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domingo, 28 de mayo de 2017

Ghost In The Shell.


Her... su memoria.

Durante aquel año 1988, un año después del conglomerado animado y homónimo, el director y dibujante de Manga japonés Katsuhiro Otomo, amplía con Akira la capacidad mental de una sociedad y sus peligros (hoy emparentado con la Eleven de Stranger Things), con la representación gráfica de aquella ciudad moderna devastada por un episodio nuclear y vuelta a reconstruir tecnológicamente. Un lugar magnético y sombrío, con el atractivo y evolucionado seudónimo de Neo-Tokyo. A partir de aquí, las ciudades contemporáneas han sufrido en el arte, las voluntades imaginativas de los creadores en diferentes medios, representando su visión, más o menos, apocalíptica o avanzada digitalmente.
En un ambiente sobrecargado y vertical, su relación endogámica y anaeróbica, con los futuros seres humanos que las habitan, y padecen, debido a la exposición de basuras o gases invernadero. También, el avance gira hacia la aparición de los nuevos representantes robóticos, engendrados y conectados a redes globalizadas, que terminarían demostrando su propia identidad o grandes dudas metafísicas que abordan a los humanos, mas programados con esa creciente inteligencia artificial desarrollada por nuestros convalecientes y dubitativos cerebros.

Sin embargo, bastante tiempo antes de la llegada del anime o manga, y las clásicas distopías post-industriales, la literatura ya se había adentrado en el tema de las megalópolis y sus ultra-corporaciones con intereses militares y económicos. Son las obras de Isaac Asimov o Dune de Frank Herbert, que repercuten en el ámbito visual del cine, cuando Fritz Lang recrea en Metropolis de 1927 ese ambiente radicalizado y la evolución fisionómica del primer cyborg conocido como Corazón de Máquina (sin saberlo materialmente hablando) y la apariencia antropomórfica del robot llamado Maria, que sería un fracaso de taquilla. Después, Marvel nos traería a su (y nuestro) millonario y adictivo Iron-Man, que abriría las puertas a una nueva corriente de la moda punk sumada a los dígitos binarios, la estética cyberpunk se coló en nuestras vidas para siempre, formando parte de aquellos maravillosos 80, con las películas Star Wars y el aspirante agónico Darth Vader, o de manera más exhaustiva y descriptiva en la magistral Blade Runner y su ciudad de Los Ángeles, más explícito violentamente en la sorprendente Terminator de 1984 y en el Detroit criminal de un arma corporativo denominado Robocop en 1987, después elevado a Marte con el chófer parlanchín de Total Recall. Hasta la llegada del manga Ghost in the Shell de Masmune Shirow en 1989, que sería llevado al cine por Mamoru Oshii en dos ocasiones y fuente onírica de próximas generaciones cibernéticas, incluida The Matrix.


En la actualidad, Tokio 2029, la ciudad está acuciada por la urgencia de mayor seguridad para todos los habitantes. Es una nueva versión de Ghost in the Shell dirigida por un casi recién llegado, pero estimulante Rupert Sanders (su anterior y único largometraje Blancanieves y la Leyenda del Cazador), con una estrella de la magnitud de Scarlett Johansson como Major Motoko Kusanagi, comandante táctica y artificial de la Sección 9 del Departamento de Seguridad con "ghost" o inteligencia trasplantada y conectada universalmente, en cuerpo biónico. Su aparición es absorbente y estimulante, como un juego de realidad virtual.
Hoy, la libertad de información y de los ciudadanos, se ve amenazada a diario. Por grandes corporaciones y su avidez de poder, la ciberdelincuencia y los hackers de la información, que quieren controlar nuestros datos y actos. Ya en el pasado, un grupo de desconocidos criminales informáticos, propagaron una serie de contaminadas cadenas de software, que limitaron la conexión de importantes empresas en distintas ciudades y pidieron rescates ejemplares por su liberación, así, las computadoras se convirtieron en cárceles desprogramadas. Junto a la Major y un guion barajado por Jamie Moss, el experto en estafas William Wheeler y Ehren Kruger (Arlington Road, Caos en la Red, Transformers: El Lado Oscuro de la Luna, y curiosamente el nuevo Dumbo con alma humana de Tim Burton Productions y Disney); destacan Batou el protagonista de la segunda parte G.I.T.S: Innocence, interpretado por el actor danés Pilou Asbaek (sus próximos trabajos en Game of Thrones como Euron Greyjoy, el incombustible ´Beat` Takeshi Kitano, una humanista Juliette Binoche y un Michael Pitt (Dreamers, I Origins), cada vez más a gusto en papeles de villano, como en Funny Games o la serie Hannibal. Acá, con matices...

Una ciudad donde se empieza a magnificar la tecnología como forma de vida y sus nuevas propiedades autótrofas, para un control globalizado de la información. Compra-venta en la red, robo y falsificación de noticias e intereses militares, donde se secuestran las conexiones de los usuarios, sin que nadie pueda hacer nada para salvaguardar la intimidad, incluso los servicios sexuales o los deseos, en un mundo paritario entre seres humanos y máquinas, aparentemente, con derechos aunque no tan delimitados como deseamos.
Los terroristas cibernéticos son capaces de la infiltración en cualquier resquicio del sistema, y cuya protección se ha convertido en un verdadero negocio, que muchos intentan dominar para llegar a millones de clientes u hogares controlados. Debido al riesgo de una guerra y la economía mundial en manos de terroristas digitales, ella vio la luz, en un momento de oscuridad política y social, corporal, en su ajustado traje semitraslúcido. Miss Scarlett es el alma de la producción, un poco cambiante respecto a la original y sus silencios orientales, llevados a la contemplación de un alma aleado con metal, aquí más dirigida a la acción de un superhéroe con acceso a los tejados. Pero, manteniendo un equilibrio argumental y estético.

La sección 9 de investigaciones aplicadas para el Departamento de Seguridad, al margen de la policía, formalizó la creación de un grupo de acción directa contra los ciber-delincuentes, sin darse cuenta que el paso tecnológico dado, supondría una nueva forma de pensamiento. De connotaciones filosóficas, al paso de su cerebro sensual y olvidadizo, que proviene de aquellas demandadas en algunas obras clásicas de la ciencia ficción, como las de Philip K. Dick y sus personajes atrapados en la tecnología y la metafísica, el hombre, mortal, creador de otras formas de vida a imagen y semejanza. El concepto de hombre-dios y el Prometeo Moderno, se podría hacer realidad... en un rango de tiempo diminuto, de nuestra historia próxima.
Quizás, las inquietudes biológicas y filosóficas del doctor, tomado por loco peligroso, sean un hecho y caminen por nuestras ciudades del presente (futuro), sin que el resto se dé cuenta aún. Tal vez, la Creación no sea un frío Monstruo, despojado de toda la humanidad implantada en su memoria, mutado a ser marginado al que hay que destruir, por miedo a su respuesta mal enfocada... sino un eslabón bello entre ambos mundos, bella y bestia, para propagar la idea de un nuevo amanecer más justo. Una imagen de nosotros, duradera, resistente, poderosa, combativa, hábil e inteligente. Reciclable, que no desechable.

Ella es el Alma de una Máquina, que fue aprehendida del pretérito, de los primeros balbuceos binarios en inteligencia artificial (como aquella memoria de HAL-9000), como complicadas estructuras cibernéticas que llegarían después, robots avanzados de Assimov, replicantes o terminators, corazones de energía incalculable para defender las empresas de Stark. Algunos quedaron algo cortos, para la siguiente evolución, que fusionaría el continente mecánico con un interior o espíritu neurológico, como aquel defensor ciudadano de métodos drásticos y constitucionales, un Robocop con cuerpo flexible y conexión programada para encantar. Una diosa Lucy en el cielo sin piedras preciosas, funambulista con pies y brazos, de plomo. Ojo avizor, implantado.
Pero, profundas discrepancias se han revelado, condicionadas por experimentos fracasados y materias orgánicas en reflexión comparativa, aunque Ghost in the Shell quedaba algo desvirtuada por la animación y un guion silencioso en su lado surrealista. Desarrollada en varios niveles de conciencia para la técnica de 1995, que tenía inquietud por las conclusiones filosóficas y las preguntas sin respuesta de los seres humanos. Como siempre, en la historia de la humanidad, la incógnita no se despejará hasta que la inteligencia artificial tome conciencia y luche por la supervivencia, como cualquier otro ser vivo de este planeta.

En cambio, la mujer ´tetsuo` encarnada en carne de Scarlett, posee ese espíritu incondicional e inquieto de la rebelión, con un estilo no tan, supuestamente, anacrónico, si pensamos en personajes como el famoso experimento de Frankenstein. Con preguntas imprescindibles, como ¿La ciudad moderna es un sucio escaparate? o ¿Cuál es el futuro entre conexiones neuronales y las emocionales?, ¿estamos preparados para compartir el escenario con otras entidades complejas?, ¿existe el pasado de la nueva memoria?... realmente ¿estamos seguros en el ciberespacio?
¿Algún día, podré tener hijos? ¿Por qué me siento tan sola? Probablemente, esas respuestas, ya las conocemos. Aunque no queramos hacer frente a una realidad que avanza a grandes saltos sobre los tejados, tal que una protectora inmaculada se proclame la primera conciencia biológica, que comparte su identidad con un compuesto de circuitos electrónicos y un software global de última generación. Como un hecho impensable, hace poco, sobre una evolución que ha saltado varias etapas y todas las reglas universales que rigen la naturaleza, ante el riesgo del posible hackeo o ataque dirigido a lo más profundo de la condición humana. Contra la debilidad de una existencia tortuosa, que algunas sociedades avanzadas o culturas ancestrales elevaban y denominaban alma, como vestigio de nuestras dudas trascendentales o la idea del hijo prometeico, del Deus ex-Machina. Es decir, la transmutación binaria del "ghost" por el miedo ancestral a la desaparición o la muerte.

En el fondo de nuestro corazón, conocemos el veredicto, a través de lo científico y lo trascendental, tras una batalla desequilibrada que siempre, ha ido ganando la metodología científica y los cálculos complejos o binarios. No existe, esa barrera entre materia y esencia, borrada definitivamente o, más bien, evolucionada a una versión más avanzada, que significa un compendio de lo que somos y lo que soñamos ser... ella y él, son las nuevas armas y conciencias. La imagen del cyberpunk pasada por el filtro de geishas, occidentalizado. También, del diseño artístico y los f/x, más bionícos y semejantes a un violento y real WestWorld.
Por tanto, parece que los problemas provendrán de este encuentro con la inteligencia artificial, o no, respecto a aquellos principios esenciales de la robótica y otros avances como la implantación neurológica sobre materia extraña y los condicionamientos biométricos, manifiestos exponencialmente, ya lo decía Rick Deckard: "Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos... ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda?. Todo lo que yo podía hacer era... sentarme allí y verle morir". (Sería la misma historia, de nuestros días infaustos).
El día de la identidad radical y la corrupción política, el distópico ciberpunk que nos estrangula, la identidad racial, el cine negro más tecnológico, con sus sistemas de protección y el alma de sus chicas, la protección firewall y el ejército, la Red, ropa de camuflaje por mimetismo, piratas cyber-garrapatas... nuestras memorias secuestradas o zombificadas, el sexo mecánico... El Futuro. Sí, yo caí.

En este futuro, lo más extraño sería una representación no estética de ciertas ideas tecnológicas, por ejemplo al estilo Jean Giraud o Moebius, con sus trabajos para David Lynch, la metafísica investigadora de Jodorowsky, o sus diseños monstruosos (o sexuales) para Alien de Ridley Scott, Tron, Master of Universe, Willow, Abbys o El Quinto Elemento, incluso para un androide de 5 brazos usado por George Lucas en Star Wars. Aquí por parte del equipo artístico en manos de Peter Jackson, en el pasado.
Dentro del atractivo panorama (que nos espera o no), lo mejor es la proposición de una heroína, no de carne y hueso, aunque lo parece por nuestros sentidos, en alma y cuerpo capacitado para empresas comprometidas para los nuevos tiempos, sin demostrar un mínimo rastro de dolor o duda estética. Una mente abierta y desarrollada, al ritmo de la música de Lorne Balfe y Clint Mansell.
El segundo aspecto, es esa concepción tecnológica entre dos mundos diferenciados, que empiezan a colisionar en el nuestro. El mundo de la economía mundial y el fantasmal universo binario, donde los números cambian de manos a través de una combinación encriptada y anónima. Terrorífico, sobre todo, para los pobres sin conexión...

Y la eterna lucha, entre los defensores del orden establecido (y corporaciones como Hanka) frente a erúditos que intentan trasplantar cuentas para sus intereses y actos de terror. Una filosofía no congénita y viral, que algunos reclaman como una modificación de la reglas, ante el miedo de los ciudadanos y su falta de libertad.
El derecho a la intimidad, sea esta natural o mezclada con aleaciones, o conectada a memorias grandilocuentes y sorprendentes, la llamada Big Data (referencia quizá al Big Brother), que escapa a la comprensión de la calle y las capacidades humanas, sino usarámos una trasferencia real que aumentará los conocimientos como en Ghost in the Shell.

En el lado oscuro o malo, unos efectos especiales no tan alucinantes (pasables como envoltorio, diría) con perspectivas basadas en los códigos binarios más que en la imaginación de las neuronas, que desprende cierta precariedad conceptual y defectos en la consecución de escenas aceleradas o saltos holográficos. Igualmente, en algunas observaciones poéticas y razonamientos metafísicos, que mutan por una profusión de elementos dinámicos o multidifusión de tiros indiscriminados.
Aún así, su comercialidad se deja ver separada de los recursos del anime japonés, doblegado metafísicamente por las miradas de un público menos exigente y centrado en el cubo de palomitas, los centilitros que quedan para ver el fondo del refresco y las escenas elaboradas con excesivo volumen y con tendencia a ser hackeadas... u olvidadas en el fondo de la universal videoteca.
Game Over!

