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domingo, 15 de enero de 2017

Elle / La Autopsia de Jane Doe.

Ella... El Sexo Vindicativo.

Mientras, hace tan solo 3 años, el director Spike Jonze nos atraía a una red, incomunicativamente social y romántica, también nos presentaba a Ella. Mujer, o fría realidad etérea, cuya voz era el reflejo desorientado y sexual de masculinos deseos o frustraciones de nuestra mente desviada y compleja. Era la historia de una obsesión solitaria que infundía la desesperación de una sociedad demasiado mediática y abstracta, a través de una voz cálida, no disfuncional pero remota. Un ser frío y caliente a la vez (como un cadáver que ofrece todas las respuestas) o una chica perseguida por una idealización mayúscula del romanticismo y soledad eyaculativa.
Un compendio de pasiones, que resultaba de ciertos procesos ocultos o codificados, tan complicados que sólo serían válidos para una imaginativa aventura romántica. También, la falta de comunicación que se denuncia, en una cinta de terror psicológico.

Aquello, o ella, significaba la identificación del amor con una idea mitificada o un reflejo interior que aparece como una diabólica necesidad, sin conexión aparente con la realidad. Esto es, un espejismo sobre las pasiones humanas que superan nuestra verdaderas circunstancias vitales, o el reflejo de lo que deseamos ser en el pasado. La superficie de una obsesión o la piel que esconde un secreto inconfesable, algo que origina una pérdida personal o conexión con el mundo exterior. Una abstracción singular al otro lado de una línea marcada de rojo y vestido ceñido en sueños, convertida en atracción o pesadilla existencial. El enfrentamiento contra la Máquina, convertida en mujer irresistible... como aquellas flexibles blade runners de Scott.
Sin darse cuenta que el vórtice involucionista, está presente y la lucha sigue viva, como una relación reiterativa y peligrosa, que sugiere la dulce venganza contra el poder establecido, dijéramos masculino. Por tanto, esa película escrita y dirigida por Mr. Jonze, entronca con otras pesadillas del futuro(y del pasado), que va dirigida al corazón, aunque calculada en otra mente más imaginativa, moderna y evolutiva.
Aquella historia increíble, para el protagonista parecía auténtica. Porque a veces, los sentimientos se esconden en un organismo inerte, en una leyenda desconocida o una visita inesperada, compuestas de palabras huecas. Sin emoción, como las capas de bits o el sexo de pago, tan gélidas como una mirada del ayer, o una imagen desenfocada de la realidad cotidiana, casi vecinal. Algo que provoca en el espectador esa sensación irresistible de raciocinio pasional, tras su visionado... aunque te engañe la perspectiva, los hechos narrados o, sus sentidos les confundan con esa extraña visión del placer o atractiva inmovilidad. Her era un mito o sueño... quizás, un mundo demasiado real.


Elle.

Ahora, vuelve Ella, la Huppert. Conviviendo dentro de un laberinto existencial, buscando al malvado minotauro del otro lado de la pantalla. Dejando sus pistas, para encontrar la salida, igual de directa y extravagante que un juego mortal de apariencias... O ¿acaso no lo es la vida?
Cuando su voz suena casi robótica como aquella dulce pesadilla, resabiada y sancionadora, pues parece mucho más cercana que otras ficciones femeninas sobre la invasión de la privacidad, e igual de peligrosa. Debido a sus movimientos provocadores y escenas radicales. Y, a otros elementos invasivos de lo cotidiano, más familiares. Una moraleja desconcertante.
Por tanto, su historia, aparentemente irreflexiva, posee engaño y dolor, a partes iguales. Suficientemente concentrado para crear una metáfora que establezca unas consecuencias tan desestabilizadoras como inesperadas para todos. Excepto la figura de Ella, dama de la escena francés, tal vez.

