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domingo, 29 de abril de 2018

Peaky Blinders. Seasons III-IV


Los años pasan lentamente, ahora estás más seguro con tu traje de marca, casi italiano, hasta ese preciso momento en que las responsabilidades familiares atajan otros caminos, cuando las canas y los problemas internos comienzan a estallarte sobre la cara impertérrita.
Sí, Mr. Thomas Shelby... atrás quedaron las chaquetas roídas en los codos, hoy enfundas tu dinero con gabardinas impermeables, que estilizan vuestras figuras de Peaky Blinders en otras esferas y ciudades populosas. Sobre aquellas deflagraciones callejeras y el humo gris de Birmingham, las presiones económicas y las persecuciones de aquel policía parecen una eternidad, en I y II. Ni sombra queda en los suburbios, del retranque de madera, de las amenazas veladas en confesionarios, de los grandes caseríos inalcanzables y sus juguetes en carreras de caballos amañadas. Sólo efluvios etílicos de la guerra y el rojo salado de la sangre.

En el horizonte resuenan, amartillados, los ecos de otras voces menos familiares, al menos en este lado, que prendían con riquezas insospechadas y alguna que otra ametralladora, la llama de tu indiferencia política como gangster de andar por casa o barrio portuario, o aquel mecanismo silencioso que hacía saltar tu odio, en otro tiempo. Tan ancestral y visceral, como la sangre de tu familia gitana. Sobre la arrogancia en tus carnes se hablará, se cosificará, moldeada a su antojo, se enrevesará sobre los precipicios y valles de tu cerebro inteligente, despierto, siempre que los estupefacientes y otras mortajas, no lo impidan. El tuyo y el de tus hermanos, heridos en multitud de fregados ideados por ti, Mr. Thomas Shelby.
En toda esta serie de desdichas, con la muerte rondando tu cabeza y la de los tuyos, pareces salir indemne, aparentemente, mientras tus contrincantes (en el ring de los negocios o en el catre de las ideologías) se verán irresistiblemente atraídos, o terriblemente azorados por la venganza y la especulación territorial o empresarial. Ahora, que te disfrazas de incorregible travieso, de empresario perspicaz, de oscuro depredador en la sombra nobiliaria, unos pocos criticarán tu prepotencia, muchos tras la pantalla, te califican de héroe o imagen a seguir... yo no lo creo, mira tus lágrimas.

De mareas alcohólicas, artimañas y otros artefactos.

Desde la victoria tras la segunda empalizada, altivos por las calles de la ciudad, tras esa guerra mundial que te marcara por dentro, algunos rostros han cambiado, han engordado con los platos para gourmets de caviar o salmón ruso, o se han afilado como los palillos merodeadores, retorcidos huesos tal que los espaguetis al dente de la mamma, dentro de un ´caldo` horno de otra cocina italiana.
Ya lo decía una película de James Bond en los sesenta, no sé si lo llegarías a visualizar dado tus gustos peligrosos y compañías hirientes, Desde Rusia con Amor, al tanto Thomas Shelby. El espionaje internacional es una cosa a tomarse en serio, incluso cuando te inclinas en la alcoba de una habitación preparada para el amor. A la vez que, comienzas a ver los orígenes de una mafia que se apoderaría de la Europa del este y otra parte importante del mundo, en las próximas generaciones, con o sin Peaky Blinders ya en el escenario. Recordando que en la historia, estos jóvenes criminales pandilleros, comenzaron sus fechorías y trapicheos, antes de la época reflejada en la serie y desaparecerían sin grandes alharacas, antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, que ninguno conseguiría establecer en la sociedad inglesas, algún tipo de imperio económico.

Ya no recuerdas a tu familia, Peaky Blinder, porque has comenzado a la gracia que te aconseja y libera tu mente, hacia los retoños o herederos de la fortuna Shelby. Así, tu pulso acelerado por el alcohol y otras sustancias, siguen en las manos envolventes del guionista Steven Knight, aunque en la estructura mental y visual, de otro director llamado Tim Mielants que recreará sus frustraciones o pesadillas, en Legiones y la futura titulada The Terror. Pero, eso es otra historia alejada de tus próximas pretensiones... o del horror que te espera a la vuelta de una noche festiva.
Claro, tanto en el amor como en la guerra, en esta batalla de tus negocios diarios, incluso tú, Tommy, el deseado, te has encontrado con lo incorrecto, cuando querías ir abandonando esa ilegalidad, paulatinamente, sin apenas mirar hacia atrás. Pero, es inevitable el miedo te acaba alcanzando, aunque algunos pensábamos que serías intocable para siempre, o los tuyos.

El espía, ruso, ha llegado para recordarte tu oficio y tu carácter inestable, a pesar de los esfuerzos para olvidar el horror y demostrarte tu error. Para aumentar las lágrimas y edificar una estructura que escondiera aquellas desviaciones del pasado, pequeñas carreras en hipódromos blanquecinos, cuentas paralelas a otras institucionales de la denominada Economic League y sus grandes representantes políticos, hoy encauzadas ligeramente, si las pérdidas personales y las sumas adicionales, lo permiten, lo enturbian, lo desvelan... lo secuestran de su cuna dorada... Ya estás, de vuelta al irreprimible sexo, otra pequeña muerte y el alcohol, rondando las conexiones cerebrales. Tan brillantes y estratégicas, no como las viscerales de John o las enloquecidas de tu hermano Arthur.

Season III. Los Rusos, las gemas y el padre.

Desde que terminase la irregular temporada anterior, con ese último capítulo donde una obra se William Shakespeare se representaba en el hipódromo y un urinario (realmente fue la banda de Billy Kimber), tapando sobre el escenario una venganza personal, otra violación mirada con perspectiva delictiva y circunstancial, más un robo épico que alimenta el crecimiento social en la ficción. Donde el engaño demuestra que es un resorte idóneo para los jodidos Peaky Blinders y sus egos ´nemésicos`, tanto como para los finales de temporada.

Si tan ricamente estabas, jefe, en tus nuevos palacios de Camden en el Gran Londres o Londres Interior (ya apartado del puerto, en Hatton Garden), en tu trono de plata y coca, ¿por qué tuviste que mezclarte con los rusos y sus maniobras oscuras? Esos enemigos acérrimos, que intentan sobornar y adentrarse en el escenario político con sus bolcheviques preparados para la huelga...
¡Sencillo! No puedes quedarte quieto, ni refugiarte demasiado tiempo en el oscurantismo, o morirías como expresarás más adelante en tu Small Heath de la infancia. Además la mafia rusa u otras derivadas, te tientan con negocios millonarios entre vehículos acorazados, superpuestos en almacenes donde se vive la tensión entre trabajadores y empresarios, con sus piedras preciosas y joyas nunca vistas hasta ahora, encerradas en inhóspitos subterráneos, bajo mansiones inalcanzables. y también, con las medias de seda, que sustituyan la herida y te sumerjan en un universo de placer y dolor sin medida, de terrores contenidos bajo los bombardeos, o con susurros envenenados por la piel de una víbora, fría y calculadora.

Por supuesto, estos personajes femeninos, reales o imperiales, que han acompañado a Tommy a través de las cuatro primeras temporadas y otros secundarios, arrimados al olor del dinero desde las apuestas en carreras y aquellos primerizos, amañados combates pugilísticos, construyen una parte importante dentro de los negocios, de la organización de los Shelby´s. O siempre rondando para intentar apoderarse de ellos, esto es, de la serie agitanada de la BBC, protagonizada por los jodidos Peaky Blinders.
Ahora, el gran capo inglés y gitano, poseía las suficientes acciones inmobiliarias y control de las fronteras, con vistas a cruzar amplias superficies acuíferas, se empieza a postular frente a las franquicias de sustancias de contrabando, modificando las actas y logrando ser percibido de manera más grácil, con el salvoconducto real en su posesión. Desmantela facciones laborales, manipula fábricas, edifica mansiones, oficinas y otros locales públicos, compite por el tráfico de sustancias (en otros lugares más ilícitas), propone pagos extraoficiales, camuflada exportaciones y embala las balas, pero por encima de todo, mantiene a rajatabla el respeto, esa resistencia titánica de los ´fucking` Shelby´s para arrodillarse ante nadie...

Sea este nadie, un policía corrupto, un soviet encolerizado, un hijo acorralado por enemigos, una madre vengadora de su pasado, un familiar indignado fuera del círculo, una antigua prostituta abrazando su redención... el hermano esquizo de tu otra región del cerebro, la presión de otras familias que empiezan a liberarse, una sociópata lujuriosa que juega a la ruleta, el sacerdote desviado y despistado con su poder, una nueva telaraña sexual que se adosa a la piel, el socio enemigo privado de carne de cerdos, o la Familia... la del otro lado del Océano, que tira con bala. Casi nada, para un padre en apuros...
Más cerca de los negocios, aparece un joven Harry Kirton que sustituirá otras presencias habituales, la actriz Kate Phillips tendrá que andar titubeando entre dos secciones, la masculina y la femenina, Esme interpretada por Amimee-Ffion Edwards se revela como el fantasma esquivo, la comprensión imperialista de Dina Korzun como la Duquesa Izabella o la contable de penas y suspiros, en la piel fracturada del personaje de Natasha O´Keeffe. Posible futura reina o dorada zarina de un imperio.

Por descontado, Tom Hardy seguirá acrecentando su fortuna incendiaria como Alfie Solomons, su glosa profunda tras la barba, su imagen profesional y su debilidad carnal, recelosa o misteriosa, pero sin duda, la gran protagonista de estos nuevos tiempos, tras los Billy Kimber o Charles Sabine, será la espía que surgió del frío, con Gaite Jansen como la descomunal y libidinosa Princesa Tatiana Petrovna.

Tantos cambios y desgracias... Sin embargo, tú siempre pareces el mismo, cercano pero infranqueable gracias a la interpretación exhaustiva de Cillian Murphy, a pesar del dolor impregnado en una fotografía en sepia, o los gritos ahogados de un infante que no aspiraría (sin segundas ¿?) a un imperio con vistas al mercado estratégico o el futuro poder político.
Parece que nada te influye o descontrola, intacto de cara al exterior, ayudado por los desvaríos engendrados por el actor Paul Anderson o palidecidos en la piel de Joe Cole, como un presagio de tormentas de nieve o lluvias ácidas de ron o gin. Domesticado, o no, bajo el poder carismático y clarividente de una actriz que visitó a Van Gogh y salió favorecida, Hellen McCrory desabrochada en la brocha y la hermana que visiona, propone y vota, en otra anticipación del futuro divino, interpretada por Sophie Rundle. Estos son los valores con los que tendrás que lidiar, al final, colgando siempre en el alambre corredizo, o el alambique, de tus deudas, penas y errores.

