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domingo, 20 de noviembre de 2022

Dopesick

 

España, inicio de los años 80, una numerosa compañía de zombies desarrapados deambulan por sus calles, buscando una dosis que calme su voracidad. Era la heroína, que poco tenía que ver con las feministas y su necesidad de empoderamiento... sino, más bien, una auténtica pandemia de muerte junenil.

Se podría dar un salto mortal a cualquier rincón del mundo occidental, para encontrar algo parecido en los oscuros huecos de la sociedad, pero, los hombres son los únicos animales que tropiezan dos veces en la misma piedra (sobre todo, si son lisérgicas), y en EEUU repetirían la misma condena a principios de los 90... hasta nuestros días. Pues ya habían pasado por otras oleadas.

Los que se volvieron adictos entonces, si todavía siguen vivos, ahora son un ejército que ha montado verdaderos campamentos de suciedad y podredumbre moral, sin ningún sentido de sus vidas. No hay salida... estamos a finales de 2022, una trilogía que comenzó por allá, en la época de la guerra de Vietnam. En la película Gerry, el tema es recurrente con los regresados del campo de batalla de Afganistán u otros conflictos actuales, y la vuelta a casa. A una sociedad alienada.

De hecho, ya los vikingos en su facción más radical o berserker, consumían ciertas sustancias sacadas de la naturaleza fúngida, para no sentir el dolor de las heridas en las cruentos enfrentamientos físicos. Y era un préstamo a los héroes de Marvel o Dc, pasados por anfetas. Los rusos dicen que lo hacen también... 

Así en la historia, la juventud siempre suele recaer para olvidar o recrearse, con sus cerebros devorados por las drogas duras, buscando yo qué sé... con lo que algunos odiamos las jeringuillas en general...

De eso trata en el ámbito social, la comercialización a gran escala del fármaco generalizado en la absurda normalidad camuflada del Oxicontin, elaborado por la empresa Pardu Pharma en manos de la familia Sackler y la búsqueda del máximo beneficio, estos enfermos drogados. Para ello, un trío formado por el Danny Strong, Michael Keaton y el magnífico Barry Levinson, desarrollan la catastrófica historia en una división temporal simultaneada en 8 capítulos para Hulu y Disney+, desconectados secuencialmente, como una revisión juiciosa de aquellos acontecimientos en tres cortes... que derivan también, en sus consecuencias de la actualidad.

En esta guerra, sólo hay perdedores. Desde el fanatismo de un millonario entrometido en la piel del actor Michael Stuhlbarg (Hugo, Dr. Strange), al médico idiotizado por el consumo y el peso de la culpabilidad de Michael Keaton (Mr. Batman/Birdman); hasta esa chica lesbiana, incomprendida familiarmente, de un pequeño pueblo de la cuenca minera de Virginia y los miles de jóvenes que caerían después...

¡Ah, y los agresivos comerciales de la farmacéutica... que canalizan un gran culpa por cierto grado de esclavitud laboral y ética!

Se levanta la sesión... Historia de una Adicción.

La Gran Evasión.

Martilleando... uno, dos, uno, dos... mirando a la nada en una habitación... 40, 80, 160... Todo se repite en el tiempo, hasta las adicciones, legalizadas o no. A fin de cuentas, los vikingos no necesitaban recetas... ni dinero para divagar. Sí, para comerciar o comer... incluso para tener sexo, necesitaban una buena dote o familia. O mucho alcohol en las venas... por Odín, o qué sabe nadie.

Barry Levinson ha contado historias sobre el peso de la conciencia y el culto al éxito, pasando por el juego, la guerra de Vietnam con Robin Williams, caído en combate con su documental profesional y triste "Come Inside my mind", no... también a través de las Mafias y otros soñadores, que propulsaron en caída libre. Sus dos episodios como director, son de lo mejor de toda la serie Dopesick.