Kenji Kawai - Cinema Symphony. Ghost In The Shell Soundtrack:

Avengers: Infinity War:


TRAILER OFICIAL: GAME OF THRONES - SEASON 7.



Tráiler Telle Mère, Telle Fille, de Noémie Saglio.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Silencio.

El Orgullo de la Fe, según Martin Scorsese.

Silence es una película estadounidense con corte de drama histórico, dirigida por Martin Scorsese y escrita por Jay Cocks, basada en la novela homónima de Shusaku Endo. En esta coproducción actual entre Italia, México, Japón y EEUU, se trata el viaje de dos jóvenes de nacionalidad portuguesa, de la congregación de los jesuitas que deberán acudir al rescate (físico o espiritual) de un misionero desaparecido durante su misión por tierras niponas.
Su historia se desarrolló durante el siglo XVII, enfrentándose a una persecución violenta contra los campesinos que descubrieron la fe católica y la existencia de una inquisición feudal con una metodología parecida a otras conocidas en el mundo occidental. El Japón de 1640, se había convertido en una frontera infranqueable, dónde se cometían atrocidades contra los incautos que abrazaban otras confesiones para preservar la propia identidad nacional, tanto cultural como las creencias metafísicas de la religión budista y las diferencias con el pensamiento católico. Por tanto, no había cabida para difundir las enseñanzas del cristianismo ni la palabra del verdadero protagonista del relato histórico, el padre italiano Giuseppe Chiara, aquí interpretado por un neutro y silencioso, pero siempre efectivo Liam Neeson. Este actor irlandés tiene proyectos con interesantes y directores, además parece tener firmado para meterse en la dura piel de un héroe cinematográfico, como el detective Philip Marlowe, creado por Raymond Chandler.

La violencia queda sometida a largos periodos de resignación de los protagonistas, interpretados por dos antagonistas cinematográficos, el super-héroe Andrew Garfield y el oscuro Adam Driver, en dos papeles que se alejan de anteriores trabajos menos reflexivos. En este proceso de producción iniciado por Martin Scorsese en 2014, se produjeron continuos cambios que postergaron el complicado rodaje que mezclaba un reparto internacional y la alambicada situación de tres idiomas contemporáneos (inglés, japonés y latín) compartiendo aquel periodo del siglo XVII. Además del traslado del equipo hacia tierras de China y, esencialmente, Taiwan.
Otro dato relevante y algo desconocido o perdido en el tiempo, consiste en la existencia de una versión anterior de 1971, titulada Chinmoku (Silencio) del director japonés Masahiro Shinoda y que estuvo nominada a la Palma de oro como mejor película en el Festival de Cannes de ese año.

En el guion de Jay Cocks, que ha trabajado varias veces con el director neoyorquino y autor del texto de Días Extraños, existen muchas referencias metafísicas, cuestiones contradictorias y dudas existenciales, cerca de un territorio interior donde los hombres poderosos, hablan y hablan sin parar, expresando opciones que son equivocadas o alegorías que no pueden ser demostradas. Como la exégesis de aquellos textos antiguos, enfrentada los intereses particulares y la idea colectiva de sociedad. Quizás por este motivo, además del ámbito político y económico, los seres humanos no se entienden entre sí y acaban abrazando aquellas acciones radicalizadas, con el uso de una violencia más extrema.
Históricamente, han desarrollado profundas diferencias a la hora de hablar de sus creencias o credos indemostrables, con el fin de establecer la manera de encarar aquellos problemas adicionales que están relacionados con su fe o defenderse de las posibles amenazas del exterior. En definitiva, durante décadas se suceden focos de violencia y totalitarismo (fundamentalismos) que conocemos por determinados periodos sangrientos de la historia, y que se repiten sucesivamente atacando nuestra convivencia o esa supuesta libertad de elección. Al final, la defensa de esta libertad, cae en un bucle inaudito que peca de la misma intensidad o frustración que entonces.

El director Martin Scorsese, ha expresado su interés por los actos violentos y personajes atrapados en un inconstante pensamiento que fractura su propio humanismo o la identidad en un grupo social, desde taxistas o conductores de ambulancia extralimitados, hasta boxeadores, artistas cómicos o "familias´2, que exprimen sus ideas y experiencias en contacto con la violencia. Scorsese ha reconstruido un periodo de expansión y descubrimiento personal, bajo ese choque de civilizaciones, entre un Japón dominante y feudal y la católica Europa, lleno de percepciones y de valores contrapuestos. Una visión tan sugerida por los dioses como por el autor de La Última Tentación de Cristo, que haría tambalear los cimientos de su propia existencia o la labor mediática de aquellos guías espirituales.
Las nuevas reglas fundamentales, modificarían las raíces que soportan el pensamiento colectivo de una nación y la estructura social del pensamiento, pero especialmente, el entendimiento entre las diferentes capas o poblaciones que representan una cultura milenaria. Por ello, en su última película Silence, confluye un cierto aspecto documental, ligero y pausado, en un género cinematográfico que le interesa especialmente dentro del oficio y labor creativa, volviendo a demostrar o experimentar, que la cruz o la mochila del miedo, es la única forma de atravesar ese infierno indefinido del conocimiento y las ideas metafísicas. Frente al poder de las armas, plagado de exigencias personales, dolor, resistencias estoicas y dudas existenciales.
Un método que se estira y se practica con el silencio. Se observa desde el interior, una celda interior frente a los ejércitos, que derimían sus opciones con sangre, cerrando fronteras físicas y mentales al resto. Más o menos, como sigue ocurriendo en la actualidad, solo que la comunicación se establecería en el silencio de las conexiones globales.

Mr. Scorsese durante su extensa carrera (el contacto con la violencia comenzó junto al indomable Harvey Keitel, en filmes como ¿Quién llama a mi puerta? y Malas Calles), ha retratado estos sucesos sangrientos en la ficción, pero también en circunstancias reales. Donde el poder al margen de la ley o los enfrentamientos culturales son asfixiantes entre las distintas clases sociales, una plaga moderna para poblaciones o barrios de emigrantes, que se convierten en una encrucijada de verdades veladas y culpas silenciosas. Con lenguas diferentes hablando a cerebros de distintas procedencias e intereses, rezando a dioses invisibles con fe inquebrantable, o no.
Tal como se presenta el Silencio, la película y sus bellas imágenes reproducen el pasado con todo lujo de detalles y padecimientos, alrededor de las barreras adicionales que sugiere el pensamiento religioso, con conceptos como "deidad", "sufrimiento", "redención o perdón", "paraíso" o "alma". Algunos de sus temas preferidos, acompañados por su pasión por la música, en una banda sonora de los hermanos Kluge, que mezcla los ritmos orientales y la cultura occidental.

Los guiones de Scorsese, han reflejado las perspectivas intrínsecas que cambian esas raíces culturales y la experiencia de los individuos en conflicto, aquí frente a la palabra de un dios posible. La supervivencia diaria de los que no pertenecen o comparten una doctrina, sobre todo si los métodos pasan por el uso indiscriminado de la fuerza y los gestos tortuosos. Entonces, la transformación nos convierte en otra entidad más peligrosa y extrema, cuya violencia se erige como la protagonista ruidosa de la historia. En el filme Silence, se identifica la religión con una forma de intrusión en la base de instituciones políticas y culturales, pretendiendo modificar comportamientos de los ciudadanos inocentes, en este caso, de ambos sentidos.
Este hecho verídico o proscrito se identifica con la figura identificativa del mártir y la tortura. Por consiguiente, el argumento clásico es una odisea, perdida bajo los aullidos de las olas y el silencioso Sol Naciente, cuyas referencias culturales e ideas van sufriendo una profunda reflexión interna por parte de los espectadores, abandonados igualmente a esa oscuridad silente, sólo sofocada por los llantos.

El analfabetismo guía los pasos, intentando sofocar la miseria y los medios del inquisidor japonés que hará prevalecer sus gustos o el pensamiento nacional, frente a los idearios de forasteros y su estructura divulgadora, o invasora de la religión. En una sociedad que no comulga con la fe, ya que se aferra a la tradición, con una manera de observar al hombre dentro de la naturaleza y sus conexiones metafísicas, como la existencia de un creador universal frente a la de varios seres mitológicos de la filosofía teísta o budismo, que identifiquen nuestras dudas o la culpa con el pecado. En defensa de una serie de prácticas espirituales que, poco tendrán que ver con la realidad de sus acciones y el camino a esa liberación espiritual, con el ciclo regenerativo tras el padecimiento forzoso de la carne.

La religión se retrata como una reflexión, frente a la incomprensión y la prohibición, que se han venido produciendo a través de los tiempos y parece que seguirán aumentando las generaciones de mártires... hoy transformados en simple polvo cósmico. También una muestra del poder inquisitorial, que siempre se ha relacionado dramáticamente con las diferentes confesiones, cambiando el sentimiento o la opinión con sus métodos drásticos, prácticas abusivas o sacrificios. Para demostrar que la crueldad nos define perfectamente, como fieras sin humanidad y escasa inteligencia.
En el camino de los padres, hallamos algunos actores interesantes, como Ciarán Hinds o el fiel Shin'ya Tsukamoto (Tetsuo I-II, Haze), el cambiante presionado o no, Yôsuke Kubozuka, o el inquisidor del estado interpretado por un estupendo Issei Ogata (Hero), y el gran papel de Tadanobu Asano (Mongol, Thor) como un comprensivo, leal e indefinido intérprete entre religiosos y adocenados a la ley oriental menos reflexiva. A este actor le podremos volver a ver junto a Jared Leto en la cinta The Outsider y Thor: Ragnarok, dirigida por Taika Waititi.

Silencio es una buena película, no para todas las conciencias ni públicos que no estén interesados en conceptos abstractos sobre la personalidad humana. Donde Mr. Scorsese ha dibujado un panorama tormentoso con bellas imágenes, entre el humanismo y la naturaleza, plasmando los ecos del pensamiento en un cálido horizonte y esparciendo las cenizas del alma inocente, en la brisa del mar. Una muestra de consejos inaudibles y personales, brotando sobre el paisaje natural e identificándose con el dolor ajeno, soportado en silencio la injusticia, para crear una falsa fidelidad con la tradición o el poder. Aquí, creo que radica la esencia de Silence.
Luego, algunas opiniones de espectadores y crítica, pueden considerar el aspecto piadoso del filme, aunque fundamentalmente, prefiera considerar los aspectos humanos de la fe (sin otras referencias científicas más profundas) y la reflexión sobre nuestra historia y el temor a la muerte.
En el futuro, el maestro Scorsese tiene en mente The Irishman, otra historia paralela sobre el asesinato de Jimmy Hoffa, el sindicalista de práctica mafiosas, que será interpretado por Al Pacino, con el actor Bobby Cannavale, y los míticos Joe Pesci, Harvey Keitel y Robert De Niro. Vamos lo lógico, en estos casos cinematográficos y la memoria.

Por tanto, es una historia que profundiza en las barreras espirituales, pero salta la enseñanza religiosa para adentrarse en una vida de condena o esclavitud moral, mucho más emocionante. Pues, a pesar de la diferencia educativa y los rangos sociales, todos los individuos poseen ese lado salvaje y abrazan la "cultura" del horror, las enseñanzas del poder totalitario, la dureza de los gritos sofocados, mutilados o desangrados. Por otro lado, la persistencia en la figura del irlandés Liam Neeson con su visión resignada, demostrando que la palabra se une al compromiso y la salvación individual. Sin alterar otros valores más demostrativos frente a sus captores y observando que permanecer mudo, a veces, es más adecuado para adquirir una tranquilidad y paz interior consigo mismo. O, tal vez, la respuesta callada del colectivo que no desea el eco físico ni el sufrimiento.
Así, podemos hallarnos ante una cinta compleja dependiendo de la experiencia y los valores personales de cada espectador, que comparte ciertas características de esa violencia explícita en sus filmes más reputados, pero, dentro de un marco experimental y trágico, más personal.

Para hacernos sentir ese dolor de siglos y la falta de comunicación de hoy. Demostrarnos que la muerte puede ser la puerta a un paraíso de silencio eterno y localización dudosa, en el terreno científico, espititual y cosmológico. Una película desmarcada de otras habituales zonas de confort del director y las amenazas habituales a sus personajes atrapados por sus junglas de cemento, pólvora y asfalto.
Esto es, la misticidad y los personajes de Silencio se pierden, más que encuentran algo. En la actualidad, poco podrían exigir los diferentes seguidores de la fe, en el continuo proceso natural de destrucción de la materia, frente a la inmensidad del universo y sus propias leyes creadoras o destructivas. Simplemente, el fin como suelen acabar todas las historias.
Más, fuego de conflicto y cenizas volatilizadas, orientales u occidentales, que provienen del polvo de los comienzos y en él se convertirán. Cuando los focos se apaguen... y todos quedemos como polvos cósmicos ¡Silenciooo!
Silenciosamente con respeto, con esta violencia... sólo resta el Silencio.

The Silent Man, de Peter Landesman.


Tráiler The Irishman, de Martin Scorsese.

Tráiler Justice League, de Zack Snyder.


domingo, 14 de mayo de 2017

Logan & Deadpool.


La Garra Retráctil del Viejo Logan.

En el momento en que aparecieran en el mercado de los cómics, los famosos X-Men, también una figura se convertía en toda una revelación dentro del Western clásico, con el dúo Clint Eastwood dirigido por el romano Sergio Leone. En aquella época, pocos podían imaginar que sus personajes se tocarían en el futuro, mediante el metal de un Colt para el Hombre sin Nombre del spaguetti, traspasando el tiempo para convertirse en William Munny en Sin Perdón, y el de los nudillos extensibles de adamantium que confieren la identidad al viejo Logan en Marvel.
En ese preciso momento, nacería Wolverine de la mente de Len Wein, creador de La Cosa del Pantano, por tanto, mano a mano con Alan Moore y que sería sustituido por el guionista Chris Claremont, el renovador de la saga X-Men. Junto al historietista Herb Trimpe conocido por su trabajo en El Increíble Hulk, y uno de los dibujantes más reconocidos de Marvel, John Romita Sr., autor del éxito de algunos principales personajes de Stan Lee, como The Amazing Spider-Man.

