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domingo, 20 de enero de 2019

Daredevil. Season III

El año 1957 dibujó una parábola gráfica sobre la condición humana, y a veces hasta inhumana. Ya que en la población de Olney (Maryland) nacería un niño con una sombra en la mirada, que vislumbraría el futuro con la doblez de una hoja de papel y sus recónditos escondrijos en la mente. Vericuetos para la poderosa imaginación y la oportunidad, que le llegaría con el esfuerzo y la creatividad, años más tarde. Se convertiría en guionista multifunción, con tendencia a aquellos lápices de colores, que sirven para crear historias pintadas y se transforman en ráfagas de metafísicas de nuestra realidad. El historietista gráfico, conocido como Frank Miller, abrazó esa vida profesional a través de los fanzines que le abrirían la puerta a su trabajo más exitoso, entre las universalmente rivales, Marvel y DC Comics posteriormente, un ring no cruento que definía el colorido de los superhéroes y su lado reverso tan glorificado.

En un intento por renovar su cofradía de muertos vivientes, se relacionaría con otras alternativas paralelas o renacimientos dramáticos de última hora. Ese punto de inflexión de su pensamiento gráfico, maduraría durante el año de 1980 cuando se establecerían las bases críticas de próximas obras, con un carácter más ácido y violento. A través de una reflexión profunda sobre las conciencias enfrentadas de la sociedad, los debates internos que perseguían a sus personajes, tanto heredados como nuevas creaciones estilizadas.
Comenzando por aquel demonio de rojo, abogado sin miedo, que se debatía entre los despachos judiciales y las defensas moralizadoras de sus hazañas, para las que parecía predestinado (o condenado desde las alturas), con retos contraproducentes a los propios sentimientos. El romanticismo colgado de un bastón para invidentes del amor o sobre un cuadro tormentoso.

Allí junto a ellos, dos rivales sin toalla, nacieron también los artefactos cortantes o materiales explosivos del agente Ben Poindexter, más reconocido como Bullseye, la agilidad de cualquier tipo de movimiento, tanto guerrero como sexual, con que se presentaría la bella Elektra o la extraña obsesión, del individuo inmenso llamado Wilson Fisk o The Kingpin, por el surrealismo abstracto. Al reconocer que un conejo blanco en la nieve, puede ser invisible, como un amor exótico y amenazante, o que un enemigo es para siempre, sobre todo si está dibujado con cuernos. Él que parece tan impoluto... o no.
Todos los ejemplares de la nueva Marvel, serían parte de su historia a partir del número 168, mientras que las reminiscencias violentas se debatirían sobre su serie Ronin, que acabarían derribando las fronteras del cómic. Ese fue el número del nacimiento, que aquellos dibujos de David Mazzuchelli alargarían la figura de Born Again (1986), con el futuro saltando a otros medios audiovisuales. Como desequilibrada presencia en la gran pantalla y ahora, más cuidada y potente elaboración en esta serie de Marvel TV con el asesoramiento de nuestro admirado Stan Lee.

Daredevil ha ido conviviendo en una época de confusión tecnológica y binaria, que terminaría sumergiéndose en la oscuridad resiliente como lo fuera aquel viejo confundido y torturado, The Dark Knight Return, aunque albergando en su interior la esencia del héroe. También ocurriría en su posterior resurrección, dibujando Batman: Año Uno. Después, los reinventados años noventa, servirían el ambiente de para novelas gráficas más impactantes, guiadas también en el mundo cinematográfico, para la edición de las primeras bocanadas históricas en Los 300 y aquella pecaminosa oscuridad de Sin City, retomando algunas de sus principales influencias en la memoria juvenil. Sin duda, lo mejor de aquel pequeño ´Franky` cargado de sueños.
Sus ojos profundos, veían con fascinación, los actos heroicos de otras eras convulsas, la película del director de origen polaco Rudolph Maté en 1962, se acercaba a la épica con el título original de The 300 Spartans o el más felino de El León de Esparta. Mientras que el espíritu más introspectivo, se iría a las penumbras estereotipadas del cine negro, que se dirimían en las novelas negras de Micky Spillane a través de la sonora contundencia de Mike Hammer, y anticipaciones de los guiones para Capitán América y el próximo Capitán Marvel, o Shazam para no caer en discrepancias entre universos.

