Se entiende que la esfera, pertenece a esa categoría de sólidos geométricos, cuya parte interna está formada por el conjunto de puntos inferiores a su radio total. Por tanto, es una superficie que se comprende en una revolución.
En otro sentido, más cinematográfico que cinemático, algo surgió de las profundidades marinas del 1999 con Barry Levinson en su visor – un director que escudriñó inicialmente el humor en los shows de Carol Burnett y Marty Feldman – y se sugestionó con aquella primera propuesta eléctrica de James Cameron en The Abbys, probablemente... y persiguió los sueños con grandes éxitos con The Young Sherlock Holmes, en su forma geométrica, rellena y triangular. Más que esférica, salvo por la incipiente barriguita del Dr. Watson, por entonces gracioso glotón, pero en un grupo juvenil de campanillas... y campanazos de taquilla. Pronto nos cumplirá los 40 y el oso sigue viniendo de blanco.
El Secreto de la
Pirámide, y sus oníricos encuentros con el alter ego… Sin embargo, Sphere sacada de una novela
de Michael Chrichton, fue una amerizaje del más allá, a través de un agujero de
gusano, que profundizó en el scifi alienígena de las siguientes décadas, en parte. Ahí tenemos producciones algo fallidas en el argumento, aunque no tengo muy memorizadas ya, tales como The Abbys de James Cameron y su ente lucuoso, el Contacto de la estrella noventera Jodie Foster que también se lucró de algunos hallazgos visuales, como ´Terminator II. Felicidades a este sí, por la cuarentena esférica del tiempo...
Del mar, pasando por la mente, sin llegar a
la magnitud densamente metafísica hablando, de la genial obra de Stanislav Lem, me refiero,
conocida universalmente como Solaris. Un referente de juventud, extraña, en mis lecturas. Puede...
Sobre aquellas escafandras, otras no parecen tan necesarias - que estás aquí, con los dos pies en el suelo, terrícola - , se agolparon las chispas fluorescentes que tanto ha magnificado Cameron y es una práctica filmica actual, hasta con Nicolas Cage en manos de Lovecraft, de otras suyas ya me extenderé, cuando tenga la cabeza en su... sitio. Ahora, sepultando por los rostros ensimismados, que observan las lucecitas zigzagueantes, o aterrorizados levemente por la observación de calamares a la vista… recordamos a un equipo bien montado sobre La Esfera, con celebridades como Peter Coyote, Samuel L. Jackson, Dustin Hoffman y, la estrella corpórea de Sharon Stone, enfundada por su instinto básico, sin duda era otra cosa. Thing.
Y la misma estrella, no son éstas, más sugestionadas, que aquella jovencita que apareció en el tren de Woody Allen, en Memorias de un Seductor… Por ahí andaba su juego… y su extensiones con el crimen emocional. Este ha sido un segundo contacto, un pequeño repaso... pero, ¡vienen más!
De la Esfera, a la Invasión.
En estas incursiones terrestres, a veces para nada pacíficas en busca de recursos o chicha... hemos entrevisto la esencial comunicación con Ellos/as... o elles… Porque de todo hay en la viña, cerca del señor Alien, hermafrodita o no. Con heroínas que fueron grandes, como la Sigourney, con todos sus premios y gatos.
Otra fue referente de la gran, magnífica Llegada, que le saca años luz de ventaja a otras invasiones modernas, por su género propio, recto y cabal gracias a la mano de Denis Villeneuve… del genio del que tendré que cursar teorías filosóficas o antropomórficas, dentro de poco… porque con Frank Herbert hemos aterrizado, en compañía, para el que no lo sepa, de toda una estirpe de familias engendradas y dominantes, o no... Y arribando a este punto, tras una temporada plena de sobresaltos espasmódicos, suspense de natura granjera y emblemas londinenses bajo palio, nos envía la Invasión de Simon Kinberg y David Weil, al limbo, esto es zzzZZzzz... con una avanzadilla de fuegos fatuos y nuevos mensajes sonoros, por medio de psicología inversa a lo AppleTv Plus. Es decir, que empieza a caerse como aquella manzana sobre la cabeza del físico Isaac Newton, por su propia pesadez.