El horror implícito de Elle, es el temor en una mujer madura de éxito profesional, que relativiza sus preferencias ante una abstracción, desdibujándose frente a su familia y el ambiente laboral, con gráficos de última generación. Cuando realmente, está creciendo interiormente, hacia la superación de pasiones descontroladas que van, desde la atracción sexual al placer atribuido al dolor, o el amor sustituido por la protección del débil.
Mientras el sorprendido público que se acerca a esta historia salvaje, tremendamente física e idealizada en su desarrollo narrativo; se verá sorprendido con sus zancadillas y violencia, no exclusiva en un nivel social determinado. Pero sí, determinante

Su avance, simuladamente, obtuso y esquivo, gracias al director holandés Paul Verhoeven (Robocop, Total Recall), mantiene una tensión en ascenso, incontenible como el deseo de sus primeras entregas pasionales. Quiero decir que, El Holandés Errante por tierras galas, regresa a las andadas. Consumiendo una delicia, no holandesa ni turca (aunque igual de emotiva y realmente dura), de descubrimientos casi sacrílegos, con un guion basado en la novela de Philippe Djian, que puede resultar indigesto para la mente, no equilibrada. O peligrosa de cintura hacia abajo.
Con el montaje y la producción, Verhoeven nos envuelve con una atmósfera opresora, algunos podrían pensar que demasiado oprimida, inicialmente. Que se desenvuelve como una autopsia complicada, a través de la trama calculada y envuelta de ese aire irrespirable que transforma todo con su aroma a muerte.
Un secreto que concita a sus protagonistas, alrededor de su mente matemática, filosófica y humanista. Como un videojuego de conquista, elaborado para saciar los bajos instintos.

Es una obsesión en su cinematografía (como el sexo), la búsqueda de la redención del héroe acorralado, debido a circunstancias hirientes o castrantes, al filo de lo correcto. Del renacimiento de la venganza más cibernéticamente humana, no replicante en esta ocasión, hasta la recaída en las adicciones. En combinación con el morbo del mirón y el sexo más extremo, o esa amenaza oculta del hombre sombrío y obsesionado con el cerebro inteligente de esta mujer experimentada, interpretada con aroma a triunfo personal.
La filmografía del realizador, con Ella, ha pasado de las decadentes relaciones y turbulencias sexuales por los Países Bajos y sus dormitorios, hasta el crimen más abyecto y despiadado, en una urbanización de lujo. Es otra amante herida de este navegante, poco romántico, la penúltima de un recorrido magnético y erótico, por tan curiosa carrera fílmica.

Desde aquellas relaciones convulsas y desencuentros de sus películas europeas, a la conversión de un carismático ´monstruo`, perseguido por el pasado y su indefinido futuro. La mujer como figura de un héroe o protector mecánico, buscando la redención y la venganza familiar, hasta sacudir los cimientos de féminas enfrentadas, en un baile decadente hacia la muerte. También, repleto de alternativas sexuales con final, no tan feliz... tal que una guerra generacional contra enemigos o depredadores de otro planeta prohibido y ficticio. Aquí, se separa la realidad de lo imaginativo.
Así el guion de David Birke, aparece como un fantasma (el próximo será Slender Man, The Film), para aumentar la tensión y el fuego, en sus delicadas manos. Gracias a la increíble interpretación de una Isabelle Huppert, monstruosa, descomunalmente fraccionada en distintos roles, que borda. Eléctrica y desafiante, tal que las arterias de tu mano empuñando con fuerza un picahielos y clavándose en la perdida carne. O un aterrador costótomo.

Por supuesto que, esta Elle de París (producción entre Francia, Bélgica y Alemania), no tiene que ver con la Her de Jonze en lo básico, salvo en su relación extraordinaria y ciertas conexiones binarias, en su instinto de supervivencia. Pero, posee esa convulsión sentimental que te arrastra a nuevos horizontes desconocidos de la mente quebradiza, casi vocacionalmente enfermiza. Con unas órdenes que procesan un extraño juego digitalizado, una película dentro de otra, un engaño dentro de dicho juego. Igual que una investigación privada abre nuevas pesquisas, o cuerpos inertes, entre la imaginación criminal y sus resultados... tan contraproducentes para la salud. Física y mental.
Hechos violentos o desenfrenados, tal que un juego vicioso que pareciera haber sido diseñado por el mismísimo diablo o la brujería. Silente, y disfrazado de hombre corriente.
Cuando la protagonista acaricia su pelo, felino, asomada a una ventana, observa ese futuro cristalizado por el recuerdo, que la persigue día y noche. Hasta la enmascarada sublimación.