El cuadrilátero callejero iba creciendo con enemigos poderosos, múltiples presencias, sin artificio ni misericordia. Ideas y trajes almacenados en la reserva de su cerebro, esperando su despertar clarificador en el Universo, pero aumentando la violencia ciegamente. Ésta sería una constante en su carrera como dibujante de novelas gráficas y un estímulo para el rojo de sus rotuladores. Así como ese punto de sacrificio heroico, que sobrepasa el carácter mortal de sus personajes, que golpea con dos temas esenciales, la condena y la redención personal. Hasta, en último lugar, caer sobre la redes de aquel mítico Spiderman, condimentando su nueva salsa, a la limón marvelita entre el dibujante Steve Dilko o el siempre idolatrado por todos, gran "general" Lee... Por cierto, ¿qué será de sus apariciones al estilo Don Alfred Hitchcock?
Yo apostaría a que siguieran respetando su imagen y forma, como un homenaje al creador de futuros, o alma máter de héroes y villanos, descanse en paz Mr. Stan sobre las alturas en que siempre se balanceaban sus creaciones.

Toda una carrera para Frank Miller cubierta de esperanzas, revelaciones y ensayos, que finalizan mediante sus controvertidos trabajos de la última época, por ahora. Los dibujos compaginados con guiones de cine, girando alrededor de los tebeos o participando como asesor de dirección, hasta el turbulento 2000 que amenazara con el fin de los tiempos tecnológicos, y que terminaría minando su resistencia casi sobrehumana. Ya a la espera de otras nuevas visiones sobre nuestro querido hombre murciélago y el humano sensitivo que no tenía miedo... a nada. O nadie... si es que existe.
Mr. Miller abrió su mente y expandió las habilidades del Diablo de Hell´s Kitchen, formalizó su idiosincrasia y pensamiento, de una manera ambivalente, como la ciudad de Nueva York. Luminosa vidriera de día, caleidoscopio de realidades, también recalcitrante en el subsuelo o maquiavélicamente oscura a partes iguales. El diablo rojo se vistió de gala, reclamando el anonimato deseado, envuelto en gasas espartanas, de soga y máscara de espadachín negro, una especie de guerrero filosófico, con emociones enfrentadas.

Born Again creó las sentencias de una historia más complicada, distante para los más reacios al pensamiento crítico o las creencias del alma. Así que ¡adiós!, no creyentes. Si no aparece otro medio audiovisual sobre el fuego pecaminoso, del que ya existe alguna noticia... y recibamos con un ´hola` sincrético, a esta controvertida y bipolar tercera temporada. Sobre un diablo aparentemente cegado por las creencias, es decir de un superhumano mentalmente desequilibrado, o Daredevil del demonio.

Aunque esa otra discrepancia televisiva, sería una historia paralela, o el final de Daredevil...

¿Ángel o Diablo?

Intentando no caerse en la sartén del maligno, saltando a través de dibujos que alimentaban el suspense y esa espiritualidad en conflicto continuo, luminosa o tenebrosa, según el punto de mira, confluyen los valores arquetípicos del ser humano y las preguntas sin respuesta. Por tanto, para mi entendimiento personal, he consultado con algunos otros iluminados de los cómics y las series de nuestra época, y no sostienen la táctica envolvente empleada en la narración, en su gran mayoría, reticentes ante esos aspectos metafísicos, que desarrollan la confusión ética del individuo. Los que se nutren de una fe (no tan ciega) que sería catalogada de tortuosa o fuera de un contexto atractivo, de una historia actualizada con nuestra realidad contemporánea o las exigencias científicas.

Quizás por ello, después de dos maravillosos pretéritos televisivos anteriores, o antecedentes junto a Drew Goddard y Steven S. DeKnight, se piense en prescindir de Él, con últimas tendencias sociológicas, tan desfasadas en el ambiente revolucionario que sonrojarían al mismo Lenin o un destructor Terminator venido del futuro y conocedor de lo inimaginable. Por ende, la serie Daredevil vuelve de manera conflictiva, preguntándose (con la reticencia monumental del Kingpin, siempre el otro), si dar finiquito a la mafia con matarile y la religión, sin ninguna remisión.
En ese mismo punto de arranque o angustia espiritual, del personaje que participaría en un, no retorno, o vestido de otra cosa menos diabólica o más terrenal. Polémica existencial, descrita en la mayoría de nuestras conciencias o en las reflexiones de los protagonistas de un Universo muy particular. Igual que los ramalazos oscuros de un Punisher, etiquetado en el sentido contrario, como muchos de esos personajes de Marvel en el tiempo, que confrontan dos percepciones de la realidad, su mediática función sacrificada y su propia identidad.

