Día primero
de Obscuridad Nocturna… El frío viene sin esperarlo, salvo si tienes una
afección en los huesos, comunicante… Crujido de ellos y del hielo quebradizo
bajo los pies, entumecimiento generalizado frente al Atlántico mirando a orillas
congeladas de una población de Alaska, con cuatro meses de temperatura media
entre los -4 ºC, hasta los -14 o menos; sin embargo, en aquella instancia de la
que Cohle renegó por esto, por el ascazo a la hibernación obligada, se rueda en
la más cercana y volcánica Islandia, sin apenas percatarnos… Frío igualmente,
¿o no? Pues eso… Otro día, que es noche, transcurre a esa sensación de invasión
temblorosa por dentro, a cerca de unos tonos del ambiente, con la movilidad
limitada, la mirada extraviada, el halo interminable, el dolor intolerable, el
alma, varada... como la enfermedad.
Más al
norte, a un estado más allá, del encuentro en la dimensión Fargo y sus espacios blanquifríos, el
comienzo es tembloroso y de una violencia visual que nos deja boquiabiertos,
pero es sólo eso… Huesos quebrados y frío… Y se acerca la tormenta, no
perfecta, sino nebulosa. Hielo radical nos rodea, espanta a veces como
movimiento radical, como pensamiento a la mexicana, de Issa López, su generala,
que no contagia enfermedad psíquica del pasado y sus terapias psicológicas, sus
encuentros interrogatorio; sino que inventa, manipula… traumatiza, quizás… todo
lo que el primer panorama, bajo el árbol, desentrañó como escenario macabro.
Sólo queda eso, más elemental que la materia orgánica, futurible a unos pasos,
resbaladizo, incongruente revelación, miope como oso polar herido, al wokismo
de rebajas de invierno, paráfrasis sin luminarias de la mente, instintos
básicos en deterioro, intelectualismo al filo del salvajismo, poco caustico al
cambio, frente a la esfera del apocalipsis climático, una natalidad bajo cero,
que es mundial… espíritus santos… fantasmas de alquiler. No me los creo, ni yo.
Todo huele
en Alaska a podrido y más, pues la gente se siente hastiada, escandalizada por
la banalización, asqueada por las teorías de la conspiración, de la ideología
que invade su horizonte blancuzco, la imagen desarrollada en la tecnología, no
aguanto esos vídeos sorpresa – de dónde salen cuando invade la violencia - ,
dentro de las cuevas del mal se derrumba el relato, no sirve para nada la
espera… mientras el hedor es un bloque, se resiste, cuando empieza a derretirse,
se congela… otro día más, a oscuras, salvo una luz eléctrica que es
responsable, como siempre, del apagón. Silencio suspense, acción, poco o nada.
Desnudo bajo
Cero…
La apodan
condado o tierra nocturna, pero la llaman noche polar, porque está cerca, claro,
en continente. Pero a miles de kilómetros del contenido, de aquellas tres
parejas, la original TD de la excelencia inolvidable y su aspecto metafísico, la
soleada recreación entre Colin Farrell que empezó a reflotar y Rachel McAdams
por una ficticia California, y la tercera TD la vuelta al salto emocional del
reloj con Mahershala Ali y su antítesis blanca Stephen Dorff, antesala de su
mundo y su colmillo Blade… ahora condicionado por ese iceberg de siluetas
macabras y algún temblor, que es espejismo, desde ya… desde aquel territorio
hostil, abierto tanto en lo físico como ofuscado en lo psicológico, que fue la
primera temporada de True Detective, con su inolvidable pareja multiplicada en
el almanaque… y sus cuernos, desde luego, pon celo en el regalo que nos
hicieron sus protagonistas. Todos y cada uno…
Pasa el
mismo, de las manecillas residuales y la materia en putrefacción, se controlada
por una mínima del interior, el deseo, el recuerdo, que no es lo mismo que
caerse a un boquete hacia el fondo de un mar oscuro y aciago, ¡no! Mientras el
viento, que era aquella espiral contagiosa, empieza a envolverte y traerte
loco, te aleja como una canción de The Beatles, un grupo que al personaje de
Jodie Foster, no encanta… sino espanta; y eso, ya empieza a ponerte un poco en
contra, porque a menos de una semana de esa nebulosa, en negro, comienzas a
sentir que, además del frío, te envuelve la indecisión, la poca estima por
todo, y cada uno de los principales protagonistas, ¡carámbanos! y hasta el más
esquivo del elenco. Vamos que no te caen bien, son meros cubitos sobre un glaciar
de emociones, de los que no interesa su viaje.
