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sábado, 23 de abril de 2016

The Invitation.


El dolor envenena el alma.

¿Nunca pensaste en no acudir a una determinada celebración?
Porque, creías que no ibas a ser bien recibido o los asistentes a dicha fiesta, te verían como un bicho raro del que mantenerse a una prudencial distancia o contacto. Y más si la invitación, te llega de una pareja que profundiza en los males de un pasado demasiado reciente, un encuentro embarazoso con la realidad candente de tu cerebro, acelerando ciertos cuestionamientos interiores.
Es posible que observaras, sobre este comentario que he comenzado con la duda, que no habría motivos suficientes para no adentrarse en lo desconocido y buscar respuestas; más si tu mirada debe intentar introducirse en la confusa mente de su protagonista y el guión con su juego al despiste, hacia la profunda redención espiritual. Todo se convertirá en una cortina de humo ante los ojos del espectador, pues las creencias están a punto de venirse abajo.

En La Invitación empezamos a plantearnos estas situaciones de la mente y muchas otras que irán emergiendo en los comportamientos, pasados y futuros, con un argumento creado por el equipo compuesto por los guionistas de la película Aeon Flux. Desarrollando un envolvente suspense a cerca de la psicología familiar frente a la individualidad, y con profusión de notas musicales nada amistosas. Ya que su directora, la neoyorkina Karyn Kusama (Aeon Flux, Jennifer´s Body) adentra su cámara en la oscura personalidad de un padre que sufre un proceso traumático, mientras los invitados diseccionan la realidad que comenzase hace algún tiempo atrás, aunque aparentemente sigan actualizando sus constantes actuales como método de adaptación a los nuevos tiempos. El suspense se derrocha en plena efervescencia neuronal e invisible para el público. Hasta ahora. Pues nos veremos sumergidos en el paroxismo, o no.
El pasado regresa sin darnos cuenta, entre conversaciones de distinto calado, y ahora en el presente llama a la puerta con sufrimiento acumulado.

La tensión se presenta en una reunión y copas de vino, repletas de banalidades y con unos participantes cuestionables. Vanos o vehementes según la personalidad del protagonista y los hechos, debido a esos deseos o vicios ocultos que se desbocan entre sospechas y algunos juegos irreverentes. Además, él con su nueva pareja deben desplazarse a una apartada colina residencial en la ciudad de Los Ángeles con cierto nivel económico, para pisar las sombrías habitaciones de una mansión misteriosa y sus ocupantes, que traerá funestos recuerdos y esquinas perdidas en la memoria de aquella maldita jornada festiva.
Desde luego, la actuación de todos ellos es fundamental para crear el ambiente denso (y agradecida por parte del público que visiona el filme The Invitation) ya que nos abandonamos en su mundo de apariencias. Cuando emergen los prejuicios que le acarrean al protagonista, una sensación de vacío y desesperación nada aconsejable para todos los presentes. Es decir, la creencia concisa, sugestionada o meditada de que en este lugar o celebración, nadie (ni siquiera su chica) servirá de utilidad para apagar su fuego interior.
Lógicamente (o mejor expresado, psicológicamente) aquí no acaba todo.

La oscuridad ha ido acumulándose progresivamente sobre la estancia, pues la mirada de este actor Logan Marshall-Green increpa a todos e incita esas actitudes, mientras en el apartado interpretativo, sus inquietantes intervenciones como aficionado al terror (La Trampa del Mal o Prometheus) dotan a su personaje de un halo enajenado, con su físico de anacoreta y dotes para llevarnos de un extremo a otro con su trastorno disociado. Además, estará en la producción Sand Castle, con un grupo combatientes en la guerra de Iraq junto a Henry Cavill (Batman vs. Superman o La Liga de la Justicia I-II, y Nicholas Hoult (Mad Max Fury Road y el papel de Bestia en X-Men: Apocalipsis).
Un desequilibrado padre que ahonda en la actual crisis de valores actual, cuando la directora construye a su alrededor un tejido de dudas y confiere un ambiente opresor que dirige sus conversaciones y la racionada trama.
Todo ello adaptado a la banda sonora, de una atmósfera instrumental a base de elementos de cuerda y agitación mental. Introspectiva o salvaje, como en el misterioso pensamiento de Sir Alfred Hitchcock decidiéndose por unos simples, pero marcados, movimientos de violín entre sonido atmosférico. Aquellos resaltasen con eficacia los vaivenes internos de la mente humana, adicciones o actos violentos, que se suceden tras el estallido de una emocional y sensual, tormenta... o ducha.
Vuelve la tensión en un increscendo argumental, constante y demoledor (si bien algún espectador puede discernir), convence con el juego oculto para cada escena descrita y bien interpretada. El cluedo de quién es quién, aunque más importante es el porqué.


