En otra era remota de nuestra
realidad, lectora, existió un hombre que se levantó en su propio idioma, al
ruido generado por las balas y los cañones… Esos que tantas pesadillas
despertarían en las familias de Europa y el resto del mundo.
Para ellos, crearía una epopeya
apocalíptica que cautivó a las diferentes generaciones, debido a unos
reconocibles protagonistas y composición de las sagas mitológicas
centroeuropeas, dentro de un paisaje regado por la luz y amenazado por la
obscuridad. Una esencia destacaba maliciosamente sobre el resto de presencias,
a la que denominaron entre otros muchos calificativos como El Señor Oscuro.
Bajo una corona ponzoñosa, se instala
la figura transfigurada en dos o tres edades consecutivas, dependiendo del
tiempo transcurrido, desde que aquella primera Guerra de la Ira. Donde el
malvado Morgoth superó en las sombras, al embaucador Sauron y se alzó en el
reinado de la Tierra Media frente a los todopoderosos Valar, creadores de este
mundo. Mientras que los Maiar – como el propio Sauron, o los opuestos Istar o
magos -, conformados por la mano del dios único Ilúvatar, debían servirlos para
transformar la creación en una forma material.
Ambos se enfrentarían en el pretérito
del pensamiento de J.R.R. Tolkien y los episodios trágicos de la Guerra
Mundial, para establecer al opresor de las razas, según aquella otra figura
tenebrosa y trágica. Morgoth, sombra del Melkor, consiguió extinguir la luz de
las Dos Lámparas, sumiendo al mundo en las tinieblas y expandiendo su poder
absoluto por los diferentes reinos o comarcas, conformado su temible ejército.
Con artilugios mecánicos, que infringirían un enorme quiebra en la moral de sus
enemigos. Pero, los Valar se afanaron en construir Valinor…
Hoy, en la actualidad de mis
visionados, nos encontramos a pocas fechas de la festividad de la Natividad,
con el nacimiento de un ser celestial semejante a aquel Ilúvatar del cuento
fantástico de Mr. Tolkien. Que comenzó su historia mitológica, con un sencillo
recuerdo: “En un agujero en el suelo vivía un hobitt…”, un pequeño, o mediano,
ser, que se convertiría el héroe por excelencia de nuestro tiempo, y a la vez,
balanceado por aquella corrupción venenosa del Anillo Único, para dominarlos a todos. Estos son Los Anillos de Poder II, en su lado más oscuro.
John Ronald Reuel Tolkien…
Aquella frase separada en el tiempo,
se transformaría en la imagen protagónica del cuento en 1932, cuando Mr.
Tolkien – el abuelo…-, escribiría el Hobbit, este sin nomenclatura aún. Nacido
en Sudáfrica, por motivo de los negocios de un padre comerciante de diamante y
piedras preciosas, que serían arrancados de la tierra mítica, hacia el Banco de
Inglaterra. Próximo hacedor de mundos.
Pero en el clima asfixiante, su padre
fallecería a causa de una fiebre reumática, mientras que la familia había
escapado a los rigores del clima africano a las nebulosas de Londres. Y el
joven John se criaría encantado en la campiña del pueblo de Sarehole… que
sería, a su vez, el escenario trasladado a las fantásticas escenas y daría sus
pasos en el conocimiento de las lenguas, aprendiendo el latín a los 4 años de
edad.
Idiomas y mitología, se convirtieron
en sus especialidades, hasta llevarle a inventar nuevas expresiones y lenguas,
hasta que ya huérfano a los 14, se instalaría con un sacerdote católico del
Oratorio de Birmingham, como tutor… Y conocería a la Galadriel de su vida,
Edith Mary Bratt, a la que el padre de fe, prohibiría su consulta visual y
sexual, hasta los 21.
Así que el joven Tolkien, se
concentró en sus estudios de lingüística mundial, donde descubriría al poeta
Cynewulf y se quedó prendado de una de sus coplas llamada, Crist: “Salve
Earendel, el más brillante de los ángeles, enviado a los hombres sobre la
Tierra Media…”. Fue el impulso esencial, para su primer gran personaje,
salvador de hombres y elfos, conocido como Eärendil el Marinero. Hasta idear
mediante el transcurso de una travesía por los Alpes suizos, el inspirador
relato de Bilbo Bolsón en las grandes Montañas Nubladas, al norte de su Comarca
y lejos del Ojo de Fuego, que se levantaría amenazante en la distancia de Mordor.