Opciones contrapuestas, como la percepción o la imaginación, siguiendo dos tonos que se neutralizan el uno al otro, tal que la noche y el día. Con la muerte recurrente, de tonalidades blancas y sentencias épicas, diseñada sobre el pecho, o los últimos estertores de una personalidad difuminada por el miedo y el peso de la culpa, extraviada en las cuencas vacías de una calavera, hasta la negrura total y radicalizada que recorrería las terminaciones de su espalda. El buen Murdock y sus debilidades.
Físicas o humanas, comprometen el comportamiento del héroe en la serie... o más allá, ante el engaño de su propia alma humana en continua contradicción, semántica e ideológica. Tanto que sería necesario, de cara al futuro para despejar incógnitas que le apuntan con el dedo desde ciertas alturas, aquellos juicios paralelos que se reflejan, una y otra vez, en la historia o las páginas escritas de una sociedad golpeada por desigualdad y corrupción. Las mentiras y fake news, mirando de frente de nuevo, con más actitud, con otro nombre más castigado o ajado, si acaso... se define como... ángel o diablo.
La respuesta está en los colores o los cuadros... Partículas de leve grisáceo en su estructura, se desprenden de las paredes, arrancando bocadillos de las hojas de papel tintado. Lanzándolas al aire de Hell´s Kitchen, frente a las estilizadas vidrieras, coloreadas por la imaginación y una doble intención, arrancadas por dedos desnudos y mundanos, propios de un creador que, apunta a esos pensamientos más elevados del ser humano, alejándose de cualquier arraigo que pudiera significar un obstáculo insalvable, dentro de su idea sobre la acción heroica y la justicia.

Precisamente, es ángel... porque teme que, ella "la justa" de la balanza, no tenga poder para proteger a sus seres queridos y mortales, de amigos que serían perseguidos tras el antifaz de su cara. Rústico y deshilachado como su pasado, ante las vidas inocentes puestas en peligro frente a la oronda luminosidad del mal. Debido a su propia indecisión o debilidad, sería el diablo, pues Murdock tendrá que enfrentarse a sus propios demonios, de cara a estas interacciones privadas o las hazañas inacabadas... que llegarán, o no.
También es prófugo de incógnito, porque va vestido como la noche, acorralado por los pensamientos, las instituciones y medios, la némesis. Más reniega de su fe, adquirida en penumbras pretéritas, como los recuerdos familiares de un ánima atormentada por el fracaso y olvido. Renacido sí, con puntos de sutura, ante un futuro incierto como su misión o juramento elevado.
Su alma se desdobla a cada instante, capitulando dos caras que se sumergen en una vorágine depredadora, parecieran cuatro, uno en cada esquina del cuadrilátero.

Sacrificio doloroso, manos y rostros congestionados, humanidades sudorosas y sangrantes, curiosamente, justo lo contrario a aquello que referirían los manuscritos bíblicos de bondad vecinal, en su enseñanza académica y mística... Por consiguiente, es el juego habitual, del tópico bien y el mal, enfrentados o sentados en los cuatro ángulos de la historia, hasta el infinito.
Así arrastra su personalidad el Diablo Rojo, a través de una condena personal como héroe por iluminación, con la responsabilidad cargada a sus espaldas doloridas, sopesando su propia vida y esa herencia adquirida en el ring sentimental, pues los pecados o miedos reprimidos, existen, son parte de su piel.
Terminarán enrareciendo la tarea de un púgil combativo, su referente familiar, o antihéroe forzado para ciertas consciencias, enrollándose sobre sus puños, como serpientes pecaminosas o muescas diseñadas sobre las incipientes arrugas de su frente. Algo parecido a las del padre contra los guantes ajustados con peso de tornillos y tuercas, para desequilibrar un combate.

Confeccionada la quemadura emocional, con el esparto protector que utilizase un guerrero de antaño, ninja tal vez... y que enraizara en su carne para desgarrar los recuerdos de otros. El hombre sin miedo se aparta del dolor ajeno, de Karen, temeroso, aunque temerario a la vez, frente a otros rostros ampulosos del mal, con próximas dianas frontales.
Esta antigualla de traje heroico, es una visión, que ya no defiende la libertad porque se emborrona con intereses reflejados, ni luce cuernos diabólicos, pues los perdió en un fuego incesante que son la punta de lanza sobre una amenaza. Un juramento infinito desde la esquina del cuadrilátero opuesta, que será la obesa respuesta. Ese si que es un peso pesado... y no las confusiones del ánima.
Tampoco es auténtico el poder adquirido, cuando la propia osamenta está fracturada en mil pedazos negros. Cuando la sangre hierve en un pequeño caldero de ubicuidad sin luz. Cuando sus palabras confusas, van saltando por los aires una y otra vez, rebotando sobre las imágenes, los recuerdos y los bancos para reclinados, donde las cruces se convierten en una especie de broma asesina... Algo etéreo y eterno, que podría recordar a ese hombre murciélago de DC y su Jocker, repitiendo el dolor en un bucle interminable en el universo de los tebeos... pues eso.

