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domingo, 25 de septiembre de 2016

Before I Wake (Somnia).
















Las Sustancias del Sueño.


¿Qué significado tienen los sueños?
Si fuera Sigmund Freud, diría que los sueños se producen en una fábrica que nunca descansa. Una barrera entre el subconsciente y el inconsciente, que delimita una relación irreconocible según las reglas aceptables dentro del mundo sensible y que puede significar una inquietud interna o tener un significado para explicar algún hecho de nuestro pasado.
Todo lo contrario al cine, sin embargo. Pues, un espectador dormido, no puede reconocer la interpretación real de las imágenes que propone el director sin profundizar en la historia, sino que crea su propia película, tal como le ocurriría a nuestro familiar sesteando durante una pérdida de atención prolongada o a los protagonistas confusos. Y entonces, se produce un bucle del que es imposible salir, entre una posible ´realidad` cinematográfica y el verdadero pensamiento onírico, maleándose.

Bueno, los sueños aparecen cuando el cerebro descansa, evidentemente, como consecuencia se establece una comunicación paralela del subconsciente en relación con la percepción y nuestros deseos o miedos a lo largo de una vida. Al menos, antes de que suene el despertador y procedamos a una explicación, más o menos, surrealista. Si es el caso de un niño, un mundo propio sin delimitaciones.
Así, pueden desaparecer esos rasgos de felicidad familiar, cuando nos visitan sombras del pasado y el dolor brota en transformación sensorial con nuestro propio organismo y realidad. De eso trata el filme Before I Wake del director Mike Flanagan (Absentia, Oculus), del cambio metafísico que experimenta un joven inteligente interpretado por el simpático Jacob Trambley, como un pequeño Kafka que escribiera su propia historia en un cuaderno, abandonando aquella carcasa protectora o crisálida de la infancia para convertirse en un nuevo ser. Siempre intentado alejarse de un peligroso y actual Morfeo, junto a sus hermanos Fobétor o Icelos (el que asusta) y Fantaso, hijos de la diosa Nyx de la noche eterna e, Hypnos el dios del sueño y hermano de la muerte representada por Tánatos.

Con esta premisa inconsciente de la mitología, el director nacido en la ciudad de Salem (Massachussetts) construye una parábola que se impregna de los cuentos infantiles o algunas producciones con la infancia de protagonista, desde las novelas con referencias fantásticas medidas como la Alicia en el País de las Maravillas del matemático Lewis Carroll o la fémina Coraline del escritor Neil Gaiman, a ciertos aspectos góticos del sueño que Guillermo del Toro o Tim Burton impregnan a sus mágicas historias.
O la expresión infantil, esta vez de una sensibilidad masculina con matices en forma de presagio existencial, dentro de una pesadilla emocional que tiene al pequeño actor Jacob Trambley de puente entre los dos mundos. Realidad o fantasía, en otra habitación evolucionada que le sumerge en su universo especial y chocando con el carácter pragmático de los adultos en general, o el dramático de sus próximos tutores. Eso sí, con otro punto de vista diferente al que contase la notable película del irlandés Lenny Abrahamson (Room), con acontecimientos más fantásticos que aquella fantasía real y psicológica del hermetismo, y la misma fuerza interpretativa del pequeño actor en crecimiento constante.

Para algunos estudiosos de los procesos eléctricos y químicos que se producen en nuestra mente, dicho potencial psíquico o capacidad intelectual que incluye nuestra poderosa imaginación, demuestra actos reflejos como consecuencia del estado de inconsciencia o debilidad interior, y la fuerza inventiva a determinadas edades.
Desde esa cueva oscura de la que desconocemos sus límites o todo su poder real, como subyace de la capacidad intelectual o la física compleja establecida entre sus conexiones o infinitas ramificaciones neuronales que nos sumergen en otro mundo con sus propias reglas, por ejemplo, sobre la muerte. Dicho potencial pudiera ser producto de nuestras frustraciones personales y las relaciones con los demás a nuestro alrededor, como deseos y temores que las percepciones construyen en una realidad aparte y confunden la luz en oscuridad, de una forma tan verídica, que inventa imágenes tridimensionales y multicolores con nuestras dudas o frustraciones más humanas. Luego, Antes de despertar y en esta inombrada Somnia, todo parece ser posible, incluso que la infancia sea capaz de imaginar aquellos terrores del pasado en una confusión extrasensorial y transportarlos modificando el comportamiento de la física a nuestro alrededor.
Siempre con la voz sosegada o dulce del inocente Jacob y su mirada limpia para envolvernos en esta trampa emocional con respuestas metafísicas, a través de un guion firmado junto a su socio narrativo Jeff Howard, describiendo a una familia de acogida interesante compuesta por la vaporosa Kate Bosworth (Still Alice, Amnesiac) próximamente en Finding Steve McQueen, y el nebuloso Thomas Jane (El Cazador de Sueños, Vice) aquí también racional.

El pequeño actor tuvo un sueño.
Convertirse en un grande o protagonista de su vida, en una mágica carrera con las fuerzas de la edad y de la interpretación adulta en el cine. Jacob se apodera de la escena en cualquier ocasión, como un auténtico y sobrio profesional, apoderándose de una cámara que atraviesa el espejo azul de su mirada. Sencillo y lúcido, como si estuviera maquinando en una habitación rodeado del equipo técnico y de numerosos instrumentos de rodaje con su frialdad material, hasta que el juego se impregna de su carisma y simpatía para llevarle a alzar su dedo al mundo desde la Habitación, y una multitud de nuevos fans aclamaran su desparpajo y ese espíritu cándido aprehendido de un extraterrestre. Diciendo, aquí estoy yo y mis nuevas circunstancias, interpretativas o cinematográficas.
Mientras unos ojos encerrados donde se reflejaban los de otros muchos soñadores, abrieron su puerta consciente a la nueva estrella emergente, afable como su interior o aquel anterior papel de protagonista, y que en Before I Wake gira hacia otras profundidades más ex
esotéricas en la ciudad de Fairhope en Alabama, en esta producción de Intrepid Pictures, dónde los cambios significan ligeros matices en la interpretación y la evolución de una entidad parapsicólogica a través de la muerte accidental, o no. Todo se refleja en la visión particular de este pequeño y real soñador, sin sueño.

Al despertar, decidirá entre el bien y el mal, porque... ¿es su papel una especie de dios?
Podría ser, sin embargo, sus visiones representan todo aquello que conforma la existencia de sus nuevos tutores, en la percepción de un arreglo milagroso. Con una eficaz e imaginativa puesta en escena, el filme se transforma en un plató fantástico surgiendo del interior de sus mentes, inconscientes o no, e indagando en los extraños poderes entre vigilias, o incontrolables sensaciones que van desde unas bellas alas de colores y sus caleidoscópicos vuelos de fábula, a esa oscuridad enmarañada o más enraizada en el subconsciente traumático de un niño de pocos años, con manifestaciones inquietas.
En el otra lado de la irrealidad y la insustancial idea (a veces inconsistente también), se hallan dos espléndidos actores, adultos convencidos de la magia del cine y, no tanto, del juego que proponen sus reglas cambiantes y peligrosas en la película, teledirigidas por un ser envolvente (espectral, aunque no tan carismático a posteriori) llamado erróneamente o no, The Cranker. Y descubrir si estamos ante un capricho infantil o una alucinación, donde entran en acción con tranquilidad, otros resortes que aumentan la apuesta parapsicológica con tintes a lo Sexto Sentido. Quizás de ahí, su poca estimación o carácter de permanencia, ya que una visualización fantasmagórica puede resultar suficiente a nuestra mente, como la de ella principalmente y su duda existencial como entidad unida o familiar. Es decir, menos terrorífica de lo que suponía al principio.