Del hermano arrimado, el primo lejano Finn Cole y sus otras cuitas, sanguíneas o sanguinolentas, ya comprobaremos que profundas lesiones le estigmatizan en el futuro o qué lugares tendrá que visitar, debido a su desarraigo o las rivalidades que... empiezan a causarme alguna sospecha. Veremos.


La Condesa Descalza... y las balas nominales.

Aquel policía extraño que te intentó arrebatar una parte de tu alma, ahora, otras complicaciones emocionales se han instalado en tu corazón, han secuestrado tu sentido, amenazan la fe, bajo las diferentes caras del miedo. Debido en gran medida, a hombres e intérpretes mayúsculos como el actor belga Jan Bijvoet, más conocido internacionalmente como Grand Duke Leon Petrovna u otras películas como Alabama Monroe, Borgman o El Abrazo de la Serpiente, y la sospecha amenazante del padre John Hughes, encarnado por el gran Paddy Considine (The Double, Melanie the Girl with All the Gifts) en reacción violenta en cadena y, próximamente director, guionista y protagonista de la cinta de boxeo, Journeyman. Además, de la sombra estirada y recalcitrante de un sombrero de marca, circular y ligero como el subfúsil modelo Thompson (Tommy) de estilo italiano y apellido Changretta, Vicente como es evidente para la Famiglia e la sua mamma...

Ya vas marcando sus nombres en la próxima munición...
Te levantaste de tu tumba no sellada, a cielo abierto, para encerrarte en una habitación plagada de recuerdos y un pequeño que te mira sin comprender tus maldiciones o los devaneos futuros. Hasta que no queda ni eso... Sangre de tu sangre, perdida como la de aquellos compañeros y hermanos que, lucharon contigo, brazo con brazo, tal que los obreros comunistas en una futura huelga o combatientes unidos hacia una muerte oscura y segura. Aquel féretro férreo, colectivo inundado de sudor y sangre, al cavar aquellos túneles malditos e irrespirables. Semejante ambiente del cerrado sobre un fumador impenitente, desconfiado en apariencia, gestor, planificador de finales movidos, mudo ante la soledad de un responso sobre la campiña inglesa. A ver, ¿quién se convertirá en el amo del siguiente engaño?

Recuerdas las frías comisarías de Birmingham, sus cárceles cochambrosas en Small Heath, las emboscadas en callejones por los muchachos, los sudarios de trabajadores marcados a fuego, embadurnados de aceite de coche y ceniza. Incendio de la calle que mira al ejército futuro, cuando las guitarras eléctricas invadieron una época que no era la suya, semejante a aquellos jóvenes en la guerra de Vietnam. Ahora empiezas a sonar con temas más cercanos, arraigados a la música folk de tu tierra. Los irlandeses de origen romaní, aunque los verdaderos Shelby´s nunca existieron.
Al menos, Polly ha vuelto para encaramarse a otro batallón, más ruidoso, engendradora de luchadores obreros por los derechos civiles y las demandantes por el sufragio de las mujeres. Junto a ellas, por fin ralentizadas adecuadamente (mejor que tanta repetición de macho alfa), Ada la sista empoderada, Esme la quejica y Lizzy la vilipendida, pidiendo respeto, atención y las manos quietas.
Es la misión femenina de las nuevas Peaky Blinders, entre cuentas familiares y matriarcados sensoriales, cuchicheos de féminas en la historia real, miradas libertarias que anticiparían a las sufragistas británicas, y miradas críticas que reparten documentos reservados o carteles propagandísticos para entender una huelga. Piden un lugar no tan discreto, libertad y silencio a los machos, como aquellos ´cabestros` que entraran a una biblioteca, cuando no han leído apenas un libro, aunque éste fuera revolucionario en una situación como ésta. Lucha iniciática entre géneros, ¡qué la sangre no llegue al río!... tales, o Thames.

Ahora, las emociones fuertes te buscan en las sombras, de nuevo, Mr. Thomas, para recordarte que todavía estás vivo y coleando, ésto, va con segundas intenciones, of course, for sex. Cuando te has saltado la ley del talión pretérita sobre los puertos, con los judíos y los italian boys pisándote los talones, pasas a introducirte en la alcoba lujosa y lujuriosa de una diosa de márfil y diamante, que te vapuleara como una alfombra rusa. Melodía de seducción, peligrosa.
Entre ojos ambiciosos, zalameros y castigadores, puestos sobre la estima quebradiza e imprudente, casi convaleciente, si no fuera por dobles sentidos y alguna artimaña escondida, el engaño prevalece como la identidad de las familias o la sangre derramada en el pasado y futuro. En esto la serie Peaky Blinders del caballero Steven Knight, es radical, revirada e incombustible, tal que sus principales protagonistas en sus giros últimos.
En consecuencia, todavía quedan los recuerdos y el dolor que vuelve en eyaculaciones premonitorias, aunque la vida les prepara más desagradables sorpresas a estos aciagos Shelby´s. De los Peaky fucking Blinders de Birmingham. Pues, en el momento de la felicidad mirando un porvenir renacido y obtuso, el ruido sordo de una ráfaga salida del infierno, te la borra de la comisura de la boca, en una abrir y cerrar de párpados.

Ahora, están fatigados, exprimidos sin esencia e irritados por el humo incesante, ya que has caído en el blindaje de una casa apartada, otra vez en la campiña, a salvo de la mortaja religiosa o los abusos de un clérigo. De vuelta junto al futuro príncipe de los gitanos, si lo salvaras de la prisión forzosa... tanta sangre como semen derramados.
Muchos te lo recomendaron, una y otra vez, apártate de ahí y vive acorde a las leyes, no te mezcles con la nobleza extranjera que te exprime, para sacarte todos los jugos, o recapacita sobre la estructura de tus empresas, que tienden a cruzar los límites, tanto del país como los aceptables por la moral vecinal y el derecho penal. Mira a tu hermano y sus traumas, déjale respirar, quizás encuentre el calor en los brazos de una mujer o en algunas dudosas creencias sobre el Bien.

El cara a cara, entre damas de distinta condición, es sustituido por la lucha sangrienta entre bandas, bajo el telón de la gran patria rusa, con diferentes nacionalidades o raíces enfangadas por el dinero y los actos violentos, que ha significado un cambio radicla en la estrategia de los personajes, la estructura de su empresa y la banda sonora de la serie.
Los PB se mueven por los mismos terrenos movedizos de antaño, sujetos por nudos corredizos entre la poli y el castigo siniestro de una representación programada (empezamos a cogerle el truco a los finales del guion, cosa que debería cambiar...), nuevas estructuras narrativas desean, que nosotros ya conocemos.

La Soga de la Poli... y el gran teatro ruso.

Esperando los cambios estratégicos en el guion, con las familias flotando sobre el ojo del huracán, el prestigio y el dinero, se debaten los cuellos en una danza macabra, otra gran mentira de genio. Un baile huidizo, entre la vida y la muerte, que dejará el teatro de la gran URSS desaparecida, en una cuneta de cualquier pueblo pequeño, otra vez.
La venganza de la Zarina es sutil, directo a tus hue... sos malheridos, tendrás que blindar bien tus negocios futuros y soportar sobornos resplandecientes, como las joyas de la corona inglesa o los gemelos de Sir Churchill preparado para la guerra. Como vosotros.

Demasiadas conexiones políticas, incluso para la iglesia, que debería guardar el voto... del silencio. Con antiguos gobiernos sublevados al Soviet, que reproducirán en las instituciones, las maniobras de una incipiente mafia rusa y sus deseos de conquista, más allá de las fronteras. Es la ley de la oferta y la demanda, ley de vida en la balanza... o del deceso.



Season IV: Mafia, al Extremo de un Palillo.

Qué obsesión con el dinero, el sexo y los tratos suicidas con el extranjero... No viste el peligro, cuando cayeron tus amigos y camaradas, cuando cambiaste la disposición de la familia y sus bocas, que te avisaban a gritos, y tú medio sordo o aturdido por la subida de transaminasas. Sí, los ecos de algunos trabajadores en las fundiciones, por los hangares o en las oficinas, buscando las revoluciones callejeras y la violencia contradictoria, pero, ¿no éramos hermanos, todos y todas?

La mente de tu mayor y la cadena al tobillo del pequeño, va a marcar las próximas barricadas, sin educación ni números suficientes para las cuentas pendientes. Sólo armas, almas gitanas y un palillo.
Es cierto que, en una familia unida, al menos, queda el amor... Puede, pero a ti, te lo arrebatarían en un comienzo que tiene otro sonido, la historia femenina y su queja revolucionaria. Las mujeres Shelby con la experiencia, te demostrará que debes aferrarte a ellas, a la simiente mirando el horizonte, por muy nublado que aparezca sobre tus ojos o los de tus siguientes herederos.
Gitano herido en la sombra, no pierdas en la profundidad del alma oscura, aquel atisbo de humanidad que olvidaste en las profundidades, o te convertirás en una marioneta, en manos de otros amos o del vicio. Ambos, los que vendrán humedeciendo tus ojos a continuación... si acaso puedes llorar aún. Tommy Shelby, aunque tu expresión lo parezca, humano y sensible, en el fondo, tú no eres de esos. Aunque ves preparando la marca en la bala...

Parece a fucking joke! La amalgama del mal, cada vez, se extiende más espesa y confluye en un nombre conocido, aunque pareciera llegar a destiempo desde la Bahía, su voz se hace resonar con un sibilino siseo... quizá debido al actor que lo encarna, un caricaturizado y enorme Adrien Brody, prendido a un trozo de madera como Johnny Palillo. Il Mostro di Sicilia e i suoi fratelli, no como aquel Rocco de Visconti con Alain Delon... ma molto prossimo.
Ahora, la telaraña está plagada de huecos en las ruedas de la caravana, pedazos rotos de una o dos familias, entre escaleras y sábana, por tanto, nunca serán los suficientes para detener el dolor in crecendo y la venganza. Es lo que siempre aprendieron en las calles de Palermo, Nueva York o los extrarradios de Birmingham.

Por ahí, los resquicios familiares y sus muertes, se cuelan el aire contaminado de los nuevos tiempos, cercanos a los terribles años 30 y sus figuras legendarias que llaman a la puerta... aunque no contesta la araña, aún.
Los negocios sucios cruzan en pateras de sabor italiano, resacas del Reino Unido sin brexit, hacia el glamour del continente en expansión económica, después de la Gran Recesión y sus suicidios. Es la era para las grandes inversiones, con el dinero negro proporcionado por el patrimonio real y la fuerza de las armas privadas, un nuevo salto generacional se aproxima con la máxima combustión en las grandes ciudades, el apogeo impositivo, la repartición de las cuentas públicas y la administración de las empresas... ¿serán las nuevas mafias o corruptelas? Mírate al ombligo y responde, amigo mío. Shelby de mis entretelas, sombra de Capone.

