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jueves, 30 de noviembre de 2017

Zodiac, de David Fincher.











El Sarcasmo del Asesino del Zodiaco



En 1968 (año de nacimiento del que suscribe), una personalidad paranoica, con grandes ínfulas de Superstar, hizo propagar su terror en la escena social y judicial en U.S.A., en la zona norte de California.

Alguna de sus 7 víctimas, aparecería en San Francisco, una bella ciudad de la costa oeste americana. Nos situamos en una ciudad mágica, en plena efervescencia de los derechos civiles, la guerra de Vietnam y la cultura hippie de haz el amor y no la guerra. Estos hechos, serían caldo de cultivo, de la personalidad de Zodiac. Cuando se recorren las calles de San Francisco y su bahía, se notan los ecos de la historia reciente del siglo XX, una mezcla de modernismo y construcciones con aires europeos y coloniales. En la que, la mano del hombre controla el entorno con su impresionante puente.
Esa mezcla de personalidades, jóvenes en busca de libertad, cerebros lavados de patriotismo y heridos devueltos a casa del Tío Sam; dan como resultado un personaje salvaje y con deseos de protagonismo. Sí, es un monstruo, con su juego amoral contra las autoridades políticas y policiales, consigue su propósito de llamar la atención a todos los niveles.
Poniendo en jaque a la sociedad californiana, con sus burlescos criptogramas (algunos aún no han sido descifrados), se alimentaría del miedo de sus conciudadanos. Con su sarcasmo criminal, se convertirá en un personaje magnético para los medios de comunicación (en aquellos momentos la prensa escrita y después, a través de libros y el cine).
El trabajo sería encargado a David Fincher, por su recreación de su anterior y terrorífica historia de otro asesino en serie en Se7en (Abandona el proyecto de Black Dhalia, irregular film de Bryan de Palma). Se ve atraído por la historia de Zodiac ya que vivió de niño dichos acontecimientos, en un pueblo de la zona.
En Zodiac, entran en juego, tres actores de gran nivel, sobre todo, Robert Downey Jr., que dota agriamente de causticidad y veracidad a la cinta. Se crea, por tanto, un paralelismo de los protagonistas con el asesino. Son arquetipos del antihéroe, plagados de problemas personales, y con necesidad, de cierto reconocimiento social, quizás, menos el policía representado por un magnífico Mark Ruffalo.
Así, el guión evoluciona a grandes pasos a la empatía por el fracaso de sus personajes. El aprendiz de héroe, con delirios de grandeza, fagocitará con sus investigaciones al maestro periodista y al policía. Al igual, que el psico-killer, conseguirá permanecer en el anonimato hasta nuestros días.
No podemos decir, que David Fincher se destaque por el sentido del humor, pero con su acidez consigue esa admiración diabólica, hacia los seres depravados (recordemos a Kevin Spacey y su creación Jhon Doe). Antisociales dotados de enormes dosis de provocación, (son como "antisistemas" desaprovechados en manos del Mal), y es que la maldad siempre tuvo gran atractivo en el mundo cinematográfico.
Desde los clásicos, Frankenstein, Drácula o el malvado Zardok (siempre será recordada la escena del fotograma con la firma de Zodiac), hasta los auténticos monstruos más cercanos, nuestros vecinos, Jack el Destripador, el Estrangulador de Bostón... y el Asesino del Zodiaco. Los primeros solo existían en la mente de sus creadores y luego, de manera colectiva, en el cerebro de los lectores o espectadores. Los segundos son el fruto de la sociedad y las desviaciones de nuestras mentes enfermas.
Ambos, son y serán, ancestralmente, el reflejo angustioso de nuestros miedos internos, y sin perder un gramo de su poder de atracción.

Santana - Soul Sacrifice (Woodstock 1969) B.s.o. Zodiac

Películas recomendadas con ... David Fincher:

Zodiac (D. Fincher, Sobresaliente)
El curioso caso de Banjamin Button (D. Fincher, Sobresaliente)
Se7en (D. Fincher, Sobresaliente)
La red social (D. Fincher, Notable)
The Game (D. Fincher, Buena)
El Club de la lucha (D. Fincher, Regular)
La habitación del pánico (D. Fincher, Regular)
Alien 3 (D. Fincher, Floja)

martes, 28 de noviembre de 2017

Mindhunter.

Mindhunter: en la mente del monstruo.

Nuestro querido y cafetero, agente especial Cooper junto a David Lynch, debió abandonar hace bastante tiempo, las instalaciones higiénicas del Buró Federal en Quantico. Ahora me he enterado que se ha aproximado a otra serie (próximamente comentada aquí) de un admirador de Mr. Lynch, como se adentró en la población verde de Twin Peaks, para dedicar su brillante cerebro en las pesquisas del asesinato que más conmocionara a la generación televisiva en la década de los 90... también de su versión 2.10 actualmente.
El agente del FBI, acaparó todas las miradas con aquella aptitud sarcástica y un poco dejada, a través de sus miradas o unas conversaciones que planificaban esa ficción con los ejemplos más inhumanos, monstruos con escabrosas relaciones privadas, aunque bastante reales fuera del surrealismo general.

Ahora en el tiempo de nuevos Vigilantes (concretamente para un servidor... de la ´ley`), sobre otros factores argumentales o verídicos, un grupo especial del FBI, de la mano de Netflix y el director David Fincher, nos envían una serie de entrevistas con algunos de los peores ejemplos monstruosos. O los más terroríficos y sanguinarios, asesinos en serie de la historia negra de los USA, al más puro estilo visual de Se7ven con sus horrendos crímenes pecaminosos o la medida estrategia visual y sombría de Zodiac.
Mindhunter en su temporada 1, retrata el ambiente enfermizo y las peleas samánticas con la psicología al estilo The Fight Club, cara a cara, sentados sobre un ring enfangando, atmosféricamente más denso que el de Panic Room y su tratamiento novedoso de la información criminal. Hasta entonces privada, que hoy paseamos visualmente por los endiablado escenarios de muerte y destrucción inhumana. Excepto en esta magnífica serie...

Cazador de mentes, se ha convertido en ejemplo de calidad televisiva y agudeza técnica, con la mirada de su creador Mr. Fincher, extrapolando la violencia explícita a la investigación novedosa de la disfuncionalidad emocional o psicopatía narcisista. Con un respeto identificativo con las víctimas y sus familiares, que ahondaron su pesar en cada época, evitando el tratamiento de imágenes atroces y el eco funcional de sus investigaciones o interviews, en manos de otras mentes desquiciadas.
Algo que serviría para crear una base de datos de esos serial killers y su extraños resortes internos, de los peligros venideros con una evaluación de su peligrosidad o agravamiento, por sus tendencias a la degeneración sexual o lo macabro.

Sin embargo, nos paseamos con cuidado y gráficamente, por las endiabladas escenas del crimen y unos recuerdos necrológicos que remueven la conciencia, en una nuevas ´muy felices` Navidades a todos los espectadores del mundo. Aunque no se hallan conmocionado aún con la aparición luctuosa de Laura Palmer, que hubiera estado encantada de haber conocido a estos pioneros referentes malvados del crimen sexual y la posesión... en persona, claro.

La Raíz... del Mal.

La serie se centra en dichos escenarios, ampliados sobre las localidades por distintos estados de Norteamérica, saliendo de las prehistóricas condiciones laborales y técnicas de aquel Quantico (Condado de Prince Williams-Virginia en Virginia), durante la era de finales de los 70. Una época de contradicciones, cuando se acababa de salir de una guerra y una significativa etapa de idealismo pacífico en el horizonte.
En cambio regresaría a las ejecuciones, los abusos o preventivas persecuciones, tras aquel verano del amor que finalizaría abruptamente debido a distintas acciones psicológicas como la del aciago Charles Manson (recientemente fallecido en su cadena perpetua y la repercusión cinéfila de Tarantino) gracias a su familia de ejecutores. Novedosa ideología de la anarquía social, de estilo Helter Skelter que se verá representada en la proximidad...

Las tensiones raciales de tendencia apocalíptica, generaron un cierto caldo de cultivo y nos suena, alrededor del famoso Valle de la Muerte en la, por otro lado, luminosa California. Se convertiría (desgraciadamente como otros casos patéticos) en referencias dentro del ambiente criminal y estudio de la criminología moderna a grandes escalas patológicas.
Pero esa será otra historia. Literariamente, los históricos hechos narrados en primera persona, se atribuyen a un antiguo tirador y negociador de rehenes, John E. Douglas, agente especializado tras su primera investigación en 1970 en Michigan-Detroit y precursor definidor de mentes con Robert ressler, para la elaboración de la lista de perfiles psicológicos u orígenes criminales, de alguno de los asesinos ´secuenciales` más mediáticos. Sobre aquellos comienzos dubitativos del grupo, nueva Unidad de Ciencia del Comportamiento en los bajos residuales del FBI.

La raíz venenosa, la encontraremos dentro de las prisiones, no preparadas física y mentalmente, para su labor de inteligencia especializada, que se desarrolló en la división del Centro Nacional para el Análisis de Crimenes, o sobre las páginas de dos libros o ensayos profesionales, con el título de "Homicidios Sexuales: Patrones y Motivos" más "El Manual de Clasificación Criminal". También se adapta el escrito conjunto, Inside FBI´s Elite Serial Killer Crime Unit, junto al escritor y reportero Mark Olshaker tras su jubilación en 1995, donde se cocinan los tensos intercambios apalabrados y se fundamentan los principales personajes entre barrotes.
Igualmente el ambiente privado de sufridas familias y ejemplos personales, en función divergente dentro de esta envolvente serie, reconocida internacionalmente y de nombre Mindhunter.

Pero, antes de convertirse en Jefe de la Unidad de Apoyo a la Investigación, aquellos diferentes hombres y mujeres, en evolución mental desde Quantico, tuvieron que enfrentarse a diversas vicisitudes para lograr su extraordinaria coordinación y evaluación mental, en función de aprendizaje continuado, sobre un terreno escurridizo y peligroso, aún escasamente practicado o divulgado. Entre las que destacaban, objeciones por estados de conciencia y presiones de todo tipo (lo veremos habitualmente), junto a los horrendos casos de violencia sexualizada y forzada, muchos cansinos viajes de los agentes y las primeras subvenciones, creadas por resistentes perseguidores para el desarrollo de la novedosa actividad. Al lado de cierta moral teológica e histórica, sus escenarios desafiantes o malsanos, y las posibles alteraciones en la conducta amoral de los incriminados, después libres o condenados de por vida. O el matarile, rile... lerón... extirpada de raíz.

Sobre el Terreno...

Hoy rodada sobre Pittsburgh (Pennsylvania) sobre el año de 1977, con perfecta ambientación como es lógico en David Fincher y el ejemplo visual de la película Zodiac, durante esos primeros pasos que se adentraban en una perfecta estructura del mal, sobre las carreteras poco iluminadas. Subordinada a otra interacción lógica o intelectual, el condicionamiento científico en el estudio del crimen, memoria de aquel cuerpo medio corrompido de Laura en una bolsa de plástico, para llegar a conocer (no tanto comprender) a esas mentes degeneradas... y sus contrarios, investigadores y formadores iniciáticos, mandos coordinados en los cimientos o los profesionales en confeccionar los diferentes episodios de la serie. También las partes residuales, el ambiente social o político, el miedo o los anatemas ideológicos, que conforman un tablero confuso, espeso y turbio, destinado al complacido espectador, admirador de los análisis cinematográficos de Mr. Fincher y su equipo, expertos en suspenses policiales o derivas patológicas.

Sobre el caso teórico del comienzo, se trata de una odisea catalogada de extraña para los patrones de la Academia especializada del Gobierno USA, con los primeros encargados vestidos de educadores sociales y sus acciones emprendedoras sobre una cruzada de inteligencia. Con sus trajes oscuros, estilizados en su término brillante sobre los zapatos acharolados, pasando por centros oficiales, educativos y oficinas de policías locales, en choque de divisiones. Personas que se harían a sí mismos, extraoficialmente al principio, construyendo las bases de esa Ciencia para el Comportamiento o conocimiento práctico a través de la experiencia, la conversación estudiada y dicha automatización de los fallos hacia resultados más exitosos, que evitaran otros asesinatos.
Una lucha interna, hasta conseguir el respeto o admiración del público y la sociedad contemporánea, también ejemplarizada en la fuerza de los trabajos interpretativos, como condicionantes de universos paralelos en contradicción, tanto en el ámbito particular como el reservado.

Ellos, protagonistas psicólogos ante el horror, transformando lo insano en necesario y teóricamente razonable, conformando diversas teoría que marcarían el futuro federal del Bureau y próximas temporadas de Mindhunter. Facilitando novedosas entregas de entender su actuación policial o las relaciones con los medios de comunicación, así como ejemplares programas de prevención en las escuelas o la calle, para intentar reconocer a los depredadores sexuales, con sus terribles derivas psicológicas y su desequilibrada sexualidad. Aquellas actitudes que puedan condicionar el acoso a los nuevos monstruos en el futuro y sus despreciables conductas, como sus relaciones establecidas dentro del ambiente carcelario.
Porque así fueron los siguientes ensayos, pruebas elaboradas de entendimiento, al lado de comportamientos insanos y macabros, adoptando poses reflejadas a la perfección por los actores principales, para sitentizar el mensaje, concretar la historia y empatizar junto a mentes perturbadas. Se podían considerar cazadores secuenciales de conductas alteradas, pero su función principal sería el estudio en el campo para capturar nuevas piezas, aún en libertad.

Vemos sus encuentros, la investigación en los barrios o ciudades (ahora sería en redes sociales), comprobando su posibles miradas sombrías y próximos movimientos, con el fin de no cometer errores sangrantes. Su acción consistía en un organigrama básico, al que los éxitos sumaron algunas ayudas y subvenciones económicas en la administración de justicia, para ampliar el margen de investigación y estudiar más casos, de esos que entonces comenzaron a denominar como asesinos en secuenciales.
Los tentáculos se extendieron desde esa pequeña población de apenas 500 habitantes, perteneciente al área metropolitana de Washington D.C., en triangulación geográfica con el mítico río Potomac, la base de marines nortemaericanos y la propia residencia de reclutas o nuevos estudiantes para el FBI, desde su fundación en 1908.
The Bureau oficial, iba a canalizar esas ayudas, con las que no contaban ni por asomo, unas décadas antes, frente a las tensiones con movimientos comunistas o la antigua Ley Seca sobre el alcohol, negocio de familias mafiosas, los senderos del supremacismo como el KKK (que bien conocen los Minutemen) y otros casos numerosos de corrupción empresarial, logística y política.

El FBI recondujo sus estropicios con mayor esfuerzo, para la comprensión ciudadana y sus capacidades cognitivas o neuronales hacia los criminales, en intercambio medido de vocablos e información. Aquel comienzo, significó la cosecha de éxitos fundacionales, la ampliación territorial con oficinas por distintos estados, pequeños organismos de control federal para determinadas ciudades o territorios. Más funcionariado estatal, dispuesto a prevenir posibles asesinatos sobre el terreno escarpado o difuminado de los focos de población, de índole sexual o delitos de odio, con recursos máximizados para la nueva etapa tecnológica en marcha, sus archivos y comunicaciones en camino digital, y acordes a su relevancia social en favor de los testimonios explícitos, no retratados en respeto de la memoria. Así, evaluando sus conductas amorales, desviaciones en definitiva de enseñanzas desnaturalizadas, produjo más detenciones de estos monstruos (enfermos o no tanto), que escapaban con anterioridad a la investigación erúdita y a algunas condenas a muerte por parte de jueces. Sin ejemplarizantes condenas, hoy, que dañan con severidad a nuestra sociedad y forma de vida moderna, gracias al anonimato del que se aprovechan alimañas y que precisamente, les otorgan las relaciones actuales o el tamaño creciente de grandes poblaciones con sus decadentes guetos.