A estas
alturas, que no son tantos minutos de emisión, sientes la caída de los
Farhenheit en cadena, la estación cebra es un desencanto, y no sientes esas
referencias a películas primordiales como El Resplandor, en la nieve, ni de
lejos, La Cosa, en las dos versiones de la increíble historia del novelista
John W. Campbell; ni a la cercanía, en mi pedido, de las películas frías sobre
Stephen King, la tormenta anclada de Misery y su fobia fisionómica, inamovible,
La Niebla en otro ambiente invidente, las apariciones de Pet Semetary con
niños, el Resplandor de todo… la fría zona muerta de confort, y de la
reivindicación que indicaba, the Dreamcatcher, degenerando a los machos, en
ojos de un niño. Circunvalando el mismo Ártico, de aquella The Terror magistral
en serie, aquí muy desagradecido, mas estilizado en falso, vacúo, sin duende,
ni monstruo a la altura… ni de otros casos criminales sobre H2O en estado
pétreo, casi, como un chiste de viejos reumáticos, ancianos digo. Muñecos de
nieve en decadencia, snow angel de pegote, espíritus en pena de pacotilla,
Smilas acémilas… Y bajo aquel agujero abierto a pioletazos, se ve un retrato
oscuro sin fondo, que es el espacio de distancia donde emerge la obsesión de la
luz primeriza… en uno y en otras, como máxima objeción. Incluso odio, a todo
eso que palidece por el ambiente extremo de la violencia confusa, encaprichada,
hacia la extremaunción de una serie… que reniega de su costumbre y su nombre ¿Por
qué… por qué lo hicisteis? Maldita sea, cuarta generación de polis, inocuas “detectivas
fantasmales”… irrisorias, que disparan al macho como Marty hizo, ajusticiando y
poco más. Somos lo peor, of course, of corsos.
Séptimo día,
de cielos negros.
Me cachis,
menudo gripazo voy a pillar, no sé para que he venido a estos lares… sólo los
recuerdos me aguantan ya, aunque afectan a los sentimientos a grandes trancos,
trancazos… Con este gélido ambiente perpetrado por la Issa y Cía., de ideas que
salen entrecortadas, no con aquel mismo patrón, ni mucho menos, más bien cuadriculadas
como los cubos de hielo de un cubata desangelado, sin chispa, solamente, tal
vez aderezado con algunas gotas de un ácido potente, como una ilusión… que no
es nada. Un agujero de la conciencia de aquellos… Una semana forzada por la
nula comprensión, con presión de los minutos que pasan, y nada subterfugios de
su historia pasada, que no se deslizan al horizonte, salvo una bala de venganza
y ya… deslizamientos al azar de una ocurrencia, porque sí, porque lo valemos,
mientras, a los diálogos entierras bajo el permafrost de esas horas primorosas,
hace 10 años; o al menos, los
distorsionas a lo chabacano, sin el mismo patrón de lados paralelepípedos y
bien dimensionados, pasando a lelos, pocos, y lelas, muchas, que significa la
tendencia. Esto es un caos, no tan inimaginable ya, pues llevamos algunos,
resbalones entre nocturnidad y alevosía, que diría aquel… Nic, snif… ¿dónde
estamos?
El despertar
resulta una auténtica pesadilla, moldeada en hielo al principio, pero
reivindicativa y globalizada, en bruto oleaginoso posteriormente… y entonces
ves la rigidez en las formas, las palabras y los tiempos, que fueron el guión de
la semilla. Como al contrario del Faro de Fargo, o el otro psicosomático duelo
de Mr. Dafoe y Mr. Pattinson, sin hielo pero humedad mental a tope, que han i do desarrollando sus cinco grandes entregas con brillatez… te
acercas a una colisión inminente, colosal, que es un Iceberg de cuatro mil toneladas, de
impaciencia e inseguridades, insatisfacción que es esta versión de True D.… y
HBOMax, porqué lo desarrollasteis… ¿eh?