Sin embargo, todo eso pasó hace tanto tiempo que, aquel héroe distinto y salvaje, en ajustado traje amarillo, lenguaje provocador y aspecto lobezno, se fue modelando y sufriendo alteraciones físicas o, de manera más drástica, psicológicas. Dudas mentales e identitarias que llevarán al hijo bio-genético de los antiguos hombres-lobo al abandono, ante amigos mutantes y decrépitos como Charles Xavier (atacado por la enfermedad de Alzehimer) o el curioso rastreador de aspecto vampírico Calibán, y acérrimos enemigos que gobernarán los Estados Unidos del futuro. Más concretamente, en un argumento paralelo sobre el año 2099, donde el viejo Logan se convierte en una figura accidentada y perseguida, renqueantemente adictiva. Un gruñón alejado, supuestamente, de la violencia dentro del universo Marvel. gracias a las exposiciones crepusculares del escritor Mark Millar y el dibujante Steve McNiven, autores también de la conocida serie Civil War.
En 2008, sus caminos se cruzaron, en una encrucijada entre el cómic de superhéroes, las road movies y las historias con vaqueros de vuelta de todo, desviándose de las raíces dinámicas para todos los públicos, donde prevalecía la acción, el humor juvenil y el entretenimiento sin excesivo derramamiento de sangre.

Pero, la historia ha seguido cambiando con la última entrega cinematográfica entre Marvel Entertainment y la Fox, a través de un posible cierre de la trilogía sobre el Lobezno. Ese anti-héroe conocido en hispano-américa también, como Garra o curiosamente Glotón. Con esta película desquiciada, ultraviolenta y desvencijada sobre su alter-ego llamado Logan que, a la vez, significará la despedida de sus actores principales, el gran Patrick Stewart demostrando su versatilidad y un convicente Hugh Jackman, recuperando la esencia del personaje de Marvel.
Quizás, menos acción o entretenimiento de base, pero, una atractiva puesta en escena para todos aquellos que desean algo más de trasfondo psicológico o un planteamiento adulto de los viejos cómics, como una medida drástica con que recalcular al personaje y su lado más humano o adictivo. En definitiva, debido a la edad prematura, los recuerdos de una vida como héroe y los excesos, algunos lectores no entendimos del todo aquella forma de "destruir" a Wolverine, el inmortal indestructible e irreverente, para encontrarle estos otros rasgos identificativos. Con la novedosa emotividad familiar que aparecía, de repente, como un fantasma salvaje e indómita plasmación ante el espejo. Una bifurcación de sí mismo, en mente, cuerpo castigado y en la sangre maldecida, de los mutantes.

Si deseeamos indagar en el pasado de la serie X-Men, en su trilogía dirigida por Brian Singer (Sospechosos Habituales) y Bret Rattner (Red Dragon), más las tres precuelas entre el mismo Singer y Matthew Vaughn (Kick-ass) descubrimos, quién sería el verdadero macho alfa. El jefe jubilado en limusina o diligencia, Lobezno, cuyo nombre de nacimiento es James Howlett (simplemente Logan) adquirió nombres diversos como Arma X en España y Glotón, Guepardo, Aguja Dinámica, Emilio Garra, Parche o Wolverine en Hispanoamérica. Cabeza de la nueva manada "marvelita", cubierta de andrajos, rincones vacíos en la memoria y cicatrices de la guerra pasada, cortes de adición violenta al estilo samurái y la enfermedad degenerativa rondando su identidad en la sombra.
Tendremos que aceptar en la actualidad, que el visceralismo o representación visible del filme, recae inconfundiblemente, en el director James Mangold (El Tren de las 3:10, Lobezno Inmortal) y materialmente, en el actor australiano Hugh Jackman. Porque, su Wolverine ha evolucionado diametralmente con las escaramuzas bélicas y efectos espectaculares de las precursoras, para mudarse a una piel debilitada, junto a la consumida y arrugada, surge el pensamiento pesimista de una injusticia fronteriza. Una consecución actual dentro de una época de penumbras y sentencias violentas en el cómic.

Un lugar sin futuro ni siquiera una clara renovación gremial, a pesar de la sangre y los genes. Ya que el traslado anticipado de aquella antigua naturaleza comiquera a su hermano mayor, el cine, poseía algunos inconvenientes visuales que, no casaban del todo bien con los gustos de nuevos espectadores sumados en los últimos tiempos y su carácter más comercial. Pero, este Logan ha disparado en el blanco, se ha encargado de derribar algunos muros (reflejos de la actualidad) como la imagen revolucionaria que se extiende a ambos lados de esa frontera cinematográfica.
Porque, el director y guionista James Mangold, se cubre con el polvo del camino y se ha encargado de derivar la historia del superhéroe juvenil, a un viejo pistolero en sus horas más bajas, para dotarle de la brillantez del solitario en horas y un aire de derrota que lo humaniza, que le confiere su pensamiento marginal y la profundidad de heridas pretéritas. Descubriendo su imagen más decrépita, Mr. Jackman se abre y acerca a un próximo movimiento final o la redención... o no.

Ambos protagonistas del filme, han evolucionado mentalmente, en su faceta creativa, demostrando que el talento se materializa en cualquier sentido del arte gráfico, aunque los géneros se den la mano con sus limitaciones narrativas, o precisamente por ello. Trasladando una historia atípica dentro del universo Stan Lee, a un concentrado o cóctel espectacular de personajes entrelazados, al más puro estilo del salvaje western. El socio decrépito o amigo envejecido, el husmeador de otra raza, el asesino sin escrúpulos y los esbirros, o la joven en problemas. Aunque hayan pasado años, tantos ya desde aquel intercambio o búsqueda de números de tebeos, siguen siendo parte del medio y siempre chocando frente a esta edición casi arrinconada, del viejo Logan.
No sé en que momento, descubrimos que bajo el trasfondo de X-Men (en concreto, tras la facha estereotipada del Lobezno), se hallaba un vagabundo algo cascarrabias y simpático para el gran público. Su incomprensión se trasladaba pesadamente, a sus ojos o cabeza con recuerdos, su pesadumbre hacia un alma derruida por acontecimientos emocionales y un apocalipsis genérico, hasta que despierta su naturaleza violenta. Casi conmovedora o desgarradora, pero ni de lejos, suponíamos que toda la frustración y marginalidad buscada, se daría de hocicos cánidos, con la sombra alargada de un cowboy. Una figura castigada físicamente por el éxito de sus aventuras e imbuida de desesperanza, entre la pena y la culpa.

Logan frustrado, borracho o drogado, silenciado en un rincón de la habitación, borrando o escondiendo su pseudónimo en un guardapolvos... es la reencarnación de los postreros Wayne o Eastwood, los fantásticos Mr. Clint y Mr. John enfrentándose a todos sus fantasmas del pasado. Sobre un mundo que se ha vuelto frío e intransigente con el forastero, que te mata y luego te escupe en la cara, maldito y enfermo... una especie de apocalipsis personal sobre un espacio asfixiante, que aprisiona hasta la extenuación o el cansancio. Esto es el guión de Logan, firmado por el director y Scott Frank.
Pero el pistolero de la garra de adamantium, posee demasiadas muescas infernales e imborrables dentro de su metálico corazón, que se pierden de momento, en la serie dibujada, para pasar a asustarse con las nuevas generaciones de renegados, que ensombrecen el panorama actual. Demostrando que con esa violencia extrema, su mirada y músculos se tensan más que nunca, hasta alcanzar su conocimiento más allá de una silla motriz o una amistad destructiva, gracias a la gran X de un auténtico Patrick Stewart o un escuálido y despierto Stephen Merchant.

Toda esta degeneración no tiene límite, quiere acabar con los viejos mutantes, con hordas de suplementación de caracteres y violencia extrema, si bien serán combatidos con las mismas armas, afiladas que harán que estalle el animal herido y acorralado. La sangre se aproxima, despertando a aquella fiera de vivos colores y transformándola en padre de la nueva jauría de héroes, tal vez alguna heroína como la pequeña y rugiente Dafne Keen. Nos acompaña con una pesadilla existencial que se incrusta en la mente de Logan, que remueve su memoria y la alimenta como un depredador reservaría una cantidad apreciable de caza a su camada, o será simplemente, una simple cuestión de supervivencia personal o venganza.
En la frontera, entre el cómic y el cine, emerge su figura cabalgando en la penumbra, ingiriendo bebidas de dudosa calidad y una barba indomable de pistolero, que disimula los vestigios de su antiguo alargamiento de patillas. Que cambia, balas certeras por cortes indescriptibles y masacres incontenibles, en una explosión de todas las maldiciones acumuladas. Sea en un aparcamiento o un bosque endiablado de rostros desdoblados, una lucha aderezada con rugidos de dolor y aullidos salvajes, para elevar al último redentor, como aquel Jinete Pálido.
Un camino o búsqueda de la esperanza, en la que es el primero en no creer.

Después, la estructura cambia al criminal mecenas, patrón de rancho y sus acólitos con gabardinas embarradas y botas de cuero marrón, hacia una versión actualizada que podría recordar a ciertos elementos de un westworld temático. O acaso, no sería una completa revolución, la invención de aquellos revólveres automáticos o Winchester 1873 de repetición... o las diligencias de la época, como limusinas incómodas donde se cruzarían los caminos en un futuro clonado y las raíces profundamente enclavadas sobre los personajes. Divertidos con animadas conversaciones o sorprendidos por un ataque sorpresa, una ráfaga de polvo en sus ojos. Un polvo del camino, que crece convertido en Laura... la fiera de mi niña.
Esa pequeña salvaje, que aparece vestida de pesadilla real y cuyas capacidades se ven recompensadas con una sarta de malhechores, a los que despedazar sin compasión, casi sin despeinarse. Cuesta asimilar una perdida indomable, al estilo Centauros del Desierto, empezar a familiarizarse o enseñar a manejarse con los instrumentos habituales en la mesa. Conocer a los rostros cercanos... pues, Logan sigue siendo un solitario, desconocido, con sentimientos, eso sí.
El cowboy de puños como estiletes, tendrá que ver su propio reflejo en el espejo, para gritarle que sigue siendo un hombre... que digo, un verdadero mutante (con capacidad para cierta regeneración) como cualquier otro. Y cuyo trabajo como conductor moderno de diligencias, dado al wisky de ínfima calidad, tendrá que ser aparcado en un rincón, como las diferencias del lejano Oeste. Oxidado y quemado en alcohol, al igual que el primerizo admite un cambio de roles más familiar y protector. Así se desvía de su exitosa carrera como conquistador. Este Logan, es el hijo de aquel, unos minutos antes de convertirse en trashumante y despedirse en el umbral de una casa en el desierto. Adiós, mi amor, mis amigos... ahora podré descansar, por fin.

El padre primerizo, esperanzado, lejos de su disfraz amarillento como la bilis de su interior, defiende a muerte a la sangre con la propia. Historia condenada, ella y su eficacia para ganar batallas perdidas de antemano, su guerrera. Lejos de caretas de orejas puntiagudas y pistolas, sólo al mando de sus arraigados puños, dedos cortantes al aire, para hacernos comprender a los de aquella generación, entre tebeos y sueños, que la historia siempre nos tiene reservada un nuevo destino. Una última persecución por el desierto o las montañas sangrientas, un último tiro de gracia, la venganza de un adiós con un pañuelo atado en el cuello... que esconda las cicatrices del pasado.
Han pasado los años, y Mangold montado a horcajadas sobre la productora Marvel, ha demostrado que el tiempo pertenece a los osados y que el destino es tan escurridizo, como ella, una pelea frente al espejo, con cuchillos clavados a la espalda...
Así, con entre el daño inflingido, la barba dejada y el eco de un orgullo que te hace sentir diferente, con ojos vidriosos por la arena o la ponzoña hallada en el camino y esa falta de sueño, oímos los quejidos de los nuestros o los sollozos de una recién llegada, las imprecaciones o maldiciones del enemigo; y Logan sigue siendo el mismo.

El Lobezno de nuestro pasado, más profundo y reservado, pero confrontado a los pistoleros, sin perdón. Entramados empresariales y robóticos, amenazas casi silenciosas, como el viejo Yul Brynner envuelto en un halo místico, mudo y fantástico. Logan se defiende con carisma y brillantez, extrae lo mejor de su historia y la reescribe el director Mangold, sentado sobre su diligencia frente a asaltadores sin escrúpulos, que circulan a toda velocidad en sus carros alados, fúnebres.
Recordando más de lo imaginado a otros enemigos, a aquel otro héroe frustrado, llamado Mad Max. Contra asesinos, violadores y seres despiadados en busca de la inocencia para ultrajarla, salvajes. Tal que tiburones siguiendo efluvios de su sangre a larga distancia, sintiéndola brotar con sus dentelladas. O una alimaña, para adiestrar y condenarla a un ejército futuro, cuyos elementos mecanizados tratan de eliminar la diferencia o la amistad de tantos años. Logan y ella, con sus calcados puños, golpean con toda la fuerza de... no de la ley, sino del poder. Al que contamina y despliega la nada en el horizonte, levanta muros de extrañeza. Ella es el polvo, en la niña de su ojo vidrioso...
Ahora lo entiendo todo, aquel Logan es sangre que defiende al hijo. Es el solitario que recorta su figura bajo el Sol. Es el indígena que defiende su territorio... o el lobo que defiende la manada. Es Hugh Jackman, antes del musical P.T. Barnum del circo en The Greatest Showman, mucho antes de la música de un Broadway 3D.

Logan Soundtrack, Hurt de Johnny Cash.





La ofensiva... en el corazón de Marvel

Con la X y la culpa cargando en su conciencia, ya se indicaba que este chico WWW (Wade Winston Wilson) con el alias de Merc with Mouth o Mercenario Bocazas, no iba a ser muy recomendable para menores de cierta edad, como amistad de algunos grupos elitistas del Universo Marvel también. Desde el lado amable o el malvado de la batalla entre humanos y mutantes.
Así, Ryan Reynolds protagonista de DeadPool desde su Twitter Oficial comentaba: "February 12th. There will be blood. Guns. F-bombs. And graphic, expertly lit French Unicorn sex. #deadpoolRatedR @deadpoolmovie".

