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sábado, 28 de junio de 2014

Fort Apache: El fuerte de Ford.


Fonda / Wayne, caracteres enfrentados.

John Ford fue un maestro de las historias épicas contadas desde su perspectiva de hombre forjado a sí mismo, hijo y hermano de familia numerosa, sus padres de orígenes irlandeses le educaron con la visión de su tierra natal, que luego el director americano se impregnaría en sus viajes y contactos con las raíces más puras de la verde Irlanda.
Su cine no es casualidad ni predestinación, ya que sigue los pasos de un hermano mayor haciendo su particular carrera en Hollywood en la incipiente industria cinematográfica, allí junto a él aprende los diversos oficios y la etapa de colaboraciones en el mudo le ofrece la posibilidad de crear sus propios guiones. Siempre con características cercanas a su tradición familiar y tocando géneros muy diferentes.

Aunque, no lo vamos a descubrir ahora y menos un servidor en este comentario, la aportación de Ford al western se evidencia desde los primeros momentos del mudo con su largometraje más importante hasta ese momento, El Caballo de Hierro. Luego, vendrían muchos otros configurándose como uno de los mayores directores en el género de los grandes pioneros del Oeste, junto a un grupo de actores fetiches y amigos, como el caso que nos ocupa en Ford Apache.

Sus filmes precursores cumplieron con una perspectiva más amplia que los simples rodajes de héroes a caballo disparando, en este mundo de los pistoleros, Ford hace partícipes a los personajes de la acción completando una interacción entre ellos poco vista hasta entonces, tras tocar géneros muy diversos llegaría en 1939 La Diligencia, dando los primeros pasos al mítico vaquero que lucha contra las circunstancias y las diferencias sociales para defender el honor de una dama en apuros. A la vez que rueda en blanco y negro, con los exteriores y escenas motorizadas en horizontal en el grandioso y épico Monument Valley.

En Ford Apache rodada en 1948 volvería a usar las conocidas técnicas de rodaje, eligiendo igualmente el blanco y negro (en esta ocasión desechando la opción del color que ya hubiera utilizado casi 10 años antes en Corazones Indomables), sin duda esta elección fue buscando la expresividad de los rostros y las miradas en su aprendizaje por el mudo. Si bien perdimos la posibilidad de los grandes planos en exteriores a todo color, Ford Apache ganó en el relato en corto y la profundidad de los personajes. Quizá llevado también por la película rodada por Raoul Walsh, de la cual hablaré más adelante.

Existe una confusión (casi maldición) por una parte de los aficionados al cine, que por otro lado va enderezándose con el tiempo, en creer que el género de vaqueros e indios es siempre lo mismo, caballos, persecuciones y pistolas. Craso error si observamos la ampulosidad de los personajes del cine fordiano, renegando de la simplicidad y del uso del revólver sin más, como un artículo de acción. Sus actores tienen un porqué y se mueven por unas coordenadas determinadas por su mente creadora, además de conseguir con los paisajes desérticos de la frontera entre Utah y Arizona o con los ranchos texanos, una figura argumental más dentro de la historia. Respiran como ellos.

Por tanto, el western en John Ford ejerce un parentesco con las batallas épicas de la historia del mundo, tragedias griegas o romanas dónde valientes o traicioneros guerreros morían con las sandalias espartanas puestas. Se desenvolvía en las escenas bélicas con un simbolismo cercano a las epopeyas clásicas, de familias unidas o desestructuradas según lo requiera la acción, de epopeyas entre la heroicidad y la traición, de asesinos implacables y defensores de las causas justas. La guerra transformando a los hombres en muñecos rotos y las jóvenes en ávidos buscadores de sangre o venganza.

En Ford Apache (y otros filmes de Ford) se describen las aristas que caracterizan su obra, sombras de una superficie que esconde el peso de una colaboración primera con el guionista Frank S. Nuguent (autor a posteriori de Tres Padrinos, La Legión Invencible, Caravana de Paz, Dos Cabalgan Juntos o Centauros del desierto, y fuera del western El Hombre Tranquilo, El Último Hurra, Escala en Hawaii o La Taberna del Irlandés; siempre con el maestro aunque también firmara por ejemplo Angel Face de Otto Preminger) una unión que formaría parte de la historia del Séptimo Arte.
Los grandes temas de su filmografía (recordar que Ford Apache forma parte de una Trilogía denominada de la Caballería junto a La Legión Invencible y Río Grande, relatos originales de James Warner Bellah coautor de otro guión de venganza y política en El Hombre que Mató a Liberty Valance), todo mezclado con unas secuencias de un costumbrismo familiar filmadas con claridad meridiana frente al polvoriento ambiente de batalla.


Los personajes no se circunscriben en un ámbito simplista, como he dicho anteriormente, las diferencias sociales y de rangos en la sucia confrontación por el poder político o económico, el romanticismo como una lucha de conquista y el valor frente a la profesionalidad mal entendida, son los ejemplos claros de la apabullante claridad mental de Ford. Así, se daría cuenta de la impresionante figura e importancia de las estrellas de cine, todo se resumiría en una respuesta que dio al preguntarle qué era el cine para él. Respondería: "¿Usted ha visto caminar a Henry Fonda? Pues eso es el cine".
Luego vería el especial carácter dramático de Fonda (tras su pasos mágicos por la comedia romántica, como por ejemplo Lady Eve) y comenzaría una colaboración de varias películas, con títulos como el Joven Lincoln, Corazones Indomables, Las Uvas de la Ira, Pasión de los Fuertes, El Fugitivo; y este papel inolvidable del Coronel Owen Thursday como contraposición al valiente y frustrado héroe del Capitán York, interpretado por John Wayne. Otro actor que sus pasos rezumaban puro cine y su figura es parte de la historia norteamericana.