Ahora... perros de la guerra moderna, seréis convertidos en eslabones de una cadena que, reproduce una especie de condena mortal, una suerte crítica y solitaria, para nostálgicos de Marvel y su maestro. Que ya no volverá... El héroe tendrá que asumir su culpa en esta batalla de los tiempos, saboreando la sangre que dejó derramar tantas veces, como mártir... esto es, la suya. Y la parada obligatoria e incierta que se cuece sobre la Cocina, que le podría llevar extraordinariamente al nacimiento de su personal problema, o inevitablemente al otro, a esa heroína blancuzca que ataca al héroe (volverá The Punisher muy pronto) y que todos conocemos por el pretérito y el cómic... una sebosa, pero irresistible némesis.

... Fe de Mafia.

El niño abrió sus ojos, sin paz ni amor materno, resolviendo dilemas internos. Cada quién, se pregunta por el beneficio de la pérdida, la redención de la culpa y la buena voluntad, así que fue golpeado, o se dejó golpear hasta sangrar, como rey de reyes, desdoblado en un tablero. Oscuro y blanco, un fantasma de las sombras o del poder.
Este otro, se alimentó de odio, al igual que un ser supremo, notara la necesidad de una lucha a otro nivel superior. Más sangrante que las ideas de su obcecado padre, engendradas por cautiverio social y violencia doméstica, que crecería engañado por las circunstancias ajenas, envenenado por el color de un dinero parduzco y sacrílego. Rival como su realidad pintada sobre la pared, y la del hijo futuro. O la de cada uno de nosotros, hijos de héroes o víctimas.

Después, cuando todo parezca perdido, se acordarán de las firmes sentencias. Se encontrarán frente a frente, sobre este ring apasionado entre el dolor intenso y el amor ciego. Distanciados por estas cuerdas, que tocan o no, fibras que se enredan en su fisionomía y amenazan con asfixiarles, de diferente manera. Uno moviendo sus peones, otros conservándolos. Ya que no da igual el color, en su vestimenta exterior o en el alma.
Es la típica pelea histórica, sobre un tablero encasillado por las circunstancias familiares. Blanco sobre negro, con matices que mutan sus rasgos característicos en situaciones contrarias, que otorgan las virtudes o pecados, que les hacen empáticos o desacreditan mediáticamente, dependiendo de oídos extraños o los voceros de periódicos y televisiones.
Son dos boxeadores con guante blanco, y rivales con una herradura escondida en ellos, la fe o la fuerza. Luchando frente a los pusilánimes, interesados, confundid@s, violent@s, práctic@s, just@s, olvidad@s, etc... tú que lo tuviste en tu mano, no lo terminaste, por los siglos de los siglos... ¿Qué clase de religión, es ésta?

Durante su Born Again, se entreven las trazas de ese pasado infausto, del envilecimiento que se vuelve contra ellos y convirtió al gran Gordo en salvaje colmillo sobre su montaña dorada. En este combate, parece que no podrá haber nunca, vencedores o vencidos, porque los dibujos son así, a veces. Sabiendo el lobo blanquecino, rey del hampa internacional, aunque luchen en diferentes rincones, que la lona bajo sus pies, está tan corrompida como desee, su alma y su dinero, ínclitos e infectos. Sería más, un acto de fe, enterrarla bajo tierra, ya que es más fácil para el héroe o su némesis, acabar derrotados, que renacidos y estirados de nuevo, sobre inmortales letras doradas. El odio mutuo... el miedo que lo envuelve todo.
Así tendremos de nuevo, amamantado en su Hell´s Kitchen de dolor, a otro Mr. Kingpin, lobezno engalanado con su traje inmaculado (un disfraz de lo derramado anteriormente) si cabe, disimulando la inocencia que se perdiera en un "quítame esos pelos de la cabeza".

Posee una testa repleta de ideas desnortadas y amenazantes, que debieron ablandarse a martillazos, desterradas por una generación más radicalizada y que ahora, ha crecido hasta convertirse en serpiente de varias cabezas, quizás dos. Víbora que ama a sus hijos e hijas, bautizadas con sangre, acólitos de las armas. Hasta ese sentido, son divergentes, el diablo y el más blasfemo. Resilientes contrariados en manos de recuerdos perpetuos. La imagen de una madre que señaló el mal, pero mandó a sus diferentes guerreros para luchar contra él, en dos versiones distintas. Como el sol imperial y la sombra. Un par de mentes distanciadas por un universo, unidas en el odio, con sacralización de la amistad o la pasión mística del momento, disuadidas o siseadas al oído por aquellas voces de, ellas. Una angustiada por el maltrato y otra por la irresponsabilidad, mientras los padres, se machacan la cabeza, a golpes sobre otro ring imaginario... la sociedad.

