Adaptando a Stephen King.
Asunto peliagudo (nunca mejor dicho), éste de adaptar las novelas o historias cortas elaboradas por la mente desdoblada del novelista, porque la suerte de sus protagonistas (además de estar echada o tendida en un catre) ha recorrido los rincones o laberintos más inhóspitos que hayamos recordado, entre el acierto y la crítica feroz. Desde aquella magnífica representación del terror familiar y la angustia femenina, que nos invadiera en 1976 y salpicara gratamente con la mirada de Brian de Palma y Sissy Spacek; hasta la horrible repetición de la novela en 2013, la poco diseñada filmación de The Cell, o la caída a los infiernos de la nueva versión de It y las terribles entrañas de una comercial Torre Oscura.
Cualquier argumento puede pasearse a ambos lados de la balanza, entre el bien y el mal, como siempre haya imaginado el escritor en su cabeza y sentido en su corazón tenebroso, no obstante, el mismo Stephen King tuvo que postrarse herido, para recuperarse de un desgraciado y extraño accidente de tráfico, mientras paseaba por la cuneta de una carretera. Increíble, pero cierto... a veces la ficción se convierte en desagradable realidad. Como los protagonistas, más reales que en otras ocasiones en su literatura y el cine, se trasladan con sus vicisitudes escabrosas a la pantalla de televisión, a través de aciertos de sus directores y la producción de Netflix. ¡Hágase, la oscuridad! Aquí en la tierra de King.
The Gerald´s Game.
Cada espectador tiene sus películas favoritas, a la hora de adaptar las novelas de Mr. King, seguramente muchos coincidiremos en señalar que, las primeras fueron las mejores experiencias con el terror psicológico, o al menos, las más entrañables en nuestra época infantil o adolescente. Desde la ya mencionada Carrie y sus traumáticas enseñanzas, la mente en blanco del escritor o enfermiza del padre de familia, respecto a la creación con la sensacional The Shining del maestro Stanley Kubrick, pasando por los divertidos cuentos de Creepshow, la fuerza de la mente en The Dead Zone de David Cronenberg o la ferocidad del instinto depredador o rabioso, caracterizado en un San Bernardo llamado Cujo. Todo el aroma de sus historias, deambula por las mismas tribulaciones o características terroríficas que nos han asustado o torturado, mentalmente, durante más de 50 años de escritura literaria y grandes best-sellers.
Examinando algunas de esos desarrollos, pasados y presentes, se puede observar que el terror psicológico se activa en las mentes de sus protagonistas, como un asalto inesperado en la noche tenebrosa, donde la entidad familiar se ve acosada por las más diversas causas, con voraces animales o muertos vivientes, rabiosos seres o frenéticos especímenes del inframundo, la psicopatía del ser humano dicotómico, los ambientes sobrecargados por la educación o las creencias religiosas, la superposición de dos universos distorsionados, o la propagación de rumores, sentencias, obsesiones, rarezas, complejos, desequilibrios, enfermedades virales, soberbia... etcétera.
Por ejemplo, engañar o confundir a su público, con esas piezas cinematográficas confusas, que intentan adaptar las reglas básicas y que, con mayor o menor compromiso, se olvidan de colocar sobre el tablero del juego ideado por el escritor de Portland. No es el caso de la presente y la siguiente protagonista de mi comentario, más televisivo que de costumbre.
Nos hallamos, en los subterfugios de la mente, ante la misma disyuntiva patológica que antaño con Carrie, la degradación o el abuso de poder sobre la mujer. The Gerald´s Game es la penúltima adaptación de un relato corto, dirigido por el director nacido en Salem, Mike Flanagan, correcto ideólogo de películas de ciencia ficción, como Absentia, Oculus o Before I Wake, y protagonizado prácticamente en exclusividad por dos representantes de la actuación genérica y la representación teatralizada, con forma de pesadilla.