La tercera, que no fue una república porque estás en una monarquía, blandió un arma contra los indocumentados y sus rotundos huevos, de Fabergé. Allí comienza con el estallido interno del músculo principal del dolor, roto en pedazos por las ráfagas perdidas que intentaban hacerte daño, fuera ya de tu hogar en la infancia y de otros compañeros que formaban los Birmingham Boys.
Ahí, están la tía Molly que sigue su dos caminos, de la especulación y el consejo, el práctico de madre y el de la fusta en las oficinas feministas hacia otras carreras más legales. O los negocios políticos, que planean sobre fábricas enfangadas con color rojizo, entre brazos levantados y martillos.
Siguen, Paul Anderson cabalgando tenso sobre los recuerdos, su nariz y el presente que los Shelby´s golpean en tu cabeza, se empeñan en orientar hacia la vida de vicio, sangre y perdición. Sin embargo, una queja, la serie no resalta el estropicio de su cerebro, como es debido y verídico. May o la actriz Charlotte Ripley, que se empaña en regresar, pero ya no importa ni cabalga.
Con el ´little John` que olvidó su ojo adiestrado en la mirilla, junto a la salida de otra futura boca a la que alimentaría en sueños, auparle hacia la teta cortada por el pánico de un fuego cruzado entre el campo y el puente. También junto al actor irlandés Ned Dennehy (de Anonymous y Child 44), Ian Peck (Harry Potter and the Deathly Hallows) y próximamente parte del reparto de un nuevo Robin Hood junto a su jefe Paul Anderson), Benjamin Zephaniah y otra irlandesa, Charlie Murphy (Philomena, 71`), muy british o extremos todos ellos.

Si bien la herida estaba sanada, en apariencia, ha quedado un residuo peligroso mezclado en la hemoglobina, con la fórmula del desamor, la frustración y el alcohol. Si bien, ciertas drogas parecen sustancias que viajan en ascensor, suben y bajan, y nunca perjudican... pero eso, como dije, es un problema fatídico para la sociedad de ayer y hoy. O un estúpido error en su vida o en la estructura de la serie Peaky Blinders. Porque los reales, acabaría mal sobre el asfalto o entre las localizaciones de Liverpool, de West o North Yorkshire o los fríos calabozos de Londres.
Nos hemos separado de las callejuelas en semipenumbra, por techos levadizos y puentes vigilados, u otros rincones pintorescos de la campiña, para encerrarnos en cuadriláteros dramáticos o círculos románticos sin salida. Pasados por el filo de la navaja, de unas ligas de seda o bajo un ataúd para gitanos asociados y resabiados. La tercera y cuarta temporada, han hecho crecer en millones de interés, la audiencia, la suspicacia y los millonarios trapicheos en varios bandos, hasta volver a la naturaleza salvaje y primitiva, cambiando peces de colores por puños que eliminen los enemigos del abrevadero, o de los rectangulares patios vecinales.

La Política de la Vendetta.

Los ecos de los derrumbes en sucios túneles, traen los gritos de camaradas, unidos por el dolor y el sudor en la Gran I Mundial, germanos, franceses, rusos, judíos... italianos... por eso, parece o simulan no tener miedo.
Los engaños establecen una concordia que está poco argumentada, solamente existe la sangre en sus venas y las ejecuciones que pronostican sin miramientos, otra ley de oferta y demanda que cría malvas en misiones suicidas, 10 contra... no sé, ¿cincuenta, cien o doscientos?

Tras los desfalcos millonarios y las grandes revueltas callejeras, quedan los convenios interesados en la sombra, ya sin nudo corredizo en la prominencia faríngea, o esta nueva lucha que subyace entre comunistas y patriotas, como siempre en los próximos y pesarosos siglos.
Hasta cuándo continuarán los atentados, las injusticias y las amenazas laborales, los amaños de todo tipo, la mentira, la corrupción interesada y los asesinatos... Probablemente, hasta que la máxima de los ilegales, empresarios o mafiosos, termine con el sigilo de su endiablada ´vendetta` y la posterior estructura del silencio frente al delito o la ideología. Al menos, se ha conseguido acallar eléctricamente, su banda sonora sobre talleres metálicos y paseos al ralentí, porque el pub familiar se ha insonorizado y los acordes a morriña, suenan distintos, a veces. Ahora se respira de puertas para adentro, en la naturaleza gitana, con toques más costumbristas entre el folk y el rock melódico, sonidos algo más enraizados a la tierra, que les vio nacer. Sería maravilloso para la última y, esperemos, sorprendente temporada, más canciones típicas de Inglaterra... Así sea.

En este nuevo cuadrilátero, se estrenas otros elementos marginales, con ínfulas de un poder superior en los puños o los resortes escondidos tras los músculos de sus piernas. Uno mirando al ring, el joven Jack Rowan como un potro salvaje y otro, próximamente en Bohemian Rhapsody, el actor Aidan Gillen (The Lovers, Game of Thrones) contemplando un valle moreno y peligroso. Se sitúan en orden específico, según sus proezas con las cuerdas o cuchillos, gitanos con dotes de mando en cada esquina, contrincantes del alma, para planificar una táctica de envolvimiento o la guerra de guerrillas, tirando Knock outs sin desfallecimiento ni agotamiento. Semejante a las famosas formaciones en caparazón de tortuga de los romanos... contra las hordas descontroladas.
Han mutado los roles, aunque no será la última vez. Seguro, Mr. Shelby, aquí está Mr. Changretta y los hijos del Sur, apellidos de alguien que rima con la putana metralladora, de la vendetta. En consecuencia, El Red Right Hand ha transformado sus ritmos, de la voz de Nick Cave se ha hecho más relajado o calmo, previniendo la próxima tormenta de fuego rojo, áspera como el trago de una ginebra seca o un cáncer que te va secando el interior. Karliene de mi vida...

En este universo soterrado, la familia adopta otras manifestaciones o motivos para sublevarse, ante los poderes establecidos o las intromisiones de última hora, las muertes insospechadas (que muchos entreveíamos en el horizonte, el rey del congreso y su corona, la situación complicada de la política inglesa o mundial, el ambiente prerrevolucionario, las amenazas en italiano y ajustes de Al, la reclamación de otros derechos territoriales al fondo, los viajes al mar o más allá y los exilios forzosos, los síntomas o palabras ´embarazosas`, sexo mezclado con placer aspirado, sirvientes olvidados y trenes voladizos por barcazas en ultramar, tiros de coca y al coco, quedadas familiares y nuevas princesas... etc.
Esto es lo que nos ha deparado, unas ascendentes tercera y cuarta temporadas, con otras reglas en el horizonte, de un juego aprobado por sus legisladores, a expensas de un sufragio más respaldado en las urnas, ellas vencerán, porque según se comenta: "Detrás de un gran (o no) hombre, existe una gran mujer".
Ojo, a la búsqueda de un nuevo representante... del nuevo macho alfa. Pues así, ¿es cómo se consiguen estas cosas? Al poder me refiero... ¡Los fucking trajeados Blinders!

Karliene - Walk with the Devil


Veremos que tienen que decir, sus mujeres con tía Polly a la cabeza... y la droga en los retretes. ¡Qué no sea muy encapsulado! El truco narrativo me refiero... Hasta el fin, lo vemos.

David Bowie - Lazarus


Bye Bye Blackbird - Gene Austin


sábado, 21 de abril de 2018

De Álamos y Olivos, Campeones.

Actores Desengrasantes: 2 en 1.

Personalmente, es difícil de hablar de un artista como el actor protagonista de Campeones, la última cinta exitosa del director Javier Fesser. Simpleza de actor, asturiano de Luanco, de un Javier Gutiérrez que manifiesta su doble cara con facilidad pasmosa y, porque le tenía bastante desubicado. Desde el comienzo de su tardía carrera profesional y su llegada al éxito en filmes comerciales que se comportaron como auténticos campeones de nuestra cinematografía, como El Otra Lado de la Cama, Días de Fútbol, Crimer Ferpecto, El Penalti más Largo del Mundo o la serie última de Torrente, batiendo récords de taquilla. Así como, mi desconocimiento general en su participación sonada en la serie de televisión Águila Roja y su posterior película, hasta la excelente repercusión de crítica y público, en La Isla Mínima, con su aire a lo True Detective de la marisma y los numerosos premios Goya. Incluido el galardón a mejor intérprete, que comparte con el otro protagonista de mi comentario, el premio para los buenos de Javier y Antonio de la Torre... ya autores conjuntos.

Y, por qué digo buenos... Es evidente visionando sus diferentes roles en las producciones que intervienen... Ya que poseen un don especial para conectar con el espectador y converger en su partido, en esa zona sobre la actitud exaltada, rebelde o provocadora, simpática o esquiva, dependiendo del papel y la piel. E interiorizar las escenas o personalidades, con inteligencia y cierta dejadez natural, hasta hacerla pasar por una especie de enajenamiento temporal, con el propósito de lograr la aceptación positiva de crítica y público.
Esto es, a los dos actores se les da bien jugar entre ambas canastas, dejando suave o machacando sin piedad, ni brillo de duda en sus ojos, desde la tensa realidad de un policía en las calles de Madrid en un duro caso de asesinato múltiple, pasando por el aro de una reclamación añorada sobre los derechos de la naturaleza y las raíces familiares... hasta el pitido fina. De un partido actual, que juegan driblando entre malas apariencias y la redención de ese lado amable o salvaje, ese impulso por ayudar a los más desfavorecidos o el mate definitivo sobre las contradicciones sociales.

Su mérito, esta entrañable adaptación al campo enemigo, a la canasta contraria, caminando entre las dos líneas de la verdad y la falsedad: con la polémica introspectiva o la facilidad para comunicar, de sus diferentes rostros, que son uno, el del interesante actor Javier Gutiérrez y el protagonista malagueño de la siguiente, Antonio de la Torre, algo más oscuro... de momento.
Ambos sobre la cúspide actual del cine español y muy cercanos, temáticamente hablando, en cuanto a sus dones de campeones verdaderos y su llegada madura al universo cinematográfico. Por su conexión derivada en el tiempo a una directora como Icíar Bollaín, sus territorios ganados o sus sacrificados perdones, más emparentados con el oficio y la doble cara del actor.

Qué Dios Nos Perdone.

Como en aquella ocasión indescifrable de La Isla Mínima, de vez en cuando, el cine español enseña una parte oscura de la sociedad y nuestros problemas para el entendimiento, donde los protagonistas son monstruos del ayer o adoptan una camuflaje, difícil de destapar por los héroes urbanos, en nuestras ciudades modernas.
Javier Gutiérrez ha demostrado en ambas ocasiones que, es capaz de encarar, los sucesos más siniestros o los movimientos criminales de terribles asesinos. Dos figuras internas, como aquellos viejos parientes que se lían a garrotazos defendiendo sus ideas opuestas.
El yin y el yang de un actor.