Por ello, la banda sonora de Danny Elfman y The Newton Brothers ayudan al director a proponer este juego entre inteligente y engañoso, de identidades falseadas o secuestradas por los sentimientos (demasiado tal vez), que intentan manipular las percepciones del espectador con trucos retóricos, manipulaciones inconscientes o representaciones holográficas de alta definición que, en ocasiones, parecen ´muertas` o demasiado sensacionalistas. Si bien interesantes, ya que en el fondo subyace una historia atractiva sobre el crecimiento o el paso incesante de nuestra evolución intelectual, dejando sitio para la aparición de una pesadilla alegórica, mucho más profunda y sensitiva. Como si los sueños del pequeño, se mimetizaran con las protecciones tutoriales en su nueva acogedora estancia, a partir de aquel reflejo infantil que cambiase su existencia, de mano en mano.
Los deseos se convertirán en un toma de contacto imposible de complejas derivadas familiares, una manifestación que sobrepasa las leyes de lo conocido que invade su nueva idiosincrasia sensitiva en el hogar, o un poder de su mente que cambia las reglas de aquella jugada terrorífica, propuesta por el recientemente fallecido Wes Craven con Pesadilla en Elm Street. Aquí mucho más descafeinada (he dicho café), por tener un consumo no apropiado para la juventud del protagonista principal.

Pero, la fuerza y voluntad del joven cambiará la percepción adulta y modificará esos pensamientos complejos, por una claridad básica de la vida y el amor, enfrentándonos a necesidades incompletas o luctuosas del pasado, con fatídicas repercusiones en el futuro de todos los protagonistas. A no ser que el ´jodío` monstruo acabe siendo devorado por una cerebro menos previsible, u otro ´jodío` niño se despierte de una vez por todas... si el público tiene conocimiento de su exhibición, claro.
Está claro que, Jacob va eligiendo sus participaciones en la gran pantalla con total acierto (muchas producciones sueñan con su calidez) y no se deje llevar por la complejidad de ciertas experiencias con los adultos o el estrellato, que pudieran producir algún tipo de trauma pretérito o realidad engañosa. Cuando un juego se propaga sin control (de los padres), el sueño se puede volver enfermizo con contraindicaciones tantas veces observadas en el cine, con lecturas trasnochadas en la oscuridad de una habitación, a la altura de otros elementos químicos que producen el nerviosismo o la inseguridad. En manos temblorosas, conoceremos esa historia extendida en la realidad, al margen de golpes de efecto, sincera por las participaciones de unos actores convencidos con una nueva etapa artística y el trabajo, en busca de una espiritualidad que explique los mecanismos secretos del corazón y el oficio de actor.

En una bañera cubierta de lágrimas y mariposas que demuestran sus intenciones ocultas, como aguijones químicos de efectos alucinógenos y desvelos que mantienen encerrado al monstruo del armario;la entomología tiende al estudio de lo diminuto y sus habitantes extraños, con la textura suave de viejos recuerdos pintados por una mano inocente y blanditos peluches, que dibujan otra psicología distinta a la de los mayores. Eso es Before I Wake, una historia construida de un material blanco y negro del cine expresionista con monstruos infantiles, pero con una capa multicolor de sueños actuales.
Acaso... ¿los sueños nos avisan sobre una existencia convulsa al otro lado? O, ¿es la vida plagada de horrores que se despliega a diario? Tal vez, el futuro que desearíamos para olvidarnos de penas y faltas, para volver a creer en el amor y comenzar de nuevo.
Es una metáfora que transcribe la debilidad de nuestro cerebro infantil en formación, respecto al crecimiento inadvertido que presagia un pensamiento más complejo y la fuente de un comportamiento adulto, por ende, más racional que y imaginativo. Por eso, lo terrorífico proviene de lo real. Creo que va a ser eso... ¡Craker!

Tráiler Shut In (2016) dr. Farren Blackburn. Reparto: Naomi Watts, Charlie Heaton y Jacob Trambley.


Tráiler USS Indianapolis: Men of Courage, dr. Mario Van Peebles. Reparto: Nicolas Cage, Tom Sizemore y Thomas Jane.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Esperando al Rey/War Dogs.

El mundo árabe y los tratos comerciales, desde un punto de vista occidental, son reminiscencias de un choque social que el cine refleja (con más o menos acierto, simpatía y rigurosidad) en estos dos títulos. Tan divergentes como divertidos, comparando las diferentes culturas.

Esperando al Rey.

Algo magnético y emocionante, tiene el desierto, y las tierras mágicas de Marruecos, Egipto y Arabia Saudí, convertidas en plató cinematográfico en esta coproducción. Al igual que Tom Hanks, comprobando su mirada tranquila y medida, al igual que sus personales andares y forma de empatizar con el espectador. Le convierten en un auténtico rey de la comedia, algo que llama la atención de productores y diversos directores como el alemán Tom Tykwer (El Perfume, Cloud Atlas)y pareja de la actriz Franka Potente; a la hora de enviarle una petición o contrato laboral para su participación en interesantes proyectos cinematográficos.
Y es que el profesional Tom, el carismático actor, lejos de esa duda y su forma física renovada, estudia la narrativa y ante la cámara pareciera no ponerse nervioso nunca. Sus trabajos poseen este poso necesario y excelso, para ser considerado por el público y sus compañeros de la industria como un magnífico profesional, incluso por aquellos críticos especializados más pertinaces. Pasa con buena nota en la mayoría de sus últimos trabajos, se podría decir que, su tratamiento y condición son perfectas para cada personaje que interpreta o las necesidades dramáticas o humorísticas, recordando sus primeros pasos. Un rey de la comedia, sin necesidad de una corona mística ni hambre de fama, o sed en aquellos pliegues en la piel, para suplantar su personalidad por un advenedizo, falso y estirado holograma.
Porque el actor de Concord (California) se asemeja al de la frescura de Uno, Dos, Tres... Splash, o la comedia romántica de El Hombre con un Zapato Rojo (pleno de intensidad y naturalidad en nuestro recuerdo). Reposado pero intensificado como los buenos vinos, de personalidad sincera y el aroma espumoso de su inteligencia burbujeante en activa cabeza. Bienvenido de nuevo a la meritocracia y el arrojo, Mr. Hanks.
Ayer fue un pasaje bélico de la historia en un desembarco, enfermo terminal o un viaje fatídico por el océano de los piratas, pero la mirada de sus personajes se fijan en aquel cómico que fue en sus inicios, los valores éticos que representan la humanidad, la elegancia y el estilo, semejante a la razón de ser de un caballero en apuros, sin espada, frente a esa dubitativa expansión del ser humano por el planeta y sus rincones más desnivelados. También, Hanks significa la representación del padre de familia (y sus problemas a cuestas) dispuesto a defender su labor profesional ante los retos y conflictos, o con convencimiento mordaz, los derechos de sus hijos de manera sarcástica en el humor. Representa la fuerza del héroe solitario aunque sofisticado.
Hoy, se trata del calor asfixiante del desierto de Arabia, en la ciudad del rey Abadlá, en un paraje remoto cerca de Yida, tocando el divertimento radical y exótico, cuyo director Tykwer y su guion, se basa en el libro de Dave Eggers del mismo título. Todo confiere A Holograme for the King un halo de realismo, un sol de ´justicia` que se refleja en cada centímetro de piel en el entorno de Hanks, demostrando con cada mueca o gesto, cierta carga de incredulidad que su personaje matiza entre contrastes y estratos diferentes.

Sol y sombra de sus capacidades o registros, ante el universo de distinciones que van marcando sensaciones universales y respuestas inteligentes, con las que empaparse con las costumbres árabes y esa complejidad en las relaciones, a priori. Su expresión sin pretensiones ni excentricidades, marcha del sentido cómico hasta el cansancio reflejado en su mirada inconexa, enferma o despierta, y viceversa. Como si lustros de trabajo y millones de granos de arena, en absoluto molestasen en absoluto en el interior de unos desgastados zapatos. Es decir, en esa carrera pródiga a la isla de naúfragos llevados al límite de su resistencia.
Es un viaje personal a la vez, de transformación del niño grande que juega con cachivaches electrónicos, al naufragio adulto entre un mar de serios turbantes, del desahuciado interior que lucha por un nuevo y silencioso amor, a la esperanza sonora y personal de sus rasgos occidentales, impregnando el personaje de este comerciante de la risa. Porque, en Esperando al Rey, el público es cómplice de su devenir cansado y permisivo, admirando las estrellas invitadas a su evento.