En el Juego de este Gerald, interpretado por el canadiense Bruce Greenwood (Gold, Kingsman) y próximamente en el filme de Steven Spielberg, The Post, se propone un juego de apariencias y acoso que acaba vertiéndose sobre las sábanas. Una reducida estancia, que propone distancias insalvables y resistencias homéricas, ante la causa bien atada, de la principal protagonista femenina, encarnada (y encaramada) por la actriz Carla Gugino. Contrapuestas interpretaciones, dos a dos, con cuatro mentes, repleta de cuestiones relacionadas con el desarraigo o desamor, las desviaciones sexuales y un juego que, a menudo, termina convirtiéndose en acoso y violencia.
A través del horror psicológico y una fantasía, más onírica que surrealista, el propio guion de Flanagan recrea aptitudes de supervivencia de aquella Carrie engañada, el instinto animal de Cujo, la desaparición familiar e intelectual en Misery, o las conversiones fantasmagóricas de elementos compatibles con el consumo de carne humana y el gore, como cementerios vivientes y demás habitantes del submundo de King. Nociones colectivas que arraigan en la cultura literaria de terror, aproximándose a lo más cercano u horrible, ante esa percepción de lo sobrenatural y desconocido, como la propagación de nuestros propios miedos y la voluntad para arrinconarlos en la nocturna vigilia.
La trama avanza a mordiscos, desangrándose a cada poco, e intenta dar una respuesta más razonable, que convincente en la resolución de la propuesta cinematográfica. Sin embargo, te deja prácticamente amarrado a la butaca hasta el fin.
Para ello, utiliza el mecanismo del pensamiento claustrofóbico, no inusual en el novelista, y superpuesto a la convicción o esa fuerza interior que posee el ser humano para soportar el sufrimiento, de formas inimaginables o imposibles. Sea, esta fortaleza, física o sobrenatural.
La supervivencia, frente a lo irracional o lo abusivo, a cualquier coste, tanto mental como espiritual. Una pareja en posición delicada, subdivide el fracaso personal, promovido por erráticas decisiones en la convivencia, mediante una estrategia inverosímil, maniatada sobre una cama y observando la degradación de carne putrefacta (y lacerada como la conciencia), esquematizada con una representación gráfica del condenado a la crucifixión, en este caso, femenina. Aunque la fe, tendrá más que ver, con la fortaleza o la resistencia psicológica a las distintas formas de Oscuridad, que a motivos religiosos o la idea de un ser todopoderoso.
Así, nos mantienen de la mano de Mr. King, amarrados a radicales circunloquios sobre la confianza, el respeto o el amor, también discrepancia sobre las pasiones secretas o experiencias sexuales más inconfesables, hasta desprendernos de prejuicios o esas cadenas individuales o sociales.
Por que en la noche y los sueños, se van derramando una retahíla de situaciones insospechadas (a veces, algo cansina en circunloquios) a partir de otra especie de rompecabezas o juego infantil de preguntas y respuestas, a dos lenguas enfrentadas sobre las pesadillas.
Paralelamente al contexto de la pareja, el horror se va apoderando del angustioso escenario de depredación animal y la depravación psicológica, a partir de aquella proposición sexual, de la que no recordamos ya, absolutamente nada. Solamente puede quedar un ganador y, en cambio, juegan dos perdedores en pareja. Donde la historia se aferra a esa resistencia de la mujer, sin un componente altamente ideológico, que utilizará cualquier resorte a su alcance o increíble, para combatir todos aquellos agravios o heridas no cerradas.
Heridas en forma de monstruos, acosadores o depredadores del género femenino, en un juego terrible e individual, disfrazado con las máscaras del terror tradicional. Desde representativos conceptos de soledad, la ruptura o el miedo a la oscuridad, hasta cualquier otro territorio común a esas entidades clásicas que pulularon alguna vez, por los entresijos terroríficos del universo marcado por el novelista norteamericano. Ya que la sugestión de los espectadores, procede de la fuente del desconocimiento o el engaño de los personajes (incluido el caracterizado por nuestro querido Carel Struycken en una vuelta física y de tuerca.
Al final, es fundamental, el contexto reducido, el odio creciente y la percepción de mecanismos sangrantes de supervivencia, en el fondo y sobre la superficie del lecho, hacia un desdoblamiento de la personalidad. Entre ese miedo intrínseco y la angustia respecto a un mundo, que se derrumba social y éticamente a nuestro alrededor. Por contra, el problema de esta interesante puesta en escena inicial, es el desarrollo desaprovechado en el juego de Gerald, en cierta forma, se transforma en una bifurcación idealista del pensamiento que adolece de gracia, no de suspense.