Desgraciadamente en la realidad, el resultado de estas disputas de carácter o ideología contrapuesta, suelen terminar fatídicamente para uno de los púgiles, tirados sobre la lona o ensangrentados por los golpes vitales o la dulce venganza. Es uno de los viejos temas tratados, que confirieron al cine, el aspecto taciturno y amenazador, característico de aquellos grandes filmes del género negro. Pues bien, lo mismo ocurre en la relación casi violenta, entre la pareja protagonista de dos extremos condicionados y la frase que da título a la investigación policial... Qué Dios Nos Perdone.

Existen demasiados paralelismos, incluso físicos o intelectuales, entre el protagonista Antonio de la Torre y la redención de los personajes de Javier Gutiérrez en las siguientes películas. Mientras, las historias de suspense policíaco, las críticas o las reclamaciones, alteran la normalidad de nuestro comportamiento, definiendo esa ambivalencia de sus trabajos.
El cine español demostró en el pasado, su buen hacer en películas como Tesis, La Noche de los Girasoles, Nadie Hablará de Nosotras..., Magical Girl, El Niño o la nombrada, La Isla Mínima, donde la ficción deambulaba por esos recuerdos de nuestra crónica negra... por no remontarnos a cintas primordiales y recordadas, como El Cebo de Ladislao Vajda, Los Peces Rojos de Nieves Conde y El Extraño Viaje de Fernando Fernán Gómez, o las divertidas Atraco a las Tres y El Crack de José Luis Garci, con otro añorado como el atípico detective interpretado por otro de los Nuestros, el pacífico, pero intenso, Alfredo Landa.

En estos márgenes intrincados andamos, intentado capturar mecanismos divergentes, que funcionen bien en pantalla, alterando nuestras percepciones con la historia y los casos reales. En Qué Dios Nos Perdone, se retratan distintas especies ´humanas` representativas, que retuercen las relaciones personales, modifican el gesto ante los problemas más diversos, pudiéndose alimentar como alimañas, de otros más indefensos o inocentes.
Aquí será el mismo diablo, enfrentándose a las fuerzas del orden, muchas veces criticados, mal pagados o vapuleados sin escrúpulos. Aunque en el camino, se puedan observar ciertas aptitudes exageradas o medidas extraordinarias, para conseguir el objetivo o la captura, incluso criticar las decisiones ocultas o fuera de la ley. Allí donde hallamos la huella del crimen, desde Argentina y El Secreto de aquellos Ojos atormentados, la pesadilla norteamericana de El Expreso de Medianoche, la fantástica turbulencia de la coreana Memories of Murder o la cercana El Crimen de Cuenca.

Una placa que nos contagia con el agobio personal y el terror intrínseco al ser humano, en un tour de force entre un genial Roberto Álamo (con guión y dirección de Rodrigo Sorogoyen) y un recatado intelectual, práctico y disfrazado por un gran Antonio de la Torre. Enfrentados moralmente cuando se empeñan, entre deterioros personales o persecuciones denigrantes, en capturar a un depredador moderno.
Seres que enseñan colmillos malsanos y escrutan la carne de inocentes víctimas, como si se tratase de un domicilio contiguo al nuestro, escondidos tras su patología enfermiza. Así, ocultos en la oscuridad de su mente, residualmente, van alimentando su frustración. Bajo un profundo y frío subsuelo como las ratas que propagan enfermedades a humanos, mostrando esos dientes o las infecciones, por desgracia, o paseando su podredumbre psíquica entre los hogares fracturados o escasamente aseados, y callejones demasiado oscuros.

Ambos detectives, husmean los residuos de la conciencia y sus propios desencuentros personales, marcando sus diferentes estados o genios, hasta lograr dar con la madriguera del monstruo desencadenado o depredador sexual. La película mantiene una lucha de egos, constante, junto a ese ego del asesino que busca su protagonismo mediático; además de las tensiones con la jefatura y los referentes políticos exigiendo una mayor celeridad, para estallar en una bifurcación de los protagonistas en busca de razones, como la noche y el día. La vida familiar y su labor de protección de los ciudadanos, el propio sentido de la justicia, distanciándose de comportamientos frustrantes o peligrosos, como el consumo que promueve la irracionalidad y la agresividad.
Esta lucha interna, cabal y visceral, podría producir un exhibicionismo público que daría al traste con la investigación paralela, retorcida y vomitiva frente a un ser que se mueve con sus propios códigos, que va encaminándose a un desenlace agresivo o enfrentamiento, cara a cara. Como no podría ser de otra forma...

Notable guion, resaltado por esas cualidades privadas de los personajes, tramperos ante las sabandijas de sucesos y noticieros, que buscan minutos de gloria tan efímera como su conciencia o moralidad... mientras los buenos y sus familias (si las tuvieran) se desangran en reproches o provocaciones emocionales. En esos momentos, me recuerda la imagen del depredador sexual que no tiene prisa, salvo cuando entra en su horrible mundo interior de sufrimiento y dolor, otea y disecciona los próximos pasos, mascullando entre dientes la debilidad de otros y olvidando su humanidad, para acabar sumergiéndose en el miedo de la víctima con su inconcebible baño sangriento... mientras del otro lado, la sociedad espantada reclama la protección de aquellos hombres, los cazadores con sus 7even pecados... probablemente, se termine con una condena eterna o el limbo de los malditos, de ahí el título de esta película española.

Así, aunque intentan despistarnos las evidencias, comprendemos a estos agentes de la ley, marcados con las cartas vitales de los Clásicos en negro, con su idiosincrasia particular frente a los casos universales. Pensamientos dispares para una lucha desigual con el mal invisible, esas alimañas de alcantarilla resistentes a las trampas y la náusea de los ciudadanos, que invadirán la intimidad de sus familias con fotos escabrosas o la cruda realidad de la calle, del día a día.
Por tanto, en Qué Dios Nos Perdone, todos acaban confesando desdichas y mostrando caras ocultas, retorcidas por un juego de despistes y la progresión del suspense en el caos social, que funciona perfectamente sobre el recuerdo de la Psicosis hitchcockniana. Con sus dos caras entre el hobby de la taxidermia pretérita y el mundo de pesadilla enfermizo. O sobre este inframundo actual que, se muestra más falto de compasión con sus víctimas, si cabe.

Con su razonamiento esdrújulo, su instinto viciado sobre la vida o el sexo y su ferocidad escondida en la efigie bondadosa o familiarmente sombría, sólo se necesita un arma de un doble filo, como la decisión de Antonio de la Torre... o posiblemente, la cara de nuestro próximo protagonista...
Depredadores contra protectores... Qué Dios (o quién sea) les perdone.



El Olivo.

Los dos actores con analogías físicas e interpretativas, se muestran firmes ante los desplantes institucionales, las expresiones circunspectas o aquellas heridas que provienen del corazón. Por ejemplo en El Olivo, de la energética directora Icíar Bollaín, Javier Gutiérrez y sus principales compañeros del fructífero elenco, nos riegan el horizonte de intimidad emotiva y añoranza cercana. Esto es, una fuerza de choque o lluvia torrencial, para enfrentarse a un desafío generacional en la actualidad o sujeto firmemente a la tierra, pues, no se trata de captura (a no ser de un resorte oculto de nuestra memoria), sino de el rescate de un familiar, unido a la salvia y la descripción poética de un error.

La película como otras de Icíar, va a la búsqueda del amor esquivo como en sus Flores de Otro Mundo, la denuncia social cambiando los ojos amados por los árboles necesarios, igualmente que en su criaturas secas, de También la LLuvia; usando la vía de la emoción que tan bien administra en sus guiones, demostrando que los seres humanos pueden encaminarse a los distintos problemas, entre la incomprensión foránea o los altercados intrínsecos a la raza o la familiar. Así, caminando en ambos sentidos de la interpretación, sobre el miedo, la rebeldía o la decepción interior, marchan los jóvenes protagonistas, Anna Castillo y Pep Ambrós, junto a nuestro actor con su humanidad, acercamiento emotivo y la búsqueda de la redención personal o la justicia.
Por tanto, Javier Gutiérrez enseña su compromiso con las raíces, desarrolla su excelente trabajo troncal con la historia y la bipolaridad del personaje, y se muestra brillante cuando toma oxígeno por sus hojas.

Se suele decir, que todos los seres vivos o sistemas ecológicos complejos, estamos conectados indivisiblemente, por un espíritu o fuerza invisible, algo tan natural, que sirve de referencia espiritual o pensamiento de buenas intenciones. Pero, la realidad nos enseña otra experiencia muy diferente, donde cada miembro del colectivo, emprende sus propias acciones, con esa dual presencia, de aspectos cercanos o positivos, o recreándose en la violencia.
En consecuencia, no es verdad tal conectividad global. Algunos se distancian del terreno sobre el que crecieron, o jugaron libremente, otros se tuercen buscando el calor próximo o los rayos del sol que más calienta, y por último, existen los desarraigados por diversas cuestiones.
Por enfermedades o sociopatías propias de nuestra era, por errores cometidos con ausencia de la razón o la observación de presencias olvidadas, corruptelas entre mentiras o vinculadas a desvíos por motivos económicos o desahucios producidos por tropiezos personales o sobre escalones sociales insalvables, somatizados por nuestra propia indulgencia ante la apariencia o la debilidad.

El Olivo es la historia de una resistencia, perpetrada en la unión a destiempo, para reencontrarse con aquellas raíces cortadas o silenciadas por el dinero. Dejando las ramificaciones interesadas que intentaron transformar el fruto verdadero, la pequeña pertenencia sobre un terreno, inevitablemente, globalizado y, el uso pragmático, poco natural o interesado comercialmente, para el que, en esencia, no fueron preparadas ni iluminadas sus hojas.
Pero, demostrando que a mitad del trayecto, un injerto puede devolver el brillo o la entidad familiar, a la sangre que corre por sus hendiduras, surcadas como raíces en su corazón. Y, en el que Javier Gutiérrez, deambula de uno a otro lado, de una sístole genealógica a una diástole de clorofila romántica y combativa, que deja un buen sabor de boca. Ya que, él también pertenece, quiera o no, a la misma fuerza conectiva y dominadora en el universo.

A pesar de los problemas ambientales y foráneos, la escasez de riego de algunas cabezas, la rebeldía del crecimiento en libertad y reivindicativo, fuera de ataduras sociales o patrimoniales, sin excedentes emotivos o sombras genealógicas... un búsqueda del verdadero yo natural.
En la sombra, Icíar es el alma, la energía conectiva y dominadora en el cosmos del cine español, el canto ecológico y la síntesis de todas las miradas perdidas o respiraciones pretéritas, protectora de los suyos o de nuestros mayores, casi sentenciados o sin memoria. El abrazo troncal a los seres queridos, nuestros mayores y al fiel Alcachofa. La inteligencia de la experiencia, verde sustento del paso del tiempo y las inclemencias entre seres humanos, el sabor de la tierra que rodea a El Olivo y sus protagonistas. Es, como todos, polvo de estrellas, esencia de árbol.