Por consiguiente, la determinación de unas pocas mentes, cambiaron la historia de la investigación policial, levantaron los nuevos cimientos sobre las conductas criminales, ajustados a los tiempos que corrían y esas desviaciones morales de nuevo cuño... que seguramente siempre existieron, en manos de distripadores, asesinos en masa u otros. Gracias a una diferente estrategia, que marcaría culturalmente a una generación y sus valores, a estos depredadores de colmillo violento y violadores, sociópatas pervertidos, maltratadores vengativos, pedófilos degenerados... es decir, aquellos que hoy reconocemos universalmente, como Serial Killers. A los que maltrataría de buen gusto, un desafiante Walter Joseph Kovacs, más conocido como Rorschach.

Una estructura troncal.

Como dije, corrían los fantásticos años 90, cuando el agente Cooper y su troupe, más otros miembros fílmicos como los colegas de El Silencio de los Corderos (1991), empezaron a demostrar que las investigaciones se hacían mucho más técnicas con evaluaciones novedosas y estratégicas entrevistas, más coordinadas. Se emplearon intelectualmente para acaparar las miradas, también de seguidores y espectadores, en dura competencia de las mentes opuestas y desmaterializadas entre nosotros.
Las parejas de agentes, empezaban a establecerse en el arte y formalizar sus relaciones a tres bandas (privacidad, protección de la sociedad y justicia mediática), poniéndose en peligro; mientras todos deseaban que las víctimas de aquellos crímenes injustificados y violentos, fueran recompensadas, al menos, con la detención para siempre de sus crueles verdugos.

Poco después, un lapsus en el tiempo del crimen cinematográfico, el director David Fincher penetraría de manera incisiva y repetida, en nuestras cabezas, con su sobresaliente ficción en Seven e impactaría con su crudeza residual del crimen violento y su dos compañeros inolvidables de fatigas. Acosados por el peso de delicadas posturas personales o familiares, eran Brad Pitt y Morgan Freeman en paralelo, muestras de próximos Mindhunters, que se adentraban en un mundo metafísico de pesadilla, en que se convertían en referentes del detective moderno y próximas piezas de caza, con sus distintos métodos de actualización.
El proceso psicológico estaba en marcha sobre las pantallas, rescatando y enturbiando las visiones de maestros como Lang o Hitchcock, contra esos vampiros de la sociedad, para mostrar el verdadero aspecto de un asesino en serie, en ojos de un personajes interpretado por un Kevin Spacey convincente y aterrador, con su distorsionada realidad paralela, frente a una sociedad, donde el sistema educativo, el poder, la familia y las relaciones sexuales, se exponían como detonante del pecado.

Protectores vs. monstruos, con cadenas o sin ellas, agrupados alrededor de una mesa compleja, cargada de distorsiones y detalles, fotografías enmarcadas en la historia criminal. Nada de golpes de efecto o retratos de violencia expresa, pues, la mente hace el resto en el programa, cuando nos horrorizamos con meras palabras de sus protagonistas o esas expresiones de degradación intelectual, ética o humana. Por ende, la complejidad de la serie Mindhunter se expande a esos múltiples niveles, como las conclusiones de un estudio criminal que intenta reunir características semejantes, derivaciones grupales o detonante de la máxima violencia, sus referencias patológicas y médicas frente a individuos condenados, apresados en un mundo de descontrol real, entre alucinaciones, vicios malsanos, maltrato o abusos, y total depravación... Te suena, ¿no? Amigo de los pecados de Seven y los Santos de la Justicia.
Es la simple exhibición del poder absoluto y asilvestrado, sobre la inocente víctima o más débil psicológica y físicamente, como las mujeres despistadas o la infancia. En este lugar oscuro de la conexiones cerebrales, se establecen las verosímiles actuaciones de artistas, expuestos a tales vejaciones o cuestiones inmorales, con un batalla explícita entre la inteligencia y la labor profesional del actor, frente a notables representaciones de la brutalidad, caracterizadas a la perfección y extrapoladas frente al horror de monstruos del pasado, o muestras de un decadente futuro.

Son el carácter físico de Cameron Britton (series S.W.A.T) con el retrato del inteligente embaucador y depravado asesino Edmun Kemper, el hombre-monstruo como una montaña de apariencia ejemplar o cabal, que te deja sin aliento, por sus superficiales nexos afectivos y malsanas relaciones maternales, que derivaron en muerte. Un joven violador, igualmente con carencias de cariño en su niñez, clavado por el actor Sam Strike, otro salvaje desequilibrado llamado Richard Speck interpretado con rol desquiciado por Jack Erdie, un triángulo maquiavélico conformado por los intérpretes Jesse C. Boy, Jake Renee Robinson y Joseph Cross, para crear un ambiente sofocante y turbador, entre el escaso tangencial amor y el más explícito odio.
Cada uno con sus horrores, muestras terribles de sus perspectivas vitales y obsesiones diabólicas, junto a la presencia efermiza y enorme físico, interpretado or el actor Happy Anderson, en triste y perfecta representación del fetichista Jerry Brudos, además de caso abusivo sobre el sistema educativo, y definitivamente, la última y constante amenaza en los comienzos de cada episodio, secuencialmente hablando. Se trata de aquel Dennis Rader conocido también como BTK, que anduviera 20 años extensos causando temor, cometiendo sus horribles torturas y crueles asesinatos.

A este nivel de estructura cinematográfica e interpretación, veremos otras en próximas temporadas en televisión, hallamos a los principales protagonistas sobre la ciencia de la investigación criminal y psicológica, junto al cantante y actor de Lancaster (Pennsylvania), Jonathan Drew Groff (Frozen) convertido en parte esencial de la mente del espectador, con su brillante interpretación del agente Holden Ford. Sacado de experiencias de John E. Douglass y una fuerza mental arrolladora en la serie, junto a su compañero el agente interpretado por Holt McCallany (Gangster Squad, Sally) con su personaje basado en Robert K. Ressler (de alias, perfilador de asesinos en serie) más experto y dañado por circunstancias delictivas de entrevistados y sus percepciones particulares de la agresividad, frente a siguientes pasos trabajados en sus cuestionarios, la supuesta comprensión aparentada que traerían quebraderos de cabeza, en el trabajo y el hogar, como auténtico padre de familia en apuros. Ya que otra de esas derivaciones desprendidas de los casos emitidos, es la afectación sobre otros miembros de la familia Mindhunter, no menos significativos. En este caso, ejemplos de mujeres con Hannah Gross (Unless, Joker) en la piel de una joven despierta, hábil y con enormes atractivos para el comportamiento diario, tanto físicos como intelectuales. La novia que todos quisieran tener o la psicóloga sensual con la que sentarse o más, interpretada por una sensual y estricta Anna Torv (Fringe, The Daugther) de singulares aspectos privados, que resultar magníficamente atractivos para el género masculino. Metódica y curiosa, en especial contradicción en su relación sigilosa con los gat@s... o uno, muy particular. Ambas alejadas de la vida familiar, de la vida en pareja habitual, comparativamente esquiva con la de Stacey Roca y el pequeño ´espía` de la casa.

La tercera capa subyacente, en el sustrato visual de esta alucinante serie, es la ambientación lograda con propagación de imágenes íntimas, de entrevistas por presidios de diferentes estados, frías e inquietamente atmosféricas, donde las palabras se hunden como cuchillos en la mantequilla y despluman las verdaderas ´habilidades`, como las rutas en coche a través del conflicto interpersonal (lugar clásico de Fincher), en su vuelta de la rutina. Rodadas entre la penitenciaría de Mundsville en West Virginia y el regreso a sus hogares en Pittsburgh, desde la valoración de enseñanzas por comisarías locales e investigaciones aleatorias en diversas poblaciones castigadas por los criminales. También las instalaciones del FBI en Quantico, los despachos oficiales de la capital, como un universo conectado por actividades a pie de calle, hasta las casas destruidas por la dejadez, el odio u omisión afectiva, muestras enfermizas o sucias como siniestras cárceles interiores. Sobre camas, patios infectos, devaneos imprudentes y necesidades individuales que satisfacer, afectos de pareja y sus derivaciones relativas, con otros sexos, genéricas en distribución expandida... en comparación con la pulcritud aparente del oficialismo, sobre la disyuntiva de una administración de justicia ejemplarizante y las repercusiones morales o económicas, que haberlas haylas, como capas ocultas entre los representantes federales del Estado y otras decisiones políticas e informaciones periodísticas, distinguidas por el detective Ocasek de un genial Alex Morf o el detective Carver interpelado por Peter Murnik.

Sobre estas estructuras relativas al poder (y otras que nos visitarán) más ese ámbito exclusivo de los personajes, pende la conciencia sobre la pena de muerte, como una espada de Damocles. La inmersión de una próxima capacidad tecnológica en la superficie del trabajo incipiente, la multiplicación del personal en aumento, las concesiones a los presos en forma de dádivas o ideas difuminadas, las diferencias entre investigadores federales y policías comunes, que interpelan campos de batalla, potenciales o frustrantes, sobre los distintos territorios y los segmentos comunes de profesionales en la interpretación, perfectamente ensamblados o distanciados totalmente.
Al otro lado, la educación y los familiares, las posturas religiosas de rancio abolengo, los titulares en prensa, divergentes entre sí. Las comunidades de iluminado carácter mesiánico, otra forma de nueva delincuencia declaradamente peligrosa, la vigilancia o espionaje interno entre cuerpos o colegas, promovido por superiores y con el jefe Shepard entre las personalidades, como balanza de sus hombres y esa gran mujer, psicóloga de profesión. O todo lo contrario, caracterizado por el actor Cotter Smith, más la piel contradictoria del agente Gregg, con un ambivalente Joe Tuttle, en un perpetua tensión narrativa, donde se ocultan mecanismos sórdidos o momentos más benefactores o agradables. Mucha carga sarcástica en los episodios, más vitriólicos que demostrativos del grado de humor determinante o esa sensación de explícita comedia.

El sarcasmo se extiende sobre las novedosas prácticas federales, en la evaluación de casos más radicales e individualidades extremistas, para propagar la complejidad de la mente con falta de una enseñanza adecuada, a cambio del estudio profesional de los agentes y su reflexión, la exploración del lenguaje y su expresividad corporal. Aquellas miradas se entrecruzan con aceptación fingida o asco reprimido, confundiendo el miedo opresivo entre opuestos, las víctimas en el recuerdo y diferencias relativas entre sexos. Fuente de lágrimas a largo plazo y entre las sábanas de la discordia.
Para finalizar, la cuarta etapa de significativa importancia, es la construcción de un guión adaptado que, no se anda con rodeos. Siendo demostrativo de capacidad de síntesis y maravillosas metáforas vitales, que invaden el ámbito privado de los protagonistas. Situaciones que te traspasan la dermis, aleccionan a tus neuronas con la calidad de diálogos y ejemplos, diluidos entre secuencias inteligentes que desbancan el horror en nuestras pantallas, por conexiones sinádquicas o pesadillas donde no queda rastro de sangre efectista.

Puede ser satisfacción personal o condicionada por los ejemplos de homicidas tan reconocibles mediáticamente... o ¿deberíamos denominarles, psicópatas o depravados sexuales contra las mujeres o niños, en general? Simplemente deplorables asesinos...
No sólo por las atribuciones orales, en excelente representación de los manifestantes, a uno u otro lado de la justicia, que circula en curiosas escenas de poder o control mental, demostrando que nuestras conclusiones respecto a la justicia, no tienen que ver con el derecho y los jueces en otros lugares. Donde las atracciones sexuales se guían por experiencias traumáticas y desajustes determinados en edades tempranas, con el cerebro como protagonista absoluto y la venganza, siempre presente en estos casos. Aquí se adecuan las canciones de su banda sonora, los gestos y los sonidos amplificados en el ambiente caótico o enclaustrado, que aumentan la personalidades de sus atractivos o degenerados personajes. Parecieran en tensión continuada, como sus diferentes hemisferios, masculino y femenino, con sus errores, patologías o formas chocantes del pensamiento.

En minúsculo debe, quizá falten las intensas relaciones entre reclusos entre sí, o las opiniones de custodios o máximos representantes carcelarios y del derecho penal... Aunque eso sería una nueva capa cognitiva, sobre la misma historia.

El Diez, neuronal.

Siempre parece haber o se sopesa a posteriori, un detonante bajo todo comportamiento humano... Una vez analizado, el postrero capítulo en la mente del asesino en serie, en privacidad, deberíamos preguntarnos por la brillantez fílmica de Mr. David Fincher. Analizando la puesta en escena y aseverando que la resultante es un compendio de todas las virtudes que se orquestan en su obra, sobre las partes narrativas o visuales, que forman parte igualmente de Mindhunter.
Tras las expresiones de los personajes, descubrimos la esencia mental del ser humano, en todo su contraste o dispersión de facultades, que origina todas las tramas presentes y futuras. Instalados sobre sus conexiones neuronales, desde esta fabulosa y fraccionada entrevista, de la pareja de agentes al mando, o no... sobre la pista de un ´presunto` asesino y violador de una menor, que pudiera se propia o cercana, hasta espiar en los entresijos de la información sonsacada.

O las cuestiones endiabladas, casi percepciones increíbles del investigador, agente Holden Ford, para intentarse liberar de un interés peligroso, de un acusado insoportable y su desproporcionado ego. Esto es, la necesidad intrínseca del criminal para aumentar su popularidad a través del crimen y un extraño reconocimiento, por parte de una apartada obscuridad o siniestra personalidad.
Para planear esta calificación escalable de cierta confianza, su futuro se irá tiñendo de un rojo crudo, tanto que la visión de la sociedad o una parte de ella, se vuelve inestable ante la amenaza infusa. Sin aliento, entrar en pánico grupal o brazos del horror, simplemente desvencijado o con los ojos en blanco, a unos centímetros del suelo... y tal vez, del horizonte cinematográfico.
Nos educan para ser fuerte ante los retos de la vida, tratando de cultivar nuestra inteligencia con experiencias y datos, pero, en ocasiones escasas, nos preparan para dominar nuestros miedos... cuando te rodean de su aliento fétido, dirigido a dominar tu pensamiento.

El futuro es la silla eléctrica o el abandono, mientras el FBI seguirá estudiando el control de la mente, para evitar otros horrendos casos de abuso y asesinato, en ambientes peligrosos para el inocente o desamparado. Uno, desentrañando su realidad paralela, respecto a la sinceridad, la oportunidad o el amor; el otro, desenmascarando la verdadera intención que se esconde tras las sesiones, los diálogos o expresiones de dolor... el miedo intrínseco, aunque las palabras empleadas sean hirientes o malsonantes, en busca de esa ´amistad` o acercamiento psicológico, fuera del lado oscuro y la labor profesional. Embaucadores, disfrazados a uno u otro lado.
Ellas, sincerándose con su pensamiento o capacidad protectora, desearán probar, desentrañar el porqué la justicia, se empeña en cerrar determinadas bocas, o los ojos. Ante los nuevos desafíos de la sociedad actual, donde la falta de comunicación es otra condena habitual, que puede romper lazos o modificar cadenas por descargas mortales.