Esta es la fe del individuo solitario y arrepentido, contra la masacre y la irreverencia del absolutismo que tiene ojos en todas partes. Invisible e insonora, gracias a la fe del dinero y el poder sin medida. Más bien, dando las gracias a aquel único, brazo de hierro o Stick del magnífico Scott Glenn, para sentirse y volver a curtirse, en mil batallas con el crimen re-organizado en la grasa corporal. Gracias a consejos (ahora vestidos de sacerdote de negro o esta, algo maternal Joanne Whalley) frente a los enrevesados vaivenes de una amante tardía...
El tablero se moderniza, es la visión de la antigua guerra de sentimientos, oculta bajo el cemento de la city. O una colmena que va distanciado amigos, destruyendo piezas, cada vez con más responsabilidades y menos personalidad diferencial (interpretados por Elden Henson y una mosqueada Deborah Ann Woll), para enfrentarse con una imagen arcaica de sí mismos. Enclaustrada bajo el manto protector de sus hazañas pretéritas, esto es, lo que ocurre sistemáticamente con el otrora agente del FBI, encarnado por un certero Wilson Bethel, mirando a próximas dianas. Por tanto, nunca mejor expresado, entre Wilson´s anda el podrido juego...

Tras barrotes que se doblan a voluntad (con miedo o plata), por un ojeador bestial, irá reapareciendo sobre aquellas brasas mantenidas en la casillas de la policía del nuevo Hell´s Kitchen, que se une al vestido de rojo para la caústica ocasión. Difuminado entre la sangre, la muerte aparente, la pasión profesional y los "fucking" amigos del buen Charlie Cox.
Múltiples fracturas de superhéroes, se reproducen sobre prisiones cristalinas, creando una factura acorde a las necesidades televisivas (excepto apreciaciones narrativas), intentando mantener nuestra atención al máximo, potenciando varias coreografías de lucha y estrategias planificadas con tino televisivo. Por otro lado, se crean simultáneamente dos formatos definidos de iluminación o ambientación, llenos de alternativas contradictorias, como la blancura de una celda o la espesura de una capilla, según se vean los temas mundanos o los pensamientos místicos. Cuyas creencias se muestran reflejadas en personalidades antagónicas, protagonistas al cien por cien, si bien se alimentarían incesantemente. Fisk-Murdock, tanto monta, monta tanto... blanco y negro, o viceversa.

En este caso nos hemos detenido, espiando en la penumbra al blanco resplandeciente, desde lo alto de un edificio gangrenado por desahucios de antaño que vuelven. Del supuesto héroe frustrado y solitario, que otea el mismo negro porvenir sobre sus puños. Él, que ahora, es un zorro justiciero (sin marca de ZZ), asustadizo, cautivo y sin espada, camuflado de negro para pasar desapercibido ante tanta obscuridad alrededor, posee mente blanca y una pena en el alma... por su historia genética y perdida. Los hombres en los tiempos que corren, tan globalizados como herméticos, sí que parecen condenados al olvido, la soledad, e incluso silenciados para no levantar sospechas o exhibidos ante los focos para ser desacreditados públicamente en un linchamiento... Otro puede que confinado en una prisión-tapadera, de forma que pareciera una exhibición de siameses falseados, felinos dispuestos a sacar sus uñas, por su carácter salvaje. Así que los formatos se desdoblan a su vez, ocupando los rincones del maldito cuadrilátero y eterno, de ajedrecistas a cuatro manos. Sí, pareciendo identidades representativas de todos nosotros (como si fueran 27 o 29 múltiples), pero irreproducibles en un solo cuerpo y mente...
¿O no?

Bestia en blanco, alma oscura.

Indudablemente, si esta temporada de Daredevil en Netflix se define (fuera del cómic) o se mantiene, gracias a algo, es a la inmaculada reproducción de Wilson Fisk, ya nombrado como el Kingpin, gracias a la arrolladora interpretación de un radical Vincent D´Onofrio. Tan espectacular como las decisiones paralelas que debe tomar el personaje, respecto a la amistad, el amor y el futuro. Es el verdadero maestro de ceremonias, vestido para la ocasión.
Ya estaba en los dibujos de antaño, en los bocadillos que expresaban la contradicción del éxtasis o el dolor, el sentido espiritual o coronario de la maldad, que se encaminaba al libre albedrío de la ciudad marvelita del pecado. Como la estancia quirúrgica en una prisión, ante la extirpación temporal de su pasión, ese instinto de supervivencia sin sentido (llamado Vanessa) o el derrumbe de su criminal imperio, por un quítame esas pajas odiosas de mi rostro.