Amistad…
frialdad.
Amigos
éramos hasta que parió la abuela, nativa o no, da igual… porque el sexo no es
ni parecido a lo que sentimos en otras temporadas de vicios ocultos, ni de
peligro e irreverencia, ni de la acción, en planos secuencia inolvidables, ni en
los diálogos, ni nada… que esta producción a la par, no la entiende ni dios, ni
paria que se mee bajo un alud para orientarse, pues parece que no se enteraron un
pimiento ultracongelado en cámara frigorífica, como un montón de cadáveres apilados,
que ya no saben que inventar, para llamar nuestra atención. Es un mejunje de
órganos masculinizados, y poco más. Bueno sí, intelectuales, supuestamente,
xDio.
Y del otro
lado, ahí están, Mr. Harrelson y Mr. McConaughey, poniendo la pasta en no se
sabe qué, ni para dónde… y la esfera del showrunner ese, anónimo ahora, que se
desvanece ante el paraíso sombrío de los guionistas, la ya renombrada y sus
ataques raciales, genealógicos, poliédricos, nativos, ecologistas intragables,
cangrejas vs científicos, que son imbéciles, corruptos o criminales, sin más…
todos… de un elenco erótico-festivo, viciado, porque sí y ya está, qué para eso
soy el jefe o jefa, qué no importa una m… -lo que recuerden o piensen, lo que
expresen-, y las frases serán esquivas, no lucirán, ni se meditarán, se guían
por pasiones, inventadas, sin corazón, o demasiado según los intereses de las
sangres… y la forma sacrificada, es un no creer… ya no habrá dios que lo
arregle, ni limpie… ni del teléfono, ni del páramo, de Texas a Alaska. Ay mi
Nic Pizzolatto, gelato, de mente, un salto impertinente… Ay, mi Cary, Joji
Fukunaga, helado de frese, aromático, una
forma de rodar, que ni relame su huella, ¿dónde estáis hermanos…? Que no os
veo, ni siento. ¡Bah, vulgaridad de presente!
15 Días de
Obscuridad… ni frío ni calor.
Sólo faltaban
los vikingos islandeses por estas coordenadas, descoordinadas y obtusas…, menos
mal que no aparecen y reclaman su descubrimiento residual o imaginario… ya que,
en esta investigación, no queda un elemento de pie que resista los embates
oceánicos. Todo se hunde, salvo una que sale a flote de la mano imposible…
cayendo tal que un alud de fichas de dominó, sin orden metafísico ni fe, todo
suena a mentira. Es todo una ocurrencia, los asesinatos, un giro a ninguna
parte, una maldita broma… una maldición al infinito, un timo de conciencia; cambios
de praderas luminosas, hacia el blanco baldío, la obscuridad gana que renegaba
Cohle en su última contemplación… es insignificante aunque pretencioso,
casquivano y apologista del cambio, no climático, sino genérico. Al menos en la
cuestión de algunos repartos, inertes de tiempos, para un presente que no
soporta a ninguno de ellos, sus personajes - sus interpretaciones, sus reflexiones
en el papel, su historia en el pasado horizonte - ni mucho menos, su futuro. Una pesadilla
existencial, globalista, alienada, maniquea, una vuelta de tuerca patológica a
nuestras vidas fantasmales detectivescas… ¿true o no true?
Y este
iceberg no para de crecer, de colisionarnos, de enrocarse en sus maldiciones,
ya que la banda sonora es tan ininteligible, imberbe como el guión, que carece
de cualquier ritmo, que me acompañe lo más mínimo, en el sentimiento, ni recordando
otras pretéritas músicas de antaño. Me deja como un carámbano en remojo de
salitre, vaya. Ni la presentación de la serie tiene nada que aspirar, ni que
objetar, ni predicar, ni someter, ni significar, o discernir, que es el fin
último, ni soñar con aquello. xDio, sólo resta un exorcista, o diosa-maternal,
dentro de la nave Nostromo o Furiosa del desierto… o un pescador de almas,
Event Horizont. Esa mano, no te creas que vas a salir impoluto, sano y salvo,
tras meter en hueco gélido y salir cargado de ropa empapada de mujer, a pleno hostiazo
invernal, y cargar cuerpo hasta fuego. ¡Basta fantasma! Y prende, encima.
