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jueves, 11 de noviembre de 2021

Snowpiercer. Season II

 


Winter is comming! For ever... o no!

¡Qué jodío Wilford, tú si que sabes de perder la cabeza! Rodeado de putas, drogas y... ¡tus normas!

Y con él, dictadorzuelo, se acerca una extraña dolencia que afecta a algunos exploradores de la verdad... el no saber dónde meterse ante la cruda realidad a nuestro alrededor. Especialmente, en el sentido político y social. Parece que todo el mundo oculta algo...

También en el aspecto médico, ya que algunos seres humanos poseemos algo parecido a una alergia al frío, que prolifera en distintas partes de nuestro cuerpo y nos deja inutilizados... Ojalá, algún tipo de injerto que nos protegiera de todo el dolor causado, en cuerpo y alma.


Ya han sucedido alrededor de 20 circunvalaciones terrestres en el Rompenieves, cómo pasa el tiempo y no parecen envejecer, es lo que tiene la estrella. Pero, se aproxima un choque estructural que simboliza dos formas opuestas de gobierno, cuando en el cómic, significaba el acabose. Pues  realmente, el parasitismo es una filosofía de vida, compleja sociedad entre seres que se benefician o alimentan, unos de otros... como aquellos. Más unos que otros...

También significa, la primera aparición de Mr. W, en esta serie para Netflix, antes de caer abierto en canal, realimentado como un ingeniero de las post-verdad, que se regocija en el nihilismo y el totalitarismo.

Aunque a mi parecer, se va desdibujando en algunos ámbitos, el retrato del engendro, a medida que se produce el advenimiento de una nueva situación política y sociológica. Pese a los esfuerzos, o ligerezas medidas de Sean Bean.


En esta cadena bicefálica y heterótrofa, es decir, dónde la cabeza del inquilino se alimenta de la producción o capacidad energética, que procesan los huéspedes... se convive con más o menos daño en la estructura simbiótica. Como un alargado nematodo metálico.

Él es el gusano que repta... la enredadera que asfixia... el virus que se esparce. El ocupa sin frenos.

 

Ahora, Snowpiercer vuelve a diseñar una división, en su interior. Una enfermedad endógena, como tantas otras veces se condujo en nuestra historia. Mientras una señal del cambio futuro (como una estrella en el horizonte del Hollywood ochentero), se manifiesta en la asolada soledad y les va señalando una posible ruta o camino, a la salvación...

O esperanza al menos, si Ël, omnipresente fagocitario, lo permite.

Lo artístico de la segunda temporada, ya es otro cantar, de los cantares horrorosos.

L´Arpenteur, el cómic.

La eterna locomotora, es una filosofía oxidada de la metalurgia litúrgica del caos, esto es, casi transformada en una religión catatónica. Puro énfasis idólatra.


Existe un término que definiría el novedoso ecosistema, que es la foresis, referida a una especie de comensalismo, en que elementos de una especie se aprovechan de otra, en este caso dos supervivientes con diferente ideología, utilizándola como medio de transporte subvencionado. Un águila imperial de dos cabezas, que funcionan como parapeto, guía o rémora.


Por otra parte, los serviles al poder, son adeptos a un nombre propio, resuena en el tiempo. Circulan entre las sombras, que somos todos, como miembros alienados de la modernidad en la nube, disfrazándose de sádicos inmorales o  psicópatas con pieles de cordero. Sirven  de acólitos de la palabra, en un circuito circular demasiado permeable y polar, sin establecimiento de leyes, sólo castigo. A la congelación...

Hasta ahora, habían estado sofocados o liberados de la carne, para cometer sus negocios en un mercado de transacsiones internas. Quitando algún elemento divergente que cometía los más abyectos crímenes y era juzgado con medidas contradictorias. ¿Te suena, no?


Este cambio climático no es al uso, al dictado de lenguas climatológicas que lo habrían vaticinado en el pasado; ni producto apocalíptico de una guerra nuclear; con bombardeos a distancia propios de la guerra fría; sino que fue un designio de eventualidades producidas por el desarrollo y la catastrófica intervención de científicos, curiosamente... Circunstancia renovadora que terminó acelerando todo el proceso de glaciación o bola de nieve terrestre. Es decir, la nada blanca. Bola de nieve terrenal.