Reynolds y su estilo irreverente de adolescente cabreado con el mundo, usando su lenguaje mordaz o sórdido se ha convertido en este Masacre, un anti-héroe bastante gamberro y sexual que se acerca al estilo gore más radical, con el uso de las armas para ´masacrar y rematar` enemigos. Pero, lógicamente la calificación para mayores de edad (excepto en determinados países) le acerca a otras figuras legendarias del cómic contemporáneo como Kick-Ass o el infernal aspecto rocoso y raras compañías de Hellboy, aunque en el fondo se hagan querer por sus divertidas ocurrencias.

Entonces, señalando que DeadPool ha nacido con el espíritu contrario al héroe clásico y sus aventuras no pertenecen a la habitual práctica de los ´marvelitas`, deambula este Masacre a ritmo de katanas y precisión demoníaca en el tiro. Una visión singular que utiliza otras maneras de relacionarse con el desprecio verbal y la lucha violenta, como el "mercenario bocazas" que pisa ágil pero inseguro, ambos desdibujados terrenos. Bien y mal.
Precisamente de este desdoblamiento de la personalidad humana, nacieron los X-Men en 1963, demarcando distancias entre una presencia agradable y cambios dramáticos en su estructura molecular o fuerzas, es decir, proclamar su derecho a ser diferente. Y tras la cultura gráfica de Marvel Comics a principios de los noventa, ahora en el cine DeadPool ha llegado para ocupar ese hueco adulto, salvaje y atrevido, dentro y fuera de las camas.

Sus creadores Fabian Nicieza y el dibujante Rob Liefeld también buscaron sus caminos aparte, volviendo a colaboraciones puntuales para Lee del grupo denominado The New Mutants o posteriormente X-Force, en episodios personales verdaderamente sangrantes en la defensa de sus trabajos y estilos. Quizás por ello, el personaje DeadPool o Ryan Reynolds por defecto, se guía por las emociones y la nula responsabilidad, alejándose de la inteligencia o la unión amistosa. Su acción es directa, mediante una palabrería reaccionaria o burlona, según atraviesa con calma y simpatía, los cadáveres tirados a su paso.
Sin embargo, para un individuo que ha perdido todo incluso la calidad de vida obtenida en libertad y amor, mantiene la esencia de los guerreros a la fuerza por venganza, cuando la desgracia se ceba con sus perspectivas románticas, convirtiéndole en un heredero de El Cuervo, El Motorista Fantasma, el monstruo de Frankenstein u otros muchos, como el mismo Hellboy salido de otro fuego infernal de los tebeos.

El director Tim Miller (en la producción de cintas como Malditos Vecinos o Scott Pilgrim contra el Mundo) abre las páginas de Marvel a la nueva sensación cinematográfica, con el nombre que proviene de la ciena apestosa de las apuestas mortales y de laboratorios subterráneos, que esconden al equipo mutante más oscuro. Lenguaje separado de la acción clásica en diferentes pasadas décadas pasadas y con que crecieron legiones de jóvenes ávidos por aventuras gráficas.
Por tanto, existe en mi fuero interno una confusa postura entre la llamativa e impactante estética, contra ese otro extremo decididamente violento. Pero, acaso en el mundo real de adultos (y otros) no convivimos con este carácter agresivo y gratuito con muertes violentas multiplicándose por doquier...

Deadpool ha roto la banca en producciones estigmatizadas con la R, Fox (con todos los derechos de mutantes) ha conseguido lanzar la película con el mejor estreno de la saga X-Men, y posiblemente la irrupción en otros medios o mercados interactivos más impactantes visualmente, dirigidos a esa juventud en formación aún. Una evolución cuestionable de radical armamento con profusión de elementos sangrientos salpicando las pantallas como asesino nada silencioso en X-Force. Repito, DeadPool no es recomendable para mentes que no puedan evaluarse dentro de índices correctos entre ficción o realidad.
Algo tocante a la psicopatía descerebrada e incontinencia verbal, apostaba por reírse del universo Marvel y Dc, con mutilarse un dedo y ver si un enemigo cercano no creía en su poder regenerativo.
Tim Miller renunció a un presupuesto millonario y decidió que con 58 millones, haría su trabajo nihilista de cambios acordes a los nuevos tiempos, y mantendría la figura héroe que permanece en la memoria y va desdibujándose a través de una máscara roja que amortigüe el impacto de sus heridas u otras cicatrices internas. Rompiendo la frialdad de una ventana de cine para dirigirse directamente al público. Stan Lee vio con inteligencia nuevos caminos para ciertos habitantes de su universo, teniendo que modificar las estructuras que regían dibujos y guiones para hacerlos más atractivos a generaciones habituadas a los conflictos más fuertes o reales, mezclados con el particular mundo de videojuegos. Por supuesto, esto transforma a superhéroes en espejos para una sociedad que posee los mismos defectos que ellos o guerreros erráticos que utilizan cualquier tipo de fuerza para salvaguardarlos del mal.

DeadPool se defiende solito con su vocabulario malsonante y escenas que explotan la gratuidad del uso de las armas. No vi desgraciadamente en el deslenguado DeadPool, ningún tipo de recriminación a esa violencia ni denuncia ante los últimos años de decadencia moral en nuestro planeta.
En cambio, quién decida ver este filme desde el punto de vista del entretenimiento puro y duro, observará cualidades fuera del carácter vengativo, como el enamoramiento hasta las cachas y activo en todos los terrenos. Demuestra y fundamenta su acción futura, resguardado en la comunicación con otros personajes y el mismo espectador, con su irreverencia obligada por trágicas circunstancias como aquellos shakesperianos amantes de Verona. Siempre funciona en el cine... forma parte de nuestro registro humano, se mantiene el pulso con una dinámico montaje de trucos visuales y banda sonora de gustos actuales, más algunos temas tabúes para Marvel, como gore o sexualidad. DeadPool es un calculado producto escrito por Rhett Reese y Paul Wernick (autores de Bienvenidos a Zombieland), que marca los nuevos tiempos a nuestros superhéroes de la infancia y su confusa posición. Ante la ambigüedad de términos como humor y burla, paz, justicia, amor, o la invariable singularidad de los humanos para elegir su propio camino.

Así define su creador Fabian Nicieza a Deadpool, en los últimos números de The New Mutants (números 98-100) y su sustituta X-Force en 1991, "un imbécil comparado con el héroe típico" y lo remataba con "no querrías que tu hija se casara con él".
No es crítica, sino atracción por diálogos imaginativos o depravados en busca de una ruptura del ritmo argumental y de rodaje, con sonoridad diferente a otras mega-catástrofes de Marvel y un personaje que transita estados de ánimo bifurcados como dos mundos paralelos. Con una línea difusa entre vida o muerte en el horizonte, reviste a un demonio con buenas intenciones o mala leche (según enemigos, o le transforman en héroe a su pesar) apostando por gag y sangre para combatir sus demonios interiores.
El cínico y descreído apenas sin valores, hace oídos sordos a consejos o amenazas provenientes de ambos extremos, defendiéndose a trompadas, sablazos y "chimichangas" como un independiente forjado en la sombría fábrica de Marvel Cómics. Algo así como una Hit Girl con mallas rojas y más alma negruzca en la sangre, versión extendida en katanas con la X de la violencia (no el sexo) a la espalda.

El monto de 58 millones en equipo técnico, rodando por la British Columbia en Vancouver (Canadá), reparto o efectos especiales de varias empresas (la lista de especialistas informáticos en el mundo es numerosa) ha mutado a unos 314 mundiales y subiendo, por tanto, DeadPool atraviesa con éxito esa frontera de lo adecuado. La infinidad de tirabuzones repetitivos en la acción, explosiones craneales sin remordimientos y algunas reflexiones serenas, entre el amor eterno o activos roedores, y sexualidad más explícita entre hombres y X-Men. Eso sí, con corazón bajo una piel de bestia insensible atraído por su bella en apuros.
Si bien me quedo con la estructura del guion que rompe con el, ya, clasicismo digital abundante y alimenta la comedia disparatada frente a ese universo de Apocalipsis moral... y próximas guerras civiles. Se acabó la inocencia... ¡Pasen y Logan!



Tráiler Dragonheart: Battle for the Heartfire.


Tráiler Blade Runner 2049, de Denis Villeneuve.


Elvis vs. Nixon

"Dos hombres y dos destinos... a la fama"

La época de los sesenta en el mundo, pasaban por un compleja etapa de movimientos multitudinarios y un relevo generacional con otras inquietudes políticas o aptitudes, respecto a los principales problemas sociales. Los aficionados abandonaban a las leyendas de la música de otras décadas y empezaban a seguir a nuevos cantantes y grupos. Pero, un hombre, cantante y actor, continuaba siendo relevante en el mundo con su fusión del sonido country y el blues, ofreciendo una cara diferente a su pasado como estrella del rock&roll o el clásico rockabilly.
Personalmente, jamás llegaría a pensar que aquel chico de caderas cimbreantes convertido en mito, destacaría por otro motivo fuera de su carrera profesional, como sus adicciones, el sobrepeso o el enigma que le envolvió hacia el ocaso de su carrera y, por supuesto, su fallecimiento en el baño de su mansión en Memphis a los 42 años... Como tampoco adiviné que, hoy, se podría rodar una película sobre Elvis Presley sin escuchar alguno de sus éxitos millonarios o aquellas canciones que forman parte de la vida de millones de seguidores en el planeta, en una banda sonora con El Rey, sobre y aparte de la reconocida estrella mundial.

Sin embargo, es imposible desprenderse de su genial aura o difundir alguno de sus escarceos privados, contactos con otras personalidades de la época "como aquel sonado encuentro con The Beatles y su antiguo "fan" John Lennon", o cuchichear entre divagaciones personales alrededor de otras materias a parte de su trabajo como músico o relativo a su polémica vida privada. Porque la estela mítica de Elvis sobrepasa cualquier limitación fuera de las relaciones con la prensa, la política o asuntos familiares, transformando una circunstancia de su vida en un hecho determinante para ser contado al mundo.
Igualmente, no podía imaginar que un magnífico actor como Michael Shannon, se pudiera meter en la piel y espíritu roquero del mito, antes de la devaluación de su figura (que no de su fuerza vocal) e identificarse físicamente con gesticulaciones del personaje más excéntrico y con una derivada ideológica, adaptada a estos tiempos.
Cuando la persona aparece bajo el prisma de su personalidad y opinión personal, sin mover su pelvis fuera de los escenarios o volcando su mente en otros asuntos no tan próximos a un rey del Rock&Roll. Por supuesto, Mr. Shannon trasciendo con el personaje, parodia con respeto y se enfunda en la época que mantiene su ideología. El retrato fijo, lo ha conseguido con creces en la película Elvis & Nixon, reproduciendo con desparpajo habitual y calidad interpretativa, un simpático episodio en la vida real del cantante junto al presidente de los Estados Unidos de América.

Elvis & Nixon es una simple anécdota dentro de la ajetreada vida de Mr. "E", aparentemente. Aunque su relevancia histórica se eleve sobre la materia tratada o el reflejo de sus distintas personalidades, cuando el singular cantante se desplazase de vuelta a los escenarios, o desde su enorme y lujosa finca de Graceland, hasta la capital de la nación para reunirse con Richard Nixon en la Casablanca. Se establece un curioso (y entonces enigmático) contacto, sobre todo en los términos sociales que se produjo en 1970, tras el fatídico episodio del Watergate y la guerra de Vietnam en 1968, acercándose a una misión descabellada y secreta, pues ... Elvis quiere ser un espía encubierto del gobierno USA.
25 años después de aquella charla imposible, la directora Liza Johnson (Return) cuenta de manera extravagante y poco discreta, los extraños pensamientos de Elvis Aaron Presley en aquellos instantes, imperturbable y comprometido con una causa como la pérdida de valores de una generación o, contra aquellos males que, según él mismo, comprometían la integridad o afectaban a la juventud norteamericana. Principalmente, la idea revolucionaria o contestataria, el consumo de sustancias ilegales o la vuelta a casa de jóvenes soldados que sufrirían las consecuencias psicosomáticas y físicas, ante un terrible enfrentamiento bélico.

Muchachos y daños colaterales, revolvieron la sangre a muchos, y el mito aceleró el paso hacia la Casablanca con el almibarado color de una simpática caricatura, transformando la leyenda en una singular anécdota con el presidente Nixon. Este interpretado por un eficaz, orondo y divertidamente disperso Kevin Spacey (sigue con House of Cards y le veremos junto a Emma Roberts en Billionaire Boys Club), a la hora del choque de excentricidades contrapuestas o su propia soberbia, repletas de dudas personales que le llevarían a ser acusado de corrupción política y conspiración, e incluso inhabilitado como abogado de profesión . Elvis y Nixon en aquellos momentos dramáticos entre dos generaciones, eran dos jefes (casi capos), que habitaban en sus propios universos desde el ascenso desde abajo, como hijo de aparcero uno y el otro humilde cuáquero, dos soldados frente a la crítica de los ciudadanos con las acciones de sus dirigentes, la guerra u otras referencias identitarias, que serían las causas que dañarían algunos de los principales estamentos de la nación.
De ahí, la escalada de voluntades incomodadas ante los hechos contados. Donde la directora se encarama a sus contrapuestas personalidades y necesidades de reconocimiento a distintos niveles, en un lucha desmedida de egos y preferencias como las armas, retratando la versatilidad de los actores protagonistas en el ring histórico y la comicidad implícita tras sus figuras caricaturescas o sus diferentes situaciones ante el mundo en crisis. Y, el comportamiento circunstancial de sus colaboradores, asistentes personales o amigos íntimos, respecto a sus familias , la labor profesional o laboral y la imagen pública.