En consecuencia, sobre aquellas
sangrientas trincheras, aquejadas de insectos y enfermedades contagiosas, el
soldado John, perdería a una gran parte de amigos y marcaría el carácter
pacífico de sus pequeños habitantes de pies grandes. Y claro está, de él mismo,
como ciudadano y novelistas de fantasía, coraje y espada. Contra las mismas
fuerzas, que pondrían cara y manos, al Mal, con mayúsculas.
De Morgoth a Sauron.
Un cuento de lectura nocturna y
onírica para sus hijos – entre ellos el relevo de escritos victoriosos,
Christopher Tolkien -, se erigió como el más famoso e internacional mito de la
lectura Juvenil. Sin embargo, la editorial de su época, no vio posibilidades a
aquella historia conocida transversalmente como El Silmarillion, quedando relegada
en un cajón al rescate de sus cromosomas.
Y en 1954, nacería El Señor de los
Anillos y su leyenda mítica, y los fans inmediatos trasladaron sus inquietudes
al creador Tolkien, para saber si los Balrogs, además de dominar el fuego
interno de la montaña, poseían las alas de un dragón… Y entonces a través del éxito, se publicaría
toda su obra, no recopilada aún, y a su posterior muerte, una inscripción
habitual en la lápida junto a su amada… Edith Mary Tolkien, Lútien –una
doncella eterna, 1889-1971, John Ronald Reuel Tolkien, Beren – un simple
mortal, humano enamorado -, 1892-1973.
Pero ante la liberación del Silmaril,
los personajes idealizados entre el Mal y el Bien, pervivieron para siempre
jamás en nuestra memoria… Por ejemplo el que fuera Ainur, raza poderosa creada
por Ilúvatar, sería derrotado durante la Primera Edad, por el sirviente
acólito, conocido como Halbrand, que luego sería Annatar, Señor de los Dones,
Gorthaur, y El Nigromante, Señor Oscuro,
Señor de Mordor o El Señor de los Anillos, durante 16 mil años, sólo superado
por el viejo simpático y poético, – una deuda de las épicas películas de Peter
Jackson-, el esperado Tom Bombadil. Otro de los portadores del Anillo Único,
forjado en el monte del Destino por el creador en las sombras, de aquellos tres
élficos, los siete de los reyes enanos y los nueve de los, débiles Hombres…
Que, servirían al jefe, como temibles Nazgûl.
De los actores que interpretan a
estos personajes en la serie de Amazon Estudios y Warner, ya hablaré en
próximos episodios, porque la Segunda Edad es extensa y dará para mucho… y
esperemos que bien, en ascenso místico y poderoso.
Los Tres…
Épica, fantasía y ciencia ficción,
encarnados en colores… El Azul que embellece todo lo creado y cura las heridas,
como aquella en que la Comunidad se mantiene unida, gracias a los cuidados de
Elrond sobre el curioso y deambulante Frodo Bolsón. Asestada por la daga
morgulesca del Rey Brujo. La sangre del Rojo, que inspiraba al corazón de los
seres con una fuerza espiritual y la solar, que Cirdan el Carpintero de Barcos,
cedería al recién caído de las estrellas y extrañado, cayado en puño mágico,
nombrado Gandalf, por fin.
Y el Anillo Blanco, la luz, de
Galadriel que mantiene su poder a través de la Segunda y Tercera Edad, para
reconocer al Ojo y mantenerlo bajo su escudo protector. Y al Negro, que
fundiría el mismo Sauron, con el poder de convicción para reconocerla y clavar
sus ojos eternos sobre ella…
Y no hay que escatimar, el poder Del
Verde, durante la denominada Edad de los Árboles, con los cautelosos y
sigilosos, pastores o Ents. Opuestos al Fuego, compañeros de las formas del
aire y el agua, que inspiran el aliento de lo natural y lo verdaderamente
relevante. La paz y el buen ambiente… en amistosa concordia espiritual y mental.
Aunque, el rojo también desata el
poder destructor, visitando sus mundos subterráneos o episodios vulcanizados
por venir, que no en el tiempo de las publicaciones y versiones en pantalla.