No es el caminante, pero Él, construyó la locomotora (o eso pregonaba) y sus principales habitáculos, la ley rígida, los generadores de alimentos y el calor, preparados para el frío presente a perpetuidad y esa estrategia futura contra el hambre, hasta que se halle una nueva línea de supervivencia. Aquí en la prisión metálica, o el exterior.

Sin embargo, la fuente de las enfermedades contagiosas en la novela gráfica, poco se sabe, ni del cuerpo de exploradores para el servilismo... ni de las ratas, salvo en la boca de una. Más caminante que científica, mujer, por aparente definición del nuevo porcentaje. Cadena de probabilidades en género actual.

La masa inculcó la rígida normativa, que imperó durante los primeros meses y definió el abordaje de la nave, esperando otros piratas, y guiado con mano dura... Más bien congelada, como un corazón en criogenización. Salvo cuando se pone, de verdad.

Se enclaustró a supervivientes por necesidad de procreación, sobrecalentando el Motor Eterno que les alimentaría de una fuente energética inagotable, a bordo con la resistencia, la música de no se sabe dónde, y la ciencia.

Surcaron la vía circundante de sus próximas vidas, sin saber cómo llegaron hasta allí, las diversas culturas. Zarandeados a través de una inmensidad de hielo, con caparazones resistentes y drogas, en segundo término en la serie. Como los pelos, la carne y los virus.

Se fomentaría la lucha como en el cine, con sentido menos coreano, mamporros a temperaturas inferiores a los 100º bajo cero, para mantenerse caliente, marcando un posible camino sangriento para los exploradores. En esta ocasión, no les veo.

Aquí más sola que la una, Melania.


Sin embargo, ésta, es una ´nueva` sociedad alimentada por tecnología, de las ideas seccionadas. Una guerra continuamente fraccionada sobre aquellos 994 vagones dependientes, gobernados por un caótico sentido de la democracia popular. Hasta nueva orden... ¿mundial?

Ser o no ser, esa es la cuestión... creer o procrear.

¿Es el mañana? ¿O será un retrato programado del presente, aquí en nuestra realidad?

Del cómic visionario franco-belga, se desprende esta sensación terrorífica del ocultismo, o repetir los males del ayer. Como si una figura prepotente y radicalmente sugestiva, se levantara de la tumba y retraernos a un momento execrable de nuestra existencia. Porque el sonido del nazismo, aquí mucho más matizado, repiquetea al lado, como un depredador con forma de nave nodriza, se acercara a la despensa trasera y terminara convirtiéndose en sanguijuela. Un carroñero, un microorganismo parasitario, de acción y vocación.

En este punto abyacente, próximo al colateral caos en serie, el nombre propio de W, susurra su dialéctica prohibicionista, para recordarles quién es el que manda. El que ordenó en el pasado, antes de quedarse anclado a tierra. La Tierra que, por un instante, parece querer darles un respiro, aún demasiado gélido... pero menos, según las balizas.


Su poltrona...

Libertad, o control.

En el interior, sin una esencial tripulante y los parámetros del cómic, todo empieza a caldearse como una tinaja de agua caliente que empieza a hervir de sangre y amenaza con salpicar a una población sobreexcitada. No sexualmente, que es una broma. 

Un grupo que se ve arrastrado por un líder. Un alfa con dientes de pega y cinismo, porque la selección última, se ve caricaturizada y perdida en un valle tormentoso.

La fe, contra las denominadas escorias, un paradigma de beneficiencia distrófica y rebelión de masas... siempre aduladas o pagadas, en la realidad.

Aún existe la esperanza, pero sin control, no es nada.

O la amistad que no se siente verdadera en la serie, sólo un efecto plañidero y torrencial.


Las emociones se sienten como un truco falseado, entre aquellos que estudian las coordenadas de salvación y las temperaturas, vigilando el exterior, y los fantasmas. Excepto el aspirante a dictador de nuevo, que va arrastrando su pensamiento fagocitario y el posible control de la máquina, con una sensación de capear las contradicciones y la interpretación de Sean Bean, entre la severidad y el nihilismo. Cada vez, marchando a peor, hasta los demenciales últimos capítulos y mi pérdida de racionalidad mantenida hasta ahora.