Elvis & Nixon, son emblemas del mundo de la política y la canción, querido y vilipendiado, presidente o mito, esposos y padres, acusado y adorado... en busca de una realidad de secuencias alucinantes, dentro de un guion rocambolesco (expresado en consonancia) del actor Cary Elwes con el matrimonio Sagal, que apuestan por una caricatura de la memoria, algo desnaturalizada, sobre una banda sonora compuesta por temas famosos, aunque despersonalizados con el mito.
La película supone la acreditación de dos simpáticas posturas, vistas con el paso del tiempo, aferradas a sus ideales o pensamientos en aquellos días anteriores a la disparatada entrevista y diversas apreciaciones de los asistentes al evento, con menos consecuencias mediáticas que situaciones divertidas. Esto es, nada relevante en la casuística de sus oficios, aunque señalando superficialmente rasgos de sus personalidades con cierta banalización de sus posturas, ideologías o métodos para lograr sus pretensiones, tentando a sus ayudantes o tratando fielmente a sus amigos. En segundo término (no menos interesante), se ven reflejados algunos datos temporales, la intimidad en la lujosa finca y aspectos contradictorios de El Rey, las discrepancias personales o tiranteces con los personajes interpretados por Alex Pettyfer y Johnny Knoxville, o esos equipos de trabajo guiado en la Casablanca, frente a los técnicos personales del Presidente como el divertimento creado por el actor Colin Hanks. Una comparación e incómoda situación para el asistente y el amigo de Mr. "E", o sus familias en la sombra alargada de la leyenda del rock.

La banda sonora del compositor Ed Shearmur, salpicada con grandes temas de la canción moderna, y una cuidada ambientación, curiosamente localizada lejos de las capitales indicadas entre el rock y la política, en el interior de platós creados de New Orleans y Schreveport (en Louisiana) o Los Ángeles. Lo mejor, el montaje dinámico que aligera la carga narrativa y la confusión de ofertas negadas para la entrevista, buscando conferir al curioso encuentro de un suspense o enigmática realidad y, por supuesto, las interpretaciones plenas de humor y oficio. Por cierto, a Mr. Shannon, le veremos en Pottersville con Christina Hendricks y Judy Greer, y la esperada nueva película de Guillermo del Toro titulada The Shape of Water, junto a Doug Jones.
El pequeño cowboy y sus zapatos de gamuza azul, siente el amor tierno y sincero de sus amigos y familia, como un Rey Criollo sin devolución al remitente. Dos Mentes Sospechosas, como la del viejo Sabueso, "All Shook Up", dirigiendo su carrera hacia un Jailhouse Rock personal, en el guetto de la historia. Aunque diversión cinematográfica... y Viva Las Vegas, he dicho.

viernes, 12 de mayo de 2017

Dr. Strange.

"El duelo marvelita: Cumberbatch-Mikkelsen"

En 1954, el escritor Aldous Huxley de mundos felices, publica su otra titulada Las Puertas de la Percepción, estableciendo conexiones de la mente y el mundo sensible, a través del consumo de cierto psicotrópico. Curiosamente, en 2016 se estrena la película dirigida por el angelino Scott Derrickson (Hellraiser: Infierno, Sinister) adaptando a un superhéroe diferente al resto como el Dr. Strange, donde una de las escenas presenta a su creador Stan Lee obnubilado, leyendo dicho libro y sus oníricos viajes. Pero antes, allá por 1963, se uniría al dibujante Steve Ditko para desarrollar este elemento atípico dentro del conocimiento y el universo de Marvel, con un neurocirujano transformado en Hechicero Supremo, que formaría parte de The Avengers en unos años y recorrerá mundos invisibles para enfrentarse a poderosos enemigos de la humanidad. Utiliza fuerzas ocultas o virtuales, como la telequinesis, viajes astrales y temporales gracias al Ojo de Agamotto, teletransportaciones o deformaciones de la materia, o la siempre peligrosa magia negra.
Para ello, el equipo de Marvel y Walt Disney Studios, se traslada de las islas británicas hacia algunos templos de Katmandú (Nepal), para su duro entrenamiento y un complejo entramado psíquico, con una accidentada historia elaborada entre el propio director de la película y el guionista Jon Spaihts, autor de Prometheus, Passengers o las próximas aventuras de La Momia y de Pacific Rim 2.

Una odisea vital, es un cambio drástico en nuestras irresolutas vidas. Pero, también puede proceder de un accidente, o despiste algo hiriente y dramático, cuyos efectos hacen variar muchas de las respuestas a nuestro alrededor, personas o nuevos intereses, e incluso, el propio carácter de la víctima en cuestión. Incluso, nuestros débiles comportamientos con seres queridos, haciéndoles padecer los dolores de nuestro organismo y síntomas desagradables que suceden dentro de la cabeza. En esta ocasión, con un sonrisa socarrona y una profunda espiritualidad, en el cuerpo no siempre material de Benedict Cumberbatch, impregnado con el espíritu jocoso de Vincent Price.
Por tanto, dependiendo de la personalidad u otros asuntos oscuros, no siempre, estos cambios acaban siendo igual de traumáticos, sobre todo, si estás tocado con la varita mágica del Séptimo Arte; porque el Dr. Extraño no sigue reglas reconocidas en los cómics, ni influjos que se reflejan en nuestro mundo consumista y práctico. Se desplaza más allá, a un lugar donde los sentidos te engañan constantemente, sin equilibrio, al borde del precipicio de tiempo.

Tampoco está condicionado por la forma de enfrentarse a los problemas que atemorizan a la sociedad contemporánea. Dr. Strange, es otro tipo de héroe, crítico convertido en prestidigitador carismático en la piel de Mr. Cumberbatch, asociado a la cultura tibetana a través de un ser indeterminado llamado El Ancestral, interpretado por una actriz deslumbrante como Tilda Swinton antes de infiltrarse en War Machine junto a Topher Grace y Brad Pitt, otro filme Okja de John-ho Bong (Memories of Murder, Snowpiercer), o la revisión de Suspiria con Dakota Johnson y Chloë Grace Moretz.
Tal vez, en el extraño caso de tan insigne como pretencioso neurocirujano, su existencia se vea condicionada por terribles padecimientos y su iniciación devenga en viajes exóticos al límite de la realidad, junto a rostros emblemáticos del cine actual, como este hechicero supremo cambiado de género, su confusa amante del Boston Spotlight, Rachel McAdams, Benjamin Bratt o Michael Stuhlbarg, un protector del templo Kamar-Taj con el tocayo de capa Benedict Wong de filmes como Moon, Prometheus o Marte, el ´amable` Chiwetel Ejiofor como Mordo, protagonista de 12 años de esclavitud y Marte, o su némesis espacial capturada en un Dormammu con otra voz indeterminada. Claro, sin olvidar, al gran Mads Mikkelsen (Hannibal, Rogue One) expresando gráficamente su maldad en esa profunda garganta y ojos cargados de brillantina. Antes de meterse en el mundo helado de Arctic, dirigida por Joe Penna.

Toda personalidad real, influye para bien, en los personajes de la película Dr. Strange. Gracias a un director que sabe manejar las ventajas de estos profesionales involucrados en el proyecto de Marvel, en todos los campos, desde la interpretación a otros episodios técnicos, a la captura de una redención personal del héroe y sus incomprendidos movimientos del pasado.
En aquel tiempo que, lectores más jóvenes colgaban su entendimiento entre los ojos y dedos impregnados con saliva deseosa de acción, esto es, aquellas famosas viñetas podían parecer demasiado complejas o atribuladas para la edad en su momento. Enfrentando múltiples universos posibles, con nuevas secuencias imposibles desde el ayer cinematográfico o ideadas con páginas coloridas de viejos tebeos de superhéroes y villanos, zonas interdimensionales o planetarias. Después, en alguna juventud perdida, llegó un tiempo en que las típicas historias, se quedaban empequeñecidas o difuminadas en nuestra mente, en busca de estas diferencias más arriesgadas, contra enemigos más poderosos y con aventuras conceptualmente diferentes.

Hoy, el cómic de Marvel denominado Dr. Strange, es uno de aquellos ejemplos de nuestra juventud donde los contenidos parecían más revolucionarios o avanzados para la acción desbocada, semejante a los cambiantes X-Men. El mundo buscaba estos cambios y concepciones oníricas, como la espiritualidad más exótica, puertas dimensionales que abren otras brillantes u oscuras guerras, efectos algo mareantes frente a hazañas milagrosas, magia envuelta en los dedos de ambas manos, música de las estrellas, las leyes caóticas del universo girando alrededor del ser humano, tal que una maquinaria interminable, el poder concentrado en una mente inquieta... Hasta hoy, con el concepto de la variabilidad, más extendido y divulgado científica o filosóficamente, en forma de un Multiverso.

Mientras, en el mundo tangible, muchos seguirán padeciendo dolores y otras guerras eternas, concibiendo regiones amenazadas con el apocalipsis, ético al menos, generando variados tipos de invalidez, tanto física como psicológica, aunque sin la magia del cine a sus espaldas. Nada que ver con una mágica capa, ni los rostros de sus estrellas... siquiera la imaginación del propio Stan Lee para resolver conflictos extremos y surrealistas.
En Dr. Strange, nos acercamos a un ambiente de mágicos elementos casi rayanos con la mitología de otras eras, instrumentos del bien y el mal, monstruos de proporciones tenebrosas, como los que recuerdan al infierno de Dante, pero más espacial y semejante a un Event Horizon desplegado. Mezclas de hechicería digital, con esos píxeles de videojuegos modernos (por un instante, veía el scroll del caballero templario en la pantalla); y sin embargo, no todos los brillos o texturas, movimientos espaciales ni trucos mecánicos, pueden despejar esta incógnita que desequilibra al más pintado. La distopía del héroe forzoso, ayer humano y su aceptación social, marcada por endiablados efectos de Industrial Light & Magic, o la música del compositor Michael Giacchino habituado a otras guerras espaciales, o mundos heroicos junto a Brad Bird o J.J. Abrams.

Así de cambiante es todo, como la turbulencia del cosmos o las conexiones neuronales de Stephen "Strangebatch" frente al profundo Mr. Mikkelsen Kaecilius, en lucha de egos, aunque sin las tremendas consecuencias en su médula espinal y esa mirada tenebrosa, mientras su vida adquiere nuevas ´amistades`; el primero pasará por nuevos episodios de Sherlock en Navidad, se electrificará de Thomas Edison en The Current War, y parece que volverá a Vengadores, El Libro de la Selva y el Grinch, y el actor danés se ve inmerso en Rogue One.
El todo y el tiempo, está difuminado en el universo paralelo de superhéroes marvelitas, bajo los elaborados disfraces y encuentros vengativos, los desproporcionados mareos causados por efectos binarios y tiros imposibles de cámara de programas matemáticos. Recuerdos de resortes mecánicos de la ciencia ficción y puzzles del pasado, que recuerdan fantasías distópicas como Dark City o, la más cercana extravagancia visual de Christopher Nolan en Inception u Origen. Ahora, Scott Derrickson es el mago de aciertos y bucles maquiavélicos, zambullido en el infierno de unos inocentes y débiles humanos, frente a cenobitas cósmicos, encabezados por una voz planetaria y el omnipresente Mads Mikkelsen. Otra vez, como anti-dios hambriento y voraz.

Causante de los desplazamientos por los diversos estados de nuestra conciencia, el tiempo o la materia; mientras del otro lado, en este mundo espejo del cine, se desenvuelven unos actores esenciales para hacernos olvidar el teatro real de la vida... los momentos de pérdida personal como los de aquel joven ochentero con el tebeo abierto del Dr. Strange en sus manos, y por lo tanto, ese profundo y verídico cambio generacional, que proviene de la globalización visual y esencialmente, de la personalidad de estos grandes actores, adaptándose a nuevos medios o registros.
Esta eterna apocalipsis interpretativa, entre Cumberbatch y Mikkelsen, es lo mejor del filme, persiguiéndose en la aparente eternidad cósmica, plegándose a unas reglas indeterminadas o unos movimientos reversibles como una acción de supermanes, enemistándose temporalmente en el espacio y el segundero del abismo negro, en un espectacular final de la cuenta atrás... 3, 2, 1... despegando de nuevo. O abres el cómic y despliegas tu espíritu juvenil, o cierras página a la diversión, ¡tú decides!
Hasta el infinito de nuevas aventura y más allá, cruzando el espacio de Marvel con su capa milenaria y mágica, hacia la mitología y otras batallas infinitas... dentro del interior o en infiernos imaginarios.

Vengadores: La Era de Ultron.


Antes de una nueva era: Deadpool, Dr. Strange, Logan y Guardianes de la Galaxia.

Joss Whedon lo ha vuelto a hacer, el director neoyorquino se ha enfundado en su traje elástico de todo me resbala, para adaptar el cómic de The Avengers de los creadores míticos Stan Lee y Jack Kirby. Y las hechuras le sientan algo desajustadas, a pesar de tener todos los accesorios que corresponden a este tipo de películas basadas en el mundo Marvel, con acción a raudales y chorreras, es decir, chistes más o menos afortunados. Pero, el gran problema es que parece que Whedon (guionista de Toy Story) no ha crecido lo suficiente para otorgarle otra visión a la aventura, pues continúe todos los tics que ya se acumularon en la primera entrega hace tres años, y el resultado es un argumento que se percibe como déjà vu, decenas de veces.

En esta ocasión, nos encontramos con un relevo que se anticipaba más por cansancio que por necesidad, con buenos actores que empiezan a participar en estos filmes como un divertimento en el que no hace falta ofrecer otra cara de los personajes. Es cierto, que el uso de escenarios creados artificialmente puede influir en el tratamiento de sus trabajos, por lo que sería necesario una nueva mirada, a pesar del nuevo método de "motion capture" todavía no se ajustan algunas secuencias al nuevo método en el rodaje junto a elementos que pueden interferir en la interpretación. También, hecho de menos un poco más de atrevimiento y actualización de los diálogos, pues los comentarios jocosos o las explicaciones que debieran ser científicas, se pierden en un universo que empieza a hacer aguas. Debo confesarlo, por enésima vez, no me agrada el uso de la cámara como otro personaje más, que decide y gira sin cesar las escenas. Por mucho movimiento ágil y encuadres increíbles, particularmente me pierdo en la continuidad de la acción.