Tanto depredador como víctima, acaban provocando una pérdida sensitiva del espectador, con esos aspectos visuales de confusión narrativa, o el juego que termina en venganza, donde destaca una interesante o delicada actuación de Carla Gugino, esencialmente.
Pero, que el hecho cortante, precipita las apreciaciones del horror y las circunspectas expectativas del público, pues los términos de las diferentes resoluciones posibles, se dirigen a una conclusión improbable, científica o médicamente.
Por fin, el argumento termina desangrándose sobre las últimas secuencias del filme, que sin leer la fuente original, hubiera sido mejor proponer el "the end"... sin demasiadas explicaciones.
Así, el juego vaga hacia la pérdida emocional, sobre aquel colchón que intentara amortiguar dichas desviaciones, como la reiteración del ensueño o los diálogos oníricos a dos bandas, los condicionamientos atmosféricos y psicológicos, se apagan con las repetitivas perspectivas de su comprimido montaje. Como los esfuerzos de actores y sus multiplicadas miradas, o ese primerizo interés del espectador, se estrella con la realidad, aunque estuviera presente en la idea original y final de la novela, que reconozco desconocer por completo.
Sin desmerecer, la producción The Gerald´s Game merecía otra alegórica resolución, como la profesionalidad del director y su forma teatralizada de encarar la odisea o pesadilla genérica, como fuera la resolución de aquella dramática y luchadora, Carrie. En mi opinión, sólo hubiera sido necesaria la explicación sobre la primera pieza del puzzle... el desengaño. Lo demás, la ´lógica` fantasía o el terror, territorio del sueño o la mente.
1992.
Por supuesto, de un juego de poder, a otro del que deriva la violencia y donde también participan los mismos protagonistas, Stephen King, el odio o la falta de comunicación, y Netflix.
y aunque, estas palabras suenen como un eco en tu cabeza, taladrándote con historias de terror sobrenatural o gótico, similar a aquellos relatos escritos en primera persona y salidos de la pluma de otra época... 1922 es un número.
No una puerta o dirección, sino un factor histórico que me resulta atractivo por sus extrañas combinaciones, desde el terror psicológico que esconde una historia escrita por Mr. King, a las condiciones ambientales de aquellos felices años 20, todavía sin suicidios mediáticos. Denominación de una etapa económica de prosperidad y esperanza. Hasta aquel maldito Jueves, justo antes de la Gran Recesión y detonante de aquel crack que terminó con los sueños de muchas personas. Si bien cinematográficamente, las características de un juego entre el gato depredador y el ratón, devorado por el queso en su trampa, es mucho más crudo y terrible que un crudo invierno, lleno de frustración, instigación y de culpa. Porque del personaje de la anterior historia, obligado a permanecer atado a una cama, pasamos a otro tipo de enfermedad mental que simboliza la degradación personal del individuo y el fracaso de las relaciones, también matrimoniales, al igual que otras tensiones familiares de nuestras sociedades modernas.
Curiosamente, sobre los artificios sacrílegos en la perspectiva de otra cama.
Medio siglo antes, una primera ola de agricultores con deseos de aferrarse a algo tangible, aprovechó la Ley de Asentamientos Rurales para apropiarse de las tierras de los nativos, sobre el estado de Nebraska, en el futuro sería denominada como la tierra "donde comienza el Oeste". Sin embargo, ahora, el granjero Wilfred James de mirada sincera, pero turbia como una mancha imborrable, reclama para su ´familia`, los derechos legales sobre el hecho de una reivindicación que facilite el futuro de su hijo Henry. Aunque, dicha reclamación apueste contra su propia carne... carne de un futuro que empieza a pudrirse en la fría oscuridad y en su propia mente.
La producción extensiva de cereales, fuera de las áridas badlands, es la base de la economía de estos viejos sufridores y nuevos conspiradores, sobre la faz ennegrecida de la pequeña población de Hemingford Home. Mientras, la esposa discrepa y reclama su libertad comercial en un ambiente que te inquieta y sobrecoge, con la intención de instalarse para siempre en la gran ciudad, la Omaha de sus sueños. Que terminará humedeciéndose bajo la sospecha conspiranoica y la condición nebulosa del alcohol.