Por consiguiente, Javier Gutiérrez enseña su compromiso con las raíces, desarrolla su excelente trabajo troncal con la historia y la bipolaridad del personaje, y se muestra brillante cuando toma oxígeno por sus hojas y respira de cara al futuro.

Campeones.

No seríamos quién somos, sin ese paso de los años, ni las derivaciones que tomamos en el camino. Inclinaciones humanas, en favor de lo emotivo o espiritual, o lo más natural y desprovisto de tapujos interesados o condicionados por otras miradas. Algunos, sin nada, podrían llegar a convertirse en verdaderos Campeones de sonrisas y abrazos... es decir, de inquebrantables amigos. Antes de decirnos adiós, o tal vez, un escueto ´hasta luego`.
Aunque, la ceguera o la envidia, siempre nos intente poner zancadillas insalvables. Todos seremos, ese niño que cayó rodando al suelo, que fue recriminado o difamado, por un individuo ridículo o la masa informe... formando parte de esa misma energía arcaica, la que enciende una luz al final de un sombrío túnel. Del campeonato de la vida.

Como el Javier Fesser, creador de ilusiones y director de familias cinematográficas, miembro de los P.Tinto tan estimados por un servidor, de los escasos en la resistencia del cine madrileño frente a la colonización exterior y alumbrador del Camino a la igualdad para todos. Por muy distintos que seamos o parezcamos. Ahora, tres años y medio después de su Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo, vuelve a jugar con la risa y nos manda la pelota de los prejuicios sobre la discapacidad al resto de la sociedad, para que veamos cómo se las gastan estos chicos, por medio de la risa.
Campeones es un quinto largometraje, que cuenta con la actuación de Javier Gutiérrez en el papel principal, sugerido por los consejos de los personajes interpretados por Juan Margallo (El Fugitivo de aquel inolvidable El Espíritu de la Colmena), Athenea Mata su juguetona esposa, y un grupo muy bien conjuntado de ciudadanos de Alcorcón y alrededores, que se comportan como unos curiosos superhéroes que luchan contra los miedos e inseguridades proporcionados por el resto de los mortales. Ellos son Sergio Olmos, Alberto Nieto, Julio Fernández, Fran Fuentes, Jesús Lago, Roberto Chinchilla, Stefan López, José de Luna, Jesús Vidal y la todopoderosa (ugh!) Gloria Ramos... que han dejado los efectos digitales por apretones cariñosos con ambas manos.

Simplemente el hecho de un estreno humanitario o cercano, ya vale la pena en sí. La integración y la amistad son el punto de partida para los Amigos Campeones de la sonrisa, en este partido contra la intolerancia, el fracaso personal o los pensamientos demagógicos. Que sólo un director especial, podría retratar con ese aspecto que da a sus característicos personajes del pasado... tan especiales como el ruido o aquel ritmillo, producido por el siguiente Secdleto de la tlompeta, como a Javier le gusta reproducir, escuchando los secretos que le susurraban a los oídos, el guion de David Marqués y sus chicos discapacitados del club Aderes. El director comenta agradecido: "La película trata del encuentro de dos mundos, así que esta circunstancia nos ayuda.", y hay que añadir, que con dificultades en la sincronización interpretativa, el resultado ha sido positivo y simpático.
Además, la película circula en ambas direcciones, hacia el interior, señalando las debilidades y errores que cometemos los seres humanos en nuestras vidas; y con vistas al exterior, recalcando que todos somos iguales, a pesar de los condicionantes en nuestro nacimiento o tras determinados accidentes que rompen nuestro porvenir... O mejor dicho, lo cambian por otro paralelo.

En esta cancha de los valores personales, participan las sonrisas y la empatía, de profesionales con sencillos aficionados al cine, por encima de la soledad en nuestra sociedad, las apariencias interesadas e inapropiadas, o los rasgos erróneos del carácter... todos deberíamos mirarnos a nuestro propio ombligo, en más de un tiro personal o lanzamiento al aire.
Mientras que, en el banquillo de nuestro futuro, se encaminan otros conceptos, como la necesidad de atención y las ayudas sociales (sin tratamiento político), el abrir nuevas perspectivas de desarrollo a dichos necesitados, los valores que se rompen por el camino de la soberbia o la envidia, la propia superación del individuo, la formación del equipo y el abrazo de la amistad... tan fácil de escribir... y ellos lo consiguen con esfuerzo y una sonrisa.

Se podría caer en la narración intimista de corte judicial, con tendencia a la lágrima fácil, pero, el equipo de Películas Pendelton con Morena Films y los actores, profesionales o no, se ha encontrado con una fortaleza espiritual a razón de triples ocurrentes, muy necesarios en este tipo de películas y pocas faltas personales... excepto alguna patada desorientada y muy feminista :). Por consiguiente, Mr. Fesser se ha movido en el parqué, como un excelente regateador de expresiones y tópicos, con su divertida steadicam para capturar lo natural y la esencia de los personajes, entregados a ser ejemplo de libertad, entrega y participación. Una especie de juego multidireccional, a veces abstracto como su lógica, desternillante en determinadas secuencias, enloquecido o ecléptico, pero sobre todo, mágico o emocionalmente diverso en personalidad.
En su universo, habitualmente (que no, normalmente), cada personaje tiene su propia idiosincrasia, aquí quizá echamos en falta un panorama individualizado o familiar, porque son los habitantes de sus particulares vidas dentro del planeta Pendelton.

Al final del encuentro, entre el abismo insondable y la simpatía adicional, nos hallamos con un hombre o mujer, condicionados por los estereotipos sociales, sus circunstancias económicas o psicológicas, y el salto mortal hacia la aventura en las relaciones con los demás, o ellos mismos como pareja. Javier Gutiérrez trota por ambas parcelas de la conciencia, otrora egoísta y censurable moralmente, hasta que la realidad o la verdad, asoma a sus ojos. Para transformarse del villano imprudente a héroe a la fuerza, salpicado por los intelectos brillantes que votan a su alrededor y ese aura cómica tan trascendente como conmovedora. La película no es totalmente redonda, como una pelota de baloncesto moldeada con mimo, pero si necesaria y directa al corazón de los espectadores.
Porque los héroes de Javier Fesser, juegan a la contra, no realizan grandes mates o fascinantes misiones en las alturas, no sobrevuelan con capa, sino que son simples y raciales protagonistas, como nosotros, con nuestras virtudes o miserias.

Si bien, en los últimos segundos, sus protagonistas principales se transforman con sus actos desproporcionados y aptitudes proclives a la redención del individuo, dentro del grupo o la amistad. Tanto que les confiere el título de Superhéroes con Mayúsculas. Enhorabuena, por participar en esta labor integradora, en la que todos tenemos una pequeña parcela de terreno que proteger y reconsiderar, aunque estemos sentados en las gradas y en el tiempo de prórroga se delimite para estos jóvenes... lo importante es llegar, aunque seamos los segundos a la canasta por la ayuda.

Sobre las dos caras del cine español, nos preguntamos... si en un futuro veremos a los dos actores protectores del alma social, Antonio y Javier, jugando juntos en un proyecto... o mejor expresado, en un bis a bis interpretativo.

lunes, 16 de abril de 2018

Star Wars: Los Últimos Jedi (Episodio VIII)


Ep. VIII: Fuerzas de Star Wars.

En un principio, cuando la historia ha comenzado con su habitual barrido vertical de lo escrito y, los pensamientos del espectador resuenan en cualquier parte del infinito, finito, el espacio se ve deslumbrado una vez más, por los relámpagos de esa guerra eterna. La destrucción que nos convoca en la butaca de un cine, como antaño. La lucha por la libertad, como aquel mal pretérito que estableciese la sumisión o la devastación mitológica del bien para estos nuevos tiempos caóticos.
Ahora que el tiempo, sabemos, que no existe, leemos "Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana...", más bien se expande hasta el infinito. Tal y como explicaría convincentemente, el conocimiento del cerebro de los viejos científicos, Einstein y Hawkins, demostrando que se podrían alcanzar amplias magnitudes espaciales en un abrir y cerrar de ojos, cambiando todo lo existente o percibido a su alrededor.
Esperemos que hayan descubierto juntos, el horizonte de sucesos adecuado, porque dedicaron su tiempo a tan luminosa tarea... u oscura, hablando de agujeros negros supermasivos. O en otra esfera o tejido espacio-temporal, pasando sobre cada fracción de segundo, tan despacio en la superficie de nuestra Tierra conocida, que permitiese asistir a la visión de diferentes y fascinantes generaciones venideras. Así, la ciencia probablemente consiga una vida más plena y extendida temporalmente. Por consiguiente, estando vivo o muerto, tras este transcurso escurridizo de los años y todas las experiencias presenciadas o sufridas, una vida tan solo se asemeja a un simple remanso y silencioso, suspiro. Algo semejante a una exhalación final.

Dentro de una trilogía vital y visual, observamos los cambios internos del cosmos y las apariencias significativas de nuestros cuerpos, orbitando infinitamente. Calculamos la resistencia y la fuerza, mientras naces (en un lugar remoto) con extrañas presencias en tus genes y sangre, creces volviéndote más duro, racional y, al final, acabarías sepultado por el peso de arrugas y canas, aplastado por una mano férrea o incinerado poéticamente bajo el fulgor de un sol omnipresente... hasta que tu estrella se apague definitivamente o saltes con energía, a otra parte del ciberespacio.
Esta historia comenzaba, juntando a unos hombres y mujeres osados, Mark Hamill (el gemelo Jedi), Harrison Ford (Solo, Han Solo), Carrie Fisher (nuestra querida Princesa gemela), Alec Guinness (el primer gran maestro Obi-Wan Kenobi), Anthony Daniels (el alma del droide de protocolo), Kenny Baker (dentro del cuerpo de R2-D2), Peter Mayhew (en la piel peluda del Wookiee Chewbacca), David Prowse (Darth Vader, después Anakin Skaywalker) o el gran Peter Cushing en zapatillas (como el villano Moff Tarkin, atemporal). Son parte de la leyenda y nuestra historia, unidos a ellos, hace más de 80 lustros... como casi siempre... a través de las palabras:

La República Galáctica está sumida en el caos.
Los impuestos de las rutas comerciales a los
sistemas estelares exteriores están en disputa.
Esperando resolver el asunto con un bloqueo de poderosas
naves de guerra, la codiciosa Federación de Comercio
ha detenido todos los envíos al pequeño planeta de Naboo.