Por el lado, de los míticos superhéroes de Marvel se caracterizan por un dramatismo personal y los líos que mantienen entre ellos, cuando sería interesante ver la interacción con los pobres humanos, que ven como se destruyen sus ciudades y se mueven por el tablero sin dejar una huella apreciable de su paso. Mucho menos, al tratarse de una película para todos los públicos, hallarnos en la coyuntura de mostrar el daño que los monstruos y héroes producen a su alrededor.
He leído a algunos fans de la saga, pedir cuentas a determinados personajes que se derivan hacia un endiosamiento inmortal y que luego resultan un virus informático de andar por casa. Cuyos esbirros infranqueables y inoxidables se convierten en bolos de un gigantesco juego, manipulado por la mente y los excesos de otros héroes que parece que sí, pero no. Y es que, ¿qué pueden hacer los demás, si no es destruir chatarra, frente a la omnipresencia y los rabiosos músculos de Hulk?

Creo que me he extendido demasiado en las habilidades la cámara, cuando en esta ocasión debería hacer más incapié en los dos aspectos fundamentales, el argumento y los efectos especiales. Por el primero, pasan todos los defectos que me chirrían, como infantilismo, situaciones emocionales forzadas y procesos apocalípticos ya vistos demasiadas veces. Así como la repartición de cuotas entre todos los miembros del equipo, para que todos tengan su momento de gloria frente a las hordas metálicas de sus enemigos, batiburrillo de hierros y músculos de 360 grados, cuyo jefe parece más interesado en lucir un esqueleto brillante que elaborar pérfidas estrategias para conquistar el mundo.
Joss Whedon, ha copiado en exceso de otras aventuras desde pequeñeces como Virtuosity o El Cortador de Césped, hasta la emblemática Terminator, pero sin pizca de efectos dramáticos ni tensión.
En el sentido visual, por supuesto, se hacen valer los 250 millones en el presupuesto, pero los escenarios recreados entre Johannesburgo, Italia, Bangladesh y Londres, se pierden entre tanto artificio y destrucción explosiva, más interesados en crear una sucursal de Industrial Light and Magic, en la capital británica.

Al final, casi todos contentos. Los seguidores fanáticos del director de Buffy verán con creces sufragadas sus ansias de rotaciones y digitalización, ésta toma un peso mayoritario e insufrible en los filmes de acción, los actores y equipo cobrarán una interesante cantidad por sus aportaciones a la saga, Marvel y Lee crecen un poco mas tras tantos años de actividad creativa. Los que se empezaban a cansar de estos Vengadores, ahora verán como otros van llegando a la franquicia liberando a los primeros hacia otras ofertas cinematográficas, los críticos podemos despacharnos a gusto, y James Spader parece mucho más amenazador guturalmente hablando.
En cuanto a la resolución, si observas Capitán América The Winter Soldier, tiene parecidos bastante sospechosos, con lo cual los creadores de escenas de lucha, deberían empezar a preocuparse un poco.

Y a los sufridores, ánimo, pues en próximas fechas solamente tendremos algunos estrenos, pero con diferentes aspectos a lo visto anteriormente. Este es el nuevo circo marveliano: Ant-Man, DeadPool, Capitán América: Civil War, X-Men: Apocalipsis, Gámbito, Doctor Extraño, Logan, Los 6 Siniestros, y al menos, otra de las más agradables para mí por su bocanada de aire fresco, Guardianes de la Galaxia 2.
¿Podremos resistirlo, nosotros seremos... hasta la vista héroes!

martes, 9 de mayo de 2017

Eight Days a Week.

The Beatles: Cine de Garaje.

Muchos los recordarán como los cuatro chicos de Liverpool, obviamente, dadas sus raíces incrustadas en los barrios que vieron dar sus primeros pasos, a veces dubitativos. Así como, el hogar de muchas familias trabajadoras de la ciudad del condado norteño de Merseyside (en el estuario del río Mersey y su estilo beat), luchando contra los acontecimientos rudos y los golpes vitales de cualquier índole.
Otros amantes de la música, preferirán el apodo de The Fab Four. Evidentemente, Paul, John, George y Ringo, son los componentes o eslabones, que comenzaron a alimentarse gradualmente en una "cueva", prácticamente a oscuras, pasando varias veces por Hamburgo en el trayecto a la fama. Así darían la vuelta a un globo terráqueo que se les quedaba diminuto, debido al impacto mediático y artístico, a la profundidad de sus acordes combinados con extraordinario tacto, a la calidad que escondían sus letras según aumentaba su experiencia y la evolución de su propio estilo musical.

Su nombre se ha convertido en toda una referencia para las próximas generaciones, que seguirán aprendiendo de aquella banda amateur de amigos (o no, sopesando la historia) unidos al salir del colegio para transformarse en otra entidad más prefesionalizada. Una metamorfosis inversa a la inmovilidad del personaje de Kafka, que irán creciendo gracias a su voracidad ingeniosa y esa capacidad mimética para aprender o evolucionar hacia otros géneros de nivel avanzado: mezcla de clásicos, rockeros, psicodélicos, folk o country, barrocos o ligeros como el pop actual, sobre todo, para un simple e indefenso insecto que no había salido de una isla, en principio.
Tres de ellos, se identifican con niños que sufrieron la separación y las dudas familiares, tanto, que no pudieron esquivar algunas de aquellas suelas infectas, que terminarían pisoteando (o intentándolo físicamente) su imagen y su siguiente trabajo... también, su cerebro inquieto, rebelde y creativo.

Echando la vista atrás, observando las múltiples fotografías que permanecen en el ideario colectivo, y las aventuras divergentes de sus películas, todo parece tan lejano que puede transformarse en una especie de sueño intermitente e irreconocible. Pero, resistiendo a golpe de batuta, menos mal, que nos quedan sus canciones y sinceras melodías (McCartney soporta las plagas), para recordarnos que fueron como aquel hermano mayor, que nos pasaba cintas grabadas con sus temas preferidos y estimulaba nuestro oído primerizo. Igual que, aquel amigo que se ligaba a todas las chicas que se acercaban mínimamente al grupo o esos colegas no tan agraciados que conquistaban por su carisma y su "simpatía", como siempre.
De viejos tiempos, desempolvamos los discos de vinilo y soltamos alguna lagrimilla (personalmente guardo incluso, me resisto, a tirar alguna cinta de cromo) donde escuchamos sus voces por primera vez y descubrimos un universo distinto de bandas. Aquellas emocionantes que transitaban por múltiples y variados, caminos, estrellas de un firmamento anclado en el tiempo, con infinitas pistas y sinfonías de placer, teclas irreverentes y pieles permeables para dejarse influencias eléctricas, gritos de animadores en vivo y alaridos de placer, cuerdas de los que pendían los amores fortuitos, y los de siempre, cuya esencia y elementos técnicos nos ayudaron a crecer y añorar su leyenda, casi mística.

La sombra del quinto Beatle... es extensa.
Eran los primeros años sesenta, cuando la música acababa de conocer a tipos extraordinarios como Buddy Holly, el dúo The Everly Brothers, el predicante del vértigo Little Richard, el guitarrista Ry Cooder o el maestro recién fallecido, elástico de cuerdas Chuck Berry. Por no mencionar al mismísimo rey del rock, Elvis, del que Lennon era admirador y vestía con orgullo su estilismo Teddy Bear de los comienzos. Corrientes y aspiraciones que fluctúan en una marea continua de eclecticismo.
Y mientras, los cuatro jóvenes (que luego serían 6-2, +1 fantasma) contribuyen al campeonato mundial, ganando encuentros a base de pelotas y alta fidelidad, o si sumáramos al cerebro del viejo y educado George Martin, más asentado con los pies en la tierra, formarían un quinteto de muerte. Cinco notas que se multiplicarían en una gama sonora sin precedentes en la historia del Rock, para demostrar que Liverpool abriría nuevos caminos en la música contemporánea y el rock. Aquí, desde la vieja Europa (que ya no es lo que era) hacia la conquista de nuevas fronteras artísticas y todas las gargantas que hervían de juventud y LOVE. Unas mayúsculas que sumadas a The BEATles, marcarían el ritmo en las próximas de-generaciones de amantes y oyentes.

La voracidad de estos "bichos" melenudos parecía incontrolable, se comerían el mundo, aleteando y saltando las distancias (algunas insalvables para la época), midiendo con sus prodigiosas antenas y palpando el horizonte, con sus tentáculos eléctricos. Capaces de otear y modificar el pensamiento, a pesar de las dificultades de todo tipo, como las tecnológicas y sus amplificadores Vox que frenarían las ganas de presentarse en vivo. El final de la plaga frente a las huestes de fieles silenciados.
Insectos que desplegaron unas alas tan brillantes como la psicodelia y sus derivaciones alucinógenas, o tan oscuras como el barroquismo clásico. Tan diferentes y fuertes que podrían soportar cualquier contratiempo, sobrevolar cualquier amenaza, acercarse a aquel tipo de aspecto hippie y su fe, conocido como "el hombre más famoso del mundo". Hasta que llegaron ellos -dijo John.
Claro, se armó la marimorena... porque sus palabras no quedaban en tinteros vacíos o partituras huecas, todas aparecían y siguen haciéndolo con tal fuerza, que cambiaban el mundo. O al menos, lo intentaron hasta que el cansancio, las mujeres, unas balas o la temible enfermedad, decidieron que con su silencio, estábamos mejor. ¡Qué hipocresía!, el destino.


Poco a poco, The Beatles irían ampliando las perspectivas musicales y sociales, más allá de una finita isla, defendiendo lo que casi nadie hace, a ese amor colectivo y abstracto, como la tangible paz. Multiplicando panes y peces, por discos inolvidables, desde una costa a otra, alimentando y divirtiendo a los jóvenes con expectativas o ´amansando` sus oídos, atronados por las bombas de la selva, relajándose con otras sustancias más oníricas y peligrosas, sin control, girándose al surrealismo en tantas ocasiones, que algunos estamos felices en observar sus locuras cinematográficas. A pesar, de algún resbalón sonoro.
Otras miradas insectívoras, se esconden y mimetizan con ellos, en esta era, gozan con sus contoneos cervicales y miran sus instantáneas invernadas, se regodean con su clase y presencia mitificada, con sus fragancias elegantes entre el pop y el rock de ida y vuelta (dependiendo de la época y el estado, de ánimo)... ellas, son las hijas y nietas de aquellos padres modernos, también insectívoros.
Aunque, sean acosados y maltratados, por mayores y crítica, rodeados por ellas, traviesas, devorados por los números incalculables mentalmente. Y físicamente, desprotegidos como estrellas que se apagan repentina y violentamente...

The Beatles se fueron perfeccionando, gustándose a sí mismos... o no, abandonando sus viejos y románticos envoltorios de quitina negra, para evolucionar a otras formas más contundentes, de piel y hueso, con formas intelectuales y oníricas. Gracias a esos acordes reconocidos por todos y las letras que han crecido hasta una adorable métrica, de sentidos metafóricos y diferentes. Más evolucionados que muchos escritos que se hayan leído, una sola vez en la vida o en libros que quedan aparcados en el interior de un polvoriento cofre, abandonado en el desván del pasado. Junto a otras cosas sangrantes, que prefiero dejar fuera de este comentario respetuoso y complaciente...
Su existencia e historia, se distingue de la vida real de los escarabajos, desposeídos de su fantasía visual y esa capacidad para soñar, contra la decadencia hermética de Gregor Samsa. Aquí reflejadas también a través de sus sorprendentes e inclasificables películas, desde la frescura de la primera en 1964, A Hard Day´s Night, solo dos años después de que el tema Love Me Do, se convirtiera en el primer romance universal o himno generacional de la banda.

Por tanto, comenzaré por el principio, no tan soterrado como el rock iniciático de The Cavern. Ni tan poco caprichoso como la sustitución de un batería llamado Pete Best y su precursor corte de pelo rockabilly (y del sustituto del estudio Andy White) que abriría un resquicio para colarse el gran Ringo, con su carisma, claro, y los flequillos evolucionados. Ni tan zurdo, que la guitarra pasara a manos del habilidoso George, desplazando a la izquierda de Paul al bajo, o las voces alzadas al vuelo con diamantes, que se irían intercalando con las cuerdas y esos acordes imaginativos. Violines en transición con guitarras eléctricas, clasicismo frente innovación, progresismo sin ira, efectos y loops, libertad, rifs grabados a fuego y feromonas, igualdad, drogas y sexo, en el Año del Amor, de la generación de los baby boomers. Dicho de otra forma, fraternidad musical...
La existencia de un virtual Sargento de la Pimienta, jefe de enamorados solitarios, y ya imagen de un todo terreno o representante llamado Brian Samuel Epstein, que confirió los trajes, sustituidos por casacas y bigotes; las corbatas y las formas de expresión, el recorte de sus vidas privadas, no de melena y patillas, y la forma de presentarse progresivamente a los medios... ¡cuánto pudo! Otro posible candidato al cinco, sin rimas, pero, esa es otra historia, que entra de refilón en el reparto de papeles, títulos de crédito en los documentales y memorias, alma del espectáculo visual y lejos de la sofisticación musical o expresiva, de otros seleccionados. Uno dentro de los mejores grupos del mundo. Señoras, señores... ¡con todos ustedes The Beatles!


Qué Noche la de aquel Día.