Huppert, que entreve el peligro (de un papel extremo y difícil), se crece contemplando el futuro que resta por venir, semejante a ese puñetazo que aún duele en su rostro o una quemadura de siglos. Pero mucho más dañino para su propia intimidad femenina.
¿De veras, crees qué esta trama sugerente se queda ahí? ¿En la simple contemplación? En la destrucción de un mundo, cubierto por falsedades, recriminaciones e injurias... o por el contrario, es la explosión ralentizada de nuestros odios exacerbados.

Quizás, un conjunto de ambos, realidad e imaginación extrema. Pues los encuentros y las palabras expresadas están vacíos, ilegibles para un sorprendido público. Desafiante con su método inteligible y crudo, aunque la violencia se convierta en el sentido de todo, tanto en el ámbito social como en el privado. Dentro de la psicología perturbada de todos los personajes, existe algo más, incómodo. Siempre perseguidos por agravantes asociados y observados por nosotros, escrutando en su intimidad como un agresor busca una grieta o resquicio pasional por el que colarse en su vida. Todos arrastrados a su propia destrucción, o no.
Elle, por tanto, es la madurez y personalidad experimentada de una actriz, al estudio de los comportamientos femeninos, para tratar aquellos asuntos más complicados e hirientes, con cierta frialdad. Defendiéndose, e Isabel Huppert se acerca a la excelencia con una actuación medida, aparentemente gélida. De hija del Amour a defensora materna de una desaparición, creadora de ilusiones inconfesables que incitan a mentes ausentes, o las más solitarias, disfrazada de inseguridad, algo condicionada por los últimos datos corrompidos en la memoria o una misteriosa autopsia. Como la respuesta metafísica a ciertas dudas existenciales, o cuentos de miedo que nos asaltan por las noches, leyendo la original novela... Oh, sorpresas te da la vida.

Después, esa intimidad la convierte Verhoeven en mero ocio privado, para consumo rápido y anónimo. Todo lo programado, se emborrona en la pantalla calculada y logra esclarecerse con el tiempo, si Elle lo trasplanta a su vida real. A los ataques verídicos en las noticias, lejos del juego macabro y violencia digital comprimida, dónde subyace el diseño y la fantástica estructura narrativa, que toma la perspectiva del acoso y lo extiende hacia otras ramificaciones familiares. Ahora, todo parece más extraño, convulso e imprevisible, demasiado bestial para ser verdad... cosas de la experiencia y la mente intrincada del creador.
Ella, Madame Huppert, trabajadora, profesional y divertida, emerge de la pura esencia y la clase, también del odio a su alrededor. Se limpia la podredumbre que quedó atrapada en su piel y los huecos de su teclado silenciado, aquella noche. Mira de nuevo, para comprobar que la historia se repite hasta la saciedad, por todos lados, abriendo nuevos caminos hacia la locura. O, hasta descubrir la verdadera esencia de una mujer segura, inteligente, manipulada por el corazón, no manipulable fácilmente. Repleta de recovecos o pensamientos estratégicos, ya que si le tocan la moral, ella responde con cierta solvencia o decisión, para sus negocios y asuntos privados. Se dirige a un final sorprendente y desconcertante.