Cualquier resonancia del pasado, excepto los pensamientos de la infancia frente a un asesinato en aquella pequeña joya titulada Cuenta Conmigo, las percepciones enfermizas de la desasosegante Misery o las realistas reivindicaciones de Dolores Clairbone, te lleva a una época más actual en nuestra sociedad del siglo XXI. Más cercana visceralmente, que la recóndita y apartada situación de los personajes de esta atmosférica 1922, efectivamente producida y elaborada narrativa o conceptualmente.
Pero, a la vez, transitando por los cuidados territorios de la literatura universal y arrullándose en el regazo oscuro de Edgar Allan Poe, el sacrificio y el sufrimiento. Desde esos quejidos entrelazados con plumas de El Cuervo, tan duro como la cabeza de un conspirador, hasta los barriles de amontillado en macabra venganza o las enfebrecidas elucubraciones del amor romántico, aquí sin resonancia. Tan solo en el pozo putrefacto de la maldición, en contraposición con Ligeia, o más explícitamente, con relatos dramáticos y asfixiantes como El Entierro Prematuro. Y sobre todo, cargados de un peso en la conciencia, las visiones de un Gato Negro o El Corazón Delator. Así de grande, para mi gusto literario y fílmico, anda la cosa...
De Profundis, la psique humana. Ante el título clasista del relato, nos retratan un horizonte plagado de campos de maíz y sangre (ecos lejanos de aquellos malvados chicos), en un ambiente totalmente rural, empequeñecido y básico en educación, no tan comprimido por el escenario ni los matices de la producción como el anterior, porque se abre en un abanico de notas asilvestradas, detalles mortales y rojos atardeceres, con reminiscencias a aquel sufrimiento de la mente de Poe.
Nota sincera, es la descomunal interpretación de un actor de Baltimore, Maryland, que reproduce un gutural y amenazador acento, un Thomas Jane (The Thin Red Line, Magnolia) alejado de la imagen del héroe, que ya nos asustara dentro de una escatológica invasión, de ambiente "stephenkingniano" con Los Cazadores de Sueños o la distópica Niebla, y próximamente tras las huellas de The Predator, junto a una rompedora pareja Yvonne Strahovski y Jacob Tremblay. Aquí en un cuento de terror, que recuerda a los seres rudos y malévolos de Charles Dickens, ahora que estamos a las puertas de la visita navideña. El horizonte se cierne cerrado como la mente árida de su personaje, nos dicta con pasmo y la memoria de aquellas fábulas contadas en primera persona, como se convirtió en un conspirador... o emergió la imagen de un cazador, cazado. Simplemente magistral, en la reproducción de los dejes, las especulaciones psicológicas y los estados de ánimo.
Aquí, en la dimensión agrícola del cerebro, nos guía por el terror clásico, el director Zak Hilditch (The Toll, Las Últimas Horas), para relatarnos al oído, hacia el fondo de nuestro ser, las intranquilidades de la mujer evolucionada emparentada en una simpática actriz canadiense y luchadora madre, Molly Parker (American Pastoral, House of Cards), la debilidad juvenil del hijo interpretado convincentemente por Dylan Schmid, cuya primera experiencia en el cine fue en el filme Horns; y las conclusiones extremistas de un conspirador, que de no ser ésta, una producción televisiva, o mi opinión estar tergiversada por la escasez de visionados de cine, recalcaría como ´posible y merecido` ganador de un Oscar por su magnífica interpretación de radical fracasado y contador de relatos, visitado por el recuerdo. Uno plagado de dientes, frío y fístulas... ¡he dicho!
Un triángulo de tensiones acumuladas, similar a una bifurcación truculenta de Dickens hacia la angustia de Allan Poe, o la transmutación metafísica en el campo del sueño de una lechera con perspectivas inciertas de futuro. Como aquella involución psicológica del escritor llamado Jack Torrance, alterando sus percepciones de legalidad, frente al amor paternal o las manifestaciones inteligentes de un ser racional, arrebatado en brazos de la locura en el interior del Hotel Overlook... rememorando los recuerdos y otro número, el 237 de aquella habitación.