Sea el descubrimiento de Alexander Black y sus cómicos malentendidos, el curtido Tom Skerritt o la belleza exótica de Sidse Babett Knudsen, Tracey Fairaway y Sarita Choudhury; o admirado por su buen hacer en cada secuencia en la que interviene. De esa moderada seriedad o controlada comicidad en el cine, así podríamos decir que, perderse la interpretación (desestimada o silenciada en algunos casos) de Mr. Hanks en el filme Esperando al Rey, sería una siniestra y penosa marcha por el desértico panorama del cine actual. Pues, aunque no entienda la lengua extranjera o su cara refleje reposo y naturalidad, su gusto por el oficio de actor, se identifica en cada matiz que le sugiere el personaje, o aporta un guion bien trazado hacia la comedia, en diversión que controlará los próximos días de este sufrido embajador de Hollywood en tierra extraña.
Sin embargo, los estudiados gags en aparente paz, encierran una costra perturbadora que recuerda la actualidad desgraciadamente, lo acerca a esas costumbres tan lejanas culturalmente, con un carácter más amable y calmado. Comprensión de los hombres y una ´mujer` diferente, ante el perdido visitante de tan insignes y respetables anfitriones. La historia afronta el viaje, como un explorador utópico se enfrentaría a un descubrimiento terrenal o una ilusión, en un ofrecimiento extracorpóreo, disfrutando poco a poco con su estacional tránsito y el conocimiento del otro. Todo enmascarado profesionalmente con un ligero sarcasmo en el contubernio social y algún que otro interiorizado elemento accidental, de su evolución personal.

La nota más representativo y eficaz en Esperando al Rey, siempre gira alrededor del humor, con momentos hilarantes en algunas brillantes secuencias, una ambientación cuidada o situaciones desconcertantes relacionadas con su representación tecnológica, cerca de sus medio olvidados compañeros. Desdibujados frente a la desoladora labor y la sombra alargada de Mr. Hanks, y ciertas dudas del éxito colectivo, como el trato desquiciadamente pausado o las evoluciones sorprendidas de usuarios difusos o posibles clientes, que se acercarán a dicho evento comercial, mágico e ´insano`. Al menos para el protagonista principal.
Los demás actores invitados a la representación o el espejismo, funciona como un solar desértico, llamativos y desamparados ante la causa y la perfecta luz de Tom, confundidos o formando parte alegórica de su espacio vital. Excepto el chófer surrealista y contradictorio, interpretado por Black (seleccionado por la conocida directora de casting Avy Kaufman) entre perdidos parajes y personalidades, en una coproducción entre Reino Unido, Francia, Alemania, México y USA; al ritmo electrizante de una banda sonora compuesta por un socio, el australiano Johnny Klimek y la ayuda de eternos temas de rock. Tecnología, sensualidad y romanticismo, entre un astro de la comedia, el sol y la arena.
Te puedes ver reflejado en el estigma del incomprendido, sometido al secano de un estrés profesional y odisea personal en tierra arábiga, si has visitado algún país de Oriente. Mentes alegres, funcionando a ritmo y volumen diferente, como aquellos bultos molestos dentro del pesado equipaje que portaríamos a la espalda, ya recargada de por sí. Semejante al escozor creciente, entre sudor y la sangre, con el polvo del camino, los estigmas en la piel y máquinas de última generación... aunque el pacífico Alan y su venta, se empeñen en hacernos reír.
A Hologram for the King - Tom Hanks Extended Dream Sequence:


Juego de Armas (War Dogs)

En segundo recorrido por el mundo árabe, esta vez de la mano del director neoyorquino Todd Phillips (Starsky & Hutch) reconocido por sus viajes psicotrópicos y resacosos por Las Vegas, sobrevivimos a una pesadilla con el humor. Aquí, haciendo de las suyas, con un equipo de guionistas entre los que se encuentra el periodista Guy Lawson, autor de un artículo sobre el uso de armas para la revista Rolling Stone, que disfraza la película. Lógicamente con estas características, tendría que llamarse War Dogs o más explícito en castellano, Juego de Armas.
El título pasa por el lado oscuro del negocio armamentístico y el exhibicionismo, el materialismo y la corrupción, con carta de libertad para operar por distintas fronteras del mundo (y otros trucos) y la corrosión en los chistes.

Dos hombres reales, Efraim Diveroli y el masajista David Packouz, construyen un imperio de débiles naipes llamado AEY Inc. para dotar de un material, tan sensible como mortal, a desairados e incautos. Entre la moraleja y el fraude de un negocio (no tanto contestado, el uso), se adentra en la vida caricaturizada de ambos comerciantes, disparatados, uno vacilón o bromista voluminoso, sin escrúpulos y arrolladora personalidad, que actuará al borde de la ley con su pequeña empresa de material bélico. Y complica al amigo de la juventud, con su iniciativa peligrosa al empezar a trabajar con el gobierno USA, dentro de las fronteras de naciones en conflicto.
Abastecer de armas a las tropas de esas naciones, se convierte en un mercado tan volátil, ingrato e inmediato, como las carreteras por las que tendrán que circular en busca de su peligroso cargamento, y cuyos contratos se firman o revocan, debido a la falta de profesionalidad o capacidad para mover cantidades industriales. Aunque, contarán con la ayuda de un serio contrabandista llamado Bradley Cooper.

Este es el caso real, u otro espejismo narrativo, ambos inexpertos "contrabandistas", interpretados por Miles Teller (Project X, Whiplash) y, sobre todo, el inmenso Jonah Hill (El Lobo de Wall Street, Ave Caesar) y su carisma humorístico, mantienen el negocio y el cine a flote con cantidades industriales de humor cinéfilo, otra banda con temas potentes del rock, sustancias ilegales y sarcasmo sexual. ¿Os suena, verdad?Sin duda, el corpulento actor de Los Ángeles, desarrolla un poderoso trabajo poderoso de antagonista simpático, para hacerse protagonista absoluto en la mayoría de escenas, entre confusión patológica y un acento socarrón en una comedia tan disparatada como dramática.
Dos personalidades contrapuestas con distintas situaciones personales, intentando dar un giro completo a sus vidas para siempre, pero cuya extrovertida realidad está alejada de sus increíbles sueños. Porque, abundando en la oscuridad de una Guerra de Perros, el director Phillips se encarga de dispersar los pensamientos belicistas, entre sustancias prohibidas, comunicaciones camaleónicas y viajes salvajes, eso sí, con una base de desfachatez industrial y aventura egocéntrica.
Todo dará un giro "esperado" y menos efectivo, cuando el peligro se apodera de su Juego Armamentístico y el filme se plantea cuestiones morales que se alejan de la comedia negra, hacia la lucha por el comercio ilegal o las relaciones familiares del personaje de Mr. Teller con su compañera de fatigas, interpretada por Ana de Armas.
Su falta de experiencia comercial, les llevará a un callejón sin salida y desplazamientos increíbles, atravesando terrenos conflictivos por los supuestos desiertos de Afganistán o el tráfico bélico albanés (realmente rodados en Marruecos y Rumanía, respectivamente). Difícil de otra forma. En esa ambientación amoral, interesada y siniestra, War Dogs se aprovecha de las cualidades de un lobo del humor como Mr. Jonah, divertida caricatura de un joven empresario e histrión, cuya interpretación de los hechos trastoca el resultado, en una convergencia cinéfila de y sus chistes esnifados hacia un final de película de gánsteres de Brian de Palma. Aunque, su estratagema tenga que ver más con la chapuza o la caricatura de agentes de la TIA, y ambos extremos deriven siempre hacia esa comedia oscura. Es decir, Jonah Hill es el principal aliciente, para lo bueno o malo, para el espectador. Me decanto por la primera instancia.