La respuesta está en la incómoda atmósfera y un racimo de sensaciones que van desde la cordialidad o el amor universal, hasta la angustiosa y peligrosa realidad. Sólo tenemos que abrir la prensa cada mañana.
De cada nota, cada palabra o sentimiento profundo, se desprende la pincelada dramática de un compositor Theodore Shapiro (Trumbo) crecido entre comedias alocadas, pero aquí se vuelve terroríficamente magnético. Donde el público se ve arrastrado en sugerente armonía a un universo de ocultación de su memoria cinematográfica, a un borrado de datos y evidencias de lo ocurrido en el pasado que difumina el presente. El montaje es una modificación sonora de diferentes o discutibles puntos de vista de los protagonistas a La Invitación, llevando la fiesta a un paradigma de nuestros defectos humanos, al grado de horror que invadirá la casa y sus habitaciones en el futuro.
Perdidos como rasgueos de cuerda entre violines de reproches, gestos falsos o jadeos placenteros, tapados por sus propios gritos. El hombre atribulado y sus cuestionables ´amigos`, procederán a una invasión de la intimidad que degradará su ética colectiva, hasta que la reunión se transforme en un desastre de magnitud universal. Un reencuentro a mesa puesta, que provocará que ninguno de ellos, vuelva a ser el mismo.

El escenario elegido en esta Invitación, es otra mansión diferente de tantas visualizaciones clásicas, estilo contemporáneo y moderno que delimita otro personaje más, entre las atribuladas conversaciones de sus ocupantes y sus naturales propietarios, la concepción emocional de todos los miedos y creencias. Lugar sacrílego o habitación del pánico, donde las conversaciones privadas o grupales resuenan en sus rincones lujosos, escondiendo la verdadera y horrible presencia que acabará con el suspense en pos de la monstruosidad. Convidado de piedra de un Frankenstein concebido por todos, en su interior neuronal y muerto finalmente, como evidencia de la responsabilidad o fracaso de sus creadores.
La imagen del hijo vengándose de sus desprevenidos padres.
Mientras la joven acompañante y protagonista interpretada por Michelle Krusiec (la veremos en la cinta de horror The Unbidden y en MacGyver), se pregunta y presiona a su hombre para ver la reacción ante oscuros pensamientos y desequilibradas sugerencias. Si no cambia su actitud y la confianza en la pareja, no podrá servirle de ayuda. Luego, el problema sería él.

Tantas películas han mostrado comportamientos extraños en la mesa... desde los caballeros de Arturo cuestionando la amistad y emprendiendo la búsqueda de la inmortalidad frente a sus copas de vino, hasta comilonas que emergen del sentido de la vida y ojos como los de Marco Ferreri en su juego de suicidio colectivo. El humor queda lejos de la celebración y caricatura de Peter Sellers en El Guateque o una comida nada frugal de ciertos representantes de la sociedad tanta veces representados por Fellini, Berlanga o Buñuel, desde el ejército y el clero, hasta las perdidas nuevas generaciones y sus fiestas desfasadas, o los nuevos ricos. Pero, no os distraigáis, no tiene fundamento hacerlo con estas mimbres.
En el exterior todo parece tranquilo, no ruidos o jolgorio electrónico, ni visitantes inoportunos pues serían rechazados por cargantes.