Las decisiones no son fáciles, menos en este episodio vertiginoso... morir ahora o silenciar para siempre en el anonimato histórico. Tratar de comprender el desamor, desnudando el odio o mirando a los ojos de todos, incluidas las víctimas... ¿quién es el juez?
Resultado, otro gato encerrado o muerto, en la oscuridad del... alma. Los indicios son tenebrosos, mirando al pasado, tanto que "necesitaremos hablar con más sujetos" y su veneno en este submundo, en el nuevo caso de MindhunterII, con las pupilas fuera de órbita a causa de ese pavor, que congela y te deja deambulando entre las fauces del monstruo.
Según el futuro se aproxima, otra era criminal nos alcanza, luchando con Holt McCallan dentro del filme Shot Caller y una aparición en Justice League. Con Hannah Gross en el filme Marjorie Prime y un próximo trabajo con Fat Tuesday, junto a Anna Torv en Stephanie y Cameron Britton visitaremos el pasado de la serie S.W.A.T. y una anunciada reunión con Lisbeth Salander en The Girl in the Spider´s Web. Además de poder desentrañar la vida de Maradona con el director Asif Kapadia o ver a Fincher rodeado de zombis bajo la cámara interminable de World War Z II.

Su abrazo, no será el mismo ya, pues las reglas del drama han permutado en diferentes, o aleatorias, concepciones del Mal. Mucho han cambiado las cosas desde aquella misterios lucha contra el asesino del Zodiaco, cerrando un círculo vicioso hasta ahora, sin embargo, la maldad, frente a nuestro medios tecnológicos y capacidades técnicas o conocimientos masivos, seguirá estando presente en nuestra sociedad actual. Así vigilen a los monstruos, que mantienen su ojo avizor en calles o resquicios domiciliarios (frente a televisores o grandes pantallas) que derivan la mente a cualquier lado o situación... ¡Tengan cuidado ahí afuera!


La Cabeza.

Si bien se nota, como nunca en los últimos tiempos, la influencia mental de David Fincher en toda la producción de Mindhunter para Netflix, especialmente en los capítulos 1, 2, 9 y... 10, existen varios nombre dentro de la admirable representación. Como el productor Jim Davinson involucrado en éxitos cinematográficos anteriores como Instinto Básico, El Club de la Lucha, El Curioso Caso de Benjamin Button, estereotipos en La Red Social o la notable Gone Girl; además de la curiosa participación de Charlize Theron en materia económica y lúcida, al igual que otros directores realizando su magnífico trabajo o visión, en dos capítulos por cabeza. El londinense Asif Kapadia (The Warrior, Senna, Ali & Nino) y ganador del Oscar por el documental Amy, sobre la vida de Amy Winehouse, o el también británico Andrew Douglas (The Amityville Horror) o el danés Tobias Lindholm (R, Secuestro o varios guiones de filmes como Submarino o la sobresaliente La Caza, dirigida por Thomas Vinterberg), por lo que se desprende esta enorme calidad plástica y narrativa.

Así mismo, con una serie de escritores encabezados por el adaptador del libro originario, Joe Penhall, guionista de la pesadilla existencial The Road, de John Hillcoat, y auténtica mente en la sombra, nunca mejor expresado luminosamente.
Una banda sonora envolvente, con grandes temas incrustados, corre a cargo del compositor Jason Hill, que condiciona este ambiente siniestro, con diferente cambios de estado, escenario y conversaciones complejas entre personajes. pasando por los diferentes espejos o capítulos, cara a cara, capas mentales desde la intelectual o la evaluación técnica de la materia tratada, hasta esa afectación o cierta inmunidad, si es posible, ante el tremendo dolor, la pérdida violenta, el horror o la repugnancia más insoportable.
Con ellas, ideas de creadores penetran en nuestra mente, con delicada falta de escrúpulos expresivos, esto es, la descripción de los casos y la evolución ´empática` de agente, ante la monstruosidad de sus confidentes, tan especiales como un cáncer de estómago.

Los cambios domiciliarios y las fluctuaciones del dinero para canalizar sus nuevas funciones, de evaluación o prevención, para que nuestros hijos o alumnos, estén preparados razonablemente ante el miedo. De la misma forma que, lo está la producción cuidadosa de Mindhunter, con excelencia en la fotografía y un lenguaje sin cesiones, al exceso de insultos o agravios, de la actividad diaria... salvo, alguna que otra excepción motivada por el escaso nivel educativo y sensitivo de los malsanos caracteres o no ejemplos existenciales.
Por supuesto, si nuestras cabezas estuvieran preparadas en el futuro, pra este tipo de elementos criminales y sus motivaciones extremas, salvajes e incompatible con patrones de libertad o respeto en nuestra sociedad, ya habría servido Mindhunter o sus ensayos escritos con anterioridad, como enseñanza de algunos patrones de conducta y reacciones. Y por supuesto, de la manipulación interesada, con malversación de la historia y la complicación situación del agente de policía en su labor diaria.

Ah, que no se me olvide... un ejemplo de sobriedad expresiva y calidad cinematográfica en el medio televisivo, que se suma a una larga lista de producciones muy recomendables, no para todos los públicos, pero que señalan una máxima calidad del producto, los contenidos y la capacidad artística de los elegidos... en esta novedosa, experimental y agradable era de la televisión. Entroncando con esta extraordinaria producción y camino errante en nuestra historia visual.
Nunca se nos pasaría por alto, la degeneración imparable del asesino en serie, sin escrúpulos, o la comprensión psicológica de su confusión cerebral... como manipuladores, minuciosos a su manera, buscadores de horror. Abran su percepción, que no su mente, a las manifestaciones de Mindhunter y el trabajo de sus creadores.











lunes, 20 de noviembre de 2017

The Leftovers Season III... and Lost (digo Last)

El libro desaparecido de The Leftovers.

Fue un 14 de octubre del año 0, bueno, depende de la mirada de cada lector o espectador, aquel denominado Día de la Ascensión, poco fructífero para el Canal HBO y, por contra, éxito de crítica para la producción de Film 44 y Warner Bros Televisión. Estalla una fractura remanente, entre público y especialistas, cuando había hecho un trienio de aquel fatídico día en que el mundo en su totalidad, perdió aproximadamente un 2% de la población, con un amplio cruce de caminos.
Sin embargo, otros espectadores (entre los cuales me incluyo), no recorrimos aquella aventurada travesía a ningún lugar, tal vez la muerte... hasta pasados algunos años. Tentados por esas críticas fabulosas y muchas sensaciones de incredulidad alrededor de The Leftovers, con continuos cambios de dirección.

Un hecho inexplicable, como la mayoría de precedentes en la literatura de ciencia ficción o los medios audiovisuales con tendencia a la fantasía, que ha escrito una página indeleble en la historia de la televisión, con la distópica The Leftovers y su brillante factura narrativa o visual. Y con sus volátiles protagonistas, es decir los principales sufridores en un caos universal, interpretados por los actores en la serie (casi miembros de la familia) más el resto de nosotros, los espectadores al otro lado de su universo dividido, emocional y metafísico.
Inexplicable y terrorífico relato (temporada I y II), también caracterizado por su avanzado sentido del humor vitriólico en algunas secuencias oníricas, que se convertía en el mayor enigma de los últimos años en televisión, que no el único (veamos Black Mirror, West World, True Detective, Stranger Things, Twin Peaks, MindHunter, etc...). Distopías físicas y mentales que están marcando una era en la historia de la televisión.
Ahora, tras finalizar esta tercera temporada y última corazonada, se podría calificar de una obra surrealista que deja la categoría "lynchiana", para tomar su propia nomenclatura o idiosincrasia.

La ausencia nos acompañó entre dos grandes temporadas de vaivenes temperamentales, para dejar una merma emocional que no desarrollaba explicación coherente ni científica, a priori. Para sentirnos vapuleados en las manos de sus dos creadores, el escritor Tom Perrotta y el productor Damon Lindelof, convergiendo relatos bíblicos con la literatura de terror y el melodrama.
Parece que fuera ayer, cuando miramos por la ventanilla semicerrada de aquel coche aparcado con dos protestones ocupantes, para descubrir al poco tiempo que, el azar divino o los decesos provocados u ocultos, podrían acarrear un desbarajuste social de tal envergadura filosófica o el advenimiento de algún tipo de apocalipsis en la ciudadanía del planeta. Salvo raras excepciones amuralladas, que comprobamos en la segunda temporada con plena libertad creadora.

Aquella catarata de sentimientos, surgía de la nada o el todo, pero golpeaba con la fuerza de un puño metálico o una pedrada ideológica. Con la dureza del cáncer en nuestras vísceras ennegrecidas, una enfermedad mental o la extrañeza de lo incomprensible a simple vista, demostrando que el pánico se puede instalar con la misma facilidad en nuestras vidas, que la profunda sensación dejada con sus imágenes y el dolor de las palabras, en nuestras entrañas.
Los capítulos de The Leftovers han retenido unos rasgos identificativos propios y unos personajes catárticos, que comenzaron una odisea universal sobre los sentimientos y la culpa, las marcas producidas por los recuerdos en los seres humanos... y las acciones de los monstruos. Aquellos que se esconden bajo nuestra piel y transforman la sociedad en un estercolero, los que conocíamos hasta entonces, la volatilidad que va produciendo más acontecimientos descontrolados, dolor, pánico y confrontación colectiva.

De aquel tiempo impactante y durante este convulso recorrido, descubrimos que los caminos a la verdad son tan variados, como las descripciones de los personajes de una gran odisea. Incluso, para los planificadores de un final que se aproxima según todas las coordenadas previstas hacia no sabemos qué lugar, quizá, un paseo por las arterias coronarias.
Por tanto, al igual que el mal enraizado en nuestra mente, existen momentos de claridad y de sombras, lugares comunes al espectador y momentos furtivos como el momento en que Lindelof, demandaba al director Peter Berg, no hacer una toma directa de aquel bebé. La ocultación de ciertos propósitos que ensancharían el misterio hasta el fin, aunque fuera planificado exhaustivamente, pareciera que en los postreros episodios del viaje, los creadores se extravían en los pasos dados hasta ese momento crítico, u ocultan, de nuevo, el sentido narrativo inicial... el pasado y el futuro.

Los Personajes... y sus egos.

Las vías argumentales que toman los personajes, están tan difuminadas como sus egos, unos se instalan en la misericordia y otros actúan contra el devenir, al igual que el resto se identifica con unas opiniones u otras. Ya que el dolor se apodera de cada paso que dirigen hacia la nada... o el todo, como nosotros ante el episodio final o la muerte.
Como en aquel, en que el jefe de policía Kevin Garvey Jr., entre quejumbrosos alientos estertores y la terrible decisión jocosa de la resurrección, te transportaba a un universo desplegado o extendido durante una pesadilla existencial. Tan real que parecía un sueño, tan falso, que sería firmado por un manipulador de marionetas humanas... desde un lugar elevado y remoto. Unos son observadores y otros juegan, en un tablero de apariencias, que buscan la justicia humana o ¿divina? Depende de factores educativos.

Todos en aquel estercolero lujoso, parecían sacados del mundo sacrílego de Luis Buñuel, escogiendo decisiones surrealistas, donde la justicia se confunde con los deseos más personales o nuestro fracaso ante otros vicios inconfesables o prohibidos. Nos dábamos cuenta de la relevancia de la historia, cuando nos situábamos en su lugar, y nos lanzábamos a ese pozo indeseable que delimita el bien del mal.
Entonces, los personajes ya sabían a lo que enfrentarse y nosotros a qué atenernos, macerados por su trayecto emocional, por el sufrimiento y el horror, enfocados a la resolución de una amenaza que convierte a los humanos en simples números, cifras que se volatilizan en el aire. Nosotros también, somos vecinos, hijos, padres o madres, que toman decisiones acertadas o erróneas, ideas de egocentrismo que se instalan en nuestra mente, mientras otros se conforman con la cercanía o el calor del otro, del ser respetado o amado.

Irreversiblemente, paso tras paso en su travesía por el desierto del conocimiento, al reencuentro de su memoria o la tierra prometida, todos nos embarcamos en su odisea. Eso sí, con diferentes motivos o enfoques vitales, sobre eso que describen como destino, y tratando de encauzar las sensaciones pasadas con nuestros recuerdos más íntimos y familiares. Espacios comprimidos para cualquier tipo de ego, excesivo.
Marchamos con ellos, no todos, hacia un lugar donde la realidad se confunde con deseo privado, se mezcla con las injusticias o los tratamientos sociales, tratando de sobrevivir a esos pecados individuales más hirientes con los inocentes, o lacerantes para el alma... si la hubiera. No debe quedar muy claro científicamente, aún.
Es difícil, en estos kilómetros emocionales que restan, regresar al camino de The Leftovers, pues, sería paralelo a una especie de resurrección ´divina`, en las manos de un Asesino Internacional, que irá mutando su inseguridad vital por un argumento más definido. Un salto hacia la aparición apocalíptica del anti-héroe o salvador forzoso, veremos.
Se podría definir a los personajes con una única palabra, incluso las que provienen del silencio, porque amamantados como bebés por una historia tan compleja e indefinida, se mueven a cualquier tipo de apoyo, sea físico o espiritual.

A través de la poderosa imaginación de sus creadores y los principales directores de la serie, como Nicole Kassell, Craig Zobel, Keith Gordon, Carl Franklin o Mimi Leder. Todos bajo el auspicio profesional de Peter Berg; pareciera que la realidad es la ciencia ficción y el amor, la verdad.
Aquel hombre tranquilo, real, ejercitando en zapatillas de running, detuvo su carrera por la atención de un perro suelto o perdido, verídico... que caía abatido violentamente por un estallido mortal, fantástico, procedente de nuestros miedos. ¿El amor o el odio? Y, poco después, la mente creadora descubría que el verdugo era un loco, verdadero, que aquel hombre era el policía, real o ficción, o la víctima transformada en el Salvador aparentemente, diseccionado por la magnífica actuación del actor Justin Theroux y su doble carrera hacia la metafísica universal o la fantasía ética.
Del sacrificio con amor y odio, entre la vida o la muerte.

Ya mutado en héroe doloroso, intentando dejar de lado otras circunstancias propias o mentales, gracias a su fortaleza ante la cruda realidad y los comportamientos criminales de algunos monstruos, comienza este trasiego amoroso de regreso a la tierra conocida.
Mientras en el interior del hogar, silencio, esquizofrenia, reunión de mentes, estableciendo una dicotomía entre el martirio o el milagro, la traición o el interés particular, el recuerdo en blanco tras los acontecimientos de mayor calado o gravedad. Hacia el exterior, la nada entonces, nada hacia territorios inhóspitos que ya no parecen entrecruzados, sino vidas paralelas o reales, con el mismo destino. Con semejante esperanza.

¿Esto significa el fin o el comienzo de otras vidas? La respuesta no era fácilmente digerible ni rápida, más bien, se escabullía persiguiendo fantasmas que se quedaban sin voz, con la mente y el traje impolutos, salvo el olor a nicotina o sangre por los golpes recibidos. Esperando un choque entre damas, blanca y negra, pero... ¿quién sería quién?
Los que no están ya, parecían transcender a todo lo ocurrido, a lo venidero, a las preguntas. Incluso la joven que se acerca de golpe, Meg, no las hacía a su llegada, para adentrarse en una especie de tortura secuencial de la sociedad e impávida de la población. Deseaba romper con el pasado o hacernos partícipes de una maldición, siniestra, secreta... ¿divina?
El futuro está en los hijos, pero, ¿qué harán los padres si éstos desaparecen sin hacer ruído, como ellos? Sexo sin aprobación, respeto, ni amor siquiera.

El policía, padre en chándal que perpetró un error o incidente desafortunado (sexual y sentimentalmente también), olvidando por un instante a su familia. Regresa como el Neo de Matrix... más castigado, más de tres años después. Es un convencido que no se da por vencido ni enterado... para terminar estableciendo la duda infinita, de que reniega en convertirse en nuestro héroe, más bien, cumplir con su función determinada o cerrar un círculo sin fin. Sin ´espoiler` o destripe.
Las madres, en cambio, son el recuerdo de una visita al médico, una enfermedad compartida en familia en el hogar, el recuerdo de una risa o una reprimenda, una mirada atónita al asiento de atrás; el pánico es la callada como repuesta. Significa encararse con sus propios demonios, desporjarse de todo, o subirse a una tarima frente a un público, ávido de las mismas respuestas. Algunas más alambicadas que, los próximos y extraños mensajes escritos en una hoja en blanco, difuminados por el humo de las creencias o dudas existenciales.

