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sábado, 28 de mayo de 2016

Irrational Man.

Woody y la narración de un crimen.

Actuó apareciendo ocasionalmente en programas de televisión, hasta que finalmente y gracias a su talante e ingenio, tras una actuación en 1960 en el local Blue Angel ideado por Cole Porter y George Gershwin animando a un empresario de Nueva York, le ofrecerían la posibilidad de elaborar un guion y participar como actor en el filme What's new, Pussy Cat?, una divertida y surrealista película sobre el hedonismo con el psicoanalista de risas Peter Sellers y Peter O´Toole, y una sucesión de miradas sexys con Paula Prentis, Capucine, Ursula Andress y Romy Schneider, dirigidos a la limón, cítricamente hablando, por Clive Donner y Richard Talmadge. Después ha escrito todos sus guiones hasta hoy, incluso otros como Play it again Sam, o su pequeña batalla con la enormidad del complejo de Edipo en Historias de Nueva York, por si alguien dudaba de su imaginación prodigiosa. En 1968, rueda su primera película (actuando como un delincuente) en Toma el Dinero y Corre de la productora llamada Palomar Pictures, que financiara el proyecto de apenas dos millones de dólares.
Luego llegaría un éxito medida a través de la identidad y estimando la proporción de esas mareas emocionales que fluirían entre sus personajes futuros, fluctuando del romanticismo al crimen pasional. Ideas mentales en relación con las mujeres expresada en imágenes. Woody Allen comentaba: "También les digo a quienes me preguntan que si no temo quedarme alguna vez sin ideas, qué no... nunca he tenido esa sensación. La gente siempre me pregunta, ¿Alguna vez piensa que despertará una mañana y no será gracioso? Esa idea nunca se me ocurriría... es extraña, poco realista. Porque lo gracioso y yo, no somos dos cosas distintas. Somos una sola cosa. Así que es todo lo contrario, ando siempre con congestión de ideas. Se me ocurre una idea mientras camino por la calle y la registro inmediatamente. Y siempre quiero convertirla en algo". Algo así, sucede con los grandes escritores de la historia.

Con 47 películas y 4 Oscar´s en su haber, un cineasta inteligente y creativo, muestra la aportación de las mujeres de su vida en la pantalla, aquellas que han sido o son, musas de una filmografía extensa y una radiografía de humanismo recalcitrante.
Si alguien define a Woody Allen como un director de cine, se queda corto. Pues recién cumplida la doble cuarentena, pienso que este privilegiado visual y dominador de la lengua, demuestra en la actualidad, que sigue conservando su sentido divertido y una mente preclara para la narración o la escritura de guiones, además de un apasionado por la comedia y la música. Así, podríamos decir que Mr. Allen es un nuevo renacentista en este mundo enloquecido y cruel, bueno disparatado mejor.
... "Escribir para el teatro es algo muy diferente que escribir para una película, y ambas cosas son completamente diferentes a escribir prosa, tarea más exigente, creo, porque cuando uno ha terminado, ése es un producto final. El guión, en cambio, es un vehículo para que actores y director desarrollen personajes. En el caso de las películas, simplemente garrapateo un par de notas para una escena. No es necesario escribir en absoluto, sólo notas que se escriben teniendo en cuenta a los actores y la cámara. El verdadero guion es una necesidad para el casting y el presupuesto, pero el producto final no tiene demasiada semejanza con él... al menos en mi caso. Pero en una novela, uno ejerce el control sobre todo el material. Es un gran atractivo. Otro es que, cuando uno ha terminado puede hacerla pedazos y tirarla a la basura. Mientras que, en el caso de una película, es imposible hacer eso. Hay que mostrarla, aunque a uno no le guste. El tiempo es mejor cuando uno es escritor de prosa, es mucho más divertido levantarse a la mañana, ir hasta la habitación de al lado, quedarse solo y escribir, que levantarse temprano y tener que ir a filmar una película. El cine es muy exigente. Es un trabajo físico. Uno tiene que estar en algún sitio, según un programa, a cierta hora. Y depende de las personas. Sé que Norman Mailer (escritor, guionista y biógrafo de Marilyn) dijo que si él hubiera empezado actualmente su carrera, podría dedicarse al cine en vez de ser novelista, pero creo que el cine es una actividad de jóvenes. En su mayor parte, es agotadora".

En su última película (de una inagotable carrera) y vista en España con título Irrational Man, establece otra de sus parejas, cubierta de exótica ambivalencia con Emma Stone y Joaquin Phoenix, entregados por segunda y primera vez, en las manos de un Woody Allen que vuelve a demostrar su maestría para contar relaciones personales, siempre envuelto en una trama mágica definida por la atracción, y metafísica. Cuando no, sumergida en un mundo de tensiones provocadas por aquellas actuaciones desequilibradas o criminales, que aparecen de sopetón en nuestra cabeza dividida, tras sesión de psicoanálisis alleniano.
Su cine sigue invadido por el humor, claro, o nublado, de la introspección personal y el retrato magistral de los personajes creados con notas, reafirmando sus posiciones morales y sarcásticas respecto al cine o la vida, como un pequeño teatro de las vanidades y de las culpas. Diría que si no maldijera tanto en sus escenas románticas (con excepciones que terminan mejor que otras), no sería fiel con sus consecuencias vívidas, imaginarias o verdaderas, que se producen a diario en cualquier ciudad del mundo, o un arrugado pañuelo de sonrisas y lágrimas. La metodología mantiene las reglas básicas del género romántico, pero sus palabras indican que se trata de un director único e irrepetible, un poeta enmarcado por la libertad de expresión y de elección, o la tortuosa dicotomía entre el bien y el mal que marca el siguiente paso dubitativo. Por tanto con él, la masculinidad se ve diseccionada por la inventiva y la perspicacia de un lado femenino, dejando el diván para las antiguas sesiones analíticas que, no servían de nada cerca de unos ojos claros como el cielo, o a los pies de una luz surgida sobre una barraca de feria.