La factura criminal del Kingpin se desarrolla en los ambientes carcelarios (fuera del interior sibarita), para intentar dar un vuelco a la situación y quemar definitivamente el viejo traje del Diablo Rojo, dejando que se consuma hasta la última fibra o introduciendo otro cuerpo tras su escudo protector. Para ello, deberá engañar y prevaricar, ejercer de matón, que por otro lado, siempre se le ha dado bien, proteger su corazón... por muy frío que este sea o de las procedencias gélidas que anticipen su nueva gestión. Y por último, contratando a otros fieles (o no) disfrazados de amigabilidad, que dejen aparcados sus problemas personales en las instituciones del estado o potencien sus próximas recomendaciones contra los protagonistas de la serie o la mediática ciudad de Nueva York.
El Rey de los cabezazos, no encuentra su pintura preferida y construye un ring de afectos, desafectos, para volver a la batalla interminable con los superhéroes, contra la ceguera de la justicia, la conjura interna en la policía o el FBI, el valor de la verdadera amistad; mediante los paraísos fiscales en generosas aportaciones falseadas para la sociedad, la contrapartida, el servilismo... la sangre y el terror.

Como consecuencia de su personalidad alterada, surge un atractivo punto romántico y alocado, parece un juvenil Romeo de exterior blanco cubierto de seca hemoglobina de sibarita, que se rinde al odio megalómano cuando se enfrenta al arte frente al muro, a la toxicidad de una heroicidad en la que no cree. Cayendo en la simplicidad de opositores empedernidos, que a la vez, poseen puntos encontrados, cuando la violencia les visitara durante su terrible infancia, construyendo el mito de un boxeador y el de ´guía espiritual` de un imperio maligno y asesino.
Por contra, algún desterrado se confina y hace sangrar sus poros, pecadores o cegados, desubicado en busca de parecidas respuestas o la fuerza perdida, que se ve en su rincón invadido, cegado por terribles remordimientos ante su misión elevada, el pretérito y la anticipación a ese otro dios malvado.
Sin embargo, el miedo se pliega sobre sí mismo, en la piel heredada del pequeño Matty y su Adn heroico, sobre las costuras de un uniforme del pasado, confeccionado con el color de la sangre, hoy derramada en mil batallas psicológicas y sociales, donde tarde o temprano, estarán sobre el tablero las dos piezas, rey blanco vs. rey negro... y ¡podría ser épico!

Aquellos pesados augurios, se calzan un traje inmaculado aparentemente ante el público, y su expectante voz, crea una cortina de humo que le hace estirarse sobre la penumbra y la sangre de sus zapatos infantiles... el amor. Es necesario el zumo artístico, la media naranja de su deseo, mitad cerebro para organizar una próxima función, tal vez mas.
Y volver a crecer como los amantes de los cómics. Es la ciega representación sacrílega sobre el impoluto blanco, novia él en una pareja, pero reservando cantidad de ojos condicionados para la sacrílega ceremonia, en distintas instituciones, oficiales y sagradas. Por tanto, Wilson Fisk y su amada Vanessa Marianna (interpretada por Ayelet Zurer), están dispuestos a no tirar la toalla fácilmente. Capaces de convertir su particular escenario de lucha, en recreo amatorio, en un tormenta de odio que destroce las cuerdas enrolladas de ese conejo... o el roedor es Fisk... destrozar el colegueo engolado, la justicia cambiante y esa mirada pura de su religión.

Jóvenes ahuyentados de una fe elevada, son recuerdos, próceres perdidos en estas cotas extrañas del perdón, recuerdos... niños que no reconocen la abstracción entre la amistad y el amor. Ahora, lo comprendemos todo, ese odio acervado que nos visita, observamos a adultos somnolientos en estado aletargamiento navideño, bocas más desdentadas, con trozos de pavo y cordero, con el regusto a mazapán y polvorón... digamos que, "de aquellos polvos diabólicos y contundentes pisadas o cabezadas, estos lodos psicológicos". Ya que, la Gran Mafia de Marvel se vuelve a vestir de gala para una ocasión real.

Es decir, el héroe ha vuelto a caminar, entre viejos y nuevos demonios. Ha renacido sólo, con sus sentidos ampliados, y se unirá porque no tiene más remedio, si quiere conservar su propia entidad, con un aliado como Frank Miller disfrazado de converso y fiel a su estirpe estilográfica. Con la atracción visual de Marvel y la interpretación de los actores, los guiones trabajados de Douglas Petrie, Marco Ramírez y Steven S. Knight, con la pasión del bueno de Stan, en la memoria. Con los estigmas de Disney en la grande y la necesidad de amparo de Netflix. Se mantiene la pelea, gracias a dos gigantes, sobre todo, el enorme oso blanco... un D´Onofrio omnipresente, todopoderoso, de blanco nuclear.
Su eco es diferente, más ampuloso y turbio, mancillado por la pérdida, un simple ápice blanquecino en la nieve, que maldice a aquel mediático diablo rojo, ¿será la presa o el conejo? Ya que nunca acaba de finiquitar su misión oscura... pero, que siente materializada en el rincón próximo. Los puños espartanos, para arrancar todo mal de raíz, quieren hurgar en su obtusa cabeza, antes aplastada por el hierro, premonitoriamente redonda como un globo sonda, y despedazar sus convincentes ideas con golpes directos hacia el corazón.