Para comprobar que, los hombres han transformado todo lo que quiere o aquello que deseaba, han modificado el diseño, las rutinas programadas y las reglas, falsificando su labor incansable y la perspectiva, su enorme personalidad, maltratada, desproporcionada, maniquea, radical, ofuscada... libre. Ahora, que se encaminan a sus propias vidas y se alejan de ella, el ámbito laboral se ha convertido en una lucha incesante de géneros opuestos y otras bifurcaciones personales que se cuelan en el ambiente, en su propia sangre.
Por tanto, Paul Verhoeven ve en Ella, un arma preparada para la batalla viciada que se avecina, la mordida de un animal herido o sin el valor suficiente para enfrentarse al problema, convertida en todopoderosa. Decidida, dirige con mano izquierda a la industria de ocio, y derecha para otro tipo de ejecuciones que deberán producirse, tarde o temprano. ¡Claro, basta de tanto quiste sebáceo... que deformaba su figura trabajada y estilizada! O esos virus informáticos que se reproducen enquistados en el interior, con extrema violencia y carnalidad... pues, esa será su lucha nada romántica. Evitar una contaminación que nuble su personalidad, o el ascenso de una deidad vindicativa.

Tras el hecho narrado y el masoquismo, su evolución personal provoca sensaciones dormidas del voyeur, reproducidas hasta la salida de la proyección. Tras esas rasantes imágenes de Verhoeven, cambia el ritmo del espectador y extrema sus pasos futuros, que se pensaban ya a salvo de cualquier agresión. Ellos y ellas, intrigados ante la sucesión de dramáticas circunstancias de una mujer acosada y otras batallas psicológicas, sexuales... pues, las claves se suceden en racimo, como una pelea violenta en un ring de pensamientos dispares o una incisión en un cuerpo, en el sótano de nuestros temores y deseos. Un conjunto de identidades al límite, configuran esta Elle abstracta, ante tranquilidad victimista de esta Michèle, en profunda admiración traumática con la nueva etapa experimental y deformada por su humor dolorido. Al igual que la osadía de un director desconectado, como Paul Verhoeven desde aquel Libro Negro.
Así, Elle se transforma en espiral vertiginosa, al ritmo de la absorbente música de Anna Dudley, tensa o melódica según requieran las imágenes, e interpretaciones corales del actor alemán Christian Berkel (Valkyria, Inglourious Basterds) o los franceses Laurent Lafitte, Charles Berling y el joven Jonas Bloquet. Nutriéndose de la energía y la materia cambiante, de desperdicios sociales, que terminarán en el mismo lugar. Con todos los personajes revueltos o cuerpos desvencijados a los pies... de Ella.

Tal que un puzzle siniestro o incisivo, por fin, concretado y resuelto. Victimas o verdugos, marcados con frustraciones pretéritas, y viceversa, deseos eternos. Donde, el ganador es el espectador, implicado en el entendimiento del sádico encuentro inicial. Comienzo terrible que distorsionaba la realidad... no, la verdad.
Lo real coquetea con otras inclinaciones sexuales, la lucha generacional que trasciende tras la cámara, hasta nuestra butaca y mirada. Travesías del complejo de Edipo o indefensión de hijos frente a dificultades coyunturales y matrimoniales, herencias genéticas de matrimonios defectuosos y posturas vergonzantes, engañosas como sangre que nublara su visión. No hay sentencia posible... su violencia no se cuestiona, forzada por la concepción cosificada o presuntuosa del género masculino.

Para encontrar las claves, en Ella, deberemos olvidar las primeras sensaciones personales ante las imágenes y el sentido romántico de este comentario, las persecuciones en la oscuridad y ciertas extralimitaciones, como insultos y vejaciones, el dolor infringido, la pérdida del honor y toda la injusticia social. El machismo en las redes y trabajos, pero especialmente, de cualquier otra estrategia alocada... al menos, hasta asomarse a la ventana o visualizar, su verdadera sombra. ¡Venganza!

Elle (2016), Soundtrack by Anne Dudley.


La Autopsia de Jane Doe.

Sigo con esta sesión orgánica, sobre el espíritu femenino.
Ahora, la intranquilidad psicológica y científica, se apodera de una fría sala de autopsias y sus tres protagonistas, danzando con la muerte y el escarpelo preciso. Digamos que, se trata de un gore, casi educativo.