Éramos tan jóvenes, que debemos desprendernos de todo el polvo del camino, y observar este collage hipnótico alrededor de un centro monocromo. Sólo en la fachada, porque dentro predominan los colores cálidos y el polvo de las maletas, que llevan acumulado todo el bagaje de cientos de desplazamientos y opiniones encontradas. Un círculo de vicios, para relajarnos con la excelsa naturalidad de The Beatles y sus canciones, de su extravagante comportamiento al inicio, como si fuera de otra galaxia o esfera intelectual, desenfadada.
Es esta primera película de carácter documental, dirigida por un experimental, Richard Lester (el de Golfus de Roma, Robiy y Marian y Superman II-III) tras flirtear con jazz y ratones de comedia y Allun Owen guionista de El Criminal; poco tiempo después de que The Beatles se convirtieran en un referente visual sin preferentes, la imagen en blanco y negro de una generación multicolor. La sombra diaria de unos auténticos mitos vivientes, que el público juvenil adoraba y el adulto comenzaba a entender, unos chicos del portuario Liverpool, que amaban la música y sus instrumentos lógicos, con los que deseaban sacudirse el ambiente apretado de una caverna. Tipos de la calle, construyendo escaleras de rock al cielo, desde la nublada Inglaterra a los multirraciales Estados Unidos o el mundo.

Fue la época de la transformación de grupos como The Quarrimen (donde emergía Mr. Lennon sin gafas) y el sonido skiffle, característico de Memphis con rasgueos de guitarra acústica y banjo, de saludos efusivos y encuentros casuales en el autobús, entre fiestas que unían a personas con las mismas inquietudes y perseverancia, amor a la música. Con ganas para morder el universo expandido y saltarse las reglas establecidas, y las que se instalarán cómodamente en el futuro o el sofá, aunque tuvieran que cambiar la seguridad de unos míticos vaqueros por un vestido negro, sin fisuras. Es el momento, de esta Noche Como La De Aquel Día, donde cambió la vida de estos compositores, cantantes y músicos, pluri-instrumentistas con capacidad para emocionar al resto de mortales, con orejas. Inteligentes.

Tras el debut televisivo y la tonalidad fresca de su reciente éxito Love Me Do, se editaría el primer sencillo que iría a los primeros puestos de las listas de ventas, Please Please Me. Se construirían los cimientos de la primera concentración de 10 temas más cuatro sencillos, grabados en un solo día para EMI, que aparecen en el filme. Aquella nitidez, claridad en las voces y coros, crearían un nuevo sonido mezclado con letras románticas de estilo británico avanzado (mucho antes de la oscuridad del Brexit), en un sucesivo crecimiento con la profundidad temática de la "new generation".
Tras la sucesión admirable en la banda sonora, hallamos aspectos interpretativos como los enfáticos y profesionales Norman Rossignton (Tobruk, El Hombre de Una Tierra Salvaje) y John Junkin (Cómo Gané la Guerra), Victor Spinetti (Help!, Empiecen la Revolución Sin Mí) y Anna Quayle (Casino Royale, Chitty Chitty Bang Bang).

From Me to You, alcanza el primer número 1, seguido de 17 sencillos triunfantes que llegarían después en Reino Unido, cambiando actuaciones de Hamburgo y batería, a su expresiva, lanzadera, condensada, atmosférica, irrespirable, The Cavern.
Todo el éxito exuberante, les llevaría a una gira por 27 ciudades en EEUU y 30 conciertos desorbitados, antes de la llegada a la Luna. Sobrepasados por la asistencia tumultuosa y ruidosa, las carreras y empujones, saltos al vacío del escenario, curiosos, estampida ávida de nuevas experiencias sonoras y referencias culturales. Tras graves episodios dramáticos, grises rostros y guerras, aunque se dieran de bruces, con la escasa calidad sonora de aquellos equipos sin potencia suficiente u otras barreras ideológicas. Fueron, más que nunca, for ever, The Beatles, quizás, un sombra de envidia en algunas mentes adultas y sociales, de esa etapa cambiante.

En esta película, observamos la diversión de los primeros viajes y emociones, la sofisticación expresiva y el sentido del humor, la indisciplina de Lennon y la finura de sus cuerpos, figurines del gusto. Algunas anécdotas que han sobrepasado la realidad y comentarios de famosos, que se establecen en la mitología beatlemaníaca; acá está comprendido este gran salto, vertiginoso y estratosférico que supuso el sonido beatle y sus variantes angulares, desprendiéndose de estereotipos, marginalidades y los avisos recurrentes de fracaso, debido al uso de guitarras eléctricas y otros elementos que serían fundamentales en su estilo.
Significaría su primera pirueta declamatoria y dotada de naturalidad sorprendente, con retratos congelados de nuestros héroes en la memoria. Como si aquel día fuera hoy y esta noche de visionado, fuera eterna, viajera, transitoria... una propia revisión de su imagen y nacimiento, como cada producto visual en su época correspondiente, se educa y crece, se desvía de obligaciones y consigue fluir en libertad, aumentando más y más. Incluso, rebotando en las calles y dando esquinazo a sus admiradoras, como Charlie Chaplin y sus huérfanos, saboteando a los periodistas y desobedeciendo los deseos de sus representantes, haciendo chistes simpáticos.

Es una notable comedia entre notas de rock&roll clásico y aventuras al estilo onírico de The Beatles, al cómic y los dibujos animados. Más que un aviso, de lo que vendría a continuación... Su imagen, hoy, es monumental, mitificada, de otro planeta... el planeta Música.
Comprender todo lo que suponen The Beatles, las ensoñaciones de cuatro jóvenes hambrientos y simpáticos, irreverentes o azarosos, comprende una vida distinta e intrascendente, la de cualquiera de nosotros en nuestros diminutos habitáculos y aburridas existencias. Los besos dados y las palabras nunca dirigidas, los sentimientos que bailan en sus notas, del blanco y negro a un pensamiento multicolor, donde el cuarteto y sus vecinos animados, viajan en submarinos amarillos y letras surrealistas.
De repente, como una invasión de insaciables insectos, su imagen se reprodujo hasta la saciedad, en múltiples formatos, entre ellos, el cine de Richard Lester explicando un día cualquiera de sus enfatizadas vidas, algunas relaciones y escenas más reconocidas, o relacionadas con su trabajo visto desde diferentes emplazamientos, privados y públicos. Desde el matiz de diferentes voces que prueban su innovación sonora e imagen icónica, la experimentación con los recursos y la tecnología precursora, la personalidad de John Lennon, en un papel aún no tan indisciplinado y combativo como años después, el contrapunto estilista y arrolladora de Paul McCartney, conquistador y getleman, la sencillez y corrección de un George Harrison más joven y discreto, algo precavido, o la gracia innata, despierta y silenciosa como un felino, gracioso mimo, y padre acústico a la batería del pop/rock, Ringo Starr. ¡Welcome, un gusto!

Help!

I need somebody... será un presagio u otro tren perdido.

Es un grito. El éxito es tan fulgurante, que hoy nadie recuerda lo que costó hallarlo en ese principio, ni los esfuerzos acumulados y el desgaste que va adosándose al cuerpo como una rémora etílica o un viaje con Lucy. Quizás, por eso, The Beatles no pudieron controlar como ellos querían, su siguiente propuesta cinematográfica, Ayuda o Socorro (depende del rescate), acompañada de un argumento burdo y poco entretenido de Charles Wood y Marc Behm (Charada, increíble la diferencia), salvo las actuaciones tratadas como videoclips.
Se dice que falsificación o caricatura de las películas de espías a lo James Bond, no tiene sentido ni práctico ni estilístico, aunque los primeros minutos de los títulos de crédito se propaguen en nuestra cabeza, presagiando algo fantástico. Como la potencia de sus rostros, interpretando la canción principal de la película con un formato más programado, y Eleanor Bron (Al Diablo con el Diablo, Dos en la Carretera) haciendo de las suyas, a lo loco. Ah, además ahora en este fabuloso Eastmancolor, pero sería un espejismo tan solo.

Efectivamente, nadie dijo que esto fuera a ser fácil... aún restaban dos años para que el representante y guía Mr. Epstein falleciera por causa de un extraño cóctel de anfetaminas, dejando las relaciones personales en punto muerto. Continuaba el contrato con United Artist y la idea de esta película, resultaría un confuso panorama con críticas negativas, comprensiblemente.
Tras numerosas canciones que fluctuaban sobre el estado de enamoramiento recurrente, las baladas se apoderaron de la banda sonora, tan imprevisible como perdurable. Este pop con acento clásico, iba dirigido a sus nuevos seguidores, antes de su tercera gira a los EEUU, sus invasiones multitudinarias y el próximo episodio psicodélico. Personalmente, el estilo que los haría grandes (sin fronteras intelectuales ni barreras temáticas), excepto insultos de mentes cerradas y excomulgaciones de todo tipo. Incluida la separación de composiciones entre Lennon y McCartney, que concedían una encrucijada de choques reiterados. Posiblemente, esto se denote ligeramente en la película Help!

Mientras, Ringo seguía con su famoso traqueteo simpático y digital (dedo) por las Bahamas, con la nueva guitarra Rikenbacker 360 de 12 cuerdas, de Harrison y su tendencia hacia el hinduismo. Además será recordado como el Beatle que hizo que la banda fuera expulsada de Alemania por quemar preservativos y utilizarlos como luces de emergencia en el hotel. En ese momento, George Martin comenzaba a ver ciertos juegos como chiquilladas, que se reafirmarían al acudir a Haight-Ashbury y relacionar la música con un lugar de chiquillos consumiendo drogas. Ellos ya habían conocido a Bob Dylan y su interés por el cannabis. Daba comienzo una etapa más alucinógena y creativa.
Un compendio de formas adyacentes, que llevaría al grupo a dejar las giras por estadios y su música en vivo, excepto alguna azotea determinada (aquí me apetece recordar la escena final de la notable Across The Universe de Julie Taymor). Víctimas de un cansancio que se desprende en algunos instantes furtivos y descafeinados de esta película Help!, desprovista de frescura y con gags que no funcionaban ni se recuerdan, en general.

De todas formas, aceptando los errores y confabulaciones en la producción, argumento e interpretación, siempre es atractivo acercarse a este cuarteto de genios, capacitados para elaborar las armonías orquestales más reconfortantes y un estilo que propició otra apertura de mentes, tanto en la cultura de finales de los sesenta como sirviendo de referencia del rock progresivo, hasta nuestros días. Además, lo mejor estaba todavía por arrivar a buen puerto... a pesar de parecer estrellas invitadas en esta película.


El Submarino Amarillo.

Sargent Peppers... sería una inspiración, convertida en realidad. En 1967 con Magical Mistery Tour nos adentraríamos en su etapa más surrealista visualmente y la anticipación del proto-metal que vendría con Helter Skelter, incluida en el vital 68 en su famoso Álbum Blanco.
Pero, antes se sumergirían con los admiradores en otro vehículo de transporte irreal, del que guardamos un poderoso recuerdo gráfico y onírico. The Yellow Submarine se convierte en un divertido biopic de viajes exóticos y un universo apocalíptico de azules (Blue Meanies eternamente circunspectos), que odian la música y rebajar el sentido multicolor de Peperland. Para ellos, los cuatro más uno, se convertirán en héroes románticos con sus uniformes de gala de esta simpática banda militar, cantando y floreciendo con sus temas más vanguardistas, plenos de sensibilidad artística y metafórica. Defensores de la diferencia y la convivencia, de la naturaleza y el arte, de una estilo armónico con continuas disonancias y repeticiones, efectos especiales para el mayor juego musical de la historia.

La película Yellow Submarine de 1968, fue dirigida por el animador canadiense de cortos para los estudios de TVC en Londres, con George Dunning basándose en la canción del dúo compositor y extendida libremente por el escritor Lee Minoff. Junto a los productores Al Brodax-Jack Mendelsohn (Krazy Kat, Beetle Bailey) y el guionista de Love Story, Erich Segal. El resultado fue magnífico y brillantemente colorista. Por otro lado, The Beatles poseían su propia serie de televisión animada, con ellos mismos como héroes protagonistas, sin guerreras ni barbas.
Ya conocían a Elvis Presley en su mansión de Bel-Air, y se disponían a ejecutar su último concierto en vivo, en la quinta gira estadounidense, sobre el Candlestick Park de San Francisco, abiertos al estilo hippie y la evolución de su pensamiento social y político. All You Need Is Love, abandera la causa de todos aquellos que se levantaron contra le guerra de Vietnam y en favor de la paz mundial, cerca del vodevil surrealista y la composición más ecléctica de estilos y efectos visuales, de Brian Begun actual compositor gráfico de Digital Domain (Piratas del Caribe, TRON y otros éxitos actuales) y efectos visuales de Chris Caunter, también el The Wall de Pink Floyd.

Posiblemente, esta agradable experiencia condujo a George Harrison hacia Monty Phyton y su amistad con Eric Idle, que le llevaría a producir filmes como Life of Brian o Time Bandits. También a mantener con alegría, la amistad de Eric Clapton a pesar de ciertos problemas de faldas o formar un nuevo grupo con el mismo Dylan, Tom Petty y Roy Orbison, y guiaría los pasos de sus miembros, hacia otras inquietudes o conciencias recaudatorias con los damnificados del desastre natural en la India y aquel concierto de Bangladesh... el dinero no lo era todo, en sus cuatro fulgurantes vidas y sus próximas inquietudes por separado. Su excepcional vida, inquietudes personales y calidad como guitarrista, quedaría reflejada en el documental de 2011, dirigido por el gran Martin Scorsese y titulado George Harrison: Living in the Material World.

Debe quedar claro, visto desde el exterior, que Scorsese es genial y hace un monumento histórico, entrando en detalles no tan rimbombantes al estilo de su película 'No Direction Home' sobre Bob Dylan. Agrupa a un enorme elenco de personajes, Paul y Ringo, Eric Clapton, Tom Petty y Astrid Kirchherr, al hijo de Harrison Dhani y la mexicana Olivia Trinidad Arias (viuda de George), que también produce y refleja el cariño de todos los participantes en el documental. Pues, quién no se emocionaría con la intensidad de aquellos días, los recuerdos y expresiones más simples, y la creatividad fluctuando en el estudio. Incluso en el tema de su infidelidad, Olivia expresa libremente, como cualquiera de las bromas de su esposo: "- ¿Cuál es el secreto de un matrimonio largo? - ¡No se divorcie!"