El alma de los animales, somos nosotros o la naturaleza intrínseca. El matador de canes que golpeó las fauces con el fuego, es el colega vengativo, no amigo, de la carne de venado que destrozó tu casa. El que facilitó la extraña carga de tu maletero, en aquel primer episodio de impacto. Se extralimita y desarrolla, ahora, con extrañas conexiones cosmológicas o cambios de la materia orgánica, esperando a pudrirse en una caja de zapatos enterrada, semejante a un revitalizador del falso visionario. La imagen del horror en perpetuo sacrificio mental y el exterminador. ¡Vaya un mundo de perros olvidados...!
Los hijos son las ramas que crecen y bifurcan como las hojas arrancadas, de una libreta. El diario hacia la racionalidad o el equilibrio, en el sentido práctico, porque la realidad es otra. La enredada con subterfugios, amistades y erróneas apariencias, tras la fama, la riqueza o cualquier otro sentido para la vida más filosófico... Ellos, acabarán secándose por falta de ideas u otras simientes paralelas, en otro mundo paralelo, fuera del contexto familiar.

La madre es un pañuelo que recoge las lágrimas, es la fuerza que nos mantiene derechos, ya no tan muda ni aconsejada, se nutre de la psicología para ayudar a aquellas personas que perdieron la guía y se conforman con unas palabras sin traición (no escritas, sino dictadas) o ese paño que seque sus lágrimas. El amor de madre o el romántico de la impenitente Nora, se encarama a los recuerdos en un espejo magmático que nos dejará sin palabras, circunflejos ante el abismo que separa las dos realidades o las dos fracciones separadas de tiempo superpuesto.
Existen otras descripciones para las rarezas del comportamiento humano, disfrazadas de pasiones inalcanzables como una niña abusada que juega a ser Dios y se estrella una y otra vez, jugando a disfrazarse, la locura de un abuelo enamorado de las conexiones herzianas, que trata de descifrar quién es quién o quién es dónde, cómo, cuándo.
Algunos elementos proféticos que pululan en las páginas de un libro, se enzarzan en una lucha bíblica, entre la reflexión apostólica que divide, al paradero espiritual que nos espera del otro lado, y lo que encontramos en realidad.

Entre un paraíso celestial y el infierno que arde bajo nuestros pies pecadores, se eleva la serie The Leftovers, sobre nuestras cabezas, como una estatua pétrea. Un peso muerto sobre la estratificación de la sociedad, la multiplicación global y el miedo al fracaso, aunque pintados como fieros leones preparados para el crecimiento proporcional de esa camada, de nuestra familia, ejem.
Por último, describir el malestar de aquellos espectadores, que han observado en esta tercera vía o temporada, que la amiga de los consejos adultos ha dejado esa postura cabal o cualquier otra, que los estudiantes han volado definitivamente como fueron apareciendo los culpables remanentes, que las obsesiones o ideas extremistas, se transforman en relación inesperada a través de un auricular y, que aquel blanquecino acto sexual para la procreación o el fruto de una resurrección cerebral, se perdieron en el olvido o transformaron en cenizas, no de un cigarrillo, sino de una solución salomónica para zanjar otras vías muertas... que los pecados (no forzados o crímenes sanguinarios) tienen diferentes puntos de vista.

Pero, tanto los protagonistas últimos, en esta transición territorial hacia la trascendencia universal, hasta aquellos otros evaporados por necesidad de un término más o menos complaciente, o decisión del guion, se han conseguido instalar en nuestra memoria dentro de sus múltiples mundos. La magnífica The Leftovers, a pesar de esos huecos medio tapados o desubicados, no trata de escatimar la fuerza de sus apariciones por separado y sus pensamientos individuales, dirigiéndose a un encuentro humanista.
Sus personajes han sido adoptados como ´hijos` de millones de seguidores incondicionales, sufriendo con ellos, esa sensación de pérdida emocional que todos padecemos, respecto a nuestros seres queridos. Con sus virtudes y defectos.

Dos más, antes del fin.

Dos más antes del fin, restaban en el anterior comentario, para enfocar estos caminos individuales que definen el hecho colectivo de esa falta. Desde el día del ascenso taimado, todo ha ido evolucionando, nos han hecho que pensemos según nuestras propias dudas en la vida, adicciones, miedos, intolerancias, flaquezas, actos reprobables, visiones, radicalizaciones con aptitudes del prójimo, crímenes, etcétera. Tan próximos a la realidad, que asustaban.
Así los años han ido pasando, apenas unas semanas de nuestra vida real, trasladándose de la familia al vecindario cercano, al pueblo pequeño o la ciudad, a la comarca, al país con sus variados pensamientos, al planeta más comprimido que ayer, a otros mundos... para descubrir que la memoria de sus conciudadanos, las controvertidas decisiones políticas, los recuerdos eran pragmáticos en ese instante de dolor y pérdida. Las ideas que generaron múltiples incidentes, reconocibles hoy, tocaban fondo y nuestra fibra sensible, de una u otra forma.
Y la pérdida personal se traduce en fracaso colectivo, con esas definiciones abstractas o situaciones mentales menos clarificadoras, buscando una solución fuera de toda lógica. Por tanto, algo más abstracto si cabe, la locura es la realidad disfrazada y romántica ¿o no?
Los dos siguientes capítulos, remanentes también, desarrollan ese regreso al vértigo, al encuentro de una bala justiciera que ofrezca el descanso, merecido o justificado. O una palabra escrita en un libro que parecería la copia de otro, más divino e irreal si cabe.
Escrito por la perspectiva de una humanidad enfermiza, falta de creencias reales o sujeción intelectual, que explique la aparición de otras percepciones inexplicables.
El planeta que espera el castigo divino, o la salvación, ante actos pecaminosos o la muerte por motivos contraproducentes, necesita de la aparición de un prometido heroico, tendremos que embarcarnos en ese viaje para conocer su identidad.

Sin embargo, el resucitado parece otra persona, ha sacrificado su labor en los siete años transcurridos, y antes de la fecha de un nuevo día 14 de octubre, se quema ante la falta de perspectiva lógica. Cuando los pájaros de la paz no cantan, o no regresen jamás con el saquito de voluntades y deseos, secretos que, posiblemente, nunca sean escuchados o revelados... Porque, no hay nadie para recibirlos. Porque el tiempo se escabulle entre los espacios vacíos de nuestras canas.

Desaparecieron en la memoria, con cada inhalación, cada disparo en el pecho, cada ahogo o asesinato de una presencia invisible, cada pedrada en la sien, cada traumático destino. Desistiendo de cada palabra o aviso sordo, de cada cabello blanquecino, se fueron perdiendo por el camino, mediante cada movimiento increpante, aleccionado, y purga dirigida por el conjunto o rebaño. A través de cada quemadura en la carne de otra realidad paralela, cada veneno ingerido hacia el paraíso más infernal, también hilarante, cada explosión que impacte sobre nuestras cabezas, cada cerrojo que guarda el sentido o el cáncer de nuestros pulmones... incluso, la posible simiente.
No será nada, dioses humanos en otro sitio desconocido, cenizas en el fuego que todo lo consume, como el aliento de un diablo interior o humano, que nos lleva al suicidio. Al reencuentro del pasado.

Según pronosticaron los ancianos de lugares lejanos, en las antípodas de la moral, la lluvia trae respuestas, en comunicación con los ancestros tribales o los dioses de la naturaleza. Profiriendo encantamientos, detendremos el curso o compondremos canciones encantadas... de habernos conocido, juntos.

A la tercera... ¿fracaso o victoria?

A la tercera, caminamos atravesando un puente incendiado con dolor, fuego e injurias insoportables, que abrasan las páginas de nuestro libro. Discusiones que no deberían haber sido interpretadas, si realmente quieres remediar el problema y atravesar el camino de vuelta... o acabar para siempre en el silencio.
Incluso, hasta ese remoto Milagro que vivimos, podría caer en saco roto, o un molde inservible de plasma para revitalizar las relaciones desconectadas por el arduo viaje. Un vestigio de nosotros que desenterrar, un fósil entre dos mundos, cubierto de palabras de amor u odio.
Al menos, entre tú y él, Kevin sin corazón, si habrá palabras románticas, un baile sincero de necesidades, y tal vez, aderezado de un roce supremo.
Aunque no cantando bajo la lluvia australiana... sino atravesando un océano de lágrimas y recuerdos amargos, debiendo recordar, si éstas serán de dolor o angustia... Si las páginas del siguiente tomo, elegirán entre el placer o la alegría... por la memoria o el futuro.
Pero antes... el viaje o la odisea.

En el siguiente paso, hacia ese diluvio de emociones, caminamos con Diez nuevos capítulos, 2 universales, resucitados con siete viajes personales y uno más. Viviendo ahora con ella, a tu lado... como una familiar que volviera de un trago amargo, de un baile arrebatado por llamas internas, confuso como el humo ciego o la dimensión partida, entre corazones olvidadizos.
Nos disponemos a un largo y distante traslado de emociones, que nos hace olvidar lo que hemos vivido anteriormente, con las sensaciones de una tragedia enorme y, sus consecuencias vitales que se nos escapan del entendimiento o nuestras manos. Hasta condicionar la apariencia de este tercer advenimiento que, casi, no parece el mismo guion de esta serie, al inicio. Sino un camino diferente, del juicio final, distanciándose de nuestros pasos en la tierra y los suyos, en esa otra dimensión..

Los pensamientos exteriorizados, de los principales protagonistas. Desorientados de la mano, todos por primera vez, en pos de esa unión con muchos otros desaparecidos u olvidados, y escrutando un enlace insospechado. Al encuentro de aquellas emociones ancestrales, que nos recuerdan a los niños perdidos, al padre perdido en la locura o las voces, a los amantes perdidos en una cama ocasional, al feto perdido en un suspiro, a los animales perdidos sin amo, a los amigos perdidos y fes perdidas en egos, al amor perdido en viajes apocalípticos, a los mensajes soñados en palomas perdidas, a las canciones perdidas en dudas existenciales... demasiado infantiles para la causa que divide los cielos en dos. Él y tú, perdidos, Nora.

En busca de otros temas, estilos o representaciones surrealistas, más bien, coordinados como sueños enjaulados o pesadillas incompletas en un crucero ´divino`, entre riqueza y lujuria... en una curiosa edición que marca los pasos adultos de los personajes de The Leftovers.
Dispone las condiciones personales de sus diferentes senderos o perspectivas vitales, a la tierra de nuestros antepasados, a las praderas repletas de magia espiritual y canciones de lluvia, que detienen el tiempo y espantan los malos augurios. Sufriendo ante una máquina llamada Tierra, hogar de todos, que va muriendo paulatinamente, desapareciendo a bocados de animales salvajes, como los recuerdos que se borran de nuestra mente o las preguntas que se quedaron sin hacer.
Cada personaje vivirá su particular odisea, en busca de esas respuestas...

Aterrizamos lejos, con miras a otro mundo, con el énfasis de un drama emocional que los arrastra a una pesadilla íntima y personal, con esa estética surrealista de un estallido planetario. A la espera de un sueño danzante que, empezara como una angustiosa pesadilla de desapariciones y sigue con una explosión atómica de sentimientos.
Las visiones oníricas, significan una involución. Fueron psicológicas, mensajes sin asunto ni concepto, primariamente enclavadas en el corazón. Por tanto, asuntos emocionales sobre la pérdida, que transfieren la culpa general, que manifiestan el simbolismo artístico de la humanidad en sus albores, los prejuicios del mensaje incompleto o las faltas que se suceden al escucharlas o leerlas, en silencio. Porque esa es la naturaleza instintiva y cognitiva del carácter humano, en relación con los demás.

Condicionados histórica y comunitariamente, por las noticias, los vecinos y familias, junto a nuestros conocidos o negados por los rivales, conviviendo entre los enemigos más recalcitrantes u odiosos. Automatismos de nuestra mente, para dar respuesta a los temas desconocidos de su historia y evolución, fosilizados con invenciones o dudas existenciales, manipulaciones, que van arrinconando la razón en segundo término y el análisis científico. En pos de la división o la quiebra de todo.
Los actores y actrices de The Leftovers, han sido la esencia de nuestra confusión, nuestra familia sufrida, los amores o enemigos, silenciosos o tendenciosos, y la ruta vívida sobre la que se expresa toda duda metafísica.

Nos hemos ido amoldando a los recuerdos amontonados en su pasado, los sentimientos que estallaron por los aires, aquel día de marras, la jornada irrespirable en que se unieron el infierno y la tierra, sin vuelta atrás, que se chamuscaron las hojas de sus futuros.
Comprendiendo sus pensamientos universales, hemos intentado desentrañar su marcha plagada de trabas y alejándose de sus parcelas privadas, comprendido esas amenazas propuestas por sus creadores narrativos. Amenazados por los defectos aprehendidos en el dolor o por el toque de una vengadora trompeta desde los cielos.
Por eso, llegados a este tramo primordial, avanzamos en el nuevo viaje con ellos y sus extremas circunstancias, desde la pequeña institución sanguínea o amistosa, hasta abarcar todo el problema existencialista que comprende la historia del género humano y el sentido particular del amor. Entre dos, ventrículos desgastados.

A pesar de las pérdidas vitales en el camino, los abandonados en la cuneta y los pensamientos más retrógrados, la histeria colectiva en busca del Milagro, la sensación de no pertenencia, siempre una parte, ha ido encauzando la mirada a aquellos resortes ocultos o mágicos. Los que se mueven hacia la fantasía y a posiciones inimaginables, hacia la fantasía ética o el horror de hoy en día.
Sobre los últimos ocho, un número tumbado al infinito, descubrimos que el odio y el miedo fueron los motores, también inabarcables e inagotables. Observaremos el tratamiento moralizante que cesa ante el caos o el miedo, ante la actuación irracional, la violencia o las creencias sin base que la sostienen. Ahora, reemplazadas por las valientes posturas de los protagonistas, lejos de esos consejos interesados por diferentes posturas ideológicas o sociales, y buscando respuestas más físicas o extraordinarias. Interrogantes válidas despejadas por la ciencia ficción, a excepción de aquellos más atraídos por otro tipo de fe, que nunca serán derribados o convencidos (como vemos a diario). En contraposición a la participación de un descubrimiento azaroso, con ese destino encontrado ocasionalmente, cabalística entre imágenes oníricas o capas superpuestas, o sincronizadas en el tiempo.

Solo cabe esperar, algunos años más, dentro de la cabeza canosa a esos elementos oníricos entrelazados por un nexo secreto, no sabemos, si también común, a la espera de una danza encadenada o un tranquilizante ósculo que apacigua las almas en pena. Son ocho capítulos hacia el infinito, cada uno con su particular idiosincrasia.

El capítulo primero, The Book of Kevin.
Ha transcurrido el tiempo y todo parece una maldita broma. Las muertes y desapariciones (nos despedimos de Liz Tyler), recordando los avisos o supuestos indicios divinos de Jovan Adepo (Fences, Madre!), trasladan ecos de un pasado bíblico, muy lejano. Las fisionomías han cambiado con las conductas (de forma destacada en los personajes de Chris Zylka y Kevin Carroll), las familias se estrechan y los amigos se convierten en editores, sin pábulo.
El hombre de los perros (un misterioso y desequilibrado Michael Gaston), acaba como ellos, y el mundo se dirige a una catástrofe torrencial que arrastraría todo aquello que dejamos enterrado en aquel pozo sin fondo.
Hasta las decisiones más dolorosas y terribles, que pueda encarar un ser humano, son una broma al lado del brillo de su don (la interpretación y el alma de Justin Theroux en la serie) y dentro de siete días, una semana bíblica, se prepara un acontecimiento que embarga estos siete años desde la Ascensión.