A cuerpo de rey de la conversación, anduvo estirado frente a doctores del alma, pero un rey abdicado y asustadizo, observando con su prisma ácido, el panorama en cada década y los condicionamientos, desde los comienzos inventando chistes o monólogos para el Ángel Azul hasta la pesada carga de nuestra sociedad actual, también de esa latente mentalidad desunida. Un actor entre bambalinas que crece tras el ojo, que observa a través de sus gafas a un dramaturgo del sentimiento, al cómico que se ríe de sí mismo; y un músico marcando el compás del objetivo, indiscretamente libre para narrar la diversidad, los tiempos, silencios y respiraciones, los ritmos. A cada paso que daba, no dejó nada al azar en su camino, todo parecía encuadrado dentro de una viñeta o libreto mágico, aunque sus filmes demuestren que la casualidad es una estimada referencia a tener en cuenta.
Desde que Manhattan anochece sobre una ribera, hasta un asesinato descrito con gracia y desparpajo, en sus calles y dormitorios, cómo si fuera habitual tanta evidencia. Esa inevitable irritabilidad de la coincidencia, para algunas personalidades, géneros o personajes, puede tratarse día a día, como un macguffin de proporciones catastróficas, o no.
Mientras, en segundo término y más fundamental, el desarrollo de sus intrincadas escenas llenas de sombras y niebla, de delitos y las faltas que nos acompañan o cometen otros, o acordes y desacuerdos entre más sábanas y noches, aquí se vuelven a aparecer. De los estudios al festival alejado de los sueños, de la desgracia y la apatía, por sonidos repetitivos de un seductor, sugestionados por una conversación a hurtadillas con Annie o Hannah, demostrando que la responsabilidad social y el secreto, se abrazan. Nuestros propios actos o decisiones marcarán el devenir, que estaría controlado por el derecho y la ley. Tal vez, guiada en la oscuridad por la inercia de aquellos ojos, luciendo como estrellas en un observatorio de la vida o entre manos temblorosas.

Con su sentido crítico, Woody Allen se sonríe de la patosa existencia y de esos individuos perdidos ante una respuesta discutible, de las opciones que truncan el éxito social o silencian el fragor de una batalla romántica. Dividida en dos secciones, hemisferios del cerebro de un guionista frustrado o un hombre irracional, nos sirve un juego de marionetas dirigidas por su experiencia y el fracaso de los personajes. Por este motivo (u otras argucias intelectuales), Woody continúa siendo uno de los referentes universales en esta tragicomedia clásica que representamos, y de la dialéctica cinematográfica del doble sentido que nunca empaña sus gafas. Izquierdo o derecho, en su cerebro indica que dicha separación física, está condicionada irremediablemente por unos labios carnosos tocando a un aldabón de una puerta enclaustrada u oxidada por el tiempo, fraccionados pero atraídos el uno por el otro, como si una vigorosa alumna anduviera coqueteando con otra mirada esquiva, estresada o depresiva. Esto es, de una forma menos lesiva, la autodestrucción que tantas veces, nos visita o la negación de unos valores, que perpetraron el estado de ánimo actual o las diferencias sociales, económicas y de edad. Son un tabique mayor que las excrecencias de cada lado, construido por nosotros mismos.
Reúne en este escenario, en principio anestesiado, a este académico universitario interpretado por un Joaquin Phoenix (que sostiene con firmeza las riendas de una estimada y ascendente carrera) envuelto en las sombras de un agravio comparativo, una reflexión inaudita o una revuelta interna frente a la injusticia, que empujará a nuestro lado más salvaje. Frente al paso del tiempo o la grasa abdominal acumulada, emerge esa inseguridad personal o desprecio. Que controla todas las respuestas, respecto a la atracción sexual o una alocada declaración amorosa que podría cambiar el registro de su mirada, sin brillo ni una mínima luz.

Estas decisiones personales que te elevan a la categoría de héroe o justiciero social, son una pequeña distorsión del ego y la evolución a otra cosa peor. Ya que el asesinato, se convierte en una costumbre, un uso pragmático, irreductible, prosopopéyico, académico, complejo, filosófico, dicotómico, alcohólico, antisocial, arrastrado, vengativo, ´soñador` y algo, esencialmente, degradado por la dejadez intelectual, hacia ese lado animal que responde a la crisis existencial y el olvido.
En New Port (Rhode Island), las secuencias van desde paseos diarios y conversaciones privadas por la facultad o al lado del mar, hasta la universalidad de la idea romántica como concepto y el estudio del crimen perfecto, de los ojos cansados de un maduro profesor hasta la vivaz y lasciva mirada de una pelirroja enamoradiza, transparente como la piel a plena luz del día, un ojo tras la lupa de un detective de su realidad sentimental. Como si la pareja protagonista de True Detective profundizara en la metafísica de su labor, y el amor olvidara todas las consecuencias, o el destino se hubiese calzado un vestido corto y liviano con unos zapatos de tacón. Una Sherlock apasionada, encarada a su desestabilizado y temperamental Doctor Watson. Con Parker Posey pisándole los talones en un posible viaje reparador, para evitar una caída sobrevenida inevitablemente. Siempre, uno saldrá más herido que el otro. Por ejemplo, Jamie Blackley (Blancanieves y la Leyenda del Cazador) un abatido y joven actor interpretando al incomprendido y abandonado. Frente a ese desconocido, amante llamado comúnmente peligro.