Mientras el Congreso de la República debate
interminablemente esta alarmante cadena de
acontecimientos, el Canciller Supremo ha enviado
en secreto a dos Caballeros Jedi, guardianes
de la paz y la justicia en la galaxia, para
resolver el conflicto...


La Resistencia Nostálgica.

El amor como la guerra, esa facultad física y pragmática del odio), concierne a cualquier ser viviente y rincón de la galaxia lejana. Así como, al porvenir de nuestros seres más queridos. Parece que su sombra, siempre nos acompañará, como los agujeros negros o las estrellas de la ciencia ficción moderna... O tal vez, ya no tanto, más bien romántica.

De la mano de aquellos personajes, algunos perdieron su beneplácito actual, hace ya una infinidad de imágenes. Junto a otros buenos ciudadanos o muy desviados de esa línea pacífica del mítico Jedi. Como recortes en los noticieros, distanciados por un vacío existencial y bastantes canas en los cabellos rizados con la piel erizada por el nuevo contacto. Sombras familiares, acechadas por una terrible quemadura que desfigurara el rostro, la respiración y el sonido ronco de unas cuerdas vocales.
Sin duda, una de las cosas más complicadas en esta vida de guerrero, es competir con aquel brillante o lustroso, casco negro y capa al vuelo, semejante a la continuada prueba de una asistencia remota, que te mantiene en vida, a pesar de la insistencia de la sangre y la oscuridad. Algunos rebeldes o fuego amigo, persisten en esta insistencia de finiquitar su ego, pero que con el consentimiento del sufrido, casi autómata oscuro, el tiempo convierte todo en un nuevo suspiro. Aunque, su figura mitológica se vería condecorada en la pantalla, con una fuerza insospechada e invisible, semejante a nuestra melancólica y ahogada cinefilia.

Cuando ese odio irracional e infranqueable, se apodera de nuestros sentimientos, pensamientos internos y el roce sobre la piel de nuestros seres queridos, se produce una terrible mutación. Algo que nos abandona en brazos de esos otros repudiados seres... pongamos el caso del recuerdo de Vader en Star Wars Episodio IV y sus castigadas fuerzas imperiales, o recitando de manera primordial su genealogía silenciada durante El Imperio Contraataca. Después de la segunda trilogía que fuera la primera distanciada, en la que descubrimos su extraño crecimiento, vendría el homenaje y la aparición estelar en Rogue One.
Ahora, la triangulación de la maldad, consiste en un Snoke encarnado (nunca mejor dicho) miméticamente por un Andy Serkis, que no termina por parecerse a aquellos otros maestros del Lado Oscuro, ni a la interpretación gutural del pasado, algo desmaterializado. Más la alternativa poco cautivadora, del General Hux, el actor Domhnall Gleeson recordado en aquella notable Ex-Machina, e hijo del gran Brendan y por el consabido aprendiz de monstruo, Kylo Ren. Por desgracia quedan algo alejados de aquella recordada y poco reconfortante, sombra.

Un ejemplo, el reniego de las comunicaciones, bis a bis, en esa distancia telepática, que asemeja a diálogos con actuales móviles 4G y la memoria de los maestros que esconden al último dominador de la fuerza, desteñido, grisáceo y algo desquiciado en esta ocasión. Esto es, no tan natural como aquella visita inesperada en la trilogía con el maestro oscuro, el gran Darth Vader. Ah, salvo un chiste incontrolable de su metafísica bipolarizada, a través del espíritu tergiversado de la fuerza, destrozando una coraza para su imagen venidera. ¡Fuera caretas! ... o no.

En el otro lado de la balanza, la positiva, la espectacularidad de siempre en sus escenarios y la memoria de la historia principal. Que se hallaría rocosa, bajo la reciente caída en el olvido contemporáneo de Han Solo (hasta su rejuvenecimiento en el nuevo filme, claro) y que se reinterpreta bipolarmente bajo la aparición de este nuevo retoño oscuro. La insitencia de una nueva litigación inmortal sobre la estirpe y el conocimiento de la fuerza, o el género femenino revitalizado o encarnado en su madre perdida, gracias a la gracilidad de la nueva heroína interpretada por una más atlética actriz, Daisy Ridley.
Por supuesto, nuestros recuerdos ochenteros, se agolpan de nuevo, ensimismados con las consabidas (y tristes al cincuenta por ciento) reapariciones de Luke y la princesa convertida en esta Generala Leia, que nos congelara con el vacío. Ahora repondremos, robóticamente hablando, a aquellos que enseñaron la ternura, amistad y valentía conectiva, a través de sus circuitos y movimientos parsimoniosos, casi caóticos o distraídos. Acelerados o torpes amigos, depende de la ocasión y la batalla... junto al gruñido más cómico a este lado de la galaxia.

Sirven de telón de fondo a las espadas láseres avanzadas y la contienda bélica, encrucijadas dolorosas entre pérdidas emotivas (morriña acrecentada por esas noticias luctuosas) y otras partes anatómicas de nuevo cuño. Reproduce las naves en el escenario cósmico, que se conducen con más precaución en esta trágica situación, si bien echamos en falta el verdadero lado oscuro. Pasados elementos de la diversidad genealógica y nuevos productos del marketing, que te dejan un poco indiferente (excepto a los más jóvenes o de espíritu infantilizado), a través de nuevos escenarios que cambian los colores, las sensaciones y las texturas, como esas marcas grabadas a sangre, sal y fuego. O la estructura melódica que no demuestra grandes cambios, en la batuta interminable de John Williams y un guion que se contenta, en gran parte del filme, con una medida sosa en la persecución sin demasiados contratiempos ni episodios espectaculares, coronados por los efectos especiales.
A veces, pareciera que aquellos recuerdos imperecederos y los personajes pretéritos, se vieran sepultados por una cascada de sincronicidad mal entendida, por las nuevas generaciones. Quizás, más atraídas por la extravagancia cósmica y la presentación, que por la aventura clásica y aquel trabajo manual de la Industrial Light & Magic, tan recordadas como ejemplos del oficio.

La Guerra como el verdadero leif motive, externa e interna. Esa dualidad del ser humano, la bipartición corporal, emocional y familiar, la división del alma, padres e hijos, la culpa y la redención, la conversión o la muerte. Por tanto, una odisea cubierta por la pasión, el dolor y la real amargura del paso del tiempo, en otra nueva esperanza, donde las armas se convierten en el detonante final por parte de la llamada, Humanidad... como siempre, de una batalla en las estrellas.

La Guerra...

Tras la espectacular destrucción del navío estelar de clase Mega, el Dreadnought de la Primera Orden (enviando el mensaje equivocado de nada de miedo), y ese retorno del espíritu Jedi a la galaxia, con los rizos cenicientos de Mark Hamill y la palidez ingrávida de Carrie Fisher, comienza otra persecución espacio-temporal con los nuevos protagonistas, como invitados especiales del pasado y protagonistas del presente.
Sin embargo, a continuación la batalla parece ir perdiendo ese ápice arcano de épica visual y narrativa, además de la sombra alargada de la maldad intrínseca con aquel magnífico ser cinematográfico o Darth Vader. La ofensa y el odio, se transmutan en una efigie contracturada o la plasmación de un ente más irreal o digitalizado, que no es lo mismo, no existe el menor resquicio a la duda...
Nos podemos preguntar, que sería de la saga Star Wars, sin las muchas muestras de este poder absoluto e ingobernable, tras las diferentes y terroríficas armas del porvenir galáctico, precisamente, un futuro que se combate de forma desnivelada entre fuerzas, pero con la inteligencia en la serie de películas. Demostrando que un Solo hombre o mujer, puede derribar un sinfín de cañones y torretas mortíferas, aunque los nuevos pilotos no anden como el mítico Han Solo. Al menos, poseemos la asistencia esotérica y verdosa, del maestro Yoda y la voz de Frank Oz.

El problema de la masificación del armamento, esto es, de la escalada bélica, nos está llevando a un precipicio futuro. Un panorama agravado con el odio exacerbado, hasta cotas impensables en el interior de algunas ciudades o naciones desnortadas. Repúblicas y antiguos imperios, entre el aumento de la violencia doméstica y la dudosa protección personal, ante el terror. Un error magnífico que puede concretarse en nuestras calles u hogares, colegios e institutos, mares o fábricas, negocios o medios de comunicación... por la denominada Internet que entra en nuestra privacidad, manipulando a los menores o llevándoles a callejones del odio sin salida. Una realidad compleja que vivimos impávidos, sobre todo en la actual Norteamérica que crea los héroes fílmicos de Star Wars, donde seguirán apostando por el negocio de la muerte, la fabricación sin medida y distribuyendo dicho armamento a un ritmo insoportable entre los inocentes... y no tanto.
Pues bien, si continuamos en este círculo vicioso, restregándonos la sangre en la pantalla de televisión o en los ordenadores, el número seguirá aumentando descontrolada y tortuosamente. Mucho más vívidamente que la posible destrucción de armas transfiguradas o anticuadas.

Las armas nos sobrepasarán en número, indefinidamente, sino empezamos a destruirlas en el futuro, acercando una oportunidad a los trágicos olvidados por el fuego. Por ejemplo, los niños que quieran acercarse a un punto de rehabilitación, lo haría posible, lanzando ante las cámaras, aquellos elementos cortantes o pistolas que guardan sus padres o familiares cercados, como las escopetas que se disparan limpiando sobre el rostro sorprendido, los supuestos accidentes de caza, los revólveres que sirven para el suicidio o el asesinato en familia, los robos materiales con fuerza, las balas que se llevan por delante a estudiantes o ciudadanos acechados por cuestiones de identidad social o económica, las metralladoras y bombas en guerras fraticidas, los tiros perdidos en el horizonte contra el cristal de una vivienda o cámara, la defensa de una locura que debería ser atendida, la amortización de nuestros terrores o miedos intrínsecos, la violencia en los próximos descubiertos mundos.
Esta es nuestra guerra de las galaxias, aquí... en la tierra de los sueños.


La Resurrección...

La Primera Orden y su terrible potencia de fuego, ha regresado. Pero, no puede hacer nada estratégicamente contra lo ínfimo, contra la limitación tecnológica de los rebeldes y su tesón. Su particular dominio de esos poderes incontrolables que forman parte del todo, como la remanente fuerza cósmica del ser metafísico o la naturaleza, lal de su sabiduría inoculada en visiones, en saltos y movimientos habilidosos con el sable, en palabras mitificadas. No pudo hacer nada un simple destructor inmenso, o la Estrella de la Muerte, ante el valor individual y la locura por la libertad de la especie. Ni siquiera la segunda más compleja y poderosa, ni la base Starkiller de menor fortaleza visual, aunque igualmente destructiva dentro de la historia de Star Wars, porque el carácter indoblegable de aquellos, o éstos, héroes casi anónimos, en los albores cinéfilos, han percutido sobre el cosmos como una supernova, cincelando y logrando plasmar su nombre, gracias a un fulgor atómico y resiliente.