Sin embargo, el tiempo nos demuestra que en determinados asuntos amorosos, existe el rechazo o la negación. Esa ley universal que nos enseña, a distinguir los recuerdos de la realidad próxima, que aunque sigan en nuestra memoria... se van diluyendo en gravedad, se sustituyen por otras vivencias o, simplemente, intentan ser olvidados... Pero, al igual que los pensamientos o encuentros de partícipes en una red social y globalizada, siempre reservan una especie de remanente ahogada y ahumada por el tiempo. Una especie de nube cargada de lluvia en el horizonte temporal.


El segundo versículo, Don´t be Ridicolous.
Nos hallamos más perdidos que nunca, aunque hayamos avanzado, los tonos han cambiado. Porque lo hemos hecho a ciegas, como pájaros acallados sin canto, sin el mapa del instinto. A través de una extensa y vieja, línea temporal. El actor Justin Theroux (se rumorea una aparición estelar en Star Wars: The Last Jedi), es su vida real comenta y aseveramos: "Todos podemos identificarnos con el miedo colectivo, en el mundo actual". Particularmente incluiría, ya que todos podemos llegar a ser "sobrantes".

Nora (notable interpretación de Carrie Coon que estará en la película Widows de Steve McQueen) o la otra en completa metamorfosis (la actriz Amy Brenneman), la desarrapada madre y la herida amante. Kevin y el otro, el policía traumatizado y el padre suicida. Coexisten en una inestabilidad evidente, dadas las coordenadas erróneas de su memoria y sus acciones traumáticas, deciden un respiro a Australia en busca de soluciones entre el mensaje diluviano y la experimentación científica. De ahí, saldrán tensiones (o acercamientos) que no podemos descifrar en un simple vuelo a motor o danza siniestra, como si fueran perfectos extraños. Lo que salga de aquí, será un misterio hasta el final.


Tres... Rey del Desierto (Crazy Whitefella Thinking).
Claro, el desierto parece otro mundo dentro del nuestro. Incluso, el viejo Kevin ha terminado persiguiendo sus propios fantasmas por el Outback australiano, con una trayectoria tan errática como la decisión salvadora del mundo y el ese pensamiento indeseable, del que no tiene nada ya que perder.
El viejo tomado por insensato en su cercanía vecinal, un gran Scott Glenn, el que correteaba desnudo persiguiendo una traza divina, se oculta tras conexiones apartadas del lugar que viera su crecimiento.
Comienza una travesía personal, sin demasiada conexión al resto, pero, a través de experiencias unidas como los granos del desierto con su hijo. Irá arrastrando la culpa de la humanidad y sintiéndose protagonista de su propia historia familiar, hasta que se da de bruces con la fragilidad de sus huesos o los huecos, aún por rellenar, la sed por donde se filtran las aguas de un libro inacabado. Su presencia allí, es el futuro reencuentro con su propia esencia perdida. La que pierde Kevin Jr., en su desdoblamiento al más puro estilo Agente Cooper.


La memoria está escrita en el firmamento estrellado, o borrosa bajo los efectos de diversas sustancias potenciadoras de la creatividad artística, en busca de la fuente de inspiración necesaria para recordar la letra de una canción. El libro de nuestra vida.

G´Day Melbourne, el cuarto menguante.
Kevin Garvey y Nora Durts, viajan aparentemente unidos a Australia, para dividirse a continuación en el espacio y el tiempo, con los ojos tapados por sus propias decisiones o debilidades. Descubrimos a una madre golpeada por el macabro destino, que no se deshace de aquellos queridos fantasmas, entre las cajas de una posible recreación a un mundo diferente, teatral y peligroso, que acabaran en una pelea sonora bajo las gotas de agua y la música de Take Me On... para qué, necesitamos más. Tropezando, cayendo... volviendo a levantarse.

Es la paráfrasis de una respuesta que quema su alma y su pensamiento, en un cuarto de hotel que no para de menguar y asfixiar, porque The Leftovers sigue moviéndose por los terrenos movedizos del sentimiento humano y nuevas revelaciones, que prometen ser tan devastadoras como las páginas de aquel libro cerrado, ojeado sin rumbo fijo.
Quizá no vuelvan a reencontrarse de la forma que esperaban con el amor, sí con la actriz holandesa Katja Herbers y la rusa Victoria Haralabidou (próxima habitante de WestWorld), unas científicas diferentes con unos métodos un tanto peculiares... porque algo se rompe siempre en el interior. Emocionalmente, si no pueden empezar de cero sus vidas, es decir, desde el ocaso de sus días.


La quinta ola... It´s a Matt, Matt, Matt, Matt Word.
Nadie (y digo nadie), se esperaba un capítulo como éste, ni aunque se hubiera tomado las sustancias del viejo Kevin en el desierto.
Un barco del Amor... trata la reproducción de una raza ancestral y la muerte, a través de la mirada de Matt Jamison (gran trabajo del actor británico Christopher Eccleston) formando un recipiente de cuatro esquinas (John, Michael y Laurie) que se adentran en un trayecto disparatado o profundo, con una deidad y un Rey de la Vanidades. Del curioso grupo, estos últimos solamente son poseedores de un billete válido para el extraño viaje y cierta hilaridad. Como los Inmortales, sólo puede quedar uno.

Esta visión viene patrocinada por un dedo divino o acusador, un grupo con reminiscencias hippies y un ente feroz con instinto criminal, de clase especial... en la que unos buscan la procreación y la génesis, y el otro, una cura para el desastre, la fuga anónima y las palabras prepotentes de un Dios... El ciclo de la carne, atravesado por las balas.
Matt busca la redención en su sabiduría, pero acaba quemándose en su propio infierno y la egolatría de su escenificación semántica. Lo retorcido de las palabras, en busca de una respuesta que simplifique las cosas y sus creencias, más allá del contexto dramático de los individuos o amistades en peligro.


El hombre de fe que, en aquel primer episodio de la Ascensión, no parecía tener demasiada relevancia, ahora se ha convertido en un humorista... a su pesar y nuestro placer.

El sexto día, Certificied.
Todo parece desgajado, amantes y hermanos en diversos viajes (recordemos a Chris Zylka y Margaret Qualley, incluso el mundo tras una devastadora onda expansiva, que contamina todo a su alrededor con trazas del viejo Diluvio. Así, un escape temporal a una casa campestre se transforma en un viaje solitario hacia la vejez... sólo acompañada por tus palomas y sus mensajes románticos.

Laurie Harvey se desplaza en el caos, tras acordar entre todos que Kevin debe morir (aunque no como el simpático amigo de South Park), con tranquilidad aparente y un extraño sentido del humor. Para intentar ayudar a sus amigos en sus respectivos caminos, quizás, sea conveniente explicar toda su aventura en los Remanente, convergentes silenciosos con una única vía o salvación. Quizás, la respuesta esté en la oscuridad de las aguas ante la descomunal hazaña de su sucesora en el corazón y los designios que el agente viajero y desdoblado, tiene en la mente. Mejor eso, que el predecible choque de trenes entre ambas. Pues, la empresa maternal que embarga a Nora y Laurie, debería ser comprendida y restañada o reparada definitivamente. Demos gracias... a John Lee Hooker.


Séptimo, día del diluvio. The Most Powerful Man in the World (and his identical twin brother)...
Nos adentramos en el capítulo no escrito del libro del hombre más poderoso del mundo, con nueva odisea inesperada o viaje onírico, a este mundo paralelo de sensaciones viciadas o decisiones que marcan nuestros pasos futuros, los suyos quiero decir....
El silencio de los corazones, se rompe con un marcapasos al ritmo de nuestra respiración y pensamientos, semejante a los pulsos de nuestra sangre envenenada durante años.
En esta ocasión, guiado por la tercia mano del director Craig Zobel y actores como Damian Hill o Alison Bell, participando y marcando una distancia insalvable con la mirada concisa o surrealista de Mimi Leder, protagonista esencial y espiritual de muchos versículos de esta The Leftovers. Su próximo trabajo será la dirección del filme On the Basis of Sex, con Felicity Jones, Armie Hammer, Kathy Bates y Justin Theroux... desde luego, ya hay ganas de verlo.

Aquel que estaba destinado para señalarse como llave, se mira al espejo de otra realidad descubierta, enfrentado a sus sentimientos y el poder, mediante la ruptura de esa válvula sibilina que le mantiene con vida. O aferrado a ventricular y auricularmente a su actual pareja, ahora en otro lugar. Desubicada, que no huida. Como él mismo. Como aquel Noviembre.


8. The Book of Nora.
El Libro de Nora, no es un aviso, es una premonición que quedó instalada en su corazón, hace mucho tiempo como una enfermedad que va minando tu memoria. O ese aire en tus pulmones que se abre de par en par, ante el desconocido conocimiento. Para recordar aquel baile que quedaba pendiente, el beso colgado de un cigarrillo y un puñado de luces de colores sobre la pista acondicionada para la gran fiesta o traca final.

Semejante a un castigo que debe ser levantado o perdonado, en brazos de una canción romántica, en busca de una nueva vida a lado de la paz, la integridad o la inocencia.



El Diluvio...
No es mi condición ni misión, teorizar a raíz de lo que la serie The Leftovers y Tom Perrolta, nos han enseñado durante esta odisea única e intransferible. Por lo que, cada uno, tiene que sacar sus propias conclusiones y, posiblemente, intentar traducirlas en sus propias vidas. Tristes o increíbles, existencias.

La pérdida es esa sensación que se va disolviendo como la emulsión de una fotografía antigua, más en unos individuos que en otros, pero nunca termina por borrarse del todo de nuestras vidas, grabada a fuego en nuestros corazones o un simple arañazo. Sin dolor... apenas.
Sólo restan las sensaciones de un notable serie, atrás quedaron las fuentes dadaístas, las consecuencias de un mundo dividido entre Bien y Mal, lecciones de Charles Fourier o el Marqués de Sade, entre el pensamiento crítico o el castigo sádico con nosotros mismos.
Alejados del genio apocalíptico sobre nuestros actos, las consecuencias de nuestros actos y el arte conceptual tocante a lo religioso o relativo a una presencia divina, por una secuencia más terrenal, pero con difícil respuesta científica.

Ya no es necesaria la métrica para la poesía, ni el papel para las comunicaciones, hemos arrojado a la basura, al triturador de mensajes en papel, todos los miedos y las cajetillas de tabaco con imágenes de enfermedades horribles, la represión psicológica, a la manipulación y la esclavitud, el asedio a lo diferente o práctico, a la sexualidad practicada con amenazas y abusos... el pánico a la singularidad o la muerte, las muestras de odio y descalificaciones personales, la vacuidad de algunas ideas, el daño injustificable a los animales, la conversión interesada de escritos y alamas... el poder del estado o la religión, a la arcaica ciudad de Sodoma o Gomorra, a la transgresión gratuita del pensamiento, al enfrentamiento familiar o racial, a esa división categórica entre vivos, meditabundos y muertos... moribundos psíquicos o enfermos desahuciados, viejos arrinconados, suicidas, el dolor o el sufrimiento, la pesadilla del débil o víctima, el dramatismo metafísico, la amenaza de la guerra y la radiación, el diluvio y la actitud pecaminosa, la soledad y la luz de un último amanecer... el Sol.

Su calor, acercándose a la respiración de un momento íntimo, el suave tacto o roce de piel, el sabor de las lágrimas o un traspaso de esencia en los labios. El rostro de un ser poderoso con características humanas, como respuesta a ´casi` todo. Bienvenido, al Amor con mayúsculas.


sábado, 11 de noviembre de 2017

Twin Peaks, the final?

Los Picos Gemelos de Lynch.

Repetimos... Todo termina como empieza, en el interior de una salita de espera con estilo rococó o modernista, hiperrealismo enlosado sobre un piso orientado a la profundidad quebrada y con un telón rojo como salida a otros universos paralelos. Biunívocos en traslación, del silencio al exceso, reiteración, paranoia, horror... hasta el humor.
Sin embargo, la autopista o el vuelo tomado con el capitán actor, ha dejado atrás ciertas normas o paisajes típicos, de aquella población llamada Twin Peaks. Un paraíso donde sus jóvenes se dirigían por otros caminos y regían otras reglas, dedicados a amasar dinero, danzar embriagados semidesnudos o drogarse con el polvo blanquecino de la locura.
Hoy, David Lynch y Mark Frost, han olvidado todo aquel mundo paralelo, adulterado, y se han propuesto una pesadilla existencialista con el tiempo. Siempre alrededor de la comedia con un toque infantil.

Porque han crecido (que no hecho adultos), se han recubierto del espíritu de los cómicos pasados, de su piel, han borrado su memoria para trasmutarse en otras dermis nuevas o reencuentros con la nostálgica paranoia. Se han convertido en locos, muy agradables, distópicos y melodiosos, menos odiosos que las familias arraigadas al terruño o los cuerpos policiales entregados a... no ´desfacer` entuertos. Los cuerpos de élite en la serie.
Puede costar entenderlo, no al comentario, sino al genio de Lynch... Después de que muchos fans, empiecen a pedir justificaciones por faltas determinadas o desechar terrenos baldíos, cuando su mente trabaja de otra forma, menos imberbe y más lacónica. Nos sorprende, estableciendo una trama helicoidal alrededor del Fire Walk with Me, con bifurcaciones inéditas y vueltas de tuerca sobre aquellos personajes. Ya casi nadie recuerda que, hubo una primera llamada Teresa Banks (Pamela Gidley) o se han desclasificado los archivos pertenecientes a la juventud de Heather Graham (como Annie), Lara Flynn Boyle/Moira Kelly (Donna), Sherilyn Fenn (Audrey), Phoebe Augustine (Ronette), Peggy Lipton (Norma), Eric DaRe (Leo), Dana Ashbrook (Bobby), Mädchen Amick (Shelly), James Marshall (James)... simplemente porque ya no están o han mutado sus entidades estudiantiles y ligeras de cascos, por otras más descerebradas si cabe, más autónomas.

Ya no pueden volver al instituto, ni a sus turbios negocios con las drogas ni las relaciones tóxicas, sugerencias maltratadas de un amor enfermizo. ¡No! Se han cambiado por otras conductas extremas y duales, que pertenecían y estaban en sus películas de siempre, carreteras comarcales hacia el horror o el humor envolvente y surrealista. Semejante a pasear la acera de mano de Charlot y sus pasos aparentemente torpes, esquivando las miradas furtivas, con miles de cáscaras de plátano esperando a ser pisadas.
La nueva Twin Peaks, es muchas cosas. Sus episodios son sonrisas abiertas mirando al futuro, hacia la carcajada ladina, que sofocas con la mano ahuecada, para no demostrar esa falta de humanidad con el desgraciado en caída libre. Espectadores, espectros lujuriosos con las modificaciones y los rostros tras el cristal o pantalla. La incorporación de personajes es sintomática o emotiva, algunos calificados como ligeros cameos, cuando realmente podrían ser (o prefiero argumentarlo) denominados de abrazos o carantoñas; como por ejemplo, respeto histórico y mención especial a Jack Nance (uno de los suyos), o el cariño y la admiración mutua de David Lynch por todos los artistas que recorrieron este camino del brazo y la mente. En especial, lamentables pérdidas de dos grandes como Miguel Ferrer y el gran Harry Dean Stanton, las consabidas de Frank Silva (Bob), Dan O’Herlihy (Andrew Packard), John Boylan (Mayor Dwayne), Don S. Davis (Comandante Garland Briggs), Michael Parks (Jean Renault), Catherine E. Coulson (Lady Leño), Warrent Frost (Dr. Will Hayward), y por supuesto, Mr. David Bowie.