Por consideración, un consejo, puede
que impertinente… si construyes una narración en serie, no te olvides de lo que
la hizo crecer y traspasar la esfera al otro lado. Ese espacio diametral de
distancia, que separa aquella primera entrega de misterio espacial y vislumbre
metafísica, a la profundidad onerosa de una cuarta fase, residual, sin suspense ni
huella propia. En este momento, huelga decir que, la Tercera de Spielberg, como
maravilla del séptimo sonora y visualmente, sería la obra cumbre de los
grandes contactos con extraterrestres pacíficos - sin olvidarse de The Thing como tantas veces dije -, con las formas adecuadas y
prototípicas, de grandes invasiones con ultracuerpos, igualmente, y ¡nada de calamardos hirientes, ni metauniversos plasmáticos, aunque 2001 nos metió hasta el fondo, xdio!
El Plasma… plasta.
Esta es la gran “novedad” de la
entrega en Invasión – no los cefalópodos que podrían ser especie de mundos
marinos galácticos, por supuesto - , sino la que suena a refrito interespacial hacia la proximidad moldeada en colores.
Claro y transparente para penetrar, la mente digo, y con El Plasma, de los coj… ya está bien, pesao. El eco suena a
globalismo identitario, amor universal y espiritual por los avatares, metamorfos de estrategias coordinadas
y comunicativas, o vibratorias. Que se transfrorman en poderosos monstruos, que se queman en el feminimo, guerrero y lésbico. Por consiguiente, si de mí depende este ente, fálico y
amalgamado, le quito la tontería con un soplamocos y un portal élfico, menos viscosidad vacua,
cuando sus soldados son voraces como trituradoras desaforadas. Y no, no
cuela… Los aliens o comen, o se dejan domesticar… pero domirse en los laureles, no, no, que no son plantas ni moho.
La narración, entre Kinberg y sus aliados naturales incluyendo directores, que han ido relegando la producción de filmes completos, se estanca por capítulos en plataformas genéricas – a veces, significativamente wokes, sin sentido cultural o necesario como en la primera que sí lo era- y aquí, no sé que pasó, un recuerdo de infancia o algo. Nada de su fuerza en la entrega iniciática… que se ha quedado colgada de un bostezo y una canción con calzador, por muy Bowie que se busque. Magmático, pero bostezo a fin y al cabo, pues está desenganchado de aquella tensión, relaciones, a un punto, manoseado, monótono y susceptible de empeorar, si se viene la tercera con blandibloob. Por recordar aquella de Mr. McQueen, que revivía al doctor Quatermass y las guerras de otros mundos, en blanco y negro. Magníficas, incluso en color con efectos mentales a lo Disney, del viaje al Planeta Prohibido, es decir, que nos, fuimos los alienados, atacantes, en campo contrario.
Esto del sensiblerismo
genérico, se demuestra como gran y, para servidor, evasiva tendencia, no lo aguanto como ola invasiva, no onda globalizada, ni inteligencia masiva, ni personalidad divergentes... ya bien sea, por
medio de recuerdos fotográficos repetitivos, músicas colocadas sin ton ni son –
aunque la banda de Max Richter sea un oasis – u otras desazones juveniles, poco
creíbles o timoratas, por otro lado. Nada que ver, aunque se intente comparar, a las
relaciones establecidas por otros hermanos, en la casa esperada de las Cosas
Extrañas, hacia su quinto curso de licenciatura final. Que promete ya que, el virrete y el título, está en la futura visión
nebulosa y capacitada del gran Frank Darabont, con sus nieblas y sus prisiones
mentales. Y que de otras cosas y criaturas monstruosas, ya requetecontaré… ¡morena!
Like a rolling stooone…
Y aquí estamos, esperando recuperarse
del sopor, tras la sexta capitulación que va a peor, con soldaditos, y se magnifica en segunda temporada, evitando la claridad cardiaca de E.T.,
cuando los voraces se vuelven gil… puertas, y nos provocan a confundirlos con
otros elementos del espacio de Stephen King, dientes para qué... o los geniales momentos mágicos de otras
faraónicas templanzas a lo Stargate, sin llegar a su máxima aniquilación
antropológica del surrealismo subatómico con Alex Garland. Y aquí es donde
quería llegar, a marcar la diferencia con el inciso, que nos llevará a la
frontera de lo imposible, en una auténtica Civil War entre facciones humanas, reconocibles, puede ser, que fue, pero… pudiera
ser. ¿O no…?
Sin embargo, estamos a bordo de una
batalla, impotente, entre dos especies, huésped y colonizadora, que una es gota de agua y otra convertida en mogollón, sin causa. O exterminadora, sugestivamente digestiva… que sufre de sudoración por alargamiento, improcedente,
innecesaria, tardía, genealógica, de todopoderosa presuntuosidad, y profundidad esotérica, en algún lugar desconocido. Y una comida de tarro visual, con mezcla lovecraftniana, caldo de cultivo de leftlovers en fases, algo inmaduros,
eso sí. En fin.