Patética valentía, forzada en el retrato de la contrarrevolución, como la violencia de los rebeldes... De los que buscarían hogar bajo los copos de nieve, ya que no parecían hallarse en el ambiente ultra-gélido, que el cómic llevaba a los últimos términos. Mucho más pesimista y condenatorio para la humanidad.

 

Esta especie dúctil de cavernarios, inteligentes con problemas evolucionistas, se alimenta con el invento maquiavélico de la literatura clásica, que se adhiere a su personalidad, como un tornillo, de un ser monstruoso. Y su novia, ecléptica de piel y nervios. 

El tren es un ser vivo, como ellos, adaptándose al frío, sintiendo fatiga, seccionado, independiente, solitario con dos cabezas... bajo una piel de Frankenstein engendrada desde la genética y su... ¿pareja? Separados para conformar una nueva especie, el superviviente, escamado. 

En fin, todo parece calculado, demasiado controlado y aseado, hasta el piratismo, perdiendo la noción del tiempo y la obra que versiona muy libremente. Salvo, nuestra propia mente... que engendra barreras fundamentales, parapetos artísticos, descubriendo la muerte de la personalidad. Porque, por contra, la tv los ha cambiado, a los personajes digo. 

Aquellos exploradores realizaron un viaje de otros tiempos con perspectiva casi esclavista, rondando los rincones recónditos de la existencia, en una performance de riesgo hacia la metafísica, y de demostración masculina; mientras que la producción de Bong Joon-ho, se va convirtiendo en el tren infernal de la resignación y la perseguida identidad femenina, en diferentes piezas.

Invitación a mercadotecnia del nuevo orden, la actualidad genérica en ascenso, la sexualidad en ramillete y violencia, pidiendo perdón, casi como invitada silenciosa. También estéril, un investigación científica sin atractivo, ni visual, ni doctrinario,como la inanición mental de los personajes. En fin, un pequeño vertedero en expansión, caca de la vaca, motora.

El excesivo control de los márgenes, traiciona a fríos monstruos y sus nuevos poderes, a la imaginación del personal. La soledad del héroe/heroína es una válvula de escape, para no aparecer, mientras los demás piden perdón por los errores cometidos en el pasado o las decepciones futuras, persignándose demasiado. Los miembros cercionados de este tren, difícilmente van a regenerarse, ni tendrán lo oportunidad de hacer el amor... o la guerra.

Los hombres empiezan a parecer cubitos de hielo, ¡heroínas al poder! La hija es un continuo vaivén, ser o no ser traidora, lloriqueos familiares... ¡habemus perdido el control.


Desgraciadamente del género apocalíptico, va quedando poco, el espectador se embarca en el gran negocio del sentimiento, sensiblero. Un tren que no para, hasta quemar el combustible o que una fémina, lo detenga.

De las muestras de debilidad, adicción o prepotencia, pasamos a la esperanza en una distopía social y política, y luego al pirateo. Donde se margina a los desesperados, en la tele, se mancilla la ingenuidad del pagador o, se vulnera el lazo de sangre en desafío. Naufragando en la enfermedad mental y los pocos arrestos para el cambio, es el suicidio. Nos vemos arrastrados, a la ideologización o culto al poderoso, sin sentido marcado, simplemente a través de un control megalómano que no avanza en la serie, ni aterroriza ya.  Al final parece triunfar el servilismo como consumismo y las dudas... de todos. Sobre todo, a esta parte del sillón, acelerando hacia el fracaso en segunda y, marginalidad en última etapa.


Ya no existen los niños héroes, ni a un lado, ni a otro, ni los sentenciados. Sólo una cloaca de kk. Esta es la otra cuestión, basura, en un panorama con 1034 vagones desnortados.

Palabra aventurada y congestionada en una Miss Connelly impoluta, sin daño físico, que empieza a verse algo perdida en papel dominado de joven. Se siente una científica en una ratonera... Vale, ya paro...

¡Vaya globo aerostático-emotivo, ¿no?

La Búsqueda de Libertad.

Entonces, articulado por sus clases sociales de antaño, este tren parece casi perdido. Es un mecanismo que chirría y amenaza con descarrilar.