Gran Pharma es lo contrario, no se sabe lo que busca... sobre todo, ese gran jefe al mando, que parece que se regocija con la destrucción de las familias y las vidas de los jóvenes. ¿Qué busca... dinero, ya tienen, mucho,  ¿reconocimiento...? ¿Es egolatría, o psicopatía social...¨? No sabemos muy bien, pero es la causa de la gran evasión de la salud hacia los opioides y el engaño a grandes dosis. Ingeniería instrumental de agenda.

Para los trabajadores dedicados al duro descenso a la mina, una especie de misión generacional, se convierte en paseo por las estancias de un museo de los horrores. De evasión nada, más bien un aumento progresivo del dolor.

La línea de sangre está contagiada, porque todo un ejército de espíritus evasivos (de sus propias conciencias) tienen la misión de conseguir un buen negocio, para escalar en sus puestos rasos a ejecutivos esenciales en la empresa... y voraces sexualmente hablando.

De lo ocurrido en aquel pueblecito de Virginia, hasta la expansión por la mayoría de estados de Estados Unidos con graves efectos violentos en la sociedad norteamericana, robos y muertes... trate el éxito de la escritora Beth Macy en el que se basa el guión de Danny Strong. Largo título comercial, para un reguero de muertos vivientes a pie de calle, o no.


También se trataba de una convicción que se extralimitaba en las raíces de una familia y sus egos, chocando como pilotos kamikazes, como mal ejemplo de la evasión de todo tipo de trabas morales o de leyes que debían controlar el flujo de la información médica y las contraindicaciones para la salud de los pacientes. Vamos... ¡qué bien merecerían un retiro en una limitada celda como aquel Steve McQueen!

Ping, pang, ping, pang... Erre que erre, aquel si que era un verdadero rebelde con causa. Este es un pobre desgraciado en busca de la dorada gloria y el ascenso megalomaníaco del propio ego. Acabará en la tumba, sin nada. Es decir, que todo se desvanece entre los dedos, mientras los inocentes caen como reclutas de una nueva guerra... que es la misma que de costumbre...

La Gran Evasión de la Sanidad, con determinados profesionales médicos recetando por encima de las necesidades y los resultados favorables en los pacientes. El tráfico evasivo de recetas, saltando de un estado a otro, para aplastar las pastillas que serían esnifadas o inyectadas en el torrente sanguíneo de los yonquis futuros, incluso contagiando a mentes tan ilustradas como un licenciado en medicina con su consulta en las montañas nevadas de noroeste. 

Esencialmente, toda una gran cadena de comercio y trueque, una fábrica de explosivos de mentes debilitadas por la adicción.

Es la hora... otra epidemia...

El Bat-médico y la Bat-Cueva.

Sus ojos le vieron dar su última exhalación... otro aviso de la violencia que estaba por venir.

Hemos revivido a varias epidemias en poco tiempo, y continúa... con virus químicos que saltan de cuerpo en cuerpo, animales a humanos, humanos a humanos, variantes... gripes, chinos, guerras mundiales... y grandes empresas farmacéuticas, que se embolsan las ganancias en el proceso de crear nuevas dosis. Estas más genéticas, aquellas de Dopesick, más adictivas que forzadas por una necesidad o ¿cura?... Es la diferencia entre salud... y milagro... para sofocar mínimamente una pandemia, o forjar un imperio a base de mentiras. Dinero consiguen en ambos casos, ¿eh? Esto es una cueva que resuena, un eco sordo... ¡eco, ecoooo!

Eco, las medicinas y las drogas, monta tanto...


Las víctimas ya no se levantan, se quedan ahí tirados como trapos en un basurero... en el que se han convertido los callejones oscuros de las grandes ciudades. Por eso sorprende, que la acción de la serie se concentre casi en la campiña, alrededores naturales y cerrados, de Virginia.

Y Batman, el médico, se incorpora en su sillón, con mucha decepción cerebral en sus pupilas dilatadas y toma nota de la receta, con una buena dosis de incredulidad leguleya y sátira costumbrista... ¡Necesito otra, quiero volver a volaaar! Como buen murciélago, para nada vírico.