Que comenzaría con aquel documento inspirador, inacabado por el director Ralph
Bakshi, grafista animado de los Terrytoons, el gato Fritz, Fire and Ice – esta
vez sin Disney land -, y Cool World, antecedente de mezclas entre realidad y
dibus con Gabriel Byrne, la estrella creciente de Brad Pitt y la extraordinaria
brillantez en los cabellos de Kim Basinger.
Pero, aunque aún quedan rescoldos por
renacer en azul y el amarillo cantarín, y que sus discutidos showrunners en
primera etapa John D. Payne y Patrick McKay – amigos de infancia ante los
cómics de otro mítico Flash Gordon, del que trabajan en próxima versión -, se
resisten a todas las polémicas académicas o raciales, la serie no ha parado de
crecer, sobre todo en viscosidad primeramente y en obscuridad visual a
posteriori. Porque, está es visceralmente, la historia de Sauron. De lo que
esconde su mano y su corona, del emponzoñamiento que genera la decadencia y la
transformación… De algo, que no fue ni será. Un alma negra, vestida para la
ocasión, mandar y aniquilar.
Y del rubio elfo imperecedero de
Hollywood, que podemos desentrañar en el futuro… Brad Pitt es productor de la
nueva epidemia dirigida por Rick Fumuyiwa (a su vez de la serie Dope y The
Mandalorian), el ataque de El Tigre siberiano con Alexander Skarsgârd (The
Stand, Succession) y la nueva anomalía genética de Bong Joon Ho. Además de
participar en la producción de Bithelchús, Bitelchús… que todavía estoy
tratando de digerir y descifrar en frases o colores. ¡Tim, ayuda… me!
El Mago Gris… Blanco.
Como el polvo lunático, parecía… brilló
con Tom.
Hasta el momento, la literatura de
aventuras, había visitado territorios mitológicos, volcánico al centro mismo de
la Tierra, alguno allá arriba, cerca de selvas tarzanianas y kingkones
románticos, pero, sobre todo, poesías poenianas, episodios eléctricos y
conversiones monstruosas de la realidad humana. De las montañas de la locura,
hasta el mismo realismo mágico… de esos pequeños, grandes seres.
Sin embargo, algo estaba por cambiar
con el Conan el Bárbaro de Robert Ervin Howard y la magia de J.R.R. Tolkien, a
los que sin duda, marcaron episodios de Odiseas antiguas y otras hazañas
poéticas al estilo centroeuropeo, reproducidas de viejos cantares medievales. O
de la tradición escandinava, que también tenía su pabellón de dioses y
guerreros, casi inmortales… por no hablar de la leyenda en crónicas de 20
reyes, con nuestro, Mío Cid, Don Rodrigo. Muerto, o no…
Todos esos guerreros misteriosos,
tenían su parte inmaterial, abstraídos por la magia de su herencia en el mito,
entonando sus mismas canciones en trovas o ciclos operísticos. Y la fantasía
con espadas, creció con Tolkien de una forma más que sobrehumana, juntando en
un Compañía a los dioses, con los hombres, elfos, enanos, trolls, magos… reyes
y princesas, y esa especie que parecía mediana, pero plenamente feliz de conocerse.
Con el increíble Gollum a los talones… o el dedo.
Visitamos sus mundos paralelos, a
bordo de un ciclón hacia Oz, con zapatitos rojos, querríamos ser sus héroes, o
sus habitantes no humanos, como en Alicia en el País de las Maravillas, para
reencontrarse consigo mismo, en dos versiones… Grande o pequeño, y en colores
de Mr. Walt.
Así jóvenes lectores, salían de su
realidad – que ahora forma pesadillas en redes y sus tontunas -, para ser
arregladas interiormente, y no transformarse en extraños, monstruos de
Frankenstein. Por tanto, J.R.R. Tolkien e hijo, cambiaron las reglas de lo conocido
en lecturas clásicas y el terror, para transformarlas en una saga
incombustible, como una forja o fragua de Vulcano, Celembrimbor, nacido en
Nargothrond de los elfos de Noldor durante la primera Edad. Que fue en destreza
del metal, no mithril, primero Hefesto con sus autómatas y creador del escudo y
armadura de Aquiles. O el ígneo Kagutsuchi en la mitología japonesa, que daría
lugar a un grupo de bombarderos B-29, o el dios Ptah egipcio, artesano sanador
y destructor, que de Heliópolis salió derrotado en la religión por Ra o Amón…
si bien las grandes pirámides apuntan a él. Vamos, ¡un auténtico mago blanco de
la luz!
