Todo el mundo se pone su camisa resplandeciente, por la mañana. Algunos incluso una careta nueva…
Se disfrazan los padres, de hijos
predilectos, que en realidad son enfermos del contagio cíclico… o frívolos
compulsivos, en dirección contraria. Depende de la situación en la digestión
nocturna, o la guerra pasada, a calzón quitado, o recordando el reproche
de una voz aterciopelada del Jefe, que
se forró y vive en caserón… Cada uno pintado con el color que quiera... Y los
chivatos, pululando… pagando por meritaje.
También de la época, de la realidad
que conocimos o de lo que nos contaron nuestros mayores, y desarrollamos con la
perspectiva y la posición propia. Gabriel García Márquez literato de Aracateca,
en la comarca de la Magdalena, como aquella…), vivió épocas conflictivas, muy personales en su alma, y las fracturas colectivas en Colombia, las fraguó en la
realidad mágica de Macondo.
Sin embargo, nada que ver, o sí… con
los lobeznos de Wall Street, de aprendices con piel de cordero, donde la
violencia física se convierte en palabras y dinero… En cambio, los hijos de los
millonarios, desde los triunfadores en negocios y apuestas, hasta los
deportistas de élite y las estrellas de cine… todos, se fueron encontrado con
la fortuna en línea sucesoria. No como el personaje de Leo di Caprio de la
película de D. Martin Scorsese, que tuvo que engañar desde 0.
O como asciende, - no conozco su verdadera historia -, el protagonista del filme El Aprendiz, con que opta por la estatuilla dorada de 2025, por interpretación modulada de un camaleónico Sebastian Stan. Producto polémico en la memoria de protagonistas y sus reflejos actuales, arriba y abajo, en el ala oeste de, prefabricado admsunto por el guionista Gabriel Sherman, que parece saber casi todo del partido republicano. Y el director nacido en Irán, para la Canadá plagada de aranceles, Ali Abbasi (The Last of Us), no de aquellos, hoy emigrado y danés. Ideologías aparte, o no...
Esto de hablar de política, - no sé
si practicarla y ganarse la vida con ella -, es una especie de droga… Que, a
veces, te sienta como pastilla de Neo, para la evasión, jeringa de Separación surrealista,
sensitivamente hablando. Y otras no… puede hacerte ver pesadillas, horrores unyectados por el trasero… o
directamente, transformarte en un monstruo… De los clásicos, pero sin tornillos
en el cuello, colmillos o terroríficas máscaras… ¡Qué susto, joé!
100 Años, una generación tras otra…
Esta realidad, mágica literaria,
comenzó hace más de un siglo – 100 años para los poco avezados en numerología
-, a través de los reflejos dorados en los ojos de una Hispano-América, de lo
negro a lo mestizo. Plagada de trances desde las Leyendas de Guatemala y Las
Lanzas Coloradas, a las extrañas expresiones de Ecué-yamba-O!, que cambiarían
la escritura de Alejo Carpentier, M.A. Asturias, bajo La Lluvia de Arturo Uslar
Pietri, a las torrenteras de aluvión, que sufrieron allá por la Ciénaga, en las
afueras de la ciudad creada por Don Gabo.
Todo empezó a reposar en los
cimientos de aquella Aracateca natal, con los cultivos de tabaco, cacao o
plátanos – quizá bananas, tal vez, sexualizados -, que llevaron el tren amarillo a sus
hogares construidos en materiales autóctonos, a las reprimendas por los actos
revolucionarios de sus trabajadores, y que llegarían inevitablemente… como las
lágrimas en la lluvia o la sangre fraterna de la Guerra Civil. En España y USA,
también las conocen, desgraciadamente… más de lo necesario…
Dicen que el tiempo posee un
envoltorio cíclico, yo creo que no… que se mueve linealmente, pero tiene puntos
de encuentro, picos que se convierten en una especie de agujeros de gusano… Que
traspasan el espacio y dicho tiempo, dándose la mano, el puño… o los fluidos.