Ella, Emma es frágil pero no tonta, ofrece un brazo sobre el que apoyar el peso de su conciencia, aunque su pensamiento evolucione como una receta ilegible a priori, contraproducente para aliviar el mal, incluso ese desgaste que empieza a sentir, por él. Porque las indicaciones románticas exigirán una explicación o sino, una evolución del carácter individual a una catarsis de pánico, la extinción de la humanidad en camino. De la idealización del sabio al reproche aciago del torpe, no de odio ni misericordia mas bien de frustración, quizás consecuencia de una revelación inaudita como el descrubrimiento del cianuro tomado de la mesilla en una gran mansión y una distancia de separación tan esperada como necesaria, mientras se ríen con su imagen distorsionada frente al espejo.
El Hombre Irracional y la estudiante romántica, ofrecen una diversión distendida (con filosofía sin diván) a un público de alumnos, entregados al maestro del escapismo y el disfraz, como un camaleón con el jazz a flor de piel. Esta forma de trío musical y cinematográfico, con violines frente al piano calculador, y clarinetes contra la inactividad del alma en un halo endiablado que se propaga desde la gran pantalla hasta nuestras conciencias, más o menos racionales. El Hombre Irracional, tal que un meditado cuento con las relaciones entre hombres y mujeres en el anfiteatro, como siempre desde Madrid a Nueva York, o de Londres-París de los sueños, al coloso granítico de Rhode Island. Su madura y reflexiva idealización del amor, alberga a un Woody Allen tierno enfrentado al de los crímenes, crítica del romanticismo caduco de la magia lunática y la pérdida de la razón en otras fábulas, de la rosa púrpura (amor el ídolo o ´Prince` de Egipto) a un escorpión de jade, de la hipnosis. De ceder los bártulos si la cosa funciona, a la decadencia de un jazmín azul, en masculino.
Un trío del que visionaremos sus sueños divididos, filosófica o emocionalmente, en nuestra retina una vez más, ascendiendo del Bronx a un Café Society en breve, con Steve Carell y la Sheryl Lee auténtica, (quizás cerca de Melinda) y cuerpo de las pesadillas de David Lynch y sueño erótico de muchos seguidores de Twin Peaks. Mientras que la dulce Emma se debate en una Cruella de Vil no confirmada, y un baile de altura en La La Land, junto a J.K. Simmons y el radiante Ryan Gosling. Además, el tridente incisivo protagonizado por Joaquin Phoenix tiene papeles para dar y tomar, con directores como Casey Affleck, un novel Garth Davis o una escocesa llamada Lynne Ramsay, autora de la increíble Tenemos que hablar con Kevin. Se rumorea también con el director francés Jacques Audiard.

El orden, el lenguaje y la estructura teatral: "Siempre empiezo por la página uno. Es un viejo hábito que me quedó de escribir para el teatro. No puedo concebir la idea de escribir el tercer acto antes del primero, o un fragmento del segundo acto fuera del orden cronológico. Los acontecimientos que ocurren más tarde –la interacción entre los personajes, el desarrollo del argumento, dependen demasiado de la acción que se lleva a cabo al principio. No puedo concebir algo fuera de la secuencia. Adoro la forma narrativa clásica en una pieza teatral. La adoro también en una novela. No me gustan las novelas que no son básicamente historias claras... () cuando veo a Chejov o a O´Neill, donde hay hombres y mujeres en crisis clásicas humanas, eso sí me gusta. Es anticuado decir esto en esta época, pero las cosas basadas en el “lenguaje” –los más inteligentes ritmos del habla-, en realidad no me importan. Quiero escuchar a la gente hablar de manera común, aunque sea poético. Cuando uno ve La muerte de un agente viajero” o “Un tranvía llamado deseo”, se interesa en la gente y después, quiere ver lo que ocurre".

Entre la razón de Kant y el tumultuoso existencialismo de Soren Kierkegaard (ayer descubrimos que la filosofía está muerta en la tumba de Aristóteles)... en esta ocasión, deberemos elegir entre un disco de jazz aderezado con largos paseos entre la depresión y la autodestrucción, o la carnosa sonrisa que nos atrae al precipicio con sus posteriores contradicciones y el lío de nuestra cabeza, con la inteligencia de un observador interesado por el fracaso emocional y el asesinato contemplativo, o salpicada de diálogos metafísicos sobre la redención personal y la irresponsable naturaleza humana. Irrational Man, es una reflexión sobre aquello que fuimos en el pasado, cómico o sabio loco (lejano como unas vacaciones por Europa, rodando) y el presente irascible del yo, un manipulador mediático que nos condena a ejercer de héroes, de depredadores o justicieros morales. Ya que lo otro, al futuro, nadie se le aproxima ni conoce, tal que un ascensor detenido que no sabemos si sube o baja, o una pelota de tenis en la red. Una final de un deporte cualquiera, sentenciada a cara o cruz.
De los axiomas profundos, se visualiza una realidad más terrenal sin metas, que Woody tomó a pequeñas dosis para no intoxicarse, la violencia física. Agravio de un sueño que se desvanece, un espejo roto por intereses personales o deseos frustrados, naufragados contra las rocas. Una sociedad que no mide, esa necesidad de una sonrisa cálida, porque los riesgos económicos se entremezclan y la mentira triunfa, cuando la justicia es una línea roja borrosa y la caída puede partir nuestra cabeza en dos.
Izquierdo, irascible y masculino, frente al derecho, intuitivamente femenino. Ella y él, unidos aunque separados.

El cerebro es un órgano proporcionalmente racional, con momentos circunstanciales o reflejos de vacío existencial, o maltratado por enfermedades peligrosas contemporáneas, que atacan nuestra memoria o el ánimo. El cerebro es un debate constante entre ambos lados, entre el propio agujero de la inestabilidad emocional y el hemisferio contrario, próximo... que nos vigila y se muestra inevitablemente sugerente. El yin y el yang, de la filosofía oriental en nuestras calles, dentro de un occidente que, siempre, fue fotografiado, distorsionado o analizado brillantemente por este profesor de cine y de vida, llamado Mr. Woody Allen. Un ejemplo a seguir, una fiesta o baile en un club neoyorquino, si la salud nos lo permite.