Más tópica y movida que la primera película de mi comentario, War Dogs, posee divertidas ocurrencias que llenan los minutos más llamativos, junto a siniestros comerciantes, extravagantes transportistas o equivocaciones con los foráneos, lejos de la obviedad de los asuntos con el gobierno, las tretas y métodos de evasión económica, o la hogareña y escueta moralina sobre el comercio de armas en el mundo, frente a la familia ideal. En este sentido, me quedo con la dirección más salvaje y disparatada.
Es decir, creo que la comedia debería abundar más aún, en las personalidades dispares y cierta confrontación personal, con los diálogos más ácidos posibles entre amistades inconvenientes y personalidades incómodas, ya exageradas y retratadas de por sí.
Es lo más destacable en una comedia alocada, sobre los tratos en despachos privados, ordenadores piratas y naves secretas, de este negocio desaconsejable e incalificable para las mentes más sencillas o pacíficas.
Jonah llena la pantalla en todos los sentidos, en cantidades industriales con su humor físico y corrosivo, desarrollando aptitudes desmadradas y una conciencia ligera, como su ideología en la película. Pero, con ese punto de realismo sarcástico y gracia personal que, decididamente, destacan en esa percepción de irrealidad contínua. Divertido espejismo de la sociedad, como una pesadilla económica, social y existencial del ser humano.

War Dogs Soundtrack / IGGY POP - The Passenger (1977)


Soundtrack A Hologram for the King.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Hannibal.

Y del Mal... no nos libra ni el Sr. Mikkelsen

Un escritor de Jackson (Tennessee) que ya había adaptado con éxito cinco años antes, su obra Domingo Negro dirigida por John Frankenheimer, en 1981 publica el comienzo de una serie de libros cuyo protagonista principal se perfila como principal provocador de los temblores de una generación de aficionados al horror. Tras una fallida versión anterior y el litigio entre la productora Dino de Laurentis y el autor de la obra Thomas Harris (luego celebró el éxito cosechado en la gran pantalla), transformaría a Hannibal Lecter de un calculador criminal de novela, a una endiablada sorpresa cinematográfica que supondría un éxito de crítica y público, llevándose el título como primer largometraje de terror en ganar el Oscar a mejor película, una década después de la novela y de la mano de un joven director, llamado Jonathan Demme.
Hasta la fecha con esta producción televisiva titulada Hannibal se mantiene el suspense, basado en la novela de El Dragón Rojo y tras dos películas más polémicas con los mismos títulos y referentes estéticos. Pues, la aparición de Hannibal Lecter en el mundo cinematográfico o visual, fue una endiablada sorpresa para todos los fanáticos del suspense y el terror que, en 1991 observaron sus diabólicas maquinaciones con una interpretación memorable a cargo de Mr. Anthony Hopkins. Insustituible actor y disfrutable en su papel ficticio de fino comensal, experto en aspectos culturales y, ese esmerado corte, de tipo egocéntrico, maquiavélico o profundamente irrespetuoso con el victimismo sin poesía y la debilidad psicológica.

Hoy en día, en cambio, no podríamos separar el mundo ideado por Harris en las páginas y la figura de Hannibal con esta notable adaptación para televisión y su inflexible capacidad para hacer el mal, con múltiples formas, desde su protagonismo violento o la ayuda profesional en psiquiatría o medicina forense frente a su antagonista Will Graham. Su imagen y acción resolutiva, se ha incrementado en los medios con la multiplicación de este malestar, respecto al consumismo malsano de carne próxima u otras elaboradas y retorcidas recetas. Su inteligencia interpretativa, venía gratamente acompañada por la actriz Jodie Foster en el papel de agente Clarice Starling o el resolutivo Scott Glenn como director de Ciencias del Comportamiento en el FBI, sin despreciar ni olvidar a otros psicópatas asociados y caricaturizados al máximo, of course. La ejemplar dramatización y el impacto visual que produjo Mr. Hopkins con sus tics de doctor inteligente y cocinero especializado, demuestra su fantástico trabajo en la adaptación de un ente diabólico tan complicado y extremo, que le valdría el aplauso de la crítica internacional y el público a la hora de obtener su propio reconocimiento y el de sus compañeros de reparto, como los memorables enemigos como el confuso Buffalo Bill de tendencias criminales a lo Ed Gein e interpretado por Ted Levine, Mason Verger en la piel descarnada de un Gary Oldman de doble cara, o el mismo ´Hada de los Dientes` con un terrorífico Ralph Fiennes, difícilmente superado.
Esa fecha con vuelta de tuerca al Dragón Rojo, vendría a continuación mediante Hannibal en 2013 con 39 capítulos guiados por el creador Bryan Fuller, sobre la vida íntima de un individuo más voraz y depravado si cabe, desconcertante entre la ficción conocida de las películas y la literatura moderna, generada dentro de un apartado especial de terror psicológico con tintes, descaradamente, gores. Por su interés obsesivo y demencial con aquellas delicatessen más humanas y el cultismo visual, que ha producido la memoria dentro de la novela criminal o el cine negro llevado a ese extremo de masoquismo inteligente y horror.

En las páginas de aquel libro, el Dragón Rojo será recordado como encarnación terrestre del diablo y la voz teledirigida de una mente superior, que iniciaría el camino cinematográfico con aquella historia anterior con el silencio de los inocentes, hacia una estimable propuesta visual o del diseño artístico, recargado y estremecedor con diferentes mentes a la disposición de la obra y la cámara. Alucinados con sus vacíos sonoros y diálogos enrevesados, y proposiciones imaginarias que formulan los entretiempos entre matanzas o crímenes concienzudos, posteriormente elevados al rango de admiración gracias también, a unos mediáticos enemigos que comparten hazanas o consultas, abiertas a la carnosa humanidad.
En la serie Hannibal, la imagen es cada vez más turbadora y cruel, basada en una apuesta onírica y demencial de los múltiples directores, con sus visiones particulares y apariciones sangrientas sobre los estados de Virginia y Tenessee, o ciudades como Quantico, Cheasepeake, Baltimore y Memphis, hasta su aparición renacentista e intelectual por tierras europeas.

Una serie que destaca por el trabajo conceptual, las recetas propuestas visualizadas de dentro afuera, y todas las obras que se detienen en la observación de cuerpos desnudos y la composición, también, la belleza frente a la monstruosidad, la pasión por los instrumentos quirúrgicos y utensilios de corte medieval, destinados para la tortura de pacientes o víctimas menos consideradas en el sufrimiento o la cultura general. Por tanto, Hannibal posee una visualización difícil, aunque singularmente atractiva.
Para hacer más sangre frente a la lectura (prácticamente calcada en adaptaciones) y los admiradores de los filmes, se van produciendo una serie de cuestiones, casi olvidadas en el origen del tiempo cinematográfico, con tres movimientos anuales u oberturas obsesas (de diferente interpretación o visión, según sus realizadores) guiados por la mano y textos de Fuller, la producción de David Slade y director de películas atmosféricas como Hard Candy o 30 Días de Oscuridad (donde su universo tridimensional y rojo, hace de Hannibal el Caníbal, un lecho de aciertos narrativos y visuales), con atención a sus cuidadas ambientaciones, la fidelidad de los personajes e interpretaciones.
Las imágenes se fundamentan en la deformación profesional de los doctores y visionarios, el pragmatismo encubierto en la patología criminal, y diseñadas pesadillas con múltiples escenarios, pasadas por el tamiz de un terrible código deontológico, la exactitud en las representaciones o marcas, y la construcción de diversos pacientes y duelos estilísticos, frente a un intranquilo y alucinado espectador. A veces, perdido, al menos, hasta pasado un puñado de capítulos desconcertantes.