Además, el premio honorífico y profesional, a aquellos actores que compartirán locuras y chistes, del pretérito al futuro, desde una admirativa coordinación de apariciones sorpresivas o efímeras, dependiendo de los huecos o puertas abiertas en su mente. Son troncos hercúleos o cimbreantes, en este bosque sensitivo lynchiano, paralelismos de productor y actor ya aparecido en aquella primera Twin Peaks, Matt Battaglia, o elementos especiales de su juego como el mismo Nance, Steve Baker, Scott Coffey (jovencito que visitó el rodaje de Érase una vez en América, del gran Sergio Leone), Joan Chen (El Último Emperador, Deseo Peligro) o el evasivo Ray Wise, de las series a La Cosa del Pantano de Craven o Robocop. Pasando por profesionales de ayer y hoy, en suspensión fantasmal, como Monica Bellucci (después de la emisión de Twin Peaks empezaba a grabar Drácula de Bram Stoker), Ana de la Reguera (Narcos), Richard Chamberlain (empezó su camino televisivo en Alfred Hitchcock Presenta), Michael Cera (Juno, Scott Pilgrim), Gia Carides (Cartas de un Asesino, Austin Powers II), Ronnie Gene Blevins (de sus comienzos en A.I. a El Caballero Oscuro), Francesca Eastwood (de bella familia y lindos ojos azulados), teloneros de carrera como Brian T. Finney, John Ennis (Zodiac) o Richard Bucher (doble en grandes escenas de riesgo y actor), Hugh Dillon (Wind River), John Billingsley (en 1990 rueda I Love You to Death, de Lawrence Kasdan), la estrella en los 70 y 80, ahora en Jeepers Creepers III, Meg Foster, John Savage (el inolvidable Steven de The Deer Hunter) y David Duchovny (que calentara en Armas de Mujer, de Mike Nichols); o muchos otros, de los que es estupendo ir descubriendo sus numerosos trabajos para el cine y sus carreras en televisión.

En Twin Peaks existen muchos caracteres bifurcados, entre su universo colectivo y la comedia, actores para esta segunda parte 9 + 9, ¿al fin de Twin Peaks? Acaso última línea saltando, entre admirados y entrañables parajes naturales, a la extravagancia quimérica de Las Vegas, la oficialidad mundana de Whasington, fronteras del frío al cálido Estados Unidos, por California, Dakota del Sur y Nuevo México. Son nuevos territorios sobre los que transita el cerebro de sus míticos creadores y protagonistas, donde se arropan con la comedia más clásica, calentando los motores de nuestras comisuras y neuronas, hacia la hilaridad o el horror.
Mr. Lynch no justifica la bipolaridad de sus pensamientos, más o menos, informes. Tampoco reprime la fisicidad de mimo o libertad de expresión, para dar pulcritud a este diamante o joya policíaca, con conexiones surrealistas que le dan carácter. Algo que reniega de la huída de aquella segunda parte de la serie, simplemente, pensando que era una mierda y ha logrado salir a paladas de ella. Regresando en busca de otras perspectivas o sensaciones, puertas que han ido ahondando en la historia original y abriendo el paso a otras series como True Detective, Fargo o The Leftovers en sentido metafísico.

Nic Pizzolato se ha declarado fan de él y de su trabajo, así como su sueño eléctrico interpretado genialmente por Kyle Maclachlan, que dijo de su división material y actuación a tres bandas: "Fue un reto sobre todo interpretar al doppelgänger (gemelo opuesto). Alguien que evita todo rastro de humanidad, que es casi una máquina, absorbiendo cualquier bondad y capaz de matar sin misericordia. Nunca había entrado en algo así, pero sabía que David sería mis ojos. Para llevarme por el camino correcto, confié completamente en él". - Como no.
Pero, quién no se ha acercado al cine de Lynch, sabiendo que sus proporcionalidades giran entre la magia representativa y esa exageración reiterada del mundo, la concepción onírica o caústica de la vida, y los crímenes insospechados o brutales de los seres humanos. Más reales a priori, si echamos un vistazo a las crónicas dramáticas de periódicos actuales con muertes horribles de mujeres y niños incluidas. Mas, en la nueva Twin Peaks, sobrevienen otros reflejos sobre la taza de café espeso, un pastel cargado de sabrosas cerezas para saborear a través de la teletransportación, los espacios comunes a su cinematografía y la amistad: dividida interpretativamente en amor/odio.

Incrusta la cinta de VHS, replay, repetición para volver una y otra vez, a aquellas sensaciones de ayer, con la desambigüación de los recuerdos en otros rostros o viejas alamas, y la misma mente creadora en plena forma de facultades cognitivas, que se expresan en diferentes coordenadas del arte, vídeo, música, pintura. Quizás, echo en falta esta tendencia pictórica por la digital, pero supongo, era cuestión de tiempos.
En este lugar, también triunfa su expansión macabra, demostrando que un simple juego o medida de fuerza, establece una guía hasta el infierno. Ese respeto por lo desconocido, desde la dignidad del individuo o la enfermedad social, a la monstruosidad escondida en el colectivo; del miedo ante la expresión de la maldad pura o el nacimiento de un héroe. Rincones por los que triunfa un actor semi-olvidado, no por presente y futuro, traspasando aquellas únicas puertas naturales, hacia el infierno, el sentido absurdo y la comedia clásica. Un Kyle MacLachlan, natural del Valle de Yakima (estado de Whasington) cambiante y entregado hasta el fin. O no, ya veremos más, oiremos...

Otro hecho, la numerología es mágica como los sueños. Puede abrir mundos paralelos, caústicos, caricaturescos, sobre troncos de árboles, mirillas espaciales o postes de la luz. Conexiones tridimensionales de degradación o sometimiento, hasta la dislocación del rostro, que separan la circular mandíbula que arrampla la naturaleza, con el real mordisco e infantilizado. Establece coordenadas con personajes míticos, alterados, atribulados al volante o sentados en despachos oficiales, del Bureau u otros. Marca los pasos, de más casos sobre la Rosa Azul y el peso de sus hombres de negro, en número incógnito. Los metros del un curioso y descartado metraje, los compases hipnotizantes y los universos sugestivos, dentro de un contexto de hiperrealismo abstracto y su pretérito imperfecto. Signo aleatorio y elegante, sobre la estética del humor, el precio del aroma a café de calidad y las migajas desmenuzadas a conciencia de un bizcocho de chocolate, con tacto y pausa. En definitiva, una dirección que identifica el retrato del presente y sus tonalidades, con una estructura mágica y evolucionada, ambivalente, diabólica, compleja y diferente, inmutable fuente respecto a cualquier proyecto que hayas podido visionar en los últimos años. Casi seguro... repasa.


No preguntes, cualquier respuesta es válida en Twin Lynch´s.

Hoy son recuerdos, no grises sino coloristas, como no podría ser de otra forma. El protocolo narrativo roto sin fin, se contesta con calidad amistosa e imaginación desbordante, en propuesta, Twin Peaks nos acerca a puertas desconocidas, de nuevo. Franquear las pendientes repletas de troncos y apariciones estelares, sin aparente sentido, significa reunión en partición, bifurcaciones a través de muchas de las respuestas inconclusas en dualidad nostálgica y distópica. Creatividad de alta tensión en reiteración, es decir, pululando entre la tormenta eléctrica, cíclica y las chispeantes ocurrencias de un equipo unificado, quizá, más fruto de la libertad y el compañerismo, que de una narración a rajatabla y sin resquicios, sin fisuras en la madera rústica que sirve de base... el suspense en episodios.
Por tanto, el cine lynchiano transcurre libre, a pesar de su lejano trabajo en 2006, entre la dualidad del ser humano y los rasgos del pensamiento de un creador o director de culto, que se desborda conceptualmente en cascada.

A la vez, que vamos descubriendo en la oscuridad, estas variaciones temporales y vertiginosas, de su inquietud actual por otras expresiones artísticas y experimentales. Propagando las diferencias existenciales entre todos nosotros, como polvos pica-pica, que van molestando a los estructurados mentalmente y azuzando a los que esperan esa picazón, dosis diaria, con atracciones oníricas y deseos distintos, de las consabidas perspectivas metafóricas.
Muchas cuestiones sobre el paso del tiempo, la violencia extrema y el amor en oposición, la muerte retórica o filosófica, las creencias, la sociedad y el éxito... ¡el futuro! Todas materias incontestables o abiertas de par en par. Ya que, en este inexorable suceder de los hechos, existen también, preguntas sin respuesta que caen en el pozo de la desesperación de unos o elucubración narrativa de los demás, esperando unas palabras de claridad. Como si no fuera suficiente, con el regreso incondicional y testimonio actual de Mr. Lynch, con el esfuerzo de programar toda esta sucesión de sistemas oníricos, provocativos e irrepetibles.

La muerte de la inocencia, dolor grabado en la memoria y humor remarcado en su alma retiniana, su aptitud frente al reto, con ojos mundiales observándole y la rúbrica excelsa del jefe de todo esto. El padrino, director y el policía, cómico y dramaturgo. El terrenal o imaginativo, frente al abstracto, paciente inconcreto... Lynch es la mirada interpretando su propia calma o vértigo, visión y esencia, permutando con las demás visiones o rostros diseccionados.
Como el vigilante de un albergue, para caravanas de ancianos y almas perdidas, que controla la puerta número 6 al infierno, o el distribuidor de todas las diferencias metódicas con agentes del FBI, también el protector de esa inocencia. Otro inocente, en apariencia, prófugo de elucubraciones externas y seguidor de últimas tecnologías, cerbero del calabozo demente y la voz de una grabadora, sin imagen, hasta ahora. Anuncia con silencios, el fuego creativo, en traslados de automóvil o avión, en simples retazos de cotidiana anormalidad, demostrando que la sociedad parece involucionar a buen ritmo. La psicopatía se camufla tras la balada eléctrica y el rock ambiental, para incrustarse en la carne de cañón del pasado, amor sin cura que acaba triunfando sobre otras perspectivas. O no...

Una de estas respuestas es consabida, se dirige hacia la profusión de aquel ´sueño americano` de otra época, ya desnaturalizado por barreras sonoras y puertas blindadas. Hermetismo con una mirilla en la superficie, dirigida al horror o la observación mística.
Por supuesto, otro de sus apoyos en forma de pesadillas, hechas cortometrajes (dónde aparecían algunos de sus amigos y fetiches interpretativos), como en su compleja EraserHead, es la fracturación del tiempo narrativo. Aquí se expresaban esos actores, algunos efímeros como fantasmas y otros como Jack Fisk, salido de aquella cabeza borradora y ahora director, la jovencita entonces y también directora, Jennifer Lynch (Surveillance, Chained) y la televisiva Charlotte Stewart, que llegó hasta David y a los Temblores bajo los pies.
Aquellos cortos dieron entrada a obras extensas, insospechadas, semejante a entrever unos días de sexo irrefrenable y agotador, que no esperábamos. Ya que el cine de Lynch no te da la posibilidad de anticipación, ni un respiro o pausa para saborear una taza de café y glucosa, para recuperar fuerzas y proseguir en una nueva marcha mental... ¡hasta hoy!



El Espejo: Pasado y Futuro.

Diferencias existenciales que se traducen en el guion, gestos de los personajes que hacen estragos en la historia juvenil, como los susurros que muestran el suspense y sofocan los gritos de Laura, el amor por triple partida, la metamorfosis del individuo, la complejidad de las relaciones humanas o familiares, las danzas con cambios físicos y expresivos, nuevas coordenadas que el espectador deberá buscar por su cuenta. Abriendo y cerrando puertas... como retratos de hiperrealidad o abstracción sistemática, con nuestro prestidigitador David, el Otro Mago que abría ventanas pintadas o formas de escape a la realidad familiar. Ahora, va a intentar ocultar esos datos, malearlos en el calor eléctrico, con los diminutos caminos que recorrerá el nuevo Cooper, una Alicia en un País de las Pesadillas y con el corazón o su reina, no tan difuminada como los rostros. De ayer a hoy... en un salto mortal, temporal, humorístico hacia la fantasía.
La memoria desaparece sin objeto ni esa definición casual, muta a los asesinos que se agolpan en una división de Logias como un tablero de ajedrez histórico, desconocidas en el significado explícito, cambia drogas por anillo y jóvenes alocados por locos de siempre. Alternativos.

Es la disyuntiva eterna, una oscura y otra, blanquecina como caballos salvajes en un salón o la droga que recorría las venas de Laura viva. Mientras los principales protagonistas de la pesadilla existencial y verdadera historia, se sientan rígidos observando colores de otros universos paralelos (o mortecinos) y establecen conversaciones sin conexión, tan hilarantes o distorsionadas como nuestra mente en manos del director de Montana.
La música de Angelo Badalamenti, acariciando nuestra sonrisa imperecedera. O dibujándola siniestra en la boca de un jocker jugando con amigos, de Dos Caras, sabiendo que cada una de las percepciones, puede subdividirse a su vez, en otras dos impresiones correlativas con la naturaleza de los hombres. Las mujeres igualmente, pero de forma y sentido diferente.
Ellas tienen las respuestas y se las callan, porque su presencia significa pasión, miedo e indefinición, jugando con fuego entre los dos entes, peligrosos, musculosos y mágicos.
Porque Laura Palmer fue magia de la tele.
Porque los casos de La Rosa Azul son un misterio.
Porque sus espacios, parecen los estratos de la Divina Comedia de Dante.
Porque la obsesión cafetera, pertenece al pasado y al futuro. Porque las estrellas se encienden y apagan todos los días... semejante a los faros cruzados en una carretera de noche. Pero, dejan huella, igual que una película muda o el retrato de un añejo boulevard al ponerse el sol.
Boulevard de sueños rotos... Porque los anillos, se caen de su dedo, cuando desaparecen.


Ellas, físicamente (salvo sorpresas de última hora), son las victoriosas en este reencuentro del pasado, se ponen el mundo por montera como unas antenas de aquella antigua televisión. Bastantes aún, en blanco y negro, como las divas en su crepúsculo divino.
Son el arma arrojadiza y la carne, vívida o descompuesta, mientras el inexorable reloj, secuestra algunas presencias, divide sus opciones maternales y condiciona el sexo sobre los pantalones del macho. Cuando, el futuro transita en otros hogares incomprensibles aún, pensando que permanecen intactos como ayer, estéticamente, y sin embargo, la odisea temporal posee muchos otros biseles esféricos que circunvalar o derribar. Columnas helicoidales como escaleras al cielo y dinteles que transgredir. Ellas pueden pasar de ser víctimas a heroínas, o viceversa. Nunca se sabe, hasta el final o el comienzo de una cuarta estación de Twin Peaks, habrá que preguntarles a los protagonistas principales. ¿Eh, David?

Tras los nueve primeros, continúa el humor, porque aquellas llamas (no ardientes sino de las andinas) abrieron la espita, escrutando la realidad de sus ojos y nuestra sonrisa. Y parecen dibujar una más amable hoy, más directa o familiar.
Porque esas logias son dos caminos, y el premio gordo. Dos ideas, dos figuras en el suelo... blanco y negro, rojo y blanco, porque el cisma de unos ojos es el espejo del alma, pero ¿qué alma?
Porque un café sin compañía, es un reactivador físico y no una charla mental, con el otro...
Porque la comedia, nació en un lanzamiento de béisbol, una apuesta, un paseo itinerante por calles de una ´tranquila` residencia, una batalla a pulso, un cambio de números asegurados, una parada sostenida en un ascensor con café humeante en mano, o un acto sexual con sonido a victoria...
Pues, todo, incluidas preguntas y respuestas, está aireado sobre una mirada y cabeza brillante, que no borradora.