Los convidados al evento están atrapados en el silencio de una relación paterno-filial, que vuelve a golpear con oscuridad a los diferentes escenarios de la vivienda. Demostrando su malestar ético y rechazo del traumatizado amigo, despersonalizado y herido... (sin desvelar sus deseos intrínsecos y desviaciones del comportamiento)... así, los instrumentos de cuerda seguirán tocando bajo un fuego confuso de caldeadas palabras.
Si te introduces en este apartamento de individualidades invadidas, vanidades y defectos, habrás aceptado La Invitación y serás protagonista, otro más, confundido tras un aspecto de divinidad vilipendiada y arrastrada en el fango de la incomprensión. Porque de aquel día nefasto, cambiamos en la muerte, emergiendo este comportamiento actual y, tal vez, el uso de la fuerza.

La moraleja de este filme de terror psicológico es, probablemente, que no debieras haber contestado a aquella llamada. Algo salvaje te condujo siniestramente a otra atractiva presencia, y esta invitada no pertenece a la ficción sino a la realidad más horrenda. Te verás condicionado por sus comensales, convidado a unos juegos traicioneros aparentemente vacuos, mientras tu cabeza empezará a ver cosas incomprensibles, sonidos y actuaciones dramáticas que no son muy aconsejables para la salud. Sino, que se lo cuenten a otros vecinos, puerta con puerta, de este centro residencial de pasiones y crímenes que vivimos hoy.

B.s.o. The Invitation:

sábado, 9 de abril de 2016

The Assassin.

Hou Hsio-Hsien, un taiwanés testigo de la Historia China.

La poesía en las imágenes del filme La Asesina, la trama confiere una sensación de irrealidad en el espectador que comienza en una pantalla panorámica tensionada en los 3/4 de un pasado cruel y un objetivo oriental, iluminado por el también lejano, blanco y negro. Desde aquí, arranca esta historia basada en la historia y el mito de una élite, ganadora del premio a mejor película asiática y mejor actriz para la atractiva Qi Shu y musa de pelo azabache. Describe aquella sociedad elitista de la Corte en el siglo IX y sus relaciones polémicas entre sí, o endeudada con aquellos sublevados de otras familias enemigas a dicho estado pre-feudal, más que por la demografía o la economía, la historia de sus ciudades, es la vida en aquella estratégica Weibo.
Tras las estilizadas paredes, nos encontramos al experimentado director Hsiao-Hsien Hou coescribiendo una historia de reencuentros (como su propia familia transitando de China hasta Taiwán), fue ganador del premio en Cannes y junto al actor Chen Chang (Happy Together, 2046, Eros o Tigre y Dragón) indaga de nuevo en unos personajes divididos por la sangre y los valores propios a dicha sociedad. Compuesta por guerreros del medievo que, significativamente, aprendían a diario sobre la muerte... y la naturaleza o esencia de las cosas. De los diferentes artes.

Sobre sus pequeños pies,
una tigresa azabache,
se gira y mira,
el suelo se aleja.
No tiene uñas, araña
con su mirada,
no ruge, se acerca
y descarga su daga.

Por supuesto que también puede existir la poesía flotando sobre la sangre, pues la decadencia de una era y esos lazos sanguíneos que se resentían en habitaciones privadas o respetaban hasta el final. Y curiosamente, el papel de la mujer en la educación o algo menos en los gobiernos de la casa o pueblo, no estaba reñida con la necesidad de cultivar la belleza en las artes. Aquí, en The Assassin se manifiesta de forma sigilosa, la diferencia entre la belleza y la violencia, veladas para caracterizar como en tantas ocasiones, a la cinematografía oriental.
El derecho de la mujer a tomar su propio camino, se enfrentaba a la educación exhaustiva, el uso de las armas y las artes marciales, en un filme atmosférico, La Asesina se encara su condición debilitada ante el acero y el poder patriarcal o militar, de ejércitos dirigidos normalmente por el género masculino.