Todo se mantiene, no intacto e inamovible, tras las primeras holografías y ofrecimientos de ayuda, mantiniéndose el recuerdo vivo en la mente cinéfila, con rostros que no envejecen en la memoria o la pantalla, salvo en la cruda realidad trigonométrica. Luke, Leia, Chewie y los robots, el Yoda y el poder mental, forman parte de una resurrecta e indómita perseverancia de los creadores de Lucasfilm y Walt Disney Studios Motion Pictures, de la mano transcrita de George Lucas. También, en batalla épica con algunos de los seguidores más acérrimos de la saga Star Wars.
Comienza con el bombardeo impreciso y un acto inconsistente de horoicidad, una especie de inmolación por los valores de la República y la salvación, un estallido afortunado contra la fuerzas del Mal. Tan bien establecidas y aramadas, que no cabe ninguna duda... en la realidad sería otra cosa. Aquellas dos facciones decimonónicas, irascibles e irreconciliables como el arsénico y el agua potable, se reinterpretarán sucesivamente en nuevas pieles o mentes, con otra batalla de proporciones bíblicas, sobre el libro 1 de LuKas. ¡Hágase tu voluntad, en el cielo como en las futuras Tierras!

Los rebeldes cansados de imprecaciones y ataques masivos, se encaran a un Imperio todopoderoso, excepto en matices o personalidades baldías, bastantes risibles o caricaturizadas. Esas nimiedades que consiguen reducir su poderío ígneo, a un paseo entre megaconstrucciones abandonadas. Mientras, el Halcón Milenario se precipita al encuentro de los valores regios, de los amigos de Ham y Chewie, transformado en receptáculo sin pretensiones y encrucijada de recuerdos, nuevos pilotos condicionados a la resistencia por una idea del universo, a una Gran Generala y su hermano desaparecido, incunable Luke. Odiseas a la reconquista del espacio perdido, durante una trilogía descafeinada e interminable que precedió, aunque la nueva mirada oscura de Kylo Ren (el criticado Adam Driver, en esta ocasión menos acertado), no mantenga la envergadura necesaria para el reto, o los pequeños alados sean una porción intrascendente de Porg, dentro de la narrativa del universo Star Wars.
Esta resurrección categórica y ancestral, alguna denostada o crítica, nos demuestra que existen distintos tipos de Fuerza.

Tantas como elementos mentales y almas inocentes de la tragedia, o estas figuras heroicas que desaparecen y vuelven a sugerirse en nuevas estampas a la luz de las estrellas. Razas que navegan sin complejos por el universo dominado, no incierto, recordando a aquel hombre pequeño que les salvara en alguna ocasión de una garra omnipresente, o el recuerdo de una mujer valiente que vuela inconsciente hacia el calor, quizás una premonición del resurgir digital, desgraciadamente no en la vida real.
Siempre pueden variar los momentos que recordamos, crecer hasta el infinito o desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos, pero siempre aparecerá en el horizonte, la figura de un guía que pueda enseñarnos el camino hacia otro hogar o dimensión desconocida... a esa deseada libertad. Siempre que nos acompañe una idea sorprendente, con seguridad, atenderemos a la boca que la pronuncia, como la que desarrollara George Lucas en 1979, comenzando una primera película que se transformaría en saga estelar y vital. Quizás, una idea que nos acercara a la eternidad, al menos, dentro de la historia general de Hollywood y el Séptimo Arte. Hoy como ayer, aquellos fantásticos personajes han conformado un grupo reconocible, hasta los pelos, cables o médulas, para dejar el testigo a las nuevas generaciones.
La resurrección ha trazado una elipse con su propio nacimiento en la década de los 70 e de inesperado éxito. Aquí persisten los susurros pretéritos con la misma pasión, las luces plasmáticas en otros rostros ilusionados ante la perspectiva de un resurgir o nacimiento, o de otra batalla a la que ganar a la muerte, coronados en la mirada del taciturno, indómito y solitario, Luke Skywalker.

Por consiguiente, su recuerdo y el cariño inusitado, establece nuevas coordenadas que marcarían el comienzo de esta esperanza rescatada al tiempo y el final de la presente guerra, quizá, dividida inmortalmente en dos encadenados episodios de tragedia o gloria. Resistiendo al paso de los años, observaremos las acciones de sus seguidores actuales, con el descubrimiento de nuevos espacios, razas y rincones oscuros del alma. Curioso será, observar como ésta, puede bifurcarse otra vez, demostrando que el mal evoluciona al mismo ritmo que la galaxia o el viaje, efectuando las mismas provocaciones e invasiones, malversaciones filosóficas, resistiendo las antiguas heridas del corazón o la amistad, sugiriendo otras marcas perpetradas por el fuego de sus ojos metálicos o aquella mano maldita.
Tal vez, otra resistente nos asirá con fuerza, mientras pueda. La mano de George Lucas o el guionista Lawrence Kasdan, más otros directores como Rian Johnson o Ron Howard, atravesarán el horizonte actual y intentarán hacernos olvidar el trayecto discurrido, hasta ahora. Díficil tarea, para descubrir a los nuevos héroes que relaten y escriban próximas aventuras, "Solo" o acompañado de otros guionistas jedis. Escritores que rescaten a Kylo de su enfrentamiento psicológico, mute la presencia intrascendente de Andy Sherkis y su Snoke de aspecto insulso, le otorgue un hueco real a C3PO, RD-D2 y Chewbacca o su próxima generación, abastezca la galaxia con nuevas naves e interesantes mundos (como esa planicie de sal con salpicones rojizos como la sangre midicloriana, de espacios entre la isla Skelling, por Dubrovnik (Croacia) o el Salar de Uyuni en Bolivia, que hagan resurgir los disparos a pie y las avanzadillas de soldados imperiales y la creación de otras especies galácticas...

Aunque hecho en falta el aroma a aventura clásica, por descontado.... aquella vieja estampa de piratas, vaqueros y samuráis, la cámara del discutido (algo exagerado en un visionado), director Rian Jhonson recupera ese humor familiar y captura la esencia entrañable de los personajes con ilusión y respeto; si bien se queda algo cojo, a mi parecer, en el tratamiento de una verdadera Space Opera con sabor imborrable.
Por ejemplo, con la existencia de esos cachivaches baratos, entresacados de una verbena, que recorren el plano salpimentado pesadamente, algo perdidos frente al ejército todopoderoso, desorientados sin líder consolidado, abrazados o besados como un elegido, desdibujados en el conjunto gráfico y, por tanto, terriblemente condenados a una derrota cinéfila y galáctica.
Quizás, todo vuelva a ser diferente tras la pluma y el deseo renovador de un narrador emergente, con su poderosa mano e notable imaginación. Esperemos, mirando a Andrómeda... o cualquier otra.

La Nueva Esperanza... o la Última.

El asalto final de algunas imágenes, que poseen la fuerza de antaño, transmite esperanza en el futuro. Aunque las cosas han cambiado definitivamente, y ya no apreciamos la esencia aventurera de otras épocas más inocentes, debemos aferrarnos a la historia, como un superviviente a un tablón en el océano. Al igual que intentase rescatar la primera entrega de esta tercera república, ya no guiada por princesa, esperamos no caernos sin darnos cuenta, en una emoción sensiblera, más compatible con el recuerdo y esa amistad amenazada. Indudablemente, en algunos casos narrativos, desaparecida o asesinada, por lo que habrá que ir rescatando a viejas voces y sus queridos rostros, encendiendo los motores, al mismo tiempo que los efectos programados, sustituyen a la arcaicas maquetas. Cuando los monigotes son parecidos a mascotas achuchables o suaves muñecos sobre la colcha y los hologramas se mezclan con cierta indulgencia, anecdótica o con cierta permisividad visual.
El Imperio todopoderoso parece indefenso ante una sola nave y su piloto, cabalgando el cosmos, a la vez que los rebeldes intentan reconstruir una vida más destartalada y más endeble, que nunca. Los protagonistas pertenecen ya, a tres generaciones de seguidores y con nuevos episodios, paralelos, como un posible acercamiento a Obi-wan, o desenvueltos con las vivencias de Solo, se crean nuevas legiones de seguidores fanáticos por Star Wars, hasta el 9.

Por contra, algo primordial ha sido transmutado en el código genético, indivisiblemente a la realidad tras la pantalla, ya que aquellos niños y jóvenes han envejecido junto a ellos, los héroes y villanos. Algunos casi olvidados según el rodaje temporal de las tres trilogías, sacrificados en el vacío o el horizonte del atardecer. Así, vamos endureciendo con los elementos, mucho más agresivos, directos al corazón violento, modificando las respuestas y la perspectiva moral frente a las noticias en los medios y la red global. Por eso, muchos van perdiendo la confianza, la apreciación que guardábamos por el futuro de nuestra especie y, observamos con naturalidad, un universo dividido y plegado al fuego destructivo de la guerra.
Tal vez, una raza y un intelecto superior, nos indique que somos los miembros menos racionales de todos los seres vivos del planeta y de la futura andadura u odisea espacial. Igual que demuestras los protagonistas del lado oscuro, cada vez más desdibujados frente al público en general, y bastante menos trascendentes en el dominio del odio y la opresión sobre el resto de ciudadanos galácticos. Vamos, unos aprendices de dictadores, malcriados que no se verán agasajados en nuestro recuerdo futuro.

Pero, se trata de una producción de George Lucas y de Walt Disney, que pone sus ojos en la rebeldía del hombre y mujer, o indican el camino a los jóvenes aprendices de Jedi, nuevos pequeños guerreros dispuestos a combatir el mal o abrirse paso, sobrevolando constelaciones peligrosas, nuevas tierras masivas, abriendo puertas temporales o atravesando agujeros de gusano, en dirección a otras experiencias más adecuadas con los nuevos tiempos.
El futuro o la esperanza de la serie galáctica, será desviarse de lo conocido, presentando a novedosos personajes con distinta catadura moral y bis representativa entre los más jóvenes, con heroínas y especies imaginarias, para adentrarse en su nobleza aventurera y facilón sentido del humor. Salvarse de algunas interpretaciones con tendencia al ridículo o la exageración, desempolvando los escenarios y las naves, el resurgir de una raza de luchadores ancestrales, con más entusiasmo y ensoñación.

En cuanto a las armas y mi referencia a la actualidad en nuestro mundo, podríamos aseverar que... cierta disminución en la fabricación de dicho arsenal y distribución, nos vendría muy bien, para mirar el futuro con mejores perspectivas. La reducción de fallecidos por el uso armamentístico, sería un acto positivo por indispensable, con el que volver a creer en el ser humano, y un increíble cambio de registro, en nuestra historia pasada y reciente.
Particularmente, se podría proponer la activación de un protocolo entre la juventud, con una posible localización ciudadana, en la que una cámara registrara los rostros de niñ@s entregando esas armas de adultos o sus parientes, para su destrucción definitiva en directo. La redención de la especie, que seguirá luchando... pero no, entre nosotros.