Esta serie no para de sorprender por sus ramificaciones y orificios, donde el dinero es un trasvase de efectos contraindicados a la carta, cada uno, de los gramos que el comprador necesite... Si tiene cartera, claro.

Si no... ¡a robar! Que el murciélago nocturno de Michael Keaton, no ejerce, pues maneja. Y bien que lo hace, con otro premio en la cartera por su interpretación del facultativo, que perdió sus facultades en el camino a una excursión prometida... o balneario para murciélagos dopados.


De la luz a la obscuridad, en un proceso en tres pasos... el primero de aceptación de la realidad en el pasado más lejano. El segundo de recreación en el caso, cuando los dos de la DEA y Rosarios Dawson (que está en todas), se persignan ante tanta caída de moralidad y deciden ir a por ellos, a por los de la cabeza de la serpiente... Señal típica de las farmacias en el mundo.

La tercera es la acción, de abrir los ojos ante esa realidad que nos consume, cuando quitas la película de la cápsula y ves que se compone de gránulos corrompidos de la sociedad. Otra capa de mierda... perdón... de guano, que nos mantiene alejados de la verdad.

Dopesick, por tanto, es un duro golpe de realismo industrial, que son las drogas legales... algunas veces piensas, si de verdad sirven de tanto (salvo la penicilina y determinados calmantes)... sobre diferente contextos sociales y temperamentales de los protagonistas. No sé si demasiado novelescos, pues desconozco sus personalidades y voluntades. Pero sí, una producción diferente dentro de los cánones establecidos comercialmente dentro de la televisión.

Y sin enormes superhéroes, únicamente cerebros de ciudadanos comunes, devorados por las zombie-drogas de diseño.

La tele... esa otra bat-cueva de canales comprados, tan repleta de... ¡sick!

Pues esto es Disney+, dando muestras que también sirve apostar por las historias de calidad. Amén, hermanos adictos.

El Buitre... Con la DEA hemos topado... 

¡No dopado, eh!

Michael Stuhlberg es omnipresente, con esa cara de fría irresponsabilidad por montera, muy correcto es una papel de mafioso farmacéutico... enfrentándose con el fiscal interpretado en la cumbre por Will Chase, más frío aún si cabe frente al poder económico, y sus incorruptibles (salvo amores y próstatas) encabezados decididamente por Rosario Dawson, antes de Haunted Mansicon con Jared Leto, Winona Ryder y Jamie Lee Curtis, o anterior a Ahsoka y Lucasfilm; más, la pareja de hecho y derecho, formada por John Hoogenakker y el buen Peter Sarsgaard, procedente de una saga familiar vikinga y the Batman, que estará en un próximo James Franco film con Jessica Chastain, la enfermera de The Good Nurse... Hilando todo, que es gerundio cinematográfico de los adictos visuales.

En el asunto lésbico, no me meto, porque no veo demasiada conexión con la historia, salvo crear una tensión dramática de los hechos personales dentro de una familia humilde y religiosa. Ni tampoco con la elección de la actriz, Kaitlyn Dever, que no me creo tampoco en el contexto de la minería y la intoxicación por opiáceos recetados... No es nada personal, es que no la veo en el papel, lo siento de drogadicta abandonada por todo.

Sí que meto el dedo en la atracción fatal de los comerciales, como aquellos lobos de Wall Street, pero de las píldoras legales y las sosis calibradas por billetes dopados, con una atractiva y ávida Phillipa Soo; y Will Poulter, ojos vidriosos de Midsommar, al que veremos en Guardianes de la Galaxia Vol. III como Adam Warlock, ya lejos de los vampiros del money, money, no espacial. 


Y Michael Keaton que es dios, está en todas partes... Igual te receta un milagroso medicamento para el dolor de huesos, que te da un par de hostias. Bueno no, se toma otra pastilla y a rezar, por la reden

ción personal del colegiado vampirizado, of course.