Sin embargo, cuando esos condados se dividían en pequeños y regios feudos, la política intentaba mantener con dádivas a la sufrida población, para lograr un comportamiento exclusivo en la defensa general, como súbditos fieles a esa Corte debilitada frente al enemigo o sus ciegos inquilinos. Aunque, por otro lado, la violencia no puede acabar definitivamente con el romanticismo de una época mágica, donde las pasiones se desbordan y la natura se desdobla en sensaciones visuales o sonoras, casi táctiles. Entre traslúcidos y delicados visillos de seda. La expresión artística formaba parte indivisible de esta enseñanza, como la fotografía rubrica las sensaciones o las texturas. O reclama el valor de los colores frente al pretérito gris pretérito de un confuso comienzo, que crece hasta los tiempos de división, con las familias y tramas urdidas con la sangre perseguida del nexo familiar.
Porque lo verdaderamente importante, está por llegar cuando a la densa atmósfera se suma el sonido de la cítara, de timbales e instrumentos de viento, percusiones que se anticipan a los ecos de insectos frotando sus armas en atención a sus huéspedes de sexo contrario, o instrumentos para el vuelo de los caballos y su galope. Ella no emite sonidos, es la mantis, que se aproxima entre sombras, verdaderamente peligrosa.

En aquellas jornadas, la separación se haría más patente entre familiares, con tantas tensiones que provocan a los ojos inocentes de una niña de sonrisa apagada (si alguna vez existió) que crece con el espíritu de la venganza inculcado por una monja parlanchina y ofuscada, enfrentada a los reflejos dorados de una máscara silenciosa en combate de dagas afiladas, como dos fantasmas del pasado.
Esa es la medida del valor sobre su oscuro pecho. Esas sus armas preferidas para combatir... contra la mano adiestrada en la espada larga o la katana, el sigilo para esquivar sus trazos, o las flechas envenenadas hacia el corazón dolorido ayer, entre la manipulación e incomprensión de su juventud. Luego, se volverían adultos con prejuicios, en un mundo separado. Tal que ellos mismos.
Entonces el adiestramiento y una educada preparación para la muerte, no serviría para devolver a esa joven, la calma. Hoy es el hálito oscuro de aquella prima risueña, pero sigilosa como el color interior que marca su sangre, reclamando una parte de la vida que le fue arrebatada por unos hechos trágicos, perpetuados por grandilocuentes palabras.

Habla,
yo observo en la oscuridad.
Grita,
yo toco con la yemas de mis dedos,
la calma.
Sufre,
mi cabeza es libre y estratega,
prefiere el silencio...
y escapa.

Caminando entre un paisaje idílico y peligroso, dónde se producen mortales emboscadas en cualquier etapa del camino, lo explícito y real es el silencio o la contemplación. El sonido, mientras trajes confeccionados en vivos colores se confunden entre el verde o amarillo, de espigas y matorrales, o los duelos familiares cara a cara se elevan a un infinito nocturno, como el discreto lunar tras un velo, oculto a su mirada.
El hilo que enreda esta madeja se deshilacha con una espada de doble filo, mantiene la esencia desteñida con la sangre y la venganza, eran los ecos de sus pisadas o cascos por hojas secas, que proporcionan un estado mental catártico, sólo despierto ante relinchos, graznidos o balidos de animales confundidos bajo el ulular del viento.
El cine chino-taiwanés se recrea en esa naturaleza de las cosas, en el alma de los instrumentos o movimientos gráciles de sus actores, indaga en la propia historia como recuerdos de otros grandes maestros del pasado, pero el encuadre es efímero y esquivo, para contar la vida a través de conversaciones o contubernios silbados alrededor de las sombras. Las escenas se alargan con la música de fondo, para incrementar la irrealidad de los cuadros estáticos y la magnífica composición.

Como en una ensoñación, la asesina vuelve de su destierro forzado para reclamar su posición, ese espacio individual ante la magnitud de los escenarios o el rol filosófico de unas mentes orientales, cercenadas por incontrolables sentimientos. Con los sonidos de base para retratar la profundidad de sus pensamientos, como violentos choques de espada contra una armadura de huesos y deseos.
De aquellos daños, surgen los males de hoy. De entre los muertos, la figura oscura se recorta en el campo, se presenta como la herida en sus dedos habilidosos para tocar, detenida ante el galope de un caballo como sombra tras el arbusto o la caña de bambú. Alrededor todo gira en el mismo sentido, la guerra, igual que una divertida persecución de cine mudo, con guerreros correteando como niños buscando la superioridad en un juego de clases, sin entender del todo, su intención o una victoria malograda, amarga curación.