Nos hallamos ante la cinta de horror del momento, creada entre las productoras 42 e IM Global, y gracias a la mente de los guionistas Ian Goldberg y Richard Naing, más la agilidad conceptual y visual de un director noruego llamado André Ovredal (Trollhunter). El resto es una historia que reúne todos los miedos que se apoderan de la escena, o en este caso, La Morgue.
Desde casi el comienzo, después de la presentación de una pareja de novios con singularidades, compuesta por la actriz británica Ophelia Lovibond (Guardianes de la Galaxia) y el californiano Emile Hirsch (volviendo a despuntar como en Hacia en Rutas Salvajes), aparece un experto patólogo forense y padre, autorizado legalmente para abrirle las entrañas al pasado, interpretado por un gran actor escocés llamado Brian Cox. Actor de origen escocés que ha participado en películas de acción como Rob Roy, Braveheart, Troya, Truco o Trato, X-Men 2 o El Caso Bourne, y grandes odiseas personales como Academia Rushomore, Adaptation, La Última Noche, Match Point o Zodiac, además de recrear dos voces interesantes en Fantástico Sr. Fox y, claro, Her. El resto son posiciones, suposiciones, ángulos y perspectivas del horror, palabras que se clavan en la carne y exposiciones legendarias.

La atmósfera ya te pone los pelos de punta, hasta que aparece Ella sobre la mesa de disección, la bella y pálida actriz Olwen Catherine Kelly, que solo necesita de su cuerpo para hacerse notar (y de qué manera). A no ser, que tus funciones vitales anden por los suelos o hayan desaparecido por completo, vamos, que tu corazón no sienta ni padezca.
Porque, La Autopsia de Jane Doe, que verás a continuación, está practicada de forma contundente y exhaustiva, tanto que te corta la respiración, aún a sabiendas que se trata de un simple cadáver de ficción al que da pena estropear (hermosa presencia muda); pero necesitamos saber más sobre su entrada empujada por el sheriff, si bien está rodada en un claustrofóbico interior de Londres, con sus pasillos y nichos refrigerados.

Lo he dicho... ¡hermosa criatura!
A partir de ese momento, todo se complica, aunque las interpretaciones se fundamentan con la personalidad y seguridad de los actores, ofreciendo imágenes descriptivas de una autopsia profesional y los métodos empleados para descubrir los secretos que reserva el cuerpo de Jane Doe, sin otra nadie sin nombre. Los apuntes y motivaciones, serán pura invención, pero te recuerdan las atribulaciones forenses de Clarice Starling con las especificaciones de la serie Breaking Bad o un CSI extraordinario; hasta que la ficción se vuelve demasiado impactante, casi sobrenatural, y confabulación alucinatoria...
El filme contiene trazas de una realidad forense que desenmascara los conflictos internos de padre e hijo, enfrentados con motivaciones distintas y consecuencias insospechadas. Pero, materializada con un aspecto más oculto, que se irá desgranando poco a poco, como el hueso de un sabroso jamón de bellota... tan deseado.

Sin embargo, todo lo que vemos y sentimos de cualquier otra forma, tiene que ver con el desarrollo del sufrimiento humano, por lo que tendrás que prepararte a conciencia. Elegir el día oportuno para la operación abierta.
Toda la atmósfera va encaminada a crear un complejo entramado psicológico de tensión cinematográfica de calidad, variable como las respuestas del cuerpo aparentemente inmaculado, desde la hipótesis científica o policial del asunto misterioso, hasta todas aquellas cuestiones personales que circundan los tejidos desprendidos, es decir, la relación entre los personajes ataviados con sus batas y guantes. Métodos de precisión que apuntan a la cabeza del espectador, y se manifiestan en una baraja de posibilidades, que se refieren a ciertas cuestiones del pasado y que parecen alimentar algunos fenómenos inexplicables. Ella, es aquí, una tesis vindicativa y purgatoria, de los propios errores cometidos como especie racional.