De 2, al 10…
Sinceramente, esta invasión ha sido
una metáfora. Vamos, una estratagema personal, para contar lo que verdaderamente nos ha traído
hasta aquí, a los extracomunitarios, fuera de aquel monolito del gran viaje de
Stanley Kubrick, hacia los espacios del alma y… más allá. El fin mismo del todo. Uno mismo.
De inmadurez nos caímos del guindo en esta segunda temporada de esa Invasión, más insulsa que un centro militar en
primavera, si bien nos embauque, con ´ojeada` a lo señor de los mundillos luminosos, surrealistas metafísicamente, y demás volcanes magnéticos-flamígeros. Es
decir, a anillos grupales y lo profético de los mismos, por terrenos de planetas equivalentes, ¿no era naves?, pues no... con su Mordor
particular y demás efervescencias visuales, disparando al infinito confuso. Todo lo efímero y contrario, cercano al hombre, la mujer y el niño... por lo
que se suspiraba en aquella primera
intervención catártica, con sus sustos silenciosos al naturalis. Y eso me bastaba, científica y emocionalmente.
Pero ahora, ya olvidada, iremos a visitar otras
sensaciones internas, como la de la protagonista de Monolito, que es una
quimera esencial entre las redes sociales, pesadilla existencial de Her, y la perspectiva de una invasión de andar por casa, con
síndrome de Estocolmo… porque para colmo, sin tocarse, lo atractivo está en el
interior. De la boca del estómago, al fondo de un lago silencioso. En el espejo...
Y de las granjas espaciadas, a los
mundos reivindicativos de los pertenecientes a la Tercera, no la dimensión,
sino, la edad, que puede ser otra desconocida… o desconocido. En esta ocasión,
deslumbrante y notable reflexión de espiritualidad compartida con Ben
Kingsley y su pelo a lo Einstein… que de la bomba ya meditaré otro día, no de Oscar como hoy. Y el notable filme que se denomina, aunque pudiera ser de cualquier otra forma, tal que Jules. Una obra madura, intimista, pletórica metáfora y convencida, entre el valor de la vida y el sentido final, con agradecimientos
incluidos, a toda una generación de ´jóvenes`, que surgieron del frío de la
sociedad actual.
Y a los que pertenecen, películas increíbles, con grandes recuerdos de época, como aquellos Encuentros en la Tercera Fase y la singularidad de contactos
con espíritus cercanos… aquellos pequeños y maravillosos aliados, con especialistas
en mecánica y construcción del corazón, y la energía sin comer a lo Alf, pura esencia nuclear o algo parecido… o los visitantes buenos del mismo racimo,
que ayudan para evitar mayores contagios, como si emparentaran a Cazadores
de Sueños, entre King y Kasdan... por supuesto, hacia la cúspide del volcán en
ebullición, la eternidad del viaje, el pensamiento reflexivo de esa otra jubilación,
el vengador sobrenatural con sus superpoderes, muy humanos, y la memoria de
aquellos que ofrecieron sus vidas, o se sacrificaron por sus hijos… a veces, un
poco olvidadizos a lo P.Tinto, cómicos por otro lado que toca la fibra, o cautivos de una sociedad, que no perdona a los lentos,
cabezas borradas o borradoras, geniales, espíritus joviales, con o sin sustancias, en busca de un próximo
horizonte… más acá. Una genialidad próxima, esta Jules y sus interpretaciones
en trigonometría triangular… o cuadriculada.
En ocasiones, no es imprescindible
una megaheroína, con trajes mecánicos o lanzallamas cerebrales o lanzadora de cócteles molotov,
para reivindicar un alcance genuino de poder absoluto o una llamada al corazón
del espectador… ya sabes… Simplemente, basta con una frase de generosidad por
la salvación ante una violencia inesperada… una canción generacional de Lynyrd Skynyrd que pida
ser libre como un pájaro, a capella, pasajera, íntima, o pajarita de espíritu
irredento… y especialmente, una simple mirada al interior de Ben Kingsley.
Prometo volver, en patinete, en barco o en avión… o, cristo-alien que lo fundó… No hay Señales, ni auto-stop, aún no. Por Isaac... Asimov... Y muchas cosas que me dejo intencionadamente en el tintero...
Quizás me escuchéis o leáis en alguna entrega de premios, or... Nop!
Free Bird - Lynyrd Skynyrd (Live)