John Ford capaz de coger al hombre más tranquilo y de ojos más limpios, y transformarle en un pobre en busca de fortuna, en vengador o severo, rozando lo cretino, militar formado en West Point y con ínfulas de grandeza casi real cegado por sus obligaciones. Imperial Henry Fonda.
Se trataba de hacer justicia con la vida profesional de unos hombres destinados a carne de picadillo, como la historia oculta de la versión pulcra y reajustada de Murieron con las Botas Puestas (sin embargo, entretenida película del antes nombrado Raoul Walsh), como dos caras opuestas de la tragedia. Guiones muy distintos, camuflados entre las plumas de las diferentes tribus indias, comanches, mescaleros y chiricaguas, unidos contra la discriminación y la alcoholización de sus guerreros atrapados en pequeñas reservas que cortaban las alas de sus dioses en la naturaleza. Gerónimo y Cochise luchando por sus llanuras con las mismas armas que vendían hombres sin escrúpulos en busca del vil metal.

Entre Winchester de repetición se escribe también la historia de una hija (casi en sus últimas apariciones interpretada por Shirley Temple) en guerra con su padre y el rechazo a un amor de diferente rango social. Un romance con un joven de apellido irlandés y miembro de la Caballería de EE.UU. como soldado del Séptimo Arte escondido por John Ford. Ante tanta confrontación, el director norteamericano nacido en una granja de Maine, ofrece escenas de humor a su viejo estilo depravado, con soldados de su nómina (Pedro Armendáriz, Ward Bond, Victor McLaglen o George O'Brien) hartos de sus años de lucha y de barriles de whisky (una alusión a los bebedores de la película empezando por el mismo director); y otras de un baile prodigioso en el que simplemente con el movimiento de los pies, sabemos de qué cojea cada uno de los participantes en la historia. Ya sean O´Rourke, suboficiales o coroneles flemáticos.



Henry Fonda y John Wayne, pareciera que tienen los posibles papeles cambiados y es el mayor acierto, por que lo bordan en su juego de gestos y miradas, desafiante uno y resignado el otro. La altivez elegante como los botones de la casaca y sus lustrosas botas, a juego con los emperadores de otras épocas en las grandes batallas, siguiendo con sus dotes de escuela para la táctica bélica llevada hasta las últimas consecuencias. Con su pañuelo bajo la gorra del regimiento, al estilo de los faraones de Egipto llevando a simples soldados de regimiento a la gloria o el infierno.
El ruido de la corneta en toque de carga y de órdenes ensordecidas por los rifles a bocajarro desde colinas de sangre, contra el silencio de una muerte que quedará callada por los escribanos, como aquella de Little Big Horn en 1857, cuando el general Custer y parte de su familia cayeron como consecuencia de su prepotencia. Victoria o el horror botas salpicadas por la sangre de fantasmas.

Este Ford Apache épico, tiene las grandes escenas rodadas al mismo nivel que los especialistas, espectaculares caídas de pericia en cabalgadura, galopes frenados por las balas desde la altura de un desfiladero de muerte. Sables en mano contra indígenas luchando por la dignidad de un pacto roto por la política y el racismo. La historia no contada con la sangre de unos valientes por la extralimitación de la locura del honor mancillado.
Muchos de esos muchachos de origen variado, irlandés algunos probablemente como el padre del joven teniente (con el rostro aniñado del actor John Agar) aliviado de su función junto a un John Wayne entregado al destino de la rendición. En busca de una paz que durará todavía en conseguirse. Y el recuerdo en sus palabras: Por todos aquellos soldados del regimiento, que no serán recordados por la historia, pero que estuvieron allí por su profesionalidad y acatar las órdenes.

Cuando un director italiano apasionado por el western, recreó los escenarios que hicieron épicos directores como Raoul Walsh, Anthony Mann, William Wyler o John Ford (algunos de la trilogía del dólar en nuestra Almería española) habían pasado 20 años del rodaje de Ford Apache. Pero, seguramente recordó aquel papel interpretado por Henry Fonda, y al iluminarse su mirada azul en Technicolor en los primeros planos de Hasta que Llegó su Hora (Once Upon a Time in the West o C'era una volta il West) tendría muy claro como sus ojos, del poder oculto en el bueno de Henry Fonda.
Sergio Leone le encargaría la misión de crear uno de los malvados más recordados de la Historia. Reminiscencia de un Coronel que bailaba al son que le tocaban. Fuera un vals o una harmónica.

Cuándo fallecieron estos héroes de películas, el cine perdió algo de su impronta real para crear mitos... qué gracias a los Hermanos Lumiére podemos seguir recordando en sus celuloides inmortales, como el Fuerte Apache.



John Wayne, Henry Fonda, y el matrimonio en 1945–1950 John Agar y Shirley Temple.

John Ford ‪winning the Oscar® for Directing "The Quiet Man":

Cinemomio: Thank you

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