Todo funciona acorde con su onirismo macabro y esa querencia sistemática o alimentaria que relame a sus protagonistas, sobre todo en las dos primeras temporadas, más ilógicas y menos predecibles. Su gusto artístico, a colación de los refinados estudios identificados en las novelas, que iremos conociendo como pasteles rellenos de humor negro y engaño psicológico, en un entramado cultural y filosófico, aderezado con otras estratagemas más agobiantes para generar el suspense. Idóneo para la actuación teatral ante sus exquisitos pacientes o comensales, disfuncionales víctimas en desacuerdo ético e infortunados colaboradores, encabezados por notables actores como Hugh Dancy, Lawrence Fishburne, Caroline Dhavernas o Gillian Anderson, tomando las riendas de la trama troncal; todo condimentado a la perfección en Hannibal, porque mantiene su base identificativa entre ellos y los personajes extremos, que confieren esa base dramática necesaria para que funcione como un bisturí, limpio y aseado. Sin olvidarnos del cirujano en jefe, el increíble Mr. Mads... para darle de comer aparte.
En sus próximos trabajos, veremos a un inconmensurable Mads Mikkelsen como némesis del Dr. Strange dirigido por Scott Derrickson (Sinister), junto a Benedict Cumberbatch, Racher McAdams o Tilda Swinton; o el comienzo de la saga Rogue One: A Star Wars Story, del director Gareth Edwards (Monsters, Godzilla). Por otro lado, Hugh Dancy sigue como uno de los principales protagonistas en la serie The Path y participará en las próximas 50 Sombras Más Oscuras del mismo James Foley.
Mr. Fishburne no para, tras Batman v Superman, será uno de los Pasajeros en el filme de Morten Tyldum, con Jennifer Lawrence, Chris Pratt o Michael Sheen; el capítulo dos de John Wick y Last Flag Flyin del sobresaliente Richard Linklater, con dos pesos pesados como Bryan Cranston y Steve Carell. Caroline Dhavernas trabaja en la cinta francesa Chasse-Galerie de Jean-Philippe Duval y un proyecto llamado Easy Living. En cuanto a Gillian Anderson tiene la serie de culto Expediente X y el filme Sold, más varios interesantes proyectos como Official Secrets del director Justin Chadwick, junto a Harrison Ford y Anthony Hopkins, la producción británico-india Viceroy´s Hous de la directora Gurinder Chadha, con Hugh Bonneville y Michael Gambon.

Mads en la representación divina del mal, en eterna lucha de poderes, que se inclina por la simulación y el sarcasmo, para demostrar su capacidad de ser superior, conocedor de la cultura universal y la apreciación carnívora de la gastronomía internacional, como tres cursos a distancia con un profesor de origen danés, que impregna con su anatomía y habilidad quirúrgica, las pantallas de todo el mundo a través de la cadena NBC. En esta investigación criminal se dividen las tramas por categorías enfermizas, empleándose con contundencia de grafismos y otros conseguidos atributos según las variantes de un elenco perfectamente elegido, en cada temporada. Nuevos o rasgos reconocibles que complementan a los originales en la gran pantalla y a un Mikkelsen que se desenvuelve a las mil maravillas, entre la ciencia, las ilustraciones y los viajes, mentales o físicos.
Will y Hannibal, dos mundos esquizofrénicos enfrentados desde la humanización de la víctima o la condena, la creación mitológica y el culto estético del diseño y el arte. En un choque existencial cargado de dramatismo intelectual por las páginas de Dante, que conserva los ancestros del mito fantástico o religioso, y determinantes abstracciones en liza con base científica y cultural, desde la gastronomía sibarita al arte generado con las últimas tecnologías visuales al alcance del artista. Así como, la pasión por la escultura, la música, pintura, arquitectura o el estudio de otras materias menos elevadas, aunque necesarias para combatir a monstruos reales.

Primera:
La primera parte es algo confusa en la conclusión del suspense (sobre todo si no leíste las raíces de su mal), dispersa hasta el cuarto o quinto elemento, con una característica común que significa la exposición al derramamiento de sangre, el surrealismo y ciertos ambientes enfermizos, en aumento, que confirmarán un crecimiento constante hacia ese suspense traumático y el horror.
Otro punto constante de la primera entrega de Hannibal, es el psicoanálisis, la lógica o las percepciones razonadas, para discernir entre el bien y el mal, encarnado en las visiones extrasensoriales y la indefinición. Arraigada costumbre visual, con contundencia estética de las formas, volúmenes y perspectiva, como un cuadro o secuencia estudiada al milímetro, en respuesta sintomáticamente inteligente al texto directo de Thomas Harris, para rebatir el mal en cualquier forma o pensamiento, pero con cierto magnetismo por lo pretencioso y salvaje. Para ello, los personajes secundarios interpretados por buenos actores como Raúl Esparza (Almas Condenadas, Custody), Lara Jean Chorostecki (Antiviral, Renaissance), Gina Torres (Matrix 2 y 3, Serenity), Eddie Lizzard (Across the Universe, Valkiria) o Kacey Rohl (Caperucita), son imprescindibles para reconocer los territorios descritos en las novelas y una idónea elección que demuestra su verstilidad interpretativa o los descubrimientos excepcionales para próximos proyectos cinematográficos o televisados en su oficio de actor.

Otro aspecto concienzudo y fundamental para el elaborado clímax, es el conocimiento anatómico y patológico, la expresividad macabra de la mente y algunos diálogos descritos con cierta acidez o humor macabro, con una base académica y matemática de precisión, dirigida a una audiencia hambrienta con los nuevos retos y crímenes por descubrir de Hannibal u otros asesinos mediáticos, aunque su apetencia por la casquería difiera absolutamente del gusto general. También, propuestas o interacciones que sobrepasan los límites de la sana conciencia y que se desenvuelven bajo la apariencia o la percepción sensorial de carácter fantástico, con inmersiones antológicas en la paranoia y el arte conceptual de vanguardia, para representar la escena del crimen y al maligno.
Hannibal sigue siendo ese personaje mediático, un comediante del arte macabro y chef del mal gusto no descifrado en la mesa, con sus curiosas y peligrosas aptitudes gastronómicas, maceradas con años de regusto familiar, que se servirá de la experiencia profesional para establecer la base estratégica de su juego. La trilogía "diver-ticida" entre gato, queso y el ratón diseccionado en la trampa. Donde Mikkelsen, Fishburne y Dancy, se emplean de manera sofisticada y amplio dominio de los registros confusos o las tramas que persiguen el misterio, para próximas eventualidades e investigaciones policiales.

Sin olvidarse nunca, de un sarcasmo intelectual que invade la serie y ese dominio de las diferentes materias que trata de manera reconocible y, adaptable a los diferentes registros de los que es capaz un actor tan completo, bipolar y complejo como Mads Mikkelsen. Acompañando al voraz doctor en psiquiatría y cirujano neurológico Mr. Hannibal Lecter, llama la atención un equipo de colaboradores míticos antes de la agente Sterling se apoderara de nuestros corazones y razón, como víctimas propiciatorias, desde la materia gris de Will y Crawford, a la tierna doctora baja en colesterol Alana Bloom, de la cocina ególatra del doctor Frederick Chilton, a la esencia aromática de una periodista pelirroja llamada Freddie Lounds, de la dosis necesaria en Omega3 de la doctora Bedelia Du Maurier, a la salsa agria de la familia Hobbs o el maldito ingrediente oculto de Abel Gideon. Cocineros y consumidores del mal, que demuestran los defectos o hábitos menos inteligentes, a la hora de conservar su integridad frente a sus admiradores, es decir, con todas sus tiernas partes unidas e intactas, poco a poco, desmenuzadas por un genio en la penumbra de una licencia estatal. Especialmente, Gilliam Anderson y su andar descuidado, que evoluciona y gana peso gradualmente. Argumentalmente, que no de manera efectiva, claro.