Y bajo la superficie, en la profundidad
del alma, crecieron levantando entrañas en las montañas, en lucha continua con
el odio y la tradición forjadora, Dorin y los suyos, quemando enemigos con el
hacha y entablando amistades imposibles. A los que la magia, negra y el fuego,
también, afectaron, hasta describir una espiral entre sus barbas, de violencia
y amor.
Sauron, ha sido un ciclo oscuro,
épico, más allá de aquella, casi imperceptible y recordad, primera entrega. Y
es la puerta, a la que nos hemos asomado, para esperar como agua de Numénor, la
siguiente… Hasta ese mundo terrorífico de la antigua Tierra Media, donde los
héroes están en fase de confirmación, con las versiones más juveniles, de
Elrond, Galadriel y, especialmente, Tom el Matusalén en leyendas antiguas de
Tolkien junto a Gandalf.
Y el Bestiario.
Lo viscoso rima con las coagulaciones
y la putrefacción en fauces y corazones, de manera que se convierte en una
jalea infecciosa, que marca a todos los seres de la Tierra Media. Mas, forma
parte intrínseca de ella, pues sin su existencia, no tendría sentido esa Luz.
Mientras en los cielos azules, el Sol brille… Se elevarán lluvias de flechas,
filos de hachas y brillos reflejados en espadas, afiladas como colmillos de las
bestias.
En el sentido imaginario, su
producción es toda una rivalidad entre razas y animales fantásticos del ayer,
con los cuerpos fibrosos de los últimos siglos, con aventureros y grandes
atletas, con diversas capacidades. Los otros entroncan con las fábulas, con
villanos hambrientos de almas o carne, chupadores de esencias, depredadores de
mitos heroicos, que recorrían campiñas y montes, asustaban a ciudades del medievo,
o disolvían en el fuego en forma de distopías o pesadillas.
En el Bestiario tolkieniano, se dan
cita los más clásicos trolls, que funcionan pútridos en versión más compacta,
que son uruks u orcos, de nueva generación. Espumarajos del pasado en bocas malignas,
que se prenden bajo la piedra o se sientan metálicos como la parca o aquella
marca que indicaba la muerte para los piratas de La Isla del Tesoro. Del
Dragón, no hay más que decir, viendo la compañera de viaje en Smaug o La Casa
del al lado, del otro R.R. Martin, George.
Depredadores de enormes colmillos,
garras volantes, y demás rotundos acorazados de músculos, de hueso o peludos…
arañas, águilas gigantescas, huargos, seres viscosos de las profundidades,
tentaculares al estilo de Lovecraft, o enredaderas venenosas. Deslenguados
cometruchas crudas… Y él, vigilante, en todo lo alto, como ojo que todo lo escruta y… ¿controla?
Al alba regó con su manto de
desesperación y guerra, pringoso óleo de matices irracionales, fascinado con
artefactos de destrucción, casi masiva, probaturas genéticas de
monstruosidades… y enfocado en las negritudes del alma de las razas y sus
extravagantes mezclas, también sus raras parejas... Y sus intrínsecos odios…
que en Arda estuvieron, junto a la música de los Ainu.
Y por el contrario… Todo Cambió.
¿Para siempre…? ¿Qué dura inmortalmente…? Al menos, durante 8 capítulos más,
estaremos engendrando la venganza y el ansia de poder… Los Anillos en sus manos
diferentes… Muchos y separados, como jodidos estandartes políticos… y sus
colores, en continua guerra incivil. La famosa diáspora seguirá… Por los siglos
de los siglos.
La obscuridad del odio, versus la
esencia de los Silmarils. E ¿Isildur?… parece flojo. ¡Ese guerrero, enamorau de
la lunaaaa! Pero… hijo mío, ¡estás en Babia!
Seas grande o pequeño, siempre habrá
un mañana. Coge tu escudo y tu espada, ¡te necesitamos! Sigue leyendo y sueña…
Por la lírica de Tom, las lenguas de Tolkien, la banda sonora de Shore… y los
versos de Lorca. ¡Próximamente en sus pantallas! Gracias.