Sargent Peppers y Yellow Submarine, es aquella etapa dorada y azulada de The Beatles, en la que muchos nos quedaríamos a vivir, meditar y disfrutar. Entonces, llegó la muerte de Epstein, escándalos sexuales aparte, la aparición en estudio de Yoko Ono y los últimos suspiros de los seguidores tras un retiro espiritual.

Backbeat (1994)/Nowhere Boy

En este apartado, además de la consabida Across the Universe y sus elaboradas escenas, con un estímulo vocal de todos los presentes a la proyección, a coro claro, recordamos otras dos películas que ahondan en las vidas de algunos protagonistas. Backbeat abre la caja privada de aquel escocés llamado Stuart Sutcliffe, con su infortunio interpretado por Stephen Dorff, su relación inmediata con John Lennon (el actor Ian Hart) para formar Long John and the Silver Beatles, y la novia alemana del primero, cuyo papel interpreta Sheryl Lee. El primer bajista de la banda en que sugiriera la metamórfica nomenclatura, en homenaje a Buddy Holly y The Crickets (o grillos), en complacencia colepóptera o guiño animalesco, no era ningún virtuoso .
Dirigida por el londinense Iain Softley (K-Pax, La Llave del Mal) muestra sus problemas internos y las escaramuzas, las difíciles relaciones con sus compañeros, dado su personalidad convulsa y cierto carácter contemplativo o esquivo, respecto a las necesidades musicales del resto y la imagen pública. Tampoco se desprende de las imágenes, un comportamiento demasiado arisco, pero sí las secuelas de un enfrentamiento rival con aquel duro pateo de la cabeza, que afectaría gravemente a su salud.

El estilo Merseybeat...

En un triste día de 1962, llegó la triste noticia desde Alemania, ya que el verdadero hacedor de la melena beatle y desafortunado, Stuart Sutcliffe había fallecido repentinamente por una hemorragia cerebral, con lo cual la banda tendrá que sustituirle (un cambio determinante para su futuro) para la grabación de una prueba en Padaphone (hermana pequeña de EMI en Londres) y edición de 4 temas compuestos por la pareja Lennon-McCartney. Tal vez, una de las más prolíficas y conflictivas de la historia del rock. Por cierto, las cintas garantizadas de aquel registro histórico, fueron destruidas como ocurría normalmente para una sesión de prueba, pero serían recuperadas dos grabaciones monoaurales como un recuerdo inusualmente desclasificado, especialmente, tratándose de los mediáticos Beatles.

En Nowhere Boy, la directora Sam Taylor-Johnson, se acerca a la intimidad de los primeros años de un Lennon y su creciente admiración por El Rey y aquellos primeros contactos con la música, la adquisición de los primeros instrumentos y amistades. Interpretado por su exitoso hijo Aaron Taylor-Johnson (Kick-Ass, Animales Nocturnos) y su tía, Kristin Scott Thomas, a cargo de su educación, tras la separación traumática de sus padres y una dura elección personal. El resultado es una mirada entretenida de su biografía, y un ejemplo de aquel sonido renovador.


Eight Days A Week.

El Escarabajo... curioso insecto de la familia de los coleópteros (significa estuches o cofres con alas, como la forma y funda de una rotunda guitarra) y miembro sagrado en la civilización del Antiguo Egipto que perpetuaba la buena suerte, la fuerza y el poder religioso. Así como fuente de la eterna juventud, alcanzada a través de la resurrección. Significaba su concentración energética, en un pequeño animal que simbolizaba la fuerza renovadora del Sol y se esparce por todos los territorios o ecosistemas del planeta. Más o menos, como sus congéneres musicales y su diversión radiante.
Su estirpe se perpetúa en el tiempo, como su trabajo, poseyendo más variedades diferentes (hasta 375000) que ninguna otra especie animal. Incluidos, por supuesto, los seres humanos con traje y corbatín.

Y en las relaciones, sin embargo, al verse involucrados con nuestra propia existencia o vida inteligente, han desarrollado facultades fuera de lo común. De movimientos armónicos, para protección de sus familias, y poderosos escudos con forma de élitros acorazados; recogiendo y reciclando, para dar un cobijo a sus nuevas generaciones; levantando masas superiores al peso de sus cuerpos o propagando su éxito espécimen a otros miembros (lo siento, no puedo aceptar miembras) del sexo opuesto, con dedicadas y atractivas feromonas o también, emisión de sonidos característicos. Mutando en el tiempo y pudiendo volar a cualquier confín de la Tierra, sin apenas sentir fatiga o desánimo. Algo espectacular para una pequeña criatura, de oscuro impermeable y brillante exoesqueleto.
De igual forma, se ha desarrollado este grupo de éxito por la naturaleza del cine, siendo capaz de transformarse en una especie única en su género, díscolo, evolucionado y protegido por un caparazón casi indestructible.

The Beatles trataron de protegerse de las críticas e imprecaciones externas, como un insecto de sus depredadores, con su movimiento incesable y sus modos de esquivar los peligros. Además de un deleite para los oídos, con ese ritmo indescriptible y motor para nuestros pies. Se inician en el frío interior de una caverna, como sus pequeños amigos invertebrados, en una larvada forma o pupa, redirigiendo su vibrante sonido a Liverpool y sus vecinos, en una progresiva metamorfosis. Hasta abarcar largas distancias, desde esas raíces juveniles con querencia por los clásicos y el rythm&blues, la experimentación sonora antes de otras aventuras más eléctricas.
Por consiguiente, irían expandiendo su música a todos los niveles y medios, su influencia más allá de la isla fue avanzando con el ímpetu creativo de sus genes y la creatividad artística, el dominio de todos aquellos resortes roqueros de moda y posibles derivadas. Su imagen surcaría los cielos en cualquier disposición o ubicación conocida, como lo haría su impactante estilo y las evoluciones ideológicas o personales de cada miembro. Hombres-insecto pertenecientes a una de las bandas más influyentes de la historia.

El skiffle se hizo extremadamente popular en el Reino Unido a finales de los '50. Lonnie Donegan se dio a conocer internacionalmente con la canción "Rock Island Line", junto a otros grupos conocidos del Reino Unido son The Gin Mill Skiffle Group y The Quarrymen... los que más tarde se convertirían en The Beatles, en una larga evolución hacia el rock&roll y la psicodelia.
Precisamente, apuntando a este puesto crucial dentro del romántico universo de la música y su historia, planea con impulso imparable (entre diversos vaivenes o situaciones), la permanencia del legado beatlemaníaco a varias generaciones. En la actualidad, bajo la forma de una nueva película documental, curioso pero algo destartalado, no tanto cronológico como estructuralmente, los cuatro de Liverpool son protagonistas de su propio encuentro musical y la situación mediática. No podría ser de otro modo, a través de esa perspectiva histórica o mirada social que sorprende a unos jóvenes triunfadores, inmersos en un desarrollo personal y transformación musical.

Eight Days a Week (The Touring Years), sobrepasa ese aspecto visual de los archivos, para acercarse al individuo. Aunque de forma más escueta que en otras antologías anteriores, mediante la fuerte resistencia del exterior que desprendían algunas de sus opiniones fuera del mundo discográfico. A medida que su carrera avanzaba, los extremos entraban en conflicto, al igual que ciertos intereses particulares, dividiendo la posición de la banda frente a poderosos enemigos y reflejando dudas respecto a su independencia o intimidad. Sin embargo, el documental mantiene la esencia de los comienzos, y su imagen tras el espejo, secuestrada su juventud por la industria musical que giraba a su alrededor. Un trabajo de incalculable valor, según nuestro cariño o admiración, bajo la nostálgica mirada.
El filme, de algo más de dos horas y cuarto, bucea en las relaciones privadas de aquellos inicios y sus arrolladoras giras hacia el éxito. Del blanco y negro al color, del blues a la psicodelia. Su comportamiento burlesco con los profesionales, representantes y los medios; la puesta en escena, medida o espontánea, con aquel público juvenil de afluencia masiva, para dejarse la voz y las ganas. Aquellos maravillosos años...

Otras hostilidades, o heridas, mezclan imágenes asombrosas dirigidas por el director de Oklahoma, Ron Howard. Ahora enfrascado en producción de Zelda (sobre la esposa del escritor F. Scott Fitzgerald) o una historia espacial titulada Seveneves. Recopila imágenes definitorias de una sociedad cambiante,y un guion neutro de Mark Monroe, recreado en la historia de P.G. Morgan (autor del texto documental de Roman Polanski: Wanted and Desired).
En su interior reside la polémica también, con distintos estadios que van, desde la creatividad artística a la falta de medios técnicos; así como navegar distancias inabarcables por entonces. Pensamientos insalvables especialmente para la sociedad norteamericana y sus cambios fundacionales, sufriendo la crítica más recalcitrante de aquellos, enemigos del avance cultural. Extrapola su postura al lado, de la imparable visión de una mayoría juvenil y su conciencia frente a los abusos o la corrupción (esa, de que Elvis se empalagaría, según refleja Nixon vs. Elvis). En definitiva, una juventud ávida de profundos cambios, en favor de la igualdad y libertad sexual, que permitiría esa expansión imparable del baby boom y su crecimiento en las siguientes décadas.

Sus cuatro rostros, cuadriculados en las portadas, abarcan estas diversas etapas. Desde 1962 y el primer disco, sus primeros números 1, hasta el fin de los conciertos multitudinarios en 1966, con aquella última aparición en el escenario de San Francisco. Luego, la salida inconmensurable de su Sargent Peppers and Lonely Hearts Band... con aquella florida e histórica portada diseñada por Peter Blake, que nos hace soñar y sorprendernos aún.
En el filme, observamos de nuevo, aquellas oportunidades y tensiones, sus famosos flequillos móviles y apariencia elegante, que no pasa desapercibida, las ganas de divertirse y empezar a formular mensajes de todo tipo. El sentido que definía sus diferencias, o colores sonoros, frente a la gris existencia de la niñez de algún componente y la repentina muerte, del que funcionaba como pegamento. También, los muertos de la guerra, por supuesto.
El rock que triunfó con movimiento de pelvis, lujurioso para algunos, se identifica con estos ritmos divertidos y se dirige hacia una mirada más evolucionada, moderna y eléctrica. Identificando a una generación con otra siguiente, uniéndoles con directas letras hacia la protesta y el amor, individual o colectivo. Diseccionando musicalmente, las relaciones privadas o emocionales entre chicos y chicas, sus apasionados conciertos en la grada y, sobre todo, mucho baile. Pues todo el mundo cimbreaba sus caderas o movía sus crecientes melenas al viento, cuando poco a poco, el aire fresco conduciría sus pasos a una verdadera comunión y total transformación de su existencia... más universal. Y la nuestra, con ellos y su extraordinaria música.

Vemos el proceso endiabladamente veloz, del triunfo, con excelentes secuencias propias o retratos de anónimos espectadores en éxtasis libidinoso y sonoro. Famosos exaltando y gritando sus frustraciones o amores, sensaciones con ellos. Detallado en cada surco de piel o sus discos, a través de sus impertérritas y LP´s históricos, para evolucionar con sus mentes y apurar el crecimiento individual de cada miembro de la banda. Comprobamos el desarrollo de su amistad (anterior a aquel fatídico 31 de Diciembre de 1970, de su definitiva separación sobre un tejado acústico) y la exaltación pública de su influencia en nuevos grupos.Incluidos los más grandes compositores clásicos como Beethoven, Mozart... o músicos como aquel destronado, temporalmente, pues su rock&roll es inmortal, Mr. Elvis Presley.
Su aroma se detiene en cada disco y se exhala en cada parada de una gran ciudad, aireando las personalidades de los 4 de Liverpool durante aquel cambio colectivo y generacional, también rítmico e ideológico.
Se denota en el documental, la forma de ver el mundo a su alrededor, constriñendo las distancias aún más (hasta la actual globalización) y difundiendo sus estados de ánimo a un público fiel e inteligente. Como un coro de gritos desesperados de ayuda, help I need somebody... ante los alaridos de admiración y el crecimiento imparable del fenómeno. Hoy reconocido como "Fan".

Profusas irrealidades, propias visiones... una gama inmensa de colores en contraposición: industria, opiniones generalizadas, sustancias desmaterializadas y otros humos clarificadores... apatía, miedo, experiencias, espiritualidad. Otra distancia más.
Todo aquello sucedió, año tras año, ocho intensos, sin apenas darse cuenta. Trastocó su existencia y el proceso de aprendizaje, desvirtuó su conexión con el público y estructuró otras partituras más acordes con su personalidad, para olvidarse de angustiosas o tumultuosas representaciones. Más teatrales y visualmente mediáticas, que atractivas por la claridad sonora.
Este inicio del movimiento fanático, pudo costar caro. Las multitudinarias actuaciones, sensacionales como documento gráfico, también significarían una transformación de la forma de escuchar en directo. Algo nunca visto hasta entonces, con estadios y masas sincronizadas, como una marea vocal. Algunas declaraciones de los jóvenes en su época y anécdotas difuminadas por el tiempo o matizadas por los cambios sociales de la actualidad. Todo eso fue, ocho días en una semana, en compañía de seguidores, giras anuales y focos del estrellato o la prensa. Fotos infinitas, sesiones mágicas, grabaciones, vídeos y películas. Cine para amigos de los insectos y el british beat, tras numerosos vuelos y sorprendentes situaciones laborales.

Joh, Paul, George y Ringo... delante de la cámara (hoy de Howard) se manifestaron mejor con su música, para edificar su leyenda. Cuando a la aventura personal y locura colectiva, se suma otro prisma de mentalidades menos retrógradas... al ritmo cálido de una nueva guitarra ... o la batería. La mítica de The Beatles, siempre estará ahí, para nuevas generaciones e inquietudes, para el deleite de futuros oídos.
God Save to Sargent Peppers and Lonely Hearts Club Band. Es decir, a los escarabajos más cinematográficos... o brothers.




Eight Days A Week - The Beatles.

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