Antes de que la pérdida conceptual se haga palpable, o la comparativa con los papeles en el cine te parezca inadecuada, los siguientes capítulos empiezan a funcionar hasta una completa y recordada segunda temporada, con los elementos perfectamente aderezados para sentir el sabor y paladear toda la trascendental etapa, que no conocemos sin la lectura. Emerge en pantalla con su expresión visual entre capítulos o cortinillas, con un grafismo de impacto y una lujosa narrativa en detalles, y pronto hacen que las cosas (o los cuerpos) se coloquen en su sitio. Llamando la atención de excépticos o los nuevos seguidores a la serie, que podríamos decir, despiertan el apetito dormido con paladares más exquisitos y ese refinamiento visual que da la vida a la serie.
Una ambientación de escenarios con numerosos crímenes y efectivas creaciones digamos ´criminalmente artísticas`, recuerdos que reavivan nuestros instintos básicos o más bajos, como lectores encantados de reconocerse, en función de supuesta dispersiones patológicas, disgregaciones corporales y temporales, manteniendo el foco en las relaciones de Hannibal Lecter con Will Graham, Jack Crawford o sus colaboradores o colegas de investigación en el equipo médico. Arte visual en camino del medio cinematográfico de calidad y trasladando de la literatura en sus casos más enigmáticos, conocidos i condicionados por la imagen del cine, por su creatividad en la dirección o visión de las sensaciones gustativas entre sartenes, con la intención sagrada de aumentar y atemorizar a los espectadores de todo el mundo.

El creador y director abrió sus puertas al diablo y sus trofeos de caza, evolucionando como cuadrúpedo viscoso y negruzco, a través de los ojos alucinados del público y otros artistas como Michael Rymer (La Reina de los Condenados, Galáctica), Guillermo Navarro (director de fotografía habitual con Guillermo del Toro), Tim Hunter (con numerosos trabajo en televisión como tres capítulos en Twin Peaks), John Dahl (gran director con títulos como Red Rock West, La Última Seducción, Rounders o Nunca Juegues con Extraños), el mismo James Foley o el gran Peter Medak de El Final de la Escalera, todos de amplia experiencia y conexión cornúpeta con estas relaciones más desequilibradas emocionalmente y el maligno. Un equipo que persigue el fin de entreabrir las puertas de una cocina con elementos de alto gourmet y expresiones especializadas en otros menesteres más mundanos, o pasionales. Luego, llegarían otros no menos cualificados como David Semel (autor en Dawson Crece, Sensación de Vivir o Buffy), Adam Kane y Marc Jobst (también partícipes en capítulos de muchas series de éxito) o Neil Marshall conocido por filmes como Doomsday, Centurión o The Descent; un grupo de artistas con poso y ese gusto sádico para penetrar en segunda instancia y condimentar la escena del crimen, aconsejar sobre los métodos de los personajes invitados al banquete y completar con otras gotitas interesantes de violencia enfermiza; para establecer esas conexiones salpicadas con los miedos de nuestra infancia o el terror psicológico más adulto. Ah, y por supuesto, un buen caldo mediterráneo, con habas y otras cositas.

Segunda:
Continua la experiencia sui genéris del truculento Hannibal, tan traumática cerebralmente como llena de consecuencias sangrientas a ras de calle, buscando otras localizaciones donde llevar a cabo, mutilaciones y maceraciones, u otras perversiones sexuales antes de que Clarice y sus corderos se situaran en el mapa de Kill Bill y Hannibal. Anteriormente a que éste, se hallara en su lecho blanquecino y enclaustrado sin ventanas, solo una claraboya elevada a un ser superior. Únicamente rejas y palabras, con una abertura maestra para la evolución venenosa de sus conocimientos. El quid pro quo, o la paradoja existencial, entre cocineros no pisarse la manga... con el fin de no salir heridos.

Vamos descubriendo ese lado más tétrico y personal de Hannibal, con sus raíces y contactos, frente a unos actores, ya habituados al duro trabajo semanal y esas convulsas discrepancias que invaden su carácter entre enfermizo y el comportamiento nihilista, algo demoníacos, que se dirigen a la construcción cinéfila y ocultista de un gran dragón rojo. Quizá, su parte más física, enérgica y directamente desproporcionada (salvo percepciones mágicas o mentales), respecto a la identidad realista de las historias o novelas.
No debe ser fácil, captar la atención de tanto espectador excéntrico, deambulando entre las escenas con tendencias homicidas y el canibalismo, los cortes de precisión visual para exquisitos paladares y revelaciones desasosegantes (y sangrientas) que serían admitidas por estómagos poco delicados, exclusivamente; pero los directores elegidos para esta segunda entrega, de 12 + 1 capítulos, ofrecen elementos dramáticos y composiciones novedosas, relacionales al máximo nivel interpretativo, con personajes que mantienen la temperatura adecuada en el horno para sus pasiones o obsesiones, estén perfectamente servidas y crujientes. Personalidades de gusto exclusivo, según las querencias y empachos obsesivos de la edad, o la gastronomía tradicional de la zona televisada.
Para ello, aumenta la resistencia intelectual de unos protectores de la ley, que se devanarán los sesos contra el orden cerebral por el crimen y la fiebre ocultista creciente, que condimentan su labor profesional con dotes sabrosos en la rama de la psicología y la patología forense. Con ciertas disfunciones policiales, o acciones atípicas para un agente, experto en la incriminación de testigos, tratamiento de evidencias o la elaboración de pistas confeccionadas desde las cocinas del FBI. O, aquellos despachos en la penumbra de la conciencia y la enfermedad mental, que se adentran en la mente de doctor y paciente, en esta macabra batalla entre el bien y el mal, y todos sus alumnos en procesión y alboroto calcado o creativo, que alumbra o esconde a la conocida y perseguida bestia.

Hannibal, siempre emerge de los confusos nubarrones mentales, con su protagonismo ególatra y su aséptico sentido del humor, al menos, en los instantes de disfrute personal en solitario. Porque los condimentos necesarios para establecer su conversación metafórica, son más ruidosos o nerviosos, que los comensales invitados u otros pedazos servidos. Cada capítulo es una amarga cucharada de su sarcástico y tremebundo proceder, con la figura amenazante de Mads y el ogro Hannibal, entre cuentos.
Pero, las altas dosis de emotividad y sentido práctico de la investigación científica, se conservan y propagan sus esencias aromáticas frente a la observación cognitiva de Hugh Dancy y profesional de Mr. Fishburne, con los cerebros preparados para combatir sus tendencias al canibalismo o esa depredación que aparece de pronto, en cualquier vertiente del monstruo. Un lado oscuro del comportamiento humano, que ataca a cualquier institución privada o pública, más habitual de lo que desearíamos en la realidad, con un juego de masoquismo más sangriento que el concertado con Mr. Gray y sus sombras de andar por cama.

Sin embargo, aquel maravilloso filme original del, hoy semi-apagado, Jonathan Demme (autor de musicales como el enorme espectáculo Stop Making Sense, o filmes como Algo Salvaje y PhiladelPhia) de miedos a flor de piel ante el salvaje Bill, y aquellas dos incursiones posteriores, una regular y otra mejor, sobra la vida y obra del Dragón Rojo, son transformación constante. El despertar de la bestia, de hombre a una forma más terrible, que sigue poseyendo las condiciones artísticas necesarias para la consabida carga de surrealismo conceptual y cambio. Un onirismo, poéticamente criminal, que esta segunda entrega, se complementa con la participación de actores de calidad o sorpresas insospechadas, como Joe Anderson (Across the Universe, The Crazies, Horns). Demostrando que, no solo el mal tiene múltiples caras, sino el cine construye rostros deformados con el arte del maquillaje y la actuación visceral, encabezado por un Mikkelsen que continúa siendo un referente en esa salsa sabrosa de cada mesa o la sopa energética de nuestras pesadillas como televidentes. La némesis científica a lo sensorial, familiar y humanitario, que representa el personaje de Hugh Dancy y colaboradores, diletantes en sus respectivos papeles de anfitrión e invitado, a un ring gráfico y evolucionado, con enemigos reconocidos y nuevos aires de chef premiado en la liga mediática o la escala de sabor de Michelín, delicados paladares de este Hannibal de gracia ácida y gusto visceralmente lacerante o reprobable. El cazador cazado y la presa presionante.