A éste buitre leonado, con historia de excesos en televisión y su Beetlejuice a las espaldas del surrealismo, cómico de pesadillas, le va mejor con el dramatismo real, que con la ficción de los superhéroes Marvel y DC, pues parece una catarsis decepcionante y reincidente, tras su Birdman.

Ahora que vamos saliendo de nuestras cuevas, tras extensas epidemias mortales y cadáveres pudriéndose en habitaciones y calles solitarias, nos encontramos con un golpe de realidad paralela con el imperio de las drogas... las farmacopeas industriales. ¿Para qué necesitan tanto, nuestro dinero? ¿Qué esconden en sus cajones...? ¿Lo sabrá aquel primer Batman del cine de Burton...? A mí, casi me mandan al otro barrio, un día.

Y qué significará el código deontológico, cuando te saltas las reglas (al menos en Norteamérica, que parece más fácil) y te dedicas a apilar contactos movidos por la voracidad y las montañas de dinero... Los farmacéuticos tienen estudios, sus familias, no sé... Moralidad, tampoco.

Luego, grandes instituciones dopando las firmas y los anunciantes, fabricadores de mentiras interesadas para conservar su estatus. Primero es la salud, decían. Estos comerciales, gritan "no hay gloria, sin dolor". Pues eso, al cementerio.

Para los agentes de la ley y el orden, o el orden sin ley... ya no hay resurrección posible, sólo luchar por indemnizaciones, otro arreglo muy comercial del derecho. Para el buitre envenenado en los retirados Apalaches, redimirse en su misión de volver a ser médico y pelear contra molinos de viento del pasado. ¡Hay no existe redención posible! Ni venganza como buen chico Batman.

A los gigantes falsarios, es difícil meterles mano, pero viendo la historia real, todo llega con el tiempo y la justicia, parece. Amigo Sancho.

La última pirula.

Esto de las drogas legales, es como una pirámide inversa... No sabe dónde empieza, pero sí, dónde acaba... Oxycontin, otras... o dolor.

Nadie ha inventado un placebo o remedio efectivo, aún.

Mientras ganan un pila de dinero, con el dolor de los otros. A ellos le duele, ¿o no?


Las medicinas, si no están bien consensuadas o testadas, son el timo de la estampita. Un milagro para excéntricos, incrédulos, necesitados de nuevas adicciones... o doloridos ciudadanos.

No sabemos nada de otros cuentos, el próximo Batman en Batgirl o The Flash... pues no. Lo mismo.

La carroña se mueve en las calles, se apodera de las almas, porque los gobiernos miran para otro lado y hacen que sus policías de su verdad, miren para otros lados... Ya casi, no levantan casos de corrupción, te das cuen... que diría El Chiquito de la Calzada, más allá de los dolores.

Es bonito ver a Barry Levinson, resucitado como aquel joven Sherlock Holmes de la investigación criminal a gran escala y a Mr. Keaton, deambulando entre las tinieblas, como un vampiro sediento de opio inyectado en vena. Sangre de la sangre de yonki-tonki, sin lírica. Sí muchas letras a pagar, el mono. ¡Ahí, a los hechos!

Drogas, prostitución para conseguir dosis, malversación, chantajes, clases corruptas, egoísmo personal, sociopatías... el Mal, un Ser económico superior. Aplasta a golpe de talonario, promesas contra el dolor, veneno a crédito de vidas... bolsillos vacíos de ciudadanos, y la salud en una exhalación última. En Dopesick, no son posibles segundas partes.

La serie cae un poco, cuando se desarrolla en casos anónimos de la calle... esto es, Nosotros. Disney y su presente... ¡Es difícil adentrarse en todos los estratos sociales!

El futuro ya es otra cosa... muy, muy lejana. Nos sentimos...

Cinemomio: Thank you

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