La historia recontada va dando bandazos y nos vemos atados por sus espacios, las funestas relaciones humanas en los receptáculos comprimidos, las sensaciones de pérdida en el argumento... Esta libertad, no tiene lugar, dónde sentirse cómoda.


Todo son avalanchas prefabricadas, vacíos de un cálculo de probabilidades, improbables, distorsiones mentales de la supervivencia, heroísmo pirata, falsas estrategias de paz mundial, reorganización familiar y amor libre. Vamos, opciones relativizadas de una libertad, que no puede llegar muy lejos, porque empieza a parecer un antiguo blockbuster.

Para intentar alcanzarla, al igual que aquella gran mujer sostenía en la mano, su llama, la antorcha de las emociones libérrimas está bajo cero. Las venas se nos abren, al enfrentar los focos de rebeldía o tiranía, porque el extremismo no tiene demasiado fundamento. Va perdiendo su gracia, y la sobreactuación va en aumento exponencial.

El pasado, el presente o el futuro, nos va consumiendo... sin importarnos la trascendencia del apocalipsis climático alrededor, ni siquiera a bordo de una maquinaria inmortal. Por ahora... ¡Cuidado, otro abismo en el horizonte!

¿Eres un libertador, o te transmutarás, en una especie de superhéroe? O al revés, un tirano sin escrúpulos... de pacotilla. Esa es la verdadera cuestión, e histórica, en apariencia.

Aquí, ahora, la libertad es un mero ir y venir, mientras que el poder transita entre anfitriones y huéspedes, caprichosamente, pasando de mano como en un videojuego, donde los acólitos están embarcados en una insufrible batalla, de querencias y desapegos. Cuando la realidad está dominada por el dinero, lo materia, y el llanto. 

La monstruosidad, caso perdido también, debería residir en las voluntades, sean de acero o de hielo, que es la vida misma, engendrada por un cómic visionario; no un raíl inconsistente, de retratos genéricos o estereotipados. Quizás, un traslado virtual por imposibilidad del presupuesto, por poca verosimilitud claustrofóbica, o por debilidad en las mentes pensantes, sus directores al cargo. No sé...


El caso es que hay poco espacio para las reacciones extremas, ya hay menos de 3000 pasajeros y eso los esparcería matemáticamente, en 3 por vagón, a excepción de los dedicados para otros menesteres de la fabricación de alimentos o la producción emocional... Es decir, física inconsistente, que también existe... como los amantes de Teruel. Tonto ella, tonto él, decían en libertinaje... En definitiva, poco creíble todo.

La libertad debería ser una mujer, pero empieza a ser invisible, que no se moja ni mancha. Otras aparecen caóticas o desdibujadas, y los hombres a su lado, más. Los sentimientos se exhiben sin frenos, a pañuelo quitado, pus rueda la lágrima fácil, los encuentros se llenan de fragilidad narrativa, el papel se acaba, sólo va quedando un cenagal de emociones para clínex. 

Una guerra tonta entre secta y rebeldía, una tormenta genocida que tiene un espejo en el pasado, y se rompe en mil añicos, una noche de cristales rotos, que brilla como un mar de lágrimas. Qué pena, Mambrú se fue a la guerra...


Es delgada línea, esto de la búsqueda de la libertad. Aparece y desaparece, borrosa como la historia o cambiante como la ideología enfrentada en los libros quemados.

Entonces, pareciera que esa libertad es imposible. Especialmente, con la muerte rondando entre dos bandos enemistados de por vida... o lo que queda de los inestables resistentes, en otro corte profundo con el cómic.

Aquí y allá, viajando entre redes, luchando y desangrándose, congelándose en el invierno, en el interior de 994 vagones, enjaulados... más 40 ladrones adosados a la cueva. Menos 10, qué se yo, ya. Xdios, la máquina sagrada es un cuento.


La Semilla del Llanto.

Un despertar significa aventura, pero también puede ser un aviso... de muerte. De nueva división.

Menos de 3000 almas en pena, más una mínima cantidad funcionando aparte, como enredadera que exprime... u oprime, tratándose de la humanidad. La sección es un corte en el panorama, cuando las lágrimas se multiplican en su vagar vacilante, saltando charcos, porque es el único remedio a este scifi. 