Aunque, el alma del guerrero se diluya o crezca ahora, la decisión de sus acciones tendría un reflejo en el futuro, si una sonrisa que reaparece presagia la paz, tras vertidos incontrolables de sus venas, es decir, una especie de vuelta a la tranquilidad y paz espiritual, perdidas, siempre como la mirada del director que aguanta un poco más la escena y alarga el plano, persigue con su cámara las escenas cotidianas y los movimientos, describiendo un círculo perfecto. Incluso, cuando el cuadro personal se mantiene fuera de la vista de otros protagonistas, ya que una conversación se mantiene y rota a nuestro alrededor, para dar más profundidad a las palabras y gestos. Junto a la banda sonora que sugiere otras sensaciones oníricas en el espectador.
Somos, el pájaro azul, silencioso en nuestro rincón de pensar, mientras las imágenes nos evocan un reflejo actual y sangriento. Si nos miramos en el espejo, volveremos a emitir el gorjeo, la exuberante belleza y el arte. No la dureza de coágulos derramados por doquier.

China, cuna de escritura y música, del lenguaje teatral y la composición episódica de su propia historia, a través de sus nobles o guerreros enmascarados, se reencuentra con los campesinos, labradores de arroz maquillados en su polvo. China es la raíz de una cultura ancestral que nos indica la indiscutible personalidad de su arte, frente a la decisión del individuo y el honor, persigue sus propios pasos ante la mirada de otra vida diferente, sin la necedad de órdenes ni esa amarga sensación de pérdida intelectual. Esta China, reclama paz frente a derramamientos fraguados sobre lenguas venenosas, y la parábola es una lección actual de trágicas ubicaciones y venganza, de cuellos cercenados por la fría e insensible hoja.
Con La Asesina si hay sensibilidad, pues el cine oriental demuestra que sigue muy vivo, o humanamente irreal frente a la belleza artística o la naturaleza subyugante, como la curación de unas heridas del pasado, una leyenda de samuráis que emprenden un viaje onírico a la nada, entre el silencio y la paz. Así, el guion atraviesa todos estos términos, rey y familia, y sus palabras campan en el ambiente como herramientas de poder frente a la individualidad, desviaciones del hombre para alejarse de su esencia primitiva y del entendimiento, del viento común que trae recuerdos de percusión y ulular de guan (tal que celtas), cuerdas y metales rasgados por un difuso pasado. Del aire que trae nuevas miradas.

Fue buscando la daga bajo su manga,
y halló meditación,
su mirada venenosa, calmada,
con música, el paisaje y magia,
ojos en profunda reflexión.
La Asesina, ya no será...

La Asesina se mantiene alejada de aquel territorio, de la muerte de ciudadanos inocentes, porque apuesta por la extraña sencillez de un montaje fuera de reglas, atrae al espectador con una banda sonora embriagadora y lo subyaga con la brillantez visual de gigantescas películas, sin acercarse al Run de Akira Kurosawa u otros cuentos legendarios orientales casi mágicos. Desde el actual Wong Kar-wai que manipula las imágenes hasta el cine separado del continente en manos de Lee, o problemas generacionales.
Cine de luchadoras que se enfrentaron a su propio destino, entre valles frondosos y flores, animales o enemigos, ropas de seda y cortinas de emperadores al vuelo, armamento forjado por la mano experta del herrero, irrompibles ruidos ancestrales sobre el silencio, y la música... todo magnifica la parábola que esconde en su interior esta Asesina de comienzos grises. Silbidos estimulantes y graznidos que avisan del peligro, miradas acechantes en la oscuridad del canto de los grillos, el alboroto de los cascos tapando las huellas en la hojarasca, todo compone esta banda sonora y la magia de las imágenes interpetadas por Hsia-Hsien.
Ella, es la musa, pone belleza racial y talento felino en sus ojos, en la persecución de un sueño diferente, con las manos limpias y diestras, de una nueva generación que siguió los pasos de sus maestros. Y otro sentido a su alma.

The Assassin Sountrack: Bagad Men Ha Tan - Rohan

Cinemomio: Thank you

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