Ah, cuánto echo
de menos al oráculo de Rust Cohle, sus estrellas y el cerebro reptiliano de
Marty Hart, a puro vicio, que eran pareja de hecho, perfecta y no ésta, que es
un pura serendipia. Insustancial.
1 de Enero… a
Detective Nuevo, rey Amarillo.
Ocaso de un
horizonte polarizado, del amarillo al violeta, que es invasión cultural en perspectiva
isoscelítica. Claro que la violencia subyace del más poderoso, normalmente,
sobre más débiles, hombres contra mujeres, ambos sobre niños, y así, siempre es
más fácil sentirse parte de un pensamiento generalizado, una metáfora de ellos,
los idiotas, criminales hasta en la ciencia, sin sentimientos - parricidas,
padres degenerados, hermanos tontos, corruptos, meapilas, torturados,
impotentes, porteros de burdel, montón de carne con ojos… cadáveres fríos, en
fin.
Sin embargo,
en aquella vista, que también pregonaba este desproporcionado porcentaje de
diversas violencias machistas, dentro de la historia de la humanidad real,
carece del máximo riesgo de esa tortura psicológica, ayer, ni la pared
verticalmente elevada de su narración y diálogos, que nos dirigió al infinito
en la tele. Si dirigimos la mirada a los referentes de este convaleciente
enfriamiento dramático, the shining sería la luz de la paradoja y la obscuridad
del rechazo del propio Stanley Kubrick, como esta temporada es para Mr. Nic.
No una tabla
de salvación en la congelación de los viajeros pasionales de un Titanic, sino
la orquesta que se hunde con el trasatlántico de otros tiempos. Ni
políticamente estamos en manos de un Dr. Zhivago majestuoso de las nieves de
otro Kilimanjaro… ni como retrato de un pueblo nativo americano, pues no posee
el peso limoso de unos Dientes del Diablo con Anthony Queen, ni de la
excelencia visual de la reivindicación en el retrato gráfico de Nanuk el
Esquimal, también con dos enes documentados. Y ni gota del romanticismo
encapsulado en la tormenta de los primeros instantes en la cabaña de The Tall
Man, con otro hombre de talla frente a ella, sus botas y sus medias, que son el
culmen de los desencuentros y amores, en el trío enfrentado del film de Raoul
Walsh.
Ni de la
mínima épica en la mirada de un Jeremiah Johnson con Robert Redford en estado
salvaje o la fuerza resistente de El Renacido de Leonardo DiCaprio… ni los
rasgos de la verdadera amistad entre la pareja de Dersu Uzala según la mágica
maestría de Akira Kurosawa, ni su columpio reivindicativo en la nieve. Grandes
momentos de la natura… Y nos toman como tontos, besugos congelados, a años luz
de las Cosas extrañas que sucedían en el Ártico, o la Antártida según se mire
en la distancia generacional y cultural de los continentes. Cosa semejante
ocurre con la copodrucción islandesa Operación Napoleón que, si bien es
interesante en el concepto histórico europeo - e interviene como malvado el
Iain Glen de Juego de Tronos y Silo - naufraga como relato verídico de suspense
y la parte como filme de acción mirando a América. Ni siquiera dispirando a las
pesadillas de una descreencia religiosa o familiar, antes de la Navidad, que no
espiritual. Volviendo a Fargo… y sus placeres violentos. Sin duda, me niego a
denominarla como True D., ya que es otra cosa, algo inesperado, el desenlace
también - esta irreverencia con el pasado en retorno, como diría aquel: “no sé
que hago aquí… el universo es la visión entre la obscuridad y la luz…”-.
Aunque, aquí no gana ni residualmente, la cuarta mirada lésbica, oteando aquel
horizonte desde un balcón. Rendición, por estrellas decadentes.
Menos mal,
que nos queda Anatamía de una Caída, que no es cualquier cosa en Europa y se
ven todas las luces y sombras, sobre un verdadero caso. Frío y calor, amistad y
amor, reflexión y respuesta. No destrucción metafísica… ¡Qué vuelva Mr. Cohle,
por favor! Su espiral de la mente.
Seguro que
tiene asuntos pendientes… ahora, o en otra época…
¡¡¡El Rey
del Amarillo !!! Sin duda… ¿o no?