Es un doloroso cambio, pretensión de políticos de nueva generación, corromperse o entregarse, ante las muchas palabras necias y pensamientos sin libertad. Rendirse a algo pragmático e insustancial, como el poder, comprar voluntades en las cloacas del FBI involucrado en la prevaricación institucional. Acciones promovidas por el siguiente Kingpin, ante el desangelado defensor callejero, ninja sin máscara roja, héroe negro ante el odio. En definitiva, el pequeño diablo, dividido y preparado para la defensa contra blancas, abrazaría la fe en la amistad y las decisiones judiciales, abrazando el miedo, mirando de soslayo, esta obscenidad de tribunales supremos, de ayer y hoy, oscurecidos bajo los rascacielos de N.Y. y la sombra de un individuo caprichoso que controla desde su guarida tecnológica, el mal.

Ahora es adulto, igual de confuso que en la infancia, tratando de dominar el arte marcial menos irracional del enemigo a cabezazos. Querrá someterlo con flexibilidad y sus coreografías, contra propios y extraños, que recuerdan al cine oriental de Oldboy o The Yellow Sea (luego tan reproducidas), sin martillazos. A partes iguales en gloria y gore, para intentar doblegar sus tendencias suicidas, mutiladoras o la muerte terminal del héroe, por incesante derramamiento. Divinos o demonios, por la gracia de un dios sordo.
El hombre de negro y su casco de tela ajustado, remueve la conciencia, buscando un hilo desprendido, algún hueco perdido, que otee un pintarrajo en la pared desnuda, un desliz para hallar al huidizo conejo blanco... o el lobo astuto. Cazador dividido en dos, masculino y femenino, sobre aquella ilusoria, cortina de nieve.

¿La caída de the Devil?

Stan Lee y Bill Everett, desarrolladores del combate cuadriculado, no llegaron a esta profundización reflexiva del héroe sin miedo, que teme finalmente como todos, ni a la exaltación del amor romántico con un ciega pasión. Pusieron las bases y los cimientos de la caza interminable desarrollada en la superficie y las interioridades del corazón.
Daredevil Season III, más que resurrección cardíaca, sufre el oscuro despertar de un sueño o reafirmación de una pesadilla recurrente que algunos desearían acabar en venganza. Porque Born Again describe la mortalidad de unos personajes con defectos o sus confusiones mentales, supuestos ángeles o regordetes diablillos, enfrascados en una guerra social interminable, edificada sobre las creencias y algunas diferencias románticas. La decisión espiritual de un contador de historias a través de dibujos, llamado Frank Miller, que no para de hacerse preguntas metafísicas, a través de la acción y la introspección.

Indicando que la educación lo pervirtió todo, o su falta más bien, debido a extremadas dificultades ambientales y los negocios oscuros de otras épocas, en la política y en el deporte. Creció como pequeño huérfano con habilidades, en el sentido contrario al ejecutor del martillo, procurándose sus propias heridas en la vida. Contraindicaciones propias de un "diablo" demasiado legal, ahora zarandeado por su cuestionada fe y la debilidad, con visión extrema para los casos más sangrantes o las inaudibles, a veces, reivindicaciones de sus humildes vecinos.
Estos Anónimos sin éxito o desterrados por la sociedad mediática, son los ausentes de la serie. Dando paso a un cegado guerrero de negro, saltimbanqui que en la siniestra noche, desterró el disfraz rojizo de exterminador incompleto, estereotipado y vapuleado, que no se resigna hasta el final del combate. Que... ¿será épico? Tendrás que esperar hasta el último capítulo de la tercera temporada...
Siempre que existe un ring, dos fuerzas se cruzan los puños, y una de ellas termina sobreviviendo a duras penas o cayendo sobre la lona con jaque maté. En el cuadrilátero del amor o la televisión actual, sucede lo mismo... Las diversas percepciones acaban fracturándose en un caleidoscopio de opiniones o ideologías, dependiendo de los intereses personales, las inclinaciones de grupo o esta doble moralidad que nos rodea, intercambiando sus papeles como dos púgiles que combaten por una cuantiosa cartera y el respeto de su imagen profesional o social.