Esta es una máquina lacrimosa, que deja atrás ataques de pánico social, enfermizo y de horror, pareciendo todo en ella, más sentimentaloide.

Excepto los monstruos de la manipulación de siempre y su contexto... bueno no, alguno también se comienza a derretir.

Disminuye la sangre y aumenta la sal. 

A la vez que se intercambian e infectan las versiones, de uno y otro lado, se propagan los pensamientos sensibles y se resignan los deseos pecaminosos... Aquí llora hasta el apuntador, hasta las prostitutas... o el ser de hielo, hija de caulquier Prometeo vagabundo. Frankenstein, parece un chiste en deformación.

Llora Otello, llora Yago, Perséfone... llora Hades, que empieza a condenarse en este infierno. Se pliega la piel que habito, los ojos se caen a jirones, como en un vuelo lisérgico de la batalla perdida, de un replicante de piel. 

Duelo entre nuestros propios fantasmas. El peligro en el ambiente, es húmedo y salado, corrosivo para los personajes, que hacen propósitos de enmienda, infinitos. Nos inundan.

Se dejan arrastrar por sus debilidades, pues los hombres también, son los que más lloran ahora.

Estábamos tan acostumbrados a vivir sin sobresaltos, que saltó el resorte de la sensiblería y no hay quién la pare. Estábamos tan calentitos en la climatización circundante, que no nos dimos cuenta, de que el calor provenía de la vergüenza de las palabras. Como el hambre de las colas en el exterior... 

Los asesinos con sus cuchillos en la carne, sollozan porque no tienen alma para el mal, hundiéndose en la miseria. Los familiares de víctimas, se sienten perdidos y descabalgados de la sociedad, que se resiente en un estado que patina. 

Los adeptos con manos entrelazadas, intensifican dantescos folletines de visionarios, todos displicentes, como los políticos envenenando el aire, proponiendo nuevos crímenes de poder... ciencia en malas manos, impersonal. Jueces y fuerzas de la ley, en versión desnaturalizada, No me hables que no te veo. ¡Llorarías!


Los padres, monstruos, madres, heroínas, hijos e hijas, enjugando sus lágrimas, hasta el diluvio universal, ante todo este ambiente glacial, traumas en la función fronteriza de la realidad... familias distópicas... amor de garrafón. Monstruos de cera derretida.

Los acomodados comiendo bien a la carta, los burgueses intentando llamar la atención, por encima de ellas, sus posibilidades digo... los trabajadores intentando no caerse, también metafóricamente, hacia un paro desorganizado y la fuerza bruta... los pobres abandonados a la cola de Dios. 

Todos circunvalando su extravagante universo de lágrimas.

Esto es Snowpiercer, season II, un poco descorazonadora narrativamente... un abismo de pasiones, en declive. Cada vez menos distópica o apocalíptica. Estoy a punto de sacar mi pañuelo... y decirle adiós, buen viaje.

Soy el hombre sin brazos del circo... Como decía aquel y Tod Browning. El regreso dos o viaje a ninguna parte... O exhibicionismo de baratillo, para una fuente desconsolada de fieles, en serie. Freakys!

El Amor Fati.

Es algo peligroso que debemos enfrentar en la vida, para lo que debes estar preparado, como las circunstancias entre el frío, el cautiverio y el hambre. Llegando de imprevisto...

Dos máquinas tirando en direcciones complementarias, pues se funden en un organismo, otras dos, corazones unidos en familia, manipulando en opuestas circunstancias vitales. Similar a la maternidad y la relación embrionaria en crecimiento, que puede convertir a la hija en némesis de la madre. Ventrículo contra aurícula, buscando entre sollozos, su propio latido.

Es Rowan Blanchard, un ejemplo circunspecto de la actualidad, representante de la cuestión feminista y el activismo político, salido de un castillo de Disney.

Pero, son las auténticas heroínas, en la Tierra y en la pantalla de ficción del Snopiercer II, incrementando su posición con más lágrimas. Esto es así, de aquí al Terminus ya mencionado.

La otra parte del amor, el hombre, se muestra como un ejemplo empañado de rivalidad política, piratismo automático, execración antisocial y buenismo. Todo nos lleva a comentar... que es un bendito y santo barón.