Tercera:
Con el traslado de Hannibal a las tierras de Alighieri, las ínfulas italianas del Renacimiento post-medieval con sus obras míticas y leyendas negras, se abre la espita al arte clásico y la válvula de vapor a presión de una olla de consecuencias conocidas en el Séptimo Arte. Hannibal es el mismo, con la percepción y bajo la batuta de un compositor visual como el director de Detroit, Vincenzo Natali (estuvo en el departamento artístico y storyboard en filmes como Johnny Nmonic o Giger Snaps). Un experto en el terror y la consecuencia de aquellas atribulaciones pretéritas como hijo del escurridizo Monstruo de Florencia. Se llama a las puertas de Vincenzo, por su visión más calculada, de sangre latina y la conquista de terrenos cúbicos repletos de fluidos o estructuras inteligentes. Otro habitual del concepto visual en el género terrorífico y fantástico, de estimados referentes cinéfilos como Cube, Cypher, Nothing o Splice, que han creado una desconcertante legión de seguidores con sus métodos originales y perfectamente cuadriculados. Sus números e imágenes, se multiplican en una historia conocida de Hannibal, pero se sumergen en un ambiente gráfico marcado por la excelencia y caldeado con la maternidad, el mal gusto paterno y esos eslabones perdidos de la raza humana, que formaron las piezas del puzzle que es, actualmente, un Hannibal en serie.

Sus rasgos identificativos con el argumento contado en el cine, no tenía demasiadas ramificaciones aunque se vuelca en la ampliación de horizontes visuales, la perspectiva lujosa en matices o bifurcaciones del mal, y el clasicismo de grandes haciendas o palacios, dirigidos a la consagración estética y la adaptabilidad de unos actores secundarios, que ofrecen su notable trabajo y la caracterización alargada de otros rostros con más nombre. Es, otra identifación cualitativa de la serie creada por el juvenil Fuller, que se funde con tan insignes depredadores, de carne original o de moralidad creativa hacia el ´hannibalismo` mediático.
Este "hannibalismo" que se ha convertido en una nueva religión, con varios candidatos a encumbrarse con el nombre del padre y la lucha genética, del génesis y la fe ciega. Hannibal, se convierte en un lugar sin acolchamientos ni rejas, sólo cristales a fuerza de impactos o malos humos, donde los feligreses se reúnen una vez a la semana, a su alrededor, para adorar a la bestia o llamarla por teléfono. Es lo que tiene, la tecnología de la época, y la escasa repercusión estética de su hombre encargado del objetivo en esta ocasión, más previsible y sin demasiada creatividad.

El resultado previsible, es la insensibilización de la historia con la realidad (más cruel si cabe), siendo atraídos por unos personajes que se han convertido en una familia ilegítima, pero perdida en situaciones dantescas, desordenadas y esotéricas, de nuevo. Del vitalista Natali, a un ... convaleciente, que la televisión va a conservar en el formol del olvido (porque parece que Hannibal se para en seco), lejos de su presentación en sociedad. Del novedoso prisma y colaboración de mentes, a la obsesiva previsibilidad, con la diversión y el efecto como dos caras de una cruel moneda, o el sístole y diástole de un corazón envenenado con ese carácter más diabólico.
Son las dos historias más conocidas por sus guiones cinematográficos, firmados por Ted Tally con la supervisión en la dirección de Brett Ratner y el equipo de guionistas compuesto por David Mamet y Steven Zaillian en la película Hannibal, aunque personalmente me quedo con la primera, pese a evidentes parecidos, fluctuaciones semánticas y calcos aromáticos. Aquí, con el dragón gruñendo, se pueden observar las maquinaciones del autor Harris, con buenas actuaciones y observaciones estéticas de ambos directores, ya digo, mayor peso en la balanza del italiano y su primera etapa en Florencia, donde convergen las escenas más impactantes y el genio visual de un artista todoterreno, frente a las divagaciones internas de los personajes más monótonos o aburridos del serial en El Dragón Rojo y las tramas captadas con anterioridad en el cercano 2002, por el objetivo más sensacionalista de Ridley Scott, en el filme Hannibal.

En esta última fase del proceso de tranformación o liberación del capullo, en una futura mariposa, como dragón de Kafka en cueros y bajo la luz de la luna, aullante o símil del vampiro, está condicionado por la espléndida interpretación de Ralph Fiennes y algo inferior de (el personaje no visualizado en Manhunter) o el creado por Richard Armitage en la serie. Una especie de calco de la obra cinematográfica con pinceladas de la acuarela del poeta y pintor William Blake y sus reminiscencias posesas a lo Fiennes, un simulacro del largometraje de Ratner. Observando los mismos perfiles y la constancia del nuevo reparto con Edward Norton, Harvey Keitel o la ceguera de Emily Watson. Limitados en la libertad interpretativa y guiados por aquella entrega de marcado carácter infernal.
Si bien, la serie se mantiene con la base nuclear de sus cinco personajes esenciales, que aportan la seguridad continuista e interpretaciones ancladas a personajes tan reconocidos mundialmente y con ciertos caprichos de sibaritismo exponencial, descartables en la gran pantalla por falta de espacio o intereses más directos o menos teatrales.

Aún así, la parte final de Hannibal, plasma esa fidelidad por ellos o fiabilidad en lo insano u oculto, sobre la historia más pretenciosa y oscura del escritor, dentro de un gran enfrentamiento metafísico entre hombre, dios o demonio. Dual, como el maestro y la imitación, el culto y el ocultismo, el concepto larvario, que pasa de la fase embrionaria al todo. En un clímax agónico hacia el final sorprendente del vacío.
El resto es una comida de tarro, sin parangón e imaginación, que va encauzando sus pasos hacia la cuarta degeneración (ya descartada por la producción), ya no habrá más ambientes nauseabundos ni biopsias descriptivas, porque la clínica del encierro termina, casi en estado terminal. Y cierta sensación de hambre, armado con sus dientes arcaicos de origen oriental, piel tatuada y hueso quebrado.

Claro que ha sido un gustazo, complicado al inicio, donde todos los actores han buscado la perfección y la estructura funciona como un guante, semejante a un plato de diseño con ingredientes cualitativos de máximo valor y sabor.
Igual que ambos actores, Mr. Hopkins y Mr. Mikkelsen, han dado un recital artístico y sinsabores metafísicos, enseñando sin ambages su magnífica disposición al oficio de actor, y su pasmosa concentración para ser creíbles o interpretar tan contundente a tan complejo ser. Hannibal, el dual caníbal, y tan exclusivo como las ostras en salsa de blanca trufa. Un regalo para el cinéfilo convertible y comestible, en sillón de andar por casa, complementado por Dancy, Fishburne, Davhernas o Anderson, en personalidades divergentes que se debaten entre el odio por la bestia y la atracción por hombre e inteligente cocinero... como los románticos candidatos a un banquete intergeneracional con Thomas Harris. Todos en Hannibal, serán reconocidos aquí, en la serie, como miembros de honor de este club gastronómico y psiquiátrico.

Tendría que decir que a la cuarta va la vencida, este es mi diseño...
pero el refranero español, es sabio. Y sabroso, tse-tse-tse!

Hannibal Soundtrack Vol. 1



domingo, 4 de septiembre de 2016

Experimenter.
