"En ciertas ocasiones he escrito cosas que fluyen fácilmente y han sido bien recibidas, otras no; es decir, no son bien recibidas. Y también me ha sucedido exactamente lo contrario, cosas con las que he luchado días y días y son mal recibidas, y otras veces son bien recibidas. Pero, en realidad, no es un esfuerzo tan tremendo como lo creería alguien que no puede hacerlo.
Por ejemplo, a los dieciséis años conseguí mi primer empleo como escritor en una agencia de publicidad de Nueva York. Iba todos los días después de la escuela y escribía chistes para ellos, que distribuían a sus clientes en las columnas de los periódicos. Yo iba en el metro, en el vagón atestado y colgado del pasamanos. Sacaba un lápiz, y cuando llegaba tenía anotados cincuenta chistes... diarios, durante años.
La gente me decía: “No lo creo... 50 chistes por día y escritos en el tren”. No era para tanto, si veo a alguien que pueda componer música…
¡No entiendo cómo empieza o cómo termina, ni nada! Pero, cómo siempre pude escribir, para mí no era nada. Siempre pude hacerlo... dentro de mis limitaciones. Creo que, con una educación mejor o una formación mejor, y tal vez una personalidad diferente, podría haber sido un escritor importante. Es posible, porque creo que tengo cierto talento, pero nunca tuve interés, crecí sin interés en nada académico. Podía escribir pero no tenía interés en leer, sólo practicaba deportes y los veía, leía cómics... nunca leí una verdadera novela hasta que entré a la Universidad. Tal vez, si hubiera tenido una formación diferente, podría haber ido en otra dirección. O si los intereses de mis padres, mis amigos y el ambiente en que crecí hubieran estado más dirigidos hacia cosas a las que más tarde fui sensible. Tal vez yo hubiera sido un novelista serio. O tal vez no. Pero ahora es tarde, y simplemente me siento feliz de no tener artritis".

The "In" Crowd - Ramsey Lewis Trio (1965): Soundtrack The Irrational Man.

sábado, 7 de marzo de 2015

Fading Gigolo.


El Gigoló y la... Celestina.

Nos hemos acostumbrado tanto a los ritmos jazzísticos y a los escenarios por los que pasea Woody Allen y sus personajes, que si los sacamos de sus escenas costumbristas en el variopinto Nueva York, pensamos que ya no es lo mismo. Esto le llevaba pasando a su cine en los anteriores trabajos hasta su reaparición en Blue Jasmine, con su nueva musa Cate Blanchett, otra de las características de sus películas. Porque evidentemente, la figura femenina se ha establecido en toda la imaginería o realidad sarcástica sacada de su brillante cerebro, como la protagonista principal de sus guiones.

Ahora, cumpliendo su dualidad de director y actor (como ya ocurriera en otras ocasiones, por ejemplo la magnífica Sueños de Seductor) entrega su personalidad problemática, contestona e protestona, en las manos de un actor que se deja caer de vez en cuando por detrás de la cámara como John Turturro. Y éste, le hace divagar por las calles de su ciudad natal cambiando el protagonismo principal de la mujer, en una pareja masculina compuesta por "alcahueta" y prostituto. Porque no todas las putas van a ser mujeres, y menos en los tiempos que corren. Un trabajo que busca su sitio en una sociedad de metas conseguidas por féminas directivas y triunfadoras.

Yo Turturro, yo puto genial. Que comenzase en esto de Hollywood con un pequeño papel en la mítica cinta de Martin Scorsese, Toro Salvaje allá por 1980. De procedencia italiana, padre contador de historias y soldado en el famoso día D del desembarco y su madre una cantante de jazz (otra guía de sus producciones musicales), llegaría a participar en una capítulo de aquella Miami Vice.
Unos años después se pondría a Buscar a Susan Desesperadamente y convertirse en una figura del cine independiente, tras participar en el reparto del filme rodado en 1986, Hannah y sus hermanas. Años más tarde antes de convertirse en social sexual de Allen, escribiría con su vecino de Brooklyn una historia para Broadway titulada Relativity Speaking, alrededor de la misma temática de Fading Gigoló.

Es curioso el despertar de estos instintos comerciales, con Turturro entregado a los placeres de la carne y las tarjetas de crédito (tras su paso por producciones del estilo Transformers, con lo que había sido), y observar a Woody como Celestina, proporcionalmente a sus experiencias acumuladas con el sexo opuesto. Pues, su dilatada carrera cinematográfica está plagada de momentos amorosos (y sexuales) resueltos entre reproches, pasión y sábanas a medianoche.
Es Fading Gigoló, una curiosidad de este momento en que los años van cayendo, y empieza a consolarte el entretenimiento y el surrealismo emocional, mezclado con unas gotitas de voyeurismo llamando a las puertas del deseo. Como un Casanova de los barrios judíos, pero con su carabina de Brooklyn.

Sin embargo, no es una película del maestro de la dualidad mental, Woody Allen se entrega a un juego entre el exhibicionismo y las diferencias sociales y culturales. Pero, bajo la mano del director de orígenes italianos, como un maestro titiritero manejando a su alter ego sexual con el control de sus órganos en los dedos. Una gracia sobre su imposibilidad con las mujeres de bandera... lógicamente es una broma, pues todos le deseamos a Allen muchos años más de sexo salvaje o tántrico.
Y esta especulación sobre la masculinidad deseada, se rodea de mujeres de distintos vuelos aunque sobradamente preparadas para las cuestiones sensuales, como Sharon Stone y Sofía Vergara, y más recatada pero con indudable atractivo en la perdida para cuestiones cinematográficas Vanessa Paradis. Esta última en lucha con los estereotipos y los mandamientos religiosos, y con las coletas del judaísmo arcaico fuera de lugar. Así como su entregado admirador, un Liev Schreiber atrapado entre el deber y el amor.

Como Woody Allen ha delegado sus funciones habituales, se encuentra con el protagonismo vocal mientras que John Turturro se maneja en las escenas de "acción" y un conciencia precavida respecto al nuevo trabajo, pragmático y silenciado en su figura largilucha de potencial latin lover. No será su película en la dirección más redonda, pues Fading Gigoló es la quinta en esta faceta y tiene elementos suficientes para dibujarte una sonrisa en el rostro, haciéndote sentir a gusto, paseando por las calles y locales del neoyorquino mundo alleniano. Seguro, echamos de menos una entrega más ácida y atrevida en determinados momentos, pero se trata de una comedia ligera sin demasiadas pretensiones de escandalizar.