De momento, nos centraremos en su doble personalidad, la doble vía, comedia y tragedia.
En Twin Peaks, visual y naturalmente, las circunstancias parecen inmutables como el RoadHouse y su danza infinita, sin llama que te tosa o estudiantes extralimitados pululando alrededor. Desde aquel Fuego Camina Conmigo (1992), las circunstancias personales o transformaciones físicas son un hecho, pero no, las identidades corpóreas o significados metafísicos. Al menos, hasta que la electricidad hace presencia en ambos lados o polos genéricos, que parte la realidad en dos, de igual forma geométrica que esotérica.


Los rincones congelados en el tiempo, como las carreteras perdidas que indican una salida a otro mundo, se irradian en muchos sentidos, a veces sin saber dónde queda esa realidad. Recojo una metáfora cinematográfica, leída en algún medio compañero, uno amarillo de señales o imágenes, contraproducentes para las Alicia´s reflejadas en un espejo circense, aunque no tan infantil. Buscando la droga que desequilibró sus percepciones y luchas, el café compartido con sus contactos seniles o gargantas profundas, con un grito que te congela la sangre.
La suya también, la de Laura plastificada y estratificada ahora, mientras su agente, no amante y amigo, bandido.... asesino o no, nos arrebata la última carcajada, un concierto y algún bollo. Las drogas duras y ´amistades` de antaño, han sido sustituidas por cafeína y mucha menos nicotina, dónde va a parar, Sres. de Horne, de Hurley o de Palmer.

Sin embargo, Mr. Lynch cambia constantemente, las sensaciones y los tiempos del juego, nos hace perdernos en un laberinto o volar dentro de un tornado a Las Vegas, electrifica su piel y la nuestra, la de sus célebres personajes, combinando datos binarios y alterando el sueño, trastoca las coordenadas que indicaron pruebas incriminatorias, para perdernos hasta la próxima resolución. Divide la identidad, en parcelas indivisibles de nosotros mismos, mal o bien, como las fotografías colgadas en la habitación del horror familiar, les hace cambiar de chaqueta como de hábitos, y dirige nuestras mentes que empiezan a discutir neuronalmente, para quedar perplejas con su ciclo continuo. Combina las cascadas de antaño con cortinas de entrada, derriba muros de entendimiento e investigación, los porches se los traga a bocados, las bisagras se nutren de silencio, el marco de la puerta se diluye hasta alcanzar la pérdida de su función física.
Pláticas o silencios, por autopistas nocturnas, espacios concentrados como una taza de café de lujo, búnqueres acristalados, calabozos de locura, portones de aviones oficiales, camas con sábanas retorcidas y humedecidas, estrategias de altas miras y poca dirección aparente. Mas siempre, está ahí presente él, sentado frente a Diane y Albert... como una maldición amistosa o un hechizo.


La juventud pueril, ha saltado a otras cabezas, que explosionan, fracturan o evaporan, dejando asomar el énfasis dogmático de Lynch o esa entidad serrada entre el bien y el mal. Volveremos a preguntar como en el pasado, si son seres amables o ángeles caídos, que se ríen de todos los mortales, cómo huele la resina inmutable; mientras en ese lugar más terrenal, el jefe de policía cabal e hilarante, ha sustituido al hermano convaleciente (Michael Ontkean de El Castañazo, por ejemplo) por un Frank Truman en modo sheriff descafeinado, que no excelso. Interpretado por Robert Forster (que ya estuvo en La Noche de los Gigantes de Robert Mulligan) y su otrora acosada cara, matrimonial.
Por tanto, su personaje además de racional y humano, es igualmente desconcertante que los diferentes inspectores o detectives, políticos, gregarios o militares, como el bipolar coronel del ejército con la piel de Ernie Hudson, Miguel Ferrer circunflejo y afable (esnifando ante Robocop por siempre), consentidor como la sensualidad profesional de Chrysta Bell, la dualidad económica de Don Murray (ya presente en Bus Stop junto a Marilyn) y ese extravagante colega llamado John Pirruccello o el hipismo olvidadizo de David Patrick Kelly, que salió de Los Warriors de Walter Hill.

Desde las sombras y risas del pasado, cruzando puertas de despachos desposeídos de humanidad, no de este humor institucional, que se mueve por oficinas y prisiones, casinos irreales, montajes mafiosos, habitaciones sexuales, moteles pegajosos o pintados con sangre, escenas del crimen, cotilleos... si bien, otras prácticas imaginarias suceden de ruidos de televisores, hoy vacíos de rayos catódicos o más plasmáticos que ayer. Conexiones igualmente eléctricas, centradas en hogares más habitables y dominios hampones, coches más silenciosos, que los camiones o las motos pretéritas, furgonetas que transportan balas entre bocados de comida basura, y otros inexplicables, fantasmagóricos como una esfera metálica y refractora, criminales y sus caricaturas, significativos enchufes en la pared porque la electricidad inunda todas las perspectivas... entradas o salidas. Telones de funciones que no acaban nunca, como la música y el símbolo del infinito. O la nada.
Todos esperando a la llegada del héroe...

Pero, la realidad (más sensorial que humana) dicta a David Lynch, establece conexiones temporales y espaciales consigo y nosotros, un más allá cubierto de cabezas voladoras, de bajezas morales y nuevos crímenes horrendos. Pues, en cada capítulo de la nueva Twin Peaks (dividida en dos), encontraremos una cascada imparable de ellos, pero, aderezado de un surrealista sentido del humor. Sucesivamente instalado, en uno u otro lado, si alguien es capaz de recordarme que, en determinado episodio (por ejemplo el último), no existiera un asesinato extremadamente violento... o un gag afortunado.
Uno de sus protagonistas, de los nuestros (admiradores de Lynch), el querido Agente Dale Cooper y su avatar cuántico en estado criminal, que esconde su músculo bajo desfiguraciones corporales y maquillaje, semejante a un cómico de la legua de antaño. Por descontando, no el único, muchos personajes son miembros disparatados de este juego magnético, entre melodrámaticos habitantes de Twin Peaks y reapariciones en 2017, entre la entrega incondicional al jefe, genious of course, y esa dicotomía surrealista. El humor se construye bajo la ambigüedad cinematográfica del tiempo y la aparente vida inmortal de una estrella, sin crepúsculo.


También, observamos a Russ Tamblyn (hizo aparición por primera vez en El Muchacho de los Cabellos Verdes de Joseph Losey, era Saúl en Sansón y Dalila y se echó bailes desde Siete Novias para Siete Hermanos a West Side Story), aquí en modo comedia y crítica, con su pala visionaria para desprenderse de efluvios malolientes, cantes propios y ajenos, semejante al Wolfman Jack de la palabra en American Graffiti; mientras, Nadine o Wendy Rose (musa iniciática de Wes Craven) se convence y entrega la cuchara al amor, cuando discurren los tiroteos, gore y los violines los ponen otros.
Cuando no estamos atrapados en loops y escenas hilarantes de cine cómico, los jefes se encuentran con el ´palo` de la realidad y el esoterismo de una dama que se despide, la sangre indígena corriendo por sus venas al servicio de la comunidad, es y será el halcón, Michael Horse. Encaramado a una colina o la oficina de la comisaría, frente a un asesino redimido como Dana Ashbrook, con los entrañables y sus alucinaciones, cálidos Harry Goaz y Kimmy Robertson, previendo alguna acción destacada. Y también cariñosos encuentros... El amor circula en cualquier dirección por Twin Peaks, de Richard Beymer a su hermano con problemas de visión práctica, David Patrick Kelly. Siempre fueron extraños con dos miradas, ahora puesta en Ashley Judd, o unos prismáticos...

En su atardecer y el nuestro, todo comenzó en aquel último de hace 25 años, cuando Bob mira a los ojos inteligentes del bueno de Cooper y se inyectan maquieválicamente en el otro, malvado páter, con una dosis de locura intratable e irascible. La familia Palmer está más errática o difuminada, tras sus trastornos bipolares, Ray Wise (incandescente bipolar) y Grace Zabriskie (nicotinizada polimórfica), enmarcados con risas o sonidos resonantes que salen del interior del averno. Donde sus habitantes cruzan una habitación roja de plaquetas esparramadas en zig-zag, junto al gigante "apagafuegos eternos" Carel Struycken y recuerdo imposible de borrar de Frank Silva, o el Hombre de Otro Sitio, Michael J. Anderson, alcanzando una residencia superior como espíritus o seres no humanos a la deriva entre dos mundos, real y televisivo.
Los asesinos parecen un conjunto de demonios, alborotados y multiplicados en dimensionalidad, entre espíritus que abandonan sus cuerpos hacia un vacío existencial o Logia Negra, y un universo inabarcable, que cada espectador es libre de sopesar, como Lynch de ofrecer perspectivas. Estés de acuerdo o no, con su expresión gráfica.

Ingresamos en una nueva odisea, donde la muerte no parece tener sentido. Las familias Hurtley y Horne, mueren, se disgregan, renacen, crecen, discuten incoherentemente, como las coristas rosadas de un grupo que se pliega a nuestra atención, Giselle DaMier, Amy Shiels y Andréa Leal ¡gracias por su locura, gracias por ellas, David!. También, es el caso basculante, de James Marshall, Eamon Farren, y una Sherilyn Fenn más desconcertante si cabe, la parte disyuntiva de un fatídico enlace con Clark Middleton, hilarantes en contraposición.
Otros han perdido el peso del polvo acumulado, ganado por nuevas apariciones de Twin Peaks desparramadas por el mapa norteamericano del costumbrismo, el compañero cafeinómano Josh Fadem, el chico del puño comiquero Jake Wardle, la artista japonesa sin rostro Nae, el hijo pródigo o hermano mayor Pierce Gagnon, la simpática forense Jane Adams, los hermanos del yin soñador y el yang pesadillesco, Caleb Andry Jones y Amanda Seigfried, una pareja psicopática y algo arrinconada, conformada por Jennifer Jason Leigh y Tim Roth. O los enormes placeres y sensuales nuevos amores de Cooper, interpretados por unas satisfechas, juguetona Naomi Watts y cautivadora Laura Dern. Pragmáticas y enigmáticas, como para no derretirse, oyendo canciones románticas... susurrando mensajes a su micrófono, natural.

Más inocente que la epifanía filosófica que se esconde en el subsuelo o el subconsciente, es la relación en el viejo bar o cafetería de Peggy Lipton, con sus abogados y asuntos comerciales, entidades de seguros con Don Murray a la cabeza, y la maravillosa Mädchen Amick que sigue perfecta. Los habitantes itinerantes del RoadHouse, más inconexos que los artistas invitados a la fiesta de Twin Peaks, algunos recordados en acordes de ayer. Aquí me reservo el último espacio para la despedida de Harry Dean Stanton, el hombre tranquilo y servicial de La Trucha Gorda, saludos desde el más acá y todos mis respetos para un actorazo.
Y los servidores entrañables, socarrones o brutales, de trampolín entre los dos mundos como Matthew Lillard, Al Strobel, David Dastmalchian, Tom Sizemore, el zombificado borracho Jay Aaseng, entre el humor y el horror; cuyo máximo ejemplo son los hermanos indefinidos y simpáticos, oscilantes en socarronería y placidez, Jim Belushi exponencial y Robert Knepper absorbente. Hasta que el segundo Cooper transgrede aquel espejo de realidad fracturada y busca infiltrarse por la red eléctrica, entre los elementos de bandas criminales, o el anillo de los coj...

Con un torbellino existencialista y ese anillo de los c... enigmático, recordemos: "Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas"; elemento persuasor e disociativo, se abren las puertas de la indefinición monstruosa. Dador o arrebatador de almas, tras su extraño mensaje grabado. ¿Será de origen extraterrestre?, porque, extrasensorial lo es y mucho. Otra respuesta, sin tiempo para contestar... quizá en el futuro. En el aire...


La Doble Vía de David Lynch.

Las cabezas se abren o fluyen, echando sesos o humo por la incomprensión colectiva, por la ocultación y variabilidad, como aquel protagonista de la película Hidden, persiguiendo al bicho de otro mundo. Aunque el destino maniqueísta, deja asomar la verdadera dimensión de las dos entidades del alma, bondad o maldad, como un puzzle o un rompecabezas de apariencias humanas. Un juego de roles intercambiados, conectados en su realidad dimensional.
Así, el espejo del pasado entra en el futuro, con dolor por las desapariciones, nostalgia por los años perdidos o casi reparados, la frustración por los caminos no recorridos (como quisieran algunos), gracias a la lógica de la carcajada o la ironía ilógica del humor, del arte gráfico y digital, la caricatura de los personajes y con la imaginación desbordante de un hombre confeccionado con el don surrealista de la edición y la narrativa.

Por tanto, al otro lado del cristal, quebrado como los suelos, se abre el portón de la irracionalidad, deformando los rostros y gestos que se habitúan al cambio forzoso, a la disgregación de la materia, a estos silencios sobresaltados por la furia de aquellos gritos de antaño, a las carreras endiabladas, al final de un paseo o utopía temporal, y ese humor, inocente y no tanto, que cuestiona el oficio y el fuego que quema el alma de los verdaderos inocentes... Puede que lo contrario, o no.
Y, la sobredimensión estratificada de aquellos recuerdos, de aquella irónica situación familiar, hoy modélica, modificada con futuros cuerpos reventados que reproducirán inquietud, tensión sexual o violencia extrema. Como si fueran devorados por el mismísimo demonio... o Bob coopernicano, por las dos caras de la moneda humana, al cruzar el telón de la realidad o un nuevo sueño que trae aromas añejos, dentro de otra pesadilla existencial.
Con el reencuentro de los personajes, incluso referentes de otros largometrajes o estancias contrapuestas, podemos sentirnos como entes mutados o duales, semejantes al Samsa de La Metamorfosis de Kafka, transitando por la locura, la fijación o la depravación, el morbo, el éxtasis... más nuevo surrealismo, el amor.


El hombre que corretea torpemente como un niño, sin resolución ni ideales, sin pensamiento lógico, comienza encontrándose con un doble asintomático de sí mismo, bastante mayor. Adulto de apariencia, que no de cuerpo o mente. A veces, parecieran transcurridos más de 25 años, por ende, cincuenta y tantos en otro universo paralelo... Burlándose con una risa salida del mismo infierno, de su incapacidad actual en el otro lado, de las entrañas del padre asesino o cariñoso. Pues, bastante antes que el horror, se tope con una taza de café... y la risa.
Bien, pareciera físicamente una representación alocada del mismísimo Charlie Chaplin y su animosa ética, con pasos más tortuosos o menos destartalados que los de un impertérrito Harold Lloyd, agarrado a sus propias manecillas del tiempo. Ser, sin orientación, o no ser con carencias cafeteras, pero con unas monedas de la suerte en el bolsillo de un genio del cine.
Una discordancia mágica, casi espiritual, que circula entre ángeles o demonios, tal que una corriente. Más la percepción de un público que recuerda, y ríe a los genios recordados del cine mudo. Para acabar estructurando una familia que parecía lejana, resquebrajada por crisis continuas y dudosas creencias, por cansancio secular. Con el nombre reinventado, hecho a sí mismo tras años de profesión y la ´actual` rotundidad física de, Kyle Merritt MacLachlan...

La Conexión Cooper.

Su personaje va a establecer coordenadas futuras, que no seremos capaces de comprender y disfrutar en toda extensión, hasta mucho tiempo después. Ni mirando por un retrovisor con vistas a la mente de Mr. Lynch, su cabeza no borrada y su historia cinematográfica por territorios insospechados. Desde Dune y sus madrigueras arenosas de otro mundo a uno, presidido por conejos.