Si el tiempo volviera hacia atrás, y
la memoria histórica… sería una peligrosa regresión… Y eso, los seres humanos
no se lo podrían permitir, o tal vez sí, quién sabe… Al fin y al cabo, no Gabo,
sino los aprendices/zas, a escritores o directores, como los hijos, se guían a
través de los caminos, que les muestran sus maestros.
Así siguieron las vías, del
surrealismo consciente o la magia realista, Los Sangurimas de José de la Cuadra
por la costa ecuatoriana, María Luisa Bombaí entre la cordillera irreal
chilena, Juan Rulfo desde México con su Pedro Páramo (algún día tendremos que
platicar de él); o en el Aura personal de Carlos Fuerte, como agua para
chocolate para Laura Esquivel, en las casas espirituosas de Isabel Allende,
hasta versos satánicos perseguidos, el oriental viaje de Murakami, los tambores
de Guerra de Gunter Grass, sensaciones del ser para Milan Kundera, vista y
pensamiento en José Saramago, y el río de la vida, de otra frontera con España
que es El Jarama, de Rafael Fdez. Ferlosio. Que no era el de Macondo, pero como si
lo fuese…
Aunque, en muchas ocasiones y en Gabo
más, se trata, de una línea recta, no de indirectas sino con meandros salpicados de sangre y esperma, que nos abandona y conduce a la violencia,
amargura, pasión desaforada… y esa soledad... que impregna a
individuos y familias… qué es de lo que se trata verdaderamente… Aún con toque
de cinismo real y ácido humor.
Los Hijos de la Guerra…
Cada quién pensó en cómo eran esos personajes, en su mente… Los Buendía, uno tras otro, siendo reconocidos públicos o bastardos impúdicos, se traspasaron en letras inconmensurables, las obsesiones, los deseos… y las sensaciones de soledad y frcción. Incluso, las batallas, que de una u otra forma, estaban predestinados a enfrentar, resistir, convulsionar… de un tipo o de una hamaca.
Aquellas que son metáforas de la realidad de los países convulsos – en este sueño de Colombia, una más -, divididos en dos, con las piernas en un fango secular, mientras se golpean con ráfagas de fuego tipo western, puñales… o garrotazos, que es muy hispánico. Y esto nada tiene que ver con la colonización, he dicho… sino con las herencias patrias e ideológicas, de cada cual. Y de aquellas familias, engendradas, o de engendros...
Aureliano quizás fuera su padre, pero
también podría tratarse de su hijo… ¿o no…? O del padre de un coronel que se
opuso al casamiento de su hija – diferente a la posición de la madre del
otro…-, por unirse a un facha que diríamos por ende… además de mujeriego, macho
o machista, y experto en enviar mensajes a distancia… Como el semen.
Como los mensajes de amor, antes de
la guerra, que tuvo que mandar a su amada a kilómetros, en la gran ciudad hasta
que la familia permitiera el enlace, aburridos seguramente por la insistencia y
el quebranto de la niña, en aquella costa del turístico Caribe en Santa Marta…
Curiosamente, la tierra del agua, donde se ahogaría el rastro de Simón Bolívar…
el que se enamoró de Madrid, de orígenes españoles, casado con una grande de
esa España odiosa, de la familia de los duques de Toro. Fallecida de fiebre
amarilla, como esos tantos males de Macondo, al que le llevó a vomitar la
bilis… propia, aderezada de los consiguientes historiadores de la historia
negra de España. Qué son muchos y variados.
Y así, llegamos a los herederos, que
son pocos y cobardes… Pero, los dejo en la política belicista… Sino al del hijo
de Gabo, director de cine, social y feminista, que deja de lado, las
ocurrencias de su padre. Pues, los años no pasan en balde, y en México van de
otra cosa…
La Herencia… no mágica.