Como dije, 1922 no pertenece a una puerta abierta a la imaginación, sino que destaca por su ambientación apocalíptica, dentro de un mundo interior, cada vez, más y más oscuro. Solitario... un ejemplo visual o perspectiva del mal, en el contexto de una fecha concreta para la historia de EEUU, donde los personajes describen las tensiones de una perspectiva hermética, un alejado futuro en el medio rural, con participación de un matrimonio roto y sus disputas territoriales o emotivas, más, la consideración teórica y confusa de un hijo entregado al poder absoluto y corrupto. Un triángulo tan estirado y extremo, que se rompe en pedazos, con las decisiones catastróficas que terminan en crimen familiar y avisado a trazos. Un atardecer rojizo, que no matiza las intenciones ocultas, un vistazo a una mirada enfermiza y colérica, por su realidad distorsionada tras la paredes. la ojeada al mango de un hacha sobre el tocón, clavado sobre sus anillos, una tapa de madera cartesiana frente al porche de su hacienda, que podría convertirse en la tapadera de la vergüenza familiar o la culpa, y el mango hiriente de un instrumento de cocina. Nada romántico por supuesto, sin embargo, comparable visualmente a las distorsiones oníricas de Poe, en aumento imparable hacia las tinieblas personales, e igualmente descrito con precisión literaria... aunque, menos quirúrgica de lo deseado para algún pensamiento demasiado alegre, a priori...
Hemos dejado el instinto animal de Cujo y la postración obligada de Misery, mutado por un asco visceral, el odio patológico y la mente conspiradora del hombre. La posesión sin aceptación se oscurece en repugnancia y sonidos de elementos escatológicos o naturales, que residía en las diminutas e insistentes mandíbulas del Alimento de los Dioses o Willard. Ante la decepción y la desgracia de un antiguo compañero, ´descarnado` por un siempre interesante actor como Neal McDonough, conocido por aquella terrible Ravenous, su aparición en Star Trek, Minority Report y Banderas de Nuestros Padres, o protagonista en series como Arrow, Agent Carter y Legends of Tomorrow. Muy recomendable su diálogo ante el gélido ambiente de la decepción y la repugnancia.
Todo tan cambiante, tan tenebroso, que parece increíble que el detonante fuera un práctico y simple cambio de planes. Dos pareceres tan divergentes como encontrados sobre los muelles oxidados de una cama étilica; mientras el conspirador corrompe los oídos inocentes, alza la voz que se confunde en la noche como un cuervo negro, porque la oscuridad no acaba más que empezar sobre su cabeza, goteras y nieve, recrea futuras conexiones emocionales con películas sobre bandidos del tipo Bonnie & Clyde, ahora sí con un romanticismo llevado a la exageración... ¡aquellos malditos dientes!, resonancias del Spider de Cronenberg, negras como las alas compungidas por el miedo, la soledad, herméticamente encerrado en su propio desvarío psicológico y una decrepitud física... ¡Nunca más!
Imparable descenso a los infiernos, con procesos oscuros de un Eclipse Total en sentido contrario, locura aún sin Cell, Plymouth Fury´s o ´Dolores`, y más obcecados que una mirada a La Ventana Secreta. Apuntes rememorados de la conexión del mundo literario con la reflexión o la patología narrada paralelamente, percepciones fantasmagóricas que se tocan en la oscuridad de la mente, semejante a esa sensación de una constante amenaza, aderezada con chillidos estridentes y penetrantes, como una mordedura sobre la carne, y en primera instancia, la exhibición de un horror con reminiscencias góticas en tonos y profundas perspectivas de espanto. Porque, inversamente, 1922 posee memorables actuaciones y se materializa en ´resplandeciente` adaptación de un cuento de realismo terrorífico por el director Hilditch, el canal de televisión Netflix mezclado de cine con mayúsculas y el rescatado novelista Stephen King.
Aunque, inevitablemente como la muerte... no los veamos cubiertos de oro.
Castle Rock Series.
Tráiler Small Crimes, de E.L. Katz.
Tráiler Proud Mary, de Babak Najafi.
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jueves, 7 de diciembre de 2017
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