guerra, esa compañera que se convierte en otra protagonista más, del Oscurecimiento.
Esa habilidad para el dibujo, fue compatible con los creadores que deformaron las apariencias humanas y animales, para conformar la cosmología étnica de Thra, para establecer las fronteras lumínicas de sus exteriores, castillos y selvas, y subterráneas, que producen la división entre dos universos.
Esta división, antes de la maldad concretada en los sketsis y sus comentarios sarcásticos, obscenos y violentos, es la que emerge de la fractura cristalina, creando esa raza casi perdida de los místicos, que tienen un sonido calmo y perdurable de la paz, y cuando canta, no es estridente como la buitreria y sus aguijonazos, digo picotazos... sino, que emerge de la tierra y la espiritualidad, como un australiano, didyeridú. Por no hablar de otras criaturas terrenales, peludos, zancudos, arrastrados, rotatorios, veloces, voladores, vamos seres a manta.
El gran Oscurecimiento siempre está ahí, rondando y drenando la naturaleza de las cosas, como una espiral de muerte. Incluso en The Dark Crystal, the Age of Resistence, coexiste con elementos tan inocentes, como se significara y contase tras los telones caídos del tiempo con aquella pérdida de Barrio Sésamo, donde los niños no tenían porque enterarse, pero si comprender que es, no existir o dejar de ser...
Los residuos, se convirtieron en pequeños Ernie´s, revisitándonos en un viaje triastral, piramidal como los vampiros que succionaban la esencia de los visitantes de Marte, en aquella película (casi experimental) del director Mario Bava. O la frialdad en la alimentación de aquellos seres de la visita exánime en Lifeforce, que nos forzaban a mirar al cielo, como miraron los seguidores de H.G. Wells u Orson Welles, y más allá, junto a Tobe Hooper o Steven Spelberg... todo se conecta, por tierra, mar y aire. Por no hablar de ataques arácnidos o los numerosos zombies, que no tenían conciencia de sus actos, llevados por sus impulsos, más básicos, aunque realmente estuvieran manipulados a distancia... Bueno, simplemente por la mirada compulsiva y salvaje, de George A. Romero.
El Oscuremiento siempre estuvo ahí, desde que George Lucas se conectara con Jim, por un momento en sus vidas, sintiendo que los midiclorianos eran un factor a tener en cuenta, para esa Fuerza Vital, que engendraría unos seres unidos, contra el Lado más Vader, o Dark Sidious. Otro Emperador de narices, con todos sus técnicos alrededor, secuaces como apóstoles del mal y la barbarie de una estirpe milenaria, mientras la voz de sus ecos suena en una batalla galáctica.
Entonces, aparecen las voces significativas y alguna reconocida, de intérpretes de carne y esencia, como el conspirador Simon Pegg, polivalente en diferentes espacios Mark Hamill, por no hablar de la candidez de Sliivs Vikander o Anya Taylor-Joy, y visitantes de otros mundos, como Jason Isaacs, o Helena Bonham Carter, y un cantarín Taron Egerton... Hay gustos y caras que ocupan este cristal, para todos. En todas partes, en el mismo espacio y tiempo. Brillante o sombrío.
De ahí se alimenta, aromáticamente la sangre inocente de The Dark Crystal, tiene fundamentos, aunque no lo queramos ver, porque nuestra perspectiva es la transparencia, la inocencia infantil de los trucos de magia y la espiritualidad de la unión en el todo. Cuando los depredadores, miran la carne y se relamen hasta los tuétanos, digo los espolones.
Esta es la misma historia, un poco antes de la gran ruptura, tensada por la misma cuerda de entonces, vista con el mismo ojo único de Aughra, una bruja muy Avería... y expresada con diferentes tendones, que son los mismos, la misma sangre, la misma luz y obscuridad. Igual esfuerzo y talento en perspectiva, que es la nuestra, quizás con vuestros hijos o nietos, revoloteando con sus mandos actuales.
Espero que siga deleitando a los pequeños y algunos monstruos actuales, sino sería un desencanto del encantamiento generacional que era ver una de aquella películas o abrir un tebeo o cuento, blandir una cuchara y creerte un paladín para salvar a las princesas en peligro, prometidas o comprometidas, depende de su carácter y capacidad de entresoñación... y no caer en la tentación fácil, dejarse llevar por lo práctico visualmente y dejarse atrapar bajo el influjo del reino de los ordenadores o las consolas. Es decir, perderse en la esencia que nos trajo al mundo y acariciar aquel peluche regalado, que no hicimos caso, claro, y no pulsar el botón.
A muñeco regalado, no le mires el diente... ni los pies.
Todo tiene su medida y sus tiempos, aqui en Thra, todo nos inunda con sus colores y melodías, nos hace recordar la música de Trevos Jones, los recuerdos de Sesame Street y el aprendizaje natural, sin perversiones, ni manipulación ideológica... la movilidad pétrea del Laberinto, los bailes de Bowie enfundado en un traje casi sideral, y los fabulosos Fraggel Rock con el sonido de Don Gillis...
Todo nos recuerda sus manos, por su compañía y la sonrisa de aquel niño, recordado hasta el infinito como Jim Henson.