El resto de la explicación facultativa, está en lo profundo de nuestras raíces y conocimientos, es decir, dentro de Ella y sus increíbles reflejos. De la punta del cabello a las uñas de los pies, todo lo conoceremos.
Primero, es significativa la omnipresencia de la Belleza con mayúsculas, porque se refiere a la divinidad mancillada, a una alegoría de la violencia que desata nuestra repulsa, y su ira. Con lujo de bellos detalles, observamos los horrores que vienen a continuación, todos relacionados con aquellas que percutían el dolor infringido sobre nuestras mentes. Como Martyrs encabritadas o la Hard Candy más radicalizada, que indicaban un movimiento imparable y vindicativo, sobre el género masculino, pues el sufrimiento de su identidad se leía entre las marcas ocultas.
Se forma una idea en la mente, mitificada, motivada por nuestra angustia de sufridores, mancillada por la inocencia de su figura, multiplicada por el dolor.

De manera que, una vez, sajada y diseccionada, observada meticulosamente, nos introducimos en un mundo diferente, donde la violencia se desencadena como una expresión sádica de la historia. Aunque realista en el aspecto visual, penetramos en una trama conectada con el feminismo, sin fronteras, con la percepción macabra que movía a Elle u otras más desconcertantes, con armas impensables, hechos sangrantes que confunden realidad con sueños, sadismo en las manos de expertos, maquiavélicas manipulaciones de nuestra conciencia, bien despierta.
La remueven, nuestra mente y a Ella, ésta ilegible Jane Doe que nos apasiona. Pues, guarda un secreto inconfesable. La vapulean, porque nos enfrentamos a un universo paralelo de terribles consecuencias en el calendario, con siniestras honomásticas y vueltas atrás. Hasta hacernos presenciar los horrores y dolores más terribles. Sí, amigos, este director sabe bien lo que tiene entre manos, una pequeña joya del terror, semi-independiente.

En esta idea de la beldad, se enmascara el infortunio de los presentes, petrificados ante la presencia de la joven atribulada y petrificada, bueno, de sus sufridos órganos, que nos contarán tantas cosas como sea posible sobre su pasado incierto. Sin apenas abrir la boca, pero... ¡ay, cuándo lo haga! Preparados para correr, o no.
Seguramente, los cimientos de la medicina forense temblarán, las costuras tomarán formas increíbles bajo la nueva perspectiva vital (y horizontal), se desquebrajarán todas las teorías filosóficas o metafísicas, y la ciencia se verá vapuleada ante una oleada de pruebas contundentes. De visiones (no identificadas en el espacio y tiempo presente), en función de la mente y una presencia legendaria. Ella, esconde múltiples señales en su cuerpo y una herida incesable en el alma.

En el sentido más profesional, poco queda por decir, es un gusto. Dada su labor impagable como científicos patólogos y actores, ya que tenemos a dos generaciones de intérpretes de la verdad en escena, aunque sea terrorífica. Son solventes de sobra para este caso, si bien se les va un poco de las manos y el bisturí, gracias a los acertados guionistas y la producción artística, donde la iluminación toma las riendas de este sortilegio.
Descubrimos con La Autopsia de Jane Doe, que un buen guion se construye desde el interior, hacia fuera, de las entrañas a la exposición conceptual, de la imaginación al corazón y los datos más descriptivos, o situaciones extremas. De su articulada experiencia a los impulsos más pasionales, que nos llevan a la destrucción. De lívidos labios y miradas concentradas, sobre piel, huesos y sangre, que conforman la milagrosa consistencia, a los espacios que nos mantienen en pie o los silencios con que enmudecemos. A la profesionalidad de los actores y equipo técnico, que nos dotan de conocimientos y pensamientos vagos, razonamientos involutivos, hasta que la muerte los separe...

Sin duda, ante los sagrados o científicos acontecimientos narrados, una figura despunta entre los vivos y los ´muertos`, la del noruego André Ovredal que practica una operación de precisión sobre los espectadores, sorprendidos y boquiabiertos ante la belleza mancillada. Si consiguen resistir la verídica representación inicial y ciertas torturas ´indoloras` a las que "no serán" sometidos, sino que las padecemos en su carne especial. Ella, la chica de The Autopsy of Jane Doe, y nosotros como voyeurs del dolor y la culpa.

The Autopsy of Jane Doe, soundtrack.

Cinemomio: Thank you

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