Las relaciones comerciales fuera de la legalidad, se decantan por cuadros de composición esporádicos y aquella cosa llamada amor. Mientras vemos desfilar el choque cultural y diferencias de edad por apartamentos o barrios a ritmo de saxofón, junto a levitas y postizos rizados, también encontramos una familia semi-oculta, poco convincente e irreal. Chistes sobre la convivencia con hijos traída por los pelos contra el humos de sofisticación sexual en dormitorios y hoteles de lujo.
Sin duda, este juego es más atrayente para el espectador, ávido de encuentros sorprendentes, tríos de ensueño y juegos léxicos de amantes lenguaraces, con un Allen entregado a la comedia picantona. Un juego entregado a la cámara que no a la cama del de Brooklyn.

Con todos estos mimbres, el cesto se queda deshilachado por el lado romántico, sobre todo en el poco creíble de la familia numerosa desajustada. Pues, el verdadero fondo del recipiente se encontraba en el profesional comercio carnal, no en consejos sumarísimos sobre la castidad religiosa.
Es su parte final dónde se pierde el terreno conquistado, con gracias ajadas y añejas, como un sofisticado vino con sus propiedades embriagadoras apagadas por la soda. El absurdo se desvía hacia un potencial sin demasiado interés y las situaciones correctas sobre el amor, en lugar de posiciones sexuales más atrevidas.

Turturro no pretendía el crecimiento de este medio latino judío llamado Fioravante. No estaba por esa labor y ha perdido una ocasión de sofisticar este argumento y las opciones con las que contaba a priori, por supuesto, esa vuelta de tuerca supondría cambiar el estilo y pisar terrenos sobre cambios de registro o de papeles, convertirse en un cine cercano a La Venus de las Pieles. Más bien, se quedó en un reclamo a las segundas oportunidades por contraposición a la soledad por decreto.

He leído algunas críticas que señalan a Fading Gigoló como un intento de copiar las películas de Allen, de forma negativa.
Vamos a considerar que participa en papel relevante el propio director y cómico, que se desarrolla en los ambientes propios a su filmografía, recorriendo semejantes escenarios y recurrentes frases, con personajes rocambolescos de sus comedias y guiños relativos a las relaciones de pareja y el sexo... además de su humor y su música.
Pero, nadie ha pensado en un sencillo homenaje a su cine, con Woody de protagonista.

Claro, por supuesto, no es lo mismo. Aunque el director se haya transformado en una judío sefardí reconvertido del latino.

** Pasable ***

domingo, 7 de diciembre de 2014

Magic in the Moonlight.


El Último Romántico.

Magic in the Moonlight. Una danza entre los recuerdos de tres, ellos son el sempiterno (para su público) y genial Woody Allen, aunque no para su propia conciencia crítica y sugestionada por el realismo. Y sus actores principales, Colin Firth en la piel de dos actitudes contrapuestas entre el espectáculo y la vida sensorial, junto a la bella Emma Stone entre sus deseos y sus artimañas sentimentales.
En ciertos aspectos, el filme es una vuelta a los mágicos atributos del cine del neoyorquino.

A vueltas con lo real y lo imaginario.
Desde luego que la vida es semejante a un engaño, pero pareciera que Mr. Woody pensara que si ésta se desarrolla entre los sentimientos y la Costa Azul es un trago más llevadero.
Incluso si tienes que luchar por un amor que se oculta tras la diferencia de edad o los dardos envenenados de la maquinaría de la conciencia personal y la posición social.
Dice Allen: “No representa ningún problema en absoluto. Las personas que se enamoran, se enamoran y ya. Si la mujer es 20 años mayor, si el hombre 50 años más viejo, si son de la misma edad, si son de la misma religión, color de piel, hablan el mismo idioma, o no, eso no importa. Para mí es un ´no-tema`”.
Probablemente tenga razón y sea la sociedad la que mira con displicencia esta barrera física, pero la realidad es que en la carrera de la supervivencia y el recuerdo, uno llega antes que el otro.

Personalmente, hace pocos días me encontré haciendo un recorrido al azar por las distintas cuentas en redes sociales. Poco había oído hablar de su nueva película Magia a la Luz de la Luna (por deseo propio) y sinceramente creo que es mejor así.
Porque Allen ha vuelto a conseguir el truco antiguo de convertirnos en protagonistas románticos de su nueva comedia. Quizás, el último romántico en sus fotogramas de siempre.
En aquel paseo digital, me hallé con una crítica respecto a otra película que, confabulaba con argumentos negativos a esa producción pues contaba con los designios de una familia poderosa en un momento determinado. Y que no se merecía ser contada por su clasismo. Como si F. Scott FitzGerald, Jane Austen o el mismo Charles Dickens no tuvieran algo que decir al respecto, enfrentándose a la filosofía germánica y racionalista de Nietzsche.

Woody Allen se expresaba así, a la pregunta de un periodista: “La razón por la que hago películas es que, si te distraes, si ves el baloncesto, si practicas magia, si haces películas... te concentras en eso y no piensas en la muerte”.
Me hubiera parecido una respuesta apabullante, para un crítico que deseaba eliminar del cine, aquellos filmes basados en la alta sociedad. Sería como mutilar la historia del mundo y sus personajes. A pesar de las odiosas diferencias sociales.
Es probable que la gente, en general, obtiene la ideología basada en su propia vida, y que las mentes calenturientas dividen a los hombres según su posición económica y social para su propios beneficios. Pero, la realidad es que la magia puede surgir en cualquier familia, independientemente de los trucos con los que se acerquen las tentaciones. Como Eva y Adán a mordiscos con ellas.