Bajo la luz de las estrellas, y esa efervescencia pacífica o esperanzadora del ayer, renovar la sangre del guerrero y su mente reveladora, como un resplandor o sortilegio eléctrico, que asciende del dedo anillado hasta la empuñadura tecnológica, del cerebro humano asido al sable de luz y esa fuerza, casi divina, que nos acompaña por cualquier rincón del universo Star Wars. Ellos serán los elegidos y nuevos amos de la galaxia, enfrentados a las feroces críticas, acostumbrados a la exageración y la caricatura, comprendiendo la debilidad de sus enemigos filmados, los que nos se doblegarán ante su tendencioso uso del dolor, el derrame de sangre y las quemaduras láser.
Tras la recortada silueta de ese niño, como un personaje de John Ford que volviera a la vida, muchos otros reencontrarán el espíritu del pasado, despertarán creyéndose el viejo pistolero, de nuevo. Mente, mano, anillo, sable, fuerza, oscuridad, estrellas... la reencarnación cósmica del viejo Luke, cualquiera de Nos. Somos el verdadero alma de Star Wars.

Así sea, por Luke Skywalker, Han Solo y todas las Leia, que la Fuerza les acompañe...




domingo, 15 de abril de 2018

Rogue One: A Star Wars Story.

Polvo y muerte de Estrellas.

La odisea galáctica de los personajes de Star Wars, comienza en 1977 con una impactante aventura clásica, plagada de ciencia y conexiones con las películas clásicas de héroes y villanos, tanto del Oeste como de piratas o guerreros samuráis. Con referencias a la mitología o las terribles batallas mundiales, entre imperios o Alianzas Rebeldes, que desembocaron en cruentas masacres y la extensión del Mal. Por tanto, los Jedi son una generación que se bifurca, con el advenimiento de un Emperador sin escrúpulos y sus acólitos, comandados por una doble magnitud oscura, distinguida entre el gobernador Tarkin, en bicefalia entre Guy Henry más el amado Peter Cushing, y el gutural Darth Vader.
Sin embargo, la saga estelar se construye con todo un ejército de amenazas, que giran alrededor de una arma contundente y definitiva como principal entidad estelar (nunca mejor dicho), La Estrella de la Muerte. También, se desarrolla en la actualidad, una vuelta a los orígenes antes de la entrega de planos de su construcción y la posible causa de una operativa defectuosa, instigada por el científico de la familia Erso, interpretado por el increíble danés, Mads Mikkelsen y padre de la joven heroína Jyn, desafiando al poder imperial y protegiendo a la ágil Stardush y bella actriz, Felicity Jones. Junto a la historia de un grupo de arriesgados de la Resistencia (una especie de Compañía del Anillo), encabezada por un joven capitán de la inteligencia rebelde, el mexicano Diego Luna, que unidos retarían al nuevo imperio galáctico, para capturar los planos y destruir su plateada y mortífera base.

Aquellos identifican una conocida muesca o falla en el interior del potente cañón, alimentado con los cristales de ´Jedha` extraídos de sus propias minas, que actúan como sintetizadores de la energía en las poderosas espadas láser de los Jedi. Crees, ¿qué alguien diseñaría tal arma de destrucción masiva en la realidad? Un disparo concentrado, capaz de eliminar de la faz de la Galaxia lejana, cualquier ciudad o nación del universo ideado por George Lucas y su equipo de LucasFilms, incluso un planeta completo... Evidentemente sí, sobre todo, si existen personalidades como el Emperador Palpatine, Grand Moff Tarkin o el gran protagonista en persona, aquel mismo de ayer en afonía, James Earl Jones o singular Darth Vader y su descendencia rebelde.
Pero, antes de la década de los ochenta, los seguidores de aquellos malvados y héroes, tan reconocidos por todos hoy, se vieron sorprendidos por sus evoluciones en formación de vuelo y despliegues acrobáticos de sus naves, las maquetas o la agradable comicidad que derrochaban ante la gran pantalla, sus personajes principales. Una nueva esperanza, representada en la imagen de un pequeño y multisinfónico robot llamado R2-D2 y la simpática princesa Leia, capturada e interrogada por el Lado Oscuro. Aquí entra un sincero homenaje a la actriz y escritora, tristemente desaparecida, Carrie Fisher y el recuerdo maternal de una grande como Debbie Reynolds. Todos lloramos ambas pérdidas (bajo las estrellas o la lluvia), en un momento crucial de su vida y de la propia saga Star Wars.

Bueno, el caso es que interceptaron aquella comunicación, gracias a la alianza de muchos del pasado, de un escuadrón suicida denominado Rogue One (Pícaros o granujas inconformistas) y los efectos digitales de rejuvenecimiento, que nos llega ahora de la mano del director británico Gareth Edwards (Monsters, Godzilla) y la limpieza de los guionistas Chris Weitz (Antz) o Tony Gilroy (Pactar con el Diablo, El Caso Bourne). Aunque, con ciertos pespuntes o papeles poco desarrollados dramáticamente, por ejemplo, hecho en falta más identidad en el filme y sufrimiento por parte del personaje de Mr. Mikkelsen, u otros, como el androide reprogramado K-2SO, vocalizado por el actor Alan Tudyk. El piloto desertor o un asesino rebelde bastante desdibujado, compañero de un místico y marcial protector, interpretado por Donnie Yen. Así como, la poca relevancia de un veterano desvencijado de aquellas Guerras Clon conocido como Saw Guerrera, alentado por Forest Whitaker.
El resto de la aventura y las espectaculares imágenes, tienen todos los ingredientes para satisfacer a las masas, ahora producidas por Walt Disney en los estudios ingleses de Pinewood o parajes naturales de Maldivas e Islandia, ofreciendo las mejores perspectivas de la destrucción a escala planetaria, debido a aquel turbio secreto, mantenido en el aire. El impacto de la misión, llegó a establecer las mejores coordenadas, en un Imperio que contraatacaba y dirigía una mayor potencia hacia nuevas y míticas escenas, sobre nuevos objetivos, con guion redondo de Lawrence Kasdan y dirección recordada de Irvin Kershner. Donde aquel padre desorientado, indeciso, vuelve como hijo de otra estrella de la Muerte.

Las diferentes texturas de las épocas, cambiarían la visión humana y republicana, más allá de su propia existencia en la Tierra. Uniendo sus fuerzas para desactivar campos magnéticos de protección, desintegrando antenas de comunicación y retando a otras criaturas, en una serie más "infantiloide" que algunos chistes de C3PO o la relación romántica o tira y afloja... eran otros tiempos, agradables eso sí. Hasta transformar la saga en una Fuerza imparable, que elevaría a sus protagonistas a otra dimensión cinematográfica, que toma diversos vericuetos estelares, atrás y adelante, un, dos, tres... ¡fuego! Seremos inmortales, combatiendo una y otra vez, hasta que nuestras fuerzas nos separen.
Son nueve episodios (dos por llegar próximamente), desarticulados en el tiempo, no de hecho, con pequeñas turbulencias en esta aventura extendida, vueltos a organizar en el Espacio, como explicación del pretérito Jedi y el entendimiento de las últimas generaciones de exploradores. Mezclas de textos, píxeles y detalladas maquetas, movimientos en slow-motion sobre el tablero, luces y colores estallando alrededor, razas, robots y mundos extraños, desafiando el cine en una guerra, entre energética y espiritual, con ingeniería o hechicería, ciencia... y muy negra involución bélica.

Rogue One: Una Historia de Star Wars, es una nueva guerra en 2016, cuyo género ha recordado aquellas otras manifestaciones y personajes del conflicto tecnológico de los siguientes ochenta, dentro de una estructura fatídica, y ciertamente, apocalíptica como nunca. Debido a la potencia de los generadores informáticos, cuando Gareth Edwards hace crecer la amenaza, más metálica que fantasmagórica. Una realidad fílmica en arriesgada misión de infiltración, que recuerda antiguas batallas épicas, cambiazos de identidad en las filas del Imperio, para redefinir los puntos débiles de este cañonazo en las taquillas. Más de 1000 millones en nuestro mundo, o yo que sé...
A partir de ahí, los escenarios de Star Wars palpitan y oscurecen al lado de los nuevos héroes, que deberán enfrentarse a aquellos viejos enemigos del Lado Oscuro, con nuevas obturaciones luminosas, blancos y negros, u ocres. Por un espacio profundo, a bordo de Profundidad sin garras, trasladándose a velocidades inimaginables por entonces, a arcaicos mundos o antiguos cementerios, a flotar por la materia, claro, oscura, y planear entre haces de energía, roja, amarilla, verde, azul, etc... A la construcción de cárceles con atmósferas respirables y tormentas casi nucleares, o la destrucción futura de armamento pesado capaz de aniquilar toda vida en superficie, a indagar en el pasado de una revolución y los nombres que la interpretaron. O silenciar a voces que intentarían sofocarla... En definitiva, a recordar los viejos tiempos, yendo al cine en familia, para recordar a la primera trilogía de Star Wars y predecir otros nuevos planetas, en un cuidado entramado de espionaje industrial y cacerías galácticas.

Su estrategia es meridiana, o midicloriana más concretamente, la de los valientes. Eliminar destructores infranqueables, escudos protectores y potencia máxima al acecho, evaporar en el espacio su poder lunático. Y su director, luchar contra filias o fobias, medir los detalles del ayer cinematográfico y narrativo, para alentar a las generaciones actuales y salir indemne de esta especie de colisión visual y mítica.
Y, de la compañía del ratón animado, acusada de cierta blandura y comercialidad, para generar un parque de ilusiones fantásticas y regusto a la Fuerza de una estirpe en receso numérico, hasta nuevos advenimientos. Una ampliación de sus trilogías centrales para continuar el sendero luminoso del éxito y sorprender con diversas posiciones estelares o movimientos alternativos en el universo Star Wars. Sumar personajes a nuestro espacio-tiempo, generacional y cinéfilo, desbordar aquellas reglas filmadas años atrás, generar entidades robóticas y criaturas, bailarinas o músicos, luchadores ciegos al estilo kung-fu, al biónico pulmón de Whitaker, voces y físicos hologramas, aniquilación semejante a una fuerza meteórica, algo de romanticismo, épica, guerra... como en el comienzo de Todo. De la diversión Star Wars.

La historia de las estrellas, que comenzase hace tanto tiempo atrás... ha empezado a desarrollar sus batallas paralelas... y venideras.

Tráiler Solo, de Ron Howard.


Michael Giacchino - The Imperial Suite


Cinemomio: Thank you

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