"Una ventana a las neuronas espejo: Milgram"


En una producción de la BBC, tratar un tema como el mundo de la psicología o psiquiatría en el cine, no es tarea fácil de realizar ni elevar a la atención del gran público. Debido principalmente a los complicados procesos de la mente u otros procesos polémicos de investigación con repercusión para los ciudadanos.
En ellos, prevalece que un filme como Experimenter transgrede la realidad con el engaño a diferentes niveles, cuando el estudio médico del cerebro-memoria y el comportamiento humano se aproxima a niveles limítrofes con la resistencia individual al fracaso o un juego colectivo de la sociedad. (Memoria que aquí pudiera ser correspondida con sueño ´de elefantes`, familiares y vigilantes).
Laas escuchas y juegos para conseguir una muestra válida de participantes, sobre la corresponsalía violenta del grupo en favor de la ciencia, sería sin consentimiento total ni ajustado a ningún tipo de juicio cognitivo o jurídico. Esta historia comienza sigilosamente tras una guerra mundial catastrófica con millones de muertos sobre el terreno, y el ejército nazi acabando con los últimos resortes de raciocinio y humanidad, en su xenófobo intento por borrar determinadas identidades y, por tanto, todo rastro de singularidad.

El protagonista de Experimenter es un científico del raciocinio de la Universidad de Yale, nacido en Nueva York en 1993 condujo experimentos sobre un mundo pequeño e interrelacionado (concepto de seis grados de separación) y el Experimento Milgram sobre la obediencia a la autoridad. De familia hebrea, padre húngaro y madre rumana, sus estudios con ciudadanos libres comenzaron en 1961, tres meses después de que un fugado a Argentina, Adolf Eichmann fuese juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad, a pesar de que en su defensa descargará la responsabilidad en sus superiores.
Milgram ideó estos experimentos respondiendo a una pregunta: ¿Podría ser que Eichmann (responsable de la solución final y otro millón de cómplices en el Holocausto, sólo estuvieran siguiendo órdenes? ¿Se podría nominar a todos ellos, como cómplices?

Comenzaba una carrera hacia la comprensión de la mente, si la moderna ciencia de 1961 podía subrayar este complejo mecanismo de pertenencia al grupo y la irracionalidad más sanguinaria. Psicólogo y profesor, Stanley Milgram interpretado con seguridad y personalidad por Peter Sarsgaard (uno de los nuevos Siete Magníficos de Antoine Fuqua o el JFK junto a la Jackie que interpretará Natalie Portman), en este filme será el protagonista del estudio sobre el carácter violento emergido de aquella terrible matanza fundamentada en la grupal aceptación de odio. La crueldad de la ultraviolencia en los ojos del espectador, se convierte en una naranja mecánica que utilizaran ciertos resortes mal llamados científicos del nazismo (más bien terroríficos), para demoler cualquier rastro de humanidad en manos de los poderosos. Algo que deberíamos tener muy en cuenta, pues en la actualidad se olvidan muchos de aquellos crímenes y la razón ciega autodirigida por una pertenencia social.
Poder y mandos, que ejecutaban con sus órdenes sin piedad y eran obedecidas por otros muchos acólitos multiplicando el horror por un contagioso odio a judíos u otras etnias de la población, o incluso, sus pensamientos.
Después de la discriminación y la muerte, un puñado de esos dirigentes serían juzgados por crímenes contra la Humanidad durante los juicios de Nuremberg en 1945, que durarían un año aproximadamente y surgiría la ocultación de algunos protagonistas del crimen, o desapego hacia esos actos cometidos de propio salvajismo contra la Humanidad.

Experimenter narra parte de su vida, enfocada principalmente en entrevistas y las reacciones de las personas analizadas bajo las cámaras, que se transformaron en una interesante perspectiva psicológica, en sintonía racional con la película. Con propio guión del director Michael Almereyda (próximo trabajo la cinta de ciencia ficción de título Marjorie Prime con Jon Hamm, Geena Davis y Tim Robins), visualmente la película propone una experiencia al interior de la mente (como Ken Russell en su filme Altered States, aunque la ficción sólo representada en sueños) aquí más concretadas en las perspectivas reales de investigadores y sorprendidas de los estudiados.
El experto e inteligente profesor se devanará los sesos y estudiará la conciencia de prójimos, mediante grandes intérpretes que forman su equipo de colaboradores, a uno u otro lado del cristal de estas prácticas. Respetables profesionales en la interpretación como reparto curioso formado por Taryn Manning, Kellan Lutz (el último Hércules que trabaja en Extinción con Bruce Willis), Lori Singer (aquella pizpireta y flexible Ariel de Footloose), Josh Hamilton (Margaret, J. Edgar), Dennis Haysbert, Jim Gaffigan (en el reparto del biopic sobre el boxeador Chuck Wepner, interpretado por Liev Schreiber, Ron Perlman y Naomi Watts), Vondie Curtis-Hall y John Legizamo (ambos en Cymbeline anterior película de este director) o Anton Yelchin (Solo los Amantes Sobreviven, que ya no volverá al espacio de Star Trek desgraciadamente). Y en especial, el papel interpretado por una cándida y curiosa Winona Ryder como pareja en la vida real del científico, en un regreso a la gran pantalla con cuentagotas entre El Cisne Negro y Beetlejuice 2.

La historia de Experimenter, mezcla realidad con confusión en algunos tramos, e indaga en los procesos aleatorios con voluntarios más o menos, comunicados. Y la psicología como reflejo de la posición, la moralidad social y los usos de la costumbre, intentado demostrar esa relación intrínseca entre nuestros comportamientos y reacciones violentas, aunque todos los métodos en estudio sean cuestionables.
Así, observaremos el proceso de los mecanismos que describen males históricos de la Humanidad, capaces de ser repetidos hasta la saciedad (como vemos en estos momentos) y su intento de modificar o alterar valores personales por esos otros viciados, incluso sociales o patrióticos.
Midiendo la inteligencia empática del individuo con sus semejantes con placebos experimentales, cuando la presión y las ordenanzas superiores convergen en aquella mente acorralada por "el que dirán"... o no, decisiones sin miramientos que escudan la responsabilidad personal en una derivación maquillada por la comunidad y el anonimato. Ese momento de locura generalizada, donde el miedo se convierte en el principio fundamental de las acciones, como las supuestas consecuencias que se producirían con una ´vergonzante` desobediencia al poder.

Ética imaginaria y biografía real se examinan en Experimenter, desplegando capas ocultas en nuestra memoria reciente, que significan la base del comportamiento irracional y una crítica personal de esta obra cinematográfica. Como el estudio denominado Efecto Kuleshov, que con el montaje de imágenes provoca las reacciones del espectador o sus miedos frente a la debilidad de nuestro pensamiento aprehendido en experiencias.
Pero, a la vez vemos en progresión la relación fraguada del matrimonio y su unión acrecentada por la enfermedad de la última etapa, entre cierta genialidad e imaginación desbordada, y el pragmatismo vital antes de enfrentarse a la inevitable muerte. Porque la decisión del director de Kansas, es que los personajes se expresen directamente con el cerebro a nuestra atónita atención, teniendo que demandar ciertas explicaciones por la maleabilidad de nuestras conexiones neuronales a su interpretación del estudio, como el perro de Pavlov ante su reflejo condicional frente a estímulos externos. En cambio, la respuesta siempre estuvo dentro de nosotros mismos y nuestra propia realidad histórica.

Esta dramática realidad significa que el individuo se aferrará indiscriminadamente, casi siempre al anonimato y la marginalidad, frente a hechos humillantes cometidos por esa decisión grupal aupada por el poder, que se burla del inocente; nuestro voyeurismo innato, atraerá los conflictos o accidentes a diseccionar, como motivo de nuestra incansable curiosidad, o terriblemente, aceptaremos nuestra participación en los hechos sin complejos ni culpa.
Sin plantearnos que nuestro estado mental está confabulado con el espejo social cuando pertenecemos al grupo contrario a los perseguidos con acciones criminales, o cuando nuestra motivación viene sugestionada por presiones o un equipo de líderes sin moralidad. Si eres de los que alzan la voz o cuestionan decisiones mantenidas por la manada, esta película de título experimental, puede abrir una ventana de lucidez a tu mente.
Y mucha reflexión para hoy en día.

Tráiler Experimenter:

Tráiler 2 Doctor Strange:

Cinemomio: Thank you

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