Decía en otro momento, Mr. Allen: “Durante 50 años de trabajo nunca he leído una crítica, ni positiva ni negativa. Nunca leo mis entrevistas o artículos sobre mí. Quito mis películas de la tele cuando veo que empiezan. Nunca participo en homenajes, no me gusta mirar hacia atrás. Hace años una distribuidora me llamó para decirme lo bien que había ido una de mis películas en taquilla el primer fin de semana... y les pedí que no me llamaran más”.
A pesar de las diferencias enormes entre el genio del cine y yo principiante, tenemos pensamientos semejantes ante el éxito. Pienso que nuestro deseo interno es practicar y sentir experiencias. Lo importante es realizar proyectos según nuestro entendimiento o capacidad, porque en el futuro nada de ello, existirá.

Si se pudiera boicotear una historia para no ser contada en el cine (o la Literatura) estaríamos negando partes de nuestra experiencia, aunque fuera negativa. Algunos de los directores más interesantes o los prodigiosos escritores que basaron sus pensamientos en la vida de la alta sociedad, dejarían huérfanas las pantallas y plantillas de aquellos argumentos manchados de sangre azul o cuentas obscenas.

Otra aseveración con fundamento, del director neoyorquino: “Vivimos en un mundo que no tiene sentido, ni propósito. Somos mortales, y todas las preguntas importantes… Para mí lo importante no ha sido nunca quién es el presidente de EEUU, esas cuestiones van y vienen. Las preguntas importantes se quedan con nosotros y no tienen respuesta. ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿De qué va esto? ¿Por qué es importante que envejezcamos, por qué morimos? ¿Qué significa la vida? Y si no significa nada, ¿de qué sirve? Esas son las grandes cuestiones que nos vuelven locos, no tienen respuesta, y uno tiene que seguir adelante y olvidarse de ellas”.
Pues, adelante con la magia y la luna.


En esta ocasión, como ocurriese en proyectos anteriores como Balas sobre Broadway, La Maldición del Escorpión de Jade o la maravillosa La Rosa Púrpura del Cairo, se ha producido el milagro de la comedia romántica mezclada con el truco de la vida. Magic in the Moonlight vuelve a acercar aquellas historias sobre sueños que se hacen realidad, a pesar de la timidez o otras actitudes o intenciones de personas alrededor de los protagonistas.
Es posible que la edad sea una barrera infranqueable, pero Colin Firth y Emma Stone, se han refugiado en la atracción de sus miradas y unos diálogos brillantes elaborado con su saber y sabor de siempre.
El romanticismo no está de moda, por eso a los más experimentados nos atraen los personajes que afrontan sus sentimientos (supuesto amor sin aristas) por encima de los lujos de una vida confortable. Y sino, que se lo digan a Marilyn Monroe (no me refiero a su vida privada), más en la película Some Like it Hot, de otro grande de la comedia Billy Wilder.
Allen se expresa así: “Ojalá no hubiera sido tan tímido, hubiera tenido una vida mejor si no llego a ser de esta forma”.
Debido a esa timidez, encuadra el sexo entre un orgasmo fingido entre las estrellas o el mundo de la imaginación y el fálico objeto de la razón en forma de telescopio abandonado en sus funciones sexuales o estelares.

Woody Allen sería uno de los grandes damnificados por estas discriminaciones estúpidas. Un autocrítico, dejándonos a algunos cinéfilos y seguidores arrinconados entre guiones plagados de miseria, hambre o retazos de vidas cotidianas y aburridas, como las nuestras. Se refugia en la luz de la Costa Azul francesa entre Antibes y Niza, con grandes mansiones y locales de ocio.
Allen ha demostrado que es mejor caminar entre las vías, sin importar quién es el pasajero en el interior del tren, sea millonario, humilde polizón o mago.
Así, se expresa el genio de Brooklyn: “Necesitamos espejismos, la vida es demasiado terrible y no podemos afrontar la verdad de ella porque es demasiado horrible. La vida es una situación tan trágica que solo negando la realidad sobrevives”.

Si en el anterior filme Blue Jasmine, la protagonista era una mujer madura con una etapa vital extensa y terminada, que recorría las vías en sentido inverso a la pareja de Magia a la Luz de la Luna. Pues, su vida se ve desmantelaba por la mentira, mientras que ahora, la magia o el paso en falso intercede entre los sentimientos y la razón, para enamorar a los protagonistas. Aunque, la visión de la luna se encuadre con un objeto abandonado y racional, lejos de la atracción gravitatoria de la sexualidad.
Allen dixit: “No estoy en contra del formato digital, pero las películas actuales dedicadas a efectos no me interesan”.
Es cierto Woody, a veces pienso que el romanticismo ha quedado enterrado entre las acciones efectistas, los sentimientos camuflados como un truco de desaparición, o diálogos desdibujados en líneas de insultos y gritos con bandas sonoras atronadoras.
Usted, siga con tu brillantez e hilaridad acostumbrada y mágica.

Sobre los premios y los Oscar´s, opina: “Se puede decir cuál es la película favorita de uno, pero no cuál es la mejor película. ¿Quién puede decir eso? Son valoraciones personales, no significan nada”.
Pues bien, has vuelto al camino de siempre, creando dos mundos contrapuestos en el mismo encuadre, acercando y creando la curiosidad a cabezas separadas a kilómetros de ideología, luchando entre besos o egos, que puede llevar al traste un futuro común o unas vacaciones por las islas griegas o Bora Bora.