La cámara se acerca con un plano medio, a la figura femenina que camina de forma mecánica, sobresaltada, flotante... una alma sentada sobre el sofá de otro mundo. Pudiera ser Audrey o aquella Annie Horne (hermanas separadas), Donny o Madelaine (la prima), estudiantes, bailarinas, prostitutas, camareras, cantantes, forzadas en manos de la maldad... la propia Laura. Toma de una casa, nos alejamos y grita, de nuevo.
De amplia sonrisa o mueca congelada y cabellera rubia, hasta los tuétanos surrealistas de la experiencia y la normalidad académica, ha vuelto. Repetida, no copiada, reiterada, paranoia, horror, viaje, muerte. ¿Qué le guardará a sus resucitados ojos azules?, ¿saltarán chispas o conexiones eléctricas, con el fuego que camino con nosotros? Ojos divididos a su vez, uno con la fijación en el Agente Dale Cooper, en el buen padre; otro adentrándose en la abertura de una puerta que nos lleva a ese infierno peculiar y colorido del surrealismo.
El que separa, el mal de nuestros días y los hechos extrasensoriales en el ayer de la historia de la tele, que expresan la pérdida material, el sentido de la ubicación y el entendimiento, acercándose a un dolor infringido por los Pinehead´s de turno. ¿Cooper es uno, o no, de ellos? Es un salvador, acaso. Un soñador.


Del turno lynchiano, la música arremete y se esparce con sus pasos, con sus bocas lanza-frases distorsionadas, igual que la encadenación reversible de una canción de Queen, Led Zeppelin, Pink Floyd o The Beatles, con sus mensajes ocultos y satánicos. Sensaciones de artista visual, fragmentadas o entrecortadas por el aire irrespirable o el arte conceptual de un genio. Hasta hacerse inteligibles, por el audio que crece en el RoadHouse, desasosegante entre, copas y sombras, risas y alaridos de animal herido, peleas, encuentros y salidas, como si estuvieran programadas junto a los artistas que allí actúan. Como si la agonía o el dolor, se reprodujera a velocidad ralentizada en sus temas o te aupara como una droga alucinógena. Es la mejor compañía imaginable.


Y aquel comienzo alucinante, se impregnaba en nuestra piel como las gotas de lluvia, gotas de café como notas musicales, retando todas las percepciones y las reglas establecidas, de forma semejante a lo ocurrido décadas antes con otro genio llamado Orson Welles. Rasgaba las ondas, las conciencias del policíaco, a través de una cortina de agua que caía sobre los pinos y entes de otro mundo. Ensombreciendo el panorama y el bello cadáver reembolsado de una joven de piel blanquecina, hija, estudiante, hermana, amante... simulando inocencia y sus uñas, más dolor. Pero, por encima de todo, estableciendo las bases enigmáticas de un gran misterio.
Artista completo para con todos ellos y nosotros, un ejemplo cinematográfico y, por tanto visual, sin parangón en el espacio y... el tiempo. Pese a quién pese, frustre a quién frustre.
Lo mismo pensaría él, de ella. Con aquella mirada diáfana, errante, que enamoraba a primera vista y que, poco después, descubriríamos bajo un lacerante pasado cubierto de plástico. El poco amor de una familia desesperada o exasperante, calenturienta, ya conocida anacrónicamente como los Palmer y su bipolar sensualidad enloquecida, Sheryl Lee. Que en su dicotomía personal, como los antagónicos paternos, retaba a los mejores agentes del FBI (y otros más mundanos de calle) a examinar pruebas, entrevistar imposibles con opiniones truculentas y establecer conexiones, que pocos imaginábamos.

Los acordes de Angelo Badalamendi para la serie Twin Peaks, ya prometían grandes sensaciones e indicaban que nos adentraríamos en otro estado, casi esotérico o catártico. Sobre todo, nos adelantamos a su tiempo, finales de los ochenta y principios de los noventa, reconociendo la mano surrealista y el efecto planetario de un actor hiperrealista y productor de música electrónica. Diseñador o pintor, compositor y director de conciencia dadaísta. Hoy también, con todas su letras... lynchiana.
El resto sería historia de la televisión mundial y un hito fuera de todo alcance o previsión imaginada, con una trama enrevesada como no podría ser de otra forma, en la mirada metafísica de David Lynch y Mark Frost, sus creadores. Ambos, semejantes a los doctores de Frankenstein, con su capacidad para revivir, mediante la electricidad, a monstruos ambivalentes y novias traumáticas o ´traumadas` por el exceso y la locura.

Después llegaría él, el agente especial Dale Cooper o Coop y su grabadora, hoy conectado en tres formas, padre, niño y agente espiritual. Entregado a la penitencia de los bollos y cafés apaciguadores, abriendo las puertas del pasado mediante los índices que se convertirían en una frontera del conocimiento futuro, señalando más puertas extraterrestres.
Entre su perspectiva existencialista, apartada de la realidad el pueblo imaginario y el surrealismo del conocimiento, Lynch da lugar a una amalgama de experiencias sensitivas y diálogos celebrados por los numerosos fans, que siguen aumentado, multiplicados, como árboles de un bosque anciano.
Este Twin Peaks ha difuminado, más si cabía ya, esa barrera temporal entre ayer y hoy, con episodios sensitivos y canciones de grandes artistas... (alguno esperaba una interpretación o versión de un determinado tema de David Bowie...), no desmontando el engranaje de la obra narrativa o derribando el mito de Sunset Boulevard o Crepúsculo de Dioses, particulares. Más bien, interpretando la necesidad de atención por parte del público, el que se enamoró de la estrella que, ahora, aparece como una instantánea del pasado o grito alojado en el cerebro. La Fe, allá cada quién con su perspectiva o credo... simplemente, humo blanco, sin dolor ni miedo, ascendiendo libre al infinito.

Después de un cuarto de siglo, conocemos a su estrella. El rostro y el andar acompasado o insinuante de Diane, sin grabadora. Entre esposas, para decir a continuación, con expectación desinteresada en el gesto y un amor descontrolado en el tiempo, al otrora agente especial Cooper:
- Estamos aquí de nuevo, Coop -.
- Sí, Diane, pero algunas estáis mejor que la suma de todos nosotros... ¡Ah, el paso del tiempo!- Para sorpresa del público, aquella promesa clarificadora e intrigante en cuartos temporales, se hace realidad y... respuesta inmediata:
- Tú tampoco estás tan mal Coop. La promesa se hizo verdad en nuestros labios, besémonos tras 25 años de vaivenes entre dos hemisferios, masculino y femenino -. Borraremos las grabaciones pretéritas con el contacto de nuestros labios, y construyamos otra nueva necesidad más física, simpática, dramática, terrible, sensual... misteriosa. Un futuro... ¿o no?
Habrá que preguntar a la lechuza en su cueva...


El Futuro (del 18 al infinito).

El tiempo y los cambios, son rasgos de ese futuro que promete, o amenaza a los que se hacen adultos. Marcan los pasos de todos aquellos soñadores, cruzando entradas mecánicas en elevadores o chocando en puertas giratorias o acristaladas, y así mismo, las víctimas de un enrevesado visionario, músico cinéfilo, amante de la fantasía y de Billy Wilder, contemplando la realidad alternativa. Los casos de la Rosa Azul, entre los que se polariza Laura Palmer y desdoblamientos sucesivos, de la ciencia ficción creciendo en dimensión temporal y reflejando todos los aspectos escondidos tras el espejo. Hechos que subyacen en una mente diseñada para crear, sin complejos, alterando todos los órdenes establecidos, ayer y hoy, del lenguaje cinematográfico.

En una sinfonía placentera y dicotomía argumental del placer, 25 años siguen sin ser nada. Apenas una casa en el horizonte o un grito aterrador que establece un bucle. Pero, una enorme genialidad humorística, para un caso sin cerrar que se extiende en otras direcciones de la mente surrealista y cómica, semejante a un reencuentro dimensional o sorpresa entre amigos. Un abrazo que se produce como si fuera ayer, y no hubiera cambiado nuestro aspecto o pensamiento, atravesando diferentes lugares, o espacios pegados al asfalto con rostros oscuros, eléctricos, iluminados por ojos vacíos o brillantes tras un sueño inconsistente o una sesión de sexo homérico. Especialmente, si los ojos que se introducen en tu cerebro, son los de Lynch y su odisea, recorre carreteras perdidas como mares nostrum, o se sumerge en camas húmedas y desafíos corporales, tal que un grandioso duelo de pulso, entre vaqueros impertérritos o un héroe y el villano, a puñetazos. Prácticamente infantiles.

Con la sensibilidad de un conductor, montado en una máquina corta-césped, porque el director de aquellas películas (como la realidad de Alicia en blanco y negro) se separa de cabezas borradoras, hombres como elefantes... para volverse a estirar o deformarse, hoy... Repetido, no iba a ser menos... moviéndose como un rayo entre dos universos convergentes, distorsionados o desternillantes, entre la psicología del ser humano y un velo de terciopelo azul, que se transforma en una pesadilla surrealista. Simplemente abriendo puertas a la imagen y la música corriendo por los rincones del Bang Bang Bar, increíble respuesta desde Badalamanti con Julee Cruise, a genialidades sonoras de Chromatics, The Cactus Blossoms, The Dave Brubeck Quartet, The Veils y Au Revoir Simone, The Paris Sisters o las solistas, Lissie, Sharon Van Etten y Rebekah del Rio. De Trouble con su hijo Riley Lynch, a James Hurley junto al padre productor David, de los inconmensurables Nine Inch Nails al no menos, Eddie Vedder con un tema titulado Out of Sand.
Pues eso, imprescindible banda sonora.


Una puerta a la comedia. Sus personajes se ha reproducido en otros andares, sorprendentes, han convergido en la esencia de Twin Peaks, con otras formaciones peculiares de humor y trastornos de la personalidad o interpretativos. Examinando a los distintos rostros evolucionados, con el protagonismo arrollador de aquel agente del traje negro y mirada laxa o lánguida, pero dura, que pertenece un poco a todos los espectadores. Porque crecimos con él, nos perdimos en su mundo.
El bien y el mal, encarnados en un divertido recién nacido, en muchas ocasiones. Casi, como una caricatura persiguiendo criminales, o fantasmas en reiteración. Volvimos, una y otra vez, a atravesar espacios tridimiensionales, como los extraterrestres de aquella divertida Hidden, el simpático E.T. conectado a Dougie en sus dedos calientes por la taza de café o sobre las teclas de un piano en The Doors, y paralelismos con su socio Mulder de X-Files y compañero de éxito arrollador, aquí agente combinado de la DEA, David Duchovny. Quién adelantaría su éxito, tras leves apariciones en Armas de Mujer de Mike Nichols o Malas Influencias del recordado Custis Hanson.

Colegas caminantes de Kiefer Sutherland y Chriss Isaack, ¡vaya dos, polarizados!
Nos identificamos con su característico sentido del humor, casi indefinible ayer, y un estudio filosófico del arte, a cargo de un talentoso, cómico hoy. Hermano de sangre de éstos, con Phillip Jeffries y su sentido soñador de la vida, el Camaleón inolvidable.
Pues bien, esta investigación irreal que comenzó hace 9, en la actualidad más real, ha dado paso a otra exclusiva y culminante aparición tripolar. Comenzamos en plena naturaleza salvaje con sus zapatos oficiales, y sus movimientos torpes se extendieron hasta el infinito... como en un juego del gato y el ratón. Una deuda con los personajes y la imaginación, que una promesa es una promesa y... aquí estamos, repitiendo contigo, David, pegados al televisor atónitos.


Al Fuego que nos consume.... Recordándonos que juntos se hacen grandes cosas. Uniendo las dotes artísticas, la agudeza visual y el eclecticismo auditivo, de capacidad estética desbordante, iconoclasta y desafiante intemporal (igualmente incomprendido), y tu carismático expresionismo abstracto, (bajo un tupé) que conforma una figura mítica, o sombra rotunda como la del gran Alfred Hitchcock en presentaciones episódicas. Gracias por la vuelta, con usted hemos estrechado las manos, pasadas y futuras, Mr. David Lynch.
A nuestra memoria, cuando analizamos los hechos atípicos en el largometraje precursor y la serie, que se desarrollaría en esa lacónica y distópica localidad situada, de manera onírica o laxante, al noroeste del estado de Washington, comprobamos un ambiente impregnado por el olor a locura, resina hilarante, muerte y café. Un Twin Peaks, juvenil, pero invadido de anillos vigilantes y mal rollo silenciado, realmente rodado en las poblaciones de Snoqualmie y North Bend, salvo algunas desplazadas visiones al sur de California. Anduvimos tras sus pasos, los cuadros de composición con pintura hiperreal en la pared, antes de las deducciones holmesianas con trazos abstractos, no académicos y brillantes, pesadillas en gasolineras y ángeles grises, sobre estercoleros de la mente.

Al genio. Es y será un placer, reencontrarse a menudo con ellos, con la música, hasta el fin de los días. Sentir el esfuerzo y la ilusión a pesar de años de sufrimiento, intentado iluminar. Inundar con la luz de estrellas incandescentes, entregado más que nunca a entretener o golpear nuestros sentidos, para quedar enmarcados en el crepúsculo. Para zarandearnos con imágenes, ojos como lechuzas otra vez, vapulearnos sin lógica anillada, o con su humor cafetero y gestos de sus personajes icónicos.
Caminando tras el fuego, recordando al actor y gran hermano Warren Frost, doctor en la serie, Catherine E. Coulson, la mujer que hablaba a la naturaleza y al oído de un Halcón con mirada de lobo del desierto, al alcalde dicharachero y sarcástico puching-ball, al irreal miedo y presencia gutural de Frank Silva, la imagen inalterable y profesionalidad de un gentleman llamado Miguel Ferrer, al inolvidable también Harry Dean Stanton, grabado en nuestra memoria... como la del doble agente de la música y genio, Mr. David Bowie. Descansen en paz.

Al Futuro.... Quizás, el director de Montana, sea capaz de contarnos en un cruce de caminos fílmicos, que pasó con algunos de sus personajes cinematográficos en una sola película, como los amores perros de un corazón salvaje, en una verdadera historia de pasiones encontradas o el interior de un imperio de sueños. Bien pudiera ser su carretera hacia Sunset Boulevard, una vez conseguido el regreso triunfante a la gran pantalla, semejante a la grandiosa actuación de Gloria Swanson, diosa del mudo y el mundo pretérito.
Y entronizada por Gordon Cole, como hombre al teléfono que soluciona todos los males guionizados del director Cecil B. DeMille (no él, curiosamente), hacia el mañana con sus estrellas... invitándonos a un penúltimo café.
Así, a Lynch que da forma a sus propias esencias cinematográficas o musicales, y superhéroes del futuro, infancia enguantada de tebeo y preparados para hacer frente a la terrible realidad, del sueño americano frustrado. O, nuestro propio paso del tiempo...

Quizás, sea una respuesta o un deseo, no lo sabemos a ciencia cierta. Pero, la desmedida imaginación del pensador nacido en Missoula, trabaja en cualquier probabilidad, por lejana que ésta parezca. Es un sincero homenaje a todos los recuerdos con sus compañeros, y sin embargo, amigos, a los sucesores en sus familias, al futuro de todos los espectadores.
Porque, Laura Palmer, Diane, Gordon Cole y Dale Cooper, son la misma persona... No físicamente, sino cerebralmente. Son David Lynch, parte de él. De todos sus admiradores.



Sunset Boulevard, de Billy Wilder. (Opera Salomé)


Twin Peaks: The Missing Pieces.

Cinemomio: Thank you

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