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jueves, 13 de noviembre de 2014

Locke.


Una noche sin manos libres.

Aquella noche, un tono de llamada del móvil todo lo puso en movimiento. Al otro lado de la comunicación, un hombre de gesticulación ruda se ponía al celular.
- Hi, I´m Ivan Locke!


Pero, curiosamente lo que parecía ser una película atractiva y de acción trepidante, se quedó colgada a la escucha de un nuevo aviso. Tan solo hace unos meses, Ivan Locke no pensaba que su vida cambiaría de una forma tan radical y repentinamente, y sin apenas moverse de su asiento al volante.
Pues, aquello que sustentaba su esforzada vida como técnico de la construcción se venía al suelo, no por el hormigón endurecido con el que levantaba sus edificios sino por las decisiones que había tomado en algún momento concreto. Errores o decisiones críticas, lo suelen llamar.

En la película Locke, el director británico Steven Knight se conecta con su personalidad doble de guionista para adentrarse en la dirección de su segundo largometraje. Y, paradójicamente cuenta con la personalidad de un actor como Tom Hardy (Warrior, El Caballero Oscuro: la leyenda renace) que se reconoce por sus dotes interpretativas y un aspecto físico llamado para empresas colosales. Sin embargo, Knight se propone otra visión muy distinta para su protagonista, entre deslumbramientos en la lluvia y luces intermitentes en la carretera como si fuera un espejismo o ilusión.

Es singular que un filme con un puñado de personajes que entran y salen constantemente de la historia, sin embargo no aparezcan visualmente en ella. Porque la totalidad del aspecto fotográfico recae en las sensaciones de su encorsetada filmación, y en la fisonomía de Hardy que ofrece un recital de gesticulación y estados de ánimo, en una interpretación casi perfecta.
Aunque, como diría Edgar Allan Poe, allá por el siglo XIX: "No tengo fe en la perfección humana. El hombre es ahora más activo, no más feliz, ni más inteligente, de lo que lo fuera hace 6000 años". Y a esa supuesta fe, que el hombre es más activo dedicándose a muchas cosas sistemáticamente, sus momentos de ocio, sus relaciones, el trabajo, su familia... pero, no ha demostrado ningún atisbo de resultar más inteligente, ni mucho menos, feliz.

Como todo intento de perfección, el filme Locke con su simbología de irrealidad demuestra que algunos aspectos repetitivos en las imágenes que retrata, no son favorecedores de los momentos dramáticos del argumento, muy al contrario se embarca en un viaje monótono de sonidos y reflejos en nuestro vidrioso ojo, como tics que resecan e irritan por igual.
Está claro que el director nacido en Marlborough (condado de Wiltshire) quería acercarse a la city londinense, en una apariencia fantasmal y para ello, le corta las piernas. Porque Tom Hardy, se coloca en el asiento de piloto y observamos sus gestos de cara al espectador a través, desde fuera y dentro del parabrisas, demostrando que el músculo no está reñido con la personalidad y el saber estar.

Durante algo menos de hora y media, se propone a un Hardy con amplio abanico de registros y expresividad gesticular, igualmente que su voz en todas las tonalidades de dolor, duda, profesionalidad, enfado, desconfianza, ira, angustia, tristeza, hilaridad, compasión, locura, irreverencia, debilidad o resignación. Con aquellas otras voces de rostros que no aparecen, más bien son etapas en el transcurso de su éxodo hacia otro lugar.

Todas esas palabras que conforman la historia de Locke provienen de personas que no conocemos, pero que se hacen imprescindibles para que el interés del espectador no se venga abajo, por falta de una planificación anterior. Para ello, el guión en las ´manos libres` de Knight se vuelve la parte, iba a decir más importante, más bien única que alimenta el motor de esta película. Por tanto, es una pena no reconocer el bello rostro de su compañera Ruth Wilson (El Llanero Solitario, Saving Mr. Banks) o Olivia Colman (Arma Fatal o la voz británica de Arrietty); mientras que por el lado masculino nos hallamos un buen número de actores británicos de diferentes registros y generaciones, proponiendo sus voces como acompañamiento a Hardy.
Ellos son Ben Daniels (Jack el Cazagigantes, Andrew Scott, Danny Webb (Alien 3, Sherlock), Tom Holland (Lo Imposible) o Bill Milner (Son of Rambow, X-men: Primera Generación).

Por otro lado, Locke es un filme elaborado en un espacio reducido, semejante a otros que se verían atrapados en la mínima expresión de escenarios como El Coleccionista de William Wyler o Sola en la Oscuridad de Terence Young. Luego, vendría la recordada y magistral Cabina de Antonio Mercero, que lanzaría una moda de encierros y fosos o zulos, hasta llegar a la conocida por todos Buried recreándose en el reduccionismo de espacios.
Está escasez de movilidad puede producir un agotamiento en las formas de interpretación y su relación con el público, cansado y excitado por la repetición de planos, la reducida visibilidad o la limitación de espacio para actuar y colocar la cámara. Es un hecho que el director se encuentra con sus manos atadas, recreando la libertad de movimientos al celular del protagonista y produciéndose una paradoja.

La película en su totalidad es como este comentario que escribo, que parece entregado a las características de la acción (escueta) y por el contrario no se conoce muy bien la ruta de su argumento. Esto es, que lo aparente no es siempre el motivo para acercarse a un personaje, pues se puede estar produciendo una evasión de su finalidad, dando al traste con las expectativas creadas.
Está claro que el director demuestra su buen gusto por la conversación y la palabra (dadas sus aptitudes de narrador y guionista), y que Tom Hardy es uno de los actores actuales más singulares, paradigmáticos y virtuosos, con sus trabajos en el cine. Pero, el guión se ve arrinconado o en un punto muerto, cuando miramos por el retrovisor al camino recorrido... y no lo reconocemos.
¡Nos hallamos perdidos!

Todo el trayecto hemos estado mascullando con Hardy, metiéndonos en la piel de Locke y sus esfuerzos para hacerse entender a través de una aparato diabólico. Hemos aguantado, cláxones y luces caleidoscópicas discurriendo por gotas de lluvia en el parabrisas, soportado chillidos y llantos de sus hijos y las mujeres que han pasado por su vida, teléfonos de jefes y empleados jadeantes como perros ante la presa. Y aún así, estamos perdidos en un final que ha jugado con nuestras mentes, sin saber muy bien para qué.
Los viajes suelen ser de dos sentidos, hacia el interior o el exterior, como la comunicación que depende del emisor y el receptor. O nuestro amado cine.

Al menos, el recorrido no ha sido muy largo, hemos pasado un buen "o mal" rato con el protagonista de su aparente vida, aunque el resultado haya sido esquivo y diluido, como un fantasma en el asiento trasero.

- I´m Locke, Ivan Locke... and I´m very lost.
And You?

*** Pasable **

Cinemomio: Thank you

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