No vamos a desentrañar el misterio oculto en el mágico Oriente, ni los enredos entre realidad y fantasía que se ciernen sobre los protagonistas. Tan siquiera, la comparación con otras obras de Woody Allen con predominio de la razón sobre la magia... o viceversa, cada una tiene su atractivo romántico.
En Magic in the Moonlight nos hallamos con todo oculto en un sombrero (no de copa sino un tocado de mujer de los años 20, elegante) y nos encariñamos con los personajes de siempre, de la vida también de Woody y de la nuestra, porque crecimos viendo las comedias disparatadas o screwballs de la época dorada. Seguro que, Cary Grant y Catherine Hepburn se alegrarían de recrear sus antiguas batallas dialécticas, mentales o físicas, entre ciencia y la sentimental magia al acecho, como una pantera agazapada entre los huesos de un dinosaurio. O con Henry Fonda atraído por una jugadora de cartas marcadas y largas piernas como Barbara Stanwyck en The Lady Eve.
Aquí en esta nueva película, son los rostros de la madurez ascética impregnada de flema británica y la frescura roja de una nariz respingona apuntalando unos ojos azulados como la Costa, la nueva musa que frota la bola imaginaria del universo ´alleniano` cuasi embrujado. Ante la racionalidad del propio director, no creyente y crítico exacerbado, ha escrito otro mágico papel para una mujer.


Sobre la copia, proclama el director neoyorquino: "Oh, yo he robado de los mejores. Quiero decir que he robado a Bergman. Yo he robado de Groucho, he robado a Chaplin, he robado cosas de Buster Keaton, de Martha Graham, de Fellini. Quiero decir que soy un ladrón desvergonzado" para la revista TIME, 2009.
Este tipo de robos, basados en tomar referencias o experiencias anteriores con respeto a sus autores por supuesto, son un truco de magia comparado con el panorama actual y social. Dónde los grandes ilusionistas dirigen los designios del mundo.
Tranquilo, seguimos confiando en tu inigualable talento. Nosotros al menos.

Si se verá tanta batalla recompensada por el espacio estelar, en un golpe del destino o de nuestros deseos. Para ello, deberás aguantar con una sonrisa en los labios, los trucos en su carrera que hicieron un genio del prestidigitador llamado Woody Allen. Hasta el final de otro guion elaborado con su habitual buen gusto y unas actuaciones perfectas, que probablemente le proveerá de una nueva nominación (a la que no asistirá) y quizá una cuarta estatuilla dorada en esta categoría.

Probablemente, la noche a la luz de la Luna de este cuento, entre aristócratas, ´artisteo` y una chica o ´truhana` de humilde condición e intenciones cambiantes como la marea, no sea su mejor película pero si un homenaje a dos mundos diseccionados en la literatura de Dickens. Apartados aunque tocantes en cuanto al romanticismo, una de las bases de su cinematografía. Además, de filmar entre la realidad y la fantasía sirve para admirar su ingenio como cineasta y escritor de ayer y de siempre.

Ella creía en la magia (que no es posible en este mundo pues prevalece la mentira sobre el truco de lo científico) y él no se enfrentaría con la realidad, intimidado por lo desconocido. Pero, se unirían en un baile enloquecido por los nuevos ritmos sin ukelele ni yates de millonarios o no aceptarían el perdón en sus cabezas.
El futuro es una incógnita, que sólo Woody conoce en su fuero interno... ha vuelto a meter un elefante enorme por el ojo de la aguja con nuestra complicidad en la oscuridad del anfiteatro. La fiera de mi niña sigue resistiendo los embates del efectismo digital, con chispeantes conversaciones y el reconocimiento de las estrellas de Hollywood ante su cámara.
Como si Sugar Kane hubiera intentado seducir de nuevo al millonario, escondido tras el disfraz de marinero, o de mago.

**** Notable ****


Apuntando al destino incierto.


Beethoven: Symphony No. 9 in D Minor, Op. 125: Molto vivace - Presto


Sonny Rollins - Moritat (Mack the Knife)


Bix Beiderbecke - Sorry

martes, 12 de noviembre de 2013

Blue Jasmine: Vuelve la flor de Allen.



Cate 'van' Allen.

No tiene nada que ver el título (del comentario y de la película) con el rock and roll, pero sí con una canción. No es casualidad que par su próximo título haya escogido el siguiente, Magic in the Moonlight.
Woody Allen es un romántico indomable e irreverente. También un hacedor y dador de grandes papeles.

Cate Blanchett, no puedo decir que interprete como el alter ego de Mr. Allen. Seguramente podría reflejar sin problemas, un retrato del propio director neoyorkino sin ninguna dificultad, ya que incluso se ha podido poner en los pantalones de otro genio y vecino de la Gran Manzana, el mismísimo Bob Dylan. Por descontado que no es necesario, pues su papel está más destinado al lucimiento de sus dotes femeninas de alta dama de la gran pantalla que a un cómico psicoanalizado y de origen judío. No sé si pensó el maestro y director, en ella como destinataria de su próximo regalo interpretativo y flor con dotes regenerativas.
Y la verdad, es que lo borda.
Porqué por la noche todas las gatas, son jazmines azules.

Este jazmín deja un penetrante y fino aroma al concepto de éxito en la vida por cualquier medio. Aunque conlleve unas consecuencias dramáticas, y Cate Blanchett (Little Fish, El curioso caso de Benjamin Baton o la trilogía de L.O.T.R. I, II y III, El Hobbit) ha presentado su candidatura firme a ser seleccionada para la conquista (más que probable) de algún premio importante durante alguna noche lunática en Hollywood.
¿Veremos al gran Woody Allen cogiendo un avión a Hollywood (Los Ángeles, California) este año?.
Solamente si él lo desea, por supuesto. Pero, pienso que sería bonito que el público, en general, se rindiera a los pies del genio de Brooklyn.

No será por viajar en primera clase, pues se lo tiene bien merecido con su esfuerzo como escritor y cineasta. Además, la buena forma mental y las ganas de recorrer distintos países del mundo, recordemos que ha viajado para rodar en Inglaterra, Francia, España, la hermosa San Petersburgo (Rusia) e Italia, le otorgan una categoría de viajero especial.
Esto tan sencillo de trabajar en otros lugares, es un motivo extra de satisfacción para sus seguidores al poderle observar más cercano. Aunque, sea acusado de bajar su calidad cinematográfica en algunos films.