Lo que estamos viviendo en la actualidad es una constante fake news, como dicen los sajones y demás acólitos… con la idea de intentar prolongar sus propios deseos de colonialismo imperioso. Hartos de afanar, con flematico silencio... a cañonazos desde, antes de Trafalgar...
Y el coronel, se convirtió en
General, como aquel otro, medio hombre… y enfermó para siempre, con la sangre dolorosa de la
crueldad en sus ojos guerreros. Sin embargo, muerto Gabo, se acabó la magia… Y en el
nombre del hijo, no aprendiz de Mago, ni que recibiera la influencia de aquel
otro coronel de la infancia del escritor, conocido como Nicolás Márquez, - que
mató en duelo a Medardo Pacheco, como en Macondo pero sin lanza -, y no
llevarle a 3 hijos oficiales y otro 9 de mujeres diferentes; se embarcó
negándole la mayor al padre, en esto del guión y dirección de cine.
El cine… que es a la vez, esa especia
de truco… que sale de la realidad de unas máquinas magicas, y oscuras, y unas mentes, con grises, unidas en un
río de Macondo, de colores. Y que se transformó en una industria, fosforita, de neones, a veces decadente, a bananas, por aquí y por acullá… y de dónde proceden algunos lodos. Riadas, delitos y
fuegos internos… Y así, los hijos de Norteamérica, fatuos o no, de todos los sitios del
mundo, empezaron a convertirse en pieles rojas, socialistas o más, incluso
hasta musulmanes que plantan su bandera… y el hijo mexicano de Gabo, pasó de
obra y su premio Nobel, y concluyó a su discurso, con un definitivo:
“… la interpretación de nuestra
realidad, con esquemas ajenos, sólo contribuye a hacernos más desconocidos cada vez, menos
libres, y cada generación, más solitarios”. Así, declinó su Cónclave particular,
de momento... Ya que nadie sabe, como acaba historia, o sí… premonición ursulínica.
Comentó: “No, no está en mis planes,
porque no funcionaría recrear su Macondo… ¿Por qué…? Por dos motivos, uno sería
la película en sí misma, algo secundaria, y segundo, Gabo y yo tenemos
diferentes obsesiones, y por tanto, no nos atraen los mismos temas…”. Y no se
creyó el lema de los Buendía, lo predestinado… y se conformó en showrunner del
Jefe, como si cualquier cosa... ¡No, de su otro lado conyugal y politicastro en
DF, no voy a hablar…! Y en esas estamos…
… en esa soledad mecánica; con voluptuosidad; carnal; patriarcal pero matriarcal; entre cometierras, limpiabajos, tragasables, adivinadoras y puteros; la maestría de lo surreal; sale a flote en metáforas, elipsis, hipérboles; hasta el fondo de río y venas, tintadas; de troncos y raíces, inventos, costumbres; realmente vívidos; como loco apasionado; cuerdo ecléctico; cambiante patrio; gitano sin rumbo; jefe de las letras; del español perseguido; mágico hidalgo; reportero Universal; esqueleto en Ciudad de los Muertos; al embrión clásico; la resurrección en serie... y del cuentista letrado. Al recuerdo de abuelo, premiado, casado con la hija del boticario… sin mancha. Quijote… de los tiempos. Era, y sera...
Cuando la televisión colombiana, de
producción Dynamo (se une con México, Nueva York y Madrid, la mezcla… blanca…),
en cíclico motor de imágenes brillantes, llevadas a Netflix con gratitud al
autor, y surge la excelente dirección de Laura Mora y Alex García, aunque de
unos segundos López… que realizando un trabajo esdrújulo, da calidad
sorprendente a priori para muchos, mí, disfrutamos una producción de quitarse
el sombrero… No de paja, sino de fieltro de máxima calidad. Menudo regalo de
serie… a ráfagas políticas, y pólvora… que dejarían desnudo frente al pelotón a
más de uno… firmado, Cine, de este mundo de Macondo, para el otro.
… 100, menos tres…
Absolutamente, fuimos perdiendo a sus
personajes en soledad, a los maestros, o padres cuestionados en el pensamiento,
de los que se guiaron los aprendices, y sobre aquel Río Manzanares… Ciudad
Perdida de la arqueología del pueblo Tayrona, se acabó el Amor en los Tiempos
cíclicos del Cólera.
Papalelo, como llamaba al Coronel que
mató a uno, se encontró en la ficción, pues era narrador de historias y
lingüista en la sombra familiar, además de colocarle sobre la pista “del
milagro del hielo”. Le decía al joven Gabriel: “Tú no sabes lo que pesa un
muerto…”. De ahí, el surrealismo en sus palabras metafóricas…
Sobrevivió, sin embargo, el recuerdo
de su abuela ciega, no Úrsula aunque lo fuera… gallega imaginativa, con
supersticiones de la tierra y superpoderes en los cielos, macabros, con
augurios y signos del más allá. Una inspiración, al igual, que aquel abogado,
aparentemente para El Aprendiz, pero con otras pulgas atlánticas
Sin duda, a 97 o menos 3 de 100,
tenemos a la ceremonia de los Oscar´s de Hollywood, que se dividen en dos… como
la Sustancia, con visiones distintas, y civiles, del mundo. Incluso de la
perspectiva histórica, el realismo contemporáneo, y la magia artística...
Y sumado a ese Aprendiz, que tiene su
miga… me dispongo a decir que, a pesar de la polémica religiosa que puede
inculcar, en estas y aquellas familias… Cónclave es un peliculón, que como el
río de Macondo, te lleva en su corriente, te moja como un aluvión, y te deja
sorprendido de la factura y el suspense… Las interpretaciones, todas correctas
sin estridencias ni miradas extrañas, junto a la dirección del alemán Edward
Berger (Sin Novedad en el Frente, The Terror), te controlan la mente
cinematográfica, como si del mismo Alfred Hitchcock se tratara. Excelente,
sinfonía, sin clásico academicismo, sin embargo.
Y en último aliento, trotando a lomos
de un caballo salvaje, como el humo blanco de una guerra entre rojos,
cardenalicios, y azules, globos de Separación, social y política… no, no hablaré
de Emilia Pérez, porque no acudí a su llamada mejicana, ni publicitaria, ni
manipuladora... Ni de los posibles premios técnicos, que se disputarán entre la
Dune y el Nosferatu de Robert Edggers, del que aprendió de Murnau y Stoker en
viajes por Cárpatos… Mientras otros siguen los pasos del padre de todo el cine
actual y social, Nicolas Hoult, del lado no cerrado del caso polémico de Clint
Eastwood, irrealmente reconocible, Jurado Nº 2…
Lily-Rose Depp, la otra rosa oculta
de Johnny the Cry, con su ex Vanessa Paradis, y Bill Skarsgard, el Conde Orlok,
frente al conde mágico de algunos últimos Macondos del cine… The Florida Project (2917), At
Eternity´s Gate (2018), The Lighthouse y Togo (2019), Siberia (2020), Nightmare
Alley (2021), The Nortman (2022), Poor Things (2023), o Kinds of Kidness
(2024). Willem Dafoe, estuvo con John Waters
en aquel Lágrima roquero de Depp… premonitorio encuentro familiar…
… y lo bordó en La Sombra del Vampiro, como
Max Schreck, actor de la línea literaria, cíclica, del colmillo de Bram Stoker,
que se completa ahora, con sangre nueva… Qué se le puede pedir más a Don Willem…
Un Oscar próximo… Toc, toc… ¡Déjame entraar… en tu vida!
Se dice que… Gabo perdió la visión de
un ojo, el izquierdo… por mirar directamente a un eclipse… ¿o fue a la Luna, de
amor y sangre…? Diluvio de flores amarillas, - de monstruos y Gabtos con Flow, ya hablaré
otra noche -, o cómo hablar de temas complicados, pasando por encima, surrealmente... y por Macondo, gracias Maestro.