Los enemigos acérrimos (humanos ambos), se intercambian las emociones, disfrutan o se flagelan con relativa frecuencia sobre el tablero, condicionando los siguientes movimientos del cómic. Surge el pensamiento más racional frente a las creencias, los colores ajedrecísticos se transforma en nubarrones grises en la mente, que representan sus diferentes estrategias respecto a las interferencias del corazón.
El diablo negro se distancia de la reina y sus peones, por contra, el blanco llora la pérdida como un niño, incluso de alguno de sus acólitos y se aferra con fuerza a un romanticismo tenebroso, más ciego que los ojos justicieros. Más propio de diablos que de amantes incondicionales del arte moderno y el buen yantar. ¿Estará un buscando un conejo espiatorio? ¿Es el miedo, la sociedad sin pausa o el amor? La tormenta alrededor esconde la respuesta, como el conejo blanco huía a la carrera del tiempo pasado, mientras la hemoglobina recorre las venillas oculares.

El amor absoluto es una prueba de fe, capaz de mover montañas o alterar la verdad, de cegar indefinidamente... hasta de crear imperios corrompidos o su caída. El olvido es una necesidad, que se mete en tu aparato circulatorio como el veneno y su capacidad para matar, puede dejarte sumergido en la penumbra. Sentado en tu rincón, lejos de cualquier escenario mediático. Es mejor vestirse de negro y morderse el labio hasta sangrar, olvidar el momento de debilidad y meterse en las sombras del corazón, antes que alimentarse con almas de posibles inocentes. O de su carne, como lo haría un lobo durante la cacería de un camuflado conejo en la nieve, alimentarse con la extraña ambición y la lujuria de otra Elektra... también curiosamente de rojo y negro.
Además en esta Born Again, el depredador amoroso, tiene de parte a la tecnología, el amaño y la tergiversación, mientras que la víctima procuraría las viejas piezas que conformaron su camada. Es decir, la Familia de un Kingpin.

Aunque las condenas no son definitorias, y menos hablando de superhéroes vs. villanos, donde las penas se conmutan por necesidad del guión y los terroristas se sacan una ley del bolsillo para salirse con la suya... tampoco las decisiones de jueces en las cadenas de tv, que pueden mutar en cuestión de segundos, o temporadas. Cómo lo iba a ser el amor...
Reconocemos que existen contrarios a Daredevil y sus dos caras, y otros permanecen fieles a la liviandad del sibarita malvado, proporcionando una confusión que altera los habituales pálpitos... de un ´hannibal` en potencia que se alimenta de surrealismo a cabezazos. Que condiciona la vida de Hell´s Kitchen, la madriguera, mediante puñetazos de realismo y sangre en las calles. A la espera del espartano, de los puños de esparto claro, en la última pelea para lograr hacerse con el cinturón o perder definitivamente, una amistad... un amor.
Quizás una serie... otearemos desde la altura.

Hoy, por otro lado, la tele de cómic recuerda a nuestro admirado Stan Lee, aún sin lágrimas por el escaso tiempo transcurrido desde su pérdida, aunque se ha hecho eco del sufrimiento de sus creaciones u obras, en nuestras sociedades. De esta especie de disyuntiva ideológica, sin héroes ni zorros, que nos separa más que nos une. Creando personalidades contrariadas y no maleables, que amenaza la sociedad con un rumor sordo de podredumbre, la tormenta una y otra vez, desdibujando o reafirmando las ideas del pasado, de las páginas, de la historia, y entregándose a la violencia. A nudillos descubiertos, con interesantes coreografías en pelea y algunos buenos trucos de cámara... No son héroes como Rocky, sino perdidos dimensionales y villanos, transformados en retratos opuestos de personalidad dubitativa y arrolladora o magnética.

El altruista Blanco en su catastrófica tormenta nival, golpea con puño de acero, a la mística venganza de negro, arropado por ganancias y el odio mutuo, que desbancaría la personalidad inflamada por los fanáticos del crimen. Junto a los coqueteos del viejo Romeo de Shakespeare, al envenenarse de una "enrevesada" Julieta... ¿o conejo? ¿Será el mismo el roedor?
Aquí han dado las Tres, la Una vino de La Mano de Fisk y Elektra, la Dos de una Ejecución y excelente The Punisher... la tres más abstracta y multiplicada en las crítica, eso sí, sin huesos de cristal... El vencedor es el corrupto que se hace con las riendas de Nueva York y los puños de Frank Miller, impactando sobre el universo Marvel y sacrificando el ensueño por la sufrida pesadilla. Pero, ¿quién es el Sombrerero Loco?
Y sobre todo, ¿quién será Alicia...?

Sabemos que Él es el p... amo. El miedo en manos de un endogámico enemigo de la sociedad, con dos caras o más. Su voz resuena como una condena... a cadena perpetua revisable. Tic, tac, tic, tac... como el tiempo.

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