Pues bien, con Blue Jasmine vuelve a volar alto.
Para ello, todas aquellas direcciones en líneas aéreas se han confabulado en una bidireccional entre Nueva York y San Francisco (California), y claro con tanto viaje y su espléndida clarividencia ha tenido tiempo en pensar en sus historias favoritas. Entre costa y costa, Mr. Woody se ha inspirado para escribir un guion de categoría de suprema actualidad.
Todos sus seguidores y fans nos congratulamos y comprobamos con placer que cumplir años no siempre es reflejo de un desgaste intelectual.

Aprovechando su pasión por la vieja Europa, de sus costumbres y gentes, ha olfateado e inspirado para trasladar su historia a la ciudad más europea de USA, la cinematográfica San Francisco. Además, en sus viajes recientes ha sacado su radar de contador de historias para hurgar en la crisis, adentrándose con el guion de Blue Jasmine en las tensiones internas de las familias. Con una particularidad, mezclar las vidas corrientes con las de alto rango social.
Parece que se divirtiera sacando las miserias de personajes presuntuosos, en este caso, sin burla pero con un grado de madurez y tono agrio que demuestra sus dotes para la comedia dramática.
Al contar la vida de individuos con éxito social y sus contubernios de pareja y familiares, se ha vuelto a ganar con sus definitivos golpes salvajes, el gusto desplazado del público más displicente.

Este 2013 puede ser el año Woody Allen, lo seguro es que es el año del jazmín azul. De los comentarios allenianos cargados de sarcasmo y brillantez. De la disección de un personaje por todas sus etapas vitales y sociales. Del aroma a mar. De sus viejos discos con excelentes ritmos jazzísticos. De rincones espectaculares de la ciudad de San Francisco. De un ramillete de personajes con vidas propias. Y sobre todo, de un escritor con preferencia por unos diálogos excepcionalmente acertados.
La edad para Allen es sinónimo de flexibilidad y resistencia mental, capaz de compaginar con excelencia distintas actividades y dejarnos boquiabiertos.
Quizás por ello inspira sus letras en los rostros de grandes actores (altamente agradecidos por colaborar con su trabajo) y lograr mantenerse con una carrera cinematográfica envidiable, en plena forma.

El amor puede comenzar por una canción disfrutada a dueto, que significa el inicio de una relación con sus pasiones y sus tensiones. A través de la conocida Blue Moon, nos desplazamos de su Nueva York con tonalidades entre el neón de los carteles de clubes y fiestas al grisáceo de sus secuencias más representativas. Como un recuerdo constante.
Ya apenas recordamos su letra... porque no es lo importante. Woody Allen se centra en la parte más oculta del desastre.
Y Cate Blanchett interpreta la partitura escrita por él, con una profesionalidad fuera de toda duda, intentando reinventarse en las diferentes situaciones, cambiando sus costumbres y habilidades cuando los renglones de su personaje se escriben torcidos.
Cambiar de nombre no garantiza un nuevo comienzo y el éxito.

Por lo que nos decantamos como seguidores del director neoyorkino, sin duda, es por la magnífica facultad de desarrollar sus guiones con personajes que no se detienen, siempre avanzan hacia la excelencia argumental. Las conversaciones que mantienen dentro de la película, tienen el alcance de los grandes narradores. Por tanto, sus diálogos no son un pretexto para filmar unas imágenes, si no que son la fuente por la que emergen las grandes decisiones narrativas ayudando a un montaje moderno y dinámico.
Me quito el sombrero, ante tal capacidad. De la cual, los aspirantes a escritor, deberíamos observar con envidia en cualquier noche de luna azulada ante la cuartilla en blanco.
Mis felicitaciones por su dominio de la escena dialogada y sus giros léxicos atemporales.

Así, me congratulo por la vuelta de Woody Allen a la comedia más dramática, de características sociológicas y la lucha de sexos más actual y verdadera, y acortando las distancias entre las distintas clases sociales. Revelándose la triste flor escondida entre tanta apariencia y poder económico.
Sus personajes se pueden reconocer al instante en las primeras páginas de los diarios.
Mr. Allen otorga el protagonismo de su creación en Blue Jasmine a la gran Mentira. Cuando esta faceta contamina todas las actitudes de la vida, tanto las que están a la vista como las ocultas, aunque estén encerradas en cuatro paredes desconocidas y opresoras.

Por que en esas habitaciones, calles o lugares de trabajo, se abre todo un ramillete de personajes secundarios a la altura de su "partenair" principal, con brillo propio y matices de otros colores que complementan el desarrollo del argumento esencial.
Desde sus parejas de baile en esta canción de letra olvidada, como su marido más delgado y siempre convincente Alec Baldwin o su hermana, una sencilla y simplemente natural e inolvidable Sally Hawkins.
Sin olvidar a las tensas relaciones con los personajes interpretados por un resolutivo Peter Sarsgaard, el arrepentido novio de su hermana por Bobby Cannavale, el papel de hijo por Charlie Tahan, Andrew Dice Clay, el doctor o jefe interpretado por Michael Stuhlbarg o los pequeños bárbaros usado como paño de lágrimas, los jóvenes Daniel Jenks y Max Rutherford.

Elegir el nombre de una flor que renace en la noche, no convierte la vida en un camino de rosas.
Ni siquiera de jazmines azules.
Congratulations to Cate Blanchett, por adelantado. Y por sus numerosos proyectos a la vista.

La personalidad del neyorkino es tan descomunal y su labor tan personal, que podría participar igualmente en cualquier competición de europeo o independiente. Así de genial es Woody. Hasta el infinito...
Felicidades Sr. Woody Allen por los éxitos y premios que... conseguirá.

**** Sobresaliente *****

Cate Blanchett, está en la nueva película dirigida por George Clooney titulada The Monuments Men. Reparto de categoría suprema con: George Clooney, Matt Damon, Bill Murray, John Goodman, Bob Balaban, Jean Dujardin, Hugh Bonneville.


Tráiler The Turning, de Tim Winton.



Cinemomio: Thank you

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