sábado, 8 de noviembre de 2014
Jack Ryan: Shadow Recruit.
Jack no era Bond.
Kenneth Branagh ha vuelto a dirigir, el británico se ha decidido a intervenir de urgencia en la política y los hombres de acción norteamericanos, para rescatarles de su aspecto desgarbado y demasiado llamativo, para darles un poco de su flema flemingniana.
Jack Ryan vuelve a su comienzos novelescos, y posa sus pies en una novela que recuerda a espionajes de grandes corporaciones, a guerra fría entre países del viejo telón de acero. Busca a su primera novia, para contar la historia de un error convertido en amor, de un silencio por su actividad secreta que la lleva al peligro y la muerte comunista. Comunismo convertido en capitalismo, en vil dinero, el terror de la gulag transformada en cuentas bancarias internacionales y primas de riesgo. Al hundimiento de la nación como en los viejos tiempos, por caídas de los muros monetarios mediante el terrorismo y el crack bursátil.
Kenneth se reserva el papel del terror silencioso, y ronroneante del gato siamés soviético, con viejas cuentas a saldar con el imperialismo yanqui (ahora huele un poco pero como no precisan el tiempo en que transcurre), más con el estilo sobrio del conquistador enfebrecido con las bellas damas, encarnadas por la novia Keira Knightley, y de paso dar un golpe en los morros al Jack de turno, interpretado por un esmerado Chris Pine.
Todas estas buenas intenciones, de sacar a relucir el lado más OO7 del agente del FBI, se quedan en los primeros minutos o secuencias en lujosos hoteles a la orilla del Kremlin, porque allá se va Ryan, a dar vueltas sin parar por las cercanías de la Plaza Roja (como reclamo, por otro lado, una maravilla para visitantes foráneos empequeñecidos ante tanta magnificencia), y alguna prometedora escena de acción con sabor al Bond luchando por su vida. Luego, todo se vuelve más mecánico, artificial y menos novelesco. Por no decir, romántico o sexual.
Resulta hasta empalagosa, en cierta forma, en las relaciones entre parejas. Él con ella, el ruso con Jack, y con ella. Entre agente y jefe del FBI, interpretado por un recuperado Kevin Costner conservando el tipo, entre hijos y padres enloquecidos por la causa, pero fríos como el hielo en un vaso de vodka. Para terminar con una parafernalia en el centro de Manhattan, llevada por los pelos, las bombillas, las alcantarillas, y acabando en explosión de sentimientos encontrados. Lo típico.
Te queda como un regusto a buena película desperdiciada, de espionaje empresarial, de asesinos a sueldo exóticos, frases grandilocuentes pero predecibles del futuro de la cinta, escenarios repetidos en exceso, demasiado viaje en coche, avión o helicóptero, y un amor algo distante para el caso en que se desarrollan los miedos, o celos, o nada. Vamos que no me los creo, ni con sub-trama de rehabilitación de heridos en guerra.
Esta es la última película sobre el personaje creado por la imaginación del autor Tom Clancy, con diferentes resultados en la gran pantalla, como en el caso de nuestro inolvidable James Bond, que unas pican y otras no, como pimientos de padrón. Veamos:
La caza del Octubre Rojo (1990) - Alec Baldwin
Juego de patriotas (1992) – Harrison Ford
Peligro inminente (1994) – Harrison Ford
Pánico nuclear (2002) - Ben Affleck.
Yo las veo, un poco faltas de ese picante sexual y atractivo a lo galán de Bond, por no comentar, las chavalas o malvadas de la muerte orgásmica. Quizás debido a los autores de la adaptación Adam Cozad y David Koepp, resultan complicadas en su concepción, pero simples como el mecanismo de un chupete-rodaje, nada que ver con los gadgets ideados para combatir el mal de antaño.
Kenneth araña el viejo polvo, pero se queda en lo superficial. Una pequeña marca sobre la madera de roble, y sin fumar, ni reír, no daiquiris en la playa ni trajes de baños, ni tiburones con dientes de acero, sólo él y Jack, un duelo.
Hubiera hecho gracia verle algún cara a cara con el bueno de Kevin. Lo mismo partírsela entre ambos por unos minutos habría tenido más chispa. Cosas del guion escrito originalmente, supongo.
Mi nombre es Ryan, Jack... cualquier parecido con otros es pura casualidad. Buen acompañante al título, esta Operación Sombra. Pues eso.
** Pasable **