Toda la pasión, más allá del amor familiar y la maldad, del nihilista, recae en la interpretación del gran creador de las diferencias y la manutención de ellas, esto es, Sean Bean. El actor que se pone los batines esclavizadores del tiempo y las pantuflas ensalivadas, con un deber y un saber hacer que te deja helado. O quizá es que no te acuerdes que, fue uno de los que gritó en la tele, "Winter con W, is comming!

Winter de Wilford, menuda serendipia artística de consonante y doble diferencial de la muerte, sin cabeza. De andar como padre ideal y prota descabezado a las primeras de cambio, sorprendiendo a los no lectores... a una presencia casi inesperada, lobo alfalfa desnortado, bañado en sangre, amante de puta. Como condesa vampírica que sustrae la esencia de las víctimas, y recicla su poder. Cosas de Psicosis, neuronales.


Evidentemente la serie decae, pues no resiste los embates de lo catastrófico en el tema alienado del individuo, ni la sociedad, ya que nos vamos separando de la ciencia ficción y el sentido post-apocalíptico. Por descontado, de cualquier muestra plausible de horror... hacia ese orden del día que significa, la necesidad por los pucheros.

Excepto en momentos puntuales, en los que se ofrece turbación psicológica en transiciones utópicas, un baile dispar con la prostitución de alto standing, algo de realidad virtual de tapadillo con el cómic, y la dominación del dictador. Una pizca de ciencia genética del caos, la perturbación de la culpa, exacerbada al máximo, los cambios de roles intoxicados, la vacuidad de la adicción, y un revolución improvisada... que vuelve a empezar. Como Garci en la tele, pero con menos gracia que éste.

El amor no podría resistir tantos embates, ni cambios de estrategia, se escapa como una rata en un mundo sin humanidad. Él que se veía condenado a vivir como ratas.


Por tanto, si bien el amor es un regalo, también puede mutar a maldición, como en tantos cuentos y mitos. Y en materia de supervivencia, sentirse una necesidad. Que puede convertir al serial killer en un encuentro de plañideras, o enfoque de poco calado metafísico y menos horripilante. Algo que acaba partiéndose en dos ríos incontenibles, incrédulos, la vía aciaga y el espectador. 

Debido al aspecto circunspecto de sus posiciones extremas y relaciones superfluas, o por la condición encajonada de sus vaivenes por los vagones. Muchas veces, parecen saltos inconcretos e inconexos... como caer a un infierno en blanco y negro.

Snowpiercer se está desarrollando como un agujero negro, del que no escapa ni dios. Ni la ex-novia, ni el Gólem de hielo, ni los piratas modernos... rendidos en medio de un holocausto de las emociones.


Fuegos fatuos... fantasmas. No se prende, ni la pasión de los amantes, ni el revolucionario, ni la represión... ni siquiera resiste ese amor, madre e hija, tras un odio irracional que se representó y esta visión inerte tras el cristal.

Vaho sobre vaho, inconsistente en la ventana, goteando para hacer un charquito.


Futuro... Piel sobre piel quemada, de eso, la humanidad sabe demasiado... Son los restos del incendio, cuando no existe humanidad. Sino, incompatibilidad excéntrica y mediática. División con el resto, palabra del ególatra. Sólo que en la realidad actual, son lobos solitarios en cualquier sentido, a costa del dolor. De ida y de vuelta... o fundiéndose en manadas.

El hombre doble V, de victoria personal e involutiva, es uno de ellos.

En definitiva, la aventura del scifi y las distintas pasiones, versionadas del cómic libremente o en cautividad condicionada por los elementos, se retratan como una prisión casi permanente. En función de unos f/x falseados y algunos escenarios, no los exteriores que, aunque escasamente monumentales, ganan en dimensionalidad esférica. Y especialmente también, por el peso de la estructura narrativa, en ese decrecimiento metafísico constante, al tran tran.

Al igual que las dimensiones humanas, que quedan constreñidas en el paradigma del lloriqueo y son un penar en el horizonte, de los sucesos emocionales profundos. 

La significación del aventurero solitario o aventurera, perdida, será el todo... o la nada. Acierto o panorama desértico de la decepción de este porvenir. Una duna distópica. En tres actos, ¿o no?

¡Seguro!, palabra de máquina